Viaje a Bolivia y
Perú
-Del 17 de Agosto
al 1 de Septiembre-
(Una visión
personal)
Volando de Santa Cruz de la Sierra a la Paz (2)
La voz de la azafata por los micrófonos del avión de la Compañía LAN con la
que viajo, me saca de mi abstracción en la que mi mente disociada me ha sumergido.
Es lo que me suele ocurrir cuando mi mente se centra en un tema o cuando, a
veces, visito algunos lugares, arqueológicos u de otra índole.
(...)
La azafata nos anuncia que en breve nos ofrecerán una bebida caliente y unas galletas. ¡Pues qué bien! Por la hora debemos estar a la mitad del recorrido, aunque por la ventanilla, medio tapada por una joven pareja que para de hacerse arrumacos, entreveo unas montañas medio tapadazas por las nubes. Les pido perdón por interrumpirlos y les digo, entregándole mi cámara, si podrían hacer una foto por la ventanilla. Ella, que es la que va en la ventanilla, coge la cámara y saca una fotografía entregándomela de nuevo. Le doy las gracias, y miro a ver como ha salido. No es una gran cosa, pero vale. Me agrada ver las montañas nevadas, le añaden una pizca de misterio desde el momento en que los recuerdos de nuestra mente se asocian con las imágenes del “hombre de las nieves” de las películas, en nuestra imaginación.
(...)
La azafata nos anuncia que en breve nos ofrecerán una bebida caliente y unas galletas. ¡Pues qué bien! Por la hora debemos estar a la mitad del recorrido, aunque por la ventanilla, medio tapada por una joven pareja que para de hacerse arrumacos, entreveo unas montañas medio tapadazas por las nubes. Les pido perdón por interrumpirlos y les digo, entregándole mi cámara, si podrían hacer una foto por la ventanilla. Ella, que es la que va en la ventanilla, coge la cámara y saca una fotografía entregándomela de nuevo. Le doy las gracias, y miro a ver como ha salido. No es una gran cosa, pero vale. Me agrada ver las montañas nevadas, le añaden una pizca de misterio desde el momento en que los recuerdos de nuestra mente se asocian con las imágenes del “hombre de las nieves” de las películas, en nuestra imaginación.
Después
de un té con galletas que me ha ofrecido la azafata, y una vez que me he
liberado del vaso de plástico y demás, vuelvo a concentrarme en el tema de los
Andes que desde hace tiempo viene ocupando mi tiempo y mi investigación. Cuando
mi mente vuelve a disociarse, me encuentro de nuevo es esa dimensión de mi
memoria donde se almacenan mis recuerdos…
Todo
comenzó hacia el 200 a.d.C.
En ese momento, según los especialistas, aunque yo pienso que el origen del Ayllu es mucho más antiguo, y que lo
que señalan los arqueólogos hacia el 200 a.d.C. como su inicio, solo es un nuevo resurgir
del Ayllu en los Andes, lo que se ha
llamado Archipiélagos Verticales, una
interrelación entre los valles susceptibles de ser cultivados en la zonas altas
de los Andes y las montañas; un sistema, capaz de mantener a grandes
comunidades, llamado Ayllus. Los
descubrimientos arqueológicos han establecido que su extensión era de 60 Km., abarcando desde los 5.000 m de altitud hasta la
base de la cordillera. El Ayllu permitió
reunir a una gran masa de personas para realizar una tarea en común: construir
terrazas e irrigar los Andes. El mito dice que esta fue la obra del dios Viracocha..
La tradición dice
que la creación de Viracocha ocurrió en el lago Titicaca, en un tiempo en el
que aún no había luz. Entonces, sobre las oscuras y quietas aguas del lago,
Viracocha creó el Sol, la Luna
y las estrellas y les ordenó que se elevaran por encima de la una isla de roca
negra hoy conocida como la Isla del Sol. El mito cuenta que, a
continuación, Viracocha crea a las tribus de los Andes y, es algo curioso, las
crea, a cada una, con su vestimenta, con su lengua y sus costumbres, es decir,
con todos los elementos distintivos que las van a caracterizar desde entonces.
