La Singladura de Occidente
Capítulo 55
Capítulo 55
El retorno de los dioses
Se nos ha olvidado un
hecho, o tal vez nunca nos lo dijeron: cuando los hielos cubrieron la Tierra, todos esos Dioses
ya existían y su recuerdo permaneció vivo en la memoria de los hombres que
sobrevivieron a frío. Los Dioses de la Fundación (el ancestral
Escorpión) y los Dioses de la Confrontación (la Cabra-Pez) ya habían
creado la noción de Isla que surge en
medio de las aguas, de donde nacerán los Dioses Solares.
(...)
Pero antes, cuando los
hielos solo eran un oscuro presentimiento, hace más de 13.000 años, la idea de preservación alumbró a aquellos
espíritus. Esta no es una idea simple, requiere de otras nociones: previsión,
protección, anticipación. Su forma aparece representada por Nuestra Señora de los Mamut, o por las Venus Paleolíticas. Es cierto que 30.000
años atrás ya habían aparecido los glaciares, ¿quedaba algún recuerdo en la
memoria? Cuando llegó la última Era del Frío, o volvió, el mamut no tuvo si
quiera tiempo de digerir la hierba que rumiaba, pero si sobrevivió la tortuga,
y el escorpión, y los mariscos, y el hombre que había escuchado los avisos de la Diosa,
la Preservadora, la Guardiana,
la Contingente.
Dos cosas se adivinan
en esta alternancia de las corrientes contrarias de la Evolución humana: Orden-Organización (Neguentropía) y Desorden-Desorganización (Entropía). Esta
realidad ha podido presentarse, durante milenios, bajo los trágicos aspectos de
una fatalidad, un olvido renovado, un renacimiento. Porque lo mismo que cada mañana
aparece el sol para desaparecer por la tarde, lo mismo que cada Primavera la naturaleza
reverdece para secarse en el Estío, los depositarios de la Ciencia del Tiempo, los
que sabía codificar los mitos, los chamanes, los sacerdotes-astrónomos, sabían
que aproximadamente cada 2.000 años nacen nuevos mitos y se reordena una nueva
evolución creadora. Y que, por el contrario, por el mismo tiempo, desaparecen
viejos mitos-dioses y se aniquilan las culturas.
Los griegos fueron muy
sensibles al horror de esta alternancia, sensibilidad que también se manifiesta
en la angustia del cristiano, en el fundamentalismo del pueblo islámico, en el
sacrificio del bonzo, en el sentimiento de los "pueblos tradicionales" que esperan el fin de la era actual y,
con ello, el fin de una era de "Ausencia
de Dios". Y, a pesar de todo su racionalismo, en el sentimiento del
"fin del mundo" del hombre
blanco, es decir, de su civilización, de su técnica y de su ciencia. En esta visión
no es de extrañar que los ritos fundamentales de los cultos aún vivos se mezclen
con costumbres altamente arcaicas. Basta echar una mirada a los movimientos New
Age. En realidad, los primeros solo sirven para actualizar los segundos y
prolongarlos hasta el regreso del nuevo dios, era o ciclo. Desde siempre,
chamanes y sacerdotes-astrónomos, sacerdotes de iglesias formalmente
constituidas, brujos, sanadores y curanderos, adivinos y gurúes de toda índole,
han contribuido a mantener despierta la memoria de las tradiciones muertas o
adormecidas, a fin de un viejo dios desaparecido (Quetzalcóatl, Viracocha,
Cristo…), presentado como nuevo avatar, pueda
renacer cuando su noche y su sueño se acabe.
Pero, ¿renacerán tal y
como fueron hace 8.000 o 6.000, o 4.000… años?
Todos los mitos
conocidos, se engarzan en ese gran ciclo que es la Precesión de los
Equinoccios, un ciclo de 25.960 años. Este gran ciclo, se encuentra inscrito en
ciclos mayores. Hace 30.000 años, a finales del ultimo periodo glacial, los
artistas de Lespugne habían creado representaciones de Diosas Madres. 25.000 años
más tarde, en el 4.000 a.d.C.-,
las veremos reaparecer en el culto a Isis y otros 5.000 años después en el
culto a María. ¿Existe un Eterno Retorno de los Mitos, aunque Isis o María ya
no sean la Venus de
Lespugne?
Platón veía en el surgimiento de las catástrofes la acción de los
Dioses; Ptolomeo y Kepler un ejemplo del trastorno periódico de la inclinación
del Eje Terrestre. Fueron los sumerios y los egipcios los que sintetizaron este
fluir del tiempo precesional en una circulación mítica de dioses y eras llamada
Zodiaco.
Esta exigencia del Símbolo
Mítico se encuentra tanto en nuestros antepasados como en nosotros: es nuestro
caminar por la rampa ascendente, aunque desconozcamos la causa de ello y aunque
tampoco sepamos su fin. Tal vez, este fin sea el de llevar al Hombre a obrar
para cumplir la necesidad del Cosmos identificándose con esa Potencia Invisible, que el místico llama
Espíritu Puro y el físico Energía.
Tenemos la sensación de
que todo está ligado al tiempo. Hasta el sentido profundo de las
palabras. A través de nuestras sensaciones, proyectamos sobre el universo la realidad de una tierra física, de un espacio
geométrico o de un tiempo que se nos escapa entre los dedos. La mayoría de las
grandes leyes de la Física,
derivan de la interpretación de estas informaciones que nos comunican (directa
o indirectamente) nuestros ojos o nuestros músculos, almacenadas en la memoria
después (o antes) de pasar por el filtro de nuestras palabras. El ojo es un
instrumento que se encuentra bien adaptado, especialmente, para reconocer las
formas, detectar los cambios y percibir un movimiento. Pero solamente dentro de
una determinada frecuencia. El Músculo nos permite evaluar y comparar pesos y
esfuerzos. La memoria acumula y concentra el tiempo cuyo discurrir se inscribe
en la trama de nuestra conciencia.
Usamos cuatro
coordenadas para describir cualquier suceso: tres son espaciales (allí donde se
produce el suceso); la cuarta, es el tiempo que nos señala cuando se produce. Y
de la misma manera que no podemos concebir el mundo exterior sin apelar a sus
propiedades geométricas, tampoco podemos describirlo sin referirlo al fluir del
tiempo. Dado que el espacio-tiempo es
una realidad inseparable, una imagen imaginada por Einstein para describir lo
que no tiene descripción, ¿de dónde hemos sacado entonces la noción de antes y después? ¿Por qué nuestra conciencia percibe estos dos conceptos
como disimétricos y opuestos?
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La Gran Madre Galaxia o Galatea |
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