LA
ENSEÑANZA
ESOTÉRICA
( 7 )
Del capítulo anterior podemos deducir un hecho importante:
vivimos y nos movemos en el “tiempo”,
pero nuestro “Ser” se encuentra en
la línea vertical que le cruza y que “desciende”
desde lo “alto” (esta expresión solo
es una metáfora, pues en realidad surge desde dentro de cada uno de nosotros).
También se dice que nuestra “Esencia” procede de las “estrellas”.
Aquí estrellas está simbolizando a un “orden
de mundos” (un Cosmos) que se encuentra por encima de la Tierra en la escala
vertical. Es decir: la “Esencia”, en su origen, está por encima
de nosotros y el “ahora” en que
entra en el “tiempo” es el momento
de nuestro nacimiento, y el “ahora”
en que abandona el “tiempo” es el
momento de nuestra muerte. Y, entre estos dos “ahora”, se encuentra nuestra vida en el “tiempo” y donde el desarrollo de la “Esencia” es posible”. El “Ser
Esencial” de todo “Hombre”
depende del desarrollo de su “Esencia”,
de lo que verdaderamente él Es.
“Ser” es lo que
somos. La línea vertical o la escalera, simboliza y representa donde una cosa “Es” en el universo de los significados.
El Antiguo Testamento define a “Dios”
(recuerden que esta palabra solo es un símbolo para referirnos a algo que
desconocemos) como: “Yo Soy el que Yo
Soy”.
Mientras que en la vida que transcurre en el tiempo, siempre
tratamos de “Ser” semejantes a “algo”, siempre estamos tratando de “imitar algo”, siempre estamos pretendiendo
“ser algo”, alguna otra cosa que no
somos, el “Ser que si somos”
permanece tras un “velo”. Pero la vida
y el tiempo constituyen el “espacio”
(entiéndalo como una matriz) en el cual podemos cambiar nuestro “Ser”.
¿Por qué hay que cambiarlo? Preguntarán.
Porque desde el punto de vista de la Enseñanza Esotérica,
la totalidad del Universo está “evolucionando”.
Y todo en él, en cada mundo o en cada Cosmos, está buscando la manera de “elevarse” cada vez más alto en la “escala del Ser”. Y porque en cada Cosmos
existen conciencias que “trabajan”
para que nosotros evolucionemos también.
¿Han pensado que además de tener un “cuerpo” también tenemos algo a lo que hemos llamado “psicología”? Que tenemos un “cuerpo” no dudamos en admitirlo, pero
tener una psicología que cambia con cada acontecer, ya nos cuesta más trabajo
de admitir. Para cambiar la posición de nuestro cuerpo, o su “estado” hacemos el esfuerzo necesario.
Nuestro “cochero” y “caballo” se ocupan de ello; pero, ¿cómo
cambiar nuestra posición psicológica en relación al “mundo externo”? ¿Qué clase de esfuerzo necesitamos? ¿Qué es un “esfuerzo psicológico”?
La dificultad que tenemos para comprender esto es la misma
que tenemos para mirar en nuestro “mundo
interior” y “ver” lo que hay en
él. La gente no se preocupa por el lugar que está dentro de sí, aunque nunca se
le ocurriría “dejarse estar” en ciertos
lugares del mundo exterior. ¿Han pensado que nuestra psicología es el lugar
donde realmente estamos? En todo momento nos encontramos en algún lugar, dentro
y fuera de nosotros, física y psicológicamente, aunque es en nuestra psique
donde realmente estamos.
Desde la
Antigüedad, las distintas “Escuelas” (“viñas” en el
lenguaje simbólico de las parábolas) han desarrollado “técnicas” para “observar”
lo que ocurre dentro de nosotros, en nuestra “psicología”. Y sin esta “observación
de sí” es imposible que podamos saber lo que se encuentra en nuestra
psicología y reflexionar sobre ello para poder llegar a nuestras propias
conclusiones. Para ello necesitamos poder “pensar
por nosotros mismos”. No nos vale lo que otros (por muy especialistas que
sean) nos digan. Y esto, “pensar por uno
mismo” no es algo que le guste a la “matriz
colectiva” en la que nos encontramos inmersos. Solo desde y por nosotros
mismos podremos hacer que nuestro “Ser”
evolucione.
Por otro lado, la “Enseñanza”
dice que “ningún ser humano puede desarrollarse
solo”. No es una contradicción. Dado que formamos parte de un “campo de conciencia” llamado “Humanidad”, del cual somos sus células,
nuestra evolución se encuentra interrelacionada con la evolución del “campo humano” en su totalidad. Y esta interrelación
solo es posible a través de nuestro “mundo
interior”, y solo es posible si hay “comprensión”,
y para “comprender” a otro ser
humano necesitamos “entrar” en su “mundo interno”, y esto es imposible si
no hemos entrado previamente en nuestra propia “interioridad”, en nuestra “psicología”.
Por ello, nuestro primer paso si queremos “penetrar”
de forma consciente en otro ser humano y “comprender”
cual es su “posición”, antes
habremos tenido que “penetrar” en
nosotros mismos y haber comprendido cual es nuestra posición. Y mientras esto
no ocurra, en el mayor grado posible, la posibilidad de “penetrar” en otro ser humano y “comprender” cual es su posición, el lugar que ocupa en la “escala del Ser” (por otra parte no muy
alejada de la nuestra), no será posible. Nuestro “mal” es que nunca intentamos “entrar”
en la “psicología” de otra persona para
“comprenderla”, sino que preferimos
“criticarla despiadadamente” sin que
poseamos en nuestro propio interior ningún tipo de control o freno.
Necesitamos un “propósito”.
Uno que sea “personal”. Para ello
necesitamos “escuchar” lo que la “Enseñanza Esotérica” enseña (las ideas
que proceden de un nivel más consciente
de “Ser”); precisamos “hacer” lo que esa “Enseñanza” dice desde nuestro nivel de “comprensión”. Solamente de esta manera el “propósito” puede ponerse en relación a través del “Trabajo” con el “Ser”. Nuestro primer propósito ha de ser “conocer lo que somos como Ser”. Sin ello, de nada sirve ningún otro
propósito. Y, por ello mismo, también es preciso comprender que el “esoterismo” es una “nueva forma de Pensar”, que provoca en
nosotros una “metanoia” (metanoia), un “cambio de mentalidad”.
Todo “Trabajo esotérico” (Trabajo Interior),
si es genuinamente tal, tiene dos lados: el “lado del Conocimiento” y el “lado
del Ser”. Desde el “lado del
Conocimiento”, un “propósito
personal” significa que es preciso familiarizarse con esta nuevas “ideas-trabajo”; y del el “lado del Ser”, ese “propósito” significa que el preciso “observarse a uno mismo” a la “luz” de dicho “conocimiento esotérico”, aplicando a uno mismo dicho conocimiento.
Hay muchas preguntas que hacernos: ¿Advertimos cuando somos negativos?
¿Advertimos cuando nos encontramos demasiado identificados con algo?
¿Advertimos cuando “soñamos despiertos”?
¿Advertimos nuestro hablar equivocado? ¿Advertimos cuando nos mentimos a
nosotros mismos? ¿Advertimos lo que significa nuestra falta de personalidad?
¿Advertimos nuestras “justificaciones”
y lo que significan? ¿Advertimos como “rendimos
cuentas” contra los demás? etc., etc.
Todo “Propósito” exige un esfuerzo, y nuestro
propósito es que nuestra personalidad esté “formada” correctamente y no se haya apoderado del “cochero”, del “caballo” y del “carruaje”
originando una “falsa personalidad con un
falso yo personal”. Y a menos que ocurra así, la “Esencia” no “crecerá.
Una personalidad “malformada” en conjunción
con una “Esencia” infantil,
constituye un serio impedimento para evolucionar. Por ello, el “propósito” de observar que ocurre en
nuestro interior, va unido al propósito de “Ser
un Hombre Equilibrado”.
Llama la
atención el hecho de que la gente piensa que la “Esencia” puede crecer por si misma. La razón por la que la “Enseñanza esotérica” dice que no, es
porque la “energía” que ha dado una
“forma equilibrada” a la personalidad,
debe servir de “alimento” potencial
para la “Esencia”, y ese alimento ha
de tener una cierta “calidad”, conforme
la personalidad se va volviendo “pasiva”.
Porque, “lo de dentro ha de ser igual a
lo de fuera”. Para conseguir esto, hemos de proponernos otra cosa: “crear” en nosotros un “centro magnético”, un “atractor”.
El “Trabajo” no se inicia directamente
sobre la “Esencia”, sino sobre ese “centro magnético” que, como un “atractor”, atrae hacia sí las ideas que
emanan del Circulo de la Humanidad Consciente,
y cuya finalidad es construir en nosotros un “segundo cuerpo”. En todas las tradiciones se habla de nuestros
diferentes cuerpos (físico, emocional, mental, etc.). Cuando estos cuerpos se
encuentran “equilibrados” formando una
unidad y en un orden correcto, cuando “las
cosas interiores rigen las exteriores” (Pablo de Tarso) y se corresponden,
se “re-nace” antes de entrar en un
nuevo nivel de conciencia (llamado en las parábolas “Reino de los Cielos”). Este nuevo cuerpo es un “cuerpo psicológico”, un cuerpo que se
construye “sobre” la personalidad
Mantener con
vida a este nuevo “Ser” hasta que
sea suficientemente “fuerte” para
poder sustentar su propia existencia, requiere que lo apartemos, durante un
tiempo, del contacto de la vida. Hay que mantenerlo en “secreto”, fuera de las influencias de la vida. Este es el “secreto” que ha sido mal interpretado
por los que “no saben lo que no saben”,
pero que actúan y hablan como si supieran. Si no lo hacemos así, la vida lo “corromperá”, y no porque la vida corrompa
nada, sino por la manera egoísta y corrupta que nosotros interpretamos la vida,
con lo que no podrá llegar a ser “activo”
por si mismo. Mantenerlo como algo “secreto”
lo protege: no de lo que entra en
nosotros, sino de lo que sale de
nosotros. Ese “secreto” significa
que no hablemos de ello. Las palabras de Jesús fueron: “nada hay fuera de un hombre que entre el él que lo pueda contaminar,
pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre”. ¿Qué es lo que
“sale” de nosotros? Generalmente todos
nuestros estados negativos. Cuando uno se identifica con uno de esos estados,
actúa desde el y esa es su “psicología”.
Cualquier evento de la vida que entre en nosotros, eso no nos contamina, pero nuestra
respuesta negativa a eso que “entra”,
eso si nos contamina.
Las gentes
suelen creer que aquello que piensa son pensamientos propios, pero eso no es
cierto. Son “pensamientos” que están
ahí, en la “matriz colectiva”, y son
traídos y llevados por el viento.
Para que un “pensamiento” fuera
nuestro, tendríamos que “pensar por
nosotros mismos” con “pensamientos
que hubiéramos generado nosotros”, y no con los pensamientos de los demás.
Solo unos pocos “Hombres” pueden
hacerlo, aunque el grueso de la gente “crea”
que los pensamientos con los que piensa les son propios. Cualquier clase de
pensamiento de los que pululan en la “matriz
colectiva” (Juan Salvador Gaviota la llamaba la Bandada de la Comida) puede entrar en nosotros.
Evidentemente algunos de esos pensamientos son útiles, pero no son nuestros, aunque
nos apropiemos de ellos anteponiéndole un verbo personal como “pienso”, “quiero”, y el pronombre “yo”:
“yo pienso esto”; “yo quiero esto”;
“yo imagino esto”; “yo hago esto”… Sin “comprender” que esa atribución de “todo” a uno mismo se debe a estar “dormido”, dormido respecto a la vida y dormido respecto a uno
mismo.
Alétheia (en griego ἀλήθεια
"Verdad"), significa
literalmente “aquello que no está oculto”
(“a” significa no y “letheia” es ocultar). Fue Parménides el primero que
uso este término en su “Poema sobre la Naturaleza”, para referirse
al "desvelamiento del Ser".
