<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 22/08/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: Soledad y Libertad
<SUBTITULO>: A propósito de una tragedia griega
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: Nuestra conciencia es una nave viajando a través de mil vidas, de nacimiento en nacimiento, hasta llegar a ser la danza del mundo y el canto del cielo.
<SUMARIO>: La soledad aparece cuando nos ponemos más allá del Bien y del Mal y asumimos nuestra propia capacidad de decisión.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Nuestra conciencia es una nave viajando a través de mil vidas, de nacimiento en nacimiento, hasta llegar a ser la danza del mundo y el canto del cielo. |
En el artículo anterior y referente al tema de la soledad, hicimos la
siguiente pregunta: ¿poseemos eso
-sea lo que fuere-, que somos nosotros mismos? Porque si lo poseemos, ¿qué
necesidad hay de este sufrimiento y de esta soledad?
(...)
Si entendimos bien las palabras de Filoxenos, nos habremos dado cuenta
de que ese Camino de Soledad es ese
lugar en que las facultades generadas por la matriz se desarrollan.
Para conseguir el desarrollo de lo que está en nosotros como semilla,
llamado también Libertad, nos vemos abocados a nacer, a desprendernos de la matriz colectiva que se resiste a
dejarnos ir, que se resiste a dejar de imponernos su ley y su orden, que se
resiste a que nazcamos.
En estas condiciones el parto es doloroso. Doloroso para la matriz que tiene que parirnos, y
doloroso para el que se pare así mismo, para el que tiene que abandonar un medio, que a pesar de todo es acogedor
y protector, para pasar a otro medio
que siempre es nuevo y desconocido.
En una obra de teatro llamada "Las
moscas", J. P. Sartre nos plantea este problema en toda su crudeza. En
ella encontramos un diálogo entre Júpiter, el padre de los dioses, y Egisto,
rey de Argos, el cual había asesinado a Agamenón cuando este volvió de la Guerra de Troya, y se había
casado con Clitemnestra, esposa de Agamenón, para consolidar la usurpación al
trono. Egisto, es acusado por Orestes y Electra, los hijos de Agamenón, del
asesinato de su padre. Y esa acusación pervertía el orden de la ciudad.
En el diálogo, Júpiter le confiesa a Egisto que los dioses y los reyes
(los reales, no los usurpadores), tienen un secreto doloroso: el secreto de que
los hombres son libres, pero que ellos no lo saben, y que tanto dioses como
reyes representan una comedia para ocultarles al hombre su poder.
En ese momento del diálogo, Júpiter dice:
Júpiter: Egisto,
criatura mía y hermano mortal, en nombre del orden al que servimos los dos, te
lo mando: apodérate de Electra y de su hermano.
Egisto: ¿Son
tan peligrosos?
Júpiter: Orestes
sabe que es libre.
Egisto:...entonces
no basta con cargarlo de cadenas. Un hombre libre en una ciudad es como una
oveja sarnosa en un rebaño. Contaminará todo mi reino y arruinará mi obra. Dios
todopoderoso, ¿qué aguardas para fulminarlo?
Júpiter: Egisto,
los dioses tienen otro secreto... Una vez que ha estallado la libertad en el
alma de un hombre, los dioses ya no pueden nada contra ese hombre.
J. P. Sartre nos plantea muy claramente el origen y la raíz del
dominio que la matriz colectiva,
generadora de orden, ejerce sobre el individuo; así como la lucha por el
control de ese orden. Por ello, cuando Orestes, el hombre, dice: "Ni soy ni el amo ni el esclavo, Júpiter.
¡Yo soy mi libertad!", el camino de la soledad se inicia y le aplasta.
Orestes:
de pronto la soledad cayó sobre mí y me traspasó; la naturaleza saltó hacia
atrás, y ya no tuve edad, y me sentí completamente sólo... Y ya no hubo nada en
el cielo, ni el Bien ni el Mal, que me dieran ordenes.
¡Qué impresionante es esto que dice Orestes!: "la naturaleza saltó hacia atrás y ya no
tuve edad". ¡Nació!. Entonces se sintió sólo. ¿Por qué? Porque anuló
el efecto de la Caída,
porque unificó en sí el fruto del Árbol de la Ciencia, porque ya ni el
Bien ni el Mal tenían influencia sobre él. Porque esa dualidad que está en
nuestra propia naturaleza, en esa naturaleza que aún somos, esa misma
naturaleza, saltó hacia atrás, y
acabó con el tiempo, y le dejó sin edad, recién nacido.
