(Capítulo 6)
El carnaval, una máscara de carne.
<PUBLICADO
EN LA GACERA DE
CANARIAS EL 01/03/1992>
<PÁGINA>: LA
OTRA PALABRA
<TÍTULO>: El
sentido mágico del carnaval.
<CAPÍTULO 6>: El Carnaval, una máscara de carne.
<AUTOR> : Alfiar
<SUMARIO>: Toda máscara es un velo, una ilusión, que oculta el rostro verdadero. A
la vez, es reveladora de ese rostro oculto.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Máscaras del teatro Noh japonés. |
Toda máscara es un velo, una ilusión, que
oculta el rostro verdadero. A la vez, es reveladora de ese rostro oculto.
Nuestra búsqueda del Origen es un intento de entender el papel que juega la Máscara,
el Carnaval en nuestra vida. Conócete a ti mismo y conocerás
el Universo y a los dioses, dijeron los antiguos. Pero, ¿como restablecer el
diálogo entre lo divino y el Hombre, entre Adán
y los Elohim?
(...)
Nos resulta difícil
imaginar un lenguaje capaz de participar en las dos categorías, la humana y la
divina. Ese lenguaje existe. Está escondido en los mitos, leyendas, ritos y
símbolos. C. G. Jung decía: ¡Occidente ha olvidado sus mitos! Es
la tragedia de Occidente.
Es de urgencia rescatarlos si queremos
sobrevivir. Los mitos están aún ahí. Nuestro patrimonio sagrado es inmenso. El
problema es que ya no sabemos leerlos. Su significado profundo ha sido
rebajando al nivel de la banalidad. Hemos arrancado la conciencia mítica, la
conciencia de nuestras energías internas, del corazón de nuestra vida. Ya no
nos informan. Han dejado de ser un Camino
de Conocimiento.
Sea cual fuere el plano al que el que conoce accede, los
elementos de ese plano son objetivos en él cuando hacen referencia a lo
arquetípico. Privados de esta referencia, el conocimiento es ilusión y vanidad.
Existe una calidad del que conoce y que
viene dada por su núcleo interno, su
conciencia, y la distancia que le separa de ese núcleo. Solamente si intentamos
acercarnos a ese centro podremos resolver el misterio del Hombre, porque en él,
el que conoce y los conocido, se unifican.
El verbo hebreo conocer es el que usa Moisés para dar cuenta de este conocimiento;
lo toma el hombre de la mujer porque hace referencia al conocimiento que adquiere el hombre tras su realción con lo femenino. Por ello, ese conocimiento es una
boda, un matrimonio sagrado, una Hierogamia,
es Amor. El Árbol del Conocimiento
era dual. Las palabras hebreas "Vera", el Mal significa No-Luz, la Sombra y, "Tov" el Bien significa Luz. Son los dos extremos de la distancia. Matrimoniar esta
dualidad, unir la luz a su sombra, el espíritu a la carne, lo masculino a lo
femenino, es acceder al otro árbol, que es andrógino, el Árbol de la Vida. Nadie podrá resolver la oposición, el misterio, una ver
roto el bucle, si no entra en la experiencia de ir hacia ese Origen, que es
nuestro núcleo.
Adán
y Eva, el Rey del Bosque y Diana,
Atis y Cibeles, son ellos mismos
opuestos en el Edén. Allí el bucle no estaba roto y era una unidad. También
eran inconscientes. La polaridad aún no había entrado en la conciencia. Para
serlo, ¿eligen, movidos por el Deseo-Amor, ese sentimiento esencial en el Corazón Divino del Hombre, salir de la
matriz y desposar fuera los opuestos?
Es un desvío y un desvarío. De las consecuencias de este
desvió Adán, el hombre, ha sido informado por Yahwé: "Tu deseo te llevará a tu esposa y
ella dominará sobre ti"
(Génesis. III, 16). Y así, el Espíritu,
movido por este deseo esencial, se hizo carne, fue llevado a la Naturaleza, surgida en
ese momento de la escisión, como Afrodita,
Diana, María, Eva, y ella le
envolvió con su velo.
Interpretada literalmente ésta sentencia, ha hecho que el hombre quede esclavo de su máscara de carne. El Espíritu del Bosque ha quedado preso del Árbol Sagrado, y sólo es liberado por la muerte, para caer de nuevo en la esclavitud de su amor, el objeto de su deseo, Diana.
Interpretada literalmente ésta sentencia, ha hecho que el hombre quede esclavo de su máscara de carne. El Espíritu del Bosque ha quedado preso del Árbol Sagrado, y sólo es liberado por la muerte, para caer de nuevo en la esclavitud de su amor, el objeto de su deseo, Diana.
