domingo, 2 de agosto de 2015

Las Culturas, manifestaciones del Espíritu.


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 22/11/1992> 
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Las culturas, manifestaciones del espíritu. 
<SUBTÍTULO>: Pa´Ris´Ha y la cultura cheroqui
<AUTOR>: Alfiar 
<ILUSTRACION>: Pa´Ris´Ha. Curso dado en el Puerto de la Cruz en Abril pasado.
 <SUMARIO>: "Entremos en el Centro del Círculo... Sin rostro, sin palabras... Es la vuelta a casa, el lugar donde el corazón habita." (Abuela de Pa´Ris´Ha) 
<CUERPO DEL TEXTO>:
 

En Abril de este año estuvo entre nosotros una india cheroqui, Pa´Ris´Ha, impartiendo un curso sobre "El Camino de la Medicina" visto desde su tradición cultural. Quiero, en este artículo, a la vez que anunciarles su vuelta a Tenerife, hablarles de una realidad que, aunque pueda parecer extraño, tiene que ver con la manifestación espiritual; me refiero a la diversidad cultural.
(...)

A causa de nuestra propia identidad cultural, e impulsados por nuestra prepotencia económica y tecnológica, hemos proyectado, sobre las otras culturas con las que nos hemos puesto en contacto, nuestros prejuicios, ideas y peculiar manera de ver las cosas. Creímos que, lo para nosotros exótico, sólo eran vestiduras superficiales más que aspectos diferenciadores. Los mismos prejuicios proyecta el que no tienen un conocimiento histórico, al referirse a otras épocas de nuestra propia cultura, creyendo que los hombres de la Edad Media o del Renacimiento pensaban, sentían y soñaban lo mismo que nosotros.
Una cultura es una vocación de ser hombre de una cierta manera que se transforma en el tiempo; por ejemplo, la manera de relacionarse con la Luz, como concebirla y adorarla. ¿Qué es lo que a través de las culturas se hace y se deshace, se duerme y se despierta, aparece y desaparece? ¿Es algo siempre otro, o algo siempre lo mismo bajo cualquier manifestación?
Hegel decía que era el espíritu el que se despliega en la cultura, el que se manifiesta, se niega y se supera, realizándose. La realidad no es la naturaleza creada de una vez para siempre, sino esa otra de la que el hombre es a la vez el portador y la máscara que la expresa y la contiene.
En 1883, Dilthey publica su "Introducción a las Ciencias del Espíritu". Señala que:
"...el conjunto de las ciencias que tienen por objeto la realidad histórico-social, es englobado bajo el nombre de Ciencia del Espíritu", ya que "el hombre como unidad vital existe para nosotros, hasta donde alcanza la concepción interna, como un complejo de hechos espirituales."
Para Dilthey,
"...los hechos del espíritu son el límite superior de los hechos de la naturaleza; los hechos de la naturaleza constituyen las condiciones inferiores de la vida espiritual."
Si esto es así, si cada cultura es un ser vivo que nace en un momento determinado del tiempo, se desarrolla y muere, reencarnando a veces su espíritu en otras culturas, es decir, en otras formas, intentos de establecer una relación armónica entre el hombre y el Universo, no podemos proyectar sobre ellas nuestros prejuicios y acusarlas de acientíficas al escuchar a sus detentadores. Tal acusación no tiene fundamento, ya que su manera de ver la realidad no es la de nuestra ciencia. Sus ciencias son de otras índoles y están basadas en otros principios tan múltiples y variados como los que rigen las manifestaciones de la naturaleza, pues siguen las mismas leyes.
"Podemos entrar en el Centro del Círculo del Gran Camino -dice la abuela de Pa´Ris´Ha-, donde todo es natural, sin esfuerzo, sin prisa, pero sin pausa; donde no hay profetas, ni salvadores, ni yo, ni tu, nada; donde ni vemos ni oímos. Sin rostro alguno, sin palabras... ninguna cosa en absoluto.
Este grado de luz es... el verdadero logro del camino. Es la vuelta a casa, allí donde todos empezamos. Realmente, jamás podemos irnos, ya que está dentro de nosotros, nunca lo hemos perdido y siempre puede ser recordado. Casa es el lugar donde el corazón habita."
Si estas palabras han sido pensadas por un ser humano perteneciente a otra tradición cultural, es evidente que no hay en nuestra cultura un solo pensamiento que se pueda acercar a esta idea, exceptuando tal vez las de los místicos.
