jueves, 6 de diciembre de 2018

La enseñanza esotérica (23)

La enseñanza esotérica
(23)

Cuando los arquetipos de la
DIOSA-MADRE y DIOS-PADRE
actúan como SOMBRA


Dice Jung que “Los símbolos nunca fueron inventados conscientemente, sino producidos por el inconsciente, por medio de la llamada revelación e intuición.” (Energética psíquica y esencia del sueño). Tal vez, por ello pueden personificar los más diversos contenidos. Lo que Jung quiere señalar es que un símbolo nunca podrá expresarse ni ser comprendido racionalmente en su totalidad, ya que su origen se encuentra en ese “reino intermedio de la realidad sutil, que solo puede ser expresado en forma suficiente precisamente por medio del símbolo.” (Psicología y Alquimia).
(...)

Mientras la alegoría es siempre un “signo” de algo, sinónima de un contenido conocido, el “símbolo” se refiere a algo que no se puede expresar a través del lenguaje como instrumento de la razón. Según Jung, “el que algo sea un símbolo o no, depende ante todo de la actitud de la conciencia del sujeto que considera” (Tipos Psicológicos); es decir, si la persona es poseedora de ese don o actitud interior para que un “objeto”, por ejemplo, un árbol, no sea contemplado solo como la imagen de un árbol, sino como el símbolo de la estructura cósmica por la que circula la vida, como un “Árbol de la Vida”, como el referente de algo desconocido. Por ello, existe la posibilidad que una misma imagen de un objeto, para algunas personas sea un “símbolo”, y para otros solo sea un “signo”.
Dado que una “imagen” cargada de “sentido” transporta un contenido generalmente trascendente, nunca puede ser interpretada en su totalidad, pues es algo que se encuentra preñada de significados. Mientras su parte trascendente o no racional solo podemos intuirla a través de lo que la imagen simboliza, su parte racional podemos inferirla desde los contenidos de nuestra conciencia. Esta complementaridad llevó a Jung a señalar que el símbolo representa la totalidad de nuestra psique en su parte consciente y en su parte inconsciente, así como todas sus funciones.
No es una tarea sencilla intentar describir la forma de actuar de dos de los arquetipos esenciales, como son el de la “Diosa-Madre” y el del “Dios-Padre”, pues se trata de “representacionesin-humanas, o no humanas, o sobre-humanas. Al igual que todos los arquetipos, estos dos también son ambivalentes y paradójicos, pues, simultáneamente, son positivos y negativos. La parte que predominará en cada uno de nosotros dependerá de nuestra inclinación y de nuestra responsabilidad, ya que no todo es “destino”. Si así fuera, el libre albedrío sería una mera ilusión.
Venus de Willendorf
Hablemos primero de la “Diosa-Madre”. Su “imagen” aparece ya en los albores de la Humanidad. Desde las Venus prehistóricas, pasando por todas las Grandes Madres que han cobijado a todas las culturas que se han sentido arropadas y protegidas por ella, ha llegado hasta nosotros sin que su imagen haya sufrido grandes cambios. Dado que no queremos saber nada de otras humanidades anteriores a la nuestra, pues haberlas las hubo, remontémonos solo a los más remotos tiempos de nuestra Prehistoria, cuando el hombre se sentía sólo e indefenso ante la “salvaje naturaleza”, en medio de la cual intentaba sobrevivir. Vivir o simplemente sobrevivir solo le era posible estableciendo un “contacto positivo” con ella. Por las imágenes que han llegado hasta nosotros y que han surgido del inconsciente colectivo de la humanidad, podemos percibir que la “Diosa-Madre” era concebida como una “presencia divina”, a la vez, benévola y terrible; aunque siempre fascinante y aterradora. Su símbolo más inmediato era la propia mujer pues ésta, como la propia Naturaleza, poseía el maravilloso don de proveer vida. Los académicos piensan que el más arcaico hombre de nuestra Prehistoria, aún no había llegado a establecer la relación entre el acto sexual y el nacimiento del niño. Se basan para ello en que las leyendas y los mitos que han llegado hasta nosotros cuentan que la mujer quedaba preñada porque el “viento”, o el “rayo” la habían fecundado.
Coatlicue (M.N.A.H. México DF)
Nuestros psicólogos dirían que aún existen en nuestros días mujeres que encarnan y proyectan el arquetipo de la “Diosa-Madre”. Erguidas sobre la Madre-Tierra, se muestran sólidas, fecundas, terroríficas y fascinantes, mientras reinan en exclusiva sobre la familia, siendo los únicos elementos masculinos aceptados el hermano y el hijo, los de la misma sangre. La figura de “Madre Coraje y sus hijos”, la famosa obra de Bertolt Brecht, es su imagen más moderna. Algunas culturas la han representado en su aspecto más terrible, por ejemplo, la Coatlicue mexicana o la Kali hindú, a la que se le hacían sacrificios humanos. Por ello, la entrada a su vagina, la entrada a la caverna de su útero, era considerada la entrada a la “caverna de la iniciación”.
La Diosa-Madre proyecta la imagen del “Hijo” desde la profundidad de su “tierra”, desde el profundo misterio de la naturaleza, desde la umbría profundidad de una gruta o de un bosque, semejantes a las profundidades de su vientre que, inalcanzable, da a luz a todas las criaturas. Ella se extiende en lo “horizontal”, a través de un movimiento de tolerancia que, sin excluir lo bueno o lo malo, carece de reflexión y de ética. Su perpetuo movimiento oscila entre la apertura y el cierre. Cuando se abre, nos alumbra, da vida, libera, acepta y sostiene a los seres; cuando se cierra, nos abandona, nos deja si su protección, nos expulsa y repudia dejándonos expuestos a múltiples peligros. Pero también, cuando se cierra, lo hace para producir, en secreto, el cuerpo, la forma de otra vida, a la que protege, abriga y nutre, mientras crece en su seno; aunque, en su ambivalencia, pueda provocarle la asfixia, matándola, para luego digerirla. Su Gran Creación es el mundo visible, con toda la variedad de sus formas.
A nivel colectivo, éste arquetipo ejerce su influencia y su poder en la familia, en el clan, en la ciudad, el país, en todo colectivo al que se esfuerza por salvaguardar y proteger a cualquier precio. A cambio, exige “utilidad” en servicio de ese colectivo. ¿Qué implica esto? Pues que la Diosa-Madre nunca favorecerá, al contrario, que el hijo descubra un “él-mismo” como individuo, sino que le inculcará el deseo, o el deber, de ser un miembro útil a la comunidad. En el altar de esa utilidad, le pedirá el sacrificio de su personalidad.
Diosa Madre Kali
Vista así, la imagen de la Gran Madre, nos resulta poco atrayente, y, seguramente por ello, nuestro inconsciente la transformó el “Diosa Virginal”; aunque es necesario recordar que ese funcionamiento social tenía su razón de ser en aquellos remotos tiempos. Hoy ya no nos sentimos amenazados por las mismas cosas, la amenaza actual es la falta de respeto que demuestra el ser humano hacia la propia vida, sea la de sus congéneres o la de la naturaleza.
Pero lo que no ha cambiado es el siguiente hecho: sin “Madre interior”, sin lo que este arquetipo representa, nos sentiremos desligados de la vida, pues ella es la que teje, incansablemente, como Ariadna, como la madre araña, todos los hilos que nos atán a ella, como si fueran amarras, como si ella fuere el muelle de nuestro destino. Sin éste cordón umbilical que mantiene el contacto con esa cualidad materna de cada uno, no podríamos participar de la vida. La razón es sencilla: a través de ese vínculo, la corriente de Vida de la Gran Madre, la Galaxia, ésta nos nutre. Si ese vínculo faltara, solo seríamos meros espectadores de nuestra propia existencia y no partícipes de ella. Ese lazo de unión es un regalo de la Diosa-Madre a sus “hijos”, sean cuales fueren las formas que tomen estos; un lazo que se perpetúa a través del contacto con nuestras emociones, ya que ellas nos obligan a “ver interiormente” a esa otra persona, cualquiera fuese su situación, que la vida ponga ante nuestros ojos. Cuando la “sombra” de este lazo se proyecta en nosotros, surge el “apego”.
