domingo, 17 de febrero de 2019

La Enseñanza Esotérica 28

La Enseñanza
(2)


Un libro es hijo del papel y de la tinta, la “luz” y la “sombra” creadoras, fecundados por el amor de un corazón pensante que puso allí palabras con sentido y significado, palabras metafóricas. La negrura de la tinta es el vehículo que expresa el sentir de un corazón y la claridad y la sabiduría de una inteligencia. Todo un acto de creación. Así debió salir el Cosmos del Caos. En el otro extremo de la distancia, la lectura involucra un proceso, otro pensar y sentir que se acerca a abrazar al hermano desconocido del que solo ves su jardín: un jardín de palabras, flores e ideas, perfumes y sentimientos, paisajes y colores pensados.
(...)

Muchos desprecian los libros, o no los aman lo suficiente. Y el perfume que contienen permanece encerrado en ellos. Y es que leer, el proceso de aprender a leer, requiere de aquello que más nos cuesta dar, nuestro tiempo, nuestra dedicación, nuestro esfuerzo, además de paciencia y práctica. Leer no es articular sonidos representados gráficamente. Leer es “comprender”. Un acto mágico de la conciencia que abre las puertas de lo maravilloso, cuando el amor se involucra en el proceso.
El libro también tiene enemigos. Uno de los más peligrosos es ese enemigo de la Inteligencia, tal vez porque no ha logrado “comprender”, que esgrime la idea de que la “Verdad” no está en los libros. ¡La Verdad! ¿Qué verdad? ¿No se tratará de suprimir a la Inteligencia porque esta es discernidora de la Verdad? Porque se necesita de la Inteligencia y de su hermana la Sabiduría para poner en las páginas de un libro las palabras llenas de significado en las que se soportan los pensamientos, los sentimientos, los sueños, las ideas esenciales del alma humana. Y nada de esto es “ficción”.
Leer no es fácil. Requiere de método, de disciplina. Pero, sobre todo, requiere de una consideración: la consideración de que el trazo negro de cada palabra impresa en el libro, se nos hace inteligible, gracias al blanco de la página en la que se escribe o inscribe ese trazo. Ese blanco del que la palabra brota y en el que, cuando su tiempo se cumpla, acabará por desaparecer. Ese blanco que es símbolo del Océano Primordial, principio y fin de toda criatura, es del que surge la Palabra. En él se encuentra también lo fundamental de toda escritura, pues constituye la otra mitad de ese círculo de misterio que envuelve nuestra existencia. Por ello, cualquier escritura puede tener mayor o menor calidad, en la medida en que transmite ese Misterio, ese Silencio que ella, la Palabra, no es.
Cada escritura exige de nosotros y permite un tipo de lectura diferente. Cuando la palabra es portadora de “misterio”, cuando es parabólica o metafórica, nos demanda una lectura lenta, una lectura que exige ser interrumpida frecuentemente para meditar, para tratar de absorber lo inconmensurable. Nos pide que consideremos, en la meditación, el blanco de la hoja. Y esto es así porque esta palabra portadora de “misterio” es siempre una metáfora. Y la Tradición dice que toda palabra metafórica es sagrada.
Atribuir el calificativo de sagrada a una palabra, quiere significar que ella abarca, o puede abarcar, según se la use, más o menos mundo, más o menos realidad, que lo que se ha convenido que abarca. Cuando alguien dice: el rey marchó a su casa, es evidente que casa sustituye a castillo, porque hemos dado en convenir que los reyes vivían, o viven, en los castillos y en los palacios. Aquí la metáfora reduce la realidad del significado. En cambio, cuando digo de alguien que es mi casa (mi refugio), casa está sustituyendo a un ser humano, con lo que su significado se amplifica. Este extraño fenómeno a que da lugar la metáfora, ha inquietado siempre a los hombres. Estos no logran entender muy bien que aquello que les hace humanos, aquello que les muestra su realidad, la palabra, sea algo tan impreciso, tan difuso. Tal vez por ello, el hombre tuvo que inventar los lenguajes matemáticos, aunque sin darse cuenta que también eran metafóricos. Ya Aristóteles le reprochaba a Platón el uso que este hacía de la metáfora, pues decía que "todo lo que se expresa por metáforas, es oscuro."
