sábado, 21 de diciembre de 2013

"El Comienzo". Cuento de mi hijo Miguel


PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 05/04/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: "El Comienzo", cuento de mi hijo Miguel.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: La proyección que hace de los arquetipos que están en los mitos causa impresión.
<ILUSTRACIÓN 1>: Una gigantesca esfera amorfa, suspendida en el vacío, se movía alrededor de la bola de fuego que antaño creara.
<CUERPO DEL TEXTO>:
   Había pensando escribir sobre los orígenes del Universo y, sobre todo, irles ofreciendo una serie de comunicaciones procedentes de seres de otra dimensión sobre éste tema, cuando mi hijo Miguel, que estudia BUP y que le gusta leer fantasía heroica, que escribe cuentos de gnomos, elfos y épocas fantásticas, pero que no conoce en profundidad todo lo relativo a mitología o cosmologías, me dio para leer un cuento escrito por él. Quedé muy impresionado por su increíble facilidad para fabular, y por la proyección que, en la historia por él narrada, hace de los arquetipos que están en los mitos. Pensé que sería una buena idea, a la vez que a él le haría feliz, el comenzar a hablar sobre este tema con un cuento tan encantador y tan lleno de simbolismo respecto a Los orígenes.

(...)

    La frase: En el principio... o, Érase una vez..., abre las puertas de un mundo fabuloso de quimeras y fantasías. Su intención es la de explicar el origen del mundo y de la naturaleza de todo cuanto existe. No olvidemos que en la raíz etimológica de la palabra fantasía, está el hecho de materializar, de hacer visible.
   ¿Qué es esta Creación? ¿Cómo surge esta idea de principio?
   Son preguntas que solemos hacer cuando a partir de Todo-lo-que-existe intentamos acceder a lo-que-existió. La Creación no solo se refiere al Universo, sino a los seres que llenan ese Universo. No importa cual sea el relato, desde el "Génesis" hasta el "Enuma Elish", pasando por el "Popol Vuh" o el "Kalevala", en todos ellos se nos habla de los aspectos cosmogónicos de la Creación, pero apenas si se nos habla en ellos de aquello que nos interesa: el origen del ser o de los seres en general. En ellos, del cómo, se pasa siempre al por qué. Ya hablaremos de ello; ahora, les dejo con este bello cuento.
*  *  *
"EL  COMIENZO"
(SEGÚN CREENCIAS ÉLFICAS)

   Vihtalar, el Dios Mayor, despertó de su largo y tranquilo sopor. Llevaba demasiados miles de años durmiendo y el desorden que se adueñaba de su mente lo exponía, indefenso, a la inmensa magnitud del Todo. Sus hijos de pensamiento, los Dioses Menores, lo miraron considerados, sabedores de la grandiosidad de su poder, único capaz de crear Vida. Era por esto que lo adoraban y respetaban como su verdadero Creador.

   Intentando ordenar rápidamente el revoltijo de ideas que se agolpaban en su testa, Vihtalar les sonrió débilmente y ladeó la cabeza para observar sus dominios, pero algo no esperado enturbió su visión. Allí, en el Todo que era El, una gigantesca esfera de tierra amorfa y mares revueltos, suspendida en el vacío, se movía lenta y majestuosamente alrededor de la espléndida bola de fuego que antaño El creara. Sorprendido, preguntó a los Dioses Menores, sin pronunciar palabra, el origen de aquel portento. Uno de ellos, Sóltar, del que sus hermanos decían era el preferido de Vihtalar, habló:
   - Padre -dijo-, mientras tú descansabas y reponías tu poder, nosotros nos hemos tomado la libertad de crear. Pero, al intentar simular tu obra -y señaló al luminoso sol-, hemos fracasado en la empresa.
   El Dios Mayor estuvo mucho tiempo pensando, observando la desastrosa  composición que sus hijos habían creado. Por fin, salieron de su persona unas extrañas palabras, que retumbaron en la grandeza del Todo. Esto fue lo que dijo:
   - Escuchadme bien, hijos míos. Hay dos importantes factores que influyeron para que vuestra obra no coincidiera con el propósito inicial. Lo primero, y más indispensable, es esto: jamás copiéis algo que ya esté creado; debéis seguir siempre vuestro propios impulsos, sin guiaros de nada ni de nadie. En segundo lugar, y aunque nunca os lo haya dicho, yo di Vida a mi obra.
   Varias exclamaciones de asombro salieron de boca de los oyentes, que miraron, sobrecogidos, el sol resplandeciente. Y ahora sí lo vieron rebosante de vida.
   ‑ Pero no os desaniméis hijos míos -continuó, elevando la voz sobre el  murmullo-, si os lo proponéis podéis arreglarlo. Sólo hace falta que pongáis en marcha vuestro ingenio e imaginación.
   Los Dioses Menores, ahora sabréis sus nombres, no tardaron en poner en práctica las observaciones de su Hacedor.
   Tilefren, el primogénito, dio forma a la tierra según su conveniencia,  elevándola y cortándola con sus propias manos, haciendo así las montañas, los  barrancos y los valles. Grodinin apaciguó las aguas y las distribuyó por el mundo como mejor le pareció, creando mares, lagos y océanos. Grodanan, gemelo del anterior, rodeó la esfera con una húmeda bruma blanca, que más tarde llamaron nubes, para protegerlo de la luz que irradiaba la Primera Obra; y para cuando se secasen las tierras, mojarlas con el líquido que descansaba sobre ellas. Por último, Drubel que, en un ataque de inspiración, esparció por el vacío que rodeaba a la obra finísimas partículas de su luminoso cuerpo, convirtiéndose estas en lo que ahora denominamos estrellas. No contento con esto, dio un ligero toque en uno de los costados del mundo y éste comenzó a  girar sobre sí mismo, dividiendo la historia en días y noches, o lo que es lo mismo, en luz y oscuridad; y, para iluminar un poco la penumbra de la noche, creó una pequeña esfera que puso a dar vueltas sobre el mundo, y aunque no tuviera luz propia, sí reflejaba la incesante claridad del sol. Sóltar, rebelde desde el mismo momento en que nació, fue el único que no quiso aportar nada en la obra. En vez de eso, miró a Vihtalar y le dijo, desafiante:
   ‑ Ahora tú, Padre, debes darle Vida, para que esté completa.



   Y Vihtalar creó los primeros seres vivos que habitaron en el mundo: los  árboles. Los juntó en extensas comunidades, formando con esto los bosques, que dieron un bello color a la tierra y que contrastaba con el intenso azul del mar.
   - Vivirán hasta que el mundo se acabe ‑dijo mirando a Sóltar-. Pero este aún no estaba conforme con esas extrañas criaturas.
   Entonces, el Dios Mayor, esparció sobre las tierras y las aguas todo tipo de animales. Más a éstos no los hizo eternos como a los primeros, al contrario,  nacerían y morirían al tiempo que él pestañeaba. Les dio el don de aparearse y procrear vida, pero sólo semejante a ellos.
   - ¡No! -gritó Sóltar encolerizado-. Sabes que no eso lo que pido, y lo sabes porque tú eres mi Hacedor.


   Vihtalar comprendió cuales eran los ruegos de su hijo de pensamiento. Sin ninguna prisa, moldeó y las puso luego sobre el mundo, unas maravillosas criaturas que llamó Elfos. Los hizo tan longevos como a los árboles y les dio el mismo don que a los animales. Pero además de esto, el Dios quiso que sus nuevas criaturas tuvieran el poder de crear y admirar la belleza, sin ninguna impudicia que los perturbase. Más los vio solos en un mudo muy grande, y por eso creó unas criaturas parecidas, con menos poder sobre las cosas, sin ninguna magia en sus cuerpecillos, pero con una nueva facultad: La timidez. Les dio el nombre de gondols. Cuando hubo acabado, y tras acoger las halagos de los Dioses Menores, dirigió su divina mirada hacia Sóltar, diciendo:



   - He hecho lo que has pedido hijo mío, pero ¿qué aportarás tú en beneficio de la obra?
   Éste, bajando la cabeza desconcertado, cerró los ojos y susurró:
   ‑ Quisiera que me otorgaras el poder de crear Vida.
 Sus hermanos, escandalizados por esas palabras, se apartaron de él y lo dejaron solo frente al Dios Mayor. No querían soportar la ira de su padre. Pero, y esto les extrañó, Vihtalar habló lentamente en vez de gritar.
   - Tuyo es ese poder -dijo-, si creas algo para el mundo. Pero no cualquier cosa insignificante que no sirva para nada. Lo que deberás hacer tiene que ser igual, o más importante que las creaciones de tus hermanos -y, con esto calló.
   Sóltar estaba abatido. Según él, todo lo indispensable estaba ya creado, y nada más quedaba para él. Estaba furioso. Furioso con su Padre por haberle tendido esa miserable trampa y furioso con sus hermanos por no haber dejado nada por hacer, pero él no se daba por vencido. Pensaba y pensaba mientras la historia de la obra empezaba ya su curso; más cuando parecía que ya lo habían derrotado, dio con la solución.
   - Padre –dijo-, lo que le falta a la obra es un nombre.
   Y la llamó Basán, que en el idioma de los dioses significa: La que me dio Poder.
   Vihtalar cumplió su palabra, dando a su hijo la facultad de crear Vida. Este pidió permiso a su padre para estrenar sobre el mundo su nuevo poder, que  accedió gustosamente. Sóltar reunió toda su energía y creó.



   Para su propia sorpresa, había hecho a los hombres y a los enanos. Los primeros cortos de vida; con capacidad de crear belleza, pero turbia e impura; se apareaban igual que los animales y procreaban vida semejante a ellos; eran fuertes y  altos, pero egoístas y a veces malvados. Los enanos eran igual que los hombres, más pequeños, pero más fornidos, y muy supersticiosos. ¿Qué demonios había hecho? El quiso crear elfos... Ahora se dio cuenta. En seguida recordó las  palabras de su Padre, que retumbaron en sus oídos como fuertes mazos de hierro: "Jamás copiéis algo que ya esté creado..."
   - ¿Para eso querías el poder de crear Vida, hijo mío?
   Era Vihtalar, que se mofaba de su actuación. Sóltar tuvo la intención de marcharse, de abandonar esa parte del Todo, pero su padre habló tras él, paralizándolo.
   - No has escuchado mis observaciones, y sabes que eso está castigado. Pero no voy a hacer tal cosa, tan sólo cumpliré con mi deber. A partir de ahora ya no serás mi hijo, puesto que el poder que has obtenido te hace independiente. Has querido que creara Vida en el mundo, o en Basán como tú lo has llamado, y no se si ya sabrás lo que pasa con esto, pero aún así te lo diré: Desde que haya vida, debe haber opuestos sobre ella. Tu hermano hizo los días y las noches, y es verdad que son opuestos, pero en este mismo instante yo hago el bien el mal.  Y tú serás el mal. Ahora, ¡vete!



   Sóltar huyó sin osar mirar la gloria de su Padre, tan infinita como su propia vida, y se refugió en algún lugar apartado del inmenso Todo.
   Lejos, muy lejos, desde su cobijo, el Dios de la Oscuridad hizo trabajar su mente, y creó los tánganos, los trasgos, las serpientes, los troows y muchas, muchas criaturas de la noche. También, transformado por la ira y la codicia, empezó a llevar a los hombres por el camino oscuro de la maldad, del poder...
(Miguel Ruymán Gómez Mora)


No hay comentarios:

Publicar un comentario