domingo, 30 de julio de 2017

Una Historia de Amor


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 19/12/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: Una Historia de Amor.
<SUBTITULO>: El Gran Río que nos lleva
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: La Vida y el Agua nunca serán comprendidas por la Ciencia, lo que fluye es imposible de captar. Sólo se puede vivir.
<ILUSTRACION>: Gradas de Soaso. Ordesa (Huesca)
<CUERPO DEL TEXTO>:


Como una ilusión que se desvanece, ha transcurrido otro año, el segundo de su vida para la Otra Palabra. De nuevo la Navidad llama a la puerta de nuestra casa: la Tierra. Viene a recordarnos eso de "amaos los unos a los otros", aunque parece que seguimos sin enterarnos.
(...)
Nuestra casa está más revuelta que nunca. Nuestra Madre Tierra contempla a sus hijos con tristeza y dolor. Su cuerpo está enfermo y agotado de tanto tener que parirnos y de tanta ignorancia como nos envuelve. Nuestro Padre el Sol observa atónito a los retoños de su esencia, el fruto de la semilla estelar que puso en el vientre de nuestra Madre Gaia.

No logramos nacer por segunda vez y por nosotros mismos, no logramos despegar ni salir de la infancia, no logramos crecer en amor y sabiduría. Nosotros, sus hijos, los hermanos, siempre engarzados en peleas, en matanzas por pleitos raciales, lingüísticos, religiosos, de poder, de ambición... Dejándonos morir de hambre, de miseria, de ignorancia... Dominándonos y esclavizándonos...

Fue hace más de tres mil quinientos millones de años cuando la que hoy es nuestra Madre Tierra nació de la Gran Nebulosa Planetaria. Cuando se unió a nuestro Padre el Sol, concibieron un común propósito: desarrollar la Vida. Del fango líquido de sus comienzos surgieron seres conscientes capaces de amar. Tierra y Sol desarrollaron para ellos un propósito llamado Evolución.

Los que llegaron a ser sabios, los poetas, lo percibieron:

"Todo lo que se mueve y respira

con esfuerzo y murmullo,

nace y muere,

gira, desciende y crece.

La energía se expande en calma.

Remota, serena e insaciable.

Y este semblante desnudo

de la Tierra que contemplo,

incluso esas virginales montañas,

son lecciones del alma atónita."

Schiller

Es la esencia del Ser. Es nuestra esencia. Allí, en el comienzo, la arcilla se hizo sensible. Minerales de caolín fabricaron arcilla genética, cristal genético: memoria capaz de abarcar cincuenta generaciones. Era el Principio. Los fundamentos de la bioquímica crecieron y prosperaron en el interior de aquel fango cristalino capaz de duplicarse a sí mismo. Desde la pesadez del hielo y la roca, hasta la intimidad de la vida multicelular, la Tierra percibió la ternura que impulsa a un organismo hacia el otro, y lo llamó Amor. Lo que comenzó en el hielo, terminó, no hace aún mucho tiempo, en un bosque sobre la hierba.

Esa gestación, esa evolución, no transcurrió sin dolor. Casi al principio, la gestación de la vida pudo quedar abortada. Fue un momento crucial. El oxígeno producido por las primeras bacterias contaminó la atmósfera y comenzó a ser letal para las propias bacterias que lo producían. Sus desechos contaminaron el planeta de oxígeno. La Vida se refugió en el hielo y en el mar. Pero ella misma resolvió el problema de como utilizar sus desechos. Enseñó a las bacterias a respirar oxígeno. Utilizó su propio desastre para reinvertar el futuro. Los desechos de oxígeno se estabilizaron en el 21%. En la atmósfera superior se acumuló para formar ozono, con lo que controló a su vez la radiación ultravioleta del Sol. El resultado fue un planeta con una atmósfera sana, agua pura, una temperatura equilibrada y 500 millones de Km2 de Vida.

Dentro de un universo frío y latente, esa bendición terrenal fue el resultado de un impulso exquisito y deliberado. Aquellas primitivas formas de vida compartían la misma visión poética del futuro, una conexión que nosotros hemos olvidado.

El corazón de la Vida es la molécula de agua. El 75% de la superficie de nuestra madre es agua. Todos los días y todas las noches trillones de estomas de las hojas se abren y se cierran absorbiendo la luz del Sol, anhídrido carbónico y, lo más importante, agua. El resultado de este proceso es energía: un propulsor prodigioso de la Vida. Todos los relojes biológicos está regulados por el Sol y por el agua. El viaje de las gotas de agua es una odisea de vida y transformación que marca a todo el planeta. La molécula de agua es una de las más amorosas que existen. Les encanta abrazarse estrechamente. Una gota de agua puede permanecer hasta 3.000 años en el mar antes de evaporarse y, cuando lo hace, deja un mensaje en el cielo que ayuda a crear el ozono: es la molécula de oxígeno.

Hace mil trescientos millones de años la Vida era copia protoplasmática sin sexo. Ni un sólo individuo en ella. La Tierra concibió para la Vida nuevas criaturas: las amebas. Individuos unicelulares: parejas de cama al azar cuya música era el amor y su religión la disparidad. Un nuevo modelo de vida que exclamó: ¡Hagamos algo distinto! ¡Dejemos de copiarnos a nosotras mismas y de esta forma nuestra existencia no se repetirá!

Fue una revolución. Una revolución sexual en la que cada individuo pasó su herencia genética a otro. Un juego matemático que aportó una infinita variedad y garantizó la supervivencia a través del ingenio, la destreza y el instinto. ¡El amor es estupendo para rejuvenecer los genes! Desenreda los remordimientos y cura el mal carácter, también mantiene un balance ecológico en todo el planeta.

El Padre Sol y la Madre Tierra miraron sonrientes aquella Vida deliberada, automotivada y llena de propósito. Sexo y muerte: un secreto crucial para el éxito de la Tierra. Sin sexo cada organismo sería igual así mismo. Sin muerte no habría un fondo genético. Cada cadáver fertiliza la nueva vida. De este ciclo nace la tierra, la atmósfera, el agua y casi medio billón de especies de plantas y animales. Existe un milagro encerrado en él. Para nosotros, el sexo no es solo supervivencia y muerte. Habla de Amor. Aquella revolución sexual se ha movido cada vez más hacia la ternura y la tolerancia percibida en las especies más cercanas a nosotros. ¿Qué hemos olvidado para que exista tanto dolor en el mundo?

Los organismos complejos se vuelven ignorantes. La ignorancia produce dolor. Un dolor que forma parte de las cosas. Los monjes intentan transcenderlo, aunque son conscientes de que ocupa su lugar en el mundo. En la infancia de nuestra especie hubo una gran celebración entre sexo y sexualidad. Hombre y mujer completaban una unidad biológica y psíquica. Existía una alegre armonía entre ellos, el uno ayudaba al otro, el sexo estaba equilibrado, reproducirse era algo venerable, la sexualidad celebrada. La mujer es la sucesoras de la Gran Madre. Es cierto que el sexo está ligado a la anticipación de la muerte, a la pérdida de una inmortalidad clonicamente repetida, pero nuestra Madre Tierra insiste en que la evolución humana gira alrededor del Amor y que la condición de los sexos equivale a su propia condición: creación, bondad, fragilidad.

La Vida y el Agua nunca serán comprendidas por la Ciencia. Lo que fluye es imposible de captar. Su esencia está fuera de su alcance. Lo único que se puede hacer con ella es vivirla. Sólo así se la conoce. Al vivirla, hasta el acto más sencillo, adquiere un significado elemental para los que están en contacto con ella. Todo en la vida de nuestra madre y en la nuestra propia está en movimiento, en proceso y en relación. En el fluir del Gran Río lo único que prevalece es la Vida misma, la unión de hombres y mujeres. El flujo del Amor.

La abuela Hopi les dice a los hombres de otras tribus:

"Me pedís arar la Tierra...

¿Queréis que coja un cuchillo

y lo clave en el pecho de mi propia madre?

No me acogerá en su regazo para descansar.

Me pedís cavar por oro...

¿Queréis que escarbe bajo su piel para encontrar sus huesos?

Entonces, cuando muera,

no podré entrar en su cuerpo para volver a nacer.

Me pedís que corte los bosques para hacer madera...

¿Pero como puedo cortar el pelo de mi madre?

Ella nos pide que nos amemos y disfrutemos entre todos.

¿Es eso tan difícil?"


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