<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 15/08/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: La Soledad, un don del Espíritu.
<SUBTITULO>: Mensaje de los Maestros Internos.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: "La trampa es la estructura emocional del hombre, su estructura caracteriológica." W. Reich
<CUERPO DEL TEXTO>:
"La
soledad -dicen los Maestros Internos- es uno de los dolores que más fuertemente
aquejan a los seres humanos. Abre las puertas a las depresiones, las angustias,
a todos los síntomas de la tristeza y al sentimiento del abandono. Los seres
sumidos en la soledad sienten que todas sus conexiones con el mundo exterior
han sido cortadas, que una barrera invisible los separa dolorosamente del resto
de las personas, las cuales no alcanzar a mostrar ni un gesto de comprensión o
acercamiento a ese ser que sufre su soledad.
(...)
Pocos
saben que en la soledad también existe la felicidad. Este sentimiento es, como
todo, una ambivalencia dual, pues esa misma sensación de angustia del ser que
se siente solitario puede ser la fuente del crecimiento, de la creatividad, de
la felicidad más grande que nadie pueda imaginar. La soledad es un don poco
comprendido. Su sentimiento, bien sea real o imaginario, le da la oportunidad
al hombre de buscar dentro de si mismo sus mejores impulsos de conocimiento. La
soledad ahonda en los resquicios de la persona y busca todos aquellos recursos
que pueden nutrir una voluntad creativa y bien dirigida, que le haga
enriquecerse bebiendo de su propia fuente.
La
soledad no es separatividad, al contrario, es integración pura, pues por medio
de ella, cuando es bien dirigida, se pueden absorber las esencias que rodean a
la persona e incorporarlas a la propia conciencia en un trabajo de reflexión y
maduración. ¡Qué pocos entienden el don de la soledad! Se quejan, se duelen,
huyen de su contacto, y todo esto sin saber que en lo más hondo de la soledad
está la luz de la propia verdad, del propio conocimiento del alma, del reencuentro
con uno mismo en la más desnuda de todas las verdades.
Por
ello os digo, hijos queridos, si vuestra vida se llena a veces de un sentimiento
de soledad, si la vida física os aparta de los seres que amáis, bendecir al
Padre que os hace el don más precioso de poder conoceros a vosotros mismos en
una aceptación interior de vuestro verdadero ser, pues ésta soledad, en el
momento en que entra en la vida de un hombre, es una oportunidad de apertura de
conciencia a través de un proceso de trabajo interiorizado, en ese movimiento
suave y ondulatorio de ritmo espaciado, en donde la reflexión sirve de espejo a
la luz de la conciencia.
En
la soledad reside el silencio, y en ese silencio abunda la sabiduría. Todos
esos dones se agrupan por simpatía y comunican sus gracias a aquellos que están
dispuestos a aceptarlos. No os quejéis pues de la soledad, bendecid las épocas
en que os sentís solitarios, pues esa riqueza puesta en vuestros destinos, bien
por breve tiempo o bien por largos períodos, será la buena tierra en la que
podréis plantar y cosechar el fruto de vuestra voluntad de trabajo en una
selección de nuevos valores que harán cambiar el rumbo de vuestras vidas.
Aceptar
todo lo que os es dado. Entenderlo así y conociendo la Ley que mueve todas las
causas, encontraréis la sabiduría que se esconde detrás de los hechos de
aparente intranscendencia, pero que sirven de escuela de aprendizaje a quiénes
están dispuestos a recibir. La soledad os necesita. Mirarla cara a cara y
esperarla con una sonrisa de bienvenida."
A pesar de estas hermosas palabras, es este un tema difícil y
doloroso. Las entrañas se revuelven y tendemos a rechazarlo, porque no nos
encontramos dispuestos a asumir esta experiencia. Una cosa es aceptarla,
conocerla intelectualmente, y otra cosa muy distinta vivirla. El camino es duro
y a los pocos o a los muchos pasos se quisiera ya descansar, encontrar un
refugio en el que escapar de esos días largos e interminables de angustia y
soledad, de ese estado llamado con eufemismo depresión.
El poeta ha pasado por ahí y nos lo dice:
¡Qué día tan largo
y que camino tan
áspero,
que largo es todo, que
largo,
que largo es todo y que
áspero!
En el cielo está
clavado
el sol, iracundo y
alto.
La tierra es toda
llanura, llanura,
toda llanura,
y en la llanura... ni
un árbol.
Voy tan cansado
que pienso en una
sombra cualquiera.
Quiero descanso,
descanso, sólo descanso.
¡Dormir! Y lo mismo me
da ya bajo
un ciprés que bajo un
álamo.
León Felipe
¡Qué impresionante metáfora de
soledad construye el poeta! "La
tierra es toda llanura...", y lo repite tres veces. Y allí, "...ni un árbol".
El árbol en un símbolo de centro
y de paso, de comunicación entre la Tierra
y el Cielo. En esa soledad descrita
por el poeta, donde ningún accidente se individualiza, ese árbol no está. Es
como si las manos de Dios hubieran sido retiradas y el hombre dejado sólo ante
el Gran Abismo, simbolizado en el Árbol de la Vida por ese centro de energía llamado DAATH. Una noche oscura, pero también de un lugar en nuestra propia
interioridad en el que se obtiene el Conocimiento, la respuesta definitiva a
nuestras pulsiones y por cuya búsqueda nos pusimos en camino.
"Donde
quiera que miremos -dice Wilhem Reich en el "Asesinato de Cristo"-,
encontramos al hombre corriendo en círculo, como si estuviera en una trampa,
buscando en vano y desesperadamente la salida." Y añade que la trampa
"es la estructura emocional del hombre, su estructura caracteriológica."
Desde que fue expulsado del Paraíso y cubierto con su vestido de
carne, el hombre ha evadido lo Esencial. Ha filosofado sobre la Vida, pero no sabe lo que es la Vida. Prefiere
sufrir encerrado en la estructura de su carácter, que atreverse a buscar una
salida, aunque como dice W. Reich:
"esta
sea claramente visible para todos los que están atrapados en el agujero. Con
todo nadie parece verla. (...) Nadie se dirige hacia ella. Es más, quien quiera
que se mueva hacia la salida o la señale, es declarado loco o criminal, o un
pecador que ha de abrasarse en el infierno."
El problema no está en la ciudad, no está en la trampa, ni la solución
está en los desiertos postizos; el problema está en el interior de los
atrapados. Fuera de la matriz social y colectiva está La Vida. Se la ve en sueños,
se la imagina en éxtasis místicos, se la canta y se la diviniza, pero nadie
corta su cordón umbilical y nace a la
Vida.
¿Por qué esto tiene que ser así, preguntan muchos, sobre todo los que
sufren? ¿Porqué tenemos que recorrer ese largo camino de soledad, ese camino
amargo, para conseguir algo que los
sacerdotes de la ilusión dice que ya poseemos? ¿Pero lo poseemos realmente?
¿Poseemos realmente esa chispa de divinidad que proclaman los profetas? ¿Han
muerto los mártires en vano? ¿Han sido quemados los iluminados por nada? ¿Se
asesinó a Cristo sólo por un reino de este mundo?
Es fácil dejarse engañar por el jaleo que organiza en mercachifle y el
buhonero de la libertad política, social o religiosa. Pero ellos no tienen las
llaves de un Reino que está dentro de nosotros, ocultas en el
interior de la coraza del carácter del hombre y en la rigidez mecánica de su
cuerpo y alma. Llegar a ellas significa bucear en uno mismo, y hacerlo en ese
estado llamado soledad, en ese estado que, como el Maestro Interno decía, es un
don que hace Dios a los que están dispuestos a nacer a la Vida.
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