sábado, 28 de septiembre de 2013

03 Viaje a Bolivia y Perú (Agosto de 2.013)

Viaje a Bolivia y Perú
-Del 17 de Agosto al 1 de Septiembre-
(Una visión personal)
(Continuación)
Como me es imposible dormir en un avión, sigamos con nuestra reflexión. Hagámonos una pregunta: ¿Es el Saber Racional un mito? ¿Podemos afirmar que, al menos, la ciencia racional, azarosa en sus orígenes y desastrosa en sus efectos, refleja exactamente lo Real? Sus seguidores lo aseguran, aunque no sin ceder a ciertos nominalismos o paricularismos. Porque, ¿qué significa la expresión “experiencia repetida en las mismas condiciones”? Quiere decir que las condiciones conocidas son las mismas; si variaran, en la experiencia habría intervenido el azar.

(...)

En una conferencia celebrada en Berlín en 1930 Max Planck dijo:
El fin ideal del físico es el conocimiento del mundo exterior real; sin embargo, sus únicos medios de investigación, sus mediciones, no le enseñan nada sobre el mundo real.”
Entonces, el problema estriba en decidir si la visión racional da cuenta de todo lo real. El problema está en decidir si las cosas pueden ser “verdaderas en si”, o si la verdad no es más que una de las cualidades que el espíritu les agrega.
En su “Autobiografía” Max Planck dice: “lo real es falso”. ¿Tendría razón Nietsche cuando decía:
lo no verdadero sería la condición de la vida, donde el hombre no podría vivir sin traer la realidad a la medida del mundo imaginario de lo incondicionado y de lo idéntico, sin falsear continuamente el mundo, introduciendo la noción de número… hasta el punto que renunciar a los juicios falsos sería renunciar a la vida, negar la vida.”
(“Más allá del bien y del mal”).
Todo ateo racionalista afirma que el ser vivo o la Vida está sometida a la entropía, pues la vida no es sino una aproximación a la muerte. Pero en forma de embrión, de germen o de feto, el ser vivo es igualmente “algo” que se organiza y tiende a la neguentropía. Y precisamente la flecha del tiempo pasado-futuro parece entonces invertirse: el feto no evoluciona desde un pasado hipotético hacia un porvenir desconocido. El ser en que ha de convertirse necesita una llamada, un “atractor”, la atracción de una sobrecausa, y esta atracción ordena todos sus actos presentes, ya que el los preexiste.
En esto, el biólogo no encuentra más que una evidencia ya conocida por nuestros antepasados: el embrión no se nutre de la hembra que lo lleva en su seno, por tal o tal causa exterior, sino porque debe vivir. Y esta finalidad que lo condiciona es una realidad presente, estructural o no. Esto es verdad en toda la existencia.
El físico, cuando abandona su universo “científico”, se encuentra inmerso en un mundo viviente, donde los acontecimientos parecen producto del azar, imprevisibles y extraños: el estado emocional de su mujer, el nacimiento de un hijo, una maceta que cae desde un balcón… Para admitir y vivir acorde con tales hechos y someterse a ellos, el físico, necesariamente, tendrá que apartarse de su disciplina científica y se apoyará en una explicación racional sobre ello: juzgará el momento presente en función de un futuro que emerge; imaginará a su hijo recién nacido como una potencia de hombre; los estados emocionales de su mujer como la consecuencia de su deseo de compañía o de sentirse amada. Cuando llena un vaso de agua o se toma una cerveza será para aplacar su sed; cuando se calza las zapatillas es para descansar. Evidentemente, todo esto son justificaciones racionales, pero también son actitudes anticientíficas que le colocan en una posición en la que sus acciones están gobernadas por una finalidad imprecisa: el placer cercano de su mujer, la vida futura de su hijo, la obtención del reposo. Sin percibirlo, ha buscado un orden en torno a ciertos mitos en los que no cree, los mitos ancestrales de la Justicia, el Amor o la Virtud.
Así, al nivel de la vida orgánica, como al nivel de la más elevada espiritualidad o de la más inmediata observación mundana, encontraos la misma paradoja entre una “estructura” inicial, considerada irracional, y la pretendida construcción de formas racionales; entre una sumisión pasiva del sujeto a su racionalidad, y su poder de crear desde la Belleza, la Coherencia o el Amor, desde la neguentropía.
Nos encontramos viviendo en un universo distinto del racional, en el que la información mítica no tiene el mismo valor que la información racional. Cuando observamos manifestaciones que se oponen a lo que consideramos información estadística o racional, decimos que no son elementos de conocimiento; no son informaciones representativas, sino mitos, religiones, magia… No son un Saber Racional.
¿Pero se trata de dos universos distintos o del mismo universo captado de manera diferente, como el camino que unos ascienden con esfuerzo y otros descienden sin fatiga, como la roca que Sísifo sube a la cima de la montaña, y luego la deja rodar pendiente abajo para luego tener que volverla a subir?
Mientras el punto de vista mítico tiene su origen en una cierta concepción de la finalidad del hombre, de la cual deduce su  comportamiento; el punto de vista racionalista procede de la causa al efecto; del pasado al futuro y, de este, a una causa aún por venir.
También en los Mitos hay una visión de lo que ha de venir: “lo que sucedió, volverá a suceder, pero no de la misma manera”, según el pensamiento mítico maya. La pregunta sería: Esto que "está por venir", ¿es nuevo o es algo ya conocido con anterioridad pero que se manifiesta de forma distinta? ¿O es otra cosa?
Para la racionalidad, el mito es lo irreal, lo que parece imposible, lo que perece ilusión, o lo que se cree que es una impostura. Creer en la Gran madre, en el Amor, en la Virtud o en los dioses-serpiente es considerado no racional por los que creen en la racionalidad. ¿A quienes se les ocurre creen en las profecías? Si observamos bien percibimos un hecho curioso. Cada cual establece una diferencia entre lo que creen o no creen (no importa sea el mito o la razón) y lo que creen los demás. A lo que creen los demás lo llaman mitos, ilusiones, delirios o herejías. También la razón puede ser un mito, un delirio que crea monstruos, o una herejía.
Desde esta óptica nunca podremos comprender cual fue la realidad -y cual es la realidad actual- de los pueblos andinos y sus culturas que me dispongo a visitar. "Lo que fue" no puede ser modificado según la línea del tiempo, pero la cantidad de tiempo incluida en el se incrementa a cada instante, algo que no ocurre con "lo que será", ninguna cantidad del tiempo que contenga el futuro lo puede incrementar. Tal vez por ello los arqueólogos y antropólogos se encuentran tan preocupados por fechar sus descubriemientos "a la corta" a fin de que sus "onjetos" no se les vayan muy atrás en el tiempo, porque si no ese "futuro" predecible estadísticamente se volvería inestable. Pero, como dice Jean-Charles Pichon en "La Historia de los mitos":
"Cuando el hombre se despierta del sueño positivista que iumpulsó al cultivo racional del enorme valle de Tennessee o a construir complejos industriales a las orillas del Baikal, el lago más puro del mundo, descubre que el rico valle no es sino tierra infertil y que el lago Baikal es un lugar muerto. Pero el desierto de Tennessee y el lago Baikal no son, como el hombre ha creido o parece creer "errores lamentables": son dos pruebas entre cien mil, de que la flecha real del tiempo no corre de lo que fue a lo que será, sino a la inversa, del futuro al acto."
Lo que el sentido común nos dice es que, desde nuestro tiempo personal no vamos desde un núcleo (átomo o embrión) a la entropía, sino desde las figuras discontinuas que definimos hacia el movimiento continuo que nos contiene. La lo llamemos creación, amor, justicia, verdad, lo que es o lo que fue y lo que será, surge siempre bajo el disfraz o bajo la máscara, de un renacimiento eterno, de una neguentropía. Podría decirse que la vida es una posibilidad para que podamos "llevar a cabo nuestro "objetivo" según nuestra elección de tal o cual estado, o de tal o cual forma inmodificable en lo existente o en lo eterno" (J.Charles Pichon. o.c.). lo que las estructuras míticas señalan es que la fatalidad no es un hecho real, que los dioses, las ideas, las trubus, los astros, mil y un nombres de Dios, los Seres del Sire, los números y escalas musicales pitagóricas, los Soles y las Edades del Mundo, y quién sabe cualtas cosas más, discurren por los milenios formando parte de los ciclos de la existencia.
A lo largo de la propia historia humana podemos encontrar estos ciclos a los que ésta se ha visto sometida. Por ejemplo, la racionalidad dice que la escritura ha seguido un proceso secuencial e integrador desde su origen hasta el presente. Por otro lado, podemos entrever que la escritura ha seguido ciclos cuya periodización oscila en unos 2.000 años.
Oriente Medio. Entre le 3.600-3.000 a.d.C.: Nacimiento del sistema jeroglífico en Egipto. Nacimiento de la escritura cuneiforme en Sumeria. Después, la escritura se fonetiza y esquematiza. Luego, entre 1.500-900 a.d.C., surgen lenguas nuevas en Mesopotamia: Hebreo y Arameo. Hacia el S. VII a.d.C. la difusión del arameo detiene el crecimiento de progreso creador. Por la misma época, la escritura y el alfabeto fenicio (inventados en el S. XIII a.d.C.) habría trastocado y modificado los viejos lenguajes etrusco o aqueo, creando el latín y el griego. Hacia el 700 d.d.C. aparecen las lenguas romances, procedentes del latín, en Occidente. En los periodos intermedios, las lenguas evolucionan y se hacen populares. Los maestros codifican leyes gramaticales y los poetas las enriquecen, pero no se crea ningún lenguaje. ¿Hay en ello algún proceso entrópico?
El mismo ciclo sirve para la India: Entre el ?-3.000 a.d.C., escritura sin descifrar de Mohenjo Daro. Hacia 3.000 a.d.C. aparecen las formas más antiguas de escritura conocida en la India. Hacia el 1.110 a.d.C. aparecen nuevos lenguajes: Bramin, Nagri y Prakrit. Aparición de la escritura china. Entre el 700-1.200 d.d.C., nuevo sánscrito, Malhaya, Tamil, Bengalí.

Por otra parte y a otro nivel, los paleontólogos han leído en los estratos 9 grandes Eras Glaciares entre los 25.000 años y los 8.500 años a.d.C.
 Otras 12 o 15 glaciaciones estarían escalonadas entre los 600.000 y los 250.000 años anteriores. En decir, que cada 25.000 - 26.000 años ocurre una glaciación. Si la evolución homínida tiene 1.700.000 años. ¿Cuántas veces habrá dado la vuelta el ciclo de la Precesión? ¿Cuántas veces la Evolución Humana y la Evolución Espiritual habrán pasado por idénticas experiencias en la influencia de la rueda zodiacal, aunque siempre en una vuelta distinta de la espiral?
Ese pequeño ciclo de 1/12avo de la rueda zodiacal de 2.148 años de promedio, forma parte de un ciclo mayor llamado “precesión de los equinoccios”, un ciclo de 25.920 (26.000) años aproximadamente. Este ciclo fue descubierto por Hiparco en el 128 d.d.C.. Esos dicen los historiadores, aunque en realidad era conocido desde la prehistoria y usado por sumerios y egipcios, así como por otras culturas. De él habló Platón y Pitágoras. Fue redescubierto por Kepler. Y se refiere a la rotación de la Tierra en torno a un eje fijo que condiciona la sustitución, cada dos mil y pico de años de la estrella polar. También los egipcios conocían un ciclo semejante. Lo calculaban sumando a los 1.460 años de la Era Sotiana, los años de la Era del Fénix.
Existe una LEY en el proceso del ritmo cíclico. Dice así:
La libertad de un ciclo, es la medida de la determinancia de este ciclo  por su continente.”
Lo que quiere decir que cada ciclo tiene un grado de libertad que es la consecuencia de las interferencias del ciclo con el ciclo que lo contiene. Un día está contenido en la semana, o en el mes, o en año.
En los mitos, siguiendo la obra de J-Charles Pichon, los ciclos miden también la vida y la muerte de un Dios, un Gran Día y una Muerte de 12.500 años cada uno. La India védica afirmaba que la duración entera de la vida de un dios estaba hecha de: Una Aurora, cuatro Estados o Mudanzas y un Crepúsculo. También los persas, le atribuían a su dios solar una duración de 12.000 años. Pitágoras y Platón calculaban el Gran Año en 12.594 años, la mitad de la Precesión.
Los "Crepúsculos" y las "Auroras" de un Dios, envuelven en su seno otra alternancia: La alternancia del "Día" y de la "Noche" precesionales, que también pueden presentarse como el "Sueño" o el "Despertar" de antiguos mitos y antiguos dioses. O encubrir la "Luz" del día y la "Sombra" de la noche de un Dios vivo, cuyo advenimiento trastorna todos los credos de la Humanidad.

