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Vamos a
continuar hablando de la consideración
exterior. Esta no produce "emociones
de sí", sino "emociones de los otros". Para relacionarnos comprensivamente
con nuestro prójimo necesitamos de la consideración
exterior, pues hemos de ponernos a nosotros mismos en el lugar de los demás,
hemos de tratar de entender en nosotros las dificultades de las demás personas.
En la práctica de la consideración exterior
es preciso comprender que las otras personas son “espejos” que reflejan nuestra propia imagen, imagen que nos ofrece
lo que hay en nosotros, aunque no lo veamos o no queramos verlo. Cuando
hallamos llenado un álbum con fotografías de nosotros mismos, fotografía
sacadas a través de una larga y prolongada auto-observación,
entonces, no tendremos que indagar mucho para encontrar en nuestro interior
aquello que tanto nos desagrada y molesta de las otras personas; solo entonces,
podremos ponernos en el lugar de esa persona, porque comprenderemos que ella tiene
el mismo problema, así como las mismas dificultades, que tenemos nosotros.
(...)
No podrá haber
un desarrollo correcto de nuestras emociones sin la práctica de la consideración exterior. La valoración del Trabajo y la práctica de la consideración
exterior limpian y desarrollan nuestro Centro
Emocional. Cuanto más valoremos el Trabajo,
menos poder tendrá la falsa personalidad,
tendremos menos vanidad y menos
importante nos consideraremos. No se trata de hacer el bien, cuando en realidad
pretendemos lo contrario. Es inútil mostrar nuestra cara agradable a las otras
personas, cuando en realidad las aborrecemos de corazón.
Todo el Trabajo depende de esta sinceridad interior. La consideración exterior no es “hipocresía”, no son "buenas obras", no es “caridad cristiana” tal y como la
entiende la Iglesia ,
sino una cuestión de actitud interior.
Cuando encontramos en nosotros mismos aquello que censuramos en otras personas,
se produce el efecto mágico de poner
fin a nuestro estado negativo. Este es el verdadero "perdón".
Solemos sorprendernos
cuando alguien nos señala una equivocación. Entonces decimos: "Sí, me temo que esto ha sido culpa mía."
Aunque si nos responden: “Si, eso es
verdad”. Entonces, nos sentiremos heridos y ofendidos. Esto se debe a que es
muy difícil que creamos que algo anda mal en nosotros, ya que el estado de sueño
(inconsciencia) en que estamos sumidos y que afecta a toda la Humanidad , es muy
profundo. La Observación de sí, si se practica con sinceridad,
nos duele. Dejar penetrar un rayo de Luz,
pone fin a que crezcan en nuestro interior toda clase de “malezas” que son alimentadas por nuestra consideración interior y por nuestra autocompasión, entonces dejaremos
de cantar nuestras tristes canciones porque estaremos
comenzando a comprender que somos “nadidad”,
el primer paso para poder llegar a ser “algo”.
Otra forma de consideración interior es la que
descansa en el sentimiento de que “la vida nos ha engañado” por no
ofrecernos una mejor situación. El Trabajo
pone mucho énfasis al señalar que cada uno debe comenzar el trabajo desde el
nivel en que se encuentra, sin juzgarse y sin juzgarlo. Las condiciones en que
uno se encuentra al comenzar el Trabajo,
son las condiciones correctas para cada uno. Suele ser sorprendente las estrechas
opiniones de las gentes sobre lo que debiera ser la vida en general y la suya
en particular. Todo el mundo cree tener una o varias recetas para arreglas la
vida y, cuando su propia vida no se corresponde con esas recetas, se la juzga
cómo algo vano e inútil.
Desde esta
perspectiva, solemos entregarnos a la consideración
interior y sentimos que todo se ha puesto en contra nuestra, que Dios y el Universo
nos han abandonado. Ello ocurre, sencillamente, porque no sabemos encarar
nuestra vida de una forma correcta. No nos damos cuenta que tenemos exigencias
que nunca podrán ser satisfechas. Es como si entramos en una frutería y pedimos
una lavadora. No debemos pedir a la vida lo que esta no puede darnos. Las fuerzas hipnóticas que nos mantienen dormidos son las mismas para todos. Si nuestro
propósito es el despertar, entonces, no
importará cuales sean nuestras circunstancias, si pretendemos que, por algún “milagro”, se nos solucione el problema.
En Oriente
existe un Yoga llamado Karma Yoga.
Algunos lo definen como la “ciencia de
la acción con la no identificación”, que muchos confunden con “la acción sin identificación”.
No es lo mismo. La esencia del Karma Yoga se basa en hacer frente a las cosas desagradables al
igual que a las cosas agradables, porque no se trata de evitar solo las
cosas desagradables, que es lo que suele hacer la gente. Toda la vida, la agradable y la desagradable, debe ser enfrentada sin que nos identifiquemos con ella.
Si lo conseguimos, es entonces cuando la vida llega a ser nuestra maestra. Nada cambiará en nosotros mientras nos identifiquemos con cualquier
realidad de la vida. Vivir sin
identificación no significa un actuar vacío, sino hacerlo desde esa base
real que es la comprensión de lo que
es la vida. No se puede comprender la vida en función de si misma, el Karma Yoga proporciona a la vida un significado, y es a través de este
significado como esta puede enseñarnos. Lo mismo hace el Trabajo, nos proporciona un significado
sobre lo que es la vida.
A pesar de que
esta Enseñanza nos fue transmitida
hace varios miles de años, aún no hemos logrado evitar que sigamos considerando internamente todo aquello
que concierne a nuestras circunstancias en relación con la vida. Puesto que la consideración interior es una forma de identificación, es necesario comprender que la práctica de no-identificarse es lo que se ha llamado desapego. Cuando comprendemos que la consideración
interior puede llegar a convertirse en una enfermedad que puede destruirnos,
entonces, haremos todo cuanto esté en nuestra mano para deshacernos de ella.
Tengo que
aclararos algo antes de que me lo preguntéis. Yo no tengo y no se si existe
algún remedio para la consideración
interior. A lo mejor es que no lo hay, en el sentido que vosotros/as
entendéis el concepto “remedio”. Lo
que si conozco es un método de trabajo: observarnos a nosotros mismos y darnos cuenta del daño que esta
forma de consideración nos hace; así lograremos un fuerte deseo para liberarnos
de ella. Primero necesitamos verla en nosotros mismos, luego hemos de encararla
seriamente, junto con las demás cosas que en el Trabajo se nos pide que practiquemos. Las diferentes partes del Trabajo interactúan entre sí, ya que
éste, en sí mismo es un organismo vivo.
Recordemos que
en todas las “Escuelas Esotéricas” de forma más o menos explícita, encontramos tres líneas de Trabajo: el “trabajo sobre uno mismo”, el “trabajo para y con los demás”, y el “trabajo por el trabajo”. Así las
formula el Sistema de Gurdjieff.
Pues bien, la práctica de la “consideración
externa”, debe ser aplicada, simultáneamente, a estas tres líneas de
trabajo, porque esas líneas tampoco están separadas, sino que forman una unidad
que se expresa a través de tres aspectos. Cuando nos encontramos demasiado auto-centrados, es decir: que aunque
pensemos en nosotros mismos o en los demás, seguimos siendo un centro, estaremos trabajando solo a través de
la primera línea de Trabajo, la del Trabajo sobre uno mismo y ello de forma
muy limitada. La segunda línea del Trabajo
tiene que ver con las otras personas y nuestra actitud hacia ellas. Esto también
nos exige el trabajo sobre si, lo
que no significa que tengamos que soportar las manifestaciones desagradables de
los demás, aunque debemos recordar que ellos también tienen que soportar las
nuestras.
Cada uno de
nosotros tiene una forma, más o menos fija, de relacionarse con los demás. Esta
forma está condicionada por nuestras actitudes
y nuestras barreras. Vemos a los demás
a través d ellas. Por lo general, si la mayoría de las otras personas no nos
gustan o no nos caen bien, instintivamente, las convertimos en “enemigas” y expresamos “hostilidad” contra ellas. Si nos observamos internamente, cuando nos
cruzamos con una persona que no nos cae bien, descubriremos como nuestros músculos
se tensan. No se trata de fingir simpatía hacia esa persona, sino de trabajar en nuestro sentimiento de
antipatía. No se puede considerar
externamente a otra persona, si sentimos antipatía por ella.
