viernes, 13 de diciembre de 2013

EL MITO DE EROS Y PSIQUE Y LA PSICOLÓGICA FEMENINA (3)



 EL MITO DE EROS Y PSIQUE Y LA PSICOLÓGICA FEMENINA

A LA BÚSQUEDA DE LO FEMENINO INTERIOR

(III)

La llegada de Psique al Templo del Amor. Tapiz. Museo de bellas Artes de valencia.
Ya hemos hablado de la Sombra anteriormente. Ese término lo acuñó Jung para designar la parte no consciente de nuestra personalidad. Pues bien, ella obliga a toda mujer a que, en un determinado momento de su vida, ponga en cuestión el jardín paradisíaco en el que cree vivir; y, para que se plantee esa cuestión, la Sombra le proporciona hermosas y a la vez terribles herramientas.

(...)


Psique alumbra el rostro de Eros con la lámpara. Simon Vouet Date 1626-1629
Una de ellas, ya lo vimos con anterioridad, es la Lámpara -que le permite Ver el verdadero rostro de Eros. Simboliza su habilidad o su poder para ver la realidad tal cual es. Es su capacidad de conciencia. La Luz es siempre un símbolo de la conciencia, tanto para un hombre como para una mujer. La conciencia natural de lo femenino es una lámpara que quema el aceite de la tierra, un aceite surgido de la molienda de los actos de la vida en las piedras molineras -una Sol y la otra Sombra- y que, al arder, emiten una luz tenue, cálida y gentil. No es la luz dura e intensa de la luminosidad solar, sino otra, más dulce, más cálida y de naturaleza femenina.
Detalle del acuadro anterior.
La otra herramienta es un Cuchillo muy afilado. De estas herramientas, Psique solamente usó la lámpara. Nunca utilizó el cuchillo. Tal vez el mito proporciona aquí a la mujer un sabio consejo. Cuando la mujer vierte sabiamente la luz de su lámpara en una situación, pueden producirse milagros. En cambio, si esgrimiera en sus manos un cuchillo, podría matar. Elegir una u otra herramienta es una elección crítica, sobre todo para las mujeres modernas. Si el cuchillo aparece primero, lo probable es que se origine daño y sufrimiento; pero, cuando lo que primero aparece es la lámpara, ello indica que existen posibilidades de inteligencia y entendimiento.
El uso adecuado de estas herramientas proporcionadas por la Sombra a Psique pueden originar el milagro de la transformación, nada menos que iluminar el rostro de Eros con una luz auténtica. La mujer es la única que puede producir éste milagro con la luz de su lámpara. El anhelo que siente un hombre por su mujer está originado por esta necesidad de luz que él tiene, para que ella le muestre -a la vez que a ella-, como es su verdadera naturaleza divina. No existe ninguna mujer que no tenga en sus manos este maravilloso y a la vez terrible poder.
Eros y  Psique. Pedro Pablo Rubens (1577-1640).
¿Qué es lo que ilumina esta lámpara? Ilumina el verdadero rostro del hombre. A través de esta Luz proyectada por lo femenino, el hombre puede tomar conciencia que dentro de si, en su interioridad, se encuentra un ser magnífico y divino. Pero cuando la mujer enciende la lámpara y ve en su hombre al dios que es, él se ve obligado a elevarse hasta esa altura, a mantenerse firme en su conciencia masculina. Naturalmente, ante semejante tarea, él tiembla de terror. Pero a pesar de éste miedo que le produce el tener que evolucionar, necesita de este reconocimiento que la mujer y lo femenino hace de su validez como hombre. A los hombres privados de la presencia de mujeres internas (el Ánima) o externas, pueden ocurrirle cosas terribles, pues generalmente es la presencia de una mujer la que le recuerda a cada hombre lo mejor que existe en él.
Psique ilumina el rostro de Eros. Vitral del Chateau de Chantill
La mayoría de los hombres, obtienen sus conciencias más profundas sobre su propio valer, a partir de una mujer, ya sea la esposa o la madre; y aquellos que son más conscientes, lo obtienen de su propia Ánima. La lámpara de su conciencia femenina permite a la mujer ver el auténtico rostro divino del hombre, descubrir cual es su auténtico valor y mostrárselo a él.
