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Salida de Perceval (manuscrito de Montpellier). |
EL
MITO DEL GRIAL
(Visión
psicológica)
(2ª Parte)
En esta
segunda parte vamos a continuar con nuestro estudio del Mito del
Grial y con su interpretación psicológica.
Perzival,
el héroe de nuestra mítica historia, había nacido en Gales. Es algo así como
decir que había nacido en Belén. ¿Quién podría pensar que un lugar humilde y
apartado contiene la respuesta a nuestro sufrimiento? El mito nos informa que
nuestra redención surgirá del lugar menos probable. Es decir, que la
experiencia que sanará la herida del rey Pescador, será una experiencia muy
humilde. La palabra “humilde” viene de "humus", es decir, la tierra,
que por estar llena de materia orgánica, está viva y es buena para que algo
crezca en ella; por ello, la humildad,
está relacionada con la tierra y con lo
femenino.
(...)
(...)
Ya
hemos hecho referencia a las cuatro funciones de la psique según Jung: pensar, sentir, percibir e intuir. Para cada persona, una de esas
funciones constituye la “función superior”;
es decir, aquella que es dominante en la expresión de su personalidad. Otra de
esas funciones será la "función
inferior" y opuesta, por ello será también la menos consciente. Las
otras dos funciones basculan entre la función superior y la inferior. Para gran
parte del hombre occidental, la función
superior es el Pensar y, en ese
caso, la función interior de su psique
sería Sentir. En el caso de Perzival,
y para muchos adolescentes, Sentir
es la función superior y Pensar la función inferior.
Mientras nuestra función superior, no importa cual sea esta, produce la mayoría de lo que tiene valor en nuestra vida, los aspectos más desarrollados de nuestra personalidad, también nos lleva hacia nuestra herida de Rey Pescador. En cambio, nuestra "función inferior", la parte de nosotros que se encuentra menos diferenciada, se encontrará imposibilitada para sanar esa herida. Por lo tanto, quien cura al Rey Pescador, será ese necio-inocente e inconsciente, nacido en Gales.
Mientras nuestra función superior, no importa cual sea esta, produce la mayoría de lo que tiene valor en nuestra vida, los aspectos más desarrollados de nuestra personalidad, también nos lleva hacia nuestra herida de Rey Pescador. En cambio, nuestra "función inferior", la parte de nosotros que se encuentra menos diferenciada, se encontrará imposibilitada para sanar esa herida. Por lo tanto, quien cura al Rey Pescador, será ese necio-inocente e inconsciente, nacido en Gales.
Nuestro
héroe parece ser de un origen tan humilde que incluso carece de nombre cuando
le encontramos. Solo más tarde, en el relato mítico, nos enteramos que se llama
Perzival, que significa “Necio” aunque, a nivel psicológico
también tiene un significado más profundo: el
que unifica los opuestos.
Jung
cuenta como descubrió en él a ese necio
que habita en nuestro interior. Era la época en que rompió con Freud a causa de
una discusión sobre la naturaleza del inconsciente. Freud decía que el
inconsciente era el sumidero de todos los elementos negativos y reprimidos de
la personalidad, el lugar donde iban a parar las cosas sin valor de la propia
vida. Jung, por el contrario, creía que el inconsciente también era una matriz de la que emanaba la creatividad. Como no se pusieron de
acuerdo, ambos se distanciaron. Jung era entonces joven y esta ruptura fue para
él traumática, carecía de experiencia y de reputación. Su carrera parecía haber
terminado apenas en sus comienzos.
Pero,
de alguna manera, Jung supo donde buscar para curar su herida. Buscó en su
propio interior. Se encerró en su cuarto y esperó al inconsciente. Evocó fantasías
infantiles que pronto ocuparon su atención. Por mucho tiempo trabajó en la
privacidad de sus fantasías y, en su jardín interior, les dio forma. De niño
había tenido fantasías sobre todo esto. Confió en su experiencia infantil y ese
fue el comienzo de un manantial que manó desde su inconsciente colectivo y que hoy forma parte de su legado. Un gran
hombre fue lo suficientemente humilde (de la tierra) como para confiar su cura
a su Perzival interno.
Aunque
por mucho tiempo carezca de nombre, Perzival es criado por su madre cuyo nombre
es Pena del Corazón. Su padre ha
muerto y nada sabe de él. No tiene hermanos. En otras versiones murieron en
combates caballerescos. Todos los héroes míticos reúnen características
parecidas. Perzival crece dentro de un estilo de vida primitivo y campesino,
viste ropas rústicas, no asiste a la escuela, aunque de forma natural lanza el
venablo con gran acierto; no hace preguntas y carece de tutela.
Se
podría inscribir esta etapa del Perzival joven en la categoría de relatos de
iniciación. Crece en un bosque, lo que señala su estado “natural” protegido por lo materno-naturaleza. Su madre biológica
quiere tenerle apartado de los peligros del mundo, sobre todo de la caballería,
que ya le ha costado la vida a su padre y a los hermanos de Perzival. Detrás de
esta sobreprotección se esconde un profundo problema psicológico, el de la
relación madre-hijo. Freud y Jung estudiaron este problema y encontraron que
existen paralelos en la mitología. En realidad no se trata de un problema
personal, sino arquetípico. La madre quiere mantener al hijo alejado del mundo
para protegerle de sus peligros, algo que hunde sus raíces en el instinto de
protección de los animales. El problema es que cuando esta sobreprotección se
prolonga demasiado, las consecuencias para el niño pueden ser terribles: el
niño se vuelve cobarde y miedoso ante la necesidad de afrontar la aventura de
vivir. Para Freud este vínculo materno desarrollaría el Complejo de Edipo; para
Jung el problema puede tener otra lectura: tras este “anhelo” de regresión se oculta en realidad el renacimiento y la
transformación.
Esto
nos conduce a un nuevo significado del símbolo de la madre que, como todas las
cosas, tiene dos caras. La positiva la presenta como la raíz y fuente de
nuestra vida psíquica; bajo su cara negativa es la madre terrible y devoradora
de sus potencialidades. Jung señala que estas imágenes arquetípicas ya se
encuentran presentes en nuestra psique, como formas estructurales del instinto,
antes de que la conciencia se individualice. Para llevar a cabo esta tarea, el
joven necesita fuerza y para conseguirla éste necesita independizarse de la
madre. Perzival también siente este deseo de vivir y actuar, lo que le llevará
a una búsqueda de algo simbolizado por el Grial.
Aparentemente
nuestro héroe no tiene padre. Esto es algo inherente a todo héroe, pues un niño
sin padre carece de dirección, por lo que tiene la sensación de que todas las
posibilidades y espacios masculinos se encuentran abiertos ante él, ya que el
padre ausente “no le ha arrebatado nada” (generalmente
es el que se interpone entre el niño y la madre), así que su tendencia sea la
de exceder los límites en cualquier dirección. Como siempre ocurre, este exceso
de “fuerza” , de energía interna o libido
(en el sentido que le da Jung) puede acarrear problemas.
Un día,
en su adolescencia, aparecen cinco caballeros vestidos con todo su impresionante
equipo: arreos escarlatas y dorados, armaduras resplandecientes, escudos llenos
de símbolos, lanzas... Perzival queda deslumbrado y los toma por ángeles,
aunque su madre le había dicho que los hombres vestidos de hierro era diablos.
El joven les pregunta quienes son, y ellos le dicen que son Caballeros de
Arturo.
Arrebatado
por la visión, quiere partir de inmediato a la busca del Rey Arturo para que le
nombre Caballero. Su madre estalla en lágrimas y le cuenta que él es el séptimo
hijo de una familia de noble linaje. Su padre y sus hermanos han muerto en
combates, por lo que para evitarle el mismo destino, lo llevó a un apartado lugar.
Pena del Corazón sabe que no puede impedir la marcha de su
hijo una vez que la sangre de su
padre ha comenzado a hervir en él. Le bendice y le libera de su protección; también
le da unos consejos: que entre en todo templo
que vea, que solicite cortésmente comida
y bebida, que atienda y ofrezca ayuda
a las doncellas y que si encuentra a
una doncella sólo debe darle un beso y pedirle una prenda sencilla. Por
último le viste una rústica túnica de lana que ella misma le ha tejido.
El
joven no presta demasiada atención a lo que la madre le dice; lo que quiere es
partir y buscar al Rey que hace caballeros. Al marcharse, la madre se desmaya
de dolor. Perzival vuelve la cabeza y ve a su madre desmayada, pero sigue adelante.
Es esta una característica de todo héroe. Meister Eckhart decía: “la más profunda naturaleza de toda simiente
alude al trigo, de todo metal al oro y de todo nacimiento el ser humano”,
por lo que el “ahora” solo es algo
imperfecto de lo que puede llegar a ser.
En la
vida cotidiana podemos observar cosas así. Muchas situaciones se repiten con ligeras
modificaciones, pero si somos capaces de ver las coincidencias y observarlas,
podremos percibir la unidad de significado que subyace en ellas. La historia de
Perzival es un ejemplo de esto. Primero quiere ser caballero para satisfacer un
deseo inconsciente; luego, madura gracias a sus aventuras y termina
convirtiéndose en el modelo del mejor caballero, del único capaz de conseguir
el Grial. He aquí a un ser humano “elevado”.
Solo estos caballeros pueden formar parte de la Tabla Redonda. No solo eran
especialistas en el manejo de las armas, la caza y los torneos a caballo, sino
también en virtudes caballerescas como valor, valentía, intrepidez, afán de
aventuras y, sobre todo, fieles y leales. Fidelidad a los amigos y a los
vasallos, lealtad a los enemigos (la más valorada de las virtudes, pues el que
la infringía perdía el honor de caballero). Ellos representaban el orden del
territorio, combatían las injusticias y la violencia y, sobre todo, socorrían a
las mujeres y jóvenes acosadas. Todo esto era algo muy instintivo, “natural”.
Una
cosa se advierte en las narraciones medievales sobre estos caballeros del
Grial: pensar no era una de sus
actividades principales. La única actividad “espiritual” que recogen los relatos es el juego del ajedrez. Pensar era, incluso en la realidad
medieval, asunto de los Monasterios, o de los magos como Merlín. No era la función más consciente de la psique de
los buscadores del Grial.
Un día, Perzival encuentra a una doncella.
Llega a un pabellón
que él toma por un templo, ya que nunca ha visto ninguno. Allí le da la
bienvenida una hermosa doncella que está sentada en un trono de oro. El joven
le pide comida y la doncella se la da en abundancia pero, como carece de
modales, come como un bárbaro. Le pide el anillo que luce la doncella y de
forma brusca le da un beso y se marcha.
Nuestro
héroe acaba de tener su primer encuentro con una representante de la Diosa, de la Soberanía de la Tierra, de lo femenino; pero ha actuado como un rústico patán. Aún tiene mucho
que aprender, aún no está preparado para responsabilizarse de las consecuencias
de sus actos. Cuando el marido de la doncella regresa, piensa que el joven la
ha deshonrado y parte en su busca para vengar la ofensa.
Perzival
pregunta a todo el que se encuentra si ha visto a los cinco caballeros. La mirada
de todo adolescente, cuando busca el equivalente de los cinco caballeros, es
una interrogante que pregunta: ¿Dónde está eso? Y "eso", siempre es algo indefinido y vago. La visión ha sido el primer atisbo de significado de una realidad quintaesencial, de algo que buscará a lo
largo de su vida adulta en las experiencias que contengan dicha cualidad.
El
número cinco implica la consumación
de la vida y es la raíz a partir de la cual nace la quintaesencia. Cinco
significa acabamiento, integridad. El
cinco está en todas partes, pero
evasivamente, lo que indica que tampoco está en ninguna. ¿Qué cruel destino
hace brillar la visión de la totalidad
a un joven y le impulsa al camino para que encuentre la personificación de
dicha cualidad? Aunque para el mito, esa es la motivación que guiará una vida
espiritual genuina.
El
comportamiento inexperto de Perceval con su primer encuentro con lo femenino es el de cualquier adolescente
en su primera cita. La doncella espera que el caballero la corteje. Pero
Perceval cree estar en un templo y, en él, una bella dama que le ofrece comida.
Todo ocurre como su madre le había profetizado y piensa que la vida es buena porque
le ofrece lo que necesita. A pesar de su torpeza, la dama percibe que en el
joven hay algo que le hace diferente; advierte su ingenuidad, su inmaculada y
cándida inocencia.
Desde
otro punto de vista, el de su psicología íntima, Perzival acaba de tener su
primer encuentro con su “ánima”.
Jung entiende por tal la personificación de lo inconsciente en el hombre. Un
resultado de la imagen femenina de la madre. Señala Jung que ella personifica
la misma cantidad de femineidad que vive en el hombre, así como la experiencia
que éste hace de la mujer. La proyección del “ánima”, como arquetipo, posee una esencial real. Cuando no se
proyecta sobre una mujer concreta, sino que se la experimenta en su propia
interioridad, entonces se convierte en mediadora entre el hombre y los
contenidos del inconsciente.
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El Ánima es la parte femenina interna del hombre. |
Perzival llega
por fin a la Corte
de Arturo. En la entrada encuentra a un caballero que luce una impresionante armadura roja y lleva en la mano una copa de oro. Es la copa de la Reina Ginebra que el
caballero acaba de robar de la mesa del Rey. Al hacerlo, ha volcado la copa y
ha derramado su contenido sobre el regazo de la Reina, lo que agrava la situación.
En otra versión de la historia, el vino
es arrojado a la cara de Ginebra por el Caballero
Rojo, quien desafía a todos los que deseen vengar el ultraje, pero nadie se
atreve a hacerlo. Aquí hay una clara referencia al rapto de las doncellas de los pozos. Ahora es el Caballero Rojo el que ultraja a la
representante de la Soberanía de la Tierra.
El Caballero Rojo envía un mensaje a Arturo
por medio de Perzival, con el que se ha tropezado a la entrada. Le pide una
tierra que le pertenece y le reta a que recupere la copa de la Reina si se atreve, pero el
insensato joven solo tiene ojos para la armadura roja, su oscuro deseo por ella
hace que se olvide del recado. Ni siquiera percibe, cuando entra en el salón
del trono, que algo anda mal en la
Corte.
Perzival ante la Corte de Arturo. |
Su
impaciencia por ser armado caballero, le lleva a pedirle al Rey la armadura del
Caballero Rojo. Todos estallan en
carcajadas. Incluso una doncella que hacía siete años que no reía estalla en
carcajadas y le dice al joven que nunca existirá un caballero mejor que él. El
envidioso senescal del Rey abofetea a la doncella y a un bufón que había
profetizado que la doncella recobraría la risa cuando apareciera el mejor
caballero del mundo; pero lo que hay ante ellos es un zafio joven vestido con
una túnica de lana, sin nadie que le presente y sin referencias. El senescal,
para burlarse de él, le dice que el Rey le regalará la armadura del Caballero
Rojo si consigue quitársela.
¿Qué
significa todo esto?
Lo que
quiere decir, psicológicamente hablando, es que hasta que el Perzival interno, el que se corresponde a nuestra
naturaleza interior, no aparezca en el mundo, la Corte, esa parte femenina que hay en nosotros,
simbolizada por el Ánima, y que nunca
ha reído, que es incapaz de felicidad, irrumpe en risas y gozos al verle. Cuando un hombre logra despertar a su Perzival interior, una parte de su
naturaleza se vuelve feliz. Incluso cuando la Corte ve reírse a la doncella, toma a nuestro
joven héroe con más seriedad. Incluso Arturo le dice que puede considerarse
armado caballero si consigue la armadura
del Caballero Rojo.
Hay en
él algunos rasgos que se corresponden con los del joven Perzival: no sabe
comportante en la corte del rey, es injusto con lo femenino cuando roba la “copa”
de Ginebra y derrama sobre ella su contenido. En realidad, el Caballero Rojo es
la “Sombra” de Perzival. Por tal
entiende Jung aquellos rasgos interiores, en su mayoría oscuros e infravalorados,
de una persona y que coexisten con el yo consciente, aunque sin que este les
preste demasiada atención. Generalmente son rasgos de naturaleza emocional que
gozan de una cierta autonomía y pueden llegar a rebasar a la consciencia.
Muchos son de naturaleza personal, pero otros muchos pertenecen al pasado
biológico del hombre y hunden sus raíces en lo instintivo. Los instintos
también poseen un valor positivo. El Caballero Rojo como “Sombra” de Perzival, le conducirá más tarde a los abismos terribles
en los que se concentra el problema del “Mal”.
Esta sombra es una sombra peligrosa,
simbólicamente y dentro de su contexto mitológico el color rojo se encuentra
asociado con la sangre. En la
Alquimia, el “hombre
rojo” es la personificación de la materia
primordial de la que se extrae la Piedra Filosofal, la cual
ha de ser tratada sin temor y con cuidado ya que, a pesar de su terrible
aspecto, es beneficiosa para la consecución del “Lapis Philosopharum”. El Caballero Rojo es, pues, el símbolo de una
primera imagen de la futura totalidad interior de Perzival.
Su
muerte a manos de Perzival tiene una correspondencia psicológica: la represión
violenta de las pasiones y emociones que emergen en esta primera etapa de la
formación de la personalidad consciente. Todos los hombres, al principio o al
final de nuestra juventud, hemos de pasar por esta experiencia, para que
nuestro ulterior desarrollo pueda continuar. El problema es que, generalmente,
esto ocurre sin la menor reflexión. Lo único que nos motiva es el deseo. En el
caso de perzival, el de convertirse en caballero de Arturo.
Recuerdo
un momento de mi vida en que me vi atrapado por la oscuridad. Mi existencia se
había vuelto tenebrosa; a pesar de todo, como la lectura era para mi una
necesidad, leí mucho sobre el trabajo interior y sobre los mitos. Con mi disminuida
imaginación a causa de la depresión, participe en aquellas viejas historia que
tanto me habían fascinado desde niño; y, de una forma u otra, esa parte de mi
que no había reído desde la infancia, estalló en regocijo. Entonces sentí que
tenía energía y coraje para vivir otra etapa de mi vida.
El despertar de la figura arquetípica que el Mito del Grial llama Perzival, abre en el hombre una constelación de energías que le permiten funcionar nuevamente. Cuando encuentra al Caballero Rojo, éste se encoleriza ante la pretensión del joven de quedarse con su armadura. Luchan y, aunque el caballero golpea a Perzival con la punta de la lanza que no tiene hierro, no puede impedir que el venablo lanzado por éste le atraviese el yelmo y el ojo izquierdo.
El despertar de la figura arquetípica que el Mito del Grial llama Perzival, abre en el hombre una constelación de energías que le permiten funcionar nuevamente. Cuando encuentra al Caballero Rojo, éste se encoleriza ante la pretensión del joven de quedarse con su armadura. Luchan y, aunque el caballero golpea a Perzival con la punta de la lanza que no tiene hierro, no puede impedir que el venablo lanzado por éste le atraviese el yelmo y el ojo izquierdo.
En
Egipto, en los Misterios de Osiris, existía una especie de curso llamado "El ojo izquierdo de Horus" y que
era una especie de preparación del cuerpo
emocional. Duraba doce años y lo realizaban los aspirantes a la Iniciación en los
Misterios. Se trabajaba en las emociones, en los sentimientos y en los miedos.
Cada Chacra tiene relacionado con un determinado miedo, y cada uno de los 12
templos más importantes de Egipto trabajaba en uno de esos chakras.
El Caballero Rojo es el ejemplo del puro
instinto, del puro deseo en su aspecto más violento, como lo era Perzival en
ese momento en el que quería vestirse su armadura. La integración, la sanación
y la complementación emanan de hacerse responsable de los propios impulsos
instintivos, de los propios deseos. Ha de existir la voluntad de enfrentarse y
de aceptar cuanto uno ha estado evitando o se ha estado resistiendo para poder
seguir sus impulsos primarios. Aquello a lo que nos resistimos, no sólo
persiste, sino que se hace más intenso, cuanto más lo reprimimos. La verdadera
curación surge de ampliar nuestra capacidad para incluir o estar con... y,
finalmente, abrazar todo aquello a lo que nos habíamos estado resistiendo.
La
integración no es negar o evitar, tampoco es mantener un pensamiento positivo. Es tener abiertos los ojos y ser consciente
de las polaridades que activan las emociones que dominan nuestra vida.
La
apropiación de la armadura del Caballero Rojo es algo relevante, aunque no es nada
caballeresca y se encuentra ligada a una cierta culpa en relación con la figura
de la madre. Torpemente y con la ayuda de un paje que han enviado los de la Corte para que les cuente lo
que suceda, el joven Perzival le quita la armadura al Caballero Rojo e intenta
vestírsela, pero no sabe. El paje le ayuda a ajustar sus piezas y le dice que
se quite la túnica de lana que le había regalado su madre, pero Perzival se
empeña en conservarla. Aún son parte de su esencia,
por lo que aún no es quien quiere llegar a ser. En psicología analítica, a este
hecho se le llama “persona”
(máscara). Lo que quiere decir que cuando se ha puesto la armadura, no nos
encontramos ante la verdadera esencia de Perzival, sino ante algo que la
recubre y a través de la cual se enfrenta a lo exterior.
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Perzival con la armadura del Cabballero Rojo |
El
destino ha alcanzado a Perceval antes de que éste haya podido aprender los principios de la madurez y las reglas de la caballería. Su sino le
obliga, prematuramente, a cumplir la función de campeón advenedizo al margen de
las normas cortesanas. Nadie le inviste caballero. Es el destino el que se lo
impone y él es su propio destino.
Perzival
ha vencido al espléndido ser que era el Caballero Rojo, cuya fortaleza le permitía
hacer con total impunidad aquello que era su deseo, pues nadie, ni el propio
Rey, pudo impedir que le llevara el Grial de la Reina, la copa de la representante
de la Soberanía
de la Tierra. El Caballero Rojo es el único ser que Perzival matará en su vida, lo cual
tendrá importantes consecuencias en su desarrollo. Aquí asistimos al proceso de
evolución de la energía psíquica, desde la etapa del instinto, hasta
la etapa controlada por el ego. Al matar al Caballero Rojo y apoderarse de su
armadura, Perzival recoloca una inmensa cantidad de su energía en si mismo; es
decir, el ego o la personalidad pasa
a controlar el instinto. Podría
decirse que es el momento en que deja la adolescencia y se convierte en un
hombre. Posteriormente, se le exigirá un nuevo desarrollo, cuando tenga que
ubicar este incremento de energía en el Si-Mismo:
ese centro de gravedad que trasciende toda vida personal. Pero esto es algo que
veremos más adelante.
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Lancelot y ginebra Pintura de Herbert James Draper pintor Londres S. XX |
Perzival
derrotará a partir de ahora a muchos caballeros, pero no volverá a matar a ninguno.
De cada caballero derrotado, obtendrá la promesa de que se presentará en la Corte de Arturo y se pondrá
al servicio de Ginebra. El mito nos habla aquí de ese proceso cultural que se
produce hacia la mitad de la vida, cuando se conquista un centro de energía
tras otro y se pone bajo el control del Rey, símbolo del Si-Mismo. Es éste un proceso que ennoblece la vida de un hombre y
constituye el máximo bien para esa etapa de su vida.
La historia del Grial no nos da detalles de la muerte del Caballero
Rojo. Es como si quisiera dejarnos un espacio para poder pensar y para que
examinemos que le podría haber ocurrido a nuestra cultura occidental si en vez
de morir el Caballero Rojo, hubiera sido enviado, como los otros, a servir a la Corte de Arturo. ¿Se hubiera
reducido el poder de su energía y, por lo tanto, de la dualidad que origina el
enfrentamiento con lo femenino, para beneficiar a todos, en vez de apropiársela
el ego? Nunca lo sabremos, pues nuestro estilo occidental ha consistido en la
senda heroica de vencer, matando y conquistando, a lo femenino, para dominarlo.
En la
vida de todo joven -hay jóvenes de 30 años, de 40 ó 50; seres que no han crecido
internamente -, la victoria sobre el Caballero Rojo puede suceder externa o internamente. Ambos modos son válidos. Si el joven emprende el
camino externo, como hace la mayoría, deberá vencer algún gran obstáculo.
Muchas víctimas tipo Caballero Rojo caen en competiciones, en campos de juego,
en el trabajo, en los desafíos para las conquistas que ofrece nuestra sociedad.
El problema de éste tipo de amargas victorias es que siempre es a costa de
algún otro. La victoria parece más dulce ante la presencia del derrotado. En el
presente, derrotar al Caballero Rojo requiere ferocidad y, muchas veces,
derramamiento de sangre.
También
existe una dimensión interna para el combate con el Caballero Rojo. Cualquier
joven puede conquistar dentro de si una gran cantidad de energía bruta
venciendo la explosión instantánea de la energía de su Caballero Rojo interno.
Esto es muy eficaz a la hora de iniciar el tránsito desde el joven hacia el
hombre. Para los introvertidos de nuestro mundo esto es lo corriente.
A
veces, el combate contra el caballero Rojo sale mal, interna o externamente, y
ese incremento de energía se volverá desenfrenada en la personalidad y brotará
como fanfarronería, como vandalismo, como ira y violencia juvenil. También
puede tomar el matiz del hombre tímido abatido y derrotado.
![]() |
Picasso. El Minotauro |
Como se
ha señalado, el Caballero Rojo
representa el lado sombrío de la masculinidad, el poder negativo y
potencialmente destructivo de ésta. Para convertirse verdaderamente en un hombre,
debe combatirse la personalidad oscura, pero no debe ser reprimida ni suprimida.
El joven no debe reprimir su agresividad, porque necesita de ese poder masculino
de la sombra de su Caballero Rojo
para internarse en el mundo de la madurez.
Perzival
ya posee la armadura y el caballo -símbolos del impulso emocional- del Caballero
Rojo pues, en aquel entonces, conquistar era poseer. Esto equivale a decir que la
energía del Caballero Rojo se encuentra ahora bajo el control de Perzival para
poder utilizarla.
Ya
vimos como nuestro héroe necesita la ayuda de un paje para vestirse la armadura,
el no sabe hacerlo sólo. Tampoco se quiso quitar la túnica que le tejiera su
madre. Más tarde esto tendrá serias consecuencias y necesitará de todo el poder
de su comprensión para saber lo que significa ese adherirse el ropaje materno.
¿Qué joven no impone su recién descubierta masculinidad a su complejo materno? Las rígidas reglas de la Caballería funcionan
muy mal cuando cubren a un hombre que arrastran complejos maternos.
Aún
descubrimos otro misterio: cuando Perceval se sube al caballo -símbolo de las
emociones-, si bien puede ponerlo en marcha, no podrá detenerlo, pues nadie le
enseñó como hacerlo. Por ello, durante mucho tiempo, cabalgará todo el día
hasta que jinete y caballo -cuerpo mental y cuerpo emocional- se detengan exhaustos.
¿Recuerdan algún proyecto que hayan iniciado en la adolescencia -una carrera,
un trabajo creativo-, y que despegó con gran facilidad pero que luego no
supieron controlar?
El camino de Perzival, después de derrotar al Caballero Rojo y vestirse
su armadura le conduce a un preceptor: Gurnemanz
de Goort, que le instruye en el manejo de las armas y las reglas de la Caballería. Le
señala que ha de dejar ya de refugiarse en su madre (simbolizada por la túnica
que ésta le tejió y que aún lleva puesta); también le recomienda que no haga
demasiadas preguntas. Más tarde, esta recomendación tendrá funestas consecuencias
cuando se encuentre ante el Rey del Grial. Gurnemanz es una especie de figura
paterna. Para todo
adolescente que se está convirtiendo en un hombre, tener un "padrino" es una bendición. Cuando
un muchacho llega a la adolescencia, probablemente la imagen paterna se ha
deteriorado o la comunicación se ha vuelto escasa. Está lejos de ser
independiente, pero también su orgullo le impide acudir al padre sobre sus cuestiones
internas. En este momento, todo joven necesita un padrino, el que continúa enseñándole,
una vez que el padre ha perdido contacto con él. Gurnemanz es el instructor
arquetípico y pasará un año instruyendo a Perceval en las artes y reglas de la
caballería.
Gurnemanz
le transmite información vital para concretar su masculinidad: jamás debe seducir o ser seducido por una
linda doncella y debe buscar el
Castillo del Grial sobre todas las cosas y con todo su poder. Cuando llegue
al castillo, debe formular cierta pregunta: ¿A quién sirve el Grial?. La caballería y sus reglas carecerían de
sentido si no estuvieran enfocadas a este fin.
Después
de recibir estas instrucciones, Perceval recuerda a su madre y quiere ir a verla.
Es como si hubiera hecho falta acumular algo de masculinidad antes de poder
entrar de nuevo en contacto con la energía femenina de la propia madre. Así que
decide ir en su busca, pero averigua que murió de pena poco después de su
partida. Perceval se siente tremendamente culpable, pero eso también forma
parte del desarrollo masculino. Ningún joven se desarrolla hacia la hombría sin
ser desleal, en algún modo, hacia su madre. Si permanece con ella para
contentarla y consolarla, nunca se librará del complejo materno.
Es
frecuente que una madre haga lo posible por retener a su hijo y una de las maneras
más sutiles de hacerlo consiste en inculcarle la idea de que le sea siempre
leal. Si el joven se somete a ese chantaje, ella se encontrará con un hijo
seriamente lesionado en su masculinidad. El hijo debe cabalgar y su madre,
aunque eso parezca una deslealtad, deberá soportar ese dolor.
Más
adelante, como Perceval, el hijo podrá regresar a su madre y juntos reanudar la
relación a otro nivel; pero esto ocurrirá sólo si el hijo ha conquistado su
independencia y ha transferido su afecto a otra mujer: internamente, hacia su
propia faceta femenina, o externamente hacia una mujer real. En el Mito del
Grial, la madre de Perceval murió cuando él marchó. Tal vez ella represente el
tipo de mujer que sólo puede existir como madre y que muere cuando su papel se
agota, ya que no consigue ser una mujer individual, sino apenas una madre. A
partir de este momento está preparado para un segundo encuentro con su “Ánima”. El encuentro con Blancaflor
Son
muchos los que inician su caminar por la vida de buena fe, pero con escasa comprensión
del camino que han de recorrer y de a donde van a conducirlos ese camino. A veces
tienen en sus miradas una meta, pero no logran alcanzarla. A algunos el destino
les hecha una mano y logran alcanzar un objetivo más profundo. Así ocurre
cuando Perzival parte en busca de su madre; aunque a quien encuentra es a
Blancaflor, un motivo mayor en su vida antes de su encuentro con el Grial.
