La Singladura de Occidente
Capítulo 18
La guerra contra la Vida
Nieztsche también decía que el trauma oculto de Occidente era el miedo a la Vida, la otra cara de la Muerte. Señaló que la propia Historia de la Filosofía, no había sido otra cosa que “una rabia secreta contra la vida”; y vio esa rabia en nuestra manera de “arrojar basura contra el sexo” y en la condena del fluir de la Naturaleza. Quien teme al sexo, al sexo con conciencia, no esa lamentable industrial de un sexo sin conciencia que nos invade, teme la que es realmente la más elemental y creativa manifestación de la vida. Y cuanto más se teme a la vida, más miedo se tiene a la muerte. A cada instante vivimos, a cada instante somos vida; ¿qué otra cosa podría definir mejor, qué otra cosa podría ser más importante para nosotros, que nuestra propia actitud ante la vida?
Antes del
Patriarcado, según muestran los mitos y los registros arqueológicos de hace VII
o VI Milenios a.d.C., la Vida
era celebrada. Nuestra civilización patriarcal, no solo teme a la muerte, sino
que también se rebela contra la vida, Después de todo, Vida-Muerte son las dos caras de una misma realidad. ¿Qué otra
cosa, sino una rebelión contra la vida y la muerte, es la ingeniería genética, la biotecnología,
el proyecto Génoma o, incluso, la realidad virtual? Cuanto más se
rebela el hombre contra su condición humana, más se deshumaniza, más insufrible
se hace su vida y su condición. ¿No es algo tremendo seguir siendo un ser
humano después de Auschwitz e Hiroshima? Son solo dos simples ejemplos.
Freud
decía que el gran tabú de occidente era el sexo. Se equivocó. El gran tabú de
occidente es la muerte, tal vez por
ello el Progreso hace negocio con
ella. Lo podemos comprobar en nuestros sistemas sanitarios y jurídicos. Nuestro
miedo a la muerte la rechaza hasta un ostracismo hospitalario y geriátrico
aséptico e impersonal, como si la muerte fuera algo ajeno a la vida y a la
persona, prohibiendo a las gentes que mueran de forma digna y libre.
(...)
(...)
Nieztsche también decía que el trauma oculto de Occidente era el miedo a la Vida, la otra cara de la Muerte. Señaló que la propia Historia de la Filosofía, no había sido otra cosa que “una rabia secreta contra la vida”; y vio esa rabia en nuestra manera de “arrojar basura contra el sexo” y en la condena del fluir de la Naturaleza. Quien teme al sexo, al sexo con conciencia, no esa lamentable industrial de un sexo sin conciencia que nos invade, teme la que es realmente la más elemental y creativa manifestación de la vida. Y cuanto más se teme a la vida, más miedo se tiene a la muerte. A cada instante vivimos, a cada instante somos vida; ¿qué otra cosa podría definir mejor, qué otra cosa podría ser más importante para nosotros, que nuestra propia actitud ante la vida?
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Libro de M. Gimbutas. Contiene los registros arquelógicos de la Europa Central desde el VIII al IV Milenio a.d.C. |
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Danza de la Diosa Abeja, imagen del libro anterior |
Es en
nuestro propio cuerpo donde la
Vida se manifiesta de una forma inmediata. Nuestro cuerpo es
la sede de todo goce, aunque también es la sede del hambre, la sed y el dolor;
pero sobre todo es la sede del amor, aunque también de la enfermedad y la
muerte. El cuerpo es devenir, espontaneidad, riesgo, movimiento: Vida en definitiva. Y eso es algo que
produce miedo. En este miedo, tiene su origen la Voluntad de Poder que quiere someter la Vida, hacerla predecible y
controlarla. Y allí donde la Voluntad de Poder pierde el control, se levantan
barreras y muros, negando los sentidos y tiñendo la sexualidad de relaciones de
poder o cubriéndola de basura.