Al hombre le asusta la oscuridad. Le asusta lo impreciso. Quiere que el “Pan, sea pan y el “Vino”, vino. No entiende que el pan y el vino puedan ser también carne y sangre. Es como si el hombre (colectivo), o su metáfora Adán, al comer del Árbol de la Ciencia, hubiera dado con ello origen al lenguaje de la palabra precisa, de la palabra de un solo significado, de la palabra utilitaria. Y tal vez por ello, el “hombre caído”, no ha entendido todavía esa metáfora con la que fue expulsado del Paraíso: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente".
El hombre ha entendido que esta admonición hacía referencia a un trabajo físico, porque en su significación única y literal, para él la única realidad es física y, ganar el pan físico, requiere de trabajo. Pero el "Pan" que hay que ganar, es el pan del que hablan las Escrituras, llenas de parábolas y lenguaje metafórico, el alimento espiritual que permite al hombre acceder a un lugar “más alto” y, a la vez, más profundo en sí mismo. Ese pan ha de ser ganado con el "sudor de la frente", es decir, con la secreción del pensamiento, con la elaboración de nuevas ideas, de ideas metafóricas, que nos permitan acceder al Reino de los Cielos. Otra impresionante metáfora.
La poesía es el lenguaje que usa la metáfora como forma de expresión. Es sencilla y humilde cuando realiza ese gesto osado de captar la multivocidad de cada palabra, la imprecisión del misterio humano. La poesía sabe que esa precisión con la que el científico, el antropólogo, el médico, el psicólogo, el sociólogo, el historiador y el hombre de la calle quieren definir al hombre, no sólo es imposible, sino que ese lenguaje utilitario y preciso solo sirve para recordarnos, como un eco, que alguna vez, allá en el Paraíso, nosotros éramos una metáfora, nosotros éramos “ángeles”. ¿Y qué es un ángel? Nadie lo sabe. ¿Existen? “¡Claro que no!” Exclama la razón y la lógica.
La poesía, al usar la metáfora, no se detiene en la aceptación de que “casa” signifique casa, sino que pretende ir más allá, buscar una salida, encontrar una puerta por donde la ambigüedad se resuelva, y dice de pronto: "El Sol, Capitán redondo". La realidad se ha duplicado. El Sol cobra la esencia del Capitán, y el Capitán la del Sol. Allí donde el lenguaje preciso, por insistir en la Ciencia del Árbol, desmembra, separa el “bien” del “mal”, lo “alto” de lo “bajo”, el “yo” del “”, el “Sol” del “Capitán”, la metáfora reúne lo aparentemente disperso. Restaura la unidad, nos devuelve al estado paradisíaco anterior a la “Caída”. La metáfora resuelve esa paradoja que es la vida y nos enseña cuál es su misión y su finalidad: nos dice que ella está ahí para que, con su uso, llevando una vida metafórica, derribemos las barreras racionales levantadas por el lenguaje preciso y utilitario.
Alguien dijo una vez que la operación de la metáfora era una operación de fe. Porque se necesita fe para creer que el Sol es un Capitán; o que alguien, una criatura humana, pueda ser mi casa. Nada se puede demostrar en el territorio de la metáfora. Ella misma es su propia realidad. Se muestra así misma y eso es todo. De ahí que la fe sea ese espacio de nuestra realidad interior en las que las cosas han sido mostradas y aceptadas. Aunque la fe y su ausencia es un misterio; pero su ausencia nos impide ver los
"Los ojos de una estrella".
Huyen. Se ve que huyen
vueltas de espaldas a la tierra.
Nosotros no hemos visto todavía
los ojos de una estrella.
