<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 19/12/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: Una Historia de Amor.
<SUBTITULO>: El Gran Río que nos lleva
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: La Vida y el Agua nunca serán comprendidas por la Ciencia, lo que fluye es imposible de captar. Sólo se puede vivir.
<ILUSTRACION>: Gradas de Soaso. Ordesa (Huesca)
<CUERPO DEL TEXTO>:
Como una ilusión que se desvanece, ha transcurrido otro año, el
segundo de su vida para la Otra Palabra. De
nuevo la Navidad
llama a la puerta de nuestra casa: la Tierra. Viene a recordarnos eso de "amaos los unos a los otros",
aunque parece que seguimos sin enterarnos.
(...)
Nuestra casa está más revuelta que nunca. Nuestra Madre Tierra
contempla a sus hijos con tristeza y dolor. Su cuerpo está enfermo y agotado de
tanto tener que parirnos y de tanta ignorancia como nos envuelve. Nuestro Padre
el Sol observa atónito a los retoños de su esencia,
el fruto de la semilla estelar que puso en el vientre de nuestra Madre Gaia.
No logramos nacer por segunda
vez y por nosotros mismos, no logramos despegar ni salir de la infancia, no
logramos crecer en amor y sabiduría. Nosotros, sus hijos, los hermanos, siempre
engarzados en peleas, en matanzas por pleitos raciales, lingüísticos,
religiosos, de poder, de ambición... Dejándonos morir de hambre, de miseria, de
ignorancia... Dominándonos y esclavizándonos...
Fue hace más de tres mil quinientos millones de años cuando la que hoy
es nuestra Madre Tierra nació de la Gran Nebulosa Planetaria. Cuando se unió a
nuestro Padre el Sol, concibieron un común propósito: desarrollar la Vida. Del fango líquido
de sus comienzos surgieron seres conscientes capaces de amar. Tierra y Sol
desarrollaron para ellos un propósito llamado Evolución.
Los que llegaron a ser sabios, los poetas, lo percibieron:
"Todo lo que se mueve y
respira
con esfuerzo y murmullo,
nace y muere,
gira, desciende y crece.
La energía se expande en
calma.
Remota, serena e insaciable.
Y este semblante desnudo
de la Tierra que contemplo,
incluso esas virginales
montañas,
son lecciones del alma
atónita."
Schiller
Es la esencia del Ser. Es
nuestra esencia. Allí, en el comienzo, la arcilla se hizo sensible. Minerales
de caolín fabricaron arcilla genética, cristal genético: memoria capaz de
abarcar cincuenta generaciones. Era el Principio. Los fundamentos de la
bioquímica crecieron y prosperaron en el interior de aquel fango cristalino
capaz de duplicarse a sí mismo. Desde la pesadez del hielo y la roca, hasta la
intimidad de la vida multicelular, la
Tierra percibió la ternura que impulsa a un organismo hacia
el otro, y lo llamó Amor. Lo que comenzó en el hielo, terminó, no hace aún
mucho tiempo, en un bosque sobre la hierba.
Esa gestación, esa evolución, no transcurrió sin dolor. Casi al
principio, la gestación de la vida pudo quedar abortada. Fue un momento
crucial. El oxígeno producido por las primeras bacterias contaminó la atmósfera
y comenzó a ser letal para las propias bacterias que lo producían. Sus desechos
contaminaron el planeta de oxígeno. La
Vida se refugió en el hielo y en el mar. Pero ella misma
resolvió el problema de como utilizar sus desechos. Enseñó a las bacterias a
respirar oxígeno. Utilizó su propio desastre para reinvertar el futuro. Los
desechos de oxígeno se estabilizaron en el 21%. En la atmósfera superior se
acumuló para formar ozono, con lo que controló a su vez la radiación
ultravioleta del Sol. El resultado fue un planeta con una atmósfera sana, agua
pura, una temperatura equilibrada y 500 millones de Km2 de Vida.
Dentro de un universo frío y latente, esa bendición terrenal fue el
resultado de un impulso exquisito y deliberado. Aquellas primitivas formas de
vida compartían la misma visión poética del futuro, una conexión que nosotros
hemos olvidado.
El corazón de la Vida
es la molécula de agua. El 75% de la superficie de nuestra madre es agua. Todos
los días y todas las noches trillones de estomas de las hojas se abren y se cierran
absorbiendo la luz del Sol, anhídrido carbónico y, lo más importante, agua. El
resultado de este proceso es energía: un propulsor prodigioso de la Vida. Todos los
relojes biológicos está regulados por el Sol y por el agua. El viaje de las
gotas de agua es una odisea de vida y transformación que marca a todo el
planeta. La molécula de agua es una de las más amorosas que existen. Les
encanta abrazarse estrechamente. Una gota de agua puede permanecer hasta 3.000
años en el mar antes de evaporarse y, cuando lo hace, deja un mensaje en el
cielo que ayuda a crear el ozono: es la molécula de oxígeno.
Hace mil trescientos millones de años la Vida era copia
protoplasmática sin sexo. Ni un sólo individuo en ella. La Tierra concibió para la Vida nuevas criaturas: las
amebas. Individuos unicelulares: parejas de cama al azar cuya música era el
amor y su religión la disparidad. Un nuevo modelo de vida que exclamó: ¡Hagamos
algo distinto! ¡Dejemos de copiarnos a nosotras mismas y de esta forma nuestra
existencia no se repetirá!
Fue una revolución. Una revolución sexual en la que cada individuo
pasó su herencia genética a otro. Un juego matemático que aportó una infinita
variedad y garantizó la supervivencia a través del ingenio, la destreza y el
instinto. ¡El amor es estupendo para rejuvenecer los genes! Desenreda los
remordimientos y cura el mal carácter, también mantiene un balance ecológico en
todo el planeta.
El Padre Sol y la
Madre Tierra miraron sonrientes aquella Vida deliberada,
automotivada y llena de propósito. Sexo y muerte: un secreto crucial para el
éxito de la Tierra. Sin
sexo cada organismo sería igual así mismo. Sin muerte no habría un fondo
genético. Cada cadáver fertiliza la nueva vida. De este ciclo nace la tierra,
la atmósfera, el agua y casi medio billón de especies de plantas y animales.
Existe un milagro encerrado en él. Para nosotros, el sexo no es solo
supervivencia y muerte. Habla de Amor. Aquella revolución sexual se ha movido
cada vez más hacia la ternura y la tolerancia percibida en las especies más
cercanas a nosotros. ¿Qué hemos olvidado para que exista tanto dolor en el
mundo?
Los organismos complejos se vuelven ignorantes. La ignorancia produce
dolor. Un dolor que forma parte de las cosas. Los monjes intentan
transcenderlo, aunque son conscientes de que ocupa su lugar en el mundo. En la
infancia de nuestra especie hubo una gran celebración entre sexo y sexualidad.
Hombre y mujer completaban una unidad biológica y psíquica. Existía una alegre
armonía entre ellos, el uno ayudaba al otro, el sexo estaba equilibrado,
reproducirse era algo venerable, la sexualidad celebrada. La mujer es la
sucesoras de la Gran
Madre. Es cierto que el sexo está ligado a la anticipación de
la muerte, a la pérdida de una inmortalidad clonicamente repetida, pero nuestra
Madre Tierra insiste en que la evolución humana gira alrededor del Amor y que
la condición de los sexos equivale a su propia condición: creación, bondad,
fragilidad.
La Vida y el Agua nunca serán
comprendidas por la
Ciencia. Lo que fluye es imposible de captar. Su esencia está
fuera de su alcance. Lo único que se puede hacer con ella es vivirla. Sólo así
se la conoce. Al vivirla, hasta el acto más sencillo, adquiere un significado
elemental para los que están en contacto con ella. Todo en la vida de nuestra
madre y en la nuestra propia está en movimiento, en proceso y en relación. En
el fluir del Gran Río lo único que prevalece es la Vida misma, la unión de
hombres y mujeres. El flujo del Amor.
La abuela Hopi les dice a los hombres de otras tribus:
"Me pedís arar la Tierra...
¿Queréis que coja un
cuchillo
y lo clave en el pecho
de mi propia madre?
No me acogerá en su
regazo para descansar.
Me pedís cavar por
oro...
¿Queréis que escarbe
bajo su piel para encontrar sus huesos?
Entonces, cuando muera,
no podré entrar en su
cuerpo para volver a nacer.
Me pedís que corte los
bosques para hacer madera...
¿Pero como puedo cortar
el pelo de mi madre?
Ella nos pide que nos
amemos y disfrutemos entre todos.
¿Es eso tan
difícil?"
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