lunes, 22 de febrero de 2016

Yo soy Tú

<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 07/03/1993>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Yo Soy Tu
<SUBTÍTULO>: Cuando puse mi rostro en el espejo
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: No se trata de renunciar al Yo. De lo que se trata es de unirlo a la persona y hacerlo eterno.
<CUERPO DEL TEXTO>:


Por aquellos años de mi juventud en que buscaba los secretos de la Alquimia, escribí un corto poema al que llamé "El espejo roto", y decía así:
(...)


Cuando puse mi rostro en el espejo
se empañó.
Para verme tuve que romperlo.
Siento que soy, pero no me veo
y los espejos caen rotos de mis manos.
Poco tiempo después tuve un largo y complejo sueño. En él mi rostro se reflejaba en el espejo, pero mi reflejo era Ella. Su frente semejaba el disco de la luna. Y la voz me habló desde el otro lado de mí mismo.

- Estoy en ti -decía la voz-. Yo Soy Tu. Mi suerte va ligada a la tuya. Estaré siempre a tu lado. Únicamente contigo podré entrar en la Ciudad Sagrada. Cuando llegues a ella y puedas entrar en su interior, descubrirás que estaba esperándote desde la Eternidad para ofrecerte la Copa, llena hasta los bordes, del Agua de la Vida.

De mi corazón soñado brotaron palabras confusas.

- Buscaba una puerta - dije.

- También yo recorría el sendero que lleva a la puerta -añadió el rostro de luna reflejado en el espejo-. Pero soy mujer y no podré conseguirlo por mí misma. Sólo en tus sueños podré lograrlo. ¡Y qué gran riesgo corro si tu no vuelves a recrearme, soñándolo todo para nosotros dos! ¡Si no me resucitas dentro de ti!
En ese momento del sueño algo de mí supo: "¡Tantas veces! ¡Tantas veces que ha sucedido esto! Y hubo dolor dentro de mí."
Desde el otro lado del espejo Ella me tocó la frente. Quería consolarme.
- Debe haber pureza en las derrotas que conducen a la victoria -dijo su reflejo. Por algún lugar escuché también la voz del Maestro de los Alquimistas:
- No es una ilusión, ni un sueño -dijo la voz del Maestro-. Si en el más profundo de los éxtasis no estuviera presente el Yo, no habría nadie ahí para saber que hubo éxtasis. No es posible escapar del Yo. La salida está en hacerlo Absoluto y Eterno.
Quedé pensativo dentro del sueño. Si Yo era Yo y Ella era Yo y Yo era Ella y Ella era Ella, ¿quiénes éramos?, pensé.
La voz de Ella sonó dulce al otro lado del espejo:

- ¡Mírame! ¿No ves que la mitad de mi rostro es el tuyo? Antes del Yo, ¿quién eras Tu? Cuando el Yo estaba encarnado, ¿dónde estaba el Tu sin el Yo? ¿Cómo te sentías? ¿Eras o no persona? Sólo el Yo se encarna. La persona permanece fuera, es exterior al Yo. En cada encarnación el Yo se hace más fuerte y la persona más débil. Se debilita, se pierde en lejanías, se esfuma, te deja sólo para que seas Yo, el Yo Soy Yo. Pero alguien ha quedado esperándote en algún lugar, junto al borde de una fuente. Espera que regreses. Soy Yo. Tu Ella que te espera, aún sin un rostro. Soñando con que Tu le darás uno. Tu Alma tampoco lo tiene, porque Yo Soy el rostro de tu Alma.

Miré, lleno de confusión, a mi Ella en el espejo, sin comprender lo que decía. Sus palabras seguían fluyendo dulces y embriagadoras intentando explicarme eso que yo parecía no entender.

- No se trata de renunciar al Yo. De lo que se trata es de unirlo a la persona y hacerlo Eterno. Al final, no sólo te habrás individualizado, sino que le habrás dado un rostro al Alma. Esta es tu lucha, una lucha solitaria, sin cuartel. Llevándome en tu mente y en tu corazón, ayudándote y levantándote cuando caes herido en tus luchas con el Dragón.