Una vez creadas, Viracocha les ordena que surjan de las cuevas, de las fuentes
y de los troncos de los árboles que hay en sus respectivas patrias. Luego les
entrega el conocimiento. Para Sullivan, este mundo creado por Viracocha es el
que es destruido por el diluvio que narran
los mitos de la llama.
<<... el pastor que
las cuidaba [a las llamas] preguntó que las
afligía y ellas dijeron que la conjunción de las estrellas mostraban que el
mundo sería destruido por agua.>>
Según
Sullivan, el mito establece una relación entre ese fin del mundo por agua o pachacuti
y un acontecimiento estelar. Pero, ¿por qué la llama sabía que el
mar se iba a desbordar?
Los
académicos consideran que las aguas a las que se refiere la Llama
son terrestres.
Pero
no lo son. Santillana y Dechend descubrieron que, por ejemplo, el mito de Jasón
y los Argonautas, se refería a una constelación en el Océano Celeste del Sur,
cerca de Canopus. Ya Apolonio de Rodas había sospechado que debía haber
existido otro nivel de significado, pues las aventuras de Jasón, desde un punto
de vista geográfico, carecen de sentido. En los himnos a Viracocha, registrados
por el cronista Pachacuti Yanqui, aparece el nombre hananqocha, “el mar por
encima”, refiriéndose a la bóveda celeste. Y allí, en el cielo de los
Andes, los pastores-sacerdotes-chamanes
pueden contemplar un objeto estelar llamado la Llama
Celeste, una gran nube oscura de polvo estelar que
destaca contra el brillante fondo de la Vía Láctea. Luego, el mito describe una configuración
del cielo.
La Llama Celeste se extiende desde la cola de la constelación
de Escorpio, hasta Alfa y Beta Centauri, las dos estrellas de primera magnitud
conocidas en nuestra tradición como Alfa Centauro y Beta Centauro, pero que en
los Andes se llaman llamaq ñawin, los ojos de la llama. Fueron los nativos
de Huarochiri los que describieron este objeto estelar al sacerdote Ávila:
<<Dicen que “Yacona”, como nosotros la llamamos,
es como la sombra de una llama, un doble de este animal que desciende por el
centro del cielo...>>
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Llama Celeste con su
cría.
Los ojos de la llama
son las estrellas Alfa y Beta Centauri.
(Dibujo tomado de W.
Sullivan. o. c.)
|
<<En
la Vía Láctea
de los astrónomos, sobre unos lugares oscuros que se extienden sobre parte de
ella, imaginaron ver la figura de una oveja [llama] con el cuerpo completo y
dando de mamar a un cordero.>>
Esta
llama bebé es otra pequeña nube oscura situada en los flancos traseros de la
madre. El pastor chaman, el paqo, sabía que se ponía por el
oeste, aunque él miraba hacia el Este. Pero. ¿Como pudieron haberlo observado
poniéndose al amanecer, cuando sale el sol?
¿Saben
lo que es un orto heliaco, la salida heliacal de una estrella?
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La salida heliacal de las
estrellas, desde la más remota antigüedad, ha sido usada para fijar los
calendarios solares. Dado que averiguar el día del Solsticio mediante la sola
observación del movimiento del Sol es difícil, se uso la salida heliacal de
determinadas estrellas para señalarlo. Solsticio
se refiere al Sol que se pone. En el Solsticio
de Junio, cuando el sol se eleva
desde el Este hasta su más alto cenit (altitud) del año, hay una ventana, a cada
lado del acontecimiento, de varios días, por lo que, a simple vista, es casi
imposible seguir el movimiento del Sol y decir en que momento ha llegado a este
punto más alto. Aquí hay que hacer uso de una suposición, si queremos seguir
pensando que la civilización comienza en el Neolítico. Hay que suponer que a lo
largo de los años, alguien ha estado observando las estrellas y ha comprobado,
en forma repetida, que una estrella en particular sale junto con el Sol a
partir de, por ejemplo, cuatro días antes del Solsticio de Junio y, luego,
hubiera relacionado ambos acontecimiento estableciendo así un punto de
referencia fiable. Pero esto entraña otro problema. No se pueden ver las
estrellas que salen junto con el Sol. La luz de éste lo impide.
¿Entonces,
como se averigua?
Observando
las que en la dirección opuesta se ponen en ese momento y estableciendo una correlación
entre la que se pone y la que sale. Este sistema se usaba en el Cuzco o Qosco Imperial desde el Templo del Sol. De su centro partían 40
rayos o líneas imaginarias, llamadas Seques
que se extendían en todas las direcciones del horizonte, a través de valles y
montañas; líneas que pasaban sobre unos santuarios llamados Huacas. A cada Huaca del sistema Seque
se le asignaba su propio día para una ceremonia especial. Como había entre
siete y nueve Huacas por Seque, hacían un total de 328. Los 37
días que faltan para los 365 corresponde a los 37 día de invisibilidad de las
Pléyades (debido a su proximidad al Sol) en la latitud de Qosco.
Lo que aquí es importante es que el mito hace referencia a un astro que sale heliacalmente y que es observado por la Llama Celeste mientras ésta se ponde por el Oeste. Sullivan cita a un etnólogo, Honh Earls, que haciendo trabajos de campo, observó algo curioso: allá en los Andes, en el més de Junio, las gentes suben a la montaña antes del amanecer para contemplar la salida de las Pléyades. En ese momento, se produce otro hecho simultáneo:
La
puesta de una constelación llamada Cruz
del Calvario. La última estrella de esta constelación es Epsilón Escorpio que se encuentra entre
las nubes oscuras de la Llama
Celeste y su cría. Es decir, que la Llama Celeste
y Epsilón Escorpio se interpenetran.
Este hecho, en la astronomía occidental, señala un cruce de la eclíptica. Este
lugar, para la tradición andina, marca la separación entre la Tierra de los Vivos y la Tierra de los Muertos. Para ellos, ese lugar celeste,
representa un puente a través del
cual los muertos pueden regresar a la Tierra. Este hecho astronómico explica también el
sincretismo que se produjo después de la conquista; los indios cambiaron el
nombre original de la constelación por el de Cruz del Calvario.
¿Que
relación tiene esto con el mito de la
Llama? ¿Acaso no cuenta el mito que la llama-paqo ha visto en las estrellas, mirando al Este, el presagio
de una inundación, mientras el Sol se
pone por el Oeste? Esas estrellas son las Pléyades.
En
"Dioses y hombres de Huarochiri", el sacerdote Francisco de Ávila, allá por 1.598,
dijo que las Pléyades era llamadas por los antiguos habitantes del Perú con el
nombre de Vilcacoto, precisamente el
nombre de la montaña a la que ascienden los personajes del mito para salvarse
de la inundación. Vilca, en aymará,
significa Sol, coto, en quechua y aymará
significa montón. Vilcacoto es, pues, un montón de estrellas, las Pléyades que
salían heliacalmente en el Solsticio de Junio. Una constelación a la que los
quechuas llaman simplemente coto,
porque este racimo de estrellas era para ellos como un montón de semillas. Aún
hoy día, en el departamento de Cuzco, las llaman collca, es decir, granero.
También los mayas designan a las Pléyades como un puñado de semillas.
Podríamos
peguntarnos por qué este hecho no es más conocido. El problema es que los
defensores de la idea de que los antiguos no poseían conocimientos astronómicos
han denigrado, tachándoles de no científicos, a los que han expuesto estas
ideas. Incluso Sullivan cuenta los problemas que tuvo por defender una idea
contraria a la ortodoxia. Pero esa no es la gran cuestión.
La
gran cuestión es que dado que los mitos fueron elaborados para registrar un
acontecer estelar, y dado que las estrellas giran lentamente hacia el Este en
relación con el año solar, a causa del giro precesional del eje de la Tierra, ¿podemos averiguar
el marco temporal en que fue creado el mito? Esa fue la gran pregunta que se
hizo Sullivan. También se preguntó: ¿por qué las Pléyades? Dado que estas
siempre se elevan, y lo continuaran haciendo, heliacalmente en algún día del
año.
Y
encontró la respuesta. Así como otras referencias que establecen una misma forma
de pensar en el Perú antiguo y Mesoamérica.
Estaba en el significado de los topónimos. El mito habla del monte Vilcacoto, la montaña más alta a la que
ascendieron los personales del relato mítico para liberarse de la inundación.
Para los autores del "Molino de
Hamlet", los topónimos de
los mitos representan las posiciones del
Sol en la esfera celeste. Tanto en los Andes y como en Mesoamérica, la
“montaña más alta”
está asociada con el Solsticio de Junio, cuando el Sol alcanza su punto más alto.
Los historiadores del Imperio Inca cuentan que los sacerdotes Incas caminaban
río arriba, por el río Vilcamayu, el Río del Sol, el Camino del
Inca, hasta llegar a su nacimiento al pie del monte Vilcanota, el Lugar del Sol,
una montaña que consideraban como la más alta del mundo. Se puede establecer
entonces una correlación entre el Solsticio de Junio con la montaña más alta del mundo. Y, al
parecer, según Hohanna Broda, la misma relación podemos encontrarla en México.
La versión del mito recogida por el padre Molina, llama a esta montaña Ancasmarca: “marca", literalmente, la parte más alta de una casa junto al techo y "ancas" es el cielo azul.
Aquí la metáfora es arquitectónica.
¿Y qué significa la montaña más alta del mundo?
Lo
que las etimología sugieren es que para los antiguos pobladores de los Andes,
el Norte se consideraba lo más alto,
mientras que el Sur era lo más bajo.
La evidencia más clara es que el Qosco
se encontraba dividido en dos mitades: una mitad superior, hanan ,y otra inferior, hurin.
El Qosco superior está al norte de
la línea este-oeste que es la que sigue la Vía Láctea, y el Qosco inferior está al sur de esa
línea. En definitiva: el Ancasmarca,
a parte de ser una montaña muy alta, es también “la parte más alta de la casa cielo azul”, haciendo referencia a la posición más al norte que pude alcanzar
el Sol en la bóveda celeste, dominando el cielo azul en el Trópico Norte, durante el Solsticio
de Junio.
¿Con estos datos se puede saber en qué momento fue escrito el mito?
El
mito da un punto de referencia: la posición del sol en el Solsticio de Junio. Los dos mitos dejan claro que la salida
heliacal de las Pléyades no son la inundación
en sí, sino un anuncio de ella; la inundación
ocurrió en la montaña más alta del mundo, es decir, al
Norte, en el Solsticio de Junio. Hay
que recordar que la Llama Celeste y su cría observan la salida heliacal
de las Pléyades un mes antes de ocurra la inundación, por ello la predicen anunciándosela al pastor
para unos días más tarde.
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Tenemos entonces que el Sol está en su posición más al norte en el Solsticio de Junio, en el Hemisferio Sur y las Pléyades salen heliacalmente ese día. ¿Cómo averiguar la fecha en que se elabora el mito?
Sullivan
obtiene permiso para realizar una experimento en el Planetario Hayden, del
Museo de Ciencias de Boston. El Planetario se prepara para la latitud de Cuzco
y se ajusta en relación a la precesión
hasta la salida heliacal de las Pléyades ocurrida treinta días antes del Solsticio de Junio, según se desprende
del mito. El Planetario detuvo la precesión en el 650 d.d.C. En ese momento, el
cielo mostraba a las Pléyades saliendo heliacalmente, treinta días antes del
Solsticio, que en esa época ocurrió el 19 de Junio del calendario Juliano.
Bien,
ya sabemos que en esa fecha fue escrito el mito. ¿Pero qué pasó en esa fecha?
Una
catástrofe para el sistema social instituido por Viracocha. Los restos arqueológicos
muestran que en ese momento aparece en los Andes la guerra organizada y
generalizada. Es el surgimiento del Estado Militar de Huari. En el cielo de ese
día, tal como aparece en el planetario, Sullivan y los que le acompañaban,
pueden observar como la Llama Celeste se pone
en el punto opuesto por donde sale el Sol.
¿Cómo
los sacerdotes-astrónomos pudieron haber observado la puesta de la Llama, siendo además un objeto oscuro que se
pone al amanecer?
Detectaron
la Llama Celeste por medio de otra estrella. Es una
técnica que ya conocían los babilonios, se llama Paranatellón. Consiste en
emplear las salidas o puestas de una estrella muy brillante
para predecir la salida o puesta de otra estrella más débil. Los cronistas Cobo
y Polo Ondegardo dicen que el pueblo andino llama Urcuchillay a la constelación conocida en Occidente como Lira, y que en los Andes significa Llama Macho. Una constelación situada en
lo más profundo del cielo norte y lejos de la Llama
Celeste hembra. Esta constelación contiene a la estrella Vega. Mientras el cielo nocturno del
650 d.d.C. rodaba hacia la puesta de la Llama
Celeste, Vega,
lejos, en el Norte, también se estaba poniendo. Lo que el planetario estaba
recreando era lo que el paqo del mito
había visto: la salida heliacal de las Pléyades
y la puesta heliacal de la
Llama Celeste,
teniendo como referencia a su paranatellon:
Vega.
¿Por
qué de esto se deduce un peligro, una inundación, un cataclismo?
La Llama Celeste, la
Zorra y el Puma, animales míticos en los Andes, son
objetos estelares, nubes de polvo oscuro. Todos se encuentran en una zona del
cielo que se eleva heliacalmente alrededor del Solsticio de Diciembre.
Si la montaña tiene un significado
cosmológico, el del Solsticio de Junio,
podríamos preguntarnos ¿qué hacían esos tres animales del Solsticio de Diciembre
en lo alto de la montaña? ¿Querían
sobrevivir a la inundación?
Sullivan
se apoya en Santillana y Dechend, los cuales
llaman la atención sobre una convención
en los mitos del viejo mundo: las estrellas que salen heliacalmente en ambos
equinoccios o solsticios suelen aparecer emparejadas en los mitos. Ambos
autores creen que el propósito de esta convención es establecer mejor la edad,
dentro de un mito, mediante la referencia, no sólo a un acontecimiento del orto heliaco, sino a dos. En el viejo
mundo esto se hacía refiriéndose a los Coluros
equinocciales y solsticiales, es decir, a cualquiera de los dos grandes círculos
imaginarios que conectan las estrellas con los Equinoccios y los Solsticios
a través de los polos.
¿Ocurría
algo parecido en el Perú preincaico?
Sullivan
hace referencia a los trabajos de un etnoastrónomo, Gary Urton, quien entre
1976 y 1980 realizaba trabajos de campo en una comunidad andina de Cuzco. Este
investigador descubre que el pueblo de Mirminay estaba dividido en cuatro
cuartos por dos senderos que se cruzan y que corren intercardinalmente. El cruce
es en el centro del pueblo. Piensa que fueron concebidos para que se
extendieran hacia los cuatro puntos cardinales y para que señalaran los puntos
de salida y puesta de los soles del Solsticio en el horizonte. La
importancia de este cruce intercardinal
y solsticial, que servía para
conectar el espacio terrestre y espacio celeste en el horizonte,
radicaba en unir el espacio y el tiempo en una unidad conceptual. Cada
eje intercardinal cumple con una
función: uno encadena el punto de salida del Sol en el Solsticio de Junio
sobre el horizonte, en el noreste, con el de la puesta de Sol en el Solsticio
de Diciembre, en el
suroeste; el otro enlaza la salida del sol del Solsticio de Diciembre, en el sureste, con la puesta del
sol del Solsticio de Junio,
en el noroeste. Esta cosmovisión también aparece en un códice aztecas.