Para buscar lo que buscamos
(¿dónde está mi sortija?)
una cerilla es buena,
y la luz del gas,
y la maravillosa luz eléctrica...
Nosotros no hemos visto todavía
los ojos de una estrella.
León Felipe
Una tradición islámica dice que Adán hablaba en verso en el Paraíso. La imagen puede tener muchos sentidos: unos afectan al habla, pues el estigma de la Caída (otra metáfora) se manifiesta en las palabras. Aunque quedan vestigios del lenguaje anterior, sobre todo en la mirada y en la caricia, cuando en ellos está el amor unificador. Porque la palabra que nos legó la serpiente del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, la palabra precisa, la palabra unívoca en su dualidad, es una palabra juzgadora, opresora. Una palabra que limita, constriñe, ahoga hasta la muerte a todo lo existente. Pero la imagen puede tener un sentido poético y metafórico, ya que la poesía es ese lugar, ese espacio vibrante y sonoro, en el que la Palabra Caída puede volver a hacerse adámica y paradisíaca.
Para los cabalistas, el "Mal" y el "Bien" del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal son Uno, son los dos polos de la misma realidad. Pero lo asombroso es que el "Mal (Ve-Ra en hebreo), contiene la palabra "Luz” (Ra en hebreo), viniendo a significar "No-Luz". Y es que, a nivel de la Creación, la Luz, no puede ser mantenida, en el equilibrio que representa un ser vivo, más que en la tensión que existe entre estas dos realidades que no son más que una. Y nadie podrá dominar la antinomia, mientras no haya pasado por la experiencia vivida de un ir “más allá”, en una realización metafórica de sí mismo, en esa marcha hacia el núcleo de sí mismo, núcleo que liga los dos polos antinómicos.
¿Qué es la metáfora?
‑ “META” ........ "más allá"
                                 . . . "llevar más allá"
‑ “FERO” ........ "llevar"
En la metáfora llevamos “más allá” el significado de los elementos concretos, las palabras que hemos empleado en su construcción. Llevamos “más allá” de lo sensible y lo mundano a lo que esas palabras hacen referencia. Pero al hacer esto, traemos ese “más allá” más cerca de nosotros. Y este malabarismo, este juego de magia que trastorna al común de los mortales, se hace posible porque la metáfora saca de su marco habitual los materiales con los que se construye así misma. Y allí, en su íntima realidad metafórica, los cuestiona de tal manera, en lo que suponemos que era su estado de ser convencional que, por un segundo, los vuelven traslúcidos, como inexistentes a la realidad “de acá”. Y gracias a esa fascinación, a ese juego malabar, nos es permitido ver, como por un catalejo inexistente, la posibilidad de una infinitud de unidad. Luego, de este estremecimiento que es la metáfora, queda, venido de un “más allá” imposible, en el “más acá”, un vestigio cristalizado al que a veces llamamos obra de arte, experiencia numinosa, inspiración, iluminación.
He aquí uno de esos vestigios, una de esas cristalizaciones del Espíritu, una de esas obras de arte: he aquí una metáfora. Es un poema y está preñado de esperanzas luminosas. Se llama:
La  Máquina

No es un dragón
ni un juguete, Marta.
Es un regalo religioso,
el último regalo del Señor.
Para que no te pierdas demasiado
en el trajín de la casa;
para que no digas ya más,
"es primero la obligación que la devoción",
y para que no te distraigas en el templo
pensando en el horno, en la rueca
y en el esclavo perezoso.
León Felipe
Aquí la metáfora nos lleva “más allá” de la realidad mundana expresada por el trajín de la casa, el horno, la rueca y el esclavo perezoso. Y cuando ese ir “más allá” de la realidad mundana se produce, nos es posible ver que eso de lo que tanto abominan algunos, y se suele abominar de lo que no se comprende, la Máquina, es un regalo religioso. Que la máquina no es un dragón, ni es un juguete; sino que es algo que, por esa cristalización metafórica, está llena de Espíritu. Y por este hecho mismo, la antinomia "luz-no luz", queda resuelta; y lo que para muchas conciencias es abominación, se convierte en un regalo religioso, en un regalo del Señor, el último que Dios le hace al hombre para que de una vez por todas se deje de excusas que le lleven a eludir su auténtica obligación, la necesidad de buscar su sortija.
Producida la pérdida, la separación de lo esencial, el deseo (lo femenino en el contexto del símbolo), ese sentimiento esencial en el corazón del hombre, le ha llevado a desviarse de su meta ontológica y a desposar un fin existencial. La dualidad, la pareja, la antinomia, separada en si misma de su realidad polar, ha seguido el mismo camino y se ha desviado de su ruta, la vuelta a su Unidad, porque ha querido realizar la experiencia de las apariencias. Pero de esta elección, el mito resalta el castigo jurídico y las leyes nos informan a este respecto de ese aspecto ontológico oculto en el corazón humano: tu deseo te llevara a tu esposo y el dominara sobre ti (Génesis. III, 16). Esta maldición, interpretada al pie de la letra por el hombre dormido, se ha convertido, en la práctica social, influenciada por un fuerte control de la tradición religiosa en occidente, en un código de ética social de lo más aberrante. Pero esta sentencia, llevada al plano ontológico, llevada “más allá” por la magia metafórica, significa: Humanidad, aquello que sea objeto de tu deseo, cualquier idea con la cual te desposes, cualquier valor con el cual establezcas alianza, todo ello, te dominará. Este dominio de lo no esencial, constituye una forma de esclavitud, constituye la pérdida de esa piedra luminosa que engarza nuestra sortija. Ya el Buda comprendió este deseo como el germen de la “maldad”, es decir, de la ignorancia, de la ausencia se conocimiento y sabiduría, en que había “caído” la Humanidad. Adán, deseando a la “Creación” (la Biblioteca) y no más al “Creador” (el bibliotecario), da a esta creación entera poder sobre él. Y en lo sucesivo, los dos polos de la dualidad, que en el origen realizaban la Obra en común, se ignoran el uno al otro. "Tov-Bien" y "Vera-Mal" han roto la tensión dinámica que les permitía realizar su obra conjuntamente, dando origen, en la separación, a la aparición del Mal como realidad existencial.
La realidad metafórica es la realidad del Espíritus operando, mostrándose a través de la súbita ausencia de materialización; ausencia que se produjo en un punto de la existencia cuando “algo” se desplazó por la magia de la metáfora. Y en este sentido, nosotros, el hombre, la Palabra Perdida, somos metáfora. Y lo somos, porque hemos sido llevadosmás allá”; es decir, traídosmás acá”.
La metáfora, con su artilugio mágico, recurre a la semejanza. Y ser semejanza, es ser “algo” que no se es en totalidad, que sólo se es como reflejo de aquello a lo que nos asemejamos. Así que, por ello, somos imagen y semejanza de “algo a lo que se ha llamado Dios, Espíritu Infinito, Conciencia Cósmica, Campo Fuente…, es decir, somos su metáfora, su sentido y esencia desplazados “más acá”, su imagen especular. Y si el hombre como metáfora es el enunciado de “algo” no presente, ausente, la comprensión de que somos nuncios, enviados, señales de una Ausencia, debería movernos a llevar una vida acorde con lo que somos; una vida metafórica, una vida que sirva, como señal visible en el “más acá”, imagen de un Misterio, de una Ausencia.
¿Qué hacer para llevar una vida metafórica?

Nadie parece saberlo. No entendemos esa Ausencia de la cual somos imagen, esa Señal de “algo” que por nosotros mismos se anuncia. Entonces queremos que alguien nos traduzca la metáfora, que alguien nos explique lo que es esa “señal”, y que lo haga en un lenguaje claro, conciso, preciso.
Para Adán, la ausencia de ese “algo” era una sospecha infinitamente lejana y, a la vez, infinitamente próxima. Hacer de tal lejanía una proximidad es captar la vida metafórica. No creer que lo más lejano es a la vez lo más próximo, fue “comer de la manzana” y creer que el hombre era real en su reflejo. Llevar una vida metafórica es aceptar que nuestra existencia es “algomisterioso donde, ese amor que nos conmueve, esa desdicha que nos estremece, ese encuentro en apariencia fortuito con alguien no esperado, o que estaba lejano, esa pobreza o esa riqueza que de improviso nos ofrece la fortuna, significanotra cosa”, además de lo que suponemos que significan en la pretendida precisión de nuestro lenguaje caído. Es ver que ese otro significado, escenificado en nuestra realidad cotidiana por el acontecer de cada día, compone otra figura: la figura de nuestra imagen, de la metáfora que somos.
Es lo ultramundano de nuestra vida, aquello que nos duplica, lo que señala que esos aconteceres han sido traídos “acá” y presentados a nosotros mismos como signos, como señales de un lenguaje cuyo código nos es desconocido. Es entonces cuando pedimos que nos traduzcan las señales, creyendo que así adecuaremos la visión a nuestra realidad de “acá” en la que el destino parece jugar con nosotros.
¿Qué es traducir? Dice el Diccionario que es verter una lengua en otra.
‑ “TRANS” .... "al otro lado"
                                       .  "llevar al otro lado"
‑ “DUCCO” .... "llevar"
Toda traducción no es otra cosa que una metáfora. Nuestra pretensión de un lenguaje preciso, que nos explique la imagen, es imposible. La sortija sigue perdida. Las estrellas huyen y nos dan la espalda. Y la metáfora, el hombre caído, la señal, la imagen y semejanza del Misterio, es el artilugio que nos permite disolvernos de nuevo en el blanco de la página, de donde surgió y tomó realidad por un breve instante.
Nada distinto es la vida. Un abismo separado por dos montañas sobre las que tiende un puente ese solitario vuelo de la fe, de la metáfora. Por ello también, todos los caminos conducen, aunque todo depende de cómo vuele sobre ellos el que los recorre. Pero tiene que recorrerlos con aquello que él es: la Palabra Perdida que cada hombre o mujer es. Ella misma es la promesa con la que el hombre debe realizar la traducción de su vida.
¿Cómo solucionar este problema de la traducción en el lenguaje caído? Por la metáfora, por la consideración del blanco que hay entre los trazos negros de la escritura. En ese blanco se sitúa la expresión del acto, ese por el cual los justos serán reconocidos. El acto saca hacia afuera, acerca “más acá”, comunica, cristaliza, ese mensaje del que la palabra es portadora.
Dice Mario Satz en su "Poética de la Cábala" que, entre el silencio del pensamiento y el sonido de la palabra, está la garganta; y que allí se encuentra el núcleo del sonido mágico, el grano generador, pero que aún no se ha hecho palabra. El aire callado ha de pasar por la puerta del conocimiento, las cuerdas vocales; puerta de la que la palabra es la llave, puerta que da paso al acto. Esa puerta es también la puerta de la conciencia. Por ello, los actos por los cuales los justos deben ser reconocidos son actos conscientes, actos misteriosos. Su misterio radica en que generan metáforas de desplazamiento, y como al hombre le aterra este hecho, no es capaz siquiera de verlos. No los reconoce como tales. No ve sus señales.
León Felipe decía:

“... para mí, la poesía no es más que un sistema luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo, entre tinieblas..., para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos Señor!
 Y todo lo que hay en el mundo es mío para entrar en un poema, para alimentar una fogata. Todo con tal de que arda y se queme.Y no vale menos un proverbio..., un versículo de la Revelación, que el último slogan de las alcantarillas. Todo buen combustible es material poético excelente.”
Y es que todos los caminos conducen. Conducen al Camino, porque es uno sólo el Camino, aunque todo depende de cómo vuele sobre él el pájaro solitario. Pero se han preguntado ¿a dónde conduce realmente ese Camino? Pues conduce al interior de la Biblioteca, allí donde se encuentra toda la información y el conocimiento almacenado, individual y colectiva, conciente e inconsciente, tridimensional y multidimensional. A la entrada de esta Biblioteca hay un letrero que dice. “Biblioteca del Ser”. Los seres humanos interesados en conocer lo que son, tiene acceso, por ellos mismos, a las partes de la Biblioteca que se encuentra en tercera dimensión, un armario hexagonal en el que, de hecho, se encuentran encerrados sin que sean concientes de ello ni lo perciban. De las otras salas, el ser humano tridimensional no puede abrir la puerta, tiene que llamar a alguien que se la abra y luego le acompañe y le muestre lo que ese “ser humano” quiere “ver” o “conocer”, todo lo cual le parecerá rodeado de misterio.
Un guía le abre la puerta”. ¿No perciben que esto también es una metáfora? El guía no es otro que esa parte de nuestro ser que está escapando de la tercera dimensión en la que se encuentra encerrado. La “puerta”, al abrirse, chirría, pues lleva mucho tiempo cerrada. El interior se encuentra oscuro, pero basta que introduzca un pie en el interior para que éste se ilumine. Hay algo extraño, no se perciben estantes repletos de “libros”; la “puerta” se ha abierto a un corredor lleno de “puertas” a ambos lados. En una puerta hay un letrero que dice: “Cómo funcionan las cosas”. En otras puertas sus carteles dicen: “Pasado”, “Historias”, “Relaciones”. Nuestro ser humano se siente atraído por la puerta que lleva a saber cómo funcionan las cosas. Mira al guía que está a su lado, y le señala la puerta a la vez que esta se abre.
He tomado esta metáfora de la Biblioteca del Ser de Kryon (canalización del 20 Enero 2.017, en Bradenton, Florida).
“[…] Como funciona; literalmente son todos los procesos del universo. Toda la Física, toda la Química, incluso la multidimensionalidad del entrelazamiento y más aún. La conciencia que se vuelve física. Planetas graduados. Cómo funciona. ¡Miles de libros! Galerías con libros, escaleras que parecen llegar hasta el cielo, con la luz, y él se da cuenta: “¡Nunca terminaré con esto! …” La reacción es interesante en el humano que dice: “Esto es abrumador, no creo que empezaré.” Sin embargo, las cosas que están más cercanas, en el piso bajo, parecen ser pertinentes, o sean relevantes para su vida. Cómo funcionan las cosas para él (o ella). Y el humano empieza a leer ciertas cosas y descubre: “¡Oh, vaya, nunca supe de esto! Aquello explica esto, ¡vaya! Pensar todo lo que hay en esta sala; ¡si solo pudiera quedarme aquí!”.
En la visión, se asume un tiempo; un tiempo que va a terminar. En otras palabras, un reloj marca el tiempo de la visión, y no podrá quedarse mucho tiempo. Entonces el humano sabe que no hay tiempo para estudiar todo eso, pero la visión dice que está todo allí.
El humano quiere ir a alguna de las otras salas. “Si alcanza el tiempo volveré. Esta es absolutamente fascinante. Habla de como funcionan las cosas, y algunas de ellas explican lo que me ha pasado a mí. Cómo funcionan las cosas no tiene que ver solo con Física y Química, ¡vaya! Está entretejido con mi vida y con las cosas que me sucedieron físicamente en esta vida.”
¿Pueden imaginar una biblioteca así? Toca con lo central de lo que te ha pasado desde que naciste hasta ahora. Es abrumador que todo sea conocido y esté en un libro. […]
Ahora bien, aquí hay un simbolismo que dice que al humano solo se le permite mirar una biblioteca por vez. Ese simbolismo significa que el humano es lineal. Todavía es lineal en esta visión; todavía es lineal. Pero a medida que el humano consigue que se vayan abriendo las puertas, se da cuenta que incluso eso empieza a cambiar. ¿Podría ser que el humano esté cambiando a medida que va examinando la Biblioteca? Eso es algo en que pensar. Espía otra puerta que dice Historia. No está muy al tanto de la Historia, pero sabe que detrás de esa puerta hay cosas que nadie sabe, cosas que siempre han sido un misterio. Mira el cartel de la puerta y el gruía se la abre.
[…] civilizaciones de las que nunca oyó hablar… Nombres que no conoce… ¡Nunca aprendí esto en la escuela! [...]”
Ya se ha señalado que esa Biblioteca se encuentra dentro de nosotros, somos nosotros, es nuestro ADN que, en realidad, tiene 12 niveles. Kryon habla de civilizaciones. Creemos que la nuestra es la única civilización que ha existido sobre este planeta. Y lo “creemos” porque así nos lo han enseñado, algo que se repite machaconamente, generación tras generación. ¿Por qué? No es el momento de responder a este interrogante, pero deberían preguntárselo. Nuestros mitos hablan de una, a lo sumo dos: La Atlántida y Lemuria (anterior). Pero claro, el mito solo es ficción, leyenda… En realidad, la nuestra ha sido la única. El mito de la Atlántica cuenta que esta civilización fue destruida a causa de lo que los seres humanos hicieron allí, que fue un “castigo”. Esto es incorrecto, y su final se encuentra “mezclado” con lo que ocurrió en otras partes. ¿Sabían que el movimiento de la Precesión (26.000 años para redondear), marca el tiempo de desarrollo de una humanidad, y que si al cabo de ese tiempo, si esa humanidad no ha “despertado” a la conciencia de lo que realmente es, ella misma termina autodestruyéndose, y todo vuelve a comenzar? Una nueva humanidad es “sembrada”, y una nueva civilización comienza desde cero. Seguimos hablando en un lenguaje metafórico.
La civilización, llamémosla la Nº 1 duró unos 5.100 años, y no estaba constituida por muchos humanos, si se la compara con la actual. Aquello humanos se “movieron” hacia otra forma de civilización, la Nº 2, en la cual se produjo un “descubrimiento” que cambiaría el orden de las cosas: el descubrimiento de la dualidad. Esta civilización se autodestruyó. Cuando comenzó de nuevo, la Nª 3 se convirtió en una civilización catalizadora de lo que sucedió a continuación con las civilizaciones , y . ¿Qué actuó como “catalizador” de las siguientes, sobre todo en la ? Hubo una alianza con lo que hoy llamaos Gaia, pero en esta alianza se rompió. El descubrimiento de que la Tierra se encuentra entrelazada con el sistema Universo, y que nosotros formamos parte de ella. Ese conocimiento se conservó en los “indígenas” de la nuestra. Nosotros formamos la 5ª. Como la nuestra no se ha autodestruido (aunque estuvo a punto de hacerlo) y pasamos el “marcador” que representa el calendario maya (una cuenta de los días que se encuentra coordinada con el movimiento de la Precesión, y un ciclo fractal del gran ciclo galáctico), nuestra humanidad y nuestra civilización se desliza lentamente hacia una . Una entidad llamada “Seth”, canalizada por Jane Roberts a mediados del siglo XX, cuenta en los libros de “Habla Seth” sobre una de esas civilizaciones. Si hablo de esto es por algo muy concreto que expondré seguidamente y que tiene que ver con la “Enseñanza”.
Hace unos 200.000 años se produjo, en los que se convertirían en humanos, una “Siembra”: la consecuencia fue la evolución de la conciencia humana. No fue el azar como se nos dice; aunque alguna verdad hay en las metáforas y leyendas del Jardín del Edén, los mitos de creación, etc. El “sembrador”, según la parábola, ¿sembró la semilla y se marchó luego, dejándonos solos? Es como poner a un niño al poco de nacer dentro de una gran biblioteca, diciéndole: “¡Apáñatelas como puedas!”. Los que pusieron o las que pusieron esa “semilla” en nuestro ADN procedían de la Pléyades, y no se fueron, se quedaron para “enseñar” a sus vástagos: primero a “aprender a leer”; luego, a “buscar el conocimiento” encerrado en la biblioteca a través de una secuencia de (-) a (+). Les dijeron: “Ahora tiene ustedes lo mismo que nosotros tenemos.” Desarróllenlo. Nosotros (as) les ayudaremos. Pero cuando se descubrió la dualidad, la “Luz” y la “Sombra” rompieron su equilibrio y se separaron. Y como existía el “libre albedrío” los humanos se separaron también y se enfrentaron. Algunas civilizaciones se autodestruyeron, aunque siempre hubo quienes intentaron mantener un equilibrio entre “Luz” y “Oscuridad”.
Los “sembradores” fueron sustituidos pos los “maestros” e “instructores”, y en cada civilización surgió un grupo que “enseñaba” el conocimiento de cómo estaba constituida la realidad del Universo y del Ser Humano. En nuestra civilización, se han llamado a esos grupos que transmitía un conocimiento de cómo desarrollar la conciencia, “Sociedades Secretas”. Y como en nuestra civilización, que comenzó hace unos 5.000 años (prescindiremos de los albores), la “Oscuridad” ha ido imponiéndose sobre la “Luz” (sigo hablando metafóricamente), al señalar a una “sociedad secreta” se decía: hacen cosas malas; hacen brujería; ¡persíganlas!; ¡destrúyanlas!; son obra del diablo. Hasta los primero chamanes de la Prehistoria, que fueron los que primero tuvieron una relación directa con Gaia, comenzaron, poco a poco, a tener problemas.
Toda la información, a la que se puede acceder y nos ha sido transmitida, señala que las primeras “maestras” fueron pleyadianas, ya que fueron “humanos” de la Pléyades los que “sembraron” a nuestros antepasados. Cada civilización ha alcanzado un “corpus” de conocimiento, y ha intentado transmitirlo. La mayor parte de ese “corpus” se perdió en los cataclismos que hicieron desaparecer a esas civilizaciones. Pero alguno se conservó y la “Enseñanza” comenzó de nuevo. El hecho de repetir curso, no significa que no haya “maestros” en esta Escuela Planetaria llamada Tierra. Siempre los hubo. Cuando alguien se gradúa en algún nivel, tiene nuevos maestros en el nivel siguiente.
Como se ha dicho en otro capítulo, al nivel del alumno le corresponde un nivel de maestro. Esta Escuela Planetaria llamada Tierra tiene muchos niveles, por lo que también tiene muchos maestros, cada uno adecuado a su nivel, unos encarnados y otros en otras densidades y dimensiones. El nivel general alcanzado hace que ya no hagan falta “Escuelas Secretas”; si en el pasado se ocultaron, fue porque eran perseguidas y sus miembros ejecutados por que la “Oscuridad”, es decir, la “Ignorancia”, se encontraba en el interior de los que tenían el poder en cualquiera de los ámbitos de la vida humana. Aquello que fue “enseñado” para que desarrolláramos la conciencia fue transformado en “reglas” y en “reglamentos”, en “preceptos disfuncionales” y en “prohibiciones”, en “obediencias ciegas”, en “solo yo tengo la verdad”, en “solo el conocimiento que yo transmito es el válido”, y así hasta el infinito. Por todo ello y más, y esto no gustará a las Escuelas o Sociedades Esotéricas que aún sobreviven, la mayoría corrompidas por los deseos de poder y ambición de sus dirigentes, están destinadas a desaparecer. Puede que surjan otras, bajo nuevas premisas, o puede que no, aunque ya no serán como las de antes, pues todo se transforma y cambia en el Universo. Hasta las “ideas” que se transmiten, aún siendo las mismas que siempre se han transmitido, serán ofrecidas con ropajes nuevos; de hecho, así ha sido siempre. Pero también, siempre ha habido “ideas nuevas” necesarias para seguir el progreso en los nuevos niveles alcanzados. Todo está en un círculo que se desarrolla en espiral, también la “Enseñanza Esotérica”, también el “aprendizaje esotérico”.

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