- ¿Pero quién eres Tú realmente? -Pregunté desde la imagen de mí mismo en mi sueño soñado.

- Soy la Ella que un día saliera de ti -dijo mi reflejo en el espejo con la más cálida de las sonrisas-, proyectándose fuera, arriesgándolo todo, para que tu me resucites. Y aún cuando triunfes en las duras pruebas de éste misterio, no podrás darme un rostro a mí que soy tu Alma, si no me llevas contigo hasta el final, si no me resucitas dentro de ti. Tu eres hombre y tendrás que librar las batallas como tal. Yo lucho como mujer, y cómo tal muero para que tu me resucites y puedas darme un rostro.
- ¿Cómo podré hacerlo? -pregunté, desde mi sueño, a mi reflejo en el espejo.
- Tendrás que buscarme, caminar hasta el día en que logres encontrar la Ciudad Sagrada en donde te aguardo. Cuando logres entrar en ella, nos vestiremos la túnica de la personalidad absoluta y nos cubriremos con el manto rojo del Espíritu y de la Resurrección. Sólo así podremos salir del Círculo Fatal de los Retornos. Entonces seremos Uno.
¡Qué cálida era aquella voz de mi reflejo sin rostro en el espejo! En mi corazón brotó un fuerte deseo de Amor y quise ver su rostro, aunque para ello tuviera que morir también, combatiendo contra mí mismo. Un mantra de batalla sonó dentro de mí junto al deseo; me ha acompañado desde entonces:
"La tierra me alimenta.
Soy fuerte.
Mi paso nunca vacila.
Mi destino es claro,
y no tiene más importancia
para el Universo,
que la hoja en el árbol.
Soy tranquilo.
Comparto la Vida.
Soy uno con ella.
Tengo la fuerza que necesito.
No tengo dueño.
Soy sagrado.
Nada puede tocarme.
Yo Soy Mi Único Señor."
Miré a mi Ella en el espejo y pensé: Es cierto, sólo una mitad de tu rostro te pertenece. La otra es mía.
- ¡No caigas en la trampa! - Su voz parecía angustiada-. Disociar la conciencia del cuerpo, dejar de identificarse con él, saber que se vive la ilusión, sólo es una etapa más. ¡Y también es la trampa! La trampa más sutil..., ya que aún es efectuar una diferencia, es separar, una vez más, la Materia del Espíritu.¡Y te digo que en verdad, por toda la eternidad, Todo es Uno, Todo se funde!
Y mientras mi conciencia se alejaba del sueño, la voz de mi reflejo al otro lado del espejo, también se alejaba de mí, haciendo un último intento de grabar en mi mente y en mi corazón el recuerdo de mi compromiso.
- ¡No lo olvides, mi Amor! Sólo a través de ti yo tendré Vida Eterna. No te importe si un combate, o muchos, o todos los combates se han perdido. Lo que importa es combatir. Todo es un juego y una danza. Este mito de AMOR tiene que ser librado sin claudicar, con honor y lealtad, hasta el final, hasta la última derrota. Así habrás vencido.
Después de despertar, al alba, inicié la larga marcha de mi destino. Partí hacia la batalla, hacia la Gran Lucha en la que hay que destruir en uno mismo todo aquello que sea perecedero. Aprendí a entrar en el silencio porque al final, los guerreros siempre están solos, solos con las sombras de los héroes muertos, pues son ellos los que mantienen la firmeza de nuestros viejos sueños; sueños necesarios, para que el mundo no pierda la esperanza. Llevaba conmigo un enigma que me dio el Maestro de los Alquimistas. Me dijo que en él estaba encerrado el secreto:
" 7 espinas dentro de la rosa,
convierten al hombre en luz creadora.
7 Luces en torno al 3
hacen que la voz sea hecha carne.
Y el 1 actúa de faro en las conciencias
de los que alcanzan la visión
de este proceso mágico."



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