domingo, 21 de enero de 2018

La Enseñanza Esotérica 08

LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA
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En relación con lo que se expuso en el artículo anterior surge una pregunta: ¿Por qué no “oímos psicológicamente”? Porque debido a nuestro bajo nivel de “comprensión” (que como se ha dicho depende de nuestro nivel de ser), “oír” es “percibir el significado de lo que se dice”, y… ¡como estamos “dormidos”!..., no oímos porque nuestra capacidad para “percibir” lo que dicen y significan las “ideas-trabajo” es muy pequeña. Es en este punto donde se sitúa el enfrentamiento de las “ideas” del “Trabajo Esotérico” con las ideas de la vida. Un “combate”, una “lucha interior” entre el “significado psicológico” y el “significado literal”; entre lo que postula el “Trabajo” y lo que postula la vida. También es en este punto donde tiene su origen la “tentación”. En este mismo blog, en la carpeta “Experiencias” pueden encontrar una experiencia que titulé “El Camino de la Tentación” y que tiene que ver con lo que significa esa “lucha interior”.
 
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También podemos tomar como ejemplo las tentaciones de Jesús en el desierto. El Tentador, el “Diablo” (“Diabolein” significa el “separador”) que simboliza aquí a la “taberna-mundo”, le conduce a lo alto de un monte desde donde le muestra “todos los reinos de la Tierra”, y le dice: “A ti te daré toda esta potestad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregado, y a quién quiero la doy. Si tú, postrado me adoraras, todas serán tuyas.(L. IV,5-7).
El que “cae” en la “tentación es aquel que está “dormido” y no “oye”. Realmente no es nada sencillo “oír”. Oír “psicológicamente”. Cuando Jesús va a nacer como “Esencia”, sus padres no encuentra lugar en la “posada”. Se nos está queriendo decir que el nacimiento de nuestra “esencia” en “Belén” (significa “la casa del pan”, el “alimento” para la “Esencia”) nunca encontrará cobijo en la “posada”. Estas se encuentra en los caminos de la vida por los que camina el hombre. Pero lo que va a nacer es extraño a la vida y sus ilusiones, y esta lo rechaza, no tiene cabida en la “posada-Taberna-Mundo”.
Dos condiciones son necesarias para que podamos “recibir” las nuevas ideas que proceden del “Círculo de la Humanidad Consciente”: , debemos “querer recibirla”, de otra manera no penetrará en nosotros. Si nuestra “mente” (el “cochero”) está “cerrada” a todo, salvo a las ilusiones e intereses de la vida exterior, “embriagado” con ellas, por más que el “despertador” suene o alguien golpee con fuerza en la puerta de la “posada-taberna”, no se les permitirá entrar. , además de “querer recibirla” hemos de “permitir entrar en nosotros” a estas “nuevas ideas”, si éstas consiguen encontrar albergue en nuestra “posada” a partir de nuestro “decisión”; luego, habremos de llevar a cado un “trabajo interior”. Y como antes, aquí juega un papel importante nuestra libertad de elección.
La “Enseñanza Esotérica” existe porque el “Hombre” se encuentra “dormido”, aunque tiene la posibilidad de “despertar”, lo que depende de nuestra libre elección. No se puede persuadir ni obligar a nadie a que “despierte” por la fuerza. Solamente uno puede “despertarse” a sí mismo. Nadie me puede “despertar” si yo no quiero; y esto solo es posible si las dos “elecciones” anteriores son libremente satisfechas; y no externamente, sino internamente. No desde la “personalidad”, sino desde el “Ser esencial”. Si no es así, la “Enseñanza Esotérica”, al ser tomada literalmente, solo servirá para inflar el ego personal, con lo que la “Esencia” no podrá nacer o renacer y continuar su desarrollo. Solo desde la “humildad” y la “sencillez” se puede recibir esta “Enseñanza”. A esto se refieren las palabras de Lucas (17,18): “el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en Él.”