Los
mitos andinos cuentan el camino recorrido por Viracocha desde el Titicaca, que
se encuentra al sureste, a través de los Andes, siguiendo una dirección noroeste,
hasta que abandona el mundo por Manta, en Ecuador. Los Paqo, sacerdotes astrónomos de los Andes, necesariamente debían de
conocer el movimiento precesional y por ello sabían que un cambio en la fecha
de salida heliacal de las Pléyades, significaba un cambio en cualquier otra
estrella u objeto celeste. El planetario de Boston al que recurrió Sullivan,
mostraba que un observador que contemplara, en el Solsticio de Diciembre del 650 d.d.C., la salida heliacal de la Vía Láctea, habría
visto a la nube negra llamada la Zorra Celeste
sobre el horizonte, excepto su cola, que permanecería hundida bajo el Océano
Celeste, “empapada, sucia y ennegrecida”
por sus aguas. El planetario mostraba el por que la cola de la zorra era negra.
Es
evidente que lo que el constructor del mito ha hecho es relacionar ambas cosas:
por un lado las colas de los zorros son negras; por otro, a la Zorra Celeste,
le falta la cola que ha quedado hundida por debajo de la línea del horizonte,
en el Mar Celeste. Luego, ya que el relato mítico necesita de una
explicación que fije el detalle de que la Zorra Celeste
no ha aparecido completa en el horizonte, el narrador relaciona ambas cosas.
Pero lo importante aquí es que los mitos de la Inundación,
demostradas sus correlaciones estelares en el planetario, y que este marca esa
posición estelar en el 650 d.d.C., debieron ser escritos en esa época.
Dado
que esa relación de las Pléyades
ascendiendo al amanecer, mientras la Llama Celeste
se pone, es algo que sucede por lo menos una vez a lo largo del año, ¿ocurre
algún acontecimiento precesional significativo? ¿Algo que tenga que ver con la Inundación a la
que hace referencia el mito?
¡Claro!
Si no, no estaría contando esta historia. El planetario se ajustó, usando toda
la información, a los días que rodean al solsticio de junio del 650 d.d.C.
Sullivan quería saber si realmente había ocurrido realmente un Pachacuti, un vuelco del espacio tiempo. Y, en efecto, lo hubo, pero no por lo
que el cielo mostraba, sino por lo que, debiendo estar allí, ya no lo estaba.
Lo que se demostró es que en los Andes meridionales, hacia el 650 d.d.C., la Vía
Láctea había dejado de salir heliacalmente en el Solsticio de Junio, que en aquella época
correspondió al 19 de Junio del calendario
juliano. Por primera vez, en 800 años, la Vía Láctea no estaba
allí. ¿Fue una sorpresa para los Paqo
o estos sabían que esto pudiera suceder? El Paqo del mito de Huarochiri,
el sacerdote astrónomo disfrazado míticamente de Llama Macho, grita consternado, al observar el hecho, de que se
aproxima una inundación. La causa es que, el puente que da acceso a la Tierra de los
Dioses en la Vía Láctea,
ha sido destruido.