Todo hombre depende, en mayor o menor medida, de una mujer, en lo que a la luz de ésta lámpara se refiere; La naturaleza masculina no está bien equipada para buscar por si misma significados más profundos. El desconocimiento y la incomprensión de esta realidad por parte de los hombres y de las mujeres es el origen del graves conflictos y de no pocos sufrimientos. A menudo, la vida, para un hombre, es árida e infructuosa, a menos que una mujer le confiera significado. Dicho de otro modo: una mujer es la única que puede dar significado a toda una jornada de trabajo de un hombre. El hombre presiente que eso es así, por ello lo pide en un dolor mudo. Predispondrá e iniciará pequeñas situaciones a fin de que la mujer pueda proyectar sobre él alguna luz, algún significado. Tal es el inmenso poder que la mujer tiene en sus manos. De ella depende el que un hombre sea un ser divino o un ser sufriente en su degradación machista.
Este "toque" de LUZ, este contacto de conciencia femenina, suele ser una experiencia impulsiva y apasionada que ayuda a que el hombre se de cuenta de cual es su situación. Es por todo ello que el hombre siente tanto miedo a relacionarse con lo femenino; temor que esconde tras esa actitud machista que caracteriza a la mayoría de los hombres de nuestra cultura. Llevar a un hombre hasta el umbral de una nueva conciencia en la relación, es una tarea femenina. Muchas parejas se rompen porque ellas tampoco saben esto. Deben ser ellas la que le diga a él: “sentémonos y conversemos sobre lo que somos, sobre nuestra interioridad”, aunque antes, tendrá que suavizar el miedo que surgirá en él ante esa convocatoria. Si las mujeres fueran conscientes de este increíble poder que hay en sus naturalezas, podrían ser las portadoras del crecimiento espiritual de ambos pero, para ello, han de saber manejar el miedo del hombre.
La Tierra Diego, Yo y Xolotl 1949. Frida Kahlo
Simbólicamente y también psicológicamente, podríamos entender cual es la función de éste aceite que alimenta la lámpara de Psique. Podemos decir que este aceite es el lubricante que suaviza las partes conflictivas de la propia interioridad, incluso de la relación y, también, del miedo que tiene el hombre de ser "abrasado por él". Al hombre, con su brumosa conciencia de lo femenino, le resulta difícil distinguir estos conflictos.
Quisiera seguir insistiendo sobre un punto: por desgracia, son muy escasas las mujeres que tienen una comprensión suficiente de la tremenda necesidad que tiene el hombre de estar próximo a lo femenino. Esto no debería -en una relación armónica y equilibrada- representar una carga para la mujer, ni tener que soportar la incomprensión del hombre de un modo tan solitario. En la medida que el hombre vaya descubriendo su propia femineidad interna, dejará de depender tan densamente de la mujer exterior para que haga esta función iluminadora por él.
Pero si una mujer desea darle al hombre el más preciado de los obsequios, si ella consigue nutrir verdaderamente la máxima apetencia de masculinidad que el tiene, apetencia que él raramente evidenciará, sólo tiene que mostrarle su más profunda femineidad, aquello que es su más preciosa cualidad.
William-Adolphe Bouguereau (1825-1905).
Llegados a éste punto del mito, comprobamos que Afrodita ha completado la tarea de hacer evolucionar la conciencia de Psique en una forma que habría que considerar de extraordinaria. Al principio de la historia, por un ataque de celos, envió a Psique a desposarse con la Muerte; más tarde, envió a su hijo Eros a concertar esos esponsales, pero el Destino quiso que Eros se pinchara con una de sus propias flechas y se enamorara de Psique. Por último, en otro momento de revelación, cuando Psique descubre el verdadero rostro de Eros, se pinchará con otra de las flechas del dios del amor y se enamorará de él en el momento en que por su osado acto, le pierde. ¿Cuál es el significado del poder de las flechas de Eros? ¿Qué es ese enamoramiento?
