jueves, 8 de noviembre de 2018

LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA (21)

LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA
(21)

EL CONOCIMIENTO COMO ADVERSARIO INTERIOR


“Si queremos conocer la situación presente de la humanidad en general y la crisis de nuestra cultura en particular, debemos darnos cuenta del hecho de que hemos tenido éxito y hemos fallado exactamente por la misma razón, a saber, por nuestro modo de racionalidad. Jerzy A. Wojcie-Chwski (Psicólogo polaco citado por Edgar Morin en El Método. Volumen 3: El Conocimiento del Conocimiento).

Comencemos por definir la palabra “Conocer” y averiguar que es el “conocimiento”. Si no sabemos esto permaneceremos en la “ignorancia” que es la realidad opuesta al “conocimiento”. Generalmente, la gente “cree” conocer, pero la “creencia” no es el “conocimiento”.
(...)
La palabra “conocer” procede de la palabra latina “cognoscere” que significa conocer todo, conocimiento total. Está compuesta por el prefijo “con” (todo, junto) y el verbo “(g)noscere” (conocer); el sufijo “miento”, indica resultado, señalando que el “conocimiento” es el resultado de conocer algo en su totalidad. Es evidente que esta explicación del diccionario no se adapta mucho a las ideas que solemos tener sobre lo que es el “conocimiento”. De forma práctica suele entenderse que, la acción y el efecto de “conocer”, hace referencia a la “información” que se obtiene de la “realidad” (sea cual fuere esta). Bien por experiencia propia, bien por observación de esa realidad, o bien por comprensión práctica, etc. De hecho, aparte su etimología académica, no existe una única definición de “conocimiento”, sino que su significado depende de la “visión” de las distintas escuelas filosóficas o académicas. Para muchos, “conocimiento” es también sinónimo de “inteligencia”, considerada esta, no en su verdadero significado etimológico (“inter-ligare”: unir entre sí, relacionar), sino como “entendimiento” o “razón natural”.
Sin embargo, muchos estiman que el “conocimiento” toma algo (aprehende) de aquello que se cree conocer, ya sea algo real o abstracto. Por ejemplo, cuando decimos: “te conozco”, “conozco esa casa”, “ya conozco como funciona esto”, etc., por lo general uno dice que “conoce” algo, porque solo tiene algunos “datos” superficiales sobre ese algo. Por ello, cuando se dice: “conozco a esa persona”, se está queriendo decir que se conoce algunos datos superficiales de ella como, por ejemplo, su nombre, profesión y algunas cosas más. Pero si no nos conocemos a nosotros mismos en nuestra totalidad y plenitud, en el sentido de la máxima del templo de Apolo en Delfos - “Hombre, conócete a ti mismo” -, ¿cómo podemos decir que “conocemos” a alguien?
Durante los tres primeros siglos de nuestra era, un grupo de cristianos se atribuían el ser poseedores del “conocimiento” (cognoscere); la Iglesia los llamó “gnósticos” (gnosis) como una forma de ridiculizarlos y mofarse de ellos. El verbo verbo latino “(g)no-sco>nosco, novi, notum”; o del griego “gnóseo”, (re)conozco; de ahí “notio”, “noción” (tener noción de algo, llegar a conocer más de algo), también conlleva la noción de “conocer” pero como posibilidad a partir de una noción sobre algo. Fue Sócrates el que separó el “conocimiento de sí mismo”, en el sentido délfico, de su relación con el mundo del “espíritu” en el hombre, y lo vinculó solo con referencia al hombre mismo como ente separado, haciendo de éste un ente “racional”, y, por ello “creemos” que es la “racionalidad” la que nos permite “conocer” y, con ello, pensar, evaluar, entender y actuar según determinados principios “objetivos”. Por ello, nuestra “racionalidad”, sujeta a principios “objetivos” de optimidad y firmeza, y como señala la cita de Jerzy A. Wojcie-Chwski de principio del artículo, lo mismo nos lleva a la salvación o a la destrucción, pues la “racionalidad”, ya lo decía Goya, cuando delira, genera monstruos. Hemos olvidado que el latín “ratio” (razón) es la capacidad que posee la mente para establecer relaciones (a través de la inteligencia) entre ideas, conceptos, pensamientos, juicios e intuiciones a través de la actividad de pensar. El objeto de la razón no es descubrir ni postular certezas, sino establecer nuevas conclusiones respecto a otros conceptos o planteamientos. La “razón” ha sido despojada de su plena función, al someterla a tres premisas o tres principios considerados lógicos: 1) Un principio de identidad que dice que un concepto es ese concepto y nada más (A es A); 2) Un principio de no-contradicción que señala que un concepto no puede ser y no-ser a la vez; 3) Un principio de “tercero excluido”, formulado por Aristóteles, que señala que entre el “ser” o el “no-ser” de un concepto no cabe nada intermedio (A es A o no-es A; al pan, pan y al vino, vino).