La sentencia divina significa otra cosa: "¡Humanidad,
aquello que sea objeto de tu deseo, toda idea con la cual te cases y te
identifiques, todo aquello con lo que establezcas alianza, te dominará!" Y el
Hombre, perdida la conciencia de su Origen,
se hace esclavo del objeto de este deseo, de ese falso esposo que así mismo se
da: otro hombre, una mujer, la fortuna, el poder, el renombre, una ideología,
una creencia... Buda habló de este deseo como la ilusión en la que el hombre
está preso.
Deseando la Creación,
Venus-Afrodita, y no más al Creador,
el Espíritu del Hombre da a la Creación
poder sobre él y se hace esclavo. En lo sucesivo, los dos polos se separan en
su corazón. Cada uno ignora al otro y lo esclaviza. Separado del Arquetipo
Original, roto el lazo que mantiene unido Origen
y Fin, Alfa y Omega, Luz y No-Luz, la simiente sigue manando, sigue fecundando el Ponto, el Mar,
sigue dando nacimiento a la
Naturaleza, constantemente...; pero pierde su potencial, su
tensión y cae en la Entropía, en la
muerte. Esta muerte se da solo en la conciencia del Hombre olvidada de su
Origen. Porque Dios (sea lo que fuere que se esconde tras esta palabra), para proteger su propia simiente, la reviste de aquello
que, en última instancia, creó. La reviste de Naturaleza, la reviste de una túnica de piel, de carne. "Y
Dios hizo a Adán y a su mujer vestidos de piel, y se los puso."(Génesis.
III, 21)
¿Qué es esta túnica de piel?
¿Qué es esta túnica de piel?
Es la misma palabra hebrea que designa el Mal, "Vera", la No-Luz,
la Sombra, que ha permutado sus letras para
construir otra palabra que significa Túnica
de piel. Hablando cabalísticamente, No-Luz
y Túnica de piel están ligadas por
la misma potencia, son la misma energía. Dicho de otra manera, el Hombre-Espíritu está revestido de
aquello que ha sido el objeto de su elección, se ha puesto el manto de la Naturaleza, un vestido biológico y ha quedado
preso en su interior al identificarse con ella.
Está en el destino del hombre que en alguna
vida el Despertador llame a su
Corazón dormido. Lo escuche, y se ponga en camino para celebrar las sagradas
nupcias; para ello debe desprenderse, conscientemente, de su vestido de piel, y vestir su vestido
luminoso, su Cuerpo de Gloria. Pero
como carece de memoria de Origen,
tiene que buscar primero este Vestido de
Luz, ese Vellocino de Oro que colgaba de una encina, en la Cólquida, custodiado por
un monstruo, y a cuya conquista Jasón y sus Argonautas se lanzaron. Convertido
en héroe, debe hacer el viaje iniciático y arrancar la Rama Dorada del roble.
Todo un sacrificio.
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Jasón regresa con el vellocino de oro en una crátera roja de Apulia, 340-330 a. C. Louvre |
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BRUEGHEl. Batalla de Don Carnal con Dña. Cuaresma. 1564-1637/38. |
Cuenta el Arcipreste de Hita que el jueves
que precede al Miércoles de Ceniza, Don Carnal, que hacía cerca de un año que
campeaba por el mundo haciendo daño, recibe unas cartas en las que se le
anuncian la llegada de Doña Cuaresma, la cual le incitará a hacer penitencia.
Se le advierte que esa penitencia dará comienzo en siete días y que durará
cuarenta. Luego, el Arcipreste nos describe la tremenda lucha que hubo entre
ambos.
Cuarenta es un número simbólico que indica
un ciclo de experiencia en el plano material. Experiencias que deberán
llevarnos a una purificación y a una transformación. El inicio de éste ciclo lo
marcan los Tres días del Carnaval.
En el otro extremo de la cuarentena, otros
jueves, Jueves Santo, señala el sacrificio en el Árbol de la Cruz (también una imagen del Árbol de la Vida),
la muerte y disolución del Hijo del Hombre, cuyo cuerpo, en el seno de la
tumba, es volatilizado y transmutado por el fuego del espíritu para luego
resucitar en un Cuerpo de Gloria.
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Fotografía de Lola Maró |
Es como si hubieran dos ciclos idénticos, uno que discurre por la Naturaleza y en todo lo que ella enmarca, incluidas las sociedades humanas y otro que, idéntico y en forma paralela, discurre por la conciencia del hombre. Ambos se cruzaran en la propia naturaleza humana. Porque esas Carnestolendas -los tres días que preceden al Miércoles de ceniza-, a cuyo final el Carnaval es incinerado, prefiguran esos tres días en los que el Hijo del Hombre descendió a lo más profundo de si mismos antes de resucitar.