En el Zen hay un dicho: “el apego es la verdadera raíz del mal”. Esto es cierto mientras el hombre no perciba la enorme diferencia que hay entre los valores colectivos considerados externamente, y el hecho de estar unido a lo profundo. Estar unido a…, quiere decir “tener raíces”, ya que sin ellas ninguna vida resulta posible. “Tener raíces” no quiere decir estar atado a algo. Se puede estar atado a muchas cosas triviales e ilusorias que nos separan de los verdaderos vínculos. Esas cosas triviales e ilusorias son una de las especialidades del “adversario interior” que, de esta manera, nos aleja de nuestra profundidad.
Zeus Olímpico
El otro arquetipo primordial es el del Padre Universal o “Dios-Padre”, cuyo peso y poder son equivalentes a los de la Diosa-Madre. Su imagen y su símbolo es la figura de toda autoridad. Se interpreta como la “conciencia” frente a los “poderes instintivos”. Se asentó cuando la humanidad tuvo acceso a una conciencia capaz de establecer un lazo de unión entre una “causa” y su “efecto”. Los “expertos” piensan que esa nueva conciencia permitió comprender, entre otras cosas, que el “hijo” era el fruto del acto sexual y no únicamente de un misterio inexplicable y espontáneo de la Gran Madre Naturaleza. Esto no deja de ser una elucubración mental. En éste artículo no tiene cabida una explicación de por qué esta idea es una manipulación con la finalidad de asentar determinadas ideas “patriarcales” que señalan que, en ese momento, el “pensar” (una de las cuatro funciones de la psique según Jung), se convirtió en la facultad predominante, eliminando la inconsciencia y la ignorancia, al igual que la luz del sol (asemejada a la razón) disipa la sombra de la noche. A la vez que se clarificaban las “sombras”, o eso creían, lo hacían también los misteriosos claroscuros de la Naturaleza, junto a la ensoñación y la fascinación ejercida por la Luna, la cual se convertiría en un astro muerto. A la luz de esta conciencia diurna y solar, el hombre descubría los hechos “objetivos” y enviaba al inconsciente a todo lo considerado “subjetivo”.
El descubrimiento de la “conciencia que separa” permitió al hombre liberarse de la “participación mística” con la Gran Naturaleza, de la que solo podría llegar a ser el “eterno hijo”. El que esto constituyera un paso gigantesco para que la Humanidad siguiera evolucionando, queda aún por ver, aunque hoy lo interpretemos como una pérdida, la “pérdida del Paraíso”. La facultad de percibir la diferencia entre lo “objetivo” y lo “subjetivo”, parece haber liberado al hombre del dominio del control que la Gran-Madre ejercía sobre él; pero, a la vez, introdujo la conciencia del “pecado”, puesto que la diferencia entre el Bien (lo adjunto al Padre) y en Mal (lo adjunto a la Madre) se hizo consciente. En realidad, no es cierto que siempre haya que pagar un precio por adquirir más conciencia. Dice Jung el “Simbología del espíritu” (pág. 54):
“Debo hacer una pregunta al racionalista ilustrado. ¿Le ha conducido su reducción razonable a un dominio benéfico de la materia y del espíritu? La respuesta terrible está ante nuestros ojos: no ha habido tal liberación del temor, una presión espantosa pesa sobre el mundo. La razón ha fallado hasta ahora en forma lamentable, y precisamente aquello que todos quisieran evitar, sucede en progresión espantosa. El hombre ha conquistado una gran proporción de cosas útiles, pero para ello ha abierto un abismo en el mundo, y ¿dónde podrá detenerse?”
Mucho antes de nuestra civilización cristiana viniera a la existencia, el arquetipo del Padre ya había reemplazado al arquetipo de la Madre, y los valores masculinos prevalecieron sobre las cualidades femeninas. Los lugares sagrados emigraron desde las cuevas ocultas y los bosques umbríos, hacia las alturas, hacia la luz del cielo, iluminado por el fuego del Sol, en las cimas de las montañas, tan cercanas, por otra parte, al cielo azul.
Lorenzo Ghiberti, Moisés recibe de Dios las Tablas de la Ley
         relieve, 1425-1452. Puertas del Paraíso, Baptisterio de Florencia.
Lo que nuestra tradición cristiana conoce como los Diez Mandamientos solo es una de las múltiples manifestaciones de la Era Patriarcal. Mucho antes ya existían las Leyes de Manu (texto en sánscrito donde se encontraban codificadas las antiguas leyes de cómo fue creado y ordenado el Cosmos, de cómo debían ser los comportamientos en las diversas actividades…, y que fueron dadas por el antepasado, El Manu, a los sabios Rishis de la tradición hindú), ultima remembranza de las leyes dictadas por los protectores de las razas en los pueblos anteriores al Diluvio. Esta Ley, era algo completamente distinto a las Leyes de la Naturaleza a las que el hombre, en un principio, estuvo sometido.
La Ley del “Dios-Padre”, junto con la Ética y la Moral, se instauraron entre los hombres con una finalidad: proporcionar un orden a la vida social. Ese “orden patriarcal” no existía en los tiempos de la Diosa-Medre, aunque existía una Ley y un precepto distinto con una “moral” diferente, ya que estaba dirigido al mantenimiento de la vida, y los medios para conseguirlo parecían carecer de importancia. Pero para la conciencia patriarcal, el fin primario no es, ni siquiera aún hoy día, el mantenimiento de la vida, sino el “orden”, ya que éste permite organizar, estructurar, pero sobre todo controlar la naturaleza y la vida humana.
La “divinidad masculina” exteriorizó un chispazo de severidad hacia la naturaleza animal e instintiva del hombre. Si el hombre quería evolucionar como ente social, tenía que poner orden en su naturaleza instintiva natural (biológica), y esa era la finalidad de los códigos de leyes. Pero, al igual que, para el Dios-Padre, la “amoralidad” de la Gran-Madre se encontraba radicalizada, la “Ley” que pretendía ordenar la vida social para apartar al hombre de su naturaleza instintiva y biológica, también terminó radicalizándose, hasta el punto de ser la “Ley” más importante que la Vida. Aún existen en nuestro mundo muchos hombres fanáticos de las leyes, las normas y los códigos de conducta, imponiendo “la Ley”, o “su ley”, por encima de la vida de los miembros de su familia, de su comunidad, o de su país, rechazando así las necesidades vitales de mujeres e hijos, a los que admoniza por su falta de disciplina o falta de voluntad. Fascinados por sus poderes de “guardianes de la ley” han hecho de su capacidad de castigo algo terrorífico.
Y, sin embargo, el establecimiento de este orden, de esta ley “divinizada”, fue algo necesario para la humanidad. Ésta debía abandonar el estado de eterna infancia en que se encontraba, confinada bajo el reinado de la Diosa-Madre. Pero se necesitaba el “equilibrio”. La conciencia surgida de éste orden le permitió al hombre poder diferenciarse de los otros hombres al reconocerse como “individuo”. Y todo eso fue posible gracias al desarrollo de la facultad de pensar, al desarrollo del pensamiento. El pensamiento extrae un elemento de su contexto para reconocerlo. El hombre pudo al fin, inconscientemente al principio, reconocerse así mismo y decir “Yo”.
El arquetipo del Dios-Padre se reconoce en el símbolo “Cielo”; en la elevación a las alturas, lejos de la tierra, aislado en la cima de la montaña, allí donde no llega el ruido de la vida. Es la línea vertical que hace que el hombre sea un ser “en pie”, siempre en riesgo de perder el contacto con la vida de la Gran-Madre que se desarrolla en lo horizontal. Es la flecha en el azul, metáfora de la duración del tiempo que necesita todo resultado. Y si, igualmente, es la espada capaz de rasgas las capas que esconden toda realidad, también es la hoja que mata, ya que no toda verdad es soportable. Para Théa Schuster, psicóloga jungiana, su deseo se llama Absoluto: verdad absoluta, luz absoluta, certeza absoluta
“Poco importa que el hombre sea cegado por esa luz o por el peso inhumano de esa verdad. Su dominio no es la vida sino la idea, el potencial invisible que engendra entre otras cosas el pensamiento, la lógica y la luz. Todas ellas necesarias en la vida, es cierto, pero a condición de que la medida humana sea respetada.”
 Y justamente esa medida, ese “equilibrio”, es el que no existe en el reino del Dios-Padre.