Pero esto no es lo que nos dice Parménides. En el fragmento II de su Poema, la diosa (dike) le comunica:
“¡Ea! Yo te diré, escucha y recibe mi revelación, cuales son las vías de búsqueda, las únicas que se pueden recorrer:
la una afirma que el Ser es y el No-Ser no es, es la vía de la persuasión (puesto que acompaña a la verdad);
la otra dice que el No-Ser existe y que su existencia es necesaria,
esta, no tengo reparo en anunciártelo, resulta un camino totalmente negado para el conocimiento.
Porque no podrás jamás llegar a conocer el No-Ser -cosa imposible- y ni siquiera expresarlo en palabras.
… porque el pensar y el ser son una y la misma cosa…”
Luego, aunque el No-Ser, que existe, no se pueda pensar ni expresar en palabras, pues su existencia se encuentra al otro lado de la manifestación del Ser, al otro lado del “espejo”: es lo mismo que el “Ain”, “Aín Sof” y “Ain Sof Aur” que, en el “Árbol de la Vida” de los cabalistas, se encuentra detrás, o al otro lado de la manifestación llamada Kether, el Ser manifestado. Luego, el tercer principio de la lógica nos lleva a eliminar la mitad del universo y la mitad de la ecuación humana. De forma equivalente, si la “materia” (un átomo) es la única realidad, la “no-materia” (lo que posibilita la manifestación a través de una onda cuántica) no puede ser real. Esto obstaculiza la mente de los físicos para poder establecer una teoría que unifique ambas posturas, sustentadas por la física materialista y por la física cuántica. Algo hasta ahora imposible, pues, el No-Ser no puede ser pensado, ni conocido (por los sentidos o sus prolongaciones instrumentales), ni expresado en palabras, ni siquiera en símbolos, ya que “es un camino totalmente negado para el conocimiento”, le dice la Diosa a Parménides en su revelación.
“… de esta vía de investigación [le dice la diosa] yo te aparto,
pero también de aquella por donde los seres mortales
van errantes, hombres bicéfalos [los que no distinguen el Ser de la apariencia fenoménica y “creen” que son o bien no-son lo mismo, es decir, los consideran opuestos]
que nada saben: de hecho, la indecisión en sus pechos,
dirige una mente insensata.
Ellos son llevados, sordos y ciegos a la vez, hombres sin intelecto,
según los cuales Ser y No-Ser es lo mismo y no lo mismo
y para quienes todo tiene una vía
que se dirige en sentido contrario.”
El “conocimiento” que perseguía Fausto, no es un error; el error está cuando esa búsqueda se idealiza y se ensalza para adquirir poder, o para quedarse exclusivamente en eso, en una sublimación objetiva, sin tener en cuenta que todo depende de cómo ese conocimiento sea vivido. Cuando llega a ser un fin en sí mismo, el hombre pierde sus raíces y el pensamiento errado sustituye a la vivencia. Lo mismo ocurre cuando el hombre dedica su vida a perseguir un ideal “espiritual”. Podrá parecernos algo “loable”, pero sea lo que sea que se entienda por espiritual, si no lo convierte en vivencia, gastará su vida persiguiendo una ilusión y el tentador habrá vencido. Son muchos los que gastan su energía, inútilmente, persiguiendo el “conocimiento” sin llegar a nada; y son muchos los que prescinden de él, porque se les ha dicho que no sirve para nada. Pero si esa fuerza adversa, a través de la cual el adversario se manifiesta, nos obliga a “conocernos” y, a través de eso que conozco de mí, me transformo, haciendo uso de mi libertad, habré trascendido la dualidad y la contradicción. Somos libres para elegir tener una vida “víctima” o una vida “realizada”, y no se trata de elegir entre el sufrimiento o el bienestar, tampoco entre la impotencia y el poder. Se trata de Ser
Hemos hecho dejación de nuestro Ser y ya No-Somos, porque el origen de nuestro Ser se encuentra al otro lado del “velo”, en eso que creemos que es la “Nada”, ya que “Nada hay ni habrá fuera del Ser” (Parménides). Este fin de semana leí en el PAÍS un artículo, que me recomendó mi hermano, y que reproducía algunas letras de canciones y algunos versos de Leonard Cohen, fallecido recientemente. Uno de ellos refleja ese estado de impotencia y frustración, que se apodera de nosotros cuando dejamos de “Ser”, generalmente, sin tener conciencia de ello. Dice así:
QUIERES DEVOLVER EL GOLPE Y NO PUEDES
Quieres devolver el golpe y no
puedes
Quieres ayudar, pero no puedes
Y la pistola no dispara
Y la dinamita no explota
Y el viento sopla en otra
dirección
Y nadie te oye
Y la muerte está en todas partes
Y vas a morir de todos modos
Y estás cansado de la guerra
Y no puedes volver a explicarlo
Ya no puedes explicarlo
Y estás atascado detrás de tu casa
Como un viejo camión oxidado
Que ya nunca llevará otro
cargamento
Y no llevas tu vida
Llevas la vida de otro
Alguien a quien no conoces ni te
gusta
Y pronto se acabará
Y es muy tarde para volver a
empezar
Armado con lo que ahora sabes
Y todas tus estúpidas obras
benéficas
Han armado a los pobres contra ti
Y no eres quien querías ser
Ni remotamente él o ella
¿Cómo voy a salir de esto?
El lío desordenado el desaliño
Sin jamás estar limpio ni ser libre
Ensuciado por el chismorreo y la
publicidad
Estás cansado y se ha acabado
Y ya no puedes hacer nada
Para eso este silencio
Para eso es esta canción
Y ya no puedes explicarlo
Y no puedes ahondar
Porque la superficie es como el
acero
Y todas tus buenas emociones
Tus sutiles percepciones
Tu famosa comprensión
Se evaporan en una asombrosa
(Para ti) irrelevancia
No recuerdo cuándo
Escribí esto
Fue mucho antes del 11 de
Septiembre
La pregunta a hacerse es: ¿por qué no puedo devolver el golpe? ¿Por qué me siento impotente para hacerlo? Y, sobre todo, ¿qué entiendo por devolver el golpe? E, igualmente: ¿por qué pienso que he sido “golpeado”? Generalmente algo ha ocurrido que bloquea mi respuesta, tal vez porque pienso que eso generaría violencia y uno cree ser no violento; o, tal vez, porque no quiero o me da miedo expresar mi respuesta, una respuesta que puede ser algo tan sencillo como decir ¡NO! Ese NO libera la energía de mi sentimiento herido por algo que ha entrado en mí desde fuera (una palabra, una imagen, la manipulación descarada de un tertuliano televisivo…). Cuando no se libera esa energía, cuando “me la como”, esta se enquista; lo hace como frustración, como impotencia y, tarde o temprano, termina somatizándose en un problema. Nos han enseñado, desde la teta, que decir ¡NO!, negarnos a determinadas situaciones, ser disconformes, estar en contra de lo social y moralmente establecido, bien por la religión o por la sociedad, no es “lo correcto”. Evidentemente, no es lo correcto para esa “matriz social” o “matriz colectiva” que nos constriñe, y en la que estamos inmersos, y que pretende (estoy seguro que ya lo hace) controlar nuestras vidas. Ponerse en contra de la “matriz social” es algo que produce “miedo”, porque esta es coercitiva, a muchos niveles, y sin necesidad de usas la violencia física; ni siquiera ejerce la coerción directamente, sino que lo hace a través de instituciones, opiniones, amigos, familia, etc. Nos arrebata nuestra fuerza, nuestro poder interior, nuestro “espíritu”, aquello que nos compete como Ser Humano: la acción, a fin de que algo suceda para “crear” (todo acto de creación es un acto de Amor) algo que sea armónico, o para poner resistencia a algo que pretende arrebatarme mi poder de acción. Por lo general, el concepto “impotencia” se usa para referirse a problemas relacionados con la sexualidad.
Vuelvo al principio. ¿Qué es entonces “conocer”, qué es el “conocimiento”? A pesar de todas las etimologías de las Academias, éstas , más que aclararnos la situación, nos general confusión, y, por ello mismo, eso que llamamos “conocimiento” (sea lo que fuere que esto sea) puede transformarse en “adversario interior”, o exterior, si lo proyectamos hacia fuera. Edgar Morin, en el libro anteriormente citado, nos habla de “Lo desconocido del conocimiento”. Lo expresa de esta manera:
“La noción de conocimiento nos parece Una y evidente. Pero, en el momento en que se la interroga, estalla, se diversifica, se multiplica en nociones innumerables, planteando cada una de ellas una nueva interrogación.
- ¿Los conocimientos? ¿El saber? ¿Los saberes? ¿La información? ¿Las informaciones?
- ¿La percepción? ¿La representación? ¿El reconocimiento? ¿La conceptualización? ¿El juicio? ¿El razonamiento?
- La observación? ¿La experiencia? ¿La aplicación? ¿La comprensión? ¿la causalidad?
- El análisis? ¿La síntesis? ¿La inducción? ¿La deducción?
- ¿Lo innato? ¿Lo adquirido? ¿Lo aprendido? ¿Lo adivinado? ¿Lo verificado?
- ¿La investigación ¿El descubrimiento? ¿La engramación? ¿El archivar?
- ¿El cálculo? ¿La computación? ¿La cogitación?
- ¿El cerebro? ¿El espíritu? ¿La escuela? ¿La cultura?
- ¿las representaciones colectivas? ¿Las opiniones? ¿Las creencias?
- ¿La consciencia? ¿La Lucidez? ¿La clarividencia? ¿La inteligencia?
- ¿La idea? ¿La teoría? ¿El pensamiento?
- ¿La evidencia? ¿La certidumbre? ¿La convicción? ¿La prueba?
- ¿La verdad? ¿El error?
- ¿La creencia? ¿La fe? ¿La duda?
- ¿La razón? ¿La sinrazón? ¿La intuición?
- ¿La ciencia? ¿La filosofía? ¿Los mitos? ¿la poesía?
De este modo, a partir de una primera mirada superficial, la noción de conocimiento se hace astillas. Si lo que se quiere más bien es intentar considerarla en profundidad, se vuelve cada vez más enigmática. ¿Es un reflejo de las cosas? ¿Una construcción del espíritu? ¿Un desvelamiento? ¿Una traducción? ¿Qué traducción? ¿Cuál es la naturaleza de aquello que traducimos como representaciones, nociones, ideas, teorías? ¿Captamos lo real o únicamente su sombra?
Comprendemos, pero ¿comprendemos lo que quiere decir comprender? ¿Captamos o damos significado, y cuál es el significado de la palabra <<significado>>? Pensamos, pero ¿sabemos pensar lo que quiere decir pensar? ¿Hay algo impensable en el pensamiento, algo incomprensible en la comprensión, algo incognoscible en el conocimiento?
Ignorancia, desconocido, sombra, esto es lo que encontramos en la idea de conocimiento. Nuestro conocimiento, tan íntimo y familiar para nosotros mismos, nos resulta extraño y extranjero cuando se le quiere conocer. Y aquí estamos, desde el comienzo, ante la paradoja de un conocimiento que no solo se desmigaja a la primera interrogación, sino que descubre también lo desconocido en él mismo, ignorando incluso qué sea conocer.” (E. M. o.c., pg. 18-19)
Los que pretenden reducir el “conocimiento” a una sola noción, solo intentan manipularnos, controlar nuestro pensar a través de un significado unívoco de las palabras, de su literalidad. Señala E. Morin que todo conocimiento contiene en sí mismo una “competencia” o aptitud para producirlo, una “actividad cognitiva” que se efectúa en virtud de esa competencia, y un “saber” como resultado de las anteriores actividades. Evidentemente dichas actividades son activadas por nuestra mente que, al contrario de la opinión académica y establecida como “verdad”, no es un subproducto del funcionamiento de nuestro sistema nervioso y de nuestro cerebro; el cual, ciertamente, es una increíble “máquina” (¿…?) bio-físico-química.
Para mí, y en esto estoy de acuerdo con Morin, el “conocimiento” es un “enigma” (él lo llama fenómeno) multidimensional, que no se puede separar de sus aspectos físicos, biológicos, mentales, cerebrales, psicológicos, culturales, sociales y espirituales. El problema es que cada una de estas “dimensiones”, separadas en fragmentos, ignora el aspecto global de aquello del que forma parte y al que la etimología del concepto hace referencia. Les recomiendo que lean el libro de Morin. No es fácil de leer, pero…
Ya se ha establecido que todos nosotros damos cobijo a un “adversario” que ejerce una fuerza que está en “contra”. Nuestro trabajo (trabajo interior lo llama la psicología esotérica) es que cada uno llegue a ser consciente de “suadversario interior, adversario que le es propio. De nada sirve preocuparse por los adversarios interiores de los demás. Este adversario suele manifestarse bajo la forma o la imagen de una tentación que, por lo general, ocurrió en nuestro pasado, normalmente en nuestra infancia. Igualmente, cada ser humano debe llegar a ser consciente de “lo divino” (sea lo que fuere que esto quiera significar) en ella, algo que para cada uno se manifestará en una forma única. Para llegar a ser conscientes de la “fuerza adversa”, y según la psicóloga Théa Schuster, hay que evitar dos errores:
El 1º es Rehusar la existencia del Mal como algo “objetivo”. Al ser algo interior, psicológico y subjetivo, aunque lo que consideramos el “mal exterior” sea la exteriorización de nuestro “Mal Interior” proyectado, es en nuestro interior donde se ha de resolver el problema. Repudiar su existencia es totalmente inútil, pues no desaparecerá, seguirá ahí dentro. Necesitamos de toda nuestra energía para llegar a ser conscientes de la “forma” y el “rostro” que el adversario ha tomado en nuestra interioridad. Rehusarse a aceptar su existencia, no significa que éste desaparezca; al contrario, al abrigo de lo prohibido o del tabú, llevará una existencia próspera en la ignorancia de la persona que niega su existencia.
El 2º es Batirse (entablar combate) contra el Mal. “No hay que resistir al mal” (Mateo V, 39). No hay que dejarse llevar a un combate contra él, pues eso incrementa su fuerza, su presencia e importancia. Esta idea se encuentra muy bien expresada en la Guerra de las Galaxias. Mientras más potencia ponga en enfrentarme al “lado oscuro de la Fuerza”, más se incrementará su poden en mí. Decir ¡NO! al adversario proyectado externamente, es decir ¡NO! al adversario interior.
