domingo, 19 de marzo de 2017

Parábola de la metamorfosis del gusano

<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 03/10/1993>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Parábola de la metamorfosis del gusano.
<SUBTÍTULO>: No me contéis más cuentos.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: Libertad y Amor son dos palabras que tienen en mismo significado, y ambas son una y la misma Ley.
<ILUSTRACIÓN>: En la "putrefactio" la dualidad se disuelve en la "nígredo", es la fase de crisálida, para renacer en la unidad.
<CUERPO DEL TEXTO>:



 En una carta a su hermana Salus (17/05/1955), León Felipe que ya tenía 71 años, le decía:
(...)

"El gran, el verdadero itinerario, es este. Vamos de la Nada a la Vida, de la Vida a la Muerte y de la Muerte al Misterio... Y después del ir y venir de nuestra carne por la tierra, por el mar y por el viento, hay otras estaciones y fronteras para las que hay que llevar otros documentos y pasaportes. Yo tengo un pasaporte para viajar por las estrellas y por la Vía Láctea. Es un poderoso talismán. Creo que tu lo tienes también... ¡Son las lágrimas! Por estas lágrimas me conocerán por siempre las constelaciones y los dioses... Y con esta cédula se me abrirán las puertas sin bisagras ni cerrojos de los mundos..., por donde se entra a navegar a los espacios infinitos..."
¡De nuevo las lágrimas! Esa lágrima que nos dio la luz, nos da también la libertad. La libertad para desplazarnos sin obstáculos por esos mundos siderales, por esas Moradas de la Casa del Padre. También la libertad para pensarlas, para construirlas, para decirlas, para que la Ley Una del Universo, la Ley del Amor, pueda expresarse en nuestro amor.
Libertad y Amor son dos palabras que tienen un mismo significado, y ambas son una y la misma ley. Para alcanzarla, tenemos que dejar de ser ese gusano que se desplaza a ras de tierra, y que ni siquiera se da cuenta de que deja tras de sí una estela luminosa, segregada por el llanto que provoca su esfuerzo reptante; tenemos que encerrarnos en un capullo llamado Soledad. Tenemos que pasar por una fase de crisálida.
Es éste capullo una cubierta protectora hecha de seda, de luz, con el llanto de las lágrimas, y que nos aísla del mundo sin que por ello abandonemos el mundo; pero que impide que las voces y las historias del mundo nos aparten de nuestro camino. Nos deja encerrados con nuestra propia palabra, con nuestra propia voz interior, con nuestra propia verdad.
 
