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LA ESTELA
Un astrónomo y sabio iraní, Omar Jayyan (1048-1122), solía
escribir versos y los firmaba como Rubayat. En uno de ellos decía:
“El dedo que se mueve escribe;
teniendo una orden, avanza;
ni tu piedad ni tu ingenio
le harán retroceder para suprimir
media línea,
ni borrarán tus lágrimas una sola
palabra.”
(...)
Se puede entrever una verdad sutil que se desliza por
estas palabras escritas hace casi mil años. ¿Cómo podemos alcanzar la verdad
encerrada en estos versos? Usando la misma herramienta que usan todos los
poetas: la imaginación.
Imaginemos que nuestro cuerpo es una lancha a motor que
surca el mar a treinta kilómetros la hora. Imagina que estás en la popa,
agarrado al timón y diriges tu mirada hacia atrás. Lo primero que tus ojos
verían sería la estela que deja el avance de la lancha mientras surca en agua.
¡Qué tal si os hago la siguiente pregunta! ¿Qué es la estela?
Como somos poco imaginativos y sabemos lo que la ciencia
racional nos ha enseñado, seguro que contestaríais: “solo es el surco que deja la lancha tras de sí al cortar el agua”.
¡Bravo! Pero, ¿qué es lo que mueve la lancha para que deje
esa estala? (Recuerda que en la imaginación
la lancha es tu cuerpo que te transporta a ti en un crucero por la vida). Y
como sois chicos/as listos/as diréis: “Esta
claro. Es la energía que mueve el motor de la lancha. Ella es la responsable de
que la lancha se mueva”.
¡Bravo otra vez! Pero, si la lancha eres tú, ¿acaso no son
tus pensamientos los que te impulsan
en la dirección en la que avanzas, ya que es tu voluntad la que tiene, o no, en sus manos el timón?
Entonces -preguntaréis-, ¿no hay ninguna posibilidad que
sea la estela la que impulse la lancha?
Esto también es evidente. La estela es un rastro,
y eso jamás puede hacer que la lancha avance. El primer verso dice: “El dedo de lo que se mueve escribe;
teniendo una orden, avanza”.
El recurso imaginativo que usa el poeta es muy realista y
nada fantástico. Una de las grandes fantasías de la vida es creer que el pasado (no hay por qué considerar otras
vidas, después de todo todas ellas son simultáneas) es el que nos impulsa y que
él es el responsable de nuestra situación actual. El pasado es nuestra escusa
preferida para justificar nuestras comportamientos y respuestas rutinarias a la
vida. ¿Acaso no es evidente que mi situación actual es porque en mi pasado
sucedió tal y tal cosa? ¡Y qué decir cuando creemos, y estamos seguros de ello,
que esa cosa del pasado nos infligió alguna herida! ¿Nos hemos dado cuenta que
esa “cosa” del pasado, nos ató las
manos y ya no podemos mover el timón, por lo que nuestra lancha va siempre en
la misma dirección? A pesar de ello, navegamos con la fantasía de que nuestra
estela es la que guía nuestra vida.
Ni siquiera nos hemos detenido un instante a “observar” la herida que creemos que nos fue infligida en el pasado por algo que
sucedió. Si observo y pongo un poco
de luz en ello, puedo darme cuenta
que aquella vez que me corté un dedo con un cuchillo mientras loncheaba un
jamón, la herida sangró (esto es verdad, me corté haciendo eso), con ello se
eliminó el mal (bacterias) que me pudiera afectar, y, rápidamente, se fue
cerrando (si es muy grande la cosen). La naturaleza actúa de inmediato. Pero
por alguna razón nos complace mantener algunas heridas abiertas, sobre todos
las que conllevan fuertes impactos emocionales.
“El dedo que se
mueve…” y al que se refiere Omar, alias Rubayat, es nuestro cuerpo. Espero
que esto ya haya sido comprendido. Una vez que ha “escrito” una palabra, una frase o un poema, y como dice el refrán,
“escrito queda”, ya no se puede
hacer nada para borrarlo, todo está terminado. Ninguna lágrima, por muchas que
se derramen, borrará una sola línea, una sola palabra, una sola letra de “esa historia”. Ni la inteligencia, ni
la oración, la piedad o la compasión podrán cambiar una sola gota de esa “estela”. Esa estela es la “huella” que hemos dejado tras nuestro
paso por la vida.