Tendríamos que delimitar dos conceptos que suelen estar confundidos en nosotros: amor y enamorarse. Amar a alguien es una experiencia humana que nos liga a otro ser de un modo humano. Consiste en ver a esa persona de una forma auténtica y genuina, percibiendo comprensivamente toda su simpleza, sus errores, pero también su magnificencia como una cualidad esencial de lo humano.
Si algún día fuéramos capaces de atravesar la densa niebla y la fría bruma de las proyecciones en las que vivimos la mayor parte de nuestras vidas, y si consiguiéramos mirar a la otra persona de una forma auténtica, podríamos contemplar cuan magnífico es ese ser que considerábamos común y corriente. Nuestro problema es que estamos ciegos, deslumbrados por nuestras propias proyecciones y raramente vemos al prójimo con plena claridad en toda su profundidad y nobleza. Un amor sustentado en esta visión es durable, pues fluye en el vivir de lo cotidiano.
 Enamorarse es algo de un orden más elevado, de un nivel que está más allá de la experiencia humana, y que nos hace fluctuar entre el nivel normal de vivencia y un nivel que parece ser patrimonio exclusivo de los dioses olímpicos y donde lo humano no tiene cabida. Es como ser atrapado por un remolino de luz que nos transporta a un ámbito donde los seres mortales, como tales, corren el riesgo des ser abrasados por tal resplandor. Si el amor humano funciona con 220 voltios, enamorarse sería dar un salto a 100.000 voltios. De ahí que enamorarse sea un asunto de dioses y diosas, algo que está más allá del tiempo y del espacio.
Psique contempla a Eros
La leyenda dice que Psique fue la primera mortal que vio por primera vez el rostro de un dios en su genuino resplandor y que vivió para contarlo. Este es el corazón de nuestro relato: Psique, una mujer mortal, se enamora de Eros, un dios, y sobrepasó la prueba porque fue auténtica con su humanidad y leal con su amor. El sublime desenlace de la historia, que analizaremos más adelante, es el resultado directo de esta actitud sincera y genuina de Psique ante si misma y ante su amor.
Tanto Eros como Psique se pinchan el dedo con la flecha mágica y son transportados al reino del enamoramiento. A causa de esto, se producen milagros e, inevitablemente, mucho sufrimiento. Psique es rescatada por Eros de su matrimonio con la Muerte; luego Eros es desenmascarado como el dios que por cierto es y Psique es expulsada del Paraíso; Eros huye dolorido y regresa junta a su madre Afrodita. La experiencia de enamorarse ha pulverizado la fragilidad humana, pero ha liberado una increíble cantidad de energía de evolución.
En la Antigüedad, la experiencia de ser tocado por los dioses, era algo que acontecía en el contexto religioso de cada cultura. Hoy, nuestras experiencias más profundas están ya lejos de tales escenarios y el único lugar donde la gente común puede ser tocada por los dioses es a través del romance. Enamorarse es la experiencia de mirar a través de otra persona y vivir al dios y a la diosa que se encuentra detrás. Cegados por la luz del enamoramiento, nos esforzamos en ser algo más grande que un ser humano corriente. Hablando psicológicamente, esto quiere decir, que antes de la época de nuestro mito, cuando alguien era tocado por un arquetipo, uno era destruido; tal era la energía psíquica que se generaba. El propio mito nos dice que, en lo sucesivo y bajo ciertas condiciones, cuando los simples mortales atraviesan una experiencia arquetípica, pueden sobrevivir a ella, pero quedarán profundamente marcados y sus vidas cambiarán.
Venus, Marte y Vulcano, de Thorvaldsen (1810).
Detalle. Venus-Afrodita envenena las flechas de Eros.
La historia de Psique y Eros podría resumirse diciendo que una mujer mortal se conectó con algo de dimensiones sobrehumanos y sobrevivió para contarlo. Es en este contexto donde podemos entender lo que significa ser tocado por una de las flechas de Eros. Puede contemplarse la tremenda experiencia implicada y el paso de los distintos niveles del ser y de la conciencia que involucra. Tal es la increíble y explosiva experiencia de enamorarse.
El pueblo asiático carece de esta experiencia. Camina hacia sus relaciones con más calma, sin dramatismo, intocado por las flechas de Eros. Allí los matrimonios se negocian: el hombre no ve a su mujer hasta que el ritual y la ceremonia se han consumado y se levanta el velo con guirnaldas de flores que cubre el rostro de la mujer-niña. Después, el hombre lleva a la mujer a su casa y se sigue una muy cuidadosa y prescrita pauta para la pareja de recién casados. Ellos preservan la energía, que nosotros experimentamos al enamorarnos, para el templo, donde los dioses y las diosas soportan ese gran poder por ellos.
Ya hemos dicho que la historia de nuestro mito se refiere a una mujer mortal que fue tocada por algo más grande que la común experiencia humana. Veamos como transcurre el resto de la historia y como Psique sobrevivió a este contacto con lo divino.
Psyche abriendo a la puerta del jardín de Cupido.  John William Waterhouse.
Después de que Psique contempló el verdadero rostro de Eros, la revelación de esa realidad, le produjo un infinito dolor y, con ese dolor extremo, el paraíso en el que Psique había vivido, desapareció, pues había quedado en evidencia lo que verdaderamente era: un mundo ilusorio. Incluso quedó en evidencia que, el propio Eros, tal como era percibido por Psique, no era el dios del matrimonio ni el creador del paraíso en el que los amantes creían vivir. Esta compresión es aún más difícil de percibir y es incluso más dolorosa. Puede resultarnos extraño que la mejor de las posibilidades -la toma de conciencia de una realidad ilusoria-, sea también la más dolorosa.
Con la aparición del siguiente paso evolutivo, tanto Eros como psique son profundamente heridos, aunque ese paso represente para ellos un enorme adelanto en la evolución de su conciencia. Resulta irónico que el momento en que uno se enamora de alguien, tenga que reconocer la unicidad absoluta de esa persona y, por lo tanto, su separatividad. Es entonces cuando nos damos cuenta de la separación, de la distancia que hay entre ambos, de la dificultad que existe para relacionarse. Cuando descubrimos que nuestro compañero o compañera es un dios o una diosa -es decir, un ser espiritual- mujeres y hombres sienten de golpe un profundo sentimiento de inferioridad, sentimiento que suele ir acompañado del aislamiento y de la soledad que surgen por ello.
Eros cumple su promesa: Psique pare una niña mortal en vez de un niño inmortal y abandona a Psique. Psicológicamente hablando, esto quiere decir que lo humano y lo corriente sustituyen al jardín paradisíaco. Cuando esto ocurre, la realidad cotidiana se convierte en un drama triste y penoso en la realidad de la pareja y de su matrimonio. Cuando ella descubre que él no es el hacedor de paraísos que esperaba, cuando descubre su montaje ilusorio, ambos sufren una gran conmoción.
Y precisamente en estos momentos, en este sufrimiento, se encuentra el potencial energético necesario para conseguir una elevación de la conciencia, dramático potencial que se registra como un inmenso dolor, al tomar conciencia de cual es su simple realidad humana. Este momento es bueno para crecer y, aunque las personas funcionen como seres humanos que pretenden ser dioses o diosas, nada puede evitar el sufrimiento emocional que todo proceso evolutivo conlleva.
Eros regresa con su madre Afrodita y aparece poco en el resto de la historia. La desgraciada Psique queda sola en su viaje, aunque cuenta con más ayuda de lo que ella misma cree y está dispuesta a admitir. Hasta Afrodita, convencida por Eros, la considera, aunque de un modo austero.
Eros y su madre Afrodira. Mosaico romano. Zeugma Museum Turkia
Durante esta experiencia, el hombre puede abandonar su matrimonio o regresar al hogar materno. Si no se aleja físicamente, puede tener incontables brotes de silencio, o volverse negligente o ser emocionalmente inaccesible. Psicológicamente, “ha vuelto a casa de su madre”, o a su “complejo materno interno”. Después, será Afrodita la que volverá a reinar de modo supremo en la conciencia de la mujer.
Siguiendo a Jung, Eros es una imagen del Ánimus de la mujer, su faceta masculina interna. Fue este ánimus, esta parte masculina interna, llamada Eros en el Mito, la que mantuvo a Psique en un estado de posesión inconsciente del ánimus; hasta que ella encendió la lámpara de la conciencia descubriendo cual era la verdadera identidad del ánimus; entonces, éste regresó al mundo interno al que pertenecía.
W. Blake
Jung señala que el ánima en el hombre y el ánimus en la mujer, funcionan para nosotros con mayor efectividad como mediadores entre los niveles conscientes e inconscientes de la personalidad. Cuando Eros retorna al mundo interior de Afrodita, le es posible mediar por Psique y ella puede obtener la ayuda de éste arquetipo; lo mismo sucede con los demás dioses y diosas de nuestro mundo interno y arquetípico. Cuando el ánimus es interiorizado y deja de proyectarse externamente en el hombre, el Ánímus-Eros puede mediar con Afrodita por Psique y enviarle ayuda en los momentos críticos de su desarrollo, mediante el uso de elementos naturales como las hormigas, el águila y los juntos.
Si una mujer quiere evolucionar desde su pasada adolescencia femenina, debe romper el dominio inconsciente de subordinación a lo masculino que, precisamente por ser inconsciente, determina su relación con el mundo exterior. Incluso debe dejar de proyectarlo externamente para parecerse al hombre. Para que una mujer pueda evolucionar, el ánimus ha de ser reconocido conscientemente como lo que es, debe situarse en su equilibrada posición entre el ego consciente y el mundo interior inconsciente, desde donde puede actuar como mediador y convertirse en la ayuda imprescindible para el siguiente paso evolutivo. Situado en esa posición de equilibrio -lo mismo que el ánima en el hombre-, el ánimus puede abrirle a una mujer el camino a una verdadera vida espiritual.
 
Al igual que sucedía con el ánima, Perceval no debía seducirla ni dejarse seducir por ella, el ánimus tampoco debe seducir a la mujer, ni esta dejarse seducir por él. Una mujer poseída por su ánimus -rara es la mujer en Occidente que no lo está en mayor o menor grado-, no percibe en absoluto ese ánimus, pues le es completamente inconsciente. Una mujer poseída por su ánimus, piensa o cree que su conducta surge precisamente de sus estados de ánimo, pero lo que desconoce es que la decisión de esa proyección ha sido tomada por el ego. De hecho, en tales decisiones, podría decirse que el ego ha sido poseído por el ánimus.
Cuando una mujer enciende la lámpara de su conciencia, puede ver al Ánimus-Eros, con bastante realidad, y en su posición de equilibrio, separado de su ego, siendo el mediador entre éste y su realidad interna o Afrodita. Como Psique, es lo habitual, ella observa asombrada este hecho: en su estado real el Ánimus-Eros luce con todo su divino poder, dando la sensación de que la personalidad consciente es algo despreciable y desdeñable. Para una mujer esta visión es un momento peligroso, pues se expone a ser barrida por la divina grandeza del Ánimus-Eros. Cuando una mujer percibe que lleva en si misma un arquetipo con la imagen de un dios y toma conciencia de ello, puede pensar que ha realizado una experiencia cumbre, tal es el reflejo vigorizante que produce. Pero aquí está el gran peligro: "enamorarse de si misma", ser inflamada por el ánimus. A nivel del Yo se ha producido una inflación de éste y, eso que habíamos llamado el Mal o la Sombra, aparece.
Una vez más vuelvo a Nietzche. Éste decía que “las mejores épocas de nuestra vida son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad con lo mejor que hay en nosotros”. Si realmente queremos sanar nuestro lado oscuro e inconsciente, es decir, nuestras debilidades, nuestros complejos, nuestra obstinación, nuestra ceguera, nuestra insensibilidad, nuestra crueldad para hacer daño a nuestro prójimo, deberemos inventar nuevas formas de convivencia en las que el ego o el yo aprenda a escuchar sus aspectos desagradables, a aceptarlos e, incluso, llegar a amar al más abyecto de ellos.