Veamos un ejemplo de un periodo metafórico o mítico. Entre el 3.400 y el 2.800 a.d.C. alumbró el día del Mito Taúrico de la creación con sus poemas hebreos, la búsqueda de la inmortalidad de Gilgamés, la conquista del hierro, la campana, el alfabeto, los templos al Toro en Troya y Creta o en la Península Ibérica. Entre el 1.300 y 700 a.d.C. reinó el Mito de la Justicia y el mundo fue conquistado por Medos y Persas, por los templos dóricos y el nacimiento de Roma. Entre el 800 a.d.C. y el 1.400 d.d.C. florece el Mito del Amor, es el momento en que nacen las lenguas contemporáneas, las iglesias románicas, las catedrales góticas, el arte maya y Song… Cada periodo metafórico parece durar entre 600 - 700 años de un ciclo o ERA. Un tercio de su vida.
Hacia el final de estos periodos metafóricos "de aquellos tiempos": aparecen los místicos inspirados, que anuncian el alejamiento de la divinidad, o la entrada en un proceso de Noche y oscuridad. Un tiempo entrópico. Algo que podemos comprobar:
Hacia el III Milenio a.d.C. aparecen los profetas de Kueh, los profetas de Wraka, los profetas de Egipto hablándonos de la llegada de calamidades. Entre el Siglo IX y VIII a.d.C. aparecen los primeros grandes profetas hebreos: el autor del Eclesiastés, El¡as, Oseas... Hacia el Siglo XI-XII d.d.C. tenemos los profetas modernos de la edad Media: Goliardos, Joachim de Fiore... De las grandes comunidades religiosas, solo nacerán en los siglos futuros nuevas lamentaciones. A través de los milenios, estas quejas se entrecruzan al menos en dos puntos, y tenemos la misma demostración en las eras sucesivas: El Libro de las Mutaciones chino y los Textos sagrados de Uruk y Ur. Después: el Libro de Job y los Versos Áureos de Pitágoras. Más tarde: espléndidos altares, Ibn Arabí, Dante... Y el aviso solemne de que va a acometerse un monstruoso error de forma insoslayable.
En el III Milenio a.d.C, esta sucesión de dioses o eras con sus amaneceres y crepúsculos había llevado a la creación de grandes obras religiosas: Zigurat, pirámides, templos…, hasta el ateísmo de Sargón de Akab y el abandono de las prácticas sagradas entre los siglos XXIII y XXII a.d.C.
En el ciclo siguiente encontramos la misma evolución de la advertencia solemne  por parte de Confucio, de Platón: "Bueno es conocer la Ley. Malo es aplicarla con fines utilitarios.", hasta el escépticismo desesperado del Helenismo desmitificado, el Estoicismo y el fariseísmo judío. Es la época en la que escriben los últimos moralistas pontificantes, los astrónomos y matemáticos como Hiparlo y Euclides, médicos como Erasistrato y Teofrasto. Historiadores y retóricos como Herodoto y Demóstenes. Este mismo proceso, pero 2.000 años más tarde, es vivido por nuestros directos antepasados, aquellos grandes sabios místicos que fueron Descartes, Pascal o Leibniz, hasta alcanzar la técnica triunfante a través de la creciente certidumbre de los racionalistas, el endurecimiento de los sacerdotes y la desesperación creciente de los santos y poetas. Por último, las últimas advertencias de un Gurdjieff, de un Lanza del Vasto o de un Cristo de Monsfauet. Mañana, el Fuego o, tal vez, otra vez el Agua. Incluso puede que los dos juntos.