¿Se esconde algo detrás de todo esto?
La Antigüedad
cree que su seguridad y la de lo creado está ligada a la vida de las
encarnaciones humanas de la
Divinidad. Y si la vida colectiva, y la Antigüedad
es sobre todo conciencia colectiva, está ligada a esos hombres dioses, es
natural que observe un extremo cuidado con su vigor. Más todos los cuidados se
hacen vanos cuando el hombre-dios,
el portador del espíritu, comienza a envejecer. Si la marcha de los procesos
naturales depende de ello, ¿qué catástrofe no sobrevendrá del gradual debilitamiento
de sus poderes y de la extinción final?
La Sabiduría de la Naturaleza, encuentra la solución: matar al hombre-dios tan pronto como muestre síntomas de debilitamiento, para transferir su espíritu a un sucesor vigoroso. No es otra cosa lo que hace la propia Naturaleza a través de sus especies, cuando el rey de las manadas, el caudillo y conductor, es retado y muerto por el macho más joven. Toda la supervivencia de la especie depende de este hecho.
La Sabiduría de la Naturaleza, encuentra la solución: matar al hombre-dios tan pronto como muestre síntomas de debilitamiento, para transferir su espíritu a un sucesor vigoroso. No es otra cosa lo que hace la propia Naturaleza a través de sus especies, cuando el rey de las manadas, el caudillo y conductor, es retado y muerto por el macho más joven. Toda la supervivencia de la especie depende de este hecho.
Este conocimiento, pero referido al otro
ciclo, el que se cruza en el Corazón,
es al que se refieren los mitos y las leyendas. Es una Ley Espiritual de la
Energía el que todo bascule, tarde o temprano, hacia su
contrario. Y así ocurre eternamente en el interior del Ciclo. De ahí que en las
sociedades antiguas, el orden era invertido con la llegada de la Luz, con la
llegada de Primavera-Afrodita. Entonces, el Sombrío y Loco Saturno
surgía de la profundidad para recordar que si la cultura, el orden, reprime por
imperativo de Júpiter-Poder la
energía psíquica o natural, individual o colectivamente, en un sólo extremo, el
del orden, si no se le da alguna salida, tarde o temprano estallará en forma
violenta destruyendo el Cosmos. Y
como la Antigüedad sabía
esto, ritualizaba en el comportamiento de la sociedad tribal, una con los
ciclos naturales, la manifestación de esa energía.
Es la hora de concluir este recorrido por los orígenes del Carnaval y de hacer la gran
pregunta. ¿Todas estas fiestas carnavalescas no tienen más función que la de
permitir que lo natural en nosotros, interiorizado en nuestra vida psíquica,
siga el ciclo de muerte y renacimiento de los procesos naturales? O..., ¿hay algo
más?
Yo creo que hay algo más. Algo que está
simbolizado y ritualizado en los procesos iniciáticos. Algo que aparece
prefigurado en esa superposición del mito natural de Don Carnal con el mito
cristiano de la muerte y resurrección del Hijo del Hombre. Porque, ¿qué
significa la palabra Carnaval?
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En el México Antiguo había un dios llamado Xipe Tótec, nuestro señor El Desollado que se ponía la piel de un ser humano para cubrir su desnudez. |
Dicen que viene de la palabra latina carnavale,
formada por un sustantivo Carnen = Carne y el verbo Lavare
= Lavar. Lavar la carne. Pero esta acción se refería a cocer en agua
caliente la carne para que se desprendiera del hueso. Así que, en última instancia,
Carnaval significa quitar la carne, quitar la túnica de piel por esa acción conjunta
de agua y fuego. "Y seréis pasados por agua y fuego",
dijo Jesús.
De nuevo volvemos al Origen, al Paraíso. Allí donde el Hombre-Espíritu aún participaba de la presencia del Gran Espíritu. Fue después de haber
comido del fruto del Árbol de la Ciencia que este
contacto se rompió. Ese fue su deseo. Ahora, cubierto de carne, expulsado de su
Origen, sometido al ciclo de las
encarnaciones naturales regido por Saturno, tiene que buscar con el sacrificio,
purificándose con agua y fuego, su anterior vestido de Luz que quedó prendido en un Árbol, como el Vellocino o como la Rama Dorada, en un roble.
Cuando lo consigue, restablece en su conciencia de nuevo el Origen y se ve ante
la presencia del Padre, situándose a
su derecha, como lo está su hermano el Cristo, ese Hijo de la Carne,
ese Hijo del Hombre, que en un Gran Carnaval Cósmico se transformó de nuevo en
un Hijo de Dios.
Son los símbolos.
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