La Singladura de Occidente
Capítulo 22
El estado de conciencia
en que se asienta nuestra modernidad
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Composición fotográfica de Jono Dry |
Maria
Cristina Ríos Espinosa (profesora de la
UNAM y del Instituto Cultural Helénico A.C.) en su estudio,
sobre este personajillo al que me refería en el capítulo anterior, “Bernard Mandeville: la ética del mercado y
la desigualdad social como base del progreso moderno”, dice:
(...)
"La importancia de Mandeville
consiste en haber marcado el surgimiento definitivo en el pensamiento moderno
de las ideas de la evolución, la formación espontánea de un orden, concepciones
que no eran nuevas en la filosofía; sin embargo, fue nuestro pensador quien les
da su pronunciamiento específico, en un momento crucial de la historia del
pensamiento filosófico, en donde el racionalismo del siglo XVII había ocultado
el avance logrado previamente en esta dirección, como lo llega a afirmar
Friedrick Hayek en su estudio sobre Mandeville. Nuestro pensador, fue el
primero en defender sistemáticamente la teoría del laissez-faire, la evolución espontánea de las sociedades y del
mercado; se caracteriza por ser uno de los promotores del desarrollo del
utilitarismo moderno y del comercio a larga distancia entre naciones; establece
por primera vez la teoría de la división del trabajo, es defensor del lujo y su
necesidad, lo que lo hace enfrentarse a la moralidad ascética de su época.
Además, su pensamiento podría asociarse con lo que actualmente se conoce como “teoría
de juegos de suma cero”, que defiende un concepto de racionalidad basado en la “eficiencia
instrumental”, la cual se cumple cuando en un sistema formado por dos jugadores
la ganancia de uno implica la pérdida del otro. Dicha teoría tiene
implicaciones políticas y sociales al justificar como necesario la existencia
de perdedores."
Algo más tarde (1809-1882), nuestro afamado
Darwin, en su “Origen del hombre”
escribía:
“La
presencia de un cuerpo de hombres bien instruidos que no necesitan trabajar
materialmente para ganarse el pan de cada día, es de un grado de importancia
que no puede fácilmente apreciarse, por llevar sobre sí todo el trabajo
intelectual superior del que depende principalmente todo progreso positivo…”
Y añade:
“Los
ricos por derecho de primogenitura pueden, de generación en generación, elegir
las mujeres más hermosas, las más encantadoras, dotadas por lo general de bienes
materiales y de espíritu superior.”
No crean que se refiere a un espíritu superior de
las mujeres equiparable al del hombre, porque sigue diciendo:
“Está
generalmente admitido que en la mujer las facultades de intuición, de rápida
percepción y quizás también las de imitación, son mucho más vivas que en el
hombre; más algunas de estas facultades, al menos, son propias y características
de las razas inferiores, y por tanto, corresponden a un estado de cultura
pasado y más bajo./…/ Por consiguiente podemos inferir de la ley de la
desviación de los tipos medios -tan bien expuesta por Galton en su obra “El
genio hereditario”- que si los hombres están en decidida superioridad sobre las
mujeres en muchos aspectos, el término medio de las facultades mentales del
hombre está por encima del de la mujer.”
Esto en lo que respecta al la mujer; en cuanto a
los obreros y a los indigentes, a los que llama “las clases entregadas a la destemplanza, al libertinaje y al crimen”
tiene una peculiar interpretación “científica”:
“Con
respecto a las cualidades morales, aún los pueblos más civilizados progresan
siempre eliminando algunas de las disposiciones malévolas de sus individuos.
Veamos si no, como la transmisión libre de las perversas cualidades de los
malhechores se impide o ejecutándolos o reduciéndolos a la cárcel por mucho
tiempo. Porque…: en la cría de animales domésticos es elemento muy importante
de buenos resultados la eliminación de aquellos individuos que, aunque sean en
corto número, presenten cualidades inferiores. /…/ Más en estos casos parecen
ser igualmente hereditarios la aptitud mental y la conformación corporal. Se
asegura que las manos de los menestrales ingleses son ya al nacer mayores que
las de la gente elevada.”
Y claro, ante tal derroche de cientifidad, no
podía faltar lo siguiente:
“Llegará
un día, por cierto, no muy distante, que de aquí allá se cuenten por miles de
años en que las razas humanas civilizadas habrán exterminado y reemplazado a
todas las salvajes por el mundo esparcidas /…/ y entonces la laguna será aún
más considerable, porque no existirán eslabones intermedios entre la raza human
que prepondera en civilización, a saber: la raza caucásica y una especie de
mono inferior, por ejemplo, el papión; en tanto que en la actualidad la laguna
solo existe entre el negro y el gorila.”
Si estas palabras han surgido, como lo han hecho,
de un nivel de conciencia determinado, no nos será difícil constatar que el
nivel de conciencia de nuestro afamado Darwin es equiparable al del, aparentemente, más
desconocido pero también influyente, Mandeville.
En problema es que ese nivel de conciencia, tanto de Mandeville como de Darwin, ha marcado la vida de Occidente en una forma tal que es desconocida para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de Occidente. Esa forma la ha expresado Máximo Sandín (Fue profesor y tuvo a su cargo el Departamento de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid) al señalar que:
Y, evidemtemente, ésto no tiene nada que ver con inclinaciones conspiranoicas."Fue necesario mucho poder, mucha capacidad para controlar las instiruciones científicas, para instaurar el darwinismo y es necesario mucho poder para mantenerlo. Las pocas personas que constituyen el verdadero poder, que son las mismas que controlan las fuentes de energía, las multinacionales farmacéuticas y biotennológicas, tienen un gran interés en que se mantenga la concepción darwinista de la realidad (el mundo es así de terrible porque, según la Ciencia, con "leyes naturales", y ellos están, lógicamente, en la cumbre), y la concepción reducionista de "los genes"y el azar es fundamental para sus negocios".
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