domingo, 17 de agosto de 2014

El Trabajo Esotérico



"Dragón". W. Blake. (el dragón es el símbolo de la personalidad).

<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 12/07/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: El trabajo esotérico.
<SUBTITULO>: Los dos lados del hombre.
<AUTOR>:Alfiar
<ILUSTRACION 1>: El Ser luminoso que somos, se proyecta en su reflejo: la personalidad.
<SUMARIO>: El sentido de la vida es el de aportar energía al Ser Espiritual que somos, para que éste pueda seguir ascendiendo por la Escala del Ser.
<CUERPO DEL TEXTO>:
 En el artículo "La Escala de Jacob", hablamos de los niveles del Ser. Vimos como Jacob, el hombre, descubrió que el mundo espiritual está en él mismo. Pero descubrió también que el hombre tiene dos lados: un lado externo y un lado interno.
(...)

Llamemos Esencia a este lado interno y Personalidad al externo. La Esencia sería la energía luminosa que constituye el Ser inmortal que somos y que habita en el cuerpo. Esta energía desarrolla en el curso de la vida, en un ciclo marcado por la cifra 40, una proyección de sí llamada personalidad. Y aquí aparecen las etapas de la vida.
La Enseñanza Esotérica dice que un hombre nace como Esencia, y que ésta es su verdadero Ser: el Ser que crece y se desarrolla en el Universo desde una simple llamita hasta convertirse en un Sol. Es solo una metáfora. Pero que esta Esencia no puede crecer por sí misma más allá de los 2 o 3 años. Y esta es la Primera Etapa del Hombre.
Dice el Evangelio que el hombre es una semilla. Cuando se siembra en la tierra no se desarrolla más allá de cierto punto. En su estructura interna lleva como energía potencial toda la información necesaria para convertirse en otra cosa. Si cae en buena tierra, por si misma, no puede hacer más que abrir su estructura, liberar su energía potencial y convertirla en energía cinética con el fin de crear órganos adecuados para proveerse, en una fuente externa, de alimento para seguir creciendo.
En esta primera etapa, el hombre es prácticamente Esencia pura. Por ello, algo debe suceder, algo debe formarse en torno a la Esencia: un órgano capaz de captar y transmutar energía del exterior. Este algo es la personalidad, que con sus cinco sentidos y sus facultades intelectivas debe transformar la energía que extrae del exterior, en energía útil para la Esencia.
El bebé-semilla debe morir a su estado y llegar a ser algo distinto: una personalidad individuada. El proceso de construcción de esta personalidad es la Segunda Etapa del Hombre.
Es importante y necesario comprender lo que esto significa: el futuro desarrollo de la Esencia depende de la formación de la Personalidad. Cuanto más individuada esté, más podrá crecer la Esencia cuando se produzca la llamada del despertador. A partir de ese momento, hecho que se produce alrededor de los cuarenta años, la personalidad, que hasta entonces era activa respecto a la vida, debe invertir sus funciones y hacerse pasiva para que la Esencia pueda crecer. La Esencia se ha alimentado de la energía que la personalidad extraía del medio externo a través de las impresiones de los sentidos. Pero esta energía así tomada es de muy baja calidad, debe ser transformada en energía consciente.
¿Qué significa esto?
Significa la interpretación consciente de lo que captan nuestros sentidos de los sucesos de la vida.
Este Trabajo Esotérico de transformación de las energías, que permite que la Esencia crezca y ascienda por la escala del Ser, es la Tercera Etapa del Hombre.
El Trabajo Esotérico no se refiere a la vida ni a la personalidad. Se ocupa de un nuevo desarrollo de la Esencia. Los Evangelios hablan de un crecimiento del Ser a costa de la personalidad. Lo que dicen, no se refieren para nada a la vida tal como la concebimos. De la vida, la personalidad extrae energía y, por el Trabajo Esotérico, se hace pasiva respecto de ella misma, se pone al servicio de la Esencia y transforma las energías en otras de más alta frecuencia, más conscientes.
