lunes, 5 de diciembre de 2016

La Singladura de Occidente 50

La Singladura de Occidente
Capítulo 50
Las preguntas que nadie se hace.
 
Creemos estar evolucionando del pasado al futuro, e igualmente creemos que, con el tiempo, una cultura mítica deviene racionalista. Pero no sabemos o no podemos invertir la flecha del tiempo.
Al estudiar la Historia de la Cultura Occidental y ver las características de cada periodo, podemos apreciar una alternancia de: a) Etapas espirituales, donde predomina el sentimiento. b) Etapas racionalistas, donde predomina el pensamiento racional. Así tenemos: Época Clásica, Edad Media, Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo… En las etapas Clásica, Renacimiento, Neoclasicismo, Realismo decimos que ha predominado la razón; mientras que en las etapas Edad Media, Barroco, Romanticismo habría predominado el sentimiento.
Pero, si nada se repite, según nuestra concepción del tiempo lineal, ¿es el Renacimiento un renacer de la Época Clásica? ¿Es la Edad Media un renacer de la Antigüedad? ¿Es el Barroco un renacer de la Edad Media? ¿Es el Neoclasicismo un renacer del Renacimiento y de la Época Clásica? ¿Lo que renace es lo mismo que murió al desaparecer el periodo anterior? ¿Desapareció realmente? ¿Lo que renace se alterna, se anula o se complementa con el periodo anterior? ¿Son dos renacimientos diferentes? Esta alternancia dual: ¿es solo aparente? ¿Qué significa este ciclo a nivel del hombre colectivo occidental? ¿Ha ocurrido lo mismo con el hombre colectivo oriental? ¿Y con el japonés, el amerindio y el africano? ¿Todos tienen que dar el paso desde una edad religiosa a una edad científica? ¿Se puede invertir la flecha del tiempo?
Son preguntas que al parecer nadie se hace. El hombre, y ya no solo el hombre de Occidente, sino la inmensa mayoría de los seres humanos, ignoramos como ha sido nuestro pasado (que además ha sido perversamente manipulado quién sabe con qué aviesas intenciones) al que consideramos como una carga de oscurantismos, intentando vivir un presente que se nos augura más diáfano, aunque en realidad es cada vez más opresor, y sin saber que horizonte se abre ante nosotros. Lo terrible es que nos “creemos” que, necesariamente, esto es así.
A pesar de la alternancia Razón-Sentimiento en la Civilización Occidental, ¿somos capaces de observar “algo” que transcurre, imperceptiblemente, por esa alternancia? ¿“Algo” que permanezca siempre fijo en si mismo, aún siendo, alternativa y vagamente, diferente? ¿“Algo” que incremente la calidad en ese discurrir aparente?
¿Por qué el Pensamiento Occidental no quiere pensar en el “Regreso a casa” como el alfa y omega de un movimiento en el que es posible la inversión de la flecha del tiempo? ¿Y por qué el Pensamiento Oriental no quiere pensar en que “algo” se mueve y evoluciona en el ciclo, haciendo que el Eterno Retorno sea un movimiento espiral? ¿Por qué quiere estar siempre en “casa”? ¿Por qué en los periodos de Sentimiento el hombre se ha destruido con mayor violencia que en los tiempos de Razón, a pesar de que esta pueda, y lo hace, crear monstruos?
Estas no son preguntas abstrusas. Intentar buscarles una respuesta pueden ayudarnos a descubrir la existencia del "Ciclo". Pero un ciclo que se proyecta en una espiral. Pueden ayudarnos a descubrir que todo ciclo se inscribe en otros ciclos mayores y que cualquier ciclo contiene a otros ciclos menores; y que, aún repitiéndose el ciclo, todo es siempre un distinto de lo mismo. El ciclo del que hablo se mueve en espiral y también discurre a su través una flecha del tiempo, puesto que el ciclo, aparentemente, tiene un origen y un final, un alfa y un omega, un regreso a casa, aunque de un modo diferente.
El gran obstáculo para la comprensión de esto parece ser nuestra ignorancia. Pero no es así. El gran obstáculo es, según Albert Camus, el “terror a dar un salto en el vacío”. Este salto es un retorno aparente, aunque en una nueva octava de la espiral, por lo tanto es un paso hacia adelante. Es una conversión según el lenguaje mítico, pero no a lo viejo repetido, sino a la vieja idea renacida en lo nuevo, para tener la oportunidad de desarrollarla de otra manera, en una forma diferente proporcionada por esa memoria pasada. Es una inversión de la orientación vectorial según el lenguaje científico. Es una vuelta a casa, pero por distinto camino.
La idea mítica tiene su origen en la creencia de que el hombre tiene una finalidad, y de ella deduce su comportamiento presente. Por el contrario, la idea racionalista viaja siempre de una causa a un efecto. El problema es que nuestra Ciencia no considera y desconoce, de entrada, los efectos de sus causas.
Huellas fósiles de un dinosurio pisando la de un ser humano. Texas
Costa de Beauregarrd, nos ofrece una imagen clara de la flecha del tiempo racionalista: un rastro es observado en la piedra. A nuestro científico no se le ocurrirá deducir qué el que pasó por allí va a volver reculando para borrarlo, tal vez porque un dinosaurio le persigue; lo que deducirá es que por allí ha pasado un hombre y un dinosaurio, y que las huellas son la prueba de su paso. Puede que llegue a afirmar que todo hombre o dinosaurio que pase por aquel lugar también dejará un rastro análogo (afirmación siempre precisada y restringida por la consideración de los datos más diversos). De todo ello, nuestro científico sacará una predicción: La huellas observadas se producirán siempre que se repitan las condiciones que las han originado.
La Ciencia expresa esta Ley diciendo que “la visión racional se orienta del pasado al futuro y no puede orientarse en sentido contrario”. Los efectos de las causas son conocidos siempre a posteriori. Con ello desaparece toda noción de finalidad. Al observador científico no le interesa saber por qué las cosas son como son, sino establecer como han llegado a serlo. Pero, ¿es consciente nuestro científico de que esta negación de la “finalidad” entraña una postura de indiferencia a todas las consecuencias de su investigación?
 

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