domingo, 13 de septiembre de 2015

Las dimensiones de lo humano



<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 13/12/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Las dimensiones de lo humano
<SUBTÍTULO>: Fidelidad - Caridad - Palabra - Quietud
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: El diagrama muestra las relaciones del hombre como templo con el Universo. Del periódico "Compagnonnage" (Julio-agosto 1961)
<SUMARIO>: Desarrollar nuestra Longitud es acortar la distancia que nos separa de nuestro Ser Esencial.
<CUERPO DEL TEXTO>:

- ¿Qué es Dios?
- Dios es a la vez Longitud, Anchura, Altura y Profundidad. Estos cuatro atributos divinos son objeto de otras tantas contemplaciones."   Bernardo de Claraval.
Para Gandhi, el hombre era una cruz viviente. Expresaba que cuando abría sus brazos en cruz, se unía a los demás, a la Naturaleza y al Cosmos; añadía que profundizando la vertical, el hombre se elevaba hasta Dios.
(...)

Si el hombre es imagen de la Divinidad o como queramos llamar a reslidad que desconocemos, los atributos que le confiere San Bernardo a Dios deben estar presentes en él como dimensiones de lo humano. He reflexionado sobre ello y he relacionado esta reflexión con lo que la vida me ha traído en forma de experiencia a lo largo de los años. Les ofrezco esta mi visión.
* La Longitud de lo humano.
Los italianos llaman al anillo de los esposos fede, fe. En la tradición cabalista se dice que Dios y el hombre están unidos por una cadena cuyos eslabones se engarzan con una sustancia llamada fe. Esta "fe" no es una creencia oscura y dudosa, sino la adhesión consciente y voluntaria de todo ser a la Verdad simbolizada por la Palabra o el Verbo de Dios. Por ello, la raíz de "fe" podemos encontrarla en la palabra fiel, aquel que cumple sus compromisos con respecto a alguien o algo. De ahí que la cualidad de esta fe se exprese como fidelidad.
La Fidelidad sería, pues, esa realidad que expresa la longitud de lo divino en el hombre. Fidelidad a nuestra propia dimensión humana, cuya naturaleza personal, lejos de quedar anulada en beneficio de un colectivo amorfo, necesita de la expansión de nuestra propia conciencia hasta abarcar todo lo existente.
Fidelidad a la Vida, cuyo desarrollo en nosotros necesita de estructuras firmes e inteligentes, lejos de toda negligencia. Para ello es necesario que aprendamos a escuchar como late en nosotros el pulso de la vida.
Desarrollar nuestra "longitud" es acortar la distancia que nos separa del origen de nuestro ser. Esto lo conseguimos siendo fieles a éste origen en nosotros mismos.
* La Anchura de lo humano.
Si la longitud es la distancia que nos prolonga y nos acerca a la Esencia Divina en nosotros, la anchura es nuestra apertura a los demás. A esta apertura la conocemos como Caridad, expresada como "ama a tu prójimo como a ti mismo", o temabién, como señalaba el Buda, como Compasión.
   No es un sentimiento, no es el acto de dar limosna, no se nos pide que nos derritamos emocionalmente por los demás. Lo que se nos pide es que amemos a nuestro prójimo después de hacerlo por nosotros mismos, pues no podremos hacer lo segungo sin antes haber llevado a cabo lo rpimero; es decir, que le comprendamos, que no juzguemos sus actos aunque nos repugnen, que lo veamos como un igual a nosotros. La caridad es algo que brota de la Voluntad puesta en movimiento por el Conocimiento que se expresa como Sabiduría y Amor; conocimiento de que nuestro prójimo es también imagen de Dios.
La Caridad no es el afecto de lo que nos mueve de derecha a izquierda según oscila el péndulo de nuestra emotividad. Es apertura al prójimo y esto no significa apego emocional a un montón de gente, ni siquiera a la Humanidad. Amar a la Humanidad es de momento una expresión vacía de contenido, mientras no tengamos la conciencia de ser Humanidad, aunque quede muy bien en los discursos moralistas. Prójimo es próximo: es amar cada vez a una persona y de tú a tú, pues cada persona contiene a la Humanidad toda. Es en la persona que nos es próxima, y sólo en ella, como podremos abarcar en nuestra anchura a toda la familia humana.
La Caridad tampoco es social o política. Lo social y lo político, tarde o temprano, terminan crucificando al que la expresa.
