La Singladura de Occidente
Capítulo 52
Capítulo 52
¿Es la creación científica diferente a la
poética?
Se nos enseña que toda
investigación parte de una observación o una teoría. Claude Bernard
demostraba que las ideas experimentales nacen, muy a menudo, por azar, a causa de una observación fortuita;
Poincaré afirmaba que la creación científica no es en realidad diferente de la
creación poética y que procede, como esta última, de sucesivas iluminaciones
separadas por largos periodos de ausencias. Ni la observación ni la teoría
parten de una conciencia de lo real
como verdad o, de existir esta verdad, la razón no hubiera podido captarla.
(...)
En la actualidad, no
solo el desarrollo tecnológico sino las propias teorías en que se fundamenta,
parecen ser fruto de algo irracional. Frecuentemente, una teoría suele ser el
resultado del acercamiento de dos cálculos experimentales distintos. Max Planck
señalaba que:
“Sería con toda seguridad interesante buscar las aproximaciones intelectuales que estuvieron en el origen de las hipótesis más importantes de la física, aunque un trabajo de esta naturaleza ofrezca grandes dificultades. Nunca, en efecto, los creadores han querido entregarle al público el hilo de los pensamientos más tenues con que han tejido sus hipótesis, pensamientos mezclados a menudo con elementos no esenciales.” (“La imagen del mundo en la física moderna”).
Para esconder estos elementos no esenciales (azar, sueño o
alegoría), la historia de un invento se ha convertido en un cuento inconcluso. La Historia de la Ciencia está llena de
estos cuentos. Muchos sabios se refugian en la ilusión de la “prueba matemática”, pero Max Planck
sigue diciendo:
“todos cuantos conocen los laboratorios y los trabajos de predicción saben que cualquier medición, la de un peso o una corriente eléctrica por ejemplo, exige, para ser utilizable en física, una serie de correcciones que proceden de una teoría, y por tanto de una hipótesis”.
Esto quiere decir que
ni la capacidad inventiva, ni las capacidades técnicas, que nacen de su
planificación, deberían ser tenidas como conquistas de la razón; y tampoco, en
un descubrimiento azaroso de lo real,
ni la teoría ni los cálculos podrían justificar la hipótesis. Creatividad y
descubrimiento nada tienen que ver con la razón, aunque la razón pueda
intervenir, de alguna forma, en el proceso, ya que éste “no marcha racionalmente, no camina con seguridad de un error a otro”
(M. Planc).
Las innovaciones que se
atribuyen a la razón pura no entrañan jamás, a la larga, la menor perfección.
¿Cuántos planes establecidos con la lógica de la razón para durar un largo o
corto plazo, se han evaporado como el humo en pocos días? No hablemos de los
planes de la economía. Un desastre no es más que la irreversibilidad de la
flecha del tiempo. Solo pueden paliarse los efectos, aunque esto solo se logra
haciendo que nazcan otros. Basta con observar nuestras ciudades envenenadas o
nuestros sistemas nerviosos desequilibrado. Sin embargo, no sabemos (o no
queremos) como reducir el tráfico, ni podemos volver a las condiciones de vida
de antaño del que decimos que siempre fue peor que el presente, cuando
solamente fue distinto.
La razón produce hijos,
a veces monstruosos, aunque no cree en nada que no sea ella misma. Por ello en
el siglo XVIII la convirtieron en una Diosa, aunque no poseía poder creativo.
Así que si el crecimiento del gasto energético en el mundo debe ser considerado
como un producto de la investigación racional, sería temerario apuntar esta
rapiña al crédito de la razón. El hecho brutal es este: la visión racional del
universo ha conducido al hombre a vivir de sus propias reservas,
consumiéndolas. Y el problema no está en crear racionalmente más reservas, sino que el hombre civilizado no puede
plantear la cuestión inversa: como preservar lo que hay. Sueña con vaciar los
océanos, agotar las reservas de Marte una vez que haya agotado las de la Tierra, pero no puede crear
de la nada un planeta o una sola gota de agua. La investigación racional solo
proclama un universal: “¡Después de mí,
el desierto!”. Es el Páramo de que nos habla el mito del Grial. No basta
con afirmar que la entropía y la información deben estar identificadas en todos
los planos, la información hace la
entropía, y no hay nadie que lo ignore.
Hagámonos una pregunta:
¿Es el Saber Racional un mito?
¿Podemos afirmar que, al menos, la ciencia
racional, azarosa en sus orígenes y desastrosa en sus efectos, refleja
exactamente lo Real? Sus seguidores lo aseguran, aunque no sin ceder a ciertos
nominalismos. Porque, ¿qué significa la expresión “experiencia repetida en las mismas condiciones”? Quiere decir que
las condiciones conocidas son las mismas; si variaran, en la experiencia habría
intervenido el azar.
En una conferencia celebrada
en Berlín en 1930 Max Planck dijo:
“El fin ideal del físico es el conocimiento del mundo exterior real; sin embargo, sus únicos medios de investigación, sus mediciones, no le enseñan nada sobre el mundo real.”
Entonces, el problema
estriba en decidir si la visión racional
da cuenta de todo lo real. El problema está en decidir si las cosas pueden ser verdaderas en si, o si la verdad no es
más que una de las cualidades que el Espíritu les agrega. En su “Autobiografía” Max Planck dice: lo
real es falso. ¿Tendría razón Nietsche cuando decía:
“lo no verdadero sería la condición de la vida, donde el hombre no podría vivir sin traer la realidad a la medida del mundo imaginario de lo incondicionado y de lo idéntico, sin falsear continuamente el mundo, introduciendo la noción de número… hasta el punto que renunciar a los juicios falsos sería renunciar a la vida, negar la vida.” (“Más allá del bien y del mal”).
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Remedios Vera: El Alquimista (1955). |
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