domingo, 18 de octubre de 2015

La Singladura de Occidente 22

La Singladura de Occidente
Capítulo 22
El estado de conciencia
en que se asienta nuestra modernidad
Composición fotográfica de Jono Dry
Maria Cristina Ríos Espinosa (profesora de la UNAM y del Instituto Cultural Helénico A.C.) en su estudio, sobre este personajillo al que me refería en el capítulo anterior, “Bernard Mandeville: la ética del mercado y la desigualdad social como base del progreso moderno”, dice:
(...)

"La importancia de Mandeville consiste en haber marcado el surgimiento definitivo en el pensamiento moderno de las ideas de la evolución, la formación espontánea de un orden, concepciones que no eran nuevas en la filosofía; sin embargo, fue nuestro pensador quien les da su pronunciamiento específico, en un momento crucial de la historia del pensamiento filosófico, en donde el racionalismo del siglo XVII había ocultado el avance logrado previamente en esta dirección, como lo llega a afirmar Friedrick Hayek en su estudio sobre Mandeville. Nuestro pensador, fue el primero en defender sistemáticamente la teoría del laissez-faire, la evolución espontánea de las sociedades y del mercado; se caracteriza por ser uno de los promotores del desarrollo del utilitarismo moderno y del comercio a larga distancia entre naciones; establece por primera vez la teoría de la división del trabajo, es defensor del lujo y su necesidad, lo que lo hace enfrentarse a la moralidad ascética de su época. Además, su pensamiento podría asociarse con lo que actualmente se conoce como “teoría de juegos de suma cero”, que defiende un concepto de racionalidad basado en la “eficiencia instrumental”, la cual se cumple cuando en un sistema formado por dos jugadores la ganancia de uno implica la pérdida del otro. Dicha teoría tiene implicaciones políticas y sociales al justificar como necesario la existencia de perdedores."
Algo más tarde (1809-1882), nuestro afamado Darwin, en su “Origen del hombre” escribía:
“La presencia de un cuerpo de hombres bien instruidos que no necesitan trabajar materialmente para ganarse el pan de cada día, es de un grado de importancia que no puede fácilmente apreciarse, por llevar sobre sí todo el trabajo intelectual superior del que depende principalmente todo progreso positivo…”
Y añade:
“Los ricos por derecho de primogenitura pueden, de generación en generación, elegir las mujeres más hermosas, las más encantadoras, dotadas por lo general de bienes materiales y de espíritu superior.”
No crean que se refiere a un espíritu superior de las mujeres equiparable al del hombre, porque sigue diciendo:
“Está generalmente admitido que en la mujer las facultades de intuición, de rápida percepción y quizás también las de imitación, son mucho más vivas que en el hombre; más algunas de estas facultades, al menos, son propias y características de las razas inferiores, y por tanto, corresponden a un estado de cultura pasado y más bajo./…/ Por consiguiente podemos inferir de la ley de la desviación de los tipos medios -tan bien expuesta por Galton en su obra “El genio hereditario”- que si los hombres están en decidida superioridad sobre las mujeres en muchos aspectos, el término medio de las facultades mentales del hombre está por encima del de la mujer.”
Esto en lo que respecta al la mujer; en cuanto a los obreros y a los indigentes, a los que llama “las clases entregadas a la destemplanza, al libertinaje y al crimen” tiene una peculiar interpretación “científica”:
“Con respecto a las cualidades morales, aún los pueblos más civilizados progresan siempre eliminando algunas de las disposiciones malévolas de sus individuos. Veamos si no, como la transmisión libre de las perversas cualidades de los malhechores se impide o ejecutándolos o reduciéndolos a la cárcel por mucho tiempo. Porque…: en la cría de animales domésticos es elemento muy importante de buenos resultados la eliminación de aquellos individuos que, aunque sean en corto número, presenten cualidades inferiores. /…/ Más en estos casos parecen ser igualmente hereditarios la aptitud mental y la conformación corporal. Se asegura que las manos de los menestrales ingleses son ya al nacer mayores que las de la gente elevada.”
Y claro, ante tal derroche de cientifidad, no podía faltar lo siguiente:
“Llegará un día, por cierto, no muy distante, que de aquí allá se cuenten por miles de años en que las razas humanas civilizadas habrán exterminado y reemplazado a todas las salvajes por el mundo esparcidas /…/ y entonces la laguna será aún más considerable, porque no existirán eslabones intermedios entre la raza human que prepondera en civilización, a saber: la raza caucásica y una especie de mono inferior, por ejemplo, el papión; en tanto que en la actualidad la laguna solo existe entre el negro y el gorila.”
Si estas palabras han surgido, como lo han hecho, de un nivel de conciencia determinado, no nos será difícil constatar que el nivel de conciencia de nuestro afamado Darwin es equiparable al del, aparentemente, más desconocido pero también influyente, Mandeville.
En problema es que ese nivel de conciencia, tanto de Mandeville como de Darwin, ha marcado la vida de Occidente en una forma tal que es desconocida para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de Occidente. Esa forma la ha expresado Máximo Sandín (Fue profesor y tuvo a su cargo el Departamento de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid) al señalar que:
"Fue necesario mucho poder, mucha capacidad para controlar las instiruciones científicas, para instaurar el darwinismo y es necesario mucho poder para mantenerlo. Las pocas personas que constituyen el verdadero poder, que son las mismas que controlan las fuentes de energía, las multinacionales farmacéuticas y biotennológicas, tienen un gran interés en que se mantenga la concepción darwinista de la realidad (el mundo es así de terrible porque, según la Ciencia, con "leyes naturales", y ellos están, lógicamente, en la cumbre), y la concepción reducionista de "los genes"y el azar es fundamental para sus negocios".
Y, evidemtemente, ésto no tiene nada que ver con inclinaciones conspiranoicas.

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