Viaje a Bolivia y
Perú
-Del 17 de Agosto
al 1 de Septiembre-
(Una visión
personal)
Llegada a la Paz (2)
(Continuación)
Continuo con la reflexión que quedó incompleta en el artículo anterior.
Francisca Martín Cano Abreu ha realizado un trabajo de recopilación de todas las representaciones que desde la Prehistoria el hombre ha hecho del Gran Río Celeste, y ellas nos muestran lo que el hombre ve desde la Tierra y... ¿Qué es lo que vemos? ¿Qué es lo que veían los antiguos?
Francisca Martín Cano Abreu ha realizado un trabajo de recopilación de todas las representaciones que desde la Prehistoria el hombre ha hecho del Gran Río Celeste, y ellas nos muestran lo que el hombre ve desde la Tierra y... ¿Qué es lo que vemos? ¿Qué es lo que veían los antiguos?
(...)
La Vía Láctea, lo que vemos de ella, no ocupa
siempre en el cielo, respecto a nuestra visión, la misma posición, sino que
ésta varía a lo largo del año; lo mismo le ocurre al Sol, a la Luna y a las Constelaciones.
Pero solamente una vez al año, en el momento en que el Sol se pone, la
encontramos en una misma posición que se corresponde con los puntos solsticiales y equinocciales; es decir, las máximas y mínimas posiciones del Sol
con respecto al horizonte y sus puntos intermedios, cuando marcan el inicio de
las estaciones, algo que en la actualidad ocurre el 21 de Marzo, el 21 de
Junio, el 21 de Septiembre y el 21 de Diciembre, pero que en algún momento del
pasado, cuando se comenzó a medir el tiempo astronómico, caía el 1 de esos
meses, aunque es seguro que los periodos en que se dividía el año eran distintos.
En la recopilación
realizada por Martín Cano, ésta señala que la Vía Láctea tuvo una
posición paralela al horizonte, acostada sobre él, cubriéndola de Este a Oeste,
“un atardecer del 1 de Marzo Antiguo, hoy 15 de Marzo”, y que esa posición anunciaba la Primavera.
Señala esta autora
que la más antigua representación que se tiene de la Vía Láctea en esta
posición, tiene una antigüedad de 18.000 años, y la encontramos en la galería
final de la Cueva
del Castillo, en Puente Viesgo, Santander, Cantabria.
![]() |
La Vía Láctea acostada sobre el horizonte. |
![]() |
Representacionews prehistóricas de la Vía Láctea. |
![]() |
Representaciones de la diosa egipcia Hator. |
![]() |
La Diosa Hathor con Seti
I.
|
La diosa egipcia
Hathor, con figura de vaca, sería una de las representaciones de la Galaxia como Madre
Nutricia o Gran Madre Galaxia.
Reflejarían la misma situación estelar los puntos tallados en el vientre
de las figuras de diosas o los círculos concéntricos tallados en sus pubis.
Simbolizarían la Vía Láctea
acostada sobre el horizonte.
![]() |
Gran Diosa Madre. Dibujo de los indios Navajos. |
![]() |
La Artemisa de Éfeso, la de los muchos pechos con los que amamanta a sus criaturas. I Milenio a.d.C. Museo Arqueológico de Éfeso.
Los puntos, los círculos o las estrellas talladas en el vientre, serían
las semillas de la Diosa
que propicia la fertilidad. También la representan en esta posición los
círculos concéntricos que aparecen en petroglifos, cazoletas y concavidades
inscritos con símbolos cruciformes y serpentiformes.
Luego, la Vía Láctea, seguiría
cambiando de posición “hasta atravesar perpendicularmente la línea del
horizonte, de Norte a Sur, al atardecer del 1 de Junio Antiguo, hoy 15 de Agosto”.
![]() |
|
Según Martín cano
esta sería la más arcaica representación de la Vía Láctea en posición
vertical, al atardecer del 1 de Diciembre de hace más de cinco mil años, cuando
entonces penetraba el horizonte norte. Personificaba a la Diosa Madre que adoró
la humanidad en el Paleolítico. Incluso el motivo tiene estrechamientos en el
lado derecho, que correspondería a la parte posterior de la figura femenina,
siendo los estrechamientos, el cuello, la cintura y las corvas. La
representación más antigua que hay sobre esta posición de la Vía Láctea aparece en
la sala III de la Cueva
del Altamira, de unos 13.000 años de antigüedad. “Es un motivo escaleriforme”,
dice Martín Cano y “también lo representan las imágenes de la Diosa y las figuritas
femeninas que la humanidad adoró en el Paleolítico”. Una Diosa considerada
hermafrodita y causante, ella misma, de la fecundación de la Vida, dejando embarazadas a
las formas de vida que se desarrollan sobre la Tierra.
<<Igualmente – Martín Cano – tendría la misma finalidad y reflejaría a la Vía Láctea en la misma situación estelar, los círculos verticales y las líneas onduladas en vertical…, al atardecer, grabados en el ortostato de A Mamoa Da Bretaña. Pontevedra.>>
El círculo con
patas representaría a la
Constelación de Escorpio y los motivos serpentiformes a la Constelación del
Dragón.
La Vía Láctea seguiría cambiando su posición y,
más tarde, aparecería en forma de herradura, curvada sobre el cielo Norte, de
Este a Oeste, “el 1 de Septiembre Antiguo, hoy 15 de Noviembre, para anunciar
el Otoño”.
![]() |
La Diosa egipcia Nut, con cuerpo curvado y tocando con pies y
manos el suelo representa a la
Vía Láctea en forma de arco. Egipto. I MIlenio a.d.C.
|
En la anterior
posición nos la recuerdan la diosa egipcia Nut, cuyo cuerpo curvado se prolonga
en brazos y piernas que tocan el suelo (la línea del horizonte) y que aparece
pintada en el interior de las tapas de los sarcófagos y en los techos de las
tumbas egipcias. Según Martín Cano su representación más antigua sería la de “unos
aros concéntricos grabados en una plaqueta de silex, de 7 cm., datada en 54.000 años,
de Quneitra, Israel, y dos semicírculos grabados en la pared de la cueva de
Font-de-Gaume, Dordoña, datada en el Paleolítico”.

Y, por último,
volvería a tener una posición perpendicular respecto al horizonte, “el 1 de
Diciembre Antiguo, hoy 15 de Febrero”,
surgiendo del Sur, para iniciar el Invierno.
![]() |
Diciembre de 2010 |
Así pues, lo que el
hombre ha visto de la Galaxia
es un río celeste que cruza el cielo y que está partido en dos ramales: el que
se ve por encima de su cabeza y el que no ve, pero imagina, y que está debajo
de sus pies.
Esta banda de
estrellas que cruza en diagonal el cielo en cualquiera de sus ramales, hablamos
de la Vía Láctea,
tiene una inclinación de 26º respecto a los polos. Un ramal cruza de Noreste a
Suroeste y podemos contemplarlo a partir del Solsticio de Verano, lleno de un
gran resplandor, pues estamos mirando hacia el centro de la Galaxia, allí donde la
concentración de estrellas es mayor. Los puntos donde este ramal cruza la Eclíptica vienen dados
por las constelaciones de Escorpio y Sagitario. Cuando este ramal es visible arriba,
el otro ramal es invisible, pero está abajo. Este otro ramal es visible
a partir del Solsticio de Invierno y cruza el cielo en dirección Noroeste a
Sureste. El cruce con la
Eclíptica es entre Géminis y Tauro.
![]() |
|
Ramal NE-SW sobre la Montaña del Diablo. EE.UU. |
![]() |
|
![]() |
Ramal NW-SE. El Teide, Tenerife. |
Cuando el Sol sale en un Solsticio, lo hace en uno u otro de los dos ramales de la Vía Láctea. Si seguimos el proceso durante veinticuatro horas, y hubiéramos estado en los Andes el día del Solsticio de Verano de aquel instante, Sullivan nos dice que hubiéramos contemplado lo que contemplaron los ojos del paqo: el Sol naciente conduce el ramal Noroeste-Sureste de la Vía Láctea a través del cielo. A medio día, junto al Sol, éste ramal atravesará el cenit y, al ponerse el Sol, el otro ramal aparecería por el Sureste, mientras el primero se pondría junto con el Sol. Y, a la media noche, mientras uno llega a su nadir, el otro llega a su cenit.
La imagen creada por
los pueblos americanos para representar este hecho, proporciona una estructura
que les permitió dividir el espacio en cuatro partes. Ello es posible porque el
Sol está presente en ambos ramales de la Vía Láctea, a la vez que lo está en los puntos de
cruce (Solsticios y Equinoccios) de la Eclíptica con el horizonte.
![]() |
|
Estas representaciones
iconográficas y míticas son importantes porque, en la actualidad, ninguna de
los dos ramales de la Vía
Láctea sale heliacalmente en el Solsticio. Si el mito de la inundación
es astronómicamente correcto, como demostró Sullivan, el fenómeno fue visto por
última vez hace 1.352 años (cuando escribí esto estábamos en el 2.002). La
pregunta es: ¿cómo alcanzaron los pueblos de México y los Andes la comprensión
de éste fenómeno?
Etnólogos como Gari
Urtón, citado por Sullivan, aseguran que los actuales indígenas del Perú aún
conservan la costumbre de relacionar el espacio terrestre con los puntos del
Solsticio en el horizonte. Esto les permite establecer un cruce imaginario
entre estaciones alternas que divide el espacio en cuatro. Cuatro cuartos en
los que el Sol siempre está presente. Más allá de toda discusión, señala que
los indígenas del Perú poseen un completo conocimiento de la Galaxia y de sus ciclos
estaciónales, conocimiento cuyo origen se hunde en un remoto pasado.
Dentro de ese cruce,
los mitos establecen la siguiente lógica posicional: la cabecera de los dos
ríos celestes están en el Norte Celeste, arriba y, su desembocadura,
está en el Sur Celeste, abajo. Luego, Norte-arriba es también el
lugar donde se levanta la
Montaña Cósmica del Mundo Hiperbóreo, allí
donde nace el Río Celeste. Mientras que Sur-abajo, es lo profundo del
Mar u Océano Celeste donde nace la base de la Montaña Cósmica y
allí donde el Río Celeste desemboca.
Las tradiciones
esotéricas hablan de dos puertas estelares situadas en este río y en relación
con el Trópico de Capricornio, Norte, arriba y el Trópico de Cáncer,
Sur, abajo. Son las Puertas de los
Dioses y de los Hombres o de los
Antepasados, las cuales tienen una correspondencia anatómica en la
disposición del río medular que recorre la columna vertebral. La Puerta que permite el
acceso al Mundo de los Dioses o Cielo se encuentra entre las vértebras
cervicales y la que da acceso al Mundo de los Antepasados, se sitúa entre la 4ª
y 5ª vértebra lumbar. También las Puertas del calendario litúrgico cristiano se
sitúan en los días anteriores al Solsticio de Junio, Corpus Cristi, y al
Solsticio de Diciembre, Navidad.