 
 Aunque antes, mucho antes, otros Dioses o Eras o  Ciclos pasaron como en un ensueño por las vidas de los seres del Paleolítico. De ellos se formó el “Tiempo del Sueño” de los aborígenes australianos. El Árbol (el Árbol de la Vida) y la Roca que nace del agua o que está llena de agua, se alternaron por ser el Centro del Mundo y de la Vida. Luego la Cosa nacida del Agua. Un intenso frío, destructor de la vida avanza entre los hielos crecientes. “Un macho cabrío azul de cuernos de hierro, que durante siete días dio vueltas en torno a la tierra, balando de un modo espantoso” es como los chamanes altaicos anunciaron la llegada de las glaciaciones.
Sección de un kudurrus donde vemos la representación de el hombre-escorpión, guardián del inframundo.
Sección de un kundurrus representando al escorpión del lecho nupcial de la diosa Ishkhara
Diosa escorpión egipcia
 Luego, aparecieron los Dioses de la Azagaya que se afanan en la caza. Más tarde, El que Soterra, el que penetra en las profundidades para descubrir las “piedras asilo” y las “piedras fundamento”. Sus emblemas renacidos más tarde tienen diversos significados, aunque predomina el de “cierre”: el cerrojo del dios Min hacia el 7.000 a.d.C. en Libia, (renacido luego en Egipto), el subterráneo y tenebroso mundo de los Camé de la época pre-maya. El escorpión, hacia el 5.000 a.d.C. en Tell Talaf, o el Matiza o Makara, el “Pez de las Profundidades” y al que el hinduismo tomará como el primer avatar de Vishnú.
Aunque ninguno de estos renacimientos refleja el mito primigenio que creció en las mentes de los hombres de la Era de Escorpio, aunque en todos sus renacimientos pervive la idea de la “Cosa soterrada”, hundida, secreta, que se gesta y madura en las profundidades y en la oscuridad. ¿Qué obligó a los hombres del Paleolítico a entrar en las cavernas? Pero la alarma no duró mucho, pues Tell Aalaf nos recuerda que los hombres escorpiones vencieron a la noche e hicieron volver al Sol.

 Con el nuevo tiempo (IV Milenio a.d.C) llega el Dios del Mana. Los sacerdotes hacen surgir la Roca y la Cabra o Mujer Pez de las profundidades de las aguas. Y mientras la gruta se convierte en el pasaje para el mundo anterior, el de los antepasados, y mientras el escorpión se oculta bajo la tierra o bajo las piedras, otro mito formula “lo invisible”, lo “inalcanzable”, un mito que puede ser representado por el Viento, por el Huracán. Su símbolo es el rayo y el trueno. A este le seguirá un nuevo mito que traerá el soplo de la vida. Muchos lo llamaron Maná. Más tarde, en otras vueltas de la espiral, otros lo nombraron Ehechatl, Osiris, Quetzalcóatl, Viracocha… Pero su origen se encontraba muchos milenios atrás. No sabemos en que tiempo reinó el Dios Mana, puede que en el 16.600-16.400 a.d.C., unos 4.000 años después de la Era de la Azagaya, y 2.000 años después de la Era de lo que Soterra.
Se nos ha olvidado un hecho, o tal vez nunca nos lo dijeron: cuando los hielos cubrieron la Tierra, todos esos Dioses ya existían y su recuerdo permaneció vivo en la conciencia, o tal vez en el inconsciente de los hombres que sobrevivieron a frío. Los Dioses de la Fundación (el ancestral Escorpión) y los Dioses de la Confrontación (la Cabra-Pez) ya habían creado la noción de “Isla” que surge en medio de las aguas, de donde nacerán los Dioses Solares.


