domingo, 22 de noviembre de 2015

La cigüeña de la pata rota.



<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 20/12/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: La cigüeña de la pata rota.
<SUBTÍTULO>: El símbolo del germen de la vida.
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: "La Creación de los animales" Tintoretto. Dios crea a los pájaros.
<SUMARIO>: Las cigüeñas, portadoras de bebés en la tradición popular, tienen un significado biológico y espiritual.
<CUERPO DEL TEXTO>:
  


Cuentan antiguas leyendas que hace mucho tiempo, eones de tiempo, el Gran Ser al que los hombres llaman Dios, creó un mundo llamado Tierra. Puso animales en ese mundo y, entre ellos, a las cigüeñas. No voy a describíroslas; pero las viejas leyendas dicen que El Gran Ser Creador las escogió para que realizaran una gran misión. Ellas serían las que transportarían a sus futuros hogares a cada ser humano que naciera en el mundo.
(...)

También cuentan viejos mitos sumerios y caldeos que el día en que el Gran Ser Creador creó a los animales, los hizo primero de barro y que luego, pronunciando una palabra, un sonido lleno de poder, les infundió el espíritu de la vida. Así salieron de sus manos peces, mamíferos, aves y..., las cigüeñas.
Había modelado el Gran Ser Creador una cigüeña, con su largo pico y sus finas y largas patas cuando, ¡oh, desgracia!, a aquella cigüeña se le rompió una pata que cayó al suelo confundiéndose con él. El Gran Ser la miró despreocupadamente y la apartó a un lado. Hizo otra nueva y cuando le dio vida alzó el vuelo perdiéndose en el cielo azul.
El Gran Ser Creador siguió formando animales hasta que estos llenaron toda la Tierra. Estaban todos, todos menos la pobre cigüeña de barro, con su pata rota, que quedó abandonada en algún rincón de su vasto universo. Con el paso del tiempo, hasta el Ser Creador acabó olvidándose de ella.
Pasaron los años, el tiempo fue desgranándose Eón tras Eón y, por toda esa eternidad, las cigüeñas, con sus fuertes alas, veloces como el viento, comenzaron su destino. Destino sagrado porque su mensaje era la vida del ser humano. Llevándole en sus largos picos, atravesaban los valles y las montañas, los ríos y las ciudades, las comarcas y los países. Aquí dejaban un niño negro, allí, uno blanco... Cumplida su misión, volvían siempre al Principio, a por una nuevo ser.
Hace dos mil años ocurrió algo que hizo que el universo despertarse de su monótona y cíclica cadencia. Una pareja, ella María y él José, cansados y fatigados de un largo viaje, habían llegado a un pueblecito llamado Belén y buscaban un lugar donde descansar. En ningún sitio había un lugar donde pasar la noche. A aquella pareja le urgía encontrar donde cobijarse, porque ella esperaba a la cigüeña y quería estar resguardada, al abrigo del viento y de la noche. A María se le había anunciado que daría a Luz a un Hijo de Dios.
¿Os acordáis de aquella cigüeña de la pata rota que el Gran Ser Creador había dejado abandona en algún rincón del Universo?. Pues allí seguía, convertida ahora en una dura figura de piedra. Aquella noche, el Hijo del Gran Ser iba a nacer. Este, buscaba entre sus mensajeras las cigüeñas a una que nunca hubiera llevado a ningún  niño. Quería una cigüeña nueva para El.
¿Qué hacer? El Gran Ser pensaba... ¡De pronto se acordó! Recordó a aquella cigüeña de barro a la que se le había roto una pata. Fue donde estaba y la miró pensativamente. ¡Si!. Ella sería la que llevaría a su Hijo Unigénito. La habló, lo hizo despacio, muy despacio, hasta que la cigüeña de piedra cobró vida y abriendo sus blancas alas, estiró su única pata y alzó el vuelo. En su pico llevaba un hatillo y, dentro, un radiante bebé lleno de luz.
La noche, oscura y negra, era fría. Las estrellas brillaban intensamente en el cielo. Una de ellas, resplandeciente sol blanco como un lirio, cruzaba lentamente el cielo. El viento se había detenido. Por encima de los árboles, sobre los recodos de las peñas, a través de las espigas dormidas, una música suave se mecía en la noche. A la hora mágica salió la luna y el campo se pintó de plata. Recortada su figura por un círculo de luz, entre aromas de rosas de Judea, ascendiendo desde el suelo el olor a mirtos, una cigüeña descendía sobre un establo en el que una madre, impaciente por ver a su hijo, la esperaba.
La cigüeña de la pata rota, suavemente, procurando no tropezar al posarse en el saliente de la roca con su única pata, inspeccionó el lugar. Si, allí era, no se había equivocado. Con un corto vuelo entró en la gruta y depositó en el regazo de la mujer el hatillo que llevaba en su pico. Después, voló hacia lo alto. El Hijo del Gran Ser Creador había nacido.
Esta fue la historia de la cigüeña de la pata rota. Desde aquella noche, jamás volvió a saberse de ella. No fue con sus compañeras. Desapareció. Tal vez, al transportar la Luz, se hizo una con ella.
 *   *   *
"La Creación de los animales". Titoretto (1550-1553)
Tenía veintiún años cuando escribí este cuento. No se qué lo motivó. Hoy, treinta años después, se que nuestro interior guarda, en forma simbólica, los arquetipos que nos prefiguran. También se que el lenguaje, además de ser un medio de comunicación social y utilitario, fundado en conceptos, es por su origen un medio que expresa en forma imaginativa y simbólica la vida psíquica. Incluso que este sentido simbólico precede al sentido psicológico.
Es asombroso que el lenguaje nos aclare de esta manera lo que ocurre en lo profundo. Cigüeña, ave zancuda, tiene la misma raíz que cigoto, la célula germen que resulta de la fecundación o unión de un óvulo y un espermatozoide. Y lo más sorprendente aún es que la mecánica ha recogido en la palabra cigüeñal, el eje de transmisión de ciertas máquinas que permite transformar en movimiento circular en movimiento rectilíneo o a la inversa, el movimiento impulsor y rectilíneo del espermatozoide junto al movimiento circular del óvulo.
Ante este significado profundo surgido de la raíz de las palabras, ¿podemos decir que las cigüeñas portadoras de bebés es sólo un cuento, o se encierra en él un olvidado conocimiento biológico, unido aún a su significado espiritual?
Rastreando los mitos y leyendas de los pueblos de la tierra, descubrimos que el pájaro, su ala o, simplemente, su plumaje, ha sido siempre el símbolo del Cielo: esa región que se alza sobre los dos pilares cósmicos (las dos patas). Al propio Brahmâ se le llama Hâlahamsa, es decir, Cisne Eterno y, a la vez, Hamsa-Vâhana, el Caballero del Cisne, el que usa el cisne como vehículo.
Esta palabra Hamsa pasó a Europa y la encontramos en Lohengrin, el Caballero del Cisne. Cisne Sagrado del Grial al que Parsifal mató antes de su conversión.
En el "Bhagavata Purana" se habla de una casta llamada Hamsa: casta que era única cuando en la India aún no existía más que un Veda, una deidad y una casta.
Este ibis, cisne, oca, ganso, pelícano, pues todos ellos simbolizan lo mismo, son inseparable del símbolo del Huevo del Mundo, el Germen. En Egipto el Ibis era sagrado porque mataba a las sabandijas inmundas de la tierra (astralidades) y destruía los huevos de los cocodrilos (personificación del mal) salvando así a Egipto (el mundo) de tener el Nilo (portador del Agua de la Vida) infestado por estos saurios.
España, tan relacionada con la mitología libia a través de Cartago, posee símbolos tan antiguos como los de Egipto, y el vocablo kala-hamsa aparece en Extremadura para designar a las construcciones de paja que dan sombra en verano en los sembrados y en donde se posaban las cigüeñas. La cigüeña ha sustituido en España al Ibis sagrado de Egipto dado su gran parecido.
Si llegamos a comprender este simbolismo, no debe extrañarnos el que la tradición popular al recoger, aunque degradadas, esta antigua y perdida sabiduría, haya hecho de las cigüeñas las encargadas de traer los niños a este mundo. Ellas son el símbolo de la Esencia del Gran Espíritu Creador expresada en su realidad biológica. Transportan, en su doble movimiento generatriz, el impulso de la vida. Ellas son el germen.



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