domingo, 7 de junio de 2015

La sigladura de Occcidente 14

La Singladura de Occidente

Capítulo 14
Ser también nuestro cuerpo

Quedamos en que no "tenemos" un cuerpo, sino que "somos" un cuerpo; un cuerpo y algo más. Pero eso es algo que sólo podemos saber cuando realmente estamos conectados con él, cuando lo rehabilitamos, reintegrando en el cuerpo la mente que de él ha sido escindida. Entonces comprenderemos que cuerpo y mente no son rivales, ni siquiera son hermanos: sólo son destellos de un sólo comportamiento que procede de una única Esencia; de la misma Esencia de la que procede el Espíritu y la Materia.
(...)
Si somos un cuerpo, no identificaremos con el “Yo” solamente nuestras ideas, sino también el dedo pulgar del pie izquierdo, la mano derecha o un dolor de barriga. Aquí está la clave para arraigarnos al mundo, para reconciliarnos con él, para abrazarlo..., y llegar, quizás, a esa experiencia de la que habla Walt Witman cuando dice en uno de sus poemas:

Creo que una hoja de hierba es tan perfecta como la jornada sideral de las estrellas,

y una hormiga,

y un grano de arena

y los huevos del abadejo son perfectos también.

El sapo es una obra maestra de Dios

y las zarzamoras podrían adornar los salones de la gloria.

El tendón más pequeño de mis manos avergüenza a toda la maquinaria moderna,

una vaca paciendo con la cabeza doblada supera en belleza a todas las estatuas,

y un ratón es milagro suficiente para convertir a seis trillones de infieles.

Descubro que he asimilado granito, carbón, musgo, frutos, semillas, raíces...

y que todo mi cuerpo está impregnado

de cuadrúpedos y de pájaros.

He dejado allá lejos, por razones esenciales, las formas inferiores,

pero puedo hacerlas volver a mí cuando quiera.

Y es inútil la violencia o la timidez,

inútil que las rocas plutónicas me lancen su fuego cuando me acerco,

inútil que el mastodonte recule y se esconda bajo el polvo de sus huesos,

inútil que las cosas se alejen envolviéndose en formas diferentes,

inútil que el mar se hunda y los grandes monstruos se agazapen en el fondo del agua,

inútil que el águila se albergue en el picacho que rejonea a las estrellas,

inútil que se arrastre la serpiente entre las lianas y los troncos,

inútil que el antílope huya por las veredas escondidas del bosque,

inútil que las alcas de pico afilado naveguen hacia el norte lejano del Labrador...

yo las sigo rápidamente y subo hasta el nido en lo abrupto del acantilado.
Sólo arraigándonos de nuevo al barro biológico de nuestro cuerpo, podremos arraigarnos de nuevo a la tierra, sentir el flujo que asciende de ella, abrirnos a la vida, ser plenamente humanos, encarnar la experiencia inmemorial de caminar lentamente sobre la Tierra, bajo el cielo, con nuestro cuerpo que respira y habla.
Para nosotros, seres escindidos, no es una tarea fácil rehabilitar el cuerpo. Sobre todo porque tanto el cuerpo como su sexualidad y su salud han sido incorporados al circuito del consumo. El entusiasmo deportivo es básicamente un mecanismo para descargar las tensiones de la vida moderna, y lo que predomina en los gimnasios es la voluntad narcisista de presumir del cuerpo-objeto. El "culto al cuerpo" no es reverencia por la vida, sino desvarío de la Voluntad de Poder.

Ya en los años 30, Wilhem Reich descubrió en el hombre normal que la rigidez de su mente era paralela a la rigidez de su cuerpo. Vio que las tensiones, siempre psicosomáticas, configuran una especie de armadura muscular que refleja el carácter de la persona. A menos rigidez, mayor aceptación de la Vida; a mayor rigidez, mayor inclinación al totalitarismo. Comprendió que el "instinto básico" que hoy se le atribuye al cuerpo (agresividad y sexo sin amor) no es más que una distorsión de los impulsos primarios de la naturaleza humana, impulsos que expresan de una forma espontánea el goce y el amor que un ser integrado debe sentir por todo lo viviente. El odio solo es amor descarriado. Pero la rigidez corporal que distorsiona la espontaneidad del cuerpo es la misma rigidez que se expresa en la necesidad metafísica de fijar la realidad e impedir que fluya.
Wilhem Reich quiso capacitar al ser humano para que aceptara la naturaleza que había dentro de él, para que dejara de escaparse de ella y gozara aquello que le producía miedo. ¡Tanto es el miedo que se le tiene en los EE.UU. a esta naturaleza primaria del ser humano, que sus libros fueron quemados y él murió en la cárcel. Si para Wilhem Reich la sexualidad era la función básica del cuerpo, su discípulo Lowen y otros autores, incorporan experiencias más primordiales: fluir, respirar, sentir, expresarse..., o caminar, caminar lentamente sobre la tierra.

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