Blancaflor está en apuros. Su castillo está sitiado y le
implora a Perceval que rescate su reino. Existe una ley profunda que dice que
"un hombre no conoce su fortaleza
hasta que le es requerida". Nuestro héroe sigue esa ley y libera el
castillo, combatiendo con los capitanes enemigos, a quienes derrota y envía a
Arturo para que sirvan en la
Corte. Jung llama a esto "recolocación del centro del gravedad de la personalidad". Un
proceso cuidado y altamente consciente para extraer energía del bravío foso de
la masculinidad y agregarlo al centro consciente de la personalidad, que es
representado por Arturo y su Tabla redonda. Ninguna otra empresa es tan noble o
heroica como este ideal en la primera mitad de la vida.
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Galahad y Blancaflor de Edwin Austin Abbey. Uno de los paneles que decora la Biblioteca Pública de Bostón. |
Es al
servicio de Blancaflor que Perceval consuma su heroica tarea. Ella es la doncella inmaculada, la portadora de la
inspiración, el núcleo de los actos heroicos que Perzival realiza. No es
accidental que al querer volver con su madre, el chapucero Perceval, encuentre
a su inspiradora, el principio animador de la vida.
Lo que
ha ocurrido es que Perzival se ha topado con la imagen del Ánima, imagen que Jung consideraba inspiradora en el
seno del hombre, la que anima su corazón de hombre y constituye su fuente de
vida; de ahí su nombre: Blancaflor.
En lo
que sigue de la historia, la conducta de ella puede parecer amarga y decepcionante
si la consideramos como mujer real: todo lo que hace es permanecer en su
castillo como un símbolo de inspiración, o tal vez como un talismán de afecto.
Pero si la consideramos como lo que realmente es, la imagen interna femenina del hombre, su ánima, ella es el núcleo del sentido del hombre. Una rosa en una
mano o una mirada de aprobación son suficientes para proporcionar motivo y
fortaleza al más heroico de los desprendimientos. Aunque esto se exprese en
términos medievales y encaje en el marco de la caballería, no deja de estar
presente en la mayoría de los hombres contemporáneos.
Una vez que Perceval ha liberado el castillo de Blancaflor, regresa para pasar la noche con ella. El relato nos lo cuenta con todo lujo de detalles: duermen juntos en el más íntimo abrazo, cabeza contra cabeza, hombro contra hombro, cadera contra cadera, rodilla contra rodilla, pie contra pie. pero éste abrazo fue casto y a la altura de su voto de caballero: nunca seducir ni ser seducido por una doncella inmaculada. Voto que debe respetarse si se quiere conquistar la visión del Grial.
Una vez que Perceval ha liberado el castillo de Blancaflor, regresa para pasar la noche con ella. El relato nos lo cuenta con todo lujo de detalles: duermen juntos en el más íntimo abrazo, cabeza contra cabeza, hombro contra hombro, cadera contra cadera, rodilla contra rodilla, pie contra pie. pero éste abrazo fue casto y a la altura de su voto de caballero: nunca seducir ni ser seducido por una doncella inmaculada. Voto que debe respetarse si se quiere conquistar la visión del Grial.
Son
muchas las verdades íntimas que han de ser despojadas de su poder verdadero
cuando se las transpone a un nivel inconsciente con su potencia y su
profundidad. Gran parte de nuestra herencia espiritual y mítica consiste en un
mapa o un puñado de instrucciones sobre el significado profundo de nuestra vida
interior: no son un repertorio de leyes para nuestros comportamientos externos.
Vincularnos con nuestras enseñanzas espirituales en su significado literal es
perder de vista el significado espiritual que transportan. Esta visión materialista
y literal es mucho más perjudicial que mucho de lo que habitualmente se condena
bajo ese oscuro nombre.
Habíamos
quedado que entre las instrucciones que Gurnemanz le había enseñado a Perceval,
estaba la de que “Nunca debía seducir a una doncella ni dejarse seducir por ella”.
Esta instrucción tiene una importancia más profunda de lo que se piensa y de lo
que suele considerarse cuando se interpreta literalmente.
Quisiera
volver a recordar que estamos analizando un mito: el Mito del Grial, y que un
mito se puede interpretar de la misma manera que interpretamos un sueño. Un
sueño es un proceso interno y cada faceta del sueño debe interpretarse como una
parte del soñador. Por ejemplo: si un hombre sueña con una hermosa doncella, es
casi seguro que esa imagen se refiera a su ánima, es decir, a su propia actitud
femenina interior. Resulta demasiado fácil tomar literalmente esa figura
onírica y darle en exclusividad una interpretación sexual, o una explicación
sobre nuestra vida actual. Si caemos en ese frecuente error, el símbolo perderá
el verdadero y profundo significado que le ha impreso el sueño.
Lo
mismo sucede con el mito. Si tomamos la recomendación de Gornemanz de manera
literal, no tendremos ante nosotros nada más que una caricatura de la
caballería medieval. ¿En qué consiste esta femineidad
interna de la que Perzival debe mantenerse apartado? Es toda la blandura de
la femineidad. Algo profundamente valioso desde un sentido íntimo, pero que
resultaría viciado si se le malinterpretara y se le viviera externamente.
Sentir es la capacidad que tenemos para evolucionar. Sentir eso que llamamos el "Ánima" es por que nuestro femenino interior nos ha tomado y poseído. El sentir es un arte sublime, la capacidad de tener una estructura de valores y un sentido sobre el significado de las cosas: a donde uno pertenece, cuales son nuestras lealtades, donde se encuentran nuestras raíces.
Sentir es la capacidad que tenemos para evolucionar. Sentir eso que llamamos el "Ánima" es por que nuestro femenino interior nos ha tomado y poseído. El sentir es un arte sublime, la capacidad de tener una estructura de valores y un sentido sobre el significado de las cosas: a donde uno pertenece, cuales son nuestras lealtades, donde se encuentran nuestras raíces.
En
cambio, el ánimo -y ya nos encontramos en dificultades, pues
no existe un término apropiado para el estar con tal ánimo-, es ser arrastrado
por la parte femenina de nuestra naturaleza, ser abrumado por el elemento
irracional que coarta la vida externa del hombre. El lado femenino de un hombre
existe para que sea conectado con lo más profundo de su ser interior, a fin de
restablecer o de construir un puente
con su Si-Mismo más profundo.
Frecuentemente,
un hombre ha de elegir entre sus sentimientos
y su ánimo. Si se involucra con uno
de ellos, no le queda espacio para el otro. El ánima impide y anula el sentimiento, el sentir genuino, incluso
cuando un estado de ánimo se parece a un sentimiento. Si un hombre se rodea de
cierto ánimo... Para ser más precisos,
cuando un cierto ánimo lo compromete,
automáticamente extravía su capacidad de sentir
con autenticidad y se aparta de los vínculos de relación y de creatividad; en
el lenguaje del mito, ha seducido o ha sido seducido por su femineidad interna.
Un
hombre jamás debe ostentar hacia afuera su femineidad. No le valdría de nada.
Todos hombre dominado por un estado de
ánimo es como un reloj de sol bajo la luz de la luna y estará mirando la
hora equivocada. Su femineidad interna le sirve bien cuando actúa como la
"doncella inspiradora";
entonces está en una posición correcta. Pero no le sirve bien cuando la ostenta
como una vestimenta externa y la usa para relacionarse con el mundo exterior.
Aquí la palabra a destacar es uso.
Todos y todo en torno a un hombre se sienten usados cuando el se vincula con el mundo de acuerdo con su ánimo. ¡Esto es seducción! Por el contrario, el sentimiento es la parte
más sublime del equipo psicológico del hombre y sus frutos son la calidez, la
gentileza, la contigüidad y la percepción.
Frecuentemente, proyectamos nuestro vínculo, a menos que carezcamos de él, hacia una mujer exterior, de carne y hueso, desde nuestra femineidad interna. La mujer humana es un milagro de la Naturaleza, algo bello que se oscurece si tratamos de imponerle las leyes de la mujer interior. De igual manera le ocurre a la mujer interior si la tratamos como a una mujer externa.
Frecuentemente, proyectamos nuestro vínculo, a menos que carezcamos de él, hacia una mujer exterior, de carne y hueso, desde nuestra femineidad interna. La mujer humana es un milagro de la Naturaleza, algo bello que se oscurece si tratamos de imponerle las leyes de la mujer interior. De igual manera le ocurre a la mujer interior si la tratamos como a una mujer externa.
El
hombre sólo tiene dos alternativas para relacionarse con su mujer interior: o la rechaza y ella se
vuelve contra él en la forma de malos modales y seducciones que marchitan; o la
acepta y encuentra en si mismo una compañía que recorra la vida con él,
brindándole su calidez y su fortaleza. Cuando un hombre cae bajo la influencia
de un estado de ánimo, es decir, si
lo interpreta erróneamente como alguien ahí fuera, pierde su capacidad para
vincularse y relacionarse correctamente. Esto sucede así, ya se trate de un ánimo bueno o de un ánimo malo.
En el
hombre, la creatividad, está íntimamente ligada con su capacidad interna femenina
para el crecimiento y la creación. En un hombre, el genio es la capacidad de
dar a luz; y es su masculinidad la que le otorga la capacidad de darle fama a
dicha creatividad y de estructurarla en el mundo externo. Goethe, en el Fausto, llega a la noble conclusión de
que al hombre le incumbe servir a la mujer. “El Eterno Femenino -dice-, nos
impulsa a avanzar”. Servir al Grial es servir a la mujer interior.
Una
mujer alerta descubre al instante cuando el hombre de su vida sucumbe ante el ánima, pues todos los vínculos se cortan
en el acto. Una mirada vidriosa emana de los ojos del hombre, y la mujer sabe
que él ha renunciado a toda relación. Una relación puede ser liquidada hasta
por un buen estado de ánimo. Toda capacidad para relacionarse, la objetividad y
la creatividad, se terminan cuando el ánimo
toma el control. En Oriente, cuando esto ocurre, se dice que servimos a Maya, la Ilusión. Es algo que
le cuesta a uno toda la realidad y coloca en su lugar una vaporosa irrealidad.
A
menudo, el mito, en su lenguaje intemporal, exagera la nota, aunque la
posibilidad de una nueva visión del
Grial no se pierde para siempre. Pero mientras predomine el estado de ánimo, no existe Grial alguno: el ánimo imprime su carácter sobre el mundo
objetivo y nos hace perder toda visión del verdadero esplendor del mundo.
Literalmente, uno cambia sus derechos de nacimiento por una maraña de
ilusiones.
Lo más
terrible de ser poseídos o seducidos por el ánima es que nos roba
toda nuestra capacidad de discernimiento. De pronto, el "eso de ahí fuera" domina nuestra
propia vida interior y perdemos el significado intrínseco de la existencia. Uno
queda a merced de "eso de ahí
fuera", y queda tan maniatado a una nueva adquisición o al favor de
alguien, que se despega de su verdadero significado interno, que es el único
valor estable que posee. Ser poseído
por el ánimo nos roba el mundo
objetivo, su belleza y magnificencia, su profundo significado, el que nos
pertenece por derecho propio.
Desde
otro punto de vista, el ánimo es
conocido con otros nombres: depresión
o inflación. Ambos le dan a un uno el
sentido de ser sobrepasado por algo que no es el propio ser verdadero. En un
hombre esto constituye su fragilidad y su incompetencia.
El
ánimo nos proyecta hacia cosas o personas exteriores con la intención de
recuperar el propio sentido del valor y el significado. ¿Cuántas cosas
acumulamos para que nos llenen de significado? Las cosas materiales y las
personas tomadas como cosas, son válidas en si mismas y nos brindan su alto
valor cuando nuestro nexo con ellas es el apropiado; pero fallan miserablemente
cuando uno les pide que reemplacen un valor intrínseco. La única excepción a
esta ley se da cuando un objeto físico porta un valor interno que resulte
significativo como símbolo, o cuando
se usa en una ceremonia. El regalo de un amigo puede simbolizar el alto valor
entre dos personas si conscientemente es investido con dicho valor. No servirá
de nada, y se agregará a la colección de trastos inútiles, si se le pide que
asuma un valor aparte.
En si
mismo, nada es bueno o malo. Un hombre puede tomar sus trastos de pescar y
disfrutar de una hermosa y relajante jornada de pesca. Otro día, su ánimo es
pésimo, y aunque vaya de paseo, volverá a casa con un ánimo atroz. Lo que determina
la diferencia entre las dos experiencias es el nivel de su conciencia. Ambos, el valor externo y el valor
interno, son profundamente reales. Pero causan problemas cuando se
entremezclan o se contaminan entre si.
Ningún
hombre logra ser dueño de su casa interna si es gobernada por un estado de
ánimo. El usurpador se ha colocado en primer plano y la respuesta del hombre
sería combatir al usurpador. Por desgracia, a menudo, libra el combate en un
territorio equivocado; dicho de otro modo, peleará con su esposa o con su entorno
en vez de enfrentarse al combate interno,
que sería la única acción apropiada.
Los
mitos nos hablan de éste combate interior:
la lucha del héroe contra el dragón. El hombre actual cree que ya no hay
batallas que librar con dragones, tampoco cree en su versión medieval o mítica.
Aunque podríamos actualizar la mitología y revivirla dramáticamente si
encontráramos el plano moderno donde pelea el dragón, y hasta hermosas
doncellas y Caballeros Rojos serían parte del drama. La "Guerra de las Galaxias" es una
reactualización de esta lucha mítica, de éste combate interior.
Se
podría pensar que de lo que se trata es de tener buen ánimo. Pero un buen estado de ánimo es tan peligroso como uno
negativo. Exigirle felicidad a
nuestro entorno, es el arte oscuro de seducir a la bella dama interior. Esto
oscurece el Grial tanto como cuando nos dejamos seducir por la hermosa doncella,
aunque esto resulta menos obvio. Dicho de otro modo: un ánimo exuberante, el
que nos sitúa en la cima del mundo, burbujeante y fuera de control, es algo que
resulta muy apreciado por los hombres; pero eso es también estar poseído por el
ánima y, ello, resulta tan peligroso como un ánimo lleno de pena. En éste
último caso, el hombre ha seducido a su ánima y la tiene aferrada del cuello
mientras le grita: ¡Hazme feliz o te
estrangulo! Esto equivale a confinarla en los ínfimos niveles de las exigencias
de felicidad que plantea el ego, o
de la propia búsqueda insaciable de entretenimiento.
Ser
atrapado por un ánima exuberante, es
también ser seducido por lo femenino interior. Ella nos proyecta a las
vertiginosas alturas de la inflación y nos brinda un espléndido retrato de la
felicidad que legítimamente anhelamos. Pero dicha situación nos costaría muy
cara, más tarde, cuando la energía se convierte en una depresión que de nuevo
nos trae de regreso a la tierra. El destino pasa mucho tiempo rescatándonos a
los hombres de esta depresión o apeándonos de ese estado de inflación. El
taoísmo y el budismo hablan del sendero del medio. También otras enseñanzas. Es
ahí donde existe el Grial y donde se encuentra la felicidad merecedora de tal
nombre. No se trata de un lugar promedio de color gris, o de una zona de
compromiso: es el lugar del color verdadero, del significado verdadero, de la
felicidad verdadera. Es un lugar de conciencia.
Se trata nada menos que de nuestro hogar, nuestro auténtico hogar.
Otra
forma de seducción consiste en arrancarle placer a una experiencia por adelantado.
¡Cuántos jóvenes no planean, por ejemplo, unas vacaciones! Durante los días
previos están excitados pensando en lo bien que lo van a pasar. Es como si todo
se hubiera convertido en un Grial. Viven el viaje antes de realizarlo, exprimen
la experiencia antes de vivirla. Luego el viaje es un desastre. Han succionado
la vida de la experiencia antes de vivirla.
El
hombre occidental contemporáneo tiene conceptos erróneos básicos sobre la naturaleza
de la felicidad. Cree que es algo que tiene que conquistar. Pero la felicidad
es algo que ocurre, la felicidad es todo lo que pasa. Un sabio indio decía que
ser feliz es la forma más elevada de adoración. Pero se refería a ser feliz en
un sentido profundo, y no como un estado de ánimo.
Los
mitos enseñan que los estados de ánimo son producto de una inconsciencia premeditada, pero que pueden ser modificados a través
de la misma conciencia que uno trata de evadir. Podemos controlar el ánimo con
el entusiasmo. Entusiasmo significa "estar
colmado o poseído por Dios", del griego en
qeox . En el lado
opuesto de la escala, ser poseído por un estado de ánimo resulta muy doloroso.
Cuando uno ríe, si está colmado por la alegría de Dios, se trata de un hecho
divino; pero si uno es barrido por un estado de ánimo, se trata de una blasfemia.
La felicidad es algo íntegramente legítimo; el estado de ánimo convida a una
depresión inmediata.
Cuando
el hombre cae en un cierto estado de ánimo, la mujer o la compañera, enfrenta
un delicado desafío. Si ella lo confronta con su paralelo y comienza a atormentarlo,
detona un intercambio altamente negativo. Sin embargo, en esta situación, queda
disponible para ella una chispa de genio. Si logra ser menos femenina que el
ánimo del hombre y reacciona desde su más profunda femineidad -en contraste con
la desubicada femineidad de él- esto le dará al hombre un ventajoso punto de
realidad desde el cual podría moverse para salir de ese ánimo de pésima calidad.
En éste
punto, para la mujer, atormentarlo o punzarlo es una tentación severa; pero su
propia femineidad natural nunca es tan destructiva como cuando puede servir de
ancla para un hombre atrapado por el remolino de su ánima, por medio de una femineidad
consciente y bien desarrollada. Es el resultado de muchas batallas con el
dragón que ella debe combatir para salvaguardar el reino de su propia femineidad
interna.
Una
mujer también debe entender que un hombre posee menos control y se da menos
cuenta que ella de lo femenino.
Muchas mujeres presuponen que el hombre debe ser tan capaz como ellas de
controlar el siempre cambiante juego de la luz y la sombra, del ángel o demonio
que hay presente en el elemento femenino. Ningún hombre es capaz de este tipo
de control que la mujer posee, y si una mujer lo entiende, y sabe ser paciente
y comprensiva mientras el hombre se arrastra durante algunos años luz detrás de
ella en su comprensión femenina, una gran posibilidad de curación existe para
ambos; pues, lo opuesto, también es verdadero.
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