domingo, 25 de febrero de 2018

Historias y reflexiones para el interior de fuera 01



Aclaración

Estas historias y reflexiones pertenecen a una etapa posterior a un “seminario” cuyo contenido era “¿Por qué decimos que somos el Hombre?” Porque aunque nos llamemos de tal manera, ¿sabemos lo que ese nombre significa? Y si no lo sabemos, ¿por qué decimos que lo somos? Dado que lo que se intenta es evolucionar en la conciencia, buscamos al “hombre” que somos, pero no somos el hombre que dicen.
(...)

Durante ese seminario se trató de buscar, en el conocimiento, pensamiento e ideas de las antiguas Tradiciones, lo que éstas sabían acerca del hombre. Ha sido esa una labor en la que, en lo que a nuestra investigación se refiere, nos hemos enfrentado a ideas, pensamientos, conceptos, imágenes y planteamientos diferentes a los habituales de la vida cotidiana, incluso los habituales de la vida académica. En ese trabajo, hemos usado, principalmente, nuestro “pensar”.
Dado que el “pensar” (siguiendo a C. G. Jung) es solamente una de las cuatro funciones de nuestra totalidad psíquica, nuestra “psique” o “alma” (las otras tres son el “sentir”, el “intuir” y el “percibir”); y dado que solo dos de ellas son funciónes concientes; e igualmente dado que en nuestra cultura occidental el “pensar” es la función sueperior; esto quiere decir que hemos usado predominantemente la facultad de “pensar” para analizar, entender y comprender las ideas y conceptos que las Antiguas Tradiciones nos ha legado sobre su conocimiento de lo que es el “Hombre”. Pero para averiguar lo que realmente somos, no es suficiente solo con “pensar”, necesitamos también el uso de las otras tres funciones, no de una forma inconsciente, sino desde su plena conciencia. Sobre todo, necesitamos del “sentir”, no como sensación, ni siquiera como emoción, sino como “vibración”, como “frecuencia”, que responda a cualquier vibración y frecuencia energética que establece contacto con nosotros. Y es, cuando esta respuesta “sentida” y “resonada” en nosotros se une a nuestro “pensar”, que surge eso que llamamos “senti-miento” (sentir y mente), algo que nada tiene que ver con la realidad que constituye nuestro “campo emocional”.
Por ello, estas “Historia y reflexiones hacia el interior de fuera” tienen como imagen expresiva la “poesía”, ya que es en ella donde los poetas expresan su “sentir”; aunque mejor sería decir que es a través de ese “sentir” como expresan su relación con el mundo y lo que en él sucede.
Pensar” no es algo opuesto a “sentir”, lo mismo que “intuir” no es algo opuesto a “percibir”. Y aunque así lo parezca en la estructura de la psique, esos aparentes “opuestos”, no son tal, sino que son realidades complementarias engarzadas por la “esencia” de la propia naturaleza, sustancia o energía, de la psique. Como dice el budismo, son aspectos “no-duales”, y como no-dualidad han de ser usados y manejados. El problema es que el pensamiento occidental es “dual” por lo que, irremediablemente, los opuestos son separados y enfrentados. Precisamente, esta dualidad, es uno de los problemas que obnubilan nuestra compresión sobre lo que, como “Hombre”, realmente somos.
En algunas reflexiones hay alusiones a “contenidos” ya estudiados y debatidos en la etapa anterior. Aclaro esto para aquellos/as que lean esta reflexiones y no hayan participado en el seminario. Solo tienen validez para ellas/os. Para los demás, estas historias constituyen una unidad en sí mismas. Espero os ayude a “sentir”.
 (1)

La Pluma del águila

Junto con “ideas” simbólicas y metafóricas como las contenidas en esos “Misterios de la Creación” que hemos visto, he decidido abrir una nueva sección para esta nueva etapa. Esta nueva sección se llamará: “Historias y reflexiones para el interior de fuera”. El propio título de la sección ya es motivo de una reflexión. ¿Qué es eso del “interior de fuera”? ¿Acaso no es una contradicción? No es más contradicción que el “sentir” respecto al “pensar” o viceversa. De momento dejo estos “misterios” a vuestra propia reflexión.
Ahora quiero contaros una historia. La he reconstruido y dado forma a partir de los recuerdos de las conversaciones que tuve con Paris´ha, la india Cherokee que Mari y yo conocimos hace ya muchos años. Recuerdo que hablamos un día de un suceso triste del pasado de su pueblo y que la Historia le ha dado el nombre de “El sendero de lágrimas”.
Todo había empezado con la “Ley de Remoción de Indígenas” que el presidente norteamericano Andrew Jackson promulgo en 1830 y que llevó a muchas tribus indígenas de Norteamérica a abandonar sus tierras y a ser encerrados en “reservas”. En realidad, las que recorrieron ese “sendero de lágrimas” solo fueron cinco tribus a las que -incongruencias del lenguaje- se las ha llamado “tribus civilizadas”. Ese nombre les fue dado porque, muchos indígenas, una vez llegados a las “reservas” situadas en lo que hoy son los territorios de Oklahoma, Indiana y Montana, cuando vieron el futuro que les esperaba, tomaron la decisión de asimilar la cultura europea, adaptando las técnicas agrícolas del “hombre blanco” para cultivar las nuevas tierras a las que habían sido desplazados. Incluso, muchos de ellos, llegaron a tener esclavos negros para el trabajo de sus fincas.
Unos 15.000 Cherokee, en 1838 fueron desplazados hacia Oklahoma, dejando en el transcurso de ese lago recorrido unos 4.000 muertos; de ahí lo del “Sendero de lágrimas”. Las otras cuatro tribus desplazadas a éste y a los otros territorios fueron los Choctaw, los Chicasaw, Creek y Semínolas.
Pa´ris´ha me contó la historia de un descendiente de aquellos Cherokee que llegaron a Oklahoma en 1838. Era un hombre de unos 20 o 25 años, había estudiado los estudios primarios en la escuela local (no se cual era el pueblo, y tampoco nos importa) y luego había entrado a trabajar en el servicio de Correos, por lo que era cartero. Esto había ocurrido sobre la primera mitad del S. XX. Sus padres, junto a un nombre cristiano (no recuerdo cual) le habían puesto un nombre Cherokee, “Awini´ta” o “ciervo joven”. De lo que aún me acuerdo es del significado, “ciervo joven”, pero no de como es el nombre en lengua Cherokee, así que lo he buscado y es “Awini´ta”.

*  *  *  *  *

La pluma de águila
Un día enviaron al cartero Awini´ta a llevar una carta a la reserva india que estaba a algunos kilómetros del pueblo. Éste cogió su caballo y se dirigió hacia allí para entregar la carta, la cual era un comunicado del ejercito para una familia cherokee diciéndole que su hijo había fallecido en combate durante el Desembarco de Normandía. Awini´ta se entretuvo consolando a los padres y luego hablando con uno de los ancianos del pueblo que le habló sobre “objetos” que transmitían un gran poder a quienes los poseían, como por ejemplo, el “Calumet”. Escuchando aquella historia, Awini´ta, que no sabía nada o casi nada de las historias de sus ancestros, pensó que sería maravilloso el poder recibir y tener un “objeto” que solo podía ser otorgado por el Gran Espíritu Wanka Tanka. El “anciano” le explicó que el objeto más humilde que una persona podía recibir era una pluma de águila.
Cuando se marchó del poblado, iba pensativo y en su mente se iba formando una idea. Él, Awini´ta, quería tener una pluma de águila. Si llegara a conseguir una pluma de águila, podría llegar a tener todo el poder, la sabiduría y el propósito que deseara, y el deseaba llegar a ser alguien importante. Pero también recordó, se lo había explicado el anciano indio, que esos “objetos” no podían comprarse, que era la Voluntad del Gran Espíritu la que los otorgaba.
A partir de aquel día, Awini´ta dedicó todo su tiempo libre a buscar la pluma de un águila. Creía que para encontrarla solo debería tener los ojos bien abiertos y expectantes, y tras esa expectación pasaron los días, las semanas y los meses. Así, poco a poco, la pluma de águila se convirtió en una obsesión. Ya no pensaba en nada más, su búsqueda de aquel “objeto” ocupaba todo sus pensamientos y todo su tiempo, olvidándose incluso de su familia, sus padres, su mujer, su hijo y sus amigos, que se miraban preocupados sin saber que le estaba ocurriendo a Awini´ta. Desde que el sol aparecía en el horizonte hasta que se ponía en el extremo opuesto, Awini´ta dedicaba todo su tiempo a la búsqueda de su pluma de águila. Ya no se ocupaba ni prestaba atención a lo que le decían su familia y sus amigos. El objeto de su búsqueda, la pluma del águila, se había petrificado en su mente.
Pasaron los años y la pluma de águila no aparecía. Sus padres murieron, su mujer y su hijo le habían abandonado y habían rehecho su vida; sus viejos amigos le miraban con lástima cuando se cruzaba con ellos, pero a él no le importaba. Lo único que importaba era encontrar su “objeto de poder”, su pluma de águila.
Conforme pasaban los años, Awini´ta comenzó a envejecer, cada vez tenía menos fuerzas para salir a la búsqueda de su obsesión. Hasta que un día se dio cuenta que por mucho que buscara, no estaba más cerca de encontrar la pluma de águila que lo había estado el día que inició su búsqueda. Pero, aún así, no se dio por vencido. Un día se encontraba tan cansado que se sentó a descansar bajo un árbol que había junto al sendero que había estado siguiendo. Cerró los ojos y se quedó medio dormido. De pronto se sobresaltó porque sintió una presencia junto a él. Abrió los ojos. Delante de él, se encontraba el propio Gran Espíritu en su forma de Mujer Búfalo Blanco.
- ¿Qué te ocurre Awini´ta? - Le preguntó.
- Me encuentro muy cansado, me he pasado la vida buscando uno de tus “objetos de poder”, el más humilde todos, la pluma de un águila. Ahora me doy cuenta que he perdido mi vida en una búsqueda inútil, he perdido a mi familia y a mis amigos y ahora me encuentro solo. Lo único que me preocupaba era encontrar esa pluma y para mí ya se ha hecho tarde, la vida ha pasado a mi lado sin que me haya dado cuenta. Seguramente me he perdido muchas cosas buenas que la vida traía para mí.
- ¿Y qué piensas hacer ahora, Awini´ta? - Le preguntó la Mujer Búfalo Blanco.
- Voy a abandonar mi búsqueda de ese “objeto de poder”. Me gustaría poder vivir los años que me queden disfrutando con lo que la vida me traiga. Me gustaría tener amigos, tal vez recuperar a mi familia, pero se que eso es imposible. He sido un estúpido. Te pido perdón, Gran Espíritu, por el modo como he llevado y desperdiciado la vida que tu me has entregado.
La mujer Búfalo Blanco le sonrío tiernamente y pasó su mano por sus blancos cabellos en una suave caricia. Entonces, y solo entonces, le inundó una gran paz, mientras sentía que las fuerzas volvían a él y se quedaba profundamente dormido, pero no lo bastante para escuchar las últimas palabras del Gran Espíritu:
- Observa como las cosas suceden solas. -Le dijo la Mujer Búfalo Blanco-. Ahora que has renunciado a toda búsqueda, estás preparado para aprender de todo aquello que la vida te trae y pone ante ti. Querer andar el Camino de las antiguas tradiciones, de nada sirve si ello te impide recorrer tu propio “camino”.
Cuando Awini´ta despertó de su sueño apenas quedaba en su cabeza algún recuerdo y algunas imágenes de la visión que había tenido. Miró a su alrededor y el lugar permanecía solitario, solo su caballo pacía tranquilamente la fresca hierba que crecía junto al camino. Del pomo de la silla colgaba la gran cartera en la que llevaba las cartas que aún le quedaban por repartir. Se levantó y montó en su caballo. Cuando comenzaba a caminar percibió una sombra que pasaba sobre él. Levantó la cabeza y miró al cielo. Un gran pájaro, un águila moteada, se encontraba suspendida sobre él, meciéndose suavemente el la corriente de aire. Awini´ta la miró fijamente e incrédulo por lo que veía. Contempló como el águila cogía con su pico una pluma del extremo de una de sus alas y se la arrancaba, dejándola caer sobre él. Luego, agitó sus alas y se perdió en la distancia rumbo a las montañas.

Awini´ta contempló como la pluma del águila caía hacia donde él se encontraba meciéndose suavemente en la brisa. Entonces recordó todo su sueño, recordó como en su sueño había desperdiciado su vida persiguiendo la fantasía que un anciano indio le había contado. Y recordó como le había pedido perdón al Gran espíritu y como le había prometido abandonar su inútil búsqueda. Y, precisamente ahora, había contemplado con sus propios ojos como un águila se arrancaba una pluma y se la ofrecía, esa pluma que, meciéndose en el viento, descendía sobre él.
Awini´ta aprendió la lección de su visión. Dedicó su vida a cuidar de su familia y de sus amigos; dejó que la vida le enseñara lo que le traía cada día, se convirtió en un hombre sabio al que todos iban a pedirle consejos y al que todos respetaban. ¡Ahora si que tenía la sabiduría y el poder! Aunque se interesó por conocer lo que otras culturas atesoraban de su pasado, no quiso poseerlas, ni apropiarse de ellas, para así ser algo diferente. El era Awini´ta, el cartero, y ahora sabía, al final de su vida, como llega la Sabiduría. Las vida se lo había enseñado.

* * * * *
Un filósofo de Al´Andalus llamado Abul Beka, que vivió allá por el siglo X en Medida Runda (la actual Ronda) decía:
Cuando la Soledad se sienta a descansar sobre tu corazón, cuando tus ojos la vean en todos los caminos y entre todos los hombres, mira hacia el cielo. Siempre encontrarás una estrella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario