LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA
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Todas las “Escrituras”
consideradas “sagradas”, pero
también los mitos y las leyendas, en principio, tienen un doble sentido: uno es
“interno” y el otro es “externo”. Esto quiere decir que tras la
literalidad de las palabras se
encuentran ocultos otros significados que posibilitan otro “conocimiento”.
(...)
Habría que suponer que en el pasado hubo una época en la
que al menos algunos seres humanos poseyeron y estuvieron en contacto con ese “conocimiento” y esos “significados internos”. Conocimiento y
significados “psicológicos”. Esto es
lo que sucede con esa forma de “Enseñanza”
que, por ejemplo, en los Evangelios se llama “parábola”. No hace falta ser muy inteligente para advertir las
grandes contradicciones que encontramos al leer de forma literal, tanto las
historia del Antiguo y Nuevo Testamente, u otros textos considerados sagrados
en otras tradiciones. Son muchos, a lo largo del tiempo, los que se han
preguntado si estos relatos, mitos, alegorías o parábolas, significarían otra cosa
que lo que parecen significar cuando los leemos literalmente. ¿Cuál pudo ser el
motivo de codificarlos? ¿Por qué sus “significados”
fueron velados?
La explicación que nos ha transmitido la Tradición
y la “Enseñanza Esotérica” (ya saben
que “esotérico” significa “aquello que es interior a…”, en
contraposición a “exotérico” o lo
que “es exterior a…”) es que las
ideas subyacentes en este tipo de escritura nos proporcionan un sentido más
elevado, con una mayor significación, al ser percibido internamente, que aquel
que nos transmiten las meras palabras. Ese “otro significado” solo puede “asirse”
mediante la “comprensión” (no
olviden tampoco que lo que esta Enseñanza
pretende es “despertar” al ser
humano de su sueño, proporcionándole una nueva
comprensión que ha de surgir de su interior, aparte de su comprensión externa
proporcionada por sus sentidos). Una cosa es entender y comprender las cosas en
su significado literal, y otra muy
distinta hacerlo en su significados
psicológicos.
Les pondré un ejemplo: todos creemos saber lo que
literalmente significa el mandato “no
matar”. ¿Pero qué significa este mandato psicológicamente? Significa “no matar en nuestro corazón”, siendo el
“corazón” un símbolo que hace
referencia a “algo” más profundo y
elevado en nosotros, como por ejemplo el “chakra
corazón” que nada tiene que ver con el órgano corazón. Otro mandato nos
insta a “no cometer adulterio”, y
todo el mundo le ha dado una interpretación literal, proporcionándole un
significado convenido. Pero su significado
psicológico nos dice otra cosa, y se refiere a “no mezclar las distintas enseñanzas”, la “externa” y la “interna”
que existen sobre nuestra realidad. Por ello se dice también que las Enseñanzas
“se prostituyen” al ir a buscar
otros ídolos y cosas por el estilo. El sentido
psicológico nada tiene que ver son el sentido
literal, aunque si ese sentido
psicológico se le dijese directamente a alguien acostumbrado a interpretar
literalmente, pensaría que ello es una tontería. No comprendería que en estos
mandatos hay una “idea de significación
más levada” (con más consciencia), sino que al no tener más que una forma
literal de “comprensión” y
entendimiento, lo comprenderían equivocadamente. Haciendo de ese significado
psicológico algo inútil, o algo peor.
Un nivel superior de “significado”
solo puede ser accesible a aquel que está preparado para llegar a él por si mismo y comprenderlo internamente, accediendo a
su significado psicológico. Por ello tampoco se trata de desorientar a las
gentes, ni de engañarlas, sino de “evitar”
que ese significado más elevado “caiga”
donde no deba caer y pueda ser malinterpretado. Por otro lado, parábolas,
Escrituras sagradas, mitos y leyendas siempre han estado ahí para el que
quisiera acercarse a ellas e interpretarlas. El problema es que las gentes “imaginan” que pueden “entender” cualquier cosa con tal que se
les diga lo que es (como yo hago ahora) o que se les explique. No “entienden” que el desarrollo de la “comprensión”, del “entendimiento” e, incluso, de la “percepción” de las diferencias, constituye un largo proceso de “Trabajo Interior”.
La “idea” que
hemos de comprender es que el propósito de todas esas “Escrituras” llamada “sagradas”
o “míticas”, es el de transmitir un
conocimiento y un significado más elevado, usando para ello un “lenguaje ordinario”, y tomando ese
conocimiento como punto de partida. Las parábolas, por ejemplo, tienen por un
lado una significación literal, normal y corriente, ya que su objetivo
inmediato es el de proporcionar al “hombre
literal” un “significado superior”,
aunque empleando “conceptos” e imágenes de un significado literal,
aunque de tal manera que pueda llegar a “pensar
por si mismo” un significado más elevado. La parábola nos invita a que
pensemos sobre nosotros mismos. Pero hemos de hacerlo partiendo del “nivel” que cada uno tiene en ese
momento, e intentar elevar su nivel de entendimiento y comprensión por sí
mismo. Nadie lo puede elevar por uno. Tenemos que “asir” y “agarrar” con
fuerza lo que se nos “enseña”, se
nos “muestra”, hacerlo de una forma
“natural”, para poder alcanzar otro
nivel de interpretación, un nivel interno y psicológico.
Una parábola es una construcción deliberada. Fue creada
por aquellos que tenían más consciencia, el Círculo
de la Humanidad Consciente,
para que al “caer” o ser “sembrada” en el nivel ordinario de
nuestra mente, esta trabaje en ello, elevando su nivel natural de entendimiento
a grados más altos. La expresión “ganarás
el pan con el sudor de tu frente”, hace referencia a ello. El alimento de
la mente son las “ideas” (el “pan”); al trabajar con “nuevas ideas” la mente segrega nuevos
significados (el “sudor de la frente”).
La parábola es un “transformador” de
nuestro entendimiento e, igualmente, es un medio para conectar los niveles
inferiores de nuestro entendimiento con los superiores, desarrollando así
nuestra “comprensión”.
Lo que llaman el mensaje
evangélico nos habla principalmente de la posibilidad que tiene el ser
humano de una “evolución interior” a
la que llama “renacer” o “nacer de nuevo”. Si elijo textos de
nuestra tradición judeocristiana es porque, aunque no se crea en ellos, se
encuentran más cerca de nosotros. En las “Escuelas
de la Vida”
de los templos egipcios también se hablaba de esto y ellos lo llamaban “resurrección”. Lo que el Evangelio dice
es que el hombre de este planeta, si el quiere y así lo desea voluntariamente,
puede someterse a una evolución interior
o psicológica, siempre que sea capaz
de conectar con cierta “Enseñanza”
para devenir en un Ser con mayor “comprensión”, ya que el “hombre” es lo que “comprende” y no lo que aparenta (no es un “fariseo”).
La idea central de estos textos es la de el “Hombre” es una “semilla”, que ha sido “sembrada”
en este planeta para que desarrolle un determinado tipo de crecimiento ya que tal
como es, el hombre aún no es un ser completo y acabado. El hombre “dormido”, el que “imagina” en su “sueño”
que “puede hacer”, nunca admitirá
esta Enseñanza si se le proporciona
directamente. Pero puede “despertar”
y llevar a cabo, individualmente y por sí mismo, el trabajo de su propia evolución, de su “segundo nacimiento” o “renacimiento”,
aunque no tiene por qué hacerlo si no quiere. A los que “no quieren” en los Evangelios se les llama “pasto”, algo que será consumido por el “fuego” por inútil (con esto se quiere decir que su “Ser” será purificado por el fuego para
ser “sembrado” de nuevo).
El ser humano “renace”
a través de sus más profundas reflexiones y no por lo que hace exteriormente.
Cada ser humano “evoluciona” a
partir de su propia “comprensión individual” y a partir de su “aceptación interna” de lo que considera
su propia “verdad”. “Yo soy el camino, la verdad…” quiere
decir que cada ser humano es su propio camino por lo que no hay que seguir ni
imitar el camino de nadie.
Cuando las nuevas “ideas”
contenidas en esta Enseñanza “caen”
en los aspectos equivocados de nuestra realidad externa, quedan destruidas,
porque nos parecen un despropósito y una tontería. Son “pisoteadas” por los “cerdos”,
como dice la parábola y, por ello, estas perlas
de sabiduría no deben ser echadas a dichos animalitos, para que nos las
pisoteen, dado que los “pies” hacen
referencia al caminar por la realidad exterior. En esta Enseñanza no se toma al ser humano por lo que “aparenta ser” (“fariseos”).
Sino por lo que cada ser humano es en lo más profundo de si mismos. El “fariseo” solo vive por el mérito, la
alabanza o la recompensa. Esta “idea
interior” o “esotérica” acerca
de lo que podemos llegar a ser, proporciona al ser humano un “conocimiento”: el que, interiormente,
posee el potencial de un elevado nivel de “entendimiento”
y “comprensión” que no utiliza,
porque no se ha preocupado en desarrollarlo. ¿Dónde se encuentra el problema
para no hacerlo?
El problema es que ese “antiguo lenguaje” se ha olvidado, ha sido ridiculizado y atacado y,
la Enseñanza que contenía se encuentra tan
fragmentada, que puede decirse que se encuentra “perdida” para el grueso de la humanidad. Aunque sobreviven algunas
fragmentos de dicho “conocimiento”
que nos permiten entender algo acerca de estos antiguos significados. Si
nuestro primer nacimiento ocurre al nivel de la biología celular, “renacer” ocurre al nivel de una nueva
biología a la que, allá a mediados del siglo pasado, un biólogo (Edmund W.
Sinnott) llamó “La biología del espíritu.”
Hay en las parábolas una idea que nos interesa y a la que
ya he hecho referencia: el “hombre”
es una “semilla” que ha sido “sembrada” en la “Tierra”. Por su parte, “Cielo”
simboliza el más alto nivel que nos es dado alcanzar, mientras que “Tierra” es el bajo nivel en que nos encontramos.
Todo esto se encuentra explicado en este blog en la carpeta “Parábolas”; hay cuatro parábolas
explicadas, busquen la parábola sobre “El
Reino de los Cielos” y podrán llegar a la comprensión de porque somos una “semilla” que ha sido “sembrada” en la “Tierra”. Gracias.
No es sencillo hablar sobre los “estados interiores”, de hecho es inútil, ya que todo lo que se
puede decir no son más que generalizaciones. Solo podemos “observarlos” y “experimentarlos”
a la vez que se lleva a cabo el Trabajo.
Tampoco es sencillo entrar en el significado psicológico de los símbolos
encerrados en las parábolas. ¿Cómo resolver el problema que supone admitir que
mientras que caminamos sobre la superficie de este planeta con nuestro “pies físicos”, simultáneamente, caminamos
sobre la superficie de la vida con “pies
psicológicos”. ¿Qué significa esto?
Lo que captan nuestro “pies físicos” es lo que captan nuestro sentidos, las “sensaciones” que estos nos
proporcionan. Y la clase de “zapatos”
que calzan estos “pies” físicos son
nuestro puntos de vista, nuestra opiniones y nuestras actitudes. Podríamos
decir que “pensamos con los pies”, o
desde el tipo de zapatos que calzamos. Y ello constituye nuestra “verdad”, una verdad “literal”. Por ello, aquello que desean
alcanzar un desarrollo interno, dice la Tradición a través de sus relatos que han de
descalzarse, se han de quitar sus zapatos para pisar un lugar interior, “sagrado”. Algunas culturas y algunas
religiones, al haber perdido la comprensión de lo que esto significa, toman
esta advertencia literalmente. “Descalzarse”
significa que debemos pisar la vida, no con pies físicos, sino con pies
psicológicos, con los pies del alma, no a través de lo que entra por nuestros
sentidos.
El pensamiento derivado de los sentidos, el pensamiento “sensual” ni puede “pisar” un nivel superior en la “escala del Ser”. La “mente”
posee “niveles” y el nivel sensitivo
de la mente (los “zapatos”), el
nivel externo, no puede comprender el nivel psicológico o del alma, el nivel
interno. Llevar el conocimiento
psicológico al nivel del conocimiento
sensual es “destruir” todo
aquello que nos puede conducir a un nivel de Ser y conciencia más elevado. No
comprendemos que el “hombre dormido”
trata de entender y pensar desde los “zapatos”
que calza. “No te llegues acá: quita tus
zapatos de tus pies, porque el lugar en que tu estás, tierra santa es.”
(Éxodo 3, 5)
El hombre físico, identificado con su cuerpo físico, que
cree suyo, aunque le ha sido dado, se
encuentra “sometido” a la cultura y
a la civilización a la que pertenece. Una “matriz
social” que se mantiene por medio de leyes. Si las infringe, es castigado.
