Ruedas del Carro Solar. Templo de Surya. La rueda del Dharma |
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: El Dharma.
<SUBTÍTULO>: O la ley del estado de cada ser.
<FIRMA>: Alfiar
<ILUSTRACIÓN 1>: Una de las ruedas del Carro Solar. Templo de Surya. La rueda del Dharma.
<SUMARIO>: La palabra Hombre designa al hombre terminado, al fruto del Arbol de la Vida, cuyo Ser fluye en armonía con cada acontecer.
<CUERPO DEL TEXTO>:
En la tradición budista, la palabra de los Budas es un sonido, una
nota que emiten en la lengua particular de cada ser, según su inteligencia, su
facultad y su aspiración; así como las posibilidades y limitaciones que les
sean propias a su estado de ser. Este sonido, esta palabra es el Dharma.
Aunque no soy oriental ni budista, porque nací junto a una peña roja
allá por las tierras de Al´Andalus, he intentado acercarme a esa dos realidades
lo más libre de prejuicios que mi estado de ser me lo permite. El intento de
comprender esos otros fragmentos de mi mismo, lo hago sin renunciar al lugar en
que mi propio dharma me ha situado, y lo ofrezco a los que quieran meditarlo.
A lo largo del proceso cultural, la conciencia del YO -la YOD de
donde surgen todas las realidades manifestadas de la tradición hebrea-, se ha
ido desplazando de su propia realidad de SER
a otra realidad basada en el TENER.
De ahí que vayamos por ahí diciendo yo
tengo...: un amigo, un esposo, un amante, un oficio, experiencias,
relaciones mundanas, dolores, ideas, influencias...; o, yo no-tengo. Tener implica todo lo que no es Ser. Del tener extrae
el hombre de hoy su existencia en un mayor o menor porcentaje. Y no importa
donde nos situemos, desde la
Antigüedad hasta el presente, la generalidad de la humanidad quiere tener emociones, sensaciones,
experiencias y realidades agradables, y no-quiere
tener las desagradables.
El problema es que la dualidad es una ley del Universo que nos informa
que ambas cosas nos pertenecen y, si queremos tener las agradables, no podemos
permanecer insensibles a las desagradables.
El problema reside en que, cuando el Yo se sitúa como sujeto del Tener,
la conciencia no percibe que tener-no
tener es una falsa relación. En la diversidad del Universo manifestado, la
relación la tengo con mis o con sus objetos y realidades, o, no la
tengo. De ahí que cuando el Yo conjuga otro verbo, por ejemplo la acción de Conocer, a pesar de que asegure que yo
conozco a esta persona como si la
hubiera parido, ese conocer no se refiere
a su esencia, sino al uso y provecho que de su realidad tengo o no-tengo.
La acción básica del Universo es Ser.
Yhawe le dice a Moisés: Yo Soy el Yo Soy;
y no hay otra cosa porque nada está fuera de esa relación. Pero si el YO desplaza su acción del Ser al Tener, cambia la relación con la diversidad de la Obra Manifestada. Lo que se ensalza como ideal en
las sociedades tradicionales, es que alguna vez, o algo de ellas todavía,
estuvieron basadas en esa relación.
En el Universo, la vida y los elementos que la constituyen están en
relación y no en posesión u oposición; y aunque esos elementos sean partes
constitutivas de otras partes más amplias, lo que existe entre ellas es
relación, no posesión de unas partes por otras.
De esta manera, Ser algo,
ser un átomo, ser padre, ser profesor, ser albañil no es un saber: Es Dharma. Es decir, Ser la propia Ley, aquello que se ha de
ser en cada instante en conformidad con lo que se es y no con lo que se tiene.
De ahí que la palabra de los Budas sea ese sonido que es peculiar a la
particularidad y estado de cada ser. Por ello es la Ley.
A este respecto, y como testimonio de que nuestra tradición también
posee el Conocimiento, el Libro Esenio de la Creación, en vez de
comenzar como el Génesis diciendo que "En
el Principio Dios creó el Cielo y la
Tierra", dice: "Sin
principio, la Ley
crea el Pensamiento y la Vida."
Según esto, recorrer el Dharma es
estar en conformidad con lo que se es en la profundidad y en la apariencia. Es
ésta una concepción dinámica acorde con la realidad del Universo.
El hombre de este planeta, al perder la relación de su posición en la
dinámica del Universo, dinámica que cambia de instante en instante, al detener
su Yo en el Tener o no-Tener los elementos de ese Universo,
no percibe que proyecta su conciencia en una dualidad. Cuando preguntamos a un
pastelero que hace, este responde: ¡Una
tarta!, cuando lo que hace en ese momento es mezclar harina con agua y
azúcar. Su Yo no está situado en la
acción que es, sino en una proyección a un punto de llegada en el que tendrá
una tarta.
De igual manera, la jardinería existe, no por la semilla, sino por la
planta que surgirá de ella; o la escuela existe, no porque el niño se esté
desarrollando momento a momento en su fluir, sino porque tiene que saber leer y
calcular. Certeza de partida y punto de llegada se confunden. Deseo y
consecución se confunden en la conciencia del Yo enfocado en el Tener.
Incluso la concepción que el hombre tiene de si-mismo es afectada por esta dualidad, de ahí que se llame a si mismo Hombre.
La palabra manzana no
designa a la semilla, ni al brote, ni al árbol que produce manzanas, sino al
fruto. La palabra Hombre designa al
hombre terminado, al Hombre que es el
fruto del Árbol de la Vida
y cuyo Ser existe en cada instante
en una relación armónica con lo que acontece en su fluir; pero no designa al
ser humano que, imperfecto aún, recorre el Dharma para aprender a Ser uno con la Ley en su manifestación.
La rueda del Dharma en un tenplo del Tibet |
Los gurús de turno nos hablan de renuncia: al Yo, a las posesiones, a
los apegos materiales... Pero desde la perspectiva del Dharma para poder renunciar es preciso tener el ser de un
renunciante. Para recorrer el camino del Dharma
hay que tener un ser que se corresponda a esa acción; para trabajar de
carpintero hay que tener el ser de un carpintero. Se necesita el ser de un médico
para poder curar. Por ello, en el camino del Conocimiento de Sí, en el Camino
del Dharma, no se puede hacer más que lo que se es. Estamos situados en un
escalón particular de la Escala del Ser del Universo, y es nuestro
propio estado el que nos ha situado ahí para que, aprendiendo a relacionarnos
armónicamente con aquello que nos rodea en ese nivel, podamos cambiar nuestro
estado de ser.
No es cambiando la relación como se cambia el Ser; modifico el estado
de mi ser aceptando el contexto en que mi dharma me ha situado. Igualmente, no
es reprimiendo, negando o matando las realidades que constituyen nuestro estado
de ser, como realizaremos nuestro dharma; sino comprendiéndolas: comprendiendo
su naturaleza y aprendiendo a establecer armoniosas relaciones con ellas.
Comprender es cambiar. Y todo cambio es una renuncia. De ahí también
que todo crecimiento exija de la vigilancia y la conciencia de nuestra
situación en cada momento; y por ello Jesús invitó a sus discípulos a
permanecer vigilantes. ¡Velad!
significa estar despierto, es decir, acordarse. Acordarse de que la Verdad del Ser en manifestación, es la visión
de la diferencia existente en todos sus estados.
Ràmana Mahârshi decía:
"Mientras
un hombre sienta necesidad de obtener, que obtenga. Mientras que un hombre
sienta necesidad de dar, que de. Mientras sienta la necesidad de hacer, que
haga."
Aceptar esta necesidad con la comprensión del por qué puede hacerse,
darse u obtener, o dejar de hacerlo, es dharma. Es nuestra relación con el
Tener. Pero tomar cada hecho tal cual es, encuentra su culminación en no tener
nada más. Eso es liberación. Por ello, en el camino del Dharma, desde una
hormiga a un loco, pueden ser un maestro para el que sabe recibir. Todo
concurre al bien del que camina; y nadie, ni los que leen o no leen libros, ni
los que tienen o no tienen experiencias, poseen la Verdad. Todo es
Verdad. Verdad que se abre al que sabe recibir. Nadie accede a la Verdad haciendo algo, sino
abriéndose al fluir.
-¿Qué haces?
- Mezclo harina y agua.
- ¿Qué eres?
- ¡Yo Soy el Yo!