Viaje a Bolivia y
Perú
-Del 17 de Agosto
al 1 de Septiembre-
(Una visión personal)
(Continuación)

Vuelta a Samaipata, almuerzo, visita a las cascadas de Cuevas y regreso a Santa Cruz de la Sierra.
Antes de comentar la
vuelta a Samaipata, me gustaría aclarar una cosa: todo lo que he pensado a lo
largo de mi visita a El Fuerte, y expuesto con anterioridad, no debe ser
considerado como algo que estoy diciendo objetivamente,
en el sentido de objetividad científica,
ya que todo lo expresado forma parte de mi realidad subjetiva, que para mí, dicho sea de paso, si tiene valor objetivo; pues yo, como objeto, no me encuentro separado del yo sujeto que observa. Aunque la Ciencia no lo acepte (ya
hablaré en este blog y en otra ocasión de todo esto de lo objetivo y lo subjetivo),
lo que está fuera de mi, en este caso la realidad que observo, no carece, en si misma, de una cierta objetividad, aunque sea percibida por mis sentidos (los artilugios
de observación de la Ciencia
no son sino una prolongación de estos sentidos). Unos y otros solo traducen lo que cada sujeto considera realidad y toda traducción es siempre subjetiva. Luego, o la pretendida objetividad no existe, o lo subjetivo forma parte de una objetividad intrínseca para el que
observa. Bien, para no enrollarme más, lo que me interesa señalar es que mis
deducciones, apoyadas en el saber que configura mi persona, ofrecen los suficientes
elementos para abrir una investigación en esa dirección y considerar los aspectos
aparentemente menos lógicos, que podrían relacionar El Fuerte con otros aspectos
culturales más amplios y generalizados de que los expertos pretenden en su
reduccionismo.
(...)
Es ya medio día pasado
cuando volvemos a la villa de Samaipata, lugar que ha escogido el touroperador para almorzar.
Samaipata, creo haberlo contado ya antes,
cuando nos dirigíamos esta mañana hacia acá, fue fundada por un capitán
español de rimbombante nombre: Pedro Lucio Escalante y Mendoza, allá un 30 de
Mayo de 1610. En un principio fue llamada Cuidad
del Valle de la
Purificación de la Santísima Virgen. En la actualidad, es un pueblo que adquirió el rango de municipio un
15 de Diciembre de 1924 y es considerado como un centro cultural, arqueológico
y turístico enclavado en una de los altos valles de los Andes Orientales. Por
curiosidad, más tarde, busqué algunos datos sobre el municipio y averigüé que tiene
unos 10.000 habitantes, de los cuales el 30% viven en el pueblo, y el 70% en el
entorno rural. De esa población 78% son mestizos, un 6% de habla quechua y
aymará (deben ser descendientes de los incas que hubieron por estos pagos), y un
4% son de origen diverso. En principio parece ser que el idioma oficial es el
castellano. En realidad, el municipio de Samaipata forma parte de la Primera Sección
Municipal de la Provincia
de Florida, que cuenta con dos cantones: Samaipata y San Juan del Rosario,
donde se integran 63 comunidades identificadas.
En unos veinte minutos
escasos nos ponemos de nuevo en el pueblo y Edwin aparca el coche junto a una
casa porticada cuyo letrero dice “Café 1900” diciéndome que almorzaremos aquí. La fachada es
porticada con el techo del pórtico sostenido por columnitas de madera. En ella,
hay mesitas para sentarse, pero están vacías. En uno de los letreros de los dos
que flanquean la entrada se anuncia que aquí se sirven desayunos, café, jugos,
tortas, masas típicas (no se a que se refiere) y comida del día…
El interior también se
encuentra vacío; por lo que se aprecia, no hay muchos turistas hoy, la prueba es
que desde que llegué: coche, chofer y guías son para mi solo; me sospecho que
así será mi estancia en Bolivia. Mejor para mí, sacaré más provecho de ello.

