domingo, 14 de mayo de 2017

Carta a mi madre


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 07/11/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: Carta a mi madre
<SUBTITULO>: Relato de una experiencia
<AUTOR>: Rafael C. Gómez
<SUMARIO>: Cuando la persona fallecida corta sus lazos con la "carne", el espíritu se libera; en forma similar debe ser liberada la imagen de esa persona que guardamos en nuestro interior.
<CUERPO DEL TEXTO>:


Querida madre:

Va para cuatro meses que emprendiste ese viaje del que muchos dicen que es sin retorno, aunque tu y yo sabemos que tenemos que volver a esta escuela planetaria, mientras no hayamos aprendido lo que nos trajo aquí por vez primera.
He querido dejar pasar ese tiempo prudencial que tu espíritu necesitaba, después de abandonar tu última vestidura de carne, para desprenderse de todo aquello que constituyó tu vida personal, a la vez que comenzabas a conocer esa nueva realidad en la que ahora te encuentras. Una realidad en la que ya no tienes nombre ni forma.
(...)

Lo que nos ha sucedido, esa ruptura llamada muerte, tu lo sabes ahora, no tiene más objeto que el hacernos libres, porque sólo en las encrucijadas dolorosas se alcanza la libertad. Cuando los lazos con la carne son cortados, el espíritu se libera; pero en forma similar debe ser liberada la imagen de la persona fallecida que guardamos en nuestro interior. Una imagen a la que nos aferramos y de la que no nos queremos desprender porque hemos puesto en ella, la mayor parte de las veces, nuestras dependencias. Por ello se siente tanto dolor cuando se marcha un ser querido para nacer en otra dimensión.
Ha sido para mí un trabajo difícil y duro, cortar las ligaduras de tu imagen en mi interior. También doloroso. Tuve que asumir tu muerte un año antes de que ocurriera cuando conocí lo irreversible de tu enfermedad. Cuando te marchaste, aunque mi espíritu se tambaleó por el golpe que ello supuso, supe acompañarte con mi amor -esa palabra que tendríamos que aprender a descifrar- a través de esa Gran Iniciación en la que se conoce a Dios, que es la muerte.
Se que tu conoces como va la vida de los que a este lado de la frontera, quedamos tras tu partida. Cuando digo tú, no me refiero a la personalidad que aquí tuviste, sino a esa energía luminosa y consciente que transporta la experiencia de todas tus encarnaciones.
Desde tu posición privilegiada ves que cada uno de los que fueron tus hijos, esposo y familiares, lleva su orfandad a su manera; cada uno a cuestas con su dolor y trabajando, más o menos conscientemente, en la liberación de tu imagen en ellos.
Respecto a mí te diré que cuando nos despedimos una semana antes de que te marcharas, cuando fui a verte por unos días, ambos supimos que aquel abrazo que nos dimos sería el último de esta vida. Con ese mismo abrazo, los últimos lazos que nos unían, las últimas ligaduras que sujetaban tu imagen de madre en mi corazón, quedaron rotas y te dejé mi imagen de ti para que la llevaras contigo.
Con ello, mi aferramiento a lo que de ti fue en esta vida mi realidad quedó roto y pude contemplar tu marcha con serenidad y comprensión. Mi dolor del primer momento se transformó en amor, el sentimiento se hizo visión y te vi entrar en esa nueva dimensión en que ahora te encuentras, liberada de la lástima por el dolor de los que aquí dejaste.
En estos meses transcurridos desde tu marcha, he meditado profundamente sobre ti, sobre todo en ese papel de mujer, esposa y madre que asumiste en esta tu última vida. En la manera en que representaste tu papel.
Me di cuenta que no hay grandes saltos a lo desconocido, como soñamos muchos de los que andamos por estos caminos de lo esotérico; que lo que hay es lo cotidiano, que nos permite hacer en cada instante la elección necesaria: abandonarse a la naturaleza pasiva con resignación o permitir que la vida fluya libremente sin querer retenerla por mucho amor que digamos tener por los seres que la viven.
