<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 16/05/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: La naturaleza del Poder
<SUBTITULO>: Más allá del miedo.
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: La falta de poder interior nos vuelve agresivos. Visión de nuestra sociedad por Philip Kirkland.
<SUMARIO>: La energía fluye continuamente entre las almas, pero cuando la personalidad está fragmentada, el fluir se rompe, y el poder escapa abandonándola.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Nadie pone en duda que en el momento presente de nuestra sociedad se
ha desatado una batalla -no quiero usar ningún adjetivo para designarla, ya es
bastante lamentable el que algo así exista-, para alcanzar el poder o acaparar
parcelas más o menos grandes de ese poder. Los hay que se contentan incluso con
las pequeñas migajas caídas del gran banquete, con tal de que sean migajas de
poder.
(...)
(...)
Hoy quiero tocar el tema del poder, aunque desde una perspectiva
diferente, desde su significado humano y espiritual.
¿Cuál es la naturaleza del poder? ¿Qué es lo que significa ser una
persona humanamente poderosa?
Desde luego no se refiere a nuestra capacidad de ejercer nuestra
voluntad sobre las demás personas, aunque sea con el beneplácito de la mayoría.
No hay fuerza interna en esta clase de poder. No hay poder en el miedo, aunque
si dominio y explotación. El poder del que quiero hablar es una energía que
crece desde el centro del ser. Es Luz, a la que las intenciones del amor, la
conmiseración, la inofensividad, el conocimiento y la sabiduría dan forma. Su
finalidad es que el alma pueda cumplir su trabajo en la Tierra.
¿Qué quiere decir esto?
El mundo de las almas es interactivo. La energía fluye continuamente
entre ellas. Pero cuando la personalidad se encuentra fragmentada, el fluir, el
intercambio de la energía entre las almas se rompe, y, la energía, el poder,
abandona el vehículo de expresión del alma que es la personalidad.
Perdemos poder (fuerza interior) cuando una parte de nuestra
personalidad teme perder el puesto de trabajo, la amistad o el cariño de
alguien, o enfrentarse a una situación personal que, aunque pueda escenificarse
en el exterior, está conflictuada dentro de nosotros.
En situaciones así, el poder escapa de nosotros sin que
conscientemente podamos impedirlo. Cuando las energías nos abandonan porque el
miedo, la desconfianza, el deseo de que los otros se adecuen a nuestros
caprichos inmaduros e infantiles, su lugar es ocupado por la enfermedad y el
dolor.
Esa energía que escapa, nuestro poder, es la que el Cosmos nos
proporciona para que nosotros mismos nos protejamos y cuidemos de nosotros
mismos. Si tenemos miedo a ejercer ese poder para construir nuestra propia vida
en una interacción de no dependencia -dominio o sumisión-, aparece la ansiedad
que es el síntoma de que el poder nos abandona.
Un ataque de ansiedad, una caída en la depresión, es una pérdida total
de energía, de potencia, en nuestro centro interno de poder.
Las enfermedades, las disfunciones de nuestra naturaleza humana
personal, deberías ser entendidas en términos de energía perdida debido a una
falta de madurez, a una personalidad fragmentada, a una configuración psíquica
con aspectos aún infantiles, y no por cualquier acontecer o evento externo.
Detrás de todo ello está el miedo: miedo a ser vulnerable, miedo a no
poder crearnos a nosotros mismos, obligándonos a relegar en otro esa
responsabilidad, con la que nos atamos a la dependencia de ser dominador o
dominado. En este punto se encuentra la raíz de la delegación o transferencia
de poder que hacemos en lo político o en lo religioso.
El camino que conduce al auténtico poder interior pasa por el chakra
del corazón. Es el camino de la conmiseración y el amor: una energía que
interactúa libremente entre todas las almas. Por ello es poderosa. Un ser
humano poderoso es aquel que no permite que su energía escape excepto por amor
expresado en forma impersonal.