![]() |
La mano de Dios.Detalle del ábside de San lemente de Tahull |
![]() |
Cripta de San Isidoro de León |
La primera
representación del Tetramorfo cristiano, que se remonta al 420 d.d.C.,
aparece en la portada de un evangeliario con los cuatro vivientes de pie sobre
una rueda alada. En la contraportada del mismo evangeliario, se representa el Agnus
Dei, que simboliza la revelación efectuada por la apertura y lectura del Libro
de los Cielos, en el que se apoya, como imagen de un Centro que los Cuatro
Vivientes esconden y velan. Representaciones posteriores, e incluso en
época anteriores, utilizaban la
Cruz rodeada de cuatro puntos. Otras veces, aparece en el
centro las manos de Dios en actitud de bendecir, como en los murales románicos
de San Clemente de Tahull, Cataluña; o, incluso el propio Cristo como Rey
del Mundo. Los pueblos peyorativamente llamados paganos simbolizaron este Centro
con la figura del dios que dio inicio a la Cosmogonía y a la Creación, o del dios que
nace al principio de cada edad-mundo. En el cristianismo medieval, el Centro
del Mundo fue representado por el Cristo-Sol rodeado por los trabajos del
año, tal como aparece en el Tapiz de la Creación de Gerona, o en los frescos de la
cripta de la Colegiata
de San Isidoro de León. Unos trabajos que, como los de Hércules, lleva a cabo
el propio Dios.
La pregunta a hacerse es: ¿por qué se tomaron tantas molestias para codificar
unos conocimientos cuyas distintas claves (astronómica, psicológica, histórica,
espiritual, etc.) abarcan desde el mito a la anatomía sagrada? ¿Cuándo lo hicieron?
Y, sobre todo, ¿por qué relacionaron los ejes estacionales de la Vía Láctea y su cambio
en el movimiento precesional, con la evolución de la conciencia espiritual de
las civilizaciones?
Desde la más remota
antigüedad, el hombre ha representado este plano natural de la bóveda celeste
en dólmenes, en templos, en ciudades y poblados, en tumbas, en sus cabañas y
casas; y lo ha asemejado a un río de leche que surge de las mamas de la Gran Madre Galatea (gala
= leche), la Galaxia,
que fluyen para alimentar a sus hijos celestes y terrenales. Ella, la Galaxia, ha sido la imagen
que modeló a todas las Diosas Madres que ha tenido la Humanidad.
<<En diferentes panteones – dice Martín Cano – ha sido considerada,
bien por la leche de diferentes diosas, o... por las semillas del vientre de
las diosas, o... por el semen de la
Diosa /la “espuma
del mar” [celeste]>>
Así tenemos a la Diosa Galatea, la Diosa Blanca,
representada por la propia Hera, Madre de dioses y hombres, de ancho pecho,
derramando su leche por la bóveda celeste cuando el infante Hércules le
succionó con tal fuerza los senos que originó con ello ese río celeste llamado
Vía Láctea.
![]() |
Diosa egipcia Hathor |
También la Hathor egipcia, en su forma
de vaca nutricia, con los cuernos rodeados de estrellas, es una de sus representaciones.
En la recapitulación que hace Martín Cano de sus imágenes, vemos que estas se
remontan hasta las Venus Paleolíticas. De hecho, no hay pueblo o cultura del
pasado humano, tal como nosotros hemos considerado que fue ese pasado, que no
haya divinizado y representado a la Gran Madre Galaxia en una u otra forma, al
considerarla el origen de la Vida
y la fuente del alimento espiritual. Existen mitos que cuentan que las
estrellas de la Vía Láctea
son las semillas del vientre de la
Diosa. “De ahí que se presente – Martín Cano – en
obras arcaicas, como una figura femenina con el vientre, o con un enorme
triángulo púbico, repleto de estrellas o de puntos, lugar donde la Diosa guarda las semillas de
todos los seres”. Y, dado que las diosas primigenias, como luego los
dioses, son hermafroditas, también simbolizan su semen, que al penetrar en la Tierra engendra todo tipo
de criaturas.
En el panteón mexicano
encontramos a la Gran Madre
Mixcóatl, la Serpiente de
Nubes, aunque los Aztecas u otros pueblos antes que ellos, nos la presentaran
como un héroe solar que derrota al antiguo matriarcado de Itzpapálotl, la Mariposa
de Obsidiana; o a Citlacueya, la
de la falda de estrellas; o incluso a la Gran Madre Coatlicue. Los 400 hijos de todas
ellas, los Centzonhuitznahuas, son
las Pléyades. También la Pacha Mama, en los Andes,
es una Gran Madre, no solo terrestre, sino galáctica.
Prácticamente, todas
las culturas dividieron el Cosmos, prefigurado por este cruce galáctico, en
tres grandes ámbitos. El Mundo de Arriba o Morada de los Dioses, situado
en el ramal de la Vía
Láctea asociado con el Norte y el Solsticio de Junio; el Mundo
de en medio, la
Tierra Celeste, de la que la terrestre es su reflejo, al
igual que la
Jerusalén Celeste se refleja en la terrestre, y situada en el
plano ideal trazado por la
Eclíptica y limitado por los cuatro puntos solsticiales y equinocciales;
y el Mundo de Abajo, la
Tierra de los Antepasados o Tierra de los Muertos, el
Inframundo, el Hades, Ameti, Océano, situado en el ramal de la Vía Láctea asociado con
el Sur y con el Solsticio de Invierno. El camino-eje que une los tres ámbitos
del Cosmos es la propia Vía Láctea: un río sagrado que lo mismo es el origen y
nutrición de la Vida,
como el camino que conduce desde el Mundo de los Dioses hasta la Tierra de los Antepasados,
allá en lo profundo del Cielo Sur.
¿Dónde se encuentra
la entrada al Inframundo y a la
Tierra de los Antepasados?
Dicen los Incas que Hanpátu, el sapo, junto con hombres y
perros, es el único ser que posee un espíritu que sobrevive a la muerte. Por
eso, los cancerberos, los perros negros, conducen a los puertos hasta el
Cielo Sur donde habita el Sapo en la forma de una pequeña nube negra cerca de la Cruz del Sur.
![]() |
|
Sullivan cita al cronista
Ávila que registra una curiosa historia a propósito de un encuentro que el
último Inca, Huayna Capac, tuvo con Viracocha. El dios le invita a realizar
un viaje hasta el Titicaca, pero antes ha de enviar emisarios a las regiones
inferiores para recoger un regalo que le ofrecen los Antepasados. El Emperador
envía como emisarios a algunos chamanes, al cóndor,
al halcón y al vencejo. El primero en llegar es el vencejo y es el que recibe el presente para el Inca.
Lo interesante de
esta historia es que el mito recurre a las aves, mensajeras de los dioses, para
llegar a la Tierra
de los Antepasados, así como a los chamanes capaces de convertirse en aves.
Aquí el mito sigue siendo lógico. Las aves vuelas en el Cielo y la Tierra de los Antepasados
está en el Cielo. Desde otra clave del mito, son, como señala el Rig Veda, un símbolo del espíritu, del
alma. Pero en la clave astronómica, los animales son estrellas; luego, el cóndor, el halcón y el vencejo son
las estrellas situadas, en línea recta, cerca de la Llama
Celeste y que forman el travesaño de la Constelación llamada
en los Andes, por eso del sincretismo, la Cruz del Calvario, situada en la cabecera de
Escorpio, allí donde está el puente al Mundo de los Antepasados y donde la Eclíptica cruza a la Vía Láctea.
En esta zona del
Cielo Sur, convergen tres formaciones estelares: la Zorra
Celeste, la Llama Celeste
y la Cruz del
Calvario. Como demostró Sullivan, estas configuraciones estelares se
encontraban en salida visible, en el Solsticio de Diciembre, en la época Inca.
En ese momento del
año, culminaba el Capac Raymi, la
celebración que los Incas hacían a los Antepasados, momento en que estos
regresaban a la Tierra
para reanimar el poder de la tradición y ponerse en contacto con sus parientes
vivos. El momento más importante de éste ritual Inca, que aún se celebra en algunas
de sus partes, era un ágape entre vivos y muertos y que duraba cuatro días. El Capac Raymi se llevaba a cabo
aprovechando la ventana del Solsticio,
cuatro días (dos antes del solsticio, el día del solsticio y uno después) en
los que el Sol parece quedar inmóvil en su punto de salida más al Sur, por el Este.
El padre Molina
cuenta que el último día del ágape con los antepasados, los guerreros que
habían sido nombrados caballeros poco antes, rompían su ayuno para festejar con
ellos. En esos días también se sacaban las huacas de linaje de todas las
tribus del Imperio, así como las huacas momificadas de los emperadores Incas ya
fallecidos. Esto era posible, la venida de los espíritus de los Antepasados
para festejar con los vivos, porque la puerta estelar que comunicaba el Mundo
Intermedio con el Mundo Inferior estaba abierta, el puente estaba
transitable y era accesible en el horizonte cuando el Sol salía en el Solsticio
de Diciembre. En ese momento, la
Vía Láctea, era visible en el horizonte, permitiendo a la Tierra conectarse con el
Gran Río Celeste, en cuyas orillas se encontraba el origen de todos los pueblos
andinos y, según sus mitos, de todos los pueblos que viven en el continente
americano.
Durante esta
festividad, solían tocarse conchas de caracoles marinos, mostrando con ello, en
el simbolismo de la concha, la relación existente entre el Solsticio de Invierno, la Vía Láctea
y la profundidad del Océano Celeste.
El sonido de la concha marina anunciaba la apertura de la puerta estelar, una
puerta por la que los Antepasados regresaban a la Tierra e, incluso, por la
que se entraba en una nueva encarnación a través de la vagina de la Gran Madre Galaxia, a
la que aún hoy en día se la llama concha: un término ritual de la astronomía
arcaica para designar el Solsticio de Diciembre.
En el mito del
diluvio griego, cuando Tritón sopla a través de una caracola marina, las
devastadoras aguas del diluvio se desatan. La concha que toca Tritón había sido
convertida en instrumento musical por Algokeros-Capricornio, dios de la región
del Solsticio de Invierno, en aquella Edad del Mundo en la que Aries conducía
al Sol. También entre los mayas encontramos la misma asociación entre la concha
marina y el Solsticio de Invierno;
así como con el caparazón de la tortuga marina, de la que nace el Dios del
Maíz, representa al Solsticio de Junio;
la concha marina, entre los mayas, no sólo representa el cero y la
galaxia, sino también al Solsticio de Diciembre. El propio Quetzalcóatl, cuando para poblar el mundo, después del último
diluvio, ha de acudir al Inframundo a
recuperar los huesos de los antepasados,
logra introducirse en él soplando a través de una concha marina que
pertenece al propio Señor del Inframundo.
Así, pues, el acceso a la Tierra
de los Antepasados, así como al Mundo de los Dioses, se realiza
desde la Tierra Celeste.
Pero, cuando los mitos hablan de éste lugar, ¿a qué se están refiriendo?
Santillana y
Dechend, los autores del “Molino de Hamlet” dicen que:
<<Tierra en el sentido más general, significa el plano ideal trazado
a través de la eclíptica...>>
y, <<las cuatro constelaciones que salen heliacalmente en los Equinoccios
y los Solsticios determinan y definen una “tierra”, [esta] se define cuadrangular.>>
La Tierra era cuadrada para los antiguos,
no porque fueran ignorantes, sino porque cuando hablaban míticamente de ella, se estaban refiriendo a este plano celeste.
<<Y puesto que las constelaciones solo rigen temporalmente las
cuatro esquinas de la “Tierra Cuadrangular” [debido a la precesión] puede
decirse correctamente de esa “Tierra”, que perece y que una nueva tierra sale
de las aguas [celestes] con cuatro nuevas constelaciones [los cuatro pilares
que desde sus cuatro ángulos sostienen el Cielo] que salen en los cuatro puntos
del año.>>
En nuestros manuales
de Historia y en las Historias de la
Ciencia, se atribuye a Hiparco de Nicea el descubrimiento de la Precesión. Hiparco vivió entre el 190 al 120 a.d.C., nació dos años
antes de que muriera Eratóstenes que fue famoso por haber medido un arco de meridiano
con un mínimo margen de error y por haber establecido con precisión el radio de
la Tierra. Hiparco
no sólo fue famoso por haber elaborado, desde nuestro punto de vista
occidental, el primer catálogo de estrellas estableciendo las coordenadas
eclípticas de su posición, sino también porque pretendió fijar la posición del Equinoccio de Primavera sobre el fondo
de las estrellas fijas. Fue también el inventor de la trigonometría que le
permitió relacionar las medidas angulares y las lineales; ajustó la medida de
la distancia entre la Tierra
y la Luna que ya
había establecido Aristarco de Samos.
Los sacerdotes-astrónomos de Sumeria y
Egipto ya habían estudiado y cartografiado los cielos, señalando sus
constelaciones, identificando en ellas el curso del Sol, los periodos de la Luna, los eclipses, etc. Pero
dichos conocimientos, al estar mezclados con mitos al decir de nuestra visión
materialista, y no tener, desde la perspectiva de la Ciencia, una base
empírica, no fueron tomados en consideración, a nos ser el de ser considerados
como los primeros intentos de un estudio de los cielos. En cambio, nuestros
ojos y, con ellos, las raíces de nuestro pasado, se pusieron en el mundo
griego, proyectando sobre él nuestros propios prejuicios que elevamos a la
categoría de virtud. Así, aunque el conocimiento que pudieron tener los griegos
sobre astronomía podía no diferir mucho del que tuvieron los babilonios,
nosotros preferimos establecer que los astrónomos anteriores a Hiparco, incluso
el propio Hiparco, lograron sacar provecho (léase científico) del pseudo-conocimiento
que los antiguos tenían sobre los eclipses y de lo que ocurría alrededor del
Equinoccio para fijar sobre el fondo de estrellas la posición del Punto
Vernal o Punto Aries y su opuesto. Es decir, los puntos en los que el Plano
del Ecuador corta la
Eclíptica.
Hiparco, en el año 141 a.d.C., calcula la
longitud de la Eclíptica
de la estrella Alfa, de la constelación de Virgo, conocida como Espica o
Espiga; por ello, la
Diosa Virgen lleva una espiga de trigo en la mano. El cálculo
fue de 174º 7´30´´. Al comparar sus
coordenadas estelares con las que Timocaris y Aristilo había registrado dos
siglos antes, aprecia que las longitudes han variado. Repite el experimento de
Timocaris observando un eclipse total de Luna cerca del Equinoccio y comprueba
que el Punto Vernal ha variado.
Spica, que Tumocaris había localizado a 8º del Equinoccio de Otoño, en su época
solo estaba a 6º de dicho Equinoccio. Así descubre o redescubre el fenómeno de la Precesión. Establece
que el Sol retrograda 2º cada 160 años, es decir, 45´´ por año, y fija en
28.800 años el giro completo, al que Platón llamó Gran Año. Claro que Platón, más preciso, bebía en otras fuentes.
Pero que yo sepa, Hiparco no elaboró ninguna teoría sobre el fenómeno de la precesión equinoccial, simplemente
acumuló datos sobre el fenómeno.
En 1802, el astrónomo inglés Maskeline hace
los cálculos referente a la misma estrella Alfa de Virgo, y establece su
longitud eclíptica en 201º 4´ 41´´. La diferencia con el dato de Hiparco es de
26º 57´ 11´´. Como desde el momento en que Hiparco llevó a cabo sus experimento
había transcurrido 1943 años, el desplazamiento anual del Punto Vernal
en la Eclíptica
había sido de 50´´, de los cuales 16´´ correspondían a la precesión solar y
34´´ a la lunar. Desde estos datos, el giro completo era de unos 26.000 años.
A pesar de que
Hiparco no dedujo el valor correcto de la precesión, la causa, desde nuestro
punto de vista, era que no disponía de los precisos instrumentos de los que
nosotros disponemos, por lo que es considerado como una de los padres de la Astronomía Científica.
Pero, ¿por qué la Precesión de los Equinoccios tuvo tanta
importancia para las culturas antiguas?
(Continua)
No hay comentarios:
Publicar un comentario