<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL
20/12/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: La cigüeña de
la pata rota.
<SUBTÍTULO>: El símbolo
del germen de la vida.
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: "La Creación de los
animales" Tintoretto. Dios crea a los pájaros.
<SUMARIO>: Las cigüeñas,
portadoras de bebés en la tradición popular, tienen un significado biológico y
espiritual.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Cuentan
antiguas leyendas que hace mucho tiempo, eones de tiempo, el Gran Ser al que
los hombres llaman Dios, creó un mundo llamado Tierra. Puso animales en ese
mundo y, entre ellos, a las cigüeñas. No voy a describíroslas; pero las viejas
leyendas dicen que El Gran Ser Creador las escogió para que realizaran una gran
misión. Ellas serían las que transportarían a sus futuros hogares a cada ser
humano que naciera en el mundo.
(...)
También
cuentan viejos mitos sumerios y caldeos que el día en que el Gran Ser Creador
creó a los animales, los hizo primero de barro y que luego, pronunciando una
palabra, un sonido lleno de poder, les infundió el espíritu de la vida. Así
salieron de sus manos peces, mamíferos, aves y..., las cigüeñas.
Había
modelado el Gran Ser Creador una cigüeña, con su largo pico y sus finas y largas
patas cuando, ¡oh, desgracia!, a aquella cigüeña se le rompió una pata que cayó
al suelo confundiéndose con él. El Gran Ser la miró despreocupadamente y la
apartó a un lado. Hizo otra nueva y cuando le dio vida alzó el vuelo perdiéndose
en el cielo azul.
El
Gran Ser Creador siguió formando animales hasta que estos llenaron toda la Tierra. Estaban
todos, todos menos la pobre cigüeña de barro, con su pata rota, que quedó
abandonada en algún rincón de su vasto universo. Con el paso del tiempo, hasta
el Ser Creador acabó olvidándose de ella.
Pasaron
los años, el tiempo fue desgranándose Eón tras Eón y, por toda esa eternidad,
las cigüeñas, con sus fuertes alas, veloces como el viento, comenzaron su
destino. Destino sagrado porque su mensaje era la vida del ser humano.
Llevándole en sus largos picos, atravesaban los valles y las montañas, los ríos
y las ciudades, las comarcas y los países. Aquí dejaban un niño negro, allí,
uno blanco... Cumplida su misión, volvían siempre al Principio, a por una nuevo
ser.
Hace
dos mil años ocurrió algo que hizo que el universo despertarse de su monótona y
cíclica cadencia. Una pareja, ella María y él José, cansados y fatigados de un
largo viaje, habían llegado a un pueblecito llamado Belén y buscaban un lugar
donde descansar. En ningún sitio había un lugar donde pasar la noche. A aquella
pareja le urgía encontrar donde cobijarse, porque ella esperaba a la cigüeña y
quería estar resguardada, al abrigo del viento y de la noche. A María se le
había anunciado que daría a Luz a un Hijo de Dios.
¿Os
acordáis de aquella cigüeña de la pata rota que el Gran Ser Creador había
dejado abandona en algún rincón del Universo?. Pues allí seguía, convertida
ahora en una dura figura de piedra. Aquella noche, el Hijo del Gran Ser iba a
nacer. Este, buscaba entre sus mensajeras las cigüeñas a una que nunca hubiera
llevado a ningún niño. Quería una
cigüeña nueva para El.
¿Qué
hacer? El Gran Ser pensaba... ¡De pronto se acordó! Recordó a aquella cigüeña
de barro a la que se le había roto una pata. Fue donde estaba y la miró
pensativamente. ¡Si!. Ella sería la que llevaría a su Hijo Unigénito. La habló,
lo hizo despacio, muy despacio, hasta que la cigüeña de piedra cobró vida y
abriendo sus blancas alas, estiró su única pata y alzó el vuelo. En su pico
llevaba un hatillo y, dentro, un radiante bebé lleno de luz.
La
noche, oscura y negra, era fría. Las estrellas brillaban intensamente en el
cielo. Una de ellas, resplandeciente sol blanco como un lirio, cruzaba lentamente
el cielo. El viento se había detenido. Por encima de los árboles, sobre los
recodos de las peñas, a través de las espigas dormidas, una música suave se
mecía en la noche. A la hora mágica salió la luna y el campo se pintó de plata.