Es impersonal el ser que, desde su humanidad e inofensividad, aprecia,
honra y venera a la Vida
en todas sus formas sin ninguna relación de dependencia. Esto significa hacerse
tan fuerte que ya no hay ninguna necesidad de ofender a ninguna criatura; ser
tan poderoso que la idea de expresar ese poder a través de la fuerza, la
violencia o la manipulación no tiene
cabida en la conciencia.
Un ser así, poderoso en el núcleo de su ser, es humilde y no pide más
de lo que necesita, y ello se lo proporciona el Universo. No sigue modelos
artificiales de vida, ni se siente atraído por los símbolos del poder externo.
No conquista el poder. Usa el poder que le es propio lo mejor posible para
todos.
El ser que está vacío de poder anda siempre quejándose, exigiendo
perdón. Esto significa que hacemos responsables a los demás de lo que nos
ocurre. La queja nos arrebata poder. Una queja no es otra cosa que la
pretensión de que sea otro el responsable de lo que nos sucede o
experimentamos; la pretensión de que otro solucione las cosas tal como mi deseo
infantil las proyecta. La queja es una forma de manipulación, aunque uno
siempre es libre de ir más allá y establecer correctas relaciones con los
demás.
En realidad, lo que en la dinámica del poder se pone en juego, no es
el querer compartir o relacionarse, sino la intención que subyace en ello.
Cuando nos quejamos en lugar de compartir, la acción se vuelve negativa y nos
retira el poder. Es la manera en que proyectamos y damos forma a la acción, es
decir, la intención oculta y generalmente inconsciente, la que nos arrebata el
poder.
Ante cualquier acción -y toda acción es siempre una acción de poder-,
uno debería preguntarse cual es la intención que subyace en dicha acción,
pretensión o deseo. Qué es lo que se pretende con ello y, sobre todo, averiguar
si uno es el único beneficiario de lo que se pretende alcanzar. Si ello es así,
el poder nos abandona, la energía se marcha por la fisura que es querer
convertir a otro en el responsable de nuestra experiencia.
La creencia de que existe alguien más, aparte de uno mismo, que pueda
ser responsable de lo que la vida nos trae, es lo que nos lleva al
remordimiento cuando no podemos alcanzar el perdón. Perdón no del o al otro,
sino a nosotros mismos, porque, ¿cómo puedo culpar o exigir perdón a alguien
por el hecho de que yo mismo haya decidido disminuir mi energía? El
remordimiento nos mantiene en la negatividad. Cuando algo nos remuerde perdemos
poder.
En el cuento del Emperador de China y el Anciano Sabio, después que un
terremoto hubo destruido el imperio, el palacio y la familia del Emperador,
este se quejaba al Anciano Sabio. Este le respondió:
-
Lo que tienes que hacer es no plantearte cuestiones inútiles, sino utilizar la
situación en que te encuentras. Cualquiera que sea esta, utiliza los instrumentos
que están a tu disposición, usa tus manos, tu inteligencia y tu fuerza.
-
Pero yo no tengo ningún instrumento-, dijo el Emperador.
-
El temor y el miedo han aumentado tu ignorancia -replico el Anciano sabio-. Tus
instrumentos son tu capacidad de comprender que donde te encuentras en este
momento es donde debes estar y no en otro lugar o en otra situación. No hay
azar en esto. Por alguna razón la vida te ha puesto ahí. Utiliza cada momento.
Utiliza los instrumentos que esta pone a tu alrededor. ¿Cuánta gente,
situaciones y cosas has utilizado mal en el pasado? ¿Cuánta has dejado que se
deteriore por no utilizarla?
El
Emperador creyó comprender...
-
¿Por dónde empezar? -pensó-, ya no me queda nadie.
-
El miedo, la tristeza y la emoción -dijo el Anciano Sabio- forman parte de la
evolución del hombre. Es una evolución por la que debes pasar, pero mientras
seas presa de las emociones, mientras no te desprendas de las cosas, gentes y
realidades a las que ellas te atan, no podrás utilizar lo que eres. Los sabios,
no se dejan implicar por lo que ha sido. No les preocupa más que el momento
presente. Pueden ver el porvenir y el pasado, pero no se dejan llevar ni por el
uno ni por el otro. Utiliza lo que eres. En ti está todo el Poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario