La Singladura de Occidente
Capítulo 54
Capítulo 54
Dioses, o Eras, o Ciclos
Este fluir del mito, este milagro de la forma
creada, se hace opaco a nuestra mirada y la causa de su manifestación, por
inconcebible, nos resulta sospechosa. No lo sería si el hecho fuera la causa de
lo creado, que es como decir que El Génesis es la causa de Adán y Eva o de Noé;
la Odisea la
causa de Ulises; o el Corán la causa de Mahoma. Por ello, para el historiador,
esas creaciones fueron invenciones de
los poetas hebreos, griegos o islámicos. El historiador se niega a conocer cuando la evidencia le obliga a
abandonar la flecha del tiempo histórico, ya que su propósito es situar en ella
los acontecimientos que se hayan producido entre el hecho y la obra y, para
ello, no le importa modificar la visión
del poeta, o su entendimiento.
(...)
Existe una Ley no
formulada en el proceso del ritmo cíclico. Señala que cada ciclo tiene un grado
de libertad que es la consecuencia de las relaciones de ese ciclo con el ciclo que
lo contiene y en el que está incluido. Un día está contenido en la semana, esta
en el mes y este en año. En los mitos, los ciclos miden también la vida y la
muerte de los dioses: un Gran Año de 12.000 años. La India védica afirmaba que la
duración entera de la vida de un dios estaba hecha de una Aurora, cuatro Estados o Mudanzas y un Crepúsculo. También los persas, le atribuían a su dios solar una
duración de 12.000 años. Pitágoras y Platón calculaban el Gran Año en 12.594 años,
la mitad de la Precesión.
Los Crepúsculos y las Auroras de un Dios, envuelven en su seno otra alternancia. La
alternancia del Día y de la Noche
precesionales, que también pueden presentarse como el Sueño o el Despertar de
antiguos mitos y antiguos dioses. O encubrir la Luz del
día y la Sombra de la noche de un Dios vivo, cuyo
advenimiento trastorna todos los credos de la Humanidad. La
duración de todo un Universo solo era un día y una noche de Brahma, y sus días
eran infinitos.
Veamos un ejemplo de un
periodo metafórico o mítico. Entre el 3.400 y el 2.800 a.d.C. alumbro el día
del Mito Taúrico de la Creación con sus
poemas hebreos, la búsqueda de la inmortalidad de Gilgamés, la conquista del
hierro, la campana, el alfabeto, los templos al Toro en Troya y Creta o en la Península Ibérica.
Entre el 1.300 y 700 a.d.C.
reinó el Mito bíblico de la Justicia y el mundo
fue conquistado por Medos y Persas, por los templos dóricos y el nacimiento de
Roma. Entre el 800 a.d.C.
y el 1.400 d.d.C. florece el Mito
bautismal del Amor, es el momento
en que nacen las lenguas contemporáneas, las iglesias románicas, las catedrales
góticas, el arte maya y Song… Cada periodo metafórico parece durar entre
600-700 años de un ciclo o Era. Un tercio de su vida.
Hacia el final de estos
periodos metafóricos de aquellos tiempos,
aparecen los profetas inspirados, que anuncian el alejamiento del dios, o la
entrada en un proceso de Noche y Oscuridad. Un tiempo entrópico. Algo que
podemos comprobar.
Dioses o Eras o ciclos
pasaron como un ensueño por las vidas de los seres del paleolítico. De ellos se
formó el “Tiempo del Sueño” de los
aborígenes australianos. El Árbol
(el Árbol de la Vida)
y la Roca que nace del agua o que está llena de agua
(como el Acantilado del Puma, desde
donde Viracocha creo a los hombres en el Titicaca), se alternaron por ser el Centro del Mundo. Luego, surgió la Cosa nacida del Agua. Un intenso frío,
destructor de la vida, avanza entre los hielos crecientes. “Un macho cabrío azul de cuernos de hierro,
que durante siete días dio vueltas en torno a la tierra, balando de un modo
espantoso” es como los chamanes altaicos anunciaron la llegada de las
glaciaciones. Mas tarde, aparecieron los Dioses
de la Azagaya
que se afanaron en la caza.
Les siguió El que Soterra, el que penetra en las
profundidades para descubrir las “piedras
asilo” y las “piedras fundamento”.
Sus emblemas, renacidos más tarde, tienen diversos significados, aunque
predomina el de cierre: el cerrojo
Min hacia el 7.000 a.d.C.
en Libia, el subterráneo y tenebroso mundo de los Camé de la época pre-maya. El
escorpión, hacia el 5.000 a.d.C.
en Tell Talaf, o el Matiza o Makara, el “Pez
de las Profundidades” y al que el hinduismo tomará como el primer avatar de
Vishnú. Aunque ninguno de estos renacimientos
refleja el mito primigenio que creció en las mentes de los hombres de la Era de Escorpio, aunque en
todos sus renacimientos pervive la idea de la “Cosa soterrada”, hundida, secreta, que se gesta y madura en las
profundidades y en la oscuridad. ¿Qué obligó a los hombres del Paleolítico a
entrar en las cavernas? ¿Solo el frío como dicen los académicos? Pero la alarma
no duró mucho, pues Tell Aalaf nos recuerda que los hombres escorpiones vencieron a la noche haciendo que volviera a
salir el Sol.
Con el nuevo tiempo (IV
Milenio a.d.C) llega el Dios del Maná.
Los sacerdotes hacen salir a la Roca o a la
Mujer Pez de las
profundidades del agua. Y mientras la gruta se convierte en el pasaje para el
mundo anterior, el de los antepasados, y mientras el escorpión se oculta bajo
la tierra o bajo las piedras, otro mito formula lo invisible, lo inalcanzable,
que fue representado por el Viento,
por el Huracán. Sus símbolos son el
rayo y el trueno.
Un nuevo mito traerá el
soplo de la vida. Muchos lo llamaron Maná.
Más tarde, en otras vueltas de la espiral, otros lo nombraron Ehecatl, Osiris,
Quetzalcóatl, Viracocha… No sabemos en que tiempo reinó el Dios Maná original, puede que en el 16.600-16.400 a.d.C., unos 4.000
años después de la Era de la Azagaya, y 2.000 años después de la Era de lo que Soterra.
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