El “adversario”, como arquetipo, como figura psicológica que canaliza energía psíquica, existe y necesitamos vivir con él y no contra él. Necesitamos recuperar esa energía a la que llamamos “Mal”, energía que nos pertenece, que es nuestra, pues constituye nuestra parte “rechazada”. Asumida, y comprendida, ha de equilibrarse con la parte de nuestra realidad a la que consideramos “Bien”. El equilibrio entre ambas, la integración de nuestro Ser y la expresión de su creatividad en beneficio de la totalidad humana, la Humanidad, representa un salto cuántico en nuestra conciencia. Es muy importante entender esto. “vivir con el adversario” no es una actitud pasiva o fatalista, no tiene por qué llevarme a la impotencia y a la depresión. Exige una visión, un “conocimiento” pleno, realista y propio de uno mismo. Aceptar que estamos constituidos por una parte “luz” y por una parte “sombra”. Como el electromagnetismo, donde lo eléctrico es la parte “luz” y lo magnético es la parte “sombra”. Si funcionan equilibrados tenemos energía útil y creativa. Aunque un poco de lucidez, por si misma, no es suficiente para vivir con el adversario, pues éste nos sumerge en el sufrimiento, nos atrapa a través de nuestras ilusiones y deseos, como una araña atrapa a sus presas en su tela, y nos pierde por las tentaciones especulares.
Ir al encuentro del “adversario interior” requiere en primer lugar una gran prudencia. Por ello su aceptación ha de estar libre de todo juicio por nuestra parte. Cada juicio, mejor sería decir “pre-juicio” (lo anterior al juicio), desemboca en una acusación y una no aceptación de uno mismo, cosa que constituye un “festín” para el “adversario interior”. Cada vez que una persona descubre en ella esa “fuerza que está en contra”, la ve como algo inaceptable desde su consideración de lo que debe y no debe ser, según ha aprendido y le han enseñado, se autocastiga y se hunde, bajo el juicio o prejuicio que tiene de sí misma, en una profunda depresión, e impotencia, al identificarse con esa fuerza negativa. A veces, el descubrir nuestro “adversario interior”, nos causa una “quemadura” que nos traumatiza para siempre. Entonces, juramos que, nunca más, algo así vivirá en nosotros, rechazándolo para siempre. Es los dos casos, gana el “adversario”. Así que no basta con querer erradicarlo. Hay que mirarlo de frente y aceptarlo. Lo importante es la calidad de nuestra mirada. Sin un mínimo de tolerancia y de ternura, es decir, de Amor y Com-pasión (en el sentido budista de sentir con), el encuentro con el “adversario interior” es una empresa demasiado peligrosa y dolorosa para cualquier hombre o mujer. Nuestra mejor arma se llama “ternura” y “comprensión”; no ternura y comprensión hacia el adversario, sino hacia uno mismo, a pesar de su presencia. El I Chin o “Libro de los Cambios” lo expresa de esta manera:
 “El combate no debe ser guiado por la violencia. Allí donde el Mal es estigmatizado, recurre a las armas, y si se le da el gusto de devolverle en golpe, se lleva uno la peor parte porque se implica en el Odio y en la pasión.”
Así que: ¡Jamás, nunca jamás, hay que emprender una “cruzada” contra en “adversario interior”! Es decir, contra nuestros propios defectos, o nuestra propia ignorancia; tampoco contra los de los demás. Desde el momento que estamos “contra” nuestra propia realidad, nos hemos convertido en su víctima.
Cuando descubrimos al “adversario”, porque nos hacemos conscientes de él, emprendemos un viaje peligroso, un viaje iniciático, como el “Loco” del Tarot, por ello hemos de prepararlo con determinación, con perseverancia y con una gran dosis de tolerancia en el zurrón. Puede que tengamos que aprender lo que es la tolerancia y la benevolencia. ¿Sabemos acaso cómo ser tolerantes y benévolos con nosotros mismos? ¿Sabemos aceptarnos sin juzgarnos? ¿Qué hacer para sentir en carne propia que cada uno de nosotros es una manifestación de lo “divino” y no únicamente ese ser que oculta su presencia? Reflexionaremos sobre ello.


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