Es necesario observar
los hechos pasados y meditar sobre ellos, observar
la “estela”, la “huella” que dejamos tras de nosotros
para poder “ver” que solo nuestro pensamiento presente debe ser
el responsable de nuestra vida presente, y no lo que dejamos atrás. Si el dedo tiene una orden avanza en la
dirección de esa orden y no en la dirección que deja una estela que se difumina, pero a la que nos aferramos.
Alguien dijo una vez que no son las circunstancias las que
nos mueven, pero si permiten que algo
oculto se manifieste para que lo veamos. Ellas, cuando se convierten en
nuestro pasado, no son culpables de nada, no son una “escusa” para rechazar lo que aconteció. ¿Habéis pensado que esa “excusa” que creemos dirige nuestra lancha,
hacia donde en realidad nos conduce es a la “pasividad”?
Aparentemente la “estela”
que nuestra lancha deja en el mar es espuma blanca. Pero si la observamos
detenidamente, está llena de partículas que el motor de la lancha ha expulsado
al hacer explosionar el carburante-energía que la mueve. La estela de nuestra vida también está
llena de los escombros dejados por
nuestro pasado. Pero nunca somos esos escombros, como tampoco somos nuestro
pasado. Nuestras “excusas” más
comunes son cosas así: mis padres “fallaron”…;
me hice adicto a…; eso me produce “fobia”
(miedo) y ahí no quiero entrar…; me abandonaron…; mi padre, mi hermana, mi tío…
está enfermo…; no tengo suerte…; estoy ocupado…; estoy cansado…; mi horóscopo
dice… ¡Son tantas las excusas que formulamos para huir de aquello que, en nuestra
imaginación, creemos que nos causó la herida y eludir el evento que nos trae el
presente!
Cualquier cosa con tal de no mirar aquello que el dedo que se mueve ha escrito de nuestra
historia y nada podemos hacer para borrarla. Lo que Omar Jayyan nos recuerda,
desde otro tiempo y otro lenguaje, es que el “pasado” pertenece al pasado. Lo que fuere que aconteció, ya fue
vivido, ya tuvimos esa experiencia y aprendimos, o no, de ella. Y que no es ese
pasado lo que dirige nuestra vida. ¿Acaso el dedo no está conectado al corazón? ¿A caso no puedo escribir todo
lo que desee, sueñe o imagine, independientemente de lo que escribí ayer?
“Despertar” es
apartarse de la estela, “desapegarse” de ella. Ningún ser
humano, individual o colectivamente, es una consecuencia de su pasado, sino de
la elección que se hace en cada momento, en cada “ahora”. “Alfa y Omega surgen
a la vez”, nos dijeron a Mari y a mí nuestros guías para que aprendiéramos
a navegar más allá de nuestras estelas. “Causa”
y “efecto” son simultáneos; “evento” y “contra-evento” se hacen realidad en el mismo instante. Mi pensamiento
y mi decisión dirigen el timón y en función de ello cambio la dirección de mi
singladura. Ningún “escombro” que
haya en la estela me puede afectar. Eso ya no me pertenece, ¿por qué cargarlo a
la espalda? Mi “yo” de “ahora” nada tiene que ver con lo que
creo (más bien con lo que imagino) que fue mi “yo” del “pasado”, ni siquiera el de esta mañana.
Cuando me desprendo de mis lágrimas, un símbolo de mi apego al pasado, la autocompasión y la
tristeza desaparecen. Si existe un pasado, no es “ahora”.
Mas recientemente que nuestro poeta iraní, Machado nos
dijo lo mismo, aunque con otra metáfora. Es realmente bella. Os la dejo para
que ella sea vuestra inspiración.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
¡Estelas en la mar!
¡Qué hermosa metáfora de la evolución del Espíritu cuando éste navega por el
Océano Estelar! ¡Estelas que se borran con el viento!
¿Para que llamar caminos
a los surcos del azar?
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
Antonio Machado
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