Luego, en el siglo XX, Heidegger recuperó el concepto para referirse a “aquello que es evidente por si mismo”. “Renacer” es recuperar el “Ser” que somos para que siga creciendo
por sí mismo, en la plenitud del conocimiento que haya alcanzado. No venimos a
este mundo como una pizarra en blanco que espera ser llenada con garabatos,
sino que entramos en él con la potencialidad de todo un panteón de experiencias
que constituyen nuestro “Conocimiento”
y nuestra “Memoria” interna. Platón
llamó a esta Memoria el “Alma del Mundo”,
y Jung la llamó “Inconsciente Colectivo”.
Otros, como Willian Blacke, o los poetas románticos, la llamaron “Imaginación”.
Platón decía que la "Verdad"
aparecía a través de la “anamnesis”
(aνάμνησις, significa “recuerdo” o “rememoración”). Es el mismo “recuerdo”
al que la “Enseñanza” llama “despertar”. Dice Platón que cada alma,
que se encuentra antes de nacer en el reino de las almas después de la muerte,
regresa de nuevo, aunque antes ha de beber del Río Lete, Río del Olvido, para que “no
recuerde” nada de su origen. Este motivo no es exclusivo de los griegos;
también los judíos cuentan que antes de nacer, un ángel nos pone un dedo en la
boca, sellando nuestros labios, para que no podamos hablar de nuestro “Ser” antes de nacer. Por lo tanto, la “Aletheia” es algo distinto a otras conceptualizaciones
de la “verdad”, como la expresión
latina “veritas” (una diosa hija del
dios Saturno), que tiene más que ver con la “virtud” de ser “veraz” o
“sincero”.
Marcel Proust,
en su novela “En busca del tiempo perdido”
nos cuenta como tuvo un “recuerdo”
al mojar una magdalena en una taza de té. Entonces, un estremecimiento le
recorrió junto a una placentera sensación, como si el amor le hubiera impregnado
con su “esencia”:
“Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té.
Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por mol de una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear.
La experiencia
de Proust es más familiar de lo que creemos: “algo”, unas palabras, un sabor, un olor, una caricia…, nos
transporta a “otro mundo”. Es un “viaje al pasado”. En el mejor de los
casos lo interpretamos como fantasía. Pero en realidad, la relación entre “Imaginación” (con el significado que
Blacke daba a esta palabra: “imaginación
activa” o creadora) y “Recuerdo”
se encuentran tan estrechamente mezclada que es casi imposible separarlos. No
debemos confundir este “recuerdo”
con el recuerdo cotidiano. El “recuerdo”
de la magdalena de Proust, mojada en el té, nos permite “ver”, con la “Imaginación”,
como un pasado olvidado toma de nuevo presencia con toda su plenitud. “El recuerdo es inmediación”, decía
Kierkegaard, y no es un “rememorar”.
En el “recuerdo”, y Proust lo
explica en su último párrafo:
“el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad, y entrarla en el campo de su visión”.
Y es
que el “pasado”, el del “Otro Mundo”, solamente se hace realidad
en nuestro presente a través de un “acto
creativo” de muestra “Imaginación”.
Cuando percibo que los pensamientos vienen y van sin identificarme con
ellos, entonces, comienzo a “despertar”,
comienzo a “oír” psicológicamente,
es decir, percibir el significado de lo que se dice. “El que tenga oídos…” Y es que este “oír” es también un “sentir”.
Y dice también W. Blake:
“… Y sé que éste Mundo es un Mundo de Imaginación y Visión. Cada cosa que veo la pinto en este mundo, pero no todas las personas ven de la misma manera. Para los ojos de un mísero, una guinea es más bella que el sol y una bolsa gastada por el uso del dinero tiene proporciones más hermosas que una vid colmada de uvas. El árbol que inspira a algunos lágrimas de dicha es a los ojos de otros sólo una cosa Verde interpuesta en el camino. Algunos ven la Naturaleza toda ridículo y deformidad, y por éstos no regularé yo mis proporciones; y algunos apenas ven siquiera la Naturaleza. Pero para los ojos del Hombre de Imaginación, la Naturaleza es la Imaginación misma. Tal como un hombre es, así es como ve. Tal la formación de su ojo, tales sus poderes”.