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"Dragón". W. Blake. (el dragón es el símbolo de la personalidad). |
<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL
12/07/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: El trabajo
esotérico.
<SUBTITULO>: Los dos
lados del hombre.
<AUTOR>:Alfiar
<ILUSTRACION 1>: El Ser
luminoso que somos, se proyecta en su reflejo: la personalidad.
<SUMARIO>: El sentido de
la vida es el de aportar energía al Ser Espiritual que somos, para que éste
pueda seguir ascendiendo por la
Escala del Ser.
<CUERPO DEL TEXTO>:
En el artículo "La Escala de Jacob",
hablamos de los niveles del Ser. Vimos como Jacob, el hombre, descubrió que el
mundo espiritual está en él mismo. Pero descubrió también que el hombre tiene
dos lados: un lado externo y un lado interno.
(...)
Llamemos Esencia a este
lado interno y Personalidad al
externo. La Esencia
sería la energía luminosa que constituye el Ser inmortal que somos y que habita en el cuerpo. Esta energía
desarrolla en el curso de la vida, en un ciclo marcado por la cifra 40, una
proyección de sí llamada personalidad. Y aquí aparecen las etapas de la vida.
La Enseñanza Esotérica dice que un hombre
nace como Esencia, y que ésta es su verdadero Ser: el Ser que crece y se
desarrolla en el Universo desde una simple llamita hasta convertirse en un Sol. Es solo una metáfora.
Pero que esta Esencia no puede crecer por sí misma más allá de los 2 o 3 años.
Y esta es la Primera
Etapa del Hombre.
Dice el Evangelio que el hombre es una semilla. Cuando se siembra en
la tierra no se desarrolla más allá de cierto punto. En su estructura interna
lleva como energía potencial toda la información necesaria para convertirse en
otra cosa. Si cae en buena tierra, por si misma, no puede hacer más que abrir
su estructura, liberar su energía potencial y convertirla en energía cinética
con el fin de crear órganos adecuados para proveerse, en una fuente externa, de
alimento para seguir creciendo.
En esta primera etapa, el hombre es prácticamente Esencia pura. Por
ello, algo debe suceder, algo debe formarse en torno a la Esencia: un órgano capaz
de captar y transmutar energía del exterior. Este algo es la personalidad, que con sus cinco sentidos y sus
facultades intelectivas debe transformar la energía que extrae del exterior, en
energía útil para la Esencia.
El bebé-semilla debe morir a su estado y llegar a ser algo distinto:
una personalidad individuada. El proceso de construcción de esta personalidad
es la Segunda Etapa
del Hombre.
Es importante y necesario comprender lo que esto significa: el futuro
desarrollo de la Esencia
depende de la formación de la Personalidad. Cuanto más individuada esté, más
podrá crecer la Esencia
cuando se produzca la llamada del
despertador. A partir de ese momento, hecho que se produce alrededor de los
cuarenta años, la personalidad, que hasta entonces era activa respecto a la
vida, debe invertir sus funciones y hacerse pasiva para que la Esencia pueda crecer. La Esencia se ha alimentado
de la energía que la personalidad extraía del medio externo a través de las
impresiones de los sentidos. Pero esta energía así tomada es de muy baja
calidad, debe ser transformada en energía consciente.
¿Qué significa esto?
Significa la interpretación consciente de lo que captan nuestros
sentidos de los sucesos de la vida.
Este Trabajo Esotérico de transformación de las energías, que permite
que la Esencia
crezca y ascienda por la escala del Ser, es la Tercera Etapa del
Hombre.
El Trabajo Esotérico no se refiere a la vida ni a la personalidad. Se
ocupa de un nuevo desarrollo de la Esencia. Los Evangelios hablan de un crecimiento
del Ser a costa de la personalidad. Lo que dicen, no se refieren para nada a la
vida tal como la concebimos. De la vida, la personalidad extrae energía y, por
el Trabajo Esotérico, se hace pasiva respecto de ella misma, se pone al
servicio de la Esencia
y transforma las energías en otras de más alta frecuencia, más conscientes.
Esto no quiere decir que la vida carezca de sentido. Su sentido es
precisamente el aportar energía al Ser Espiritual que somos para seguir
ascendiendo por la Escala
del Ser; pero la energía debe ser transformada. Si la vida tuviera sentido en
si misma para nosotros, no existiría ninguna razón para que existieran las
religiones, ni las enseñanzas esotéricas, ni las místicas... Si al hombre le
contentara el sentido que le brinda la vida y
estuviera satisfecho de ella, no se produciría la llamada interna cuando
la personalidad está desencantada de
la vida y sufre por ello.
El desarrollo de la personalidad a lo largo de cuarenta años es una
etapa absolutamente necesaria para adquirir un nuevo nivel de Ser. Dice la Tradición que el Hombre
es un organismo que se desarrolla a sí-mismo. Y que este desarrollo no es
continuo. La semilla humana que dará origen al Hombre-Dios es arrancada de la
tierra y vuelta a replantar periódicamente. A este proceso lo llamamos muerte y nacimiento. A cada renacimiento, la semilla-hombre se desarrolla a
partir del nivel de ser que tenía cuando fue arrancado la última vez; y aunque
el ciclo de crecimiento es el mismo en cada renacimiento, varían las
condiciones externas de donde deberá extraer la energía. Al igual que a un bebé
se le cambia el alimento cuando crece. En cada renacimiento tenemos las tres
etapas del hombre, pero variará la tierra según lo que nos hayamos cultivado o
no en el renacimiento anterior. Es aquí donde interviene la Ley del Karma. El Karma es el efecto de la energía puesta en
movimiento en etapas anteriores.
El Evangelio dice: "Hasta
que lo de dentro no sea como lo de fuera, y lo de fuera como lo de dentro, no
entraréis en el reino." Es decir, hasta que la Esencia no se haga activa
y la Personalidad
se vuelva pasiva, humilde. Jesús le
decía a quien le preguntaba que tenía que hacer para entrar en el Reino: "Anda, vende todo lo que tienes y dalo
a los pobres." En nosotros, el pobre
es la Esencia
y el rico es la personalidad. El
producto de la venta es la energía que por ese trabajo tenemos que retirar de
la personalidad y darla a la
Esencia transmutada en energía consciente.
Es necesario que hagamos una reflexión. Desde el punto de vista del
Trabajo Interno, no tiene ninguna
importancia el tipo de educación que se ha recibido en la vida, ni a que
color ideológico se pertenece, ya que todo ello conforma solamente la
personalidad del hombre. Lo que importa es que, a través de esa educación y de
esa ideología, el hombre haya alcanzado un alto grado de individuación. Sólo
desde éste lugar en nosotros, como al que llegó Jacob cuando tuvo su sueño, se
puede tener la comprensión que le lleve a un nuevo nivel de Ser.
He aquí unas sabias palabras referentes al Trabajo Interno. Merecen
que mediten en ellas; proceden, como otras, de otro nivel de realidad:
"Mirar dentro de vosotros, ahí está la
clave de todo, pues el mundo entero está encerrado en vuestro pecho. No
rehuyáis el dolor, ya que el conocimiento viene unido al dolor, y no se puede
aprender sin experimentarlo; toda experiencia real trae implícita en ella su
parte de dolor. Apurar hasta el final vuestra copa, todas las sensaciones,
todas las vivencias. Sacar las comparaciones, las analogías, las síntesis de
cada evento, y adjuntarlo a vuestro saber. Ello llenará de luz vuestras
conciencias, pues, al comprender, la libertad de vuestro pensamiento y de
vuestra voluntad os llevará a los espacios abiertos donde los límites se rompen
y sólo existe la grandeza del auténtico Ser como unidad completa."
Una vez más, no se trata de cambiar nada por fuera, ni de transformar
los acontecimientos, los eventos. El suceso físico que acontece no puede
variar, está sujeto a leyes sobre las que no tenemos poder tal como somos. Lo
que si puede cambiar es el modo como los tomamos con nuestros sentidos, el modo
en que es procesado por nuestras sentimientos, emociones y pensamientos. Lo que
puede cambiar es nuestra visión. Y
en la medida que esto se haga, la calidad de la experiencia se elevará, y la
energía que transporta el evento y que ha sido el objeto de nuestra
experiencia, se hará consciente y se convertirá en el alimento de nuestro Ser
Interno.
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