Creemos estar
evolucionando del pasado al futuro, e igualmente creemos que, con el tiempo,
una cultura mítica deviene racionalista. Pero no sabemos o no podemos invertir
la flecha del tiempo.
Al estudiar la Historia de la Cultura Occidental
y ver las características de cada periodo, podemos apreciar una alternancia de:
a) Etapas espirituales, donde predomina el sentimiento. b) Etapas
racionalistas, donde predomina el pensamiento racional. Así tenemos: Época
Clásica, Edad Media, Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo,
Realismo… En las etapas Clásica, Renacimiento, Neoclasicismo, Realismo decimos
que ha predominado la razón; mientras
que en las etapas Edad Media, Barroco, Romanticismo habría predominado el sentimiento.
Pero, si nada se repite,
según nuestra concepción del tiempo lineal, ¿es el Renacimiento un renacer de la Época Clásica? ¿Es la Edad Media un renacer
de la Antigüedad?
¿Es el Barroco un renacer de la
Edad Media? ¿Es el Neoclasicismo un renacer del Renacimiento
y de la Época Clásica? ¿Lo que renace
es lo mismo que murió al desaparecer el periodo anterior? ¿Desapareció realmente?
¿Lo que renace se alterna, se anula o se complementa con el periodo anterior? ¿Son
dos renacimientos diferentes? Esta alternancia dual: ¿es solo aparente? ¿Qué significa
este ciclo a nivel del hombre colectivo occidental? ¿Ha ocurrido lo mismo con
el hombre colectivo oriental? ¿Y con el japonés, el amerindio y el africano? ¿Todos
tienen que dar el paso desde una edad religiosa a una edad científica? ¿Se
puede invertir la flecha del tiempo?
Son preguntas que al
parecer nadie se hace. El hombre, y ya no solo el hombre de Occidente, sino la
inmensa mayoría de los seres humanos, ignoramos como ha sido nuestro pasado
(que además ha sido perversamente manipulado quién sabe con qué aviesas
intenciones) al que consideramos como una carga de oscurantismos, intentando
vivir un presente que se nos augura más diáfano, aunque en realidad es cada vez
más opresor, y sin saber que horizonte se abre ante nosotros. Lo terrible es
que nos “creemos” que, necesariamente,
esto es así.
A pesar de la
alternancia Razón-Sentimiento en la Civilización Occidental,
¿somos capaces de observar “algo” que transcurre, imperceptiblemente, por esa
alternancia? ¿“Algo” que permanezca siempre fijo en si mismo, aún siendo,
alternativa y vagamente, diferente? ¿“Algo” que incremente la calidad en ese
discurrir aparente?
¿Por qué el Pensamiento
Occidental no quiere pensar en el “Regreso a casa” como el alfa y omega de un
movimiento en el que es posible la inversión de la flecha del tiempo? ¿Y por qué
el Pensamiento Oriental no quiere pensar en que “algo” se mueve y evoluciona en
el ciclo, haciendo que el Eterno Retorno
sea un movimiento espiral? ¿Por qué quiere estar siempre en “casa”? ¿Por qué en
los periodos de Sentimiento el hombre
se ha destruido con mayor violencia que en los tiempos de Razón, a pesar de que esta pueda, y lo hace, crear monstruos?
Estas no son preguntas
abstrusas. Intentar buscarles una respuesta pueden ayudarnos a descubrir la
existencia del "Ciclo". Pero
un ciclo que se proyecta en una espiral. Pueden ayudarnos a descubrir que todo
ciclo se inscribe en otros ciclos mayores y que cualquier ciclo contiene a
otros ciclos menores; y que, aún repitiéndose el ciclo, todo es siempre un distinto
de lo mismo. El ciclo del que hablo se mueve en espiral y también discurre a su
través una flecha del tiempo, puesto que el ciclo, aparentemente, tiene un
origen y un final, un alfa y un omega, un regreso
a casa, aunque de un modo diferente.
El gran obstáculo para
la comprensión de esto parece ser nuestra ignorancia.
Pero no es así. El gran obstáculo es, según Albert Camus, el “terror a dar un salto en el vacío”. Este
salto es un retorno aparente, aunque
en una nueva octava de la espiral, por lo tanto es un paso hacia adelante. Es
una conversión según el lenguaje
mítico, pero no a lo viejo repetido, sino a la vieja idea renacida en lo nuevo, para tener la oportunidad de
desarrollarla de otra manera, en una forma diferente proporcionada por esa
memoria pasada. Es una inversión de la orientación vectorial según el lenguaje
científico. Es una vuelta a casa, pero por distinto camino.
La idea mítica tiene su origen en la creencia de que el hombre tiene una finalidad, y de ella deduce su
comportamiento presente. Por el contrario, la idea racionalista viaja siempre de una causa a un efecto. El
problema es que nuestra Ciencia no considera y desconoce, de entrada, los
efectos de sus causas.
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Huellas fósiles de un dinosurio pisando la de un ser humano. Texas |
Costa de Beauregarrd, nos ofrece una imagen clara de la
flecha del tiempo racionalista: un rastro es observado en la piedra. A nuestro
científico no se le ocurrirá deducir qué el que pasó por allí va a volver
reculando para borrarlo, tal vez porque un dinosaurio le persigue; lo que deducirá es que por allí ha pasado un hombre y un dinosaurio, y
que las huellas son la prueba de su paso. Puede que llegue a afirmar que todo
hombre o dinosaurio que pase por aquel lugar también dejará un rastro análogo (afirmación
siempre precisada y restringida por la consideración de los datos más
diversos). De todo ello, nuestro científico sacará una predicción: La huellas observadas se producirán siempre que
se repitan las condiciones que las han originado.
La Ciencia expresa esta Ley
diciendo que “la visión racional se
orienta del pasado al futuro y no puede orientarse en sentido contrario”.
Los efectos de las causas son conocidos siempre a posteriori. Con ello
desaparece toda noción de finalidad. Al observador científico no le interesa
saber por qué las cosas son como son, sino establecer como han llegado a serlo.
Pero, ¿es consciente nuestro científico de que esta negación de la “finalidad” entraña una postura de
indiferencia a todas las consecuencias de su investigación?