En la "putrefactio" la dualidad se disuelve en la "nígredo", es la fase de crisálida, para renacer en la Unidad.
Este capullo de soledad, este vas hermeticus, no es sólo para impedir que entren "los gritos de angustia del hombre" como diría otro poeta, Blas de Otero, los cuentos como dice León Felipe, sino también para impedir que salga nuestra verdad. Porque la verdad luminosa, la verdad transmutada por las lágrimas, no es para decirla, es para comerla, para digerirla, para hacerla carne de mi carne y sangre de mi sangre, allá en el interior del capullo.
Y será luego, la mariposa, el resultado de esta metamorfosis, con su vuelo, la que exprese esta verdad. Esto es lo que dice la Parábola: "Y tomé el libro de las manos del Ángel y me lo comí."(Apocalipsis X,2‑10)
León Felipe decía que con la parábola:
"el poeta ve lo que hay detrás de las esquinas y en la espalda de las estrellas. La parábola es el camino más corto entre el hombre y la luz..."
He aquí una parábola:
"Había un hombre que tenía una doctrina. Una doctrina que llevaba en el pecho (junto al pecho, no dentro del pecho),una doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco.
La doctrina creció. Y tuvo que meterla en un arca de cedro, en un arca como la del Viejo Testamento.
Y el arca creció. Y tuvo que llevarla a una casa muy grande. Entonces nació el templo.
Y el templo creció. Y se comió el arca de cedro, al hombre y a la doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre que dijo: el que tenga una doctrina que se la coma, antes de que se la coma el templo; que la vierta, que la disuelva en su sangre, que la haga carne de su cuerpo... y que su cuerpo sea bolsillo arca y templo
."   (León Felipe).
El capullo, el arca, el templo, tendrá que desgarrarse para que aquel gusano que llevaba una doctrina en el bolsillo interno del chaleco y que reptaba con grandes esfuerzos, sin poder franquear el círculo de la serpiente -ese mito del eterno retorno, que es el discurrir cíclico de los procesos de la naturaleza-, se alce convertido en un ser alado, la mariposa, figura celestial que vuela libre por el cielo.
Cuenta Mario Satz en su "Poética de la Kábala" una leyenda jasídica que sostiene que cuando nacemos lo sabemos todo:
"el misterio del mar, la fórmula del cielo, el origen del aire y de la tierra, quiénes hemos sido y en qué lugares..."
Pero que ese feliz conocimiento dura sólo un instante, porque apenas nacidos, un ángel burlón se acerca a nosotros y, apoyando su dedo índice sobre nuestros labios superiores, murmura un ¡ssshh! por el que lo olvidamos todo. Y así, de criaturas sabias, quedamos reducidos a niños llorones y torpes. Y aclara, que algunos maestros han sugerido que la solución estriba en encontrar al ángel, lo cual es imposible, porque el ángel desaparece con el sello.
Más si el sello del ángel nos cierra la boca, para que nada salga y las cosas del alma queden ocultas, no así los ojos y los oídos por donde entra la Enseñanza que dice que mientras el hombre visible es terrestre, el hombre invisible es un ángel. O dicho de otra manera: mientras el hombre terrestre se arrastre, será un gusano; pero en cuanto comience a volar como mariposa, desplegará sus alas de ángel y el sello quedará roto para que la palabra sea dicha.
Por eso, la doctrina de que habla el poeta, la Enseñanza, ha de ser comida. Por lo mismo también, el gusano tiene que encerrarse en un capullo a fin de que la metamorfosis de su transformación en mariposa se produzca. El hombre debe encerrarse en un capullo de silencio con la doctrina que guardaba en el bolsillo interno del chaleco, para encontrar su ser complementario, el Hombre-Espíritu, y hacerse UNO con él.
Esa interdependencia entre las dos caras del espejo nos obliga y nos compromete.
"Nacidos -dice Mario Satz-, no nos queda sino crecer, desarrollarnos, ocupar un espacio, dilatar un volumen hasta el momento en que volvamos a nacer al prístino vacío de la comprensión que será paralelo al aprendizaje, puesto que moviéndonos en el plano de lo exotérico... llegará un momento en que recibiremos la asistencia aérea, y casi siempre oral de lo esotérico, el mensaje del infinito, de lo indiscernible."
Porque esta existencia que entra por el oído, añade:
"es siempre la semilla, y, ésta se abre y se prolonga en la raíz antes de hacerlo en la hoja. Y la raíz quiere sombra."
La caverna de la iniciación a la Luz se encuentra en el interior de la pirámide, de la montaña. Ella es el capullo en el que el hombre-gusano se encierra para transformarse, para pasar por esa fase que en la Alquimia se llama Putrefactio en la que su dualidad es transmutada, para cortar los hilos que le conectan al mundo exterior porque ya no quiere que le cuenten más cuentos, porque quiere romper con todos los cuentos, propios y ajenos con los que se ha identificado en su peregrinar por esta tierra extraña. Porque lo que quiere el poeta es soñar, soñar un sueño verdadero y hacerlo realidad.

NO ME CONTÉIS MÁS CUENTOS
  Ya se han contado todos.
Todos se han dicho y se han escrito,
y todo se ha ovillado y archivado.
........................
Yo no se muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la meces con cuentos...
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
Y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo se muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos...
Y se todos los cuentos.  (León Felipe)

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