Pero antes, cuando los hielos solo eran un oscuro presentimiento, hace unos 13.000 años, la idea de preservación alumbró a aquellos espíritus. Esta no es una idea simple, contiene las nociones de previsión, protección, anticipación. Su forma aparece representada por Nuestra Señora de los Mamut, o por las Venus Paleolíticas. Es cierto que 30.000 años atrás ya habían aparecido los glaciares, ¿Quedaba algún recuerdo en la memoria? Cuando llegó la Era del frío, o volvió, el mamut no tuvo ni quiera tiempo de digerir la hierba que rumiaba, pero si sobrevivió la tortuga, y el escorpión, y los mariscos con sus conchas, y el hombre que había escuchado los avisos de la Diosa, la Preservadora, la Guardiana, la Contingente.
Dos cosas se adivinan en esta alternancia de las corrientes contrarias de la Evolución humana: Organización y Orden (Neguentropía) u Desorganización y Desorden (Entropía). Esta realidad ha podido presentarse, durante milenios, bajo los trágicos aspectos de una fatalidad, un olvido renovado, un renacimiento. Porque lo mismo que cada mañana aparece el sol para desaparecer por la tarde, lo mismo que cada Primavera la naturaleza reverdece para secarse en el Estío, los depositarios de la Ciencia del Tiempo, los que saben codificar los mitos, Brujos, Sacerdotes y Sabios, saben que aproximadamente cada 2.000 años nacen nuevos mitos y se reordena una nueva evolución creadora. Y que por el contrario, por el mismo tiempo, desaparecen viejos mitos-dioses y se aniquilan las culturas.
 Los griegos fueron muy sensibles al horror de esta alternancia. No fueron ni serán los únicos. Ese terror lo vemos de nuevo aparecer en el cristianismo del año 1.000, en el fundamentalismo del Islan, en el autosacrificio del bonzo, en el sentimiento de los "pueblos tradicionales" que esperan el fin de la era actual y el regreso de sus dioses creadores y, con ello, el fin de una era de "Ausencia de Dios". Y, a pesar de todo su racionalismo, en el sentimiento del "fin del mundo" del hombre blanco, es decir, de su civilización, de su técnica y de su ciencia. En esta visión no es de extrañar que los ritos fundamentales de los cultos aún vivos se mezclen con costumbres altamente arcaicas. Basta echar una mirada a los movimientos New Age. En realidad, los primeros solo sirven para actualizar los segundos y prolongarlos hasta el regreso del dios. Desde siempre, chamanes y brujos, sacerdotes-astrónomos y sacerdotes de iglesias formalmente constituidas, sanadores y curanderos, adivinos y gurúes han contribuido a mantener despierta la memoria de las tradiciones muertas o adormecidas, a fin de que puedan renacer cuando su “noche” y su “sueño” se acabe.
Pero, ¿renacerán parecidas a como fueron hace 8.000 o 6.000 años?
Esta cuestión nos obliga a dejar de lado por un momento el ciclo de la Precesión para mirar hacia otro en el que este puede encontrarse inscrito. Hace 30.000 años, a finales del ultimo periodo glacial, los artistas de Lespugne habían creado representaciones de Diosas Madres. 25.000 años más tarde, en el 4.000 a.d.C.-, veremos reaparecer su culto como Isis. ¿Existe un Eterno retorno de los Mitos, aunque Isis ya no sea la Venus de Lespugne? Platón veía en el surgimiento de las catástrofes la acción de los Dioses; Ptolomeo y Kepler, un mero trastorno de la inclinación del Eje Terrestre.

 Esta exigencia del Símbolo Mítico se encuentra tanto en nuestros antepasados como en nosotros: es nuestro caminar por la rampa ascendente, aunque desconozcamos la causa de ello y aunque tampoco sepamos su fin. Tal vez, este fin sea el de llevar al Hombre a obrar para cumplir la necesidad del Cosmos identificándose con esa Potencia invisible, que el místico llama Espíritu Puro y el físico Energía.
Tenemos la sensación de que todo está  ligado al tiempo. Hasta el sentido profundo de las palabras. A través de nuestras sensaciones, proyectamos sobre el universo la realidad de una tierra física, de un espacio geométrico o de un tiempo que se nos escapa entre los dedos. La mayoría de las grandes Leyes de la Física, derivan de la interpretación de estas informaciones que nos comunican (directa o indirectamente) nuestros ojos o nuestros músculos, almacenadas en la memoria, después (o antes) de pasar por el filtro de nuestras palabras. La memoria acumula y concentra un tiempo que al discurrir se entrelaza con la trama de nuestra conciencia. De las cuatro coordenadas que usamos para describir cualquier suceso, tres son espaciales y demarcan el lugar donde se produce el suceso; la cuarta, es el tiempo que nos señala cuando se produce. Y de la misma manera que no podemos concebir el mundo exterior sin apelar a sus propiedades geométricas, tampoco podemos describirlo sin referirlo al fluir del tiempo. Dado que el espacio y el tiempo son inseparables, una imagen imaginada por Einstein para describir lo que no tiene descripción, ¿de dónde hemos sacado entonces la noción de “antes” y “después”? ¿Por qué nuestra conciencia percibe estos dos conceptos como disimétricos y opuestos?
Creemos saber que no podemos modificar el pasado, aunque intentamos cambiar el futuro. Ya lo intentaron los aztecas en México y los Incas en los Ándes para que su flamante Quino Sol no muriera. También tenemos el sentimiento de que podemos conocer el pasado en todos sus detalles; aunque el futuro se nos presenta siempre envuelto en una espesa bruma llena de incertidumbre. Creemos saber que el “pasado” pertenece al dominio de la memoria y que el “futuro” es del dominio de lo previsible aunque incierto. Preocupados por nuestros antes y nuestros después, nadie se ocupa del presente que es lo que uno hace en cada instante, ese punto en que la línea del tiempo se curva de nuevo para cerrarse en la propia conciencia anulando la distancia. Y en ese instante, en el caso por ejemplo, de mi visita a Chichén Itzá hace ya algunos años, no percibo las “ruinas” de una pasado ya muerto, ni me imagino el polvo a que quedaran reducidas aquellas ruinas por el tiempo y la entropía, lo que importa es ese instante en que mi conciencia percibe y siente una ciudad maya que aún late y vive en mi ser.

Lo explicaré de otro modo. Yo soy un péndulo que oscila de un extremo a otro. Puedo llamar a un extremo de la oscilación “antes” y al otro “después”, aunque al péndulo eso le da lo mismo. Debajo del péndulo tengo un cinta registradora en la que se va marcando una traza del oscilar del péndulo. Si detengo la cinta en cualquier instante, y miro el trazo dejado por el péndulo en su oscilación, solo veo un trazo continuo. Pero si pongo la cinta en marcha de nuevo y siglo observando el trazo, la línea continua se transforma en una línea sinusoidal. Si tuviera un instrumento para amplificar ese movimiento sinusoidal obtendría un sonido. Para el péndulo (en el caso del péndulo de un reloj, cuya función es medir el tiempo) no existe sucesión en el tiempo.
En la anterior imagen, ¿Qué es esa cinta que registra el movimiento del péndulo?
Es nuestra conciencia. En ella, donde los sucesoso, que son oscilaciones de las “cosas” que vibran ante nosotros, y se mezcalan con las nuestras propias, dejan su marca, su frecuencia.
Nuestra mente, usando el lenguaje, ha decidido (hay mil motivos por que esta y no aquella decisión) llamar a esa traza duración. Y ha decidido también que los picos que aparecen en la gráfica se llaman “antes” y “después”. También se encuentra entretenida en establecer una cronología entre la sucesión de picos que aparecen en la traza, porque cree que pueden enumerarse, separando así unos sucesos de otros.
La realidad es que no hay sucesos, sino el continuo discurrir de un sonido, de una melodía, que los antiguos llamaron “Música de las Esferas”. Por que eso es la vida, un continuo, la vida de lo que consideramos seres vivos, pero también la vida de las rocas, de los planetas y, por supuesto, de las creaciones humanas, por ejemplo, las ciudades, esas ciudades antiguas que hoy llamamos "ruinas arqueológicas".
La voz de la azafata me saca de mi reflexión anunciando que van a servirnos un pequeño desayuno porque ya queda poco para llegar a nuestro destino, en menos de una hora aterrizaremos en Viru Viru. ¡Por fin!

(Continua)

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