“El orden decretado por el arquetipo del Padre, obliga a abandonar la tierra, poblada por esa masa vulgar que pulula, y que, sobre todo, es indistinta como un ejército de hormigas. El Dios-Padre, aunque otorga el derecho a la diferencia, puede transformar es este derecho en un deber. ¡Ser diferente! ¡Situarse por encima de la masa, a cualquier precio, incluso al de no parecerse ya a un ser humano…!” (o.c., pág. 41)
La vida parece representar poca cosa a los ojos del “Dios-Padre”. Gastón Bouthoul (antropólogo) desarrolló una teoría a la que llamó “Complejo de Abraham”: “el padre mata al hijo, enviándolo a la guerra, para que su poder futuro no se vuelva contra él”. Es una vieja historia mítica. En esencia, los motivos del “Padre” son los mismos que los de la “Madre”, aunque opuestos. El arquetipo del Padre nunca hará esta pregunta al hijo: “¿Has tenido hoy un buen día?”. Sino que le preguntará: “¿Qué has hecho hoy de extraordinario?”. No hay tiempo para la pasividad, todo debe ser inmediato y marcial. Incluso el tiempo necesario para que una idea pueda concretarse, le parece un tiempo perdido, una lentitud insoportable, una falta de voluntad. Por ello, las necesidades vitales del hombre son consideradas como “debilidades”, “obstáculos” que impiden alcanzar la libertad total.
Es el “cuerpo-tierra” el que hace al hombre sentirse separado de su Padre arquetípico, ya que Él es Espíritu Puro, ligero y libre, allá en las alturas. Esta libertad recubierta de infinitud, más allá de cualquier horizonte, es un ideal que seduce al hombre, cuya fascinación le ha cegado hasta hacerle perder la vida.
El “adversario interior” se viste muy a menudo de Dios-Padre y se proyecta como “sombra” en su lado negativo. Insufla el tentador deseo de una libertad ilusoria que, para conseguirla hay que destruir todos los lazos, incluso los creados con la vida. El “adversario-Padre-negativo” tiene muchos rostros, y suelen cambiar conforme lo hacen los tiempos o las circunstancias, por ello es un ideal imposible de alcanzar; el de un padre exigente que no tolera la menos flaqueza, que no respeta los límites humanos, ni los medios de los que cada persona dispone realmente.
Dios Juez. William Blake
Este arquetipo de “Padre negativo” pone a disposición del “adversario interior” un arma terrible: el poder de reemplazar la realidad de lo vivido por una idea abstracta. El “adversario interior” hará que el hombre se vea así mismo como algo inaceptable, mientras le presenta una imagen de superhéroe, al estilo de los comics de Marvel, o bien la de una persona muy diferente de su naturaleza original. El “adversario Dios-Padreinterviene, atenaza y sopla al oído: “Esto no es bastante para ti… tú posees otras capacidades, otras cualidades; apunta más alto…” Y ese hombre, halagado en su orgullo, inflado en su ego, intentará probar que puede ser algo más que un simple jardinero, o albañil, aunque sin llegar a ser algo más en la mayoría de los casos; en lugar de ser feliz como tal, será un ser infeliz y amargado, cargando un destino que, sin corresponder a su naturaleza profunda, ha sido engendrado por el “adversario”.
Es esencial que cada uno encuentre lugar en la vida y en un mundo construido por los hombres, pero pocas personas lo encuentran. El hecho de no encontrar su lugar en relación a lo que nos rodea es vivido como uno de los sufrimientos más amargos. Y, sin embargo… nos sentimos todos impulsados, de una u otra manera, a buscar nuestro lugar en el mundo, el lugar que convendría a nuestra individualidad. Y es que nos falta el complemento del arquetipo “Diosa-Medre” con el que restablecer nuestro "equilibrio". ¿Qué sucedería si, de pronto, en la totalidad del mundo animal, todos los animales quisieran ser tigres, elefantes, leones o águilas? ¿Quién es el que afirma que eso sería lo mejor? Evidentemente el que emite un juicio. Y el que aún lo emite en la “conciencia colectiva”, que intenta querer seguir llevándonos por la senda de la ley patriarcal.
Tampoco la “Diosa-Madre-negativa” nos sirve de ayuda cuando se trata de sentirse bien legitimado, como algo diferente de ella y de los demás; por lo tanto, diferentes de la imagen que nos proyecta el colectivo. En nada nos ayuda esta imagen para descubrir nuestra propia y única realidad personal.



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