El “niño es la “Esencia” y “El Reino” se refiere a la “Enseñanza” que debe llegar hasta la “Esencia” para que esta vuelva a crecer y no podrá hacerlo si no es “fortalecida” por las “palabras” del “Reino”. Muchas son las personas que “sueñan” decir sí a la recepción de esta “Enseñanza”, esperando con ello maravillosas experiencias místicas, y por ello asiste a grupos y charlas, pero como siguen “dormidas” toman todo desde un “lugar” y un “amor” equivocados. Solamente cuando por el “Trabajo” en uno mismo, podemos atravesar las diferentes capas de nuestra personalidad, capa tras capa, hasta llegar hasta la “Esencia”, es que esta comienza a volverse “activa”. La palabra espermática del esoterismo la impregna y fecunda, y ella comienza a “crecer” de nuevo.
Se dice, estableciendo una comparación, que la “Esencia” está en nosotros como la galladura en el huevo. Si asemejamos nuestra personalidad con la “yema” y la “clara”, y si el “huevo” es fertilizado por la palabra espermática, la galladura crece y consume a la yema y a la clara, y de ello resulta el nacimiento de un “ser viviente”. Pero si el huevo no es fertilizado, seguirá siendo un simple huevo. Así ocurre en el caso del hombre.
La “Enseñanza Esotérica” dice que el “objetivo” de su “Trabajo” es alcanzar un contacto directo con nuestros “Centro Superiores” (se refiere a nuestro “Centro Emocional Superior” y a nuestro “Centro Mental Superior”) a través de una energía llamada “Energía Amor”. También nos dice que esta “Energía de Amar” aún no es conocida por el hombre, porque esa energía es “algo” consciente. Todos los escritos de Juan nos hablan de ese “Amor” que es distinto al amor emocional, al amor mecánico. No podemos comprender lo que es este “Amor” desde nuestras estrechas y egoístas ideas sobre el amor ordinario, aunque “imaginamos”, como tantas cosas, que el “Amor” es algo que ya poseemos.
Primero tenemos que “comprender” que lo que llamamos “amor” solo es el fruto de una ilusión; luego tendremos que “comprender” como nuestro “amor” está siempre lleno de “temor”, pues somos incapaces de amar verdaderamente. Juan dice: “el que aborrece a su hermano (entiéndase cualquier ser humano) está en tiniebla”, y añade: “si alguien dice: `yo amo a Dios´ pero aborrece a su hermano, es mentiroso”; finalizando con esta sentencia: “todo aquel que no tenga `ese amor´ (sin temor), está muerto.” Imaginamos que ese “Amor” viene de Dios, pero como no sabemos a qué se refiere esa palabra, aunque se nos diga que “Dios” y “Amor” son “algo” que ya está “dentro de nosotros”, no lo “comprendemos”, nos falta “comprensión”.
Hagamos un paréntesis para intentar profundizar en el significado del concepto “Dios”. Lo mismo pasa con los conceptos “Espíritu” y “Padre” referidos a Dios, Alá, Brahma. Manitú, Ra… etc. Sin importar el nombre que le demos. Detengámonos un momento y “reflexionemos” sobre cual ha sido nuestro proceso histórico. Desde siempre, aunque “ahora” es un fenómeno más abundante y generalizado, ha existido el fenómeno de las “canalizaciones” (gran parte del contenido de los llamados “Libros Sagrados” son “canalizaciones”). En ellas, si consideramos solo las modernas, las “entidades” o “seres” que transmiten los “mensajes” hacen referencia a estos conceptos de “Dios”, “Espíritu” o “Padre” (sobre todo cuando la “canalización” se produce en el ámbito de nuestra cultura judeo-cristiana). El problema es que estos “mensajes” con los conceptos que contienen, suelen tomarse literalmente y como “significados absolutos”. Es lógico y natural que en los “canalizadores occidentales” aparezcan estos conceptos, ya que muchos se consideran cristianos; y si manifiestan que no lo son, no deberían olvidar que su “inconsciente” si lo sigue siendo. Cuando la mente del “canalizador” quiere traducir la “impronta telepática” (generalmente una imagen) captada “intuitivamente”, para la cual no tiene referente en su cultura ni en su propio acervo y, por lo tanto, tampoco en su lengua, lo hace echando mano del concepto que más se le aproxima.
Conozco este fenómeno bastante bien y lo he estudiado y experimentado muy de cerca de lo largo de muchos años (desde la mitad de los años ochenta del siglo pasado). Ello me permite asegurar que uno de los problemas que origina el “rechazo” a este fenómeno es el “miedo”; miedo, generalmente inconsciente, a lo “desconocido”, se quiera reconocer o no concientemente. Al profundizar en el origen de ese “miedo” hemos de retroceder hasta nuestro más remoto pasado. En la lejanía de nuestros antepasados homínidos (si es que realmente fueron ellos nuestro antepasados) se intentó, para protegerse de él, darle a eso “desconocido” una “forma” y un “rostro”; luego se intentó sintetizarlo en una “idea”. Solo así podía dejar de ser “desconocido”. Por ello, la forma, el concepto y la idea “Dios” sirvió en aquella antigua etapa histórica para vencer nuestro miedo a lo “desconocido”, mientras nuestra conciencia y consciencia (no son lo mismo) se desarrollaban. Aunque lo “desconocido” que, aún hoy, nos produce auténtico pavor y terror es el “miedo a diluirnos en la Nada”, dejar de existir, desvanecernos para siempre. Incluso la propia “idea” la sumergimos en lo profundo de nuestro inconsciente, recubriendo la “muerte” con un velo ilusorio, para no tener que pensar sobre ello. Aún así, nada impide que la percibamos como “pérdida”, la pérdida de lo que creemos ser.
Es imposible que podamos trazar una “frontera”, vital o psicológica, si aquello que va a separar dicha frontera nos es desconocido. Lo “conocido” es lo que “creemos que existe” y lo que “creemos que no existe” nos es “desconocido”. Entonces nuestra “frontera” fue levantada entre lo “conocido” y el “Más Allá” que nos es desconocido. Lo que no percibimos es que esa “frontera” está hecha con nuestros “miedos”. Este “miedo” y su “frontera” tiene que ver con la idea de “Dios”. Una “idea” es algo que creemos poder manejar. Así, a lo largo de cientos de miles de años de nuestra historia pasada, hemos ido creando y configurando la idea de múltiples dioses y diosas que más tarde se concretaron en la idea de un “Dios Uno” (el Gran Padre) y una “Diosa Una” (la Gran Madre), Y de igual forma que decimos que Dios o los dioses nos crearon, podríamos decir (así lo hacen algunas corrientes psicológicas) que nosotros creamos a Dios y a los dioses (creamos la idea que de estos tenemos); aunque decir esto, podría ser considerado una blasfemia y podría haberte costado la vida en el pasado histórico, aunque es evidente que como “idea” fue útil para esa etapa “preconciente” de la humanidad.
Al reflexionar sobre esto, nos damos cuenta que esa “idea” le permitió al hombre, al interponerla entre sus miedos y sus esperanzas, disminuir la sensación de pánico a lo “desconocido”. Aunque también se hace evidente que, con el paso del tiempo, ello ha sido la causa de que nuestra mente se haya amoldado a la “idea” y haya dejado de reflexionar sobre lo que significa una vivencia directa de la experiencia de vivir. ¿Han pensado en la ingente cantidad de energía que gastamos en mantener y reestructurar continuamente nuestras “creencias”? ¿En justificarlas, en mantenerlas y e imponerlas? Con ello hemos “solidificado” la “forma” que se le dio a esa “idea”. Y no solo la idea “Dios”, sino también la idea “Hombre”. Las gentes deberían leer y reflexionar sobre estas dos  obras de Joseph Cambell “Las máscaras de Dios” y el “Héroe de la mil caras” para comprender que la idea “Dios” constituye un límite, una frontera, a nuestro pensar, una barrera que frena la recepción de “nuevas” ideas.
Cuando la idea “Dios”, o de la “creencia” imperante hoy en Occidente, la Ciencia, que intenta sustituirla, nos desautorizan a mirar “más allá”, terminamos por dejar nuestros destinos en manos de “Dios” o de la “Ciencia”; es decir, en manos de aquellos que manipulas esos conceptos, al haberse apropiado de ellos para adquirir poder y control sobre nosotros. Pero tenemos otras posibilidades, como “reflexionar” sobre la manera en que “percibimos” el Universo, y así nos daremos cuenta que se encuentra constituido por “conciencia” y “energía”. También nos daremos cuenta como hemos ido asimilando el hecho que evolucionar es aprender a organizarnos en un “medio” a fin de adquirir “identidad”. El problema es que para nosotros, ese medio es solamente un “medio físico”, y que cuando se trata de ir “más allá” de él, y nuestras “creencias” en determinadas “ideas” impiden ese movimiento, nuestra supuesta evolución se detiene. Es entonces cuando sentimos la necesidad de una figura que amortigüe la angustia que nos produce nuestra ignorancia y nuestro miedo a la disolución en la Nada. Generalmente esta “figura imaginaria”, a lo largo de nuestra historia, ha sido llamada “Dios”, figura a la que en momentos de angustia recurrimos.
La evolución no es algo que suceda aleatoriamente. La Evolución es “consciencia evolucionando”, y esta no puede evolucionar inconscientemente. Así que lo que llamamos Dios, Espíritu, Alma, Más Allá, Dimensiones-no-materiales, Cielo, Paraíso, Nirvana, Jardín de Alá…, o sus contrarios, Infierno, Hades, Inframundo, Amenti, etc., podríamos considerarlos como simples “estados de conciencia” dentro de un “campo” en el que se reúnen conciencias singularizadas, atraídas por las frecuencias de su nivel; consciencias que resuenan en la realidad del “campo” y con el que son afines. Es nuestro grado de lucidez el que atrae o convoca a otras energías cualitativamente afines y nos incluye en un determinado “campo”. Por ello, morir con la conciencia despierta de lo que significa la muerte, nos impulsa hacia un “campo de conciencia” con mayor o menor “Luz” (lucidez). Algún día, los seres humanos superarán sus miedos y podrán pensar en un Universo organizado por consciencias (seres o entidades) que evolucionan proyectando sus ideas y trabajos, sus tareas y procesos, los cuales se organizan en familias evolutivas, cuya finalidad es seguir ampliando sus propios límites y seguir desarrollando la Vida en el Cosmos.
Una última cosa: entre todas las energías que existen en el Universo, una de ellas es de suma importancia por su poder de aglutinación y de atracción. Nuestras tradiciones la han llamado de diversas maneras: “Eros”, “Amor”, “Compasión”…; la Ciencia moderna la ha llamado “Gravedad”. Ella permite que todo desarrollo sea “Armonía”, no ya equilibrando los “opuestos”, sino creando a partir de ellos.
Quisiera referirme, antes de terminar este artículo, al concepto “Padre”, tan común en nuestra tradición, para referirse al concepto “Dios”. Con el significado de algo desconocido, pero originario, aparece en todas las religiones y en los mitos. Como tal símbolo hace referencia a una figura que se preocupa por sus hijos los hombres. Los mitos señalan que somos “hijos” del “Padre Sol” y la “Madre Tierra”. Incluso desde el punto de vista físico y material, tal como postula la Ciencia, esto es así. Pero el símbolo tiene una significación más profunda.
Para acercarnos a ella me voy a permitir usar los conceptos “campo” (que ya se ha usado antes) y “holón”. El primero es un término de la Física Cuántica y antes lo fue de la Física Clásica; el segundo pertenece a otros “campos” de investigación, sobre todo en relación con las ciencias humanas. En Física, la “teoría de campos” describe al conjunto de principios y habilidades matemáticas que estudian el movimiento y distribución espacial de los campos físicos; como cambia un campo en el tiempo cuando interactúa consigo mismo y con su entorno. Esta teoría se desarrolló en el contexto de la mecánica clásica durante el S.XIX, para describir el campo gravitatorio, el campo magnético y el campo eléctrico. En la actualidad ha sido sustituida por la Teoría de Capos Cuántica, que reúne el campo cuántico con la teoría de la relatividad. Aunque existe otra parte de la teoría cuántica que prescinde de la relatividad. En Biología, el biólogo Rupert Sheldrake ha desarrollado la teoría del “Campo Morfogenético”, que tiene que ver con el desarrollo de un órgano en los embriones. Otros biólogos (Gilbert, 1996), consideran que es el campo morfogenético, y no los genes, el que funciona como una unidad mayor ontogénica, cuyos cambios derivan en innovaciones evolutivas. “Morphe” significa “forma”; luego, un campo mórfico es aquel donde se originan las formas. A mi me llama la atención que las tradiciones esotéricas hayan considerado siempre la existencia de un campo de este tipo, solo que ellas co habían llamado “Campo Astral”.
Por su parte, el “holismo”, del griego antiguo “holos” (“oloz”, “entero”, “todo”), es una posición metodológica y epistemológica (la rama de la Filosofía que estudia el conocimiento), que postula que cualquier sistema (podríamos decir “campo”), ya sea físico, biológico, social, mental, anímico, económico, lingüístico, etc., y sus propiedades, debe ser estudiado en su conjunto, y no por medio de las partes que le constituyen consideradas separadamente. Se refiere a la predisposición o tendencia, incluso intuición, que nos permite comprender los eventos desde el punto de vista de las innumerables interacciones que los caracterizan (Teoría de la Complejidad). Además de ser una actitud integradora, permite comprender el proceso de una parte en su contexto. Por ejemplo: cuando cualquier investigación de un evento ha constatado los aspectos conceptuales y ha esbozado la investigación, el contexto corresponde al “holos” de la investigación. Este punto de vista resalta la importancia de la totalidad, considerada en forma global, imaginándola como algo mayor que la suma de sus partes (propiedad de “sinergía”, literalmente “trabajando en conjunto”).
Bien, si han logrado entender un poco los conceptos de “campo” y “holón”, consideren que el concepto “Padre” es un “campo”. Es fácilmente comprobable que el hombre y los seres vivos son los elementos  (porque viven en él) del “campo Tierra”. Que los campos planetarios, con todos sus elementos, satélites, cometas, etc., pertenecen al campo Sistema Solar; que el conjunto de campos sistemas solares, pertenecen al campo Galaxia; y que los elementos Galaxias se inscriben en el campo Universo. Campos dentro de campos, ya nos adentremos hacia lo infinitamente grande o hacia lo infinitamente pequeño.. Si el símbolo “Padre” es un campo, ¿a cual de ellos puede referirse? Los pueblos antiguos decían, y siguen diciendo, que el “campo solar” es nuestro “Padre”, y por ello deificaron al Sol. No porque fueran poco inteligentes, sino tal vez porque, intuitivamente, percibían que la energía que desarrolla la vida en la Tierra proviene del Sol, energía que fecunda el campo de la Madre Tierra.
¿Perciben que estamos ante un lenguaje simbólico y no literal? Desde el punto de vista esotérico, tanto la Tierra como los planetas, el Sol o los soles, la Galaxia o el Universo, son los “cuerpos”, las “formas”, como el nuestro, a través de los cuales se manifiestan “Seres” (entidades con consciencia) que al igual que nosotros también evolucionan. La “holística” puede permitirnos investigar como se mueven e interactúan las energías-consciencias-partes (un campo en si mismo) en la totalidad del campo al que pertenecen.
El Árbol de la Vida de los cabalistas es un intento de explicación de estos movimientos e interacciones, de hecho es una “plantilla” que podemos aplicar indistintamente al “Hombre” al “Sistema Solar”, a la “Galaxia” o al “Universo”, ya que en si mismos, cada uno es un “campo”, considerando cada parte como un “holón” o “totalidad, un “campo”. Nuestro problema es que nos inundan los prejuicios y las “creencias”; tomamos los conceptos en su literalidad, y por los significados que los hombres les hemos dado a lo largo del tiempo. Según esos significados, los aceptamos o rechazamos, aunque no nos hemos detenido ni un solo momento a considerarlos y a pensarlos desde otro punto de vista diferente. Así, pues: el “Trabajo” dice que nos liberemos de los viejos conceptos y de las añejas ideas.

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