Algunos hombres sintieron y expresaron la anchura de lo divino en el hombre como compasión, otros lo hicieron como no-violencia, ya que el prójimo más difícil de amar es el que, por estar junto a nosotros, consideramos enemigo. Si el amigo es aquel que nos encontramos, el enemigo nos encuentra y se sitúa contra nosotros. "Amad a vuestros enemigos. Bendecid a los que os maldicen", dice el Maestro cristiano. Martín Luther King lo expresa así: "Responded a toda injusticia con una buena palabra, a todo perjuicio con un favor y aguardad a ver el tiempo que os resistirá el adversario."
Tal como fueron expresadas por Gandhi y Luther King, la no-violencia supone mantener la Caridad allí donde la mentira, el abuso, la opresión, la corrupción nos enfrenta. Su expresión no es cuestión de técnica ni estrategia personal, social o política. Es un estado de ser.
* La Altura de lo humano.
Clemente de Alejandría llamaba a la Altura del Espíritu, Elevación del Alma. Esta idea no es fácil de expresar. Las palabras que pongo en el papel mientras escribo este artículo, salen de mí para ir al encuentro de los que lo leen. Pero si no logran transportar el sentido que tienen en mí, no serán auténticas palabras, sino ruido. Estas palabras son un intento de apertura, de intercambio; un impulso con el que intentamos sobrepasarnos.
En la medida en que la palabra nos lleva más allá, nos prolonga y nos eleva. De ahí que la altura del Espíritu en el hombre sea la Palabra, el Verbo; por ello la oración es el medio de restituir la palabra a su Origen. "En el Principio era el verbo".
Gramaticalmente, a las expresiones de nuestras palabras con sentido completo las llamamos oraciones. Padre Nuestro que estás en los Cielos..., no es sólo una oración religiosa, sino gramatical; porta un significado. Ambas son la misma cosa. No puede haber oración dirigida a Dios o al prójimo, su imagen, sin un significado. La raíz de oración es “os-oris”, boca, el lugar por donde sale el sonido, la vibración llena de significado. El significado es creación, es altura.
Cuando rezamos una oración en forma mecánica, o cuando hablamos sin sentido y parloteamos, nuestra oración no nos expresa, no transporta lo que sentimos. Si oramos a Dios, oramos al prójimo. Ambas cosas son lo mismo, pues Dios está en el prójimo y en uno mismo. También nos quejamos de que nuestra oración no es atendida. ¿Cómo puede serlo si nuestras palabras no son creativas, ni se convierten en actos de expresión divina; si sólo son ruido degradado, parloteo sin sentido?
Detrás de la Palabra viene el Silencio. La espera consciente en la que Dios responde en nosotros y en el prójimo. 
* La Profundidad de lo humano.
"Hendí el leño y estaba dentro, levante la piedra y estaba debajo".
No recuerdo quién lo dijo, pero hace referencia a que no importa donde uno mire, siempre podrá encontrar allí a Dios. Tal es su profundidad.
Al mirar la superficie de un lago tranquilo podemos ver en su quietud la transparencia de su realidad y lo que se oculta en la profundidad del fondo. Cuando algo se mueve en su superficie y levanta olas, las imágenes profundas se tuercen, rompen y desaparecen. Esta imagen muestra algo que se refiere a la profundidad como dimensión humana: se necesita quietud; quietud de pensamiento, sentimiento y acción. Muchos, a esta quietud que proyecta la profundidad, la llaman meditación: un estado en que el corazón, contemplándose en las aguas tranquilas de la Mente Universal, se mantiene inmóvil en medio del torbellino de la Vida.
Su objetivo es ponernos en contacto con nuestra Esencia. Contacto que sólo tiene una finalidad: el Amor. Sin Amor no hay meditación; sólo éste pone la Energía Esencial a disposición de los demás, del prójimo. Un prójimo que nos sale al paso en cada instante, lo que indica que nuestro estado y disposición debe ser meditativo en cada instante para poder amar y servir a ese prójimo como a uno mismo.
Este mandamiento quiere significar que, en nuestra realidad personal, observemos como son nuestras relaciones con las cosas y los seres y que, en caso necesario, esta relación sea cambiada para que el amor que surge de la profundidad pueda fluir hasta ellos.


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