Eruditos
y científicos defensores de la ortodoxia científica piensan que lo que ellos
llaman creencias son ocurrencias que nuestros antepasados, menos racionales
que nosotros, tuvieron para intentar explicar los fenómenos de la Naturaleza; de la misma
manera piensan que la experiencia mística es una autosugestión sin
curiosidad científica. Por ello, creencias y experiencias místicas
han sido arrojadas al cubo de la basura. Para ellos, el mito no pasa de ser un
intento de racionalizar la creencia, pero que carece de valor
científico. Puesto que esto es así, todo el material suministrado por el pasado
humano que no encaja en los esquemas conceptuales de verdad científica,
es considerado un mito. Con ello, el mito se ha convertido en un basurero donde
va a parar aquello que, cada vez con mayor probabilidad, son conocimientos
astronómicos que el pasado ha acumulado a lo largo de los siglos y los
milenios. Un conocimiento que reposa cubierto del polvo de los siglos en las
tumbas de los museos y bibliotecas.
Sullivan
descubre que en un momento determinado del tiempo de los Andes, la Vía Láctea dejó de
salir heliacalmente en el Solsticio de
Verano. A este hecho, el mito andino, lo llama “la inundación”. También comprobó que el hecho ocurrió
en el 650 d.d.C., y que ese acontecimiento fue considerado por los
sacerdotes-astrónomos de los Andes como algo muy importante. ¿Cómo pudieron, se
preguntas los académicos, los pueblos antiguos, sin instrumentos de observación
astronómicos, realizar mediciones del movimiento de las estrellas?
Dado que no poseían
esos instrumentos, o los que poseían les parecen muy rudimentarios, no puede
haber un mensaje cifrado en el mito, sobre todo cuando ya nadie sabe leer el
mito desde su clave astronómica. Ya Aristóteles se lamentaba de que Platón
hubiera sido el último hombre capaz de comprender el significado de los mitos.
Para los académicos, sean astrónomos, arqueólogos o historiadores, nuestro
pasado histórico, desde el punto de vista mítico, carece de interés.
También
plantea Sullivan donde está la dificultad. Formular la cuestión de que los
indígenas peruanos, así como los aztecas de Tenochtitlan, organizaron el
espacio dividiéndolo en cuartos, un espacio que no terminaba en el horizonte,
sino que se prolongaba hacia la bóveda celeste y que se organizaba a partir de
los puntos de salida y ocaso de los soles del Solsticio en el horizonte, en
relación con los ejes estaciónales de la Vía Láctea, es ir en contra de todo lo que los
académicos dicen conocer científicamente de los pueblos no occidentales, sean
antiguos o modernos, los pueblos que no poseen conocimientos científicos modernos.
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La fundación de México. Códice Mendoza. |
Los agricultores mayas siguen pautas de ancestrales costumbres.
En San Juan de Chamula presencié como un agricultor marcaba con piedras los límites
de su campo de cultivo al igual que hacían sus antepasados, aunque aquellos
usaban técnicas más sofisticadas, pues construían terrazas para preservar el suelo,
y las variedades de fríjoles y maíz que cultivaban habían sido mejoradas por
siglos de selección. No pude averiguar si era consciente de lo que hacía o si
simplemente repetía una costumbre heredada de la cual había perdido el significado.
Lo que este campesino hacía era marcar en su pequeña tierra, una orientación
astronómica, la que debería corresponderse con la Tierra Celeste
que allá en la eclíptica marcaban los pilares que sostenían la bóveda celeste
con sus dioses y sus abejas. Nosotros hemos olvidado que esta tierra, cualquier
pedacito de ella, es sólo un reflejo de la otra que está en la Bóveda Celeste y
que ordena el ritmo de nuestra vida.
<<Entre
la muchedumbre de dioses que esta gente adoraba – dice Diego de Landa –, adoraban a cuatro llamados “Bacab” cada
uno de ellos. Estos, decían, eran cuatro hermanos a los cuales puso Dios,
cuando crió el mundo, a las cuatro partes de él sustentando el cielo [para que]
no se cayese. Decían también de estos “Bacabes” que escaparon cuando el mundo
fue destruido por el diluvio.>>
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