En mia meditación contemplé tu renuncia a retener el fluir de la vida de aquellos que fuimos tus hijos, aunque tu no estuvieras conforme con el acontecer; incluso apoyaste ese fluir en nuestros propios aciertos y errores, a pesar del dolor que nuestra decisión pudiera haberte causado. Nos diste el espacio vital, la distancia física y psicológica necesaria para que esa experiencia, nacida de nuestra decisión o de lo que nuestra propia vida nos traía, pudiera desarrollarse en nosotros. Nunca sentimos el agobio de tu preocupación en nuestro vivir. Siempre hubo amor y palabras consejeras cuando te las solicitábamos. No retuviste la imagen de los niños que éramos en ti; tampoco impediste la ruptura de ese cordón umbilical, ahora emocional y psicológico, que como niños nos unía a ti. Esos nudos del corazón que se convierten en barreras infranqueables, pero que hay que cortar para que el espíritu crezca y se libere. Te doy las gracias por ello.
En los días siguientes a tu marcha, me sentaba en tu sillón y pensaba en el pasado. Experimenté que las imágenes de ese pasado no eran simples recuerdos en mi memoria. Te cuento esto porque se que te gustaba escuchar mis experiencias del más allá.
Como te decía, tuve la experiencia de percibir que cualquier recuerdo no es realmente un verdadero pasado. Solemos creer que el recuerdo está fuera de cualquier experiencia presente, pero allí, el recuerdo era yo en ese presente proyectado por el foco de la conciencia que se expandía.
Creemos que la imagen del recuerdo está en una memoria del pasado, al igual que un nosotros que recuerda. Pero la imagen aparecía ante mí como un presente perpetuamente extendido. No era una mera tajada de la realidad, sino que la contenía toda.
El problema es que nos identificamos con la imagen del recuerdo, creyendo que es algo que está fuera de nuestro presente, en algún lugar de nuestra memoria, por lo que se hace imposible que volvieras a pasar tus manos sobre mis cabellos en una dulce caricia.
Pero, sentado en tu butaca, la parte de mi que observaba y que no era diferente de la parte de mi que extraía el recuerdo de la memoria, no lo hacía en ningún lugar del pasado; tu caricia, que yo creía recuerdo, era real en ese mismo momento en el fluir de mi conciencia expandida. Era como esas fotografías de alta velocidad que nos ofrecen en una sola forma, en un solo cuerpo-tiempo, cada uno de los movimientos de la bailarina a lo largo de la danza.
La conciencia ordinaria sólo capta las distintas posiciones, una a una; no se da cuenta que cada una de ellas no está separada de las anteriores. Y así como existe un cuerpo-tiempo de la vida de cada uno de nosotros, existe en él también el de todas las relaciones, actos, encuentros, que tejen un inmenso tapiz que se prolonga más allá de esta vida, en una dimensión sin tiempo, porque abarca todas nuestras vidas con todo lo que ellas contienen, formando un inmenso tejido vivo por el que fluye la Vida Una.
Así que tu caricia, querida madre, estaba allí, ante mi conciencia, lo mismo que la sensación y el sentimiento que provocaron en mí, junto a tantos otros recuerdos. Lo asombroso es que ¡estaba vivo! Era real ¡ahora! No algo que ocurrió hace años, sino en ese mismo presente en que lo contemplaba. Lo que ocurre es que para la conciencia dormida y aferrada, tu caricia y mi sentimiento, así como tu muerte y mi dolor, eran sólo momentos del inmenso tapiz en el que los seres proyectan su conciencia desde esta dimensión que presenta las cosas separadas por el tiempo.
Esperamos algún milagro que nos saque de una situación dolorosa. Tal milagro no existe. Nosotros mismos hacemos el milagro en el trabajo duro y difícil de cada día, al situar nuestra mirada en una posición más amplia y abierta de ese proyector de la Vida Una que es la conciencia. Su amplitud nos permite ver que las acciones, experiencias, amores y desamores de nuestra vida y de todas las vidas, están vivas ¡ahora! Nada ha muerto en un pasado. Todo sigue ahí en ese tapiz por el que pasa su mirada la conciencia.
Te digo adiós, querida madre. ¡Qué tu espíritu siga ascendiendo hacia la Luz! Tu amor sigue estando en mi corazón. Que mi amor te acompañe hasta que nuestros espíritus vuelvan a encontrarse en otro dibujo del tapiz del Universo.
 

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