Recortada su figura por un círculo de luz, entre aromas de rosas de Judea,
ascendiendo desde el suelo el olor a mirtos, una cigüeña descendía sobre un
establo en el que una madre, impaciente por ver a su hijo, la esperaba.
La
cigüeña de la pata rota, suavemente, procurando no tropezar al posarse en el
saliente de la roca con su única pata, inspeccionó el lugar. Si, allí era, no
se había equivocado. Con un corto vuelo entró en la gruta y depositó en el
regazo de la mujer el hatillo que llevaba en su pico. Después, voló hacia lo alto.
El Hijo del Gran Ser Creador había nacido.
Esta
fue la historia de la cigüeña de la pata rota. Desde aquella noche, jamás
volvió a saberse de ella. No fue con sus compañeras. Desapareció. Tal vez, al
transportar la Luz,
se hizo una con ella.
* * *
![]() |
"La Creación de los animales". Titoretto (1550-1553) |
Tenía veintiún años cuando escribí este cuento. No se qué lo motivó.
Hoy, treinta años después, se que nuestro interior guarda, en forma simbólica,
los arquetipos que nos prefiguran. También se que el lenguaje, además de ser un
medio de comunicación social y utilitario, fundado en conceptos, es por su
origen un medio que expresa en forma imaginativa y simbólica la vida psíquica.
Incluso que este sentido simbólico precede al sentido psicológico.
Es asombroso que el lenguaje nos aclare de esta manera lo que ocurre
en lo profundo. Cigüeña, ave
zancuda, tiene la misma raíz que cigoto,
la célula germen que resulta de la fecundación o unión de un óvulo y un
espermatozoide. Y lo más sorprendente aún es que la mecánica ha recogido en la
palabra cigüeñal, el eje de
transmisión de ciertas máquinas que permite transformar en movimiento circular
en movimiento rectilíneo o a la inversa, el movimiento impulsor y rectilíneo
del espermatozoide junto al movimiento circular del óvulo.
Ante este significado profundo surgido de la raíz de las palabras,
¿podemos decir que las cigüeñas portadoras de bebés es sólo un cuento, o se
encierra en él un olvidado conocimiento biológico, unido aún a su significado
espiritual?
Rastreando los mitos y leyendas de los pueblos de la tierra,
descubrimos que el pájaro, su ala o, simplemente, su plumaje, ha sido siempre
el símbolo del Cielo: esa región que se alza sobre los dos pilares cósmicos
(las dos patas). Al propio Brahmâ se le llama Hâlahamsa, es decir, Cisne Eterno y, a la vez, Hamsa-Vâhana, el Caballero del Cisne, el que usa el cisne como
vehículo.
Esta palabra Hamsa pasó a
Europa y la encontramos en Lohengrin, el Caballero del Cisne. Cisne Sagrado del
Grial al que Parsifal mató antes de su conversión.
En el "Bhagavata Purana"
se habla de una casta llamada Hamsa:
casta que era única cuando en la
India aún no existía más que un Veda, una deidad y una casta.
Este ibis, cisne, oca, ganso, pelícano, pues todos ellos simbolizan lo
mismo, son inseparable del símbolo del Huevo
del Mundo, el Germen. En Egipto
el Ibis era sagrado porque mataba a las sabandijas inmundas de la tierra
(astralidades) y destruía los huevos de los cocodrilos (personificación del
mal) salvando así a Egipto (el mundo) de tener el Nilo (portador del Agua de la Vida) infestado por estos
saurios.
España, tan relacionada con la mitología libia a través de Cartago,
posee símbolos tan antiguos como los de Egipto, y el vocablo kala-hamsa aparece en Extremadura para
designar a las construcciones de paja que dan sombra en verano en los sembrados
y en donde se posaban las cigüeñas. La cigüeña ha sustituido en España al Ibis
sagrado de Egipto dado su gran parecido.
Si llegamos a comprender este simbolismo, no debe extrañarnos el que
la tradición popular al recoger, aunque degradadas, esta antigua y perdida
sabiduría, haya hecho de las cigüeñas las encargadas de traer los niños a este
mundo. Ellas son el símbolo de la
Esencia del Gran Espíritu Creador expresada en su realidad
biológica. Transportan, en su doble movimiento generatriz, el impulso de la
vida. Ellas son el germen.
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