La Singladura de Occidente
Capítulo 48
Capítulo 48
Otros agentes de la Historia: la Técnica y el Mito.
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Obra de salvador Dali |
Decíamos en el artículo
anterior que cualquier acontecimiento probable no alcanza su logro porque algún
evento improbable surge en su camino paralizando o poniendo fin a su progreso. se encabalgan en el devenir aleatorio de lo que llamamos
evolución histórica.
De estas desviaciónes suelen surgir una nueva tendencia o una nueva realidad. Luego
la Historia
no avanza como lo hace un río desde su nacimiento hasta que desemboca en el mar.
No camina de forma imperturbable de un origen hasta un fin de los tiempos.
También los ríos de pronto se secan o desaparecen.
(...)
Orden-desorden,
organización-desorganización, determinismo-azar se encabalgan en el devenir aparentemente
aleatorio de lo que llamamos evolución histórica.
Nos vamos a ocupar en
el artículo de hoy un poco de la técnica. Los historiadores han dividido la Historia teniendo en cuenta
este concepto. Así, la
Prehistoria la dividieron según las técnicas de tallado de la
piedra: Paleolítico, Mesolítico y Neolítico; después llegó la Edad de los Metales: cobre,
bronce y hierro. A estos criterios técnicos le suceden categorías temporales:
Antigüedad, Edad Media, Moderna y Contemporánea, donde el desarrollo técnico se
encuentra sutilmente infiltrado, siendo en la Edad Moderna y
Contemporánea donde la técnica vuelve a ocupar lugar de protagonista. A pesar
de todo, nunca fue algo determinante en los cambios ocurridos en la Historia. Es cierto que ha sido
y es un motor importante del desarrollo de las civilizaciones, pero también
tenemos ejemplos de civilizaciones que alcanzaron ciertas logros sin un
desarrollo técnico, al menos tal como nosotros lo entendemos (civilizaciones
mesoamericanas y andinas).
Por lo que sabemos, las
técnicas de homo faber no aportaron
ningún beneficio al “saber” del homo sapiens. Desde los primeros útiles
de piedra fabricados por nuestros ancestros prehistóricos, la fabricación de
cualquier útil ha derivado, por parte del sapiens, en un arma para el asesinato
y la guerra. Desde mediados del siglo XX, la tecnociencia, dispuso de la
herramienta con que poder destruir a toda la humanidad. Incluso la Industria ha devenido en
arma ecológica capas de acabar con la vida del planeta. Lo que el homo faber llama logros, de los cuales
se enorgullece, han caído en manos del homo
demens.
Es cierto que en el
origen de lo útil se encontraba la necesidad y la utilidad; luego, en las sociedades
históricas, la técnica se pone al servicio de la maquinaria social, no solo
para necesidades y utilidades, sino para satisfacer la voluntad de poder. Lo
que hay que comprender es que la técnica no ha surgido solamente de una
necesidad material, sino también de los deseos paranoicos del homo demens.
En el polo opuesto del
desarrollo técnico, tenemos el mito. Ningún historiador lo considera un agente
de la Historia. Incluso
se le escamotea su papel en la versión académica de la Prehistoria, las sociedades
antiguas y los comienzos de la civilización. He dedicado muchos años a estudiar
los mitos, y no tengo ningún rubor en afirmar que el mito es tal vez, incluso
hoy día, el más importante motor de la Historia. Algunos
ejemplos cercanos: la búsqueda de El Dorado permitió a los europeos apoderarse
de América; la búsqueda del reino del Preste Juan les empujó a apoderarse de
medio Oriente y el Asia Oriental. Tras toda aventura humana se esconde un mito
de un Más Allá fabuloso. Los dioses
han sido actores importantes en la guerra y también en la paz. No solo han
luchado entre ello, sino que han intervenido en las guerras de los hombres. El
Atón de El Amarna fue derrotado por los dioses de Tebas. Los Olímpicos dioses
romanos fueron derrotados por el bélico Yahwé. El Dios Uno ha sido el más
importante agente histórico, no solo de nuestra civilización cristiana, sino de
la judía y la Islámica. A
veces se olvida que las guerras de religión subyacen a las componentes étnicas
y económicas. Hace tiempo que vengo señalando que la actual crisis entre el
Occidente protestante (norte) y el Occidente católico (sur) es una guerra de
religión; tras lo económico, subyace soterrado una componente mítica: la
creencia calvinista y protestante de que Dios está con los que alcanza poder y
riqueza y usan la “economía” para ello.
En cierto que en
nuestras sociedades laicas los dioses se han debilitado, pero ello no quiere
decir que hayan desaparecido. Aún hoy día la energía del mito impulsa poderosas
corrientes ideológicas llenas de héroes, mártires y verdugos. Ni la Ciencia se ha podido
librar de la influencia del mito y de la religión. Cuando se nos dice que ella
nos asegura el Progreso, se está recurriendo, sean conscientes de ello o no, al mito de la Providencia.
No es difícil entrever
que nuestra época hípertecnificada no ofrece un rostro puramente material. Pero
lo que la empuja es una hýbris (desmesura,
confianza exagerada en algo) en la que los mitos de la Ciencia, la Técnica, el Progreso, la Industria y el Mercado
se encuentran activos.
Es una verdad
psicológica que el ser humano no puede vivir sin mitos, por ello lo antiguos
renacen de nuevo, o surgen otros nuevos que, como los antiguos, igualmente nos poseerán. El
problema es que suelen ser utilizados para confabulaciones, mentiras y
opresiones.
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