Pero este hombre, aunque manifiesta tener una “psicología” (la ciencia física no considera que el hombre tenga
algo así), carece de un “cuerpo psicológico”
integrado. Carece de organización interna, por ello obedece leyes externas a
causa de, por una lado, su deseo, y
por el otro, su temor a que le
señalen (por ejemplo como corrupto).
En la simbología del cuerpo humano, y del “templo”, la “cabeza” es la parte “superior”
o más “elevada”, o “íntima” del hombre psicológico. Cuando
mezclamos el pensamiento de los “pies”
con el de la “cabeza”, estamos
mezclando los niveles y, con ello, alteramos el “significado” de las cosas. Estos dos órdenes de “verdad” no son contradictorios, ni se
oponen, porque pertenecen a “niveles”
distintos, aunque pueden enfrentarse si los convertimos en “opuestos”. Solo son dos formas
diferentes de verdad, a distintos niveles. La idea de “niveles” no se puede pensar desde los “pies”.
Lo mismo pasa con las ropas
o vestidos que nos cubren. Estos
denotan, en este lenguaje simbólico, lo que viste el “hombre psicológico”, su forma de “verdad”. Cuando nos quitamos la ropa (vestidos psicológicos) y
quedamos “desnudos”, nos parecemos a
aquel emperador del cuento de hadas que le habían hecho creer que el traje que
llevaba era transparente. El hombre
desnudo sería aquel que no tiene ninguna “psicología” y por ello carece de alguna clase de “verdad interna”. “Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, para que no ande
desnudo y vean su vergüenza.” (Apocalipsis, XVI, 15). El significado de
esta “verdad” es psicológico, no
físico.
Al ser expulsados del “Paraíso”, como nos vimos desnudos,
nos pusimos un “vestido de piel”, un
vestido hecho de carne, huesos y sangre. Lo que no comprendemos es que el hombre psicológico está compuesto de
pensamientos, sentimientos y deseos “invisibles”.
Por ello, la “calidad” del hombre
psicológico viene determinada por lo que éste piensa y desea. Ya sabemos que podemos
pensar una cosa y desear otra. Si esto ocurre, carecemos de orden interno y
nuestro cuerpo psicológico se encuentra “desordenado”
o no se encuentra “vestido” con la
ropa adecuada. Si esto ocurre, necesita “purificarse”.
Purificar nuestro pensamientos ha sido simbolizado como “lavar los pies con agua”. Ello nos
permite “cambiar de mentalidad”,
producir en nosotros una “metanoia”
(cambio de mente). Ya que los “pies”
simbolizan la “mente inferior”, la
que está en contacto con el mundo exterior, y el “agua” que contiene el lebrillo lava la “sensualidad” de esta mente inferior o externa, no psicológica.
Todas estas parábolas y relatos contienen significados psicológicos y hacen referencia
a dos niveles en el hombre: un nivel
inferior y un nivel superior. De
hecho la “Enseñanza Esotérica” es
pura psicología, psicología esotérica,
que trata del “hombre interior”, de
nuestra posibilidades, de aquello que el hombre psicológico ha de separar y ha
de renunciar.
Lo primero que hemos de “comprender” es que si no asimos
(tomamos) los nuevos significados que nos proporcionan las nuevas ideas, que
proceden del Círculo de la Humanidad
Consciente, con una nueva manera de “pensar” (un nivel más alto de la mente), más alto que el nivel de
la mente sensorial, el “hombre natural”
no podrá llevar a cabo el desarrollo que le es inherente. Si permanecemos
apegados a los sentidos, seremos incapaces de pensar psicológicamente.
En (Génesis, XLIX, 17) encontramos un relato que nos
muestra esta doble manera de pensar. “Dan
es serpiente en el camino, una víbora junto al sendero que muerde los talones
del caballo y hace caer por detrás al jinete.” El relato utiliza a la “serpiente” como símbolo de una forma sensual de pensar y comprender. El
“caballo” son nuestras emociones y
nuestro pensamiento sensual. El “talón”
es lo más bajo que hay en lo “natural”
antes de los “pies”, lo más bajo del
pensar sensual. Cuando lo que una persona es y lo que aparenta ser se contradicen, la mente se encuentra
dividida y se “engaña”. Lleva “veneno” escondido. Jesús llamó a los
fariseos, “serpientes, generación de víboras”.
Este “veneno” impregna nuestro
cuerpo psicológico y lo conduce a la muerte.
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