Edwin me dice que pasemos al fondo, al patio, que
estaremos mejor al aire libre. Me parece bien, pues el día, a parte de algunas
nubes, luce espléndido y hace buena temperatura. Con gran diligencia elige un
rinconcito junto a un árbol y acerca una mesa y unas sillas a él para sentarnos
a su sombra. Nos atiende una chica que parece europea. Habla castellano con un
cierto acento francés. Nos deja una carta y pedimos una Coca Cola y una cerveza
Huari que ya había probado ayer. Edwin aprovechó el almuerzo para seguir
preguntándome cosas sobre las que habíamos estado hablando esta mañana. Solo
quiero señalar que, desde mi punto de vista, la comida deja mucho que desear.


Frente al Café 1900
hay una plaza ajardinada, con su quiosco de la música y la estatua de algún
prócer, que no tiene que envidiar nada a la de de cualquier pueblecito andaluz
o extremeño. Exceptuando a un hombre con un chaleco rojo, que dormita la siesta
recostado en un banco a los pies del prócer, la plaza también se encuentra
vacía. Al pie de un árbol, un montón de ramas y escombros amontonados. Al
fondo, se divisa la iglesia de Samaipata. Algunos pájaros pian entre los
árboles.





En un lado del centro de la plaza, se encuentra una
extraña escultura. Obsérvenla ustedes y así me ahorro describirla. A sus pies
una placa me indica que la plaza tiene el nombre de 15 de Diciembre y que fue inaugurada por el Presidente de la república Lic. Gonzalo Sánchez de Lozada. También
hay un reloj de sol sobre una doble columna.

Edwin me dice que puedo dar una vuelta por los alrededores
mientras él comprueba algo del coche. Así que a continuación les ofrezco una
serie de fotografías de lo que por unos breves minutos pude ver del pueblo de
Samaipata.

Los siguientes detalles también llaman mi atención.
Hay para estar haciendo fotografías todo un día, pero Edwin me ha dicho que no
me demore mucho, así que voy un poco como a
salto de mata. Esto me recuerda una novela que ley hace ya bastante tiempo
que se llamaba así precisamente “A salto
de mata”, creo que era de Paul Auster. Un relato autobiográfico de los
treinta primeros años de la vida de este escritor, escrito de una sola tirada,
sin capítulos, contándonos sus vivencias apretujadas en una sola gavilla y en
un intento, tal vez, de que no se le escapasen corriendo. Así amontono yo este
puñado de fotografías que ya forman parte de mi recuerdo.
En las tradiciones esotéricas, en correspondencia simbólica con el cuerpo humano esta la casa. Ella simboliza nuestro cuerpo y así es considerada en los sueños. La casa o el edifico con el que uno sueña es un símbolo de nuestro cuerpo físico, un microcosmos, por ello también es un símbolo del Cosmos. Al constituir un símbolo de lo que somos, tanto la organización de su interior como el aspecto de su exterior, reflejan, en algún modo, como es nuestra realidad interior así como la fachada que de nosotros mismos presentamos al exterior. No es mi intención analizar estas fachadas desde un punto de vista esotérico o psicológico; solamente señalo este aspecto por si algún lector de este relato quiere entretenerse un rato intentando averiguar como son algunos de los habitantes de Samaipata.
En las tradiciones esotéricas, en correspondencia simbólica con el cuerpo humano esta la casa. Ella simboliza nuestro cuerpo y así es considerada en los sueños. La casa o el edifico con el que uno sueña es un símbolo de nuestro cuerpo físico, un microcosmos, por ello también es un símbolo del Cosmos. Al constituir un símbolo de lo que somos, tanto la organización de su interior como el aspecto de su exterior, reflejan, en algún modo, como es nuestra realidad interior así como la fachada que de nosotros mismos presentamos al exterior. No es mi intención analizar estas fachadas desde un punto de vista esotérico o psicológico; solamente señalo este aspecto por si algún lector de este relato quiere entretenerse un rato intentando averiguar como son algunos de los habitantes de Samaipata.
Vuelvo donde se encuentra Edwin que ya me está
esperando. Creo que, según programa, aún me queda por ver algo cerca de aquí.
Aunque debemos darnos prisa, pues aquí, en esta época del año, pleno invierno,
la tarde es muy corta y el Sol se acuesta temprano.
![]() |
Escudo de la Provincia de Florida. |
“Recorrido por las caídas de agua en la población cercana de Cuevas.”
Eso es lo que pone el folleto de mi programa para el tercer día de mi
viaje después de ver El Fuerte y comer en Samaipata.
Me explica Edwin, mientras llegamos allí, pues se
encuentra a unos 20
kilómetros de Samaipata, y que lo que vamos a ver se
encuentra dentro de una propiedad privada, dedicada a la agricultura y
ganadería, pero también como explotación ecoturística [ese “eco” de ecológico se ha puesto de moda.
Pienso que es la palabra más usada en la actualidad pues se aplica a cualquier
cosa, aunque nada tenga que ver con la ecología, pero forma parte de la
manipulación política y económica se la realidad] y que se encuentra dentro de
un Área Natural llamada “Río
Grande-Valles Cruceños”. Esta zona estuvo, y está, habitada por los chané y
los chiriguanos que a lo largo del tiempo han creado una cultura propia que ha
venido en llamarse Samaipateña.

Admirando el paisaje que me rodea, no me doy
cuenta que Edwin ha entrado a través de una verja en un recinto que tiene toda
la pinta de ser una especie de merendero, con porterías para jugar al futbol y
una choza central, con un pórtico y algunas mesas de madera en él. Bajamos y me
dice que le espere que va al baño. Le contesto que yo también y veo que se
dirige a una puerta lateral que hay en la construcción. Pensando que es pequeño
espero a que él entre primero y me entretengo haciendo algunas fotografías del
lugar.
Una vez que los dos hemos hecho pis, me dice que le siga. Salimos por
donde hemos entrado, cruzamos la carretera y, en frente, accedemos a otra
entrada que hay en otra verja. Hay una mujer indígena en la entrada y me parece
que Edwin le da dinero como si estuviera cobrando una entrada. Como me he
distraído mirando y fotografiando el impresionante macizo que se encuentra
detrás de mí, no me he dado cuenta de lo que ha pasado.
Dirijo una última mirada a las montañas. Ejercen sobre mi una extraña atracción, como si me llamaran. Mentalmente les digo que ahora no era el momento y puede, seguramente, que nunca lo sea, pues es muy probable que no vuelva a este país. ¿Quién dice que no hay extraterrestres? ¡Contémplenlos!

Un cartel muestra el recorrido del río desde las
cabañas que, según me dice Edwin, se alquilan para pasar unos días y bañarse en
el río que se llama precisamente río Cuevas y que es un afluente de otro llamado
río Grande. La vereda discurre junto al río que como no es época de lluvias (lo
que no quiere decir que no llueva) no lleva ahora mucha agua.
Me llama la atención la tonalidad rojiza del agua
y el color rojo de las rocas que el río ha erosionado. Debe contener algún tipo
de mineral de hierro y que también el propio río debe transportar en
suspensión.
Edwin me dice que tenemos que cruzar el río por
las piedras que tengo ante mí para llegar a una pendiente, al otro lado en la
que han insertado tablones de madera para facilitar la ascensión. No se como
harán para cruzar cuando el río baje crecido, pero no le pregunto nada pues me
encuentro atareado en mantener el equilibrio mientras cruzo sobre las piedras
que hay en el lecho del río y llego al otro lado. Menos mal que me he puesto
unas botas de montaña.

Dado que el Sol ya está muy bajo dirigiéndose a su
ocaso, su luz deja reflejos dorados en la cumbres del cañón excavado por el
río. En algunos lugares, han quedado como charcas que, al parecer, las gentes
aprovecha para bañarse, pero que cuando el caudal aumente, en estos lugares, se
formarán remolinos. El color rojizo de las rocas trae a mi recuerdo un
balneario de aguas ferruginosas, donde pasaba los veranos con mis abuelos que
iban a veranear allí. Se llamaba Villaharta. Había un pequeño quiosco dentro
del cual se encontraba la fuera del agua a la que llamábamos Fuente agria. Esta que aparece en la
siguiente foto y que encontré en Internet.

Bien, continuo con mi relato fotográfico.

Por fin llegamos a una parte elevada desde donde
de ve una pequeña cascada por la que el agua, en esta época del año, discurre
mansa y plácidamente. Edwin me dice que las gentes que vienen aquí a bañarse se
ponen debajo de las cascadas e incluso trepan por ellas. Pienso que no está mal
para un día de campo tal como lo
entendemos en España. Aprovecho para sacar unas fotografías de la buena
posición elevada en la que me encuentro y que aparezca de paso en ellas Edwin.
Ya no hay mucha luz y tengo que aumentar la resolución y darle una mayor
apretura de diafragma a mi cámara.

Procurando mantener el equilibrio, y tratando de
vencer mi vértigo, me sitúo en el borde de la roca intentando hacer una
fotografía más cerca de la cascada, y esto es lo que consigo haciendo un
esfuerzo para no mirar hacia abajo pues, aunque la altura aparentemente no es
mucha, a mi me basta subirme a una escalera para que me de vértigo.
Es llamativo como cambian las imágenes, desde el
punto de vista fotográfico, según se haga el enfoque de la fotografía. Vista
como aparece en esta anterior el saltito
de agua de nada, se convierte en algo más serio e impresionante. Esto trae a
colación como se pueden manipular las imágenes, aparte de sacándolas de
contexto, dándoles una explicación interesada. Alejandro Togores, un buen amigo
mío, y hermano de andadura por los caminos del tiempo, técnico de imagen y
presentador de programas de televisión en TVE en Canarias, en alguna de cuyas
tertulias he participado, me mostró un día como se puede hacer un documental de
una ribera marina con el mar embravecido, usando una vasija rota, unas piedras
y algunas otras cosas. Había montando una documental con el propósito de
enseñar como se debe ver la tele o los documentales y no dejarnos manipular. Ante
la idea común de que cualquier cosa que se vea en la tele es “verdad”, después
de ver el documental, uno comienza a replantearse y a pesar la realidad de las
imágenes y su presunta verdad. Desde entonces suelo cuestionar la información
que transmiten la mayoría de los documentales o las noticias apoyadas en
imágenes. Y lo más importante, con el tiempo, he aprendido a ver donde está la
manipulación.
Ascendimos un poco más hasta llegar a otra
catarata, esta más alta y espectacular, pero nos detenemos solo unos minutos,
el tiempo para hace unas fotografías; tenemos que volver a donde está el coche,
lo que nos llevará media hora y luego regresar a Santa Cruz de la Sierra.
Dirijo una última mirada a las montañas. Ejercen sobre mi una extraña atracción, como si me llamaran. Mentalmente les digo que ahora no era el momento y puede, seguramente, que nunca lo sea, pues es muy probable que no vuelva a este país. ¿Quién dice que no hay extraterrestres? ¡Contémplenlos!

Parte del camino de vuelta lo hacemos charlando en
el tema que nos ha ocupado la mañana mientras veníamos para acá. Edwin sigue
queriendo saber más. A veces quedamos en silencio. La noche ha ido cayendo y
cuando avistamos la ciudad ya es noche cerrada. Por el camino llaman a Edwin al
móvil desde la Agencia
y, por sus respuestas, intuyo que le preguntan por donde anda. De hecho la
excursión debería haber terminado hace ya algún tiempo y yo debería estar ya en
el hotel. Creo que la culpa del retraso ha sido mía, ya que camino despacio y
como no hay más turista que yo en la excursión, tanto Edwin y el guía. en El
Fuerte, se han adaptado a mi paso.
Por fin llegamos al hotel. Edwin me abre la puerta
y me acompaña hasta el lobby para que le pueda escribir mis datos, mis señas en
Santa Cruz de Tenerife y la dirección de este blog. Antes de marcharse me dice
que por la mañana, sobre las seis y media vendrá a recogerme para llevarme al
aeropuerto de Viru Viru y poder continuar mi viaje hacia La Paz. Lo visto en este par
de días solo ha sido el aperitivo de lo que deseo ver y experimentar durante
este viaje. Al despedirse, Edwin me da un fuerte abrazo; el pobre tiene que
agacharse para hacerlo, ya que me saca algo más que la cabeza. Le deseo buenas
noches y le doy las gracias por todo, por sus atenciones y amabilidad para conmigo.
Decido ir a restaurante
a tomar algo de cenar, pero antes, al pasar por la cafetería, decido tomarme
una cerveza pues estoy sediento y probar alguna de estas cosas. ¿Se atreven?
(Continua)
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