De estas palabras se desprende que Soledad y Libertad se
hacen sinónimas en el parto y en las primeras etapas del Camino. La Soledad aparece a partir
del momento en que nos ponemos más allá
del Bien y del Mal; desde el momento en que asumimos nuestra verdadera
capacidad de decisión y de elección; desde el momento en que hacemos de nuestra
vida una metáfora. Pero la matriz no
permite que nadie se desprenda de ella, que rompa el orden, e intenta
absorberlo, intenta reintegrarlo como puede. Y si el solitario no puede ser
absorbido, entonces, es perseguido y condenado. ¿El motivo? Lo expresa Orestes
cuando dice:
Orestes: Los hombres de Argos son mis
hermanos, tengo que abrirles los ojos.
Es para defenderse de este intento de conciencia colectiva, por lo que
la matriz, que ya no puede ocultar
la verdad, recurre a presentar una cara negativa de ella.
Júpiter: ¡Pobres
gentes! Vas a hacerles el regalo de la soledad... Vas a arrancarles las telas
con las que yo los había cubierto, y les mostrarás de improviso su existencia.
Orestes: Son
libres, y la vida humana comienza al otro lado de la desesperación.
El camino que lleva a uno mismo cruza por el desierto de nuestra
interioridad y del que nos habla Filoxenos. Y Orestes lo sabe.
Orestes: (A Electra) Me
darás la mano e iremos...
Electra: ¿A
dónde?
Orestes: Hacia
nosotros mismos. Del otro lado de los ríos y de las montañas hay un Orestes y
una Electra que nos aguardan. Habrá que buscarlos pacientemente.
Creemos saber quiénes somos. Más, la soledad nos plantea un problema
de identidad. El ser que somos debe ser buscado con paciencia. ¿Seguimos siendo
humanos? Nos miramos en el espejo y vemos que sí, pero los otros han cambiado.
Este problema nos lo plantea Ionesco en el "Rinoceronte".
Es el problema de Berenguer, el protagonista de la obra, nuestro reflejo
especular, el reflejo del ser humano inmerso en lo que parece ser una sociedad
de monstruos. Cuando de repente, se encuentra que es el único ser humano en una
sociedad que se ha ido convirtiendo en un rebaño de rinocerontes, de seres
acorazados que le persiguen para convertirle en uno de ellos.
Ionesco nos muestra, con trágica ironía, cómo el problema de la
soledad es también un problema de identidad. Y nos aclara que:
"...al
hombre mismo le toca salir de ese vacío con sus propias fuerzas y no con las
fuerzas de los otros."
En esto, Ionesco se acerca a Orestes, y también al Zen.
"En
todas las ciudades del mundo -dice Ionesco-, el hombre moderno es el hombre
precipitado, el rinoceronte, un hombre que no tiene tiempo, que es prisionero
de la mecanicidad. -Y añade- La rinoceritis es la
enfermedad de los que han perdido el sentido y el gusto por la soledad."
Tenemos que darnos cuenta que en nuestra sociedad de seres protegidos
por su coraza caracteriológica, nuestra sociedad de rinocerontes, el amor a la
soledad se le condena, porque se le considera como odio al prójimo. Entendiéndose por amor al prójimo el acatar las normas del orden emanado de la
matriz. Y hay que darse cuenta también que la dialéctica del poder y la
necesidad, la dialéctica de la sumisión y la satisfacción, acaba siendo la
dialéctica del odio.
El vientre social no sólo
necesita absorber todo lo que pueda, sino implícitamente, destruir todo aquello
que no puede ser absorbido. Esto hace que el solitario no pueda sobrevivir
mientras no sea capaz de amar a todos, sin importarle el hecho de que probablemente
le consideren un traidor. Solamente el ser humano que ha alcanzado su propia
identidad, puede vivir sin la necesidad de que le digan como tiene que vivir.
"Siempre
habrá un sitio -decía Ionesco-, para las conciencias aisladas
que se hayan levantado en favor de la conciencia universal."
Ese lugar es la
Soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario