domingo, 11 de diciembre de 2016

La Soledad, un don del Espíritu


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 15/08/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: La Soledad, un don del Espíritu.
<SUBTITULO>: Mensaje de los Maestros Internos.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: "La trampa es la estructura emocional del hombre, su estructura caracteriológica." W. Reich
<CUERPO DEL TEXTO>:



"La soledad -dicen los Maestros Internos- es uno de los dolores que más fuertemente aquejan a los seres humanos. Abre las puertas a las depresiones, las angustias, a todos los síntomas de la tristeza y al sentimiento del abandono. Los seres sumidos en la soledad sienten que todas sus conexiones con el mundo exterior han sido cortadas, que una barrera invisible los separa dolorosamente del resto de las personas, las cuales no alcanzar a mostrar ni un gesto de comprensión o acercamiento a ese ser que sufre su soledad.
(...)
Pocos saben que en la soledad también existe la felicidad. Este sentimiento es, como todo, una ambivalencia dual, pues esa misma sensación de angustia del ser que se siente solitario puede ser la fuente del crecimiento, de la creatividad, de la felicidad más grande que nadie pueda imaginar. La soledad es un don poco comprendido. Su sentimiento, bien sea real o imaginario, le da la oportunidad al hombre de buscar dentro de si mismo sus mejores impulsos de conocimiento. La soledad ahonda en los resquicios de la persona y busca todos aquellos recursos que pueden nutrir una voluntad creativa y bien dirigida, que le haga enriquecerse bebiendo de su propia fuente.
La soledad no es separatividad, al contrario, es integración pura, pues por medio de ella, cuando es bien dirigida, se pueden absorber las esencias que rodean a la persona e incorporarlas a la propia conciencia en un trabajo de reflexión y maduración. ¡Qué pocos entienden el don de la soledad! Se quejan, se duelen, huyen de su contacto, y todo esto sin saber que en lo más hondo de la soledad está la luz de la propia verdad, del propio conocimiento del alma, del reencuentro con uno mismo en la más desnuda de todas las verdades.
Por ello os digo, hijos queridos, si vuestra vida se llena a veces de un sentimiento de soledad, si la vida física os aparta de los seres que amáis, bendecir al Padre que os hace el don más precioso de poder conoceros a vosotros mismos en una aceptación interior de vuestro verdadero ser, pues ésta soledad, en el momento en que entra en la vida de un hombre, es una oportunidad de apertura de conciencia a través de un proceso de trabajo interiorizado, en ese movimiento suave y ondulatorio de ritmo espaciado, en donde la reflexión sirve de espejo a la luz de la conciencia.
En la soledad reside el silencio, y en ese silencio abunda la sabiduría. Todos esos dones se agrupan por simpatía y comunican sus gracias a aquellos que están dispuestos a aceptarlos. No os quejéis pues de la soledad, bendecid las épocas en que os sentís solitarios, pues esa riqueza puesta en vuestros destinos, bien por breve tiempo o bien por largos períodos, será la buena tierra en la que podréis plantar y cosechar el fruto de vuestra voluntad de trabajo en una selección de nuevos valores que harán cambiar el rumbo de vuestras vidas.
Aceptar todo lo que os es dado. Entenderlo así y conociendo la Ley que mueve todas las causas, encontraréis la sabiduría que se esconde detrás de los hechos de aparente intranscendencia, pero que sirven de escuela de aprendizaje a quiénes están dispuestos a recibir. La soledad os necesita. Mirarla cara a cara y esperarla con una sonrisa de bienvenida."
A pesar de estas hermosas palabras, es este un tema difícil y doloroso. Las entrañas se revuelven y tendemos a rechazarlo, porque no nos encontramos dispuestos a asumir esta experiencia. Una cosa es aceptarla, conocerla intelectualmente, y otra cosa muy distinta vivirla. El camino es duro y a los pocos o a los muchos pasos se quisiera ya descansar, encontrar un refugio en el que escapar de esos días largos e interminables de angustia y soledad, de ese estado llamado con eufemismo depresión.
El poeta ha pasado por ahí y nos lo dice:
¡Qué día tan largo
y que camino tan áspero,
que largo es todo, que largo,
que largo es todo y que áspero!
 En el cielo está clavado
el sol, iracundo y alto.
 La tierra es toda llanura, llanura,
toda llanura,
y en la llanura... ni un árbol.
 Voy tan cansado
que pienso en una sombra cualquiera.
Quiero descanso, descanso, sólo descanso.
¡Dormir! Y lo mismo me da ya bajo
un ciprés que bajo un álamo.
 León Felipe
 ¡Qué impresionante metáfora de soledad construye el poeta! "La tierra es toda llanura...", y lo repite tres veces. Y allí, "...ni un árbol".
El árbol en un símbolo de centro y de paso, de comunicación entre la Tierra y el Cielo. En esa soledad descrita por el poeta, donde ningún accidente se individualiza, ese árbol no está. Es como si las manos de Dios hubieran sido retiradas y el hombre dejado sólo ante el Gran Abismo, simbolizado en el Árbol de la Vida por ese centro de energía llamado DAATH. Una noche oscura, pero también de un lugar en nuestra propia interioridad en el que se obtiene el Conocimiento, la respuesta definitiva a nuestras pulsiones y por cuya búsqueda nos pusimos en camino.
"Donde quiera que miremos -dice Wilhem Reich en el "Asesinato de Cristo"-, encontramos al hombre corriendo en círculo, como si estuviera en una trampa, buscando en vano y desesperadamente la salida." Y añade que la trampa "es la estructura emocional del hombre, su estructura caracteriológica."
Desde que fue expulsado del Paraíso y cubierto con su vestido de carne, el hombre ha evadido lo Esencial. Ha filosofado sobre la Vida, pero no sabe lo que es la Vida. Prefiere sufrir encerrado en la estructura de su carácter, que atreverse a buscar una salida, aunque como dice W. Reich:
"esta sea claramente visible para todos los que están atrapados en el agujero. Con todo nadie parece verla. (...) Nadie se dirige hacia ella. Es más, quien quiera que se mueva hacia la salida o la señale, es declarado loco o criminal, o un pecador que ha de abrasarse en el infierno."
El problema no está en la ciudad, no está en la trampa, ni la solución está en los desiertos postizos; el problema está en el interior de los atrapados. Fuera de la matriz social y colectiva está La Vida. Se la ve en sueños, se la imagina en éxtasis místicos, se la canta y se la diviniza, pero nadie corta su cordón umbilical y nace a la Vida.
¿Por qué esto tiene que ser así, preguntan muchos, sobre todo los que sufren? ¿Porqué tenemos que recorrer ese largo camino de soledad, ese camino amargo, para conseguir algo que los sacerdotes de la ilusión dice que ya poseemos? ¿Pero lo poseemos realmente? ¿Poseemos realmente esa chispa de divinidad que proclaman los profetas? ¿Han muerto los mártires en vano? ¿Han sido quemados los iluminados por nada? ¿Se asesinó a Cristo sólo por un reino de este mundo?
Es fácil dejarse engañar por el jaleo que organiza en mercachifle y el buhonero de la libertad política, social o religiosa. Pero ellos no tienen las llaves de un Reino que está dentro de nosotros, ocultas en el interior de la coraza del carácter del hombre y en la rigidez mecánica de su cuerpo y alma. Llegar a ellas significa bucear en uno mismo, y hacerlo en ese estado llamado soledad, en ese estado que, como el Maestro Interno decía, es un don que hace Dios a los que están dispuestos a nacer a la Vida.


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