domingo, 9 de agosto de 2015

La singladura de Occidente 17

La Singladura de Occidente
 
Capítulo 17
El pluralismo de la verdad



La reverencia por la vida también brinda un sentido de comunidad con quienes viven a nuestro alrededor y un arraigo con el lugar que nos acoge. De la conciencia de unidad con todo lo viviente brota la serenidad. Significa fluir con la Naturaleza, en vez de querer controlarla y dominarla; devenir con el curso de los acontecimientos, aceptar lo que somos, abrazar nuestro destino a cada instante, actuar con el mínimo de interferencia con las cosas, es decir, con el mínimo de violencia.
(...)

Una honda plegaria dice: ... serenidad para aceptar lo que no se puede cambiar, coraje para cambiar lo que si se puede y sabiduría para apreciar la diferencia.” La serenidad implica vivir en armonía con todo lo que creemos que es otredad, ser coherente, honesto, transparente; encontrar la felicidad no en poseer mucho, sino en necesitar poco; no en el tener, sino en ser. También implica reconocer y abrazar la diversidad de todo lo viviente, apoyar la descentralización y la autonomía de personas y pueblos, para que desde su verdad retroalimenten nuestra verdad. Sólo podremos abrazar la diversidad cuando aprendamos que la verdad es pluralista, que cada contexto y cada persona honesta y coherente, tiene su propia verdad.
La verdad no se encuentra en un cerebro lleno de datos, sino en toda persona que sigue su camino sin engañarse así misma. Por ello, la verdad se enriquece, no solo con el diálogo, sino también con la empatía, cuando nuestro corazón se abre y oímos al otro, hasta poder ver el mundo con sus ojos. Esta capacidad de "escuchar", sin la cual la tolerancia es mera palabrería, nos abre a todo lo que es "otro", al misterio del mundo, y nos sitúa más allá de la dualidad de buenos y malos, de blancos o negros, de conmigo o contra mi. Todos estos valores, nacidos de una nueva sensibilidad, no deben ser valores abstractos y rígidos, sino creativos y espontáneos, lúcidos, sencillos y vitales.
No hay reconciliación con el mundo sin reconciliación con el cuerpo. No hay futuro sin una sociedad sostenible y responsable. No hay sociedad sostenible y responsable sin no-violencia, sin esfuerzo desinteresado hacia un mundo mejor. No hay no-violencia sin diálogo y empatía, sin escuchar al otro, sin reconocer que la verdad es pluralista y no se encuentra solo en nosotros. No hay diálogo sin abrazar la diversidad, diversidad de plantas y animales que enriquecen los ecosistemas, diversidad de pueblos y culturas que enriquecen a la Humanidad. No hay diversidad sin reverencia por la vida, sin una actitud serena y jovial que aliente a cada ser a seguir su propio camino. No hay reverencia por la vida sin el reconocimiento de que el mundo es un lugar acogedor, un espacio de juego del que nos separan los muros que el miedo ha hecho levantar, esos muros que aíslan en celdas incomunicadas la mente y el cuerpo, la razón y la intuición, lo masculino y lo femenino, la cultura y la naturaleza, lo divino y lo humano.
Dice Octavio Paz en la Postdata a “El Laberinto de la Soledad”:
Cada pueblo sostiene un diálogo con un interlocutor invisible que es, simultáneamente, él mismo y el otro, su doble. ¿Su doble? ¿Cuál es el original y cual es el fantasma? Como en la banda de Moebius, no hay exterior ni interior y la otredad no está allá, fuera, sino aquí, dentro: la otredad es nosotros mismos. La dualidad no es algo pegado, postizo o exterior; es nuestra realidad constitutiva: sin otredad no hay unidad. Y más, la otredad es la manifestación de la unidad, la manera en que esta se despliega. La otredad es una proyección de la unidad: la sombra con la que peleamos en nuestras pesadillas; y a la inversa, la unidad es un momento de la otredad, ese momento en que nos sabemos un cuerpo sin sombras -o sombra sin cuerpo-. (…)”
 La misma idea, la encontramos en Machado:
Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana.
Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente, uno o lo otro, por ello lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en el que la razón se deja los dientes. Abel Martín, con fé poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en “la esencial heterogeneidad del ser”, como si dijéramos, en la incurable otredad que padece lo uno.” Antonio Machado.
Los griego usaban el término “Oikos” para designar el hábitat, de ahí que de él hayan surgido conceptos tales como “ecología” y “ecúmene” o “ecosistema” (la tierra habitada y concebida como un universo). La ecología empieza a comprender que todo ecosistema, no solo integra y supera la noción de “entorno”, sino que ha de comprender las interacciones y combinaciones entre cada uno y todos los constituyentes físicos y vivientes de un ecosistema; es decir, que necesita de una eco-organización que a su vez es inseparable de la constitución, el mantenimiento y el desarrollo de la diversidad biológica. Lo viviente retroalimenta a lo físico de donde parece surgir. Lo “uno” y lo “otro” se retroalimenta mutuamente. No son dos cosas distintas, y ni siquiera son dos cosas complementarias, son la verdad misma de la sustancia de este universo.


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