<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: La piedra y el centro
<SUBTÍTULO>: Evocación del Cante Hondo
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACIÓN>: Esbozo egocéntrico del espacio. Oskar Schlemmer (1924). El Bauhaus.
<SUMARIO>: En las Tabernas se destila la esencia de las cosas ingiriendo el fruto sagrado de la vid, que abre las puertas del alma.
<CUERPO DEL TEXTO>:
En un artículo anterior, comentábamos un poema de León
Felipe titulado "Como tú",
en el que el poeta se identificaba con una piedra pequeña y ligera, queriendo
ser lanzado por una honda hacia un destino del que nada nos decía. Averiguar
cual podría ser ese destino nos obligaría a pasar a una segunda fase de la
lectura, a una fase meditativa, para deslizarnos por esa fisura atemporal en la que
el alma se abisma en su propoa realidad.
Meditemos, pues.
(...)
El poeta, la piedra, al perder su forma, aspira a llegar a lo que es
ahora: la piedra de una honda. Aunque hemos de preguntarnos algo: ¿Quién maneja la honda? ¿Quién lanza la
piedra? Y, ¿hacia dónde?
La piedra-núcleo con la que se ha identificado el poeta ha quedado reducida a un centro, se ha convertido en
un onphalos. Ella es un Bethel. Es decir, una piedra que en si
misma es el centro de la creación y que, por ello mismo, es el lugar de paso
entre los mundos, entre los niveles de esa creación. Ella es el canal que une la Tierra
y el Cielo. Como Bethel es una piedra sagrada, una piedra "fundamento", como
Pedro, como La Kabba
-la piedra negra que se venera en la
Meca-, como la del Dios Solar de Emesa, capital de los
nabateos, como las piedras sagradas de todos los pueblos, como la piedra sobre la
que durmió Jacob y sobre la que soñó que ascendía al cielo por una escala por la que subían y bajaban los seres espirituales y celestes, y por la que pudo ascender después de
vencer al ángel que le cerraba el paso.
Y es por ello que esa piedra necesita el impulso del giro de la honda, y por lo que tiene que ser
lanzada: para vencer al ángel que le cierra el paso. No se puede pasar por ese
ángel que es el que expulsó a Adán y Eva del Paraíso cerrándoles el acceso al Árbol de la Vida; sin ese impulso gestado en el
movimiento espiral de la rueda de la vida, en la que se adquiere, por ese mismo
movimiento circular, una mayor vibración.
La meditación nos lleva a un pueblo viejo hecho de la mezcla de otros
muchos pueblos y culturas, con mucha experiencia y paciencia sobre las
espaldas, con mucha sabiduría oculta,
transfigurada. Se llama Al´Andalus.
Allí, en las Tabernas, palabra sagrada que tiene la misma raíz que tabernáculo, en esos lugares donde se rinde culto a Baco, es
donde se destila la esencia de las cosas ingiriendo el fruto de la vid: un
líquido sangrante y sagrado, el vino. Sangrante por su color y por ser el
símbolo de la sangre, sagrado porque abre, al transubtanciarse en sangre, las
puertas del alma.
¿Se ha preguntado alguien el por qué los grandes viñedos europeos
están junto a afamados monasterios medievales y por qué fueron creados por
ellos?
En alguna parte he leído u oído que, en un pasado lejano de la Humanidad, cuando ésta
hubo entrado en la fase de inmersión en el reino material, hablando
espiritualmente, perdió por ello todo recuerdo de los niveles internos del
alma. Para rescatar ese recuerdo, los Maestro Espirituales del hombre
recurrieron al vino y a cierto tipo de drogas para recordarle al hombre la
existencia de esos niveles y planos del Ser olvidados por la conciencia.
Allí, en las Tabernas, donde se hace pura metafísica de la vida, donde
la realidad se hace llanto, queja, lamento..., y donde también se bebe otro
vino; no un vino hecho de sangre, sino de sol, un vino dorado, luminoso,
transparente, solar...
Allí, en las Tabernas, los cantaores
cantan coplas, coplas como estas:
"Fui la piedra y
el centro
y me arrojaron al mar,
y al cabo de mucho
tiempo
mi centro vine a
encontrar."
¿Quién ha puesto en el pensamiento del cantaor la idea que arrastra la
copla y por cuya garganta, la voz hecha canto, surge, a borbotones, desde qué
inconmensurable distancia?
¿Quién fue piedra y centro y por qué le arrojaron al mar?
¿Cuál es el sentido de la copla?
Estas serían nuestras preguntas racionales, preguntas por el sentido, por el significado;
pero allí, en la Taberna,
nadie pregunta por el sentido, por lo que la copla quiere decir. No es
necesario.
Para el cantaor y para los que le escuchan, ella, la copla, es su propio sentido,
un sentido que se encuentra en la misma voz. La Voz. Esa
voz hecha Verbo con la que el cantaor canta en el cante y con la que se hace
canto y se lanza hacia la interioridad, hacia lo más íntimo de si. Una voz que,
precipitada o retraída, brotando desde las más profunda y estrechas gargantas
del alma, puede parecernos ininteligible. A esa voz, los cantaores la llaman voz natural.
La Voz. ¡La he escuchado
tantas veces! Escuchamos una voz que sube, descendiendo. Como la piedra cuando
es arrojada y que por un instante, como en un milagro, permanece suspendida
allí donde se encuentra su mismo punto de extinción.
Desde esta posición canta el cantaor, y lo hace hacia dentro. Y allí,
en aquel territorio suspendido y demarcado por la vibración, en aquel Círculo Mágico, queda la copla y su sentido, aquello que es "centro" y que hasta llegar a la garganta y transformarse en voz, ha
rodado tiempo y tiempo, como la piedra, "... como la piedra cuando se va más llegando a su centro..." tal
como dice San Juan de la Cruz
al final del comentario a la canción XI de su "Cántico Espiritual".
Si. La Piedra
hecha canto, la piedra y el centro. Y el camino, y el tiempo, -al cabo de largo tiempo-, que para ese
allegar media. Y así, la Voz,
como una oscura señal del fondo, del sentido, nos hace comparecer el tema de la
copla. Cantando por lo bajo, la
Voz, se canta así misma, en la Taberna, en el lugar
sagrado de la propia interioridad.
Y el canto se hace así fondo: Cante
Jondo. Y, como dice San Juan de la
Cruz comentando la canción primera de la "Llama de amor viva", la piedra, con lo que ella encierra,
"cuando llegare y no tuviese de
suyo más virtud e inclinación para más movimiento, diremos que está en el más
profundo centro suyo."
¿Centro de qué?
Centro de si. Porque la piedra
y el centro son en verdad lo mismo,
aunque la separación haya sido padecida como desgarramiento de lo Uno.
Fui la piedra y el
centro
y me arrojaron al mar.
¿A quién? ¿A la piedra o al centro? ¿O solamente a la piedra que era
a la vez centro?
El exilio de la piedra, de Adán expulsado del Paraíso, es en rigor la
pérdida del centro. Así pues, piedra-hombre
en el exilio, fuera de su centro.
Más el Centro mismo se exilió con la piedra, hasta ese momento en que
ésta viniera a encontrar ese profundo centro suyo, que había perdido, o del que
había sido arrojada.
"Y me arrojaron al mar."
El mar, el símbolo del Océano Primordial, y del que surgió un punto
central. Un punto pétreo, sólido, que dio origen a la creación. Es por ello que
la piedra se exilió, y es por ello que la piedra canta en un territorio cercano
al Salmo 118 y su tema de la piedra
rechazada por los constructores, pero que al final ha de ser situada en su
lugar, en su centro, porque es piedra
angular y clave de bóveda,
fundamento y coronación de la obra del Templo-Hombre, sin la cual la Gran Obra no puede ser
obrada.
La piedra ha hecho un largo recorrido. El canto canta en la voz del
cantaor la reconducción del tiempo hacia el centro de la Unidad Divina,
volviendo a ser lo que fue en el origen: "fui la piedra y el centro".
¿Necesitamos ya preguntarnos quién es el maneja la honda y hacia dónde
será lanzada la piedra?
Interrumpamos aquí nuestra meditación. Miremos la cumbre del paisaje
que se ofrece a nuestra mirada, un paisaje de esa realidad de más allá a donde nos ha llevado la
metáfora, y arrojémonos en el corazón de la Libertad.
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