Amarse a uno mismo no es una tarea sencilla, porque ello significa amar a todo lo que hay en nuestra conciencia y en nuestro inconsciente, hasta la misma Sombra, ese Adversario interior que nos hace sentir tan pequeñitos, inferiores y socialmente inaceptados. Sanar nuestra interioridad es asumir nuestro lado oscuro y el primer paso para ello es admitir el funcionamiento de su existencia cotidiana en los actos de nuestra vida diaria. La observación nos permitirá en su momento el que no nos coja desprevenidos. Es imposible planificar un viaje para que nuestros defectos se adecuen a los objetivos del ego. Es como caminar con una mochila llena de piedras. Por eso nos es tan difícil amar.
Para amar a nuestra propia Sombra es necesario aprender a llevarla con nosotros; pero esto sólo no basta: hemos de tomar conciencia de la paradoja que supone compartir esta locura con el resto de los seres humanos. Sólo entonces podremos aceptar, caminar, e incluso alimentarnos de lo que hayamos rechazado.
La curación requiere el reconocimiento de los elementos más despreciables de nosotros mismos y de la aceptación amorosa de su existencia. Se trata de una empresa que exige, a la vez y simultáneamente, de trabajo en uno mismo y de entrega, de un juicio claro y de participación gozosa en el proceso de sanación. El Maestro Jesús decía: “si permites que lo que está en tu interior se manifieste, eso te salvará. Si no lo haces, te destruirá”.
Si podemos soportar este proceso evolutivo y mantener el equilibrio entre los extremos de nuestra realidad humana, el hombre-como-mortal y el hombre-como-dios, entre paraíso y desesperación, tal vez podamos comprender en que consiste la auténtica tarea humana de desarrollar la conciencia. El mito y la psicología del inconsciente nos dicen que ese proceso es algo genuino y veraz, pero que depende de nosotros el que seamos capaces de ver a los hombres como auténticamente son; y ello solo es posible desde el lado femenino de nuestra naturaleza, ya esté exteriorizado en la mujer o interiorizado en el hombre.
Cuando una mujer llega a descubrir que su hombre es un dios, no en el sentido paradisíaco que esperaba, sino en un sentido no ilusorio y real, es como un regalo que la vida le ofrece por haber evolucionado en su conciencia. Este acontecimiento en la vida de Psique es parecido a la primera visión que Perceval tiene del castillo del Grial: ve un mundo que está más allá de toda creencia y, aunque no logre permanecer ahí, el conocimiento de ese mundo real no se olvida jamás. De igual manera, Psique pierde a Eros, casi inmediatamente de descubrir cual es su genuina y deslumbrante naturaleza.
Piero de Cosimo
Nada más quedarse sola, Psique quiere ahogarse en el río, lo cual la lleva a tener que enfrentar una serie de obstáculos, cada uno de los cuales supone un duro y angustioso trabajo que nada tienen que envidiar a los de Hércules. En todos ellos, al conocer en que consiste cada tarea, Psique quiere quitarse la vida, quiere huir. Pero este hecho, si lo entendemos simbólicamente y no literalmente, señala ese autosacrificio que consiste en despojarse de un nivel de conciencia para adquirir otro. En la realidad mundana, son muchas las mujeres que se suicidan realmente ante la imposibilidad de soportar tal autosacrificio por carecer de visión, por tener apagada su lámpara.
En la experiencia humana, los impulsos suicidas indican la frontera de un nuevo nivel de conciencia. Si se logra matar lo adecuado -no el cuerpo físico, sino el antiguo modo de adaptación- sin hacerse daño, comenzará una nueva etapa en la que se tendrá acceso a un nuevo nivel de energía. Cuando una mujer es tocada por una experiencia arquetípica, a menudo, sufre un colapso; es aquí donde puede recuperar la conexión con el arquetipo y restaurar su ser interior. Esta intención va acompañada de una reestructuración de su interioridad y lleva aparejada la configuración de nuevos elementos de ayuda.
La acción que ha de efectuar una mujer sobre si misma para sanar su naturaleza espiritual es distinta a la acción que tiene que realizar un hombre. Él, como Perceval, probablemente tendrá que salir al camino de la vida en busca de alguna actividad heroica: matar dragones, rescatar hermosas doncellas o, como sucede en la actualidad, adquirir poder, conquistar y demoler la naturaleza. En cambio, la mujer tendrá que retirarse a un lugar más apacible en su interioridad y permanecer allí. Paradoja sobre paradoja: ella puede descubrir en ese retiro que en su matrimonio abrazó a la Muerte, pero la muerte de un viejo modo de ser en la vida.

Todo hombre se llena de perplejidad al descubrir hasta que grado una mujer puede controlar sus sentimientos y su mundo íntimo. Esta capacidad de la mujer suele ser desconocida para el hombre. La mujer, con la ayuda de su voluntad puede retirarse a ese lugar profundo dentro de si misma para restablecer su equilibrio. La mayor parte de los hombres carecen de este control sobre sus propias emociones y sentimientos íntimos. También las mujeres suelen desconocer esta carencia y se sienten heridas porque su hombre no tiene el mismo grado de sensibilidad que ellas. Pero ello forma parte de la naturaleza de cada uno. Las cosas, simplemente, son así.
Partirse en mil pedazos como un cristal cuando se rompe, es estar enamorado; pero todas esas energías que se liberan son la potencialidad para nuevas posibilidades creativas. Si se logra mantener la fortaleza y el coraje, a partir de ese momento, puede surgir una nueva conciencia. Recorrer este camino no es sencillo; pero, seguramente, hoy por hoy, para el temperamento occidental no hay otro camino.
Dado que para una mujer el mejor modo de resolver el problema es permanecer en este estado apacible, ello es lo que Psique hace finalmente. Una vez que ha superado sus propios sentimientos suicidas y de huida, cualquier mujer posee un tremendo poder para permanecer quieta y, seguramente, es el acto más poderoso que un ser humano puede realizar. Se trata de un acto profundamente creador, pero ha de conocer como establecer la conexión apropiada, pues no se trata de pasividad, sino de receptividad.
Leonora Carrington (Lancashire, 1917- México, 2011)
Situada en el centro de si misma, Psique, la mujer, puede transmutar el acto de estar enamorada en Amor. Si lo consigue, el matrimonio alcanzará su logro. El tema básico de nuestra historia es éste: se comienza por estar enamorado y se sobrevive a ese proceso de desmembramiento, luego, se efectúa la transición hacia el amor. El mito nos lo cuenta como es el encuentro, más bien una colisión, entre un dios y una mortal, es decir, dos niveles de ser, el humano común y otro más integrado. Tanto él como ella han de aprender, y suele ser un aprendizaje doloroso, que ese otro nivel más integrado -sobrenatural- no puede vivirse a nivel humano común si la conciencia no está integrada y equilibrada con la Sombra.
Cuando somos tocados por un arquetipo, ¿qué podemos hacer? En nuestra cultura esta pregunta permanece sin respuesta desde hace siglos. La generalidad de los hombres y mujeres de Occidente sufren al ver que la visión endiosada del ser amado se diluye como el humo y que, en su lugar, se asienta la monotonía de la mediana edad, pensando que el enamoramiento fue una enfermedad de la juventud. Pero algunos elegidos tienen la suerte de que sus destinos les llevan a una segunda oportunidad.
El contacto con una experiencia arquetípica brinda la posibilidad de abrirse al aprendizaje de la conciencia del Espíritu. Además, una vez que se ha sido tocado, ya no es posible regresar al nivel anterior, el querer permanecer en él es fuente de profundos sufrimientos. Cuando una mujer de nuestra cultura ha sido tocada por el arquetipo de Eros -en el presente, una de las pocas maneras en que somos visitados por los dioses-, puede emprender un camino de evolución espiritual, un camino que tiene la conciencia como meta.
Edward Burne-Jones -Pan y Psique- (1872-1874)
La tarea de una mujer, en lo que a este proceso se refiere, es la de traducir el dolor y el sufrimiento de un enamoramiento trágico, en Amor, a través de un proceso de desarrollo personal. Es lo que hace Psique cuando, dándose por vencida, camina hacia el río -el Río de la Vida- para hacer entrega de su vida antigua, de su anterior modo de amar. Tal vez los motivos superficiales sean erróneos, pero el instinto es el adecuado. Y, allí, junto al río, está sentado el dios Pan, el de los pies hendidos, con la ninfa Eco recostada en su regazo. El dios Pan ve que Psique va a arrojarse al río y la detiene.
¿Qué hace en esta historia el dios Pan, el dios con pies de macho cabrío?
Pan es el dios del Ser a la vez que del “si mismo”. Su nombre significa "todo". Es un dios salvaje, instintivo, fuera de control, casi demente, al que algunos en la Antigüedad tenían en alta estima, pero que remuerde nuestra conciencia cuando nos atrapa. La palabra “PÁN-ICO” tiene su origen en los efectos que causa. Y ese pánico es el que salva a Psique de morir ahogada, ahogada por su mundo emocional y las proyecciones de su Ánimus. Cuando tenemos la fortuna de tropezarnos con el dios Pan de un modo correcto, o, sea, si conseguimos salir de nosotros mismos hacia algo más elevado, esa energía llamada pánico puede usarse en nuestro provecho aunque, ser usada para ponerle fin a la vida, sería una camino equivocado.
Un ataque de llanto es una experiencia de Pan. Aunque para nuestra mentalidad puede resultar como algo humillante, -conviene recordar que esta palabra es sinónima de humildad, algo que es del "humus", de la tierra, algo que pertenece a la Gran Madre-, este deshacerse en lágrimas puede llevarnos a algo mayor que nosotros mismos. Lo que ha llevado a Psique a este encuentro y a ese punto, ha sido el poder de evolución contenido en el arquetipo de la Gran Madre, de Afrodita, y es ella la que conduce a Psique al próximo paso del camino.
Reinhols Begas (1831-1911() Pan aconseja a paique.
El dios Pan le dice a Psique que debe implorar al dios del amor, al propio Eros, un dios que integra en si a todo aquel o aquellos que han sido inflamados por sus flechas. Resulta una pura y sutil ironía que para pedir ayuda, Psique tenga que acudir al mismo dios que la ha herido. Pero no es un contrasentido: Eros, como dios del Amor, es el dios del vínculo. La esencia del principio femenino -ya sea en el hombre o en la mujer- es ser leal a Eros, ser leal al vínculo. Esa lealtad tiene por finalidad mantener el rumbo que vincula el ánima o el ánimus con el ego, lealtad que hay que vivir lo más íntimamente posible.
Psique ante el trono de Afrodita
Sin embargo, para volver a encontrar a Eros, Psique ha de enfrentarse con Afrodita, pues ahora está bajo su poder. Psique se rebela y en vez de acudir al altar de la Gran Madre, acude pidiendo ayuda a los altares de otros dioses y diosas. En cada uno de esos altares es rechazada, pues ningún dios se atreve a oponerse al mandato de Afrodita. ¡Su ira tiene terribles consecuencias!
Aquí volvemos a encontrar un motivo paralelo entre Psique y Perceval. Psique va de altar en altar, hasta que finalmente, cansada de tanto caminar, acude al altar al que desde el principio la hubiera acogido: el altar de Afrodita. Perceval lucha contra el Caballero Rojo, combate con fieros campeones, libera heroicas batallas, domina dragones, hasta que cansado de tanta lid, humillado por la horrible doncella, toma por fin el camino correcto. Ya se sea un hombre o una mujer es importante recordar este movimiento, esta dinámica de los principios masculinos y femeninos. Ambos, mujeres y hombres, poseen ambas características y deben aprender a elegir la herramienta correcta para cada tarea específica que enfrentan.
Psique acude ante Afrodita en busca de Eros. Medallón. Hacia el 250 a.d.C.
Y dado que lo que te ha herido es lo que te cura, Psique acude al altar de Afrodita para buscar a Eros. Afrodita es implacable y recibe a Psique con un tiránico discurso que reduce a Psique al papel de sirvienta fregona, un lugar inferior. Casi siempre las mujeres deben soportar un período bajo el dominio de Afrodita. Es esa época en la que se sienten el ser más insignificante de todos. Después, Afrodita asignará a Psique cuatro tareas. Serán las de su liberación.

Los trabajos de Psique. 1873. Por John Roddam Spencer Stanhope.
(Continua)



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