Levantamos
barreras y muros allí donde no podemos someter a la Vida: muros entre lo racional
y lo sensual, muros entre la cultura y la naturaleza, muros entre lo masculino
y lo femenino, muros entre el Norte y el Sur... Pero, por muchos que sean los
muros, una sola es la guerra, aunque se libre en dos frentes diferentes: en el
frente de la Naturaleza
y en el frente de la naturaleza humana. Es esta una guerra de conquista, de
exterminio, y a cuyo servicio está la Ciencia y la Tecnología, el
Colonialismo y el Imperialismo, el Estado Totalitario y la Sociedad de Mercado;
también la ambición y la codicia. La Revolución Tecnológica,
Química y Biológica aporta las armas; los pueblos no occidentales, las
víctimas. Hasta ahora.
Hoy hemos
de concluir que las víctimas también incluyen a los hombre y mujeres de occidente.
Con la ingeniería genética como arma más destacada, ayudada por las multinacionales
farmacéuticas, y elaboración de alimentos, la guerra se encuentra en un punto
decisivo. El asalto es de aniquilación total: hay que acabar con la Naturaleza, al menos
con la naturaleza humana.
¿Cuáles
han sido los motivos que han originado esta esquizofrenia?
Plotino
había dicho que el hombre se encontraba a mitad de camino entre los animales y
los dioses. Mil años después, el humanista Pico de la Mirandolla, decía que
estaba a medio camino entre el animal y el ángel. “Somos una cuerda tendida sobre
un abismo”, decía
Nieztsche. ¿Acaso no es una situación peligrosa estar siempre a medio camino de
algo?
Mientras los
animales (por considerar tan solo los reinos superiores), que se encuentran
inmersos en la naturaleza y presos de sus leyes y condicionamientos, son
inconscientes de los laberintos de su propia alma, el hombre es tal porque
posee conciencia; y esa conciencia
es la que le hace sentirse como un náufrago en un mundo donde la Vida fluye. Sin asidero al
que sujetarse, se aferra a la
Ensoñación y al Poder, dos fantasías que le mantiene
dormido, dormido a una conciencia lo suficiente incluyente para que quepan en
ella la Humanidad
toda, así como toda la
Naturaleza. Esta falta de conciencia, sobre todo en el en el
hombre, más que la mujer, porque es el que más alienado y separado se siente de
su cuerpo, de sus semejantes y de su entorno natural; también porque es el que
más sufre. El sufrimiento de un enajenado que hace sufrir a sus víctimas para
no sufrir solo.
Nuestra
mente reconoce que no hay rosas sin espinas. ¿Sabían que ese reconocimiento ha
representado decenas de millones de muertos por violencia o enfermedad en la
conquista de América, en la esclavitud de los pueblos del África negra, en el
Colonialismo, en dos Guerras Mundiales, en la devastación ecológica? ¿No son
acaso demasiadas espinas para una rosa que carece de fragancia por ser una rosa
artificial? Una rosa artificial que nos quiere ofrecer el dios Progreso. Y aún hay otras espinas que
producen un escozor más profundo: las Inquisiciones de todo tipo, los campos de
exterminio nazis, ingleses, norteamericanos, chinos o no importa de que clase;
las recurrencias atávicas a la barbarie...
¿Es que
todos los logros de Occidente son negativos?
¡No! Ni la Ciencia, ni la Técnica, ni la Declaración de Derechos
Humanos, ni la Cruz Roja,
ni las ONG, son culpables. ¿Cómo puede ser culpable una herramienta? Una mente
alienada y desenraizada, es la que ha hecho que esas herramientas, junto con
otras muchas, que podían ayudar a nuestra vida, sean lo que son hoy día: unas, herramientas
de muerte y destrucción; otras, herramientas de inoperancia. ¡Nunca como ahora
ha habido tanta violencia, destrucción y muerte sobre la Tierra!
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