<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL
10/05/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Aprender a
volar.
<SUBTÍTULO>: Una metáfora
de la perfección.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: Un libro es la
flor más hermosa, el fruto más maduro y tierno que puede dejar un ser humano
tras su paso por la vida.
<CUERPO DEL TEXTO:
(...)
Gran parte de mi vida la he dedicado a leer. Leer es una experiencia a
la que pocos acceden en su significado más profundo: comprender, pasar al otro
lado de las palabras escritas hasta encontrar otro ser humano: unos ojos que te
miran, una conciencia que te habla, un corazón que quiere conectarse contigo
desde el otro lado de la página.
En los libros aprendí que, encerrados en la materialidad de sus
formas, había seres humanos intentando comunicar, a los que quisieran acercarse
a ellos, sus sentimientos, sus ideas, su sabiduría. Un libro es la flor más
hermosa, el fruto más maduro y tierno que puede dejar un ser humano tras su
paso por la vida. Es un ser, vivo él también, que ama y aborrece, que se
entrega o se resiste, según sea tu amor o tu desprecio por él. Si le tratas con
amor, te enseña sus secretos: ideas, pensamientos, experiencias, fantasías,
sueños, visiones y paisajes del alma humana, maravillosos o terribles; Una vez
que la conciencia las comprende, pueden servir a nuestro caminar. Practicadas
en el diario vivir, abren las puertas de los mundos interiores llenos de
dimensiones inimaginables.
Un libro es hijo del papel y de la tinta, fecundado por el amor de un
corazón pensante que puso allí palabras con sentido y significado. La negrura
de la tinta es el vehículo que expresa el sentir de un corazón y la claridad de
una inteligencia. Todo un acto de creación. Así debió salir el Mundo del Caos.
Y en el otro extremo de la distancia, la lectura involucra otro proceso, otro
pensar y sentir que se acerca a abrazar al hermano desconocido del que sólo se
ve su jardín. Un jardín de palabras: flores e ideas, perfumes y sentimientos,
paisajes y colores.
Muchos desprecian los libros, o no los aman lo suficiente. Y el
perfumen que contienen permanece inaccesible para ellos. Y es que leer, el
proceso de aprender a leer, requiere de aquello que más nos cuesta dar: nuestro
tiempo, dedicación, esfuerzo, paciencia, práctica. Leer no es repetir sonidos
escritos; leer es comprender. Un acto mágico de la conciencia que abre las
puertas de lo maravilloso cuando el amor se involucra en el proceso.
Uno de los más peligrosos enemigos del libro es esa persona que
esgrime la idea -tal vez porque no comprende-, de que la Verdad no está en los
libros. ¿Qué Verdad? ¿No será que se quiere suprimir a la Inteligencia porque
ésta es discernidora de la
Verdad?
Hace falta mucha inteligencia para poner en un libro, en forma simple
y sencilla, pero con palabras llenas de significado, las ideas esenciales de
ese hacer que nos lleve a ser seres libres en la conciencia; así como de la
técnica que nos enseñe a aprender a volar. Eso es lo que hace ese pequeño
libro-cuento llamado "Juan Salvador
Gaviota". Cuando lo leí por primera vez, comprendí que la historia que
narraba podía ser la de mi propia experiencia interna, la de ese Juan Salvador
Gaviota que todos llevamos dentro y al que el libro está dedicado. Pero,
¿cuántos han sabido leerlo, cuántos han sabido ver la verdad oculta en la
ficción literaria? Sólo el amor desvela las palabras de su significado
profundo, de su sentido esotérico. El amor y el deseo de conocer, de aprender,
de vivir esa realidad última que es el alma humana.
Lo que J. S. Gaviota dice es sencillo y simple:
"¡Podemos ser libres!". Porque,
"en lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón
para vivir! Podemos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y
libertad."
¿Cómo acceder a esa libertad de la conciencia, la libertad del Alma y
del Espíritu, si la Bandada de la Comida nos mantiene presos? Acaso la Bandada de la Comida no nos está siempre
diciendo:
"Si
quieres estudiar, estudia sobre la comida y como conseguirla. Esto de volar es
muy bonito, pero no puedes comerte un planeo... No olvides que la razón de
volar es comer."
¡Terribles palabras para el que sabe y empieza a intuir que en esa
metáfora del vuelo se esconde el secreto de la libertad del hombre!
Se necesita igualmente inteligencia para comprender lo que el
aprendizaje de ese vuelo implica. Lo mismo que para aprender a leer: esfuerzo,
sacrificio, dedicación, trabajo, práctica de las ideas y los conocimientos
adquiridos para trasformarlos en Sabiduría. También afrontar el fracaso y el
dolor; el valor para levantarse por uno mismo de las propias cenizas y seguir
ese impulso que surge de lo más profundo y que te conmina a realizar el vuelo
del Alma que quiere regresar a sus orígenes.
Y ello, a pesar de los destierros en los Lejanos Acantilados, en los
que los proscritos por la
Bandada de la
Comida son arrojados.
Luego, al final de una vida de aprendizaje en esta escuela planetaria
llamada Tierra, la muerte abre la puerta de la dimensión desconocida. Dos
gaviotas de luz vienen a recogernos y nos acompañan al otro lado del túnel. Una
vez allí, nos extrañamos de que en el Cielo haya tan pocas gaviotas; o de que
el Cielo sea tan sólo otro lugar para que aquellos que han aprendido su lección
en esta Escuela Tierra puedan seguir aprendiendo.
Ante la extrañeza de J. S. Gaviota de que en esa otra Escuela llamada
Cielo haya tan pocas gaviotas, el instructor de aquel lugar le responde:
"La mayoría de nosotros progresamos con
mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando
enseguida de donde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos,
viviendo sólo el momento presente. ¿Tienes idea de cuantas vidas debimos cruzar
antes de que lográramos la primera idea de que hay algo más en la vida que
comer, luchar o alcanzar poder en la
Bandada? ¡Mil vidas, Juan, diez mil! Y luego cien vidas más
hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección, y otras cien
para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y
reflejarla. Elegimos nuestro mundo venidero por lo que hemos aprendido en
este."
Para los que quieren aprender a volar, la comprensión de la idea
encerrada en este párrafo del cuento, abre esa puerta interior que lleva al
enfrentamiento con uno mismo. Esa parte de nosotros inclinada hacia el mundo
exterior y que es nuestra personalidad; por la que somos un miembro más de la Bandada de la Comida. Aquí, en este
punto, se inicia ese combate con el Dragón que las Antiguas Leyendas nos
describen sobre aquellos héroes que marcharon en busca de la Gran Aventura del
Espíritu.
Enfrentar Dragones -la
incomprensión de nuestra verdadera naturaleza- y descubrir tesoros ocultos -la comprensión de esa naturaleza-, forman parte de
la verdadera identidad de los Héroes Míticos. Aunque, como J. S. Gaviota pueden
llegar a sentirse muy solos durante su travesía. De ahí que necesiten de la fe
en si mismos. La palabra que en el Nuevo Testamento ha sido traducida por fe es la palabra griega Pistis, y significa creencia. Hace referencia "a otra forma de pensar", a una
comprensión distinta a la literal, a un comprender psicológico. Fue esa
comprensión del proceso de volar lo que llevó a J. S. Gaviota a ese estado de
perfección llamado Cielo; y como le
dijo su maestro en ese lugar:
"El
Cielo no es un lugar ni un tiempo. El Cielo consiste en ser perfecto... Comenzarás
a palpar el Cielo, Juan, en el momento en que palpes la perfecta velocidad... Y
la perfecta velocidad no tiene límite. La perfecta velocidad, hijo mío, es
estar allí."
Fue entonces cuando comprendió todo lo que le quedaba aún por aprender
y se dedicó a ello con ferocidad y fe.
"¡Olvídate
de la fe! -le dijo su Maestro Chiang-. Tu no necesitaste fe para volar. Lo que
necesitaste fue comprender lo que era el vuelo. Esto es lo mismo."
Y un día Juan Salvador Gaviota lo comprendió. Comprendió que era una
gaviota perfecta y sin limitaciones. Y se estremeció de alegría.
"Cuando
logres viajar por el pasado y por el futuro -le dijo Chiang-, estarás preparado
para empezar lo más difícil, lo más colosal... Estarás preparado para
comprender el significado de la
Bondad y el Amor."
El trabajo en el Amor llevó a J. S. Gaviota a recordar a sus hermanos
de la Bandada
de la Comida;
y se preguntó si habría allá en la
Tierra alguna otra gaviota que quisiera aprender a volar. Y
su amor le trajo de nuevo a la
Tierra. No otra cosa hacen los Grandes Seres cuando, después
de haber alcanzado un mayor grado de Perfección, regresan para ayudar a sus
hermanos que comienzan a comprender.
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