Esto no quiere decir que la vida carezca de sentido. Su sentido es precisamente el aportar energía al Ser Espiritual que somos para seguir ascendiendo por la Escala del Ser; pero la energía debe ser transformada. Si la vida tuviera sentido en si misma para nosotros, no existiría ninguna razón para que existieran las religiones, ni las enseñanzas esotéricas, ni las místicas... Si al hombre le contentara el sentido que le brinda la vida y  estuviera satisfecho de ella, no se produciría la llamada interna cuando la personalidad está desencantada de la vida y sufre por ello.
El desarrollo de la personalidad a lo largo de cuarenta años es una etapa absolutamente necesaria para adquirir un nuevo nivel de Ser. Dice la Tradición que el Hombre es un organismo que se desarrolla a sí-mismo. Y que este desarrollo no es continuo. La semilla humana que dará origen al Hombre-Dios es arrancada de la tierra y vuelta a replantar periódicamente. A este proceso lo llamamos muerte y nacimiento. A cada renacimiento, la semilla-hombre se desarrolla a partir del nivel de ser que tenía cuando fue arrancado la última vez; y aunque el ciclo de crecimiento es el mismo en cada renacimiento, varían las condiciones externas de donde deberá extraer la energía. Al igual que a un bebé se le cambia el alimento cuando crece. En cada renacimiento tenemos las tres etapas del hombre, pero variará la tierra según lo que nos hayamos cultivado o no en el renacimiento anterior. Es aquí donde interviene la Ley del Karma. El Karma es el efecto de la energía puesta en movimiento en etapas anteriores.
El Evangelio dice: "Hasta que lo de dentro no sea como lo de fuera, y lo de fuera como lo de dentro, no entraréis en el reino." Es decir, hasta que la Esencia no se haga activa y la Personalidad se vuelva pasiva, humilde. Jesús le decía a quien le preguntaba que tenía que hacer para entrar en el Reino: "Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres." En nosotros, el pobre es la Esencia y el rico es la personalidad. El producto de la venta es la energía que por ese trabajo tenemos que retirar de la personalidad y darla a la Esencia transmutada en energía consciente.
Es necesario que hagamos una reflexión. Desde el punto de vista del Trabajo Interno, no tiene ninguna importancia el tipo de educación que se ha recibido en la vida, ni a que color ideológico se pertenece, ya que todo ello conforma solamente la personalidad del hombre. Lo que importa es que, a través de esa educación y de esa ideología, el hombre haya alcanzado un alto grado de individuación. Sólo desde éste lugar en nosotros, como al que llegó Jacob cuando tuvo su sueño, se puede tener la comprensión que le lleve a un nuevo nivel de Ser.
He aquí unas sabias palabras referentes al Trabajo Interno. Merecen que mediten en ellas; proceden, como otras, de otro nivel de realidad:
"Mirar dentro de vosotros, ahí está la clave de todo, pues el mundo entero está encerrado en vuestro pecho. No rehuyáis el dolor, ya que el conocimiento viene unido al dolor, y no se puede aprender sin experimentarlo; toda experiencia real trae implícita en ella su parte de dolor. Apurar hasta el final vuestra copa, todas las sensaciones, todas las vivencias. Sacar las comparaciones, las analogías, las síntesis de cada evento, y adjuntarlo a vuestro saber. Ello llenará de luz vuestras conciencias, pues, al comprender, la libertad de vuestro pensamiento y de vuestra voluntad os llevará a los espacios abiertos donde los límites se rompen y sólo existe la grandeza del auténtico Ser como unidad completa."
Una vez más, no se trata de cambiar nada por fuera, ni de transformar los acontecimientos, los eventos. El suceso físico que acontece no puede variar, está sujeto a leyes sobre las que no tenemos poder tal como somos. Lo que si puede cambiar es el modo como los tomamos con nuestros sentidos, el modo en que es procesado por nuestras sentimientos, emociones y pensamientos. Lo que puede cambiar es nuestra visión. Y en la medida que esto se haga, la calidad de la experiencia se elevará, y la energía que transporta el evento y que ha sido el objeto de nuestra experiencia, se hará consciente y se convertirá en el alimento de nuestro Ser Interno.



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