<TÍTULO>: El Amor. Energía de la Creación.
<SUBTÍTULO>: El yo y el ser espiritual, las dos mitades de la ecuación humana.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: La retención de la energía creadora llamada Amor, genera enfermedad, dolor, sufrimiento y muerte.
<ILUSTRACIÓN>: Psique reanimada por el beso del Amor. Canova. Museo del Louvre.
<CUERPO DEL TEXTO>:
(...)
Sin este
aro sagrado que encierra toda unidad -el anillo de compromiso que se entregan los novios
es también un símbolo del proceso de este acto creador-, no puede producirse
ninguna creación: sea un hijo, un árbol, una galaxia, la felicidad o cualquier
obra creada por el hombre.
En el
interior del cálido ambiente de ese recinto sagrado, las fuerzas, las energías
de creación -una masculina y otra femenina- el Amor, alimentadas por un fuego
de fricción, crecen y se acumulan hasta que todo el receptáculo se ha llenado
de ellas y ha alcanzado la presión necesaria que haga saltar las paredes del
receptáculo por la concepción de lo nuevo.
Nosotros
mismos, en este sentido, somos la obra, aún inacabada, el acto de creación de
un Gran Espíritu; y aún crecemos en el interior de ese receptáculo, de esa
semilla planetaria llamada Tierra. Aún no hemos nacido, y no lo haremos, no
romperemos las paredes del receptáculo en el que estamos siendo gestados, hasta
que no desarrollemos el objetivo principal para el que fuimos proyectados: ser
capaces de expresar Amor.
El
pensamiento del hombre encerrado en su matriz planetaria es también creativo,
porque comparte el mismo poder que el Gran Espíritu. Cuando concebimos una
idea, esa idea adquiere realidad al ser moldeada por nuestro pensamiento y
nuestra palabra en el Campo Etérico,
convirtiéndose en parte de nuestra realidad al tomar forma material y hacerse
visible. Pero como estas nuestras creaciones las hacemos desde una actitud egoísta, nuestras obras son meros espejismos.
En ese espejismo creador desperdiciamos nuestro poder creativo. Al creer en esa
ficción creada por el poder de nuestro pensamiento, generamos situaciones
vitales angustiosas que hacen que vivamos atormentados. La visión de lo que
hemos creado y que queremos retener es la causa de nuestros sufrimientos.
Hasta
ahora se nos había hecho creer que, liberarse de esta ilusión, requería por nuestra parte de grandes
esfuerzos y de técnicas complicadas. Tal vez estas técnicas y esos métodos
complicados, muchos de los cuales nos exigen apartarnos del mundo de la vida
cotidiana, hayan sido útiles en el pasado para algunos, aunque en la mayoría de
los casos, y ahí está la historia para comprobarlo, sólo han contribuido a más
diferenciaciones y separatividades entre los seres humanos, causa a su vez de
nuevos conflictos y sufrimientos.
En realidad,
hay un modo sencillo de liberarse de esta ilusión creada por la maraña de
mentiras generadas por nuestro pasado personal y colectivo: ¡Fluir! Ya hemos hablado de ello otras
veces. La retención de la energía creadora llamada Amor, genera enfermedad,
dolor, sufrimiento y muerte. El espíritu sano es el que aprende a fluir en esa
energía y en el fruto de sus creaciones.
Una
inteligencia sana sabe que ella es,
como expresión de un ser espiritual, un centro de energía creadora que se
encuentra inmersa en un infinito océano de posibilidades que se extienden por
siempre en todas las direcciones. Una inteligencia sana no se apoya en una
concepción mental pensada por ella misma, porque sabe del carácter ilusorio y
no permanente de su creación, sino que se apoya y sostiene en la Verdad
de su Esencia Espiritual.
Aunque es
necesario que despierte en la
Humanidad una comprensión más exacta del Universo y el poder
formular una descripción cada vez mejor de la Realidad ,
lo que es verdaderamente necesario en estos momentos de confusión por los que
el mundo atraviesa, para devolverle al yo
su primitivo sentido de unidad con el Espíritu.
Solemos
creer que ese yo con el que nos
designamos cuando realizamos nuestras acciones es lo único que existe, o bien
que no tiene nada que ver con el ser
espiritual que somos, bien porque creamos que él es todo lo que existe, o
porque pensamos que el yo y el ser espiritual son dos cosas distintas.
También pensamos que uno hace el papel de malo
y el otro de bueno, porque hemos
aceptado en forma dogmática y a priori,
lo que se nos ha hecho creer como dogma de fe, desde distintas tradiciones
religiosas. Pero la realidad es que forman una unidad en la que cada uno cumple
su papel, y que, sin la conciencia de esa unidad, el ser creador que somos,
queda preso en la ilusión de sus creaciones, sean estas materiales o
espirituales.
El yo no es sino una mitad de la ecuación
humana. El Hombre completo es una asociación
libre y voluntaria de yo y Espíritu. La labor del yo es cuidar del
cuerpo físico, pero no es el que nos proporciona el sentido de nuestra
auténtica naturaleza. Su misión, que no es morir como pretenden algunos, es la
de establecer relaciones apropiadas y armónicas con el Espíritu que quiere encarnarse,
con aquello que somos en verdad, para hacer del cuerpo, la mente y el corazón
una residencia del Espíritu y, de él
mismo, un vehículo de expresión del propio Espíritu.
El yo es, por su naturaleza, un reflejo y,
como tal, puede ser claro, nítido, adecuado o todo lo contrario, pero no es
algo independiente del Espíritu.
Cuando el yo cesa de actuar en forma
independiente, invita al Espíritu que somos a penetrar en la conciencia humana
y, cuando esto acontece, la ilusión se evapora y nos reconocemos como lo que
somos, como miembros de una única familia de seres divinos que comparten el Verdadero Ser del Gran Espíritu.
Ya hemos
dicho que la creencia no es el conocimiento ni el entendimiento. En el mejor de los casos solo es el vehículo de
expresión de ese entendimiento. Y aunque a veces el vehículo puede ser
necesario, no siempre ha de estar uno metido en él y menos aprisionado por él.
Uno puede viajar a veces en automóvil, pero no nos pasamos años enteros encerrados
en él. De igual manera que el entendimiento no es la creencia, la verdad espiritual de lo que somos no es
el conocimiento o el entendimiento.
Al igual
que a veces es necesario usar el automóvil de las creencias, también en
ocasiones se puede usar el avión del entendimiento como vehículo para viajar
por ciertas relaciones del mundo mental, e incluso para modificar esas
estructuras mentales y sus relaciones en la medida en que aumenta nuestra
comprensión del Universo. Sin la comprensión
de estas estructuras mentales, no podríamos comunicarnos ni actuar como seres
humanos encarnados.
Sin
embargo, no somos ni nuestras creencias, ni nuestro entendimiento. Somos una Vida que se expresa, que crea, en una
realidad multidimensional que está más allá del alcance de cualquier estructura
de pensamiento creada por la mente humana. No somos nuestros sentimientos, ni
nuestros pensamientos, ni nuestras ideas, ni la descripción del mundo, material
o espiritual, con la que nos identificamos. Somos seres espirituales cuya esencia es energía consciente e
inteligente, sabia y amorosa, que ha decidido voluntariamente manifestarse en
el plano físico con el propósito de desarrollar sus potencialidades latentes,
para lo cual hemos encarnado en un cuerpo físico-biológico que nos permite
explorar el desarrollo de ese potencial. Así, el desarrollo de nuestras
cualidades físicas es la expresión del desarrollo de nuestras potencialidades
espirituales.
La
finalidad del hecho de encarnar es poner de relieve, de desarrollar y a la vez
disfrutar de los dominios creados por el Gran Espíritu, y también para
embellecerlos con nuestras creaciones.
Somos
nosotros, los seres espirituales encarnados, los que damos vida a esas cosmovisiones
creadas por nuestras mentes. Nuestro problema es que nuestro yo queda atrapado por sus propios
conceptos. Pero tenemos la libertad de desprendernos de esos esquemas y
modelos, para buscar y participar de esos momentos de percepción de nosotros
mismos: percepción de nuestro ser e intercomunicación con Todo lo que Es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario