domingo, 26 de marzo de 2017

La Singladura de Occidente 58

La Singladura de Occidente
Capítulo 58

Divididos por la mitad (I)


A veces, en algunas de mis charlas, pregunté a los asistentes si sabían por que la Vida, el Universo, todo eso que decimos que es la Creación, se nos presenta como una serie infinita de opuestos. Me miraban asombrados. ¿Han pensado alguna vez que todo aquello que valoramos es el opuesto o el contrario de alguna otra cosa? ¿Y se han dado cuenta que incluso la más nimia de nuestras decisiones, se toma decidiendo entre dos opuestos?
(...)

En las antiguas tradiciones, tan denostadas y desvalorizadas al ser considerdas atrasadas por los científicos (los hombres que manejan una herramienta llamada Ciencia, ¿la manejan bien?), existe un “Principio”, formulado de distintas maneras, pero que intentaré simplificar de la siguiente forma:
En este Universo que conocemos todo es doble, todo tiene dos polos, todo evidencia un par de opuestos, aunque ambos son lo mismo ya que participan de la misma sustancia, de la misma esencia, aunque en diferente grado.
Y este Principio conforma una ley que podríamos llamar Ley de Dualidad. También encierran una Enseñanza.
Si en el Universo que conocemos, hecho de materia densa y de materia menos densa (un gas, la energía, un pensamiento, una emoción), no existe la Unidad, ya que todo es dual, todo es doble, todo tiene dos caras, como el Dios Jano de los romanos, o como una moneda, o los dos polos de un imán, o como una batería de corriente eléctrica…; y si a un polo de esa polaridad lo llamamos siempre “malo” y al otro lo llamamos “bueno”, bastaría con que elimináramos al “malo”, ya que siempre nos inclinamos hacia el considerado “bueno”, para que quedaran resueltos todos nuestros problemas. Lo embarazoso es que esto es imposible, pues es la polaridad la que mantiene el ritmo de la vida

Hay algo básico en este "Principio" que es necesario comprender: los opuestos siempre se presentan en el mismo elemento, jamás podemos aplicar el opuesto de un elemento al opuesto de otro. Luz-oscuridad, amor-odio, espíritu-materia, positivo-negativo, masculino-femenino…, son los opuestos de “algo”. Algo que no conocemos, o no queremos o nos negamos a conocer.
Solemos afincarnos en un polo y lo elevamos a la categoría de Absoluto, pero nadie puede decir (ni siquiera la Ciencia) cual es el calor o el frío Absoluto, aunque lo pretende al hablar de “0º Absoluto”. Allí donde miremos, siempre encontraremos un polo, o un extremo al que llamamos positivo y un opuesto llamado negativo; y, como en el caso de la electricidad, el polo positivo posee una mayor potencialidad que el polo negativo; es decir, existe entre ello una diferencia de potencial. Seguramente esta diferencia de potencial entre ambos polos es lo que se encuentra en la creencia de que lo masculino es superior a lo femenino.
Señalan las Antiguas Tradiciones que cuando el hombre actúa desde esta comprensión, podemos, en nuestra realidad interna, psicológica, cambiar o transmutar (por ejemplo una acción, una emoción, un sentimiento), el polo negativo en positivo; pero, ¡cuidado!, solo se pueden cambiar los opuestos de una misma realidad. Esto es válido para los opuestos entropía-neguentropía.
Las gentes suelen creer que llegará algún momento, por supuesto en el futuro, en el que el Bien triunfe sobre el Mal de una forma definitiva, algo que ni siquiera el Apocalipsis lo cree. La Ley de Dualidad nos dice que esto es imposible. Debemos comprender que Bien y Mal (aunque sean con mayúsculas) representan los extremos de “algo” y, como extremos, siempre serán relativos (30º será calor si lo comparo con 2º, pero será frío respecto a 100º).
Por otro lado, la sola evidencia de que algo existe, ha de llevarme a comprender que lo opuesto también es realidad (existencia-no existencia). Lao Tsé, en su enseñanza del TAO y su par de opuestos Yin y Yang nos ofrece un claro ejemplo de lo que estoy pretendiendo mostrar. Para él, estos polos opuestos llamados Yin y Yang representan y simbolizan la dualidad que existe en el Universo, pues constituyen sus dos fuerzas fundamentales, de la misma esencia, pero opuestos en sus naturalezas polares; los dos polos que mueven toda la "maquinaria del Universo", una expresión que tanto gusta a la Ciencia reduccionista.
 
Para el Taoísmo, que personaliza estas fuerzas, como lo hace todo el conocimiento de la Antigüedad, Yin representa lo femenino y Yang lo masculino. Pero estas expresiones solo son símbolos.
La sabiduría de las Antiguas Culturas expresaba que cada ser, cada objeto, cada pensamiento, cada emoción…, posee un opuesto del que depende su existencia. El dicho popular dice que “todo palo tiene dos puntas”.
Nuestro problema es que no nos fijamos, no vemos ese “algo” al que los polos pertenecen; ni siquiera lo tenemos en cuenta. Pensemos en una moneda: tiene dos lados -cara y cruz- unidas por un canto. Supongamos que queremos eliminar una cara. Cojo una lima y me pongo a limarla. El canto se hace cada vez más fino. Continúo limando en mi intención de eliminar esa cara y…, cuando ya estoy a punto de hacerlo, ¡plaf!, la moneda desaparece. Al eliminar una cara, no solo he eliminado la otra, sino también la moneda.
Veamos otro ejemplo: salimos al campo a contemplar el paisaje, nuestra vista queda prendida en las impresionantes montañas. Pero, ¿nos hemos dado cuenta que, como en la moneda, si elimino los valles, elimino a la vez las montañas, haciendo desaparecer el paisaje? El canto que une a ese algo llamado paisaje y formado por valles y montañas, los geógrafos lo llaman pendiente.
Sin lugar a equivocarnos, podríamos afirmar que en nuestro universo físico (material e inmaterial: una silla es material, y puede ser alta o baja…, y una idea es inmaterial y puede ser buena o mala) la Dualidad es la norma imperante.
Lo que el símbolo del Tao pone de manifiesto es que el Universo está siempre en movimiento, basculando continuamente de un polo al otro, y que nuestra pretensión de encontrar una realidad absoluta y estática es una utopía. Cuando categorizamos la realidad e intentamos darle un valor absoluto recurrimos tan solo a una conveniencia, pero ello no supone que esa categoría sea cierta.

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