lunes, 25 de febrero de 2019

"Masculino-Femenino". Los dos polos del Amor.

<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: "Masculino-Femenino". Los dos polos del Amor.
<SUBTÍTULO>: Historia de como El Gran Espíritu generó el Universo de Si Mismo.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: Alumbrándola, la Gran Madre Universo confiere a la Obra creada textura, tono y luz.
<CUERPO DEL TEXTO>:


 Voy a contarles una historia:
El Gran Espíritu decidió crear, y para ello eligió un punto en el infinito océano de su Esencia y allí trazó una línea a la que llamó Tiempo. Con ella creó una demarcación entre todo lo que era antes de lo que sería a partir de ese instante en el que se daba origen al Tiempo. En el desarrollo de ese Tiempo, el Gran Espíritu creó estructuras para identificar situaciones concretas. Algunas de esas estructuras fueron los átomos, portadores de intención, y con la finalidad de formar un sistema consciente que permitiese regular el desarrollo de su creación.
(...)

A un lado de esta línea-Tiempo, éste se desarrolló a través de una Esencia Femenina, material, creadora de formas y estructuras que se iban actualizando progresivamente. Ahí existía todo lo creado: galaxias, estrellas, planetas... A toda esta realidad creada en el Tiempo se le han dado diversos nombres: Naturaleza, Tonal, Eva, Isis, María, Gran Diosa Universo. En su esencia se aúnan todos los seres creados, los astros y los mundos.
Del otro lado de la Línea, permanece el Inmanente, el Sin Nombre, el Nagual, el impulso que lleva el poder de la Fuente a manifestarse. Ahí residen las pautas de todas las creaciones, la Potencia de lo Uno que se revela continuamente a través de lo múltiple. Es lo Masculino del Gran Espíritu.
Sin embargo, esta Línea que el Gran Espíritu ha trazado para delimitar en si mismo sus dos Naturalezas, no es una rígida frontera entre ellas. Es algo vivo que se mueve en espiral, entrando y saliendo, interconectando lo Inmanente y lo Creado, girando en torno a los círculos de creación como la huella diáfana de una red invisible.
En cada punto de contacto de esa red con el Universo dimensional, tiene lugar una creación: se crean galaxias, se solidifican estrellas, aparecen cuásares y agujeros negros. De esta manera, toda la multiplicidad de asombrosas formas de lo Femenino, de la Gran Madre Universo, son impulsadas por las vibraciones energéticas de la Esencia Masculina del Gran Espíritu.
A través de este acto amoroso es como Crea el Gran Espíritu Uno. Con él, el Universo Creado se convierte en un viaje a través del Amor, en una aventura a través de la Gran Madre Universo. El propósito de esta Cópula es que Ella de a Luz, en forma visible, lo que sólo era Amor y Belleza invisible. Alumbrándolo, la Gran Madre Universo confiere a la Obra Creada: Textura, Tono y Luz.
Por este proceso las criaturas adquieren forma, éstas conforman paisajes más amplios que reposan en marcos planetarios, encuadrados en agrupaciones astrales que se engarzan a las espirales de una galaxia como diamantes vivos. Éstas flotan entre otros cien millones de galaxias a este lado de la Línea de la que fluye el Tiempo.
De ésta manera, cada criatura dispone de un ambiente, cada cuadro de un marco, cada obra de un fondo sobre el que hacer resaltar su Belleza. Y en toda esta compleja relación, nada hay que esté separado de las otras cosas, nada hay que sea independiente. Todo está unificado con Todo.
El mecanismo físico de esta creación es la división que el Gran Espíritu realiza sobre su propia Esencia, constituyendo con ella dos polaridades a través de las cuales se despliega Su Infinito Poder de Creación. Esas dos polaridades no son contrarias ni opuestas, sino los extremos complementarios de una Única Esencia, de un único continuo de vibraciones unificadas que comienzan, espalda contra espalda, en un punto centrado de la Gran Semilla. Luego se separan, aunque no totalmente, para completar cada polo los 180º de sus respectivas mitades. Durante éste trayecto, parecen enfrentadas.
Un poco antes de producirse el encuentro en el interior de su propio espacio, las dos polaridades dejan de enfrentarse, permitiendo que entre ellas se forme y aumente una carga útil, una densidad energética que producirá la chispa necesaria para completar el círculo completo de la Rueda, dando origen a una creación. En una Iluminación así se visten de carne los espíritus que encarnan.
El Amor, la energía creadora, hace que la esencia masculina desde el interior de la esencia femenina donde se encuentra, libera un proyecto codificado en el interior de la materia. De la misma manera que existe un código genético en el espermatozoide que activa el del óvulo al penetrar en él, existe un proyecto que penetra en el óvulo-semilla de un planeta a través del espermatozoide de la radiación de un sol, activando el potencial contenido en el núcleo planetario.
A través del acto de amor que surge en el juego de entrelazarse ambas polaridades del Gran Espíritu, la información contenida en las formas elementales del planeta Tierra es activada por la información contenida en el esperma solar. En lo profundo de la matriz oceánica, Sol y Tierra intercambian sus mensajes. El fruto de ese intercambio, el Hijo de la Tierra, toda la Biosfera, se cristaliza y comienza su ciclo de gestación, hasta que el impulso emergente del fruto de tan encendido amor, hace nacer a las criaturas que abren sus ojos a la Luz. Cada uno según su pauta. Con este parto, el giro de la Tierra ofrece al Sol una nueva imagen de si misma.
El diálogo amoroso de las polaridades masculina y femenina del Gran Espíritu, en las infinitas frecuencias a lo largo de la Línea del Tiempo, ha tenido lugar en el Universo durante billones de años. Lo que llamamos la Creación es el resultado de ese Acto de Amor.
Cada aspecto de la polaridad Divina se manifiesta alternativamente en cada frecuencia de vibraciones. Es el alterno y eterno fluir del Yin y el Yang. Esta alternancia ha producido las representaciones personificadas del lado masculino y del lado femenino del Gran Espíritu. Al tomar forma según la frecuencia en que se manifiestan, se convierten en los vehículos primarios de futuras creaciones.
Entre los representantes humanos, hombre-mujer, de las polaridades divinas, existe la misma carga creativa, la misma división de la Unidad Eterna. Cuando el estado de los Espíritus humanos que proyecta esta energía es sano, el potencial de esa energía Amor es inmenso. Cada hombre y mujer que se encuentran en la Rueda de la Vida, llevan una carga creativa distinta. La propia Divinidad se encarna en la Tierra para enfrentarse así misma a través de la polaridad sexual con que se atraen sus dos formas encarnadas.
La mujer nada en una corriente de energía distinta a la del hombre. Por ello, aunque vivan bajo el mismo cielo y posen sus pies en la misma tierra, aunque duerman bajo las mismas ilusiones, se encuentran en polos distintos de la Rueda de la Creación. A pesar de ser diferentes, esas dos polaridades son perfectamente compatibles, ya que fueron concebidas con el fin de estimular al máximo su creatividad.
En el nivel humano, hombre y mujer, es que la Divinidad se encuentra a sí misma y se conoce como Divinidad. Por ello, nuestro destino humano no estará cumplido hasta que comprendamos y expresemos el profundo Amor que existe entre Dios-Padre y Dios-Madre en una sola Unidad.
La misión de lo femenino del Universo es revelar lo masculino depositado en su seno. Y el único propósito de lo masculino es servir a lo femenino en su proceso de gestación, celebrando y alentando la belleza que se oculta en su corazón. En la más pura manifestación amorosa del hombre y la mujer, y en las chispas de espíritu gemelas, las polaridades están equilibradas, pero sus potencialidades polares de creación se encuentran a su máxima tensión.
Esta comprensión física y técnica del Universo, no tiene porque estar separada de la comprensión de un Espíritu Eterno que se expresa por esas polaridades. Los hombres y mujeres del Universo, somos los instrumentos a través de los cuales la Creación se hace consciente y, con ello, se hace posible el despertar de todo el mundo material. Cada ser humano hombre-mujer es un órgano de la Conciencia del Gran Espíritu que despierta del sueño a que se le había sometido a causa de su entrada en la materia.
Ese despertar nos permite reconocer nuestra auténtica identidad. Ese conocimiento es el de que nuestra realidad espiritual, masculina y femenina, no es algo diferente de los aspectos Padre-Madre del Gran Espíritu.

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