Acercarse a otra cultura para entenderla, supone humildad mental y emocional al desprenderse de los prejuicios de la propia, observar su acontecer sin juicio descalificador, sin criterio comparativo. No hay comparaciones en el ámbito de las manifestaciones del espíritu. Si actuamos rectamente en relación con otros pueblos y no estamos en conflicto con el nuestro, no cometeremos el error de ver en lo pretendidamente natural el ideal del buen salvaje. Una cultura nunca es natural en el sentido que el occidental entiende por tal. Es un artificio para relacionarse con el Universo. Es un experimento de vida colectiva. Como tal tiene aciertos y errores, aprende a actuar armónicamente en algunos aspectos y es menos armónico en otros. Actúa y, por lo mismo, sufre el efecto de sus acciones; es decir, tiene un karma.
A causa de estar en conflicto, internamente, con nuestra propia cultura, y pensar que en ella no hay nada armónico, proyectamos este ideal hacia fuera y lo situamos en las realidades culturales de otros pueblos. Actuar así, es tener de esa cultura una visión distorsionada y nada real; visión que tarde o temprano nos pasará la factura. Sobre todo cuando por el contacto y el mimetismo al que pretendemos someternos, se hacen evidentes los conflictos y contradicciones que toda cultura soporta, aparte la dificultad que supone trasvasar esos elementos tomados aisladamente.
Tomemos, por ejemplo, la forma de gobierno que adoptan los miembros de una cultura; observamos que existe una infinita diversidad, tantas como formas culturales han existido o existen, aunque desde fuera pueda parecer que algunas se asemejan. Internamente, experimentará las diferencias.
Los cheroquis, por ejemplo, tienen un Jefe de la Paz, reconocible por las plumas blancas de su tocado. Es la figura paternal de la comunidad. El o ella, la muestran por la educación y la práctica que han adquirido en su vida. Posee la habilidad para liberar los corazones sabiamente.
A su través actúa el Consejo de los Ancianos, los guías de la sabiduría y de la historia de su pueblo. Guías para seguir las normas sobre las que debe basarse la comunidad y su gobierno, guías para sentir las necesidades de las gentes y ser sus consejeros, guías para ser móviles de acción de los jefes. Esa guía cambia el tumulto y el odio en cariño y armonía. Enseñan y demuestran en sus actos que, aquello que nos perturba, es una oportunidad para nuestra transformación.
Luego está el Jefe de la Guerra, reconocible por su tocado de plumas rojas. Su misión es la defender la comunidad con estrategias físicas y mentales, desviando el peligro. Debe ser rápido como el viento, y para ello debe ser visto solamente después de haber partido.
Esta manera de gobernarse es un experimento realizado por un grupo humano. Como tal, no es ni mejor ni peor que otros realizados en otras culturas. Podemos observar si es armónico o no dentro de su propio contexto, pero no podemos copiarlo impunemente, sin adulterarlo. Unos parecen más armónicos, otros más conflictivos, pero este parecer es el de la visión externa, siendo únicamente válidos para la experiencia colectiva de cada pueblo. Sacado de su contexto se convierte en cosa y se vacía de espíritu.
A partir del día 26 de Noviembre tenemos la oportunidad de escuchar lo que desde otra tradición cultural nos dice uno de sus miembros, Pa´Ris´Ha, en una conferencia pública que dará en el Salón de Actos de Caja Canarias de Santa Cruz de Tenerife, a las 20 horas. Le seguirán tres cursos: "Teleportación" el día 27, "El Autodescubrimiento" el 28 y "La Gran Madre Tierra" el 1 y 2 de Diciembre. Los cursos que tienen una duración de 4, 10 y 12 horas serán impartidos en el Aula Magna de la Escuela del Trabajo Social, C/ La Rosa 40 de Santa Cruz de Tenerife. Escuchémosla con atención y con la mente libre de ideas preconcebidas, porque sólo comprendiendo lo que es como cheroqui, podremos experimentar por nosotros mismos, en nuestra identidad cultural, aquello que quieren mostrarnos de sí misma.

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