viernes, 1 de diciembre de 2017

La Enseñanza Esotérica 05


LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA
( 5 )


Cuando hablamos sobre la llamada del despertador, decíamos que “algo” era necesario para que los que duermen profundamente despierten de su ilusión. Debe haber “alguien” o “algo” que nos sacuda, que nos produzca tal impacto que pueda sacarnos de la ensoñación. Generalmente la vida lo hace en algún momento, cuando nos acercamos al fin de nuestro ciclo de experiencia hacia fuera, cosa que ocurre alrededor de los cuarenta años. Pero a quién puedo contratar para que me despierte en un mundo donde la mayoría de la gente duerme?
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La Antigua Enseñanza dice que un “grupo” es necesario; que se necesita de otros que actúen como imágenes especulares, otros que también quieran despertar, otros que nos ofrezcan de forma continua y reiterada esos impactos, otros que no son otra cosa que vernos a nosotros mismos reflejados en el espejo de los otros. Aunque a pesar de que necesitamos de los otros para despertar en uno mismo, uno solo es el que tiene que “despertar”.
Es cierto que se necesita de los otros para conseguir este fin. Los miembros de un grupo se aportan mutua ayuda, aún sin quererlo. Una característica distintiva de nuestra naturaleza humana es ver siempre los defectos en los demás, pero no verlos en uno mismo. Ante esta característica, la Enseñanza dice que en la senda de nuestro propio autoconocimiento, el hombre aprende a través de su observación que él mismo posee todos los defectos que encuentra en los demás. Por lo tanto, los otros miembros del grupo nos sirven de espejitos mágicos en los cuales podemos vernos a nosotros mismos. Lo que este Trabajo implica es que a fin de verse a uno mismo en los supuestos defectos de los demás, y no meramente ver las faltas y defectos de otros, uno debe permanecer en guardia y en contante “observación de sí” y ser muy sincero con uno mismo.
Así, en el Trabajo en el grupo, cada uno comienza a acumular una amplia información sobre sí mismo, como resultado de dicha observación. Mientras más personas constituyen el grupo, más información sobre uno mismo se tendrá que si estoy solo. Este intercambio de información, sobre el que nunca debe hablarse, pues solo afecta a la persona que se trabaja interiormente para despertar, es uno de los propósitos de estos grupos en las antiguas Escuelas Esotérica. Hoy las cosas han cambiado y el grupo ya no es necesario, aunque si lo hay tampoco pasa nada, pues el grupo puede ser sustituido por todo lo que nos rodea.
Dice la “Enseñanza” que se debe mantener “secreto” lo que en el Trabajo de escucha y se aprende. Esta prohibición, y esto debe ser comprendido, no tiene la menor tentativa de convertir en secreto aquello que no lo es. La única razón de esta prohibición obedece a un hecho concreto: tal como somos, seres dormidos, somos incapaces de transmitir correctamente lo que se oye y de dice en el grupo. Pero hay otra razón que tiene relación con nuestra psicología y nuestra manera de ser: es muy difícil para cualquier ser humano, sea hombre o mujer, guardar silencio con las cosas que se identifica y le interesan. Si llega a comprender esta prohibición, y puede seguirla, constituirá para él una práctica importante para acceder al tercer estado de conciencia, el “recuerdo de sí” y, simultáneamente, para el desarrollo de su “voluntad”. Solo cuando un ser humano es capaz de guardar silencio cuando es necesario, puede ser su propio dueño, y no ser un esclavo. Hay un tercer motivo por el que guardar secreto: aquellos nuevo que nace en nosotros como consecuencia de nuestro trabajo interior, debe ser protegido del entorno hasta que pueda desenvolverse por si mismo sin sufrir agresión y violencia, sin que lo puedan corromper.
Sería necesario comprender y recordar la razón por la cual uno se incorporó a un grupo de trabajo interior. Se supone que es para aprender lo que la Enseñanza enseña y trabajar sobre uno mismo a fin de incrementar nuestro estado de conciencia. Obedecer la Enseñanza y su Trabajo, las ideas, reglas y técnicas de trabajo interior, no es una imposición, es una comprensión de que ellas son los despertadores que nos sacan del sueño.
Existen otros aspectos a considerar. El carácter de cada uno de nosotros suele presentar un cierto rasgo que es central para cada uno y que en cierta manera nos define. Es como un “eje” alrededor del cual gira toda nuestra falsa personalidad. Aunque nos neguemos a aceptar esta aseveración, dicho rasgo es siempre un defecto. Y como cada ser humano tiene su propio rasgo de carácter, es por lo que en la Enseñanza no existen reglas generales respecto a este punto., ya que lo que sería necesario para uno, sería dañino para otro. Alguien habla demasiado, tendrá que aprender a guardar silencio; otro siempre está callado, incluso cuando debe hablar, por ello debe aprender a hacerlo. Observar y estudiar cual es el rasgo principal de nuestra personalidad y luchar para cambiarlo, forma parte de nuestro propio camino individual. Y al ser un camino individual y solitario, la meta es la misma para todos. Y esta meta no es llegar a alguna parte, sino el darnos cuenta y comprender de nuestra propia nadidad y de nuestra propia impotencia, ni para cambiar nada de lo que sucede. Por ello este Trabajo ha de llevarse a cabo con total sinceridad.
Repito, una vez más, de lo que este Trabajo trata es de despertarnos para que  podamos aprender a hacer y a crear. Hacernos y crearnos a nosotros mismos como verdaderos seres humanos. Existen acciones mecánicas, lo que sucede; y está el “Hacer”, dicho metafóricamente podríamos decir que es hacer magia. Solo hay una clase de Hacer, lo otro es una falsificación, una falacia, un no-hacer. Siguiendo con la metáfora: cuando se habla de magia negra no se trata de la magia del mal. Podríamos decir que nadie hace el mal por amor al mal. El mal no es otra cosa que ignorancia y egoísmo. El problema es que como somos ignorantes, cada uno intenta hacer el bien tal como él lo comprende, desde su nivel de conciencia dormida. Por ello hace daño y se hace fanático. En los grupos en lo que se trabaja con sinceridad, no se requiere ninguna fe fanática. Solo se exige, al principio y no por mucho tiempo, un porco de confianza y paciencia. Luchar contra nuestro “falso yo” (llamémosles de momento así), contra ese rasgo o defecto principal es la parte más importante de este trabajo, y esta lucha debe traducirse en hechos y no en palabras.
El Trabajo Interior (en los coranes y biblias se le llama Guerra Santa, que al ser interpretada literalmente, ha tenido y tiene las consecuencias de todos conocidas) tiene etapas, barreras que atravesar y surge algo mágico cuando estas barreras son atravesadas: ya no se puede regresar jamás al estado anterior. Tres son las barreras principales y sus nombres son: “Falsedad”, cuando falsificamos la Enseñanza y seguimos imaginando que trabajamos internamente; “Miedo”, nuestro peor enemigo; y “Mentira”, difícil de erradicar porque hace referencia a mentirnos a nosotros mismos. El Trabajo exige que realicemos grandes esfuerzos, sin ellos no habrá resultados. Esto hace que sea necesario, en el grupo, una regla de responsabilidad común. Un grupo de trabajo debe funcionar como un campo de conciencia consciente, sus elementos deben conocerse y ayudarse  mutuamente. No puede haber intereses personales que se opongan a los intereses de un trabajo que se proyecta en tres direcciones: un ser humano debe ser útil al propio Trabajo; un ser humano debe ser útil a otro hombre; y un ser humano debe ser útil a sí mismo. Tal vez pueda fallar alguna línea de Trabajo, el ideal sería que el Trabajo produjera resultados en las tres direcciones, pero la que no puede fallar nunca es la línea de ser útil así mismo, porque si no es así, nada cambiará y se seguirá dormido.
Aquí no bastan con esfuerzos corrientes, se necesitan superesfuerzos, es decir: esfuerzos conscientes, porque la “Evolución Interior” es el resultado de una lucha consciente. Es la evolución de la conciencia, y la consciencia no puede evolucionar inconscientemente; es la evolución de la voluntad, y esta no puede evolucionar involuntariamente; es la evolución del poder hacer, y éste no puede ser el resultado de lo que sucede mecánicamente. Es necesario comprender también que éste esfuerzo consciente es “vertical a la vida”, nos sube un escalón en la Escala del Ser, nos sube al “pescante” desde donde podremos dirigir al caballo que tire del carruaje y vaya en la dirección que, conscientemente, nosotros elijamos.
Cuando se acumulan en nosotros las influencias que, procedentes de otros niveles de conciencia, generan las nuevas ideas a través de nuestra comprensión, éstas forman en nosotros algo así como un centro magnético, una especie de atractor, que atrae hacia él a todas las influencias relacionadas con ellas, con lo que ese centro magnético crece y se incrementa a través de ese alimento. Y cuando se alcanza ese estado en el que las influencias de la vida ya no ofrecen demasiada resistencia, nuestro cochero hace girar a nuestro caballo para que tome otra dirección. Es entonces cuando se comienza a comprender lo que significa la idea del “Camino” y cuando uno comienza a buscarlo; búsqueda que puede durar muchos años, incluso uno puede no encontrarlo. Todo depende de la resistencia que oponga esa parte externa, aglutinada alrededor de nuestra personalidad a la que esta búsqueda no le interesa en absoluto.
Pero si nuestro centro magnético funciona correctamente, y si nuestra búsqueda se lleva a cabo desde la conciencia, terminaremos encontrado a alguien que si conozca el “Camino” y que esté en contacto, directa o indirectamente, con ese nivel al que he llamado Círculo de la Humanidad Consciente. Ese alguien pasará a representar el primer peldaño de la escalera, y él nos informará que entre la “vida” y el “Camino” se encuentra la “escalera”.

En la catedral de Notre Dame de París, podemos contemplas una serie de rosetones mostrando el proceso alquímico. Uno de ellos representa a la propia Alquimia. Una mujer sentada en un trono, con un libro abierto en la mano derecha y un cetro real en la izquierda. Ascendiendo desde el suelo, entre sus piernas y hasta el nivel de su garganta, se extiende una escalera. Toda la Alquimia no es sino este mismo proceso al que estoy haciendo referencia, solo que expresado a través de una simbología diferente. Así, a ras del suelo, al nivel de la vida, se apoya la escalera que une la “tierra” (que puede ser simbolizada por nuestros pies), con el “cielo” (simbolizado por nuestra cabeza). En realidad esa escalera no es tan solo una metáfora, sino que existe realmente en nosotros. Es nuestra columna vertebral. En los seres humanos hay 33 vértebras durante la etapa fetal y en la fase bebé: 7 cervicales + 12 torácicas + 5 lumbares + 5 sacras + 4 del cóccix; durante la etapa adulta solo hay 24, debido a que los huesos del sacro y el cóccix se unen convirtiéndose en un hueso cada uno. Así que hemos de ascender, en lo que representan en su simbolismo, cada uno de esos 24 escalones o vértebras.
Solo ascendiendo esta “escalera” se puede encontrar el Camino. Durante esta ascensión siempre se tiene la ayuda de un guía o de varios. Uno no puede subirla solo. El Camino comienza al final de la “escalera”, en un nivel muy por encima del nivel de la vida ordinaria, y hemos sido empujados por algo que no se encuentra en la vida.
¿Cómo saberlo?
Al comenzar el ascenso uno nunca está seguro de nada, ni de sus fuerzas, ni de lo que hace, ni de su guía, ni del saber o el poder de este guía… Nuestra situación es muy inestable; a veces, más que ascender, parece que se desciende. Pero cuando se franquea el último peldaño y se apoyan los pies en el Camino, todo cambia. Las dudas desaparecen, incluso se comprende por qué el guía fue necesario. Mientras ascendíamos por la “escalera”, nos dimos cuenta que había otras gentes ascendiendo también por ella. Nuestro guía nos informa que la “escalera” tiene “reglas”, una de ellas dice: nadie puede ascender un nuevo peldaño, si antes no ayuda a que otro ascienda al que dejó. Por ello, mientras más se asciende, mayor es nuestra dependencia de los que nos siguen. Si ellos se detienen, yo me detengo. Todos dependen de todos. Otra de las reglas de la “escalera” es que en ella no may maestros ni discípulos, porque allí todos son maestros para los que ascienden detrás y discípulos de los que ascienden delante.
Durante éste tránsito, nada importa lo poco o mucho que uno sepa referente a los asuntos de la vida. Los resultados de este trabajo de ascenso dependerán de tres cosas: 1.- Las ideas que se manejan: ¿proceden o no del Centro de la Humanidad Consciente? 2.- ¿Se es capaz de comprender esas ideas? 3.- ¿Se ha creado un centro magnético que facilite nuestra comprensión?
Al principio, son muchos los que preguntan: ¿cómo se puede reconocer un camino falso? La respuesta es que “no se puede”. Por lo tanto es inútil preocuparse de ello. Nuestra ocupación debe estar centrada en lo que hacemos mientras ascendemos por la “escalera”. Nuestra comprensión debe ser que el maestro (considérenlo como un símbolo) siempre se corresponde con el nivel del alumno. Si el nivel del alumno es elevado, el del maestro también lo será. Aunque un alumno nunca podrá ver el nivel de su maestro. Esto es una Ley: nadie puede “ver” más alto que lo que le permite su propio nivel. Y como la mayoría de las gentes ignoran esta Ley, cuando más bajo es el nivel del alumno, tanto más exigen que su maestro sea un Gran Maestro movidos por su orgullo y vanidad. Ni siquiera se les ocurre pensar que aunque lograran encontrar a un Gran Maestro, no podrían seguirlo, pues como discípulos tendrían que tener un nivel más elevado, sobre todo de comprensión. Esta ley es inflexible.
Hay otra Ley que dice: Un alumno no puede progresar sin maestro, y el maestro no puede hacerlo sin alumno. Y, ¡oh asombro! Es la vida la que pone juntos a maestro y discípulo.
De todo lo anterior se desprenden dos cosas. Nuestro desarrollo se lleva a cabo a lo largo de dos líneas: la “línea del Saber” y la “línea del Ser”. Para que nuestra evolución se realice de forma armónica, ambas líneas han de avanzar juntas, más o menos paralelas la una con la otra, sosteniéndose mutuamente. Si la “líneas del Saber” progresa demasiado y sobrepasa a la “línea del Ser”, o viceversa, nuestro desarrollo se detiene. Todos creemos entender lo que debe entenderse por Saber, incluso creemos comprender que existe diferentes tipos de Saber. El problema es que esta comprensión no se aplica al Ser. Por ello, el Ser, para nosotros, solo designa nuestra existencia que se opone a la no-existencia. No comprendemos que como el Ser, el Saber también tiene niveles, niveles de Ser. Nadie comprende que el “nivel de Saber” de cada uno de nosotros, depende de nuestro “nivel de Ser”. Cuando nuestro Saber sobrepasa demasiado el nivel de nuestro Ser, éste se vuelve teórico, abstracto e inaplicable a la vida. Se vuelve nocivo. Un Saber así ni siquiera sirve para satisfacer nuestras necesidades, Sería el saber de una cosa, unido a la ignorancia de otra; el saber de la forma, ignorante de la esencia.
Dentro de los límites de cualquier ser, la calidad de su saber no se puede cambiar. Para que se produzca un cambio en la naturaleza de nuestro Saber ha de producirse un cambio en la naturaleza de nuestro Ser. Por ello el equilibrio entre ambos es imprescindible. Porque cuando el Saber predomina sobre el Ser, un hombre “sabe”, pero carece del “poder de hacer”, por lo tanto es un saber inútil. Si es el Ser el que predomina sobre el Saber, entonces se tiene el poder de hacer, pero como carece de Saber no sabe lo que hacer, y su “hacer” se hace inútil para el Plan de la evolución global de la Humanidad.
¿A qué conduce un desarrollo unilateral del “Saber” o del “Ser”? O a un erudito intelectual que sabe mucho pero sin comprensión de lo que sabe, o a uno de esos santos tontos de los relatos que hacen, pero no saben lo que hacen. Es indispensable comprender la íntima relación que existe entre ambas realidades. El Saber es una cosa, y la comprensión es otra muy diferente. Nuestra comprensión no se puede incrementar por la sola acumulación de saber, porque es el resultado de la conjunción entre el Saber y el Ser. La comprensión crece en función del desarrollo de nuestro Ser. Nuestro pensamiento ordinario es incapaz de distinguir entre Saber y comprensión. La comprensión solo aparece cuando se tiene el pensamiento, el sentimiento y la sensación (sentir) de todo aquello que se encuentra vinculado con nuestro Saber.
¿Podemos comprender la idea de “necesidad”, “compasión”, “respeto”, etc., cuando sabemos solo con la cabeza? Mucho menos comprenderemos la idea de “mecanicidad”. Generalmente cuando la gente de da cuenta que no comprende algo, trata de encontrarle o ponerle un nombre, y cuando lo ha encontrado, dice que ya lo comprende. Explícamelo que lo comprenda, suelen decir. Pero no es así. Una de las razones por la que no nos pongamos de acuerdo es la divergencia entre nuestras “líneas de saber” y “líneas de Ser” en nuestra vida. La incomprensión se encuentra en el lenguaje que emplea la gente, un lenguaje lleno de falsas significaciones de los conceptos que emplean y de falsas clasificaciones. Un lenguaje subjetivo que se usa con la ilusa pretensión de ser objetivo y exacto.
El lenguaje que habla nuestro centro emocional (“caballo”) se asienta en el Principio de Relatividad; es un lenguaje simbólico sustentado por imágenes y que se desarrolla alrededor de una única idea: la idea de una evolución consciente y voluntaria. Todo, desde un sistema solar, la galaxia, un átomo o un ser humano, evolucionan conscientemente. Solo la disolución es mecánica El lenguaje que permite la comprensión, se basa en el conocimiento de lo examinado con su evolución, y en el reconocimiento de su lugar en la escala del Ser. Si aplicamos esta idea a la palabra Hombre veneremos que hay distintos tipos (niveles) de hombres. Hasta 7. Lo veremos en un próximo artículo.

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