Simpatía y antipatía son los dos
extremos de algo llamado “empatía”,
por lo que no debemos identificarnos con esos extremos ni permitir que, tanto
una como la otra, se conviertan en algo mecánico en nosotros. La Observación de sí nos permite darnos cuenta de un
hecho: en nuestra relación con las personas solemos tener dos memorias. Cuando somos negativos sólo recordamos las cosas desagradables; cuando no somos negativos las olvidamos. A
veces solemos tener una vaga idea de lo que significa un trato justo en lo que
respecta a nuestra conducta con los demás; pero es necesario que seamos justos,
en nosotros mismos, hacia los demás y
esto es, en realidad, la forma del Trabajo
sobre sí sobre la consideración
externa.
A veces suele crecer
en nuestro interior, como si fuera una colmena, un enjambre de pensamientos y
sentimientos desagradables en relación con otras personas. Cuando comienzan a
volar, su zumbido nos aturde y no podemos impedir que entren en nuestra conciencia;
es más, les abrimos la puerta voluntariamente. ¿Acaso podemos cerrarles la
puerta? ¿Nos importa algo el respeto que podamos sentir por nosotros mismos, o
el podamos sentir por las otras personas? ¿Cómo impedir que este “veneno” nos destruya?
Para neutralizarlo,
tendríamos que echar manos de toda nuestra inteligencia y sinceridad. Pero eso
solo no basta, necesitamos la memoria de
lo que hemos aprendido en nuestro Trabajo para poder tratar, imparcial e impersonalmente, dentro de nosotros, a las otras personas. Tendríamos
que ponernos en el lugar de la otra
persona. Tendríamos que desechar todas nuestras justificaciones y, sobre todo, tendríamos que recordar lo que hemos observado
en nosotros mismos sobre lo que
en realidad somos, antes de criticar con tanta facilidad a las otras personas. En
realidad, no tenemos ninguna necesidad de considerarlas
internamente. Por desgracia este hecho constituye la base de nuestras relaciones.
¿Acaso no habéis notado, cuando observáis una relación entre dos personas que,
por regla general, una de ellas tiende a considerar más externamente, mientras que la otra suele hacerlo más internamente, quejándose de todo?
La consideración exterior debe penetrar
profundamente en nosotros a una mayor profundidad que lo hace la vida, pues
ello purifica nuestro Centro Emocional,
que se encuentra drogado con tanta emoción negativa, tanta vanidad y tanto
engreimiento. Considerar a las
personas externamente, es decir, aceptarlas tal y como son, requiere de un
esfuerzo consciente. Mientras que la consideración
interior es algo mecánico que no
requiere esfuerzo, pues una vez que empieza fluye por si misma y crece por sí
misma, del mismo modo que lo hacen las emociones negativas. Dado que la consideración exterior requiere de un
esfuerzo consciente, ese esfuerzo conciente cambia nuestro nivel de ser.
Pongamos un
ejemplo: Entramos en un restaurante y observamos al Maître. Se acerca y nos atiende. Parece un hombre inteligente que
ha aprendido a observar lo que gusta a los clientes, sobre todo a los asiduos:
cuáles son sus peculiaridades, qué esperan de él, en qué forma se irritan, qué
alimentos prefieren, y así sucesivamente. Evidentemente, saca provecho de ello.
Ha aprendido a adaptarse a las necesidades de las otras personas. Incluso se
desvive poniendo todo su amor en su trabajo. Tiene tacto, es observador, se
borra a si mismo de la escena… Aunque todo esto solo es una “representación” ya que el camarero está
representando un papel. Las normas he han llevado a hacerlo así. Esto no es “consideración exterior” según el Trabajo, sino “consideración interior”. Aunque hay “algo” que puede llegar a ser diferente. Tal vez porque aprendió a
conocer lo que significa la vida y el valor que supone tratar a las personas
amable y educadamente, con respeto y cariño, puede que a esa persona le sea más
fácil aprender la verdadera consideración
exterior.
Pretendo que
entendáis que el tipo de consideración
exterior que muestra el “Maître”,
no es la misma que la que necesitamos desarrollar en este Trabajo. Puesto que el Trabajo
y la Enseñanza tienen una finalidad: tratar que las
gentes despierten; que no se identifiquen con todo; que no sean esclavas de inútiles estados negativos;
que sus mentes no estén vacías…; si seguimos haciendo cuentas unos de otros, por medio de nuestro desprecio, las charlas malintencionadas, el asesinato
psicológico de los demás, etc., todo el Trabajo sobre si se resiente o se pierde. En este proceso llamado “despertar”, una cosa depende de la
otra. Por ello hay que ser sincero con uno mismo. Solo entonces, comenzaremos a
comprender por que es necesario considerar
externamente para cambiar las cosas en uno mismo con respecto a los demás.
La consideración exterior, en el Trabajo, no es algo superficial, sino
algo profundo. Al principio, es necesario practicar la consideración exterior de un modo más externo, como en el caso del
“Maître”, aunque con una mayor calidad.
Cuanto mas sincera sea nuestra observación, mejor será su calidad. Cuánto más
superficial y fingida, peor será. Nos cuesta darnos cuenta que las otras
personas también tienen sus propios sufrimientos.
¿Qué es lo que provoca en nosotros la consideración
interior? Hagámonos esta pregunta: ¿En
qué punto, o dónde, se empieza a hacer cuentas?
Comenzamos a sentir
que no somos apreciados en la debida forma, cuando nos sentimos subestimados.
El camarero no acude cuando le llamamos; el dependiente de un comercio nos ignora
y atiende primero a otra persona; quizás, en la calle, la gente no se fija en
nosotros, o no nos presta suficiente atención; algunos conocidos persisten en
ignorarnos; o nos enteramos de que alguien dijo de nosotros algo desagradable. Un
montón de incidentes nimios nos desconciertan fácilmente, el camarero, el
dependiente del comercio…, todos van llenado nuestro libro de pequeñas cuentas
que, con el tiempo, se transforman en hábitos.
Cualquier cuenta que cobrar a los demás, algunas
guardadas desde hace mucho tiempo, comienza con la misteriosa cuestión de la valoración
que tenemos de nosotros mismos. Si observo lo que ocurre en mi interior podré
preguntarme: "¿Qué es aquello que
en mí se ofende en este caso?" Esto que observo en mi, ¿es una imagen
de mí mismo? ¿Es un "Yo" imaginario? ¿Es mi falsa personalidad? ¿Qué hay en el fondo de todo esto?
La respuesta es
simple: nos hemos identificado con la
imagen que tenemos de nosotros mismos. Todas las formas de consideración interior, una de las cuales es culpar a otra
persona, pertenecen a la identificación.
El Trabajo dice que debemos estudiar
la identificación hasta sus mismas
raíces. Únicamente nos ofendemos cuando estamos identificados con nuestra imagen. Y el Trabajo señala que para analizar nuestra identificación debemos comenzar con el estudio del punto donde nos
hemos identificado con nosotros mismos.
A muchos les cuesta
comprender lo que significa la consideración
externa; en cambio, a otros, lo que significa la consideración interna. Hasta que no comprendamos con claridad lo
que significa una y la otra, no podremos practicar una y poner fin a la otra. La
consideración externa requiere que nos situemos en la posición de esa persona
y ello supone pensar en nosotros mismos como
si fuéramos la otra persona, teniendo que hacer las mismas cosas, enfrentando
las mismas dificultades, los mismos impedimentos, la misma vida.
Ahora bien, si
reflexionamos sobre este paso preliminar, veremos que la consideración externa se encuentra más allá de la indiferencia.
Para ponernos en la situación de otra persona, es preciso apelar a la propia comprensión. Exige un esfuerzo dirigido
de la mente y de los sentimientos, no sólo una vez, sino muchas. Por ello, si
nos sentimos siempre preocupados por nuestros problemas personales y por la forma
en que somos tratados, seremos incapaces de hacerlo, y seguiremos tomando la
vida desde el punto de vista de la consideración
interior.
El objetivo de
este Trabajo es llegar a ser más conscientes. La Observación de sí hace que tomemos conciencia de nosotros
mismos; la consideración exterior
hace que también tengamos conciencia de nuestro prójimo. A través de la consideración exterior, pueden sernos
revelados aspectos de nuestra interioridad de los que no teníamos conciencia. Veamos
ejemplo: pongámonos en la posición de otra persona; al cabo de algún tiempo nos
daremos cuenta que lo que pretendemos es que dicha persona se comporte de una
manera que a nosotros nunca se nos ocurriría hacerlo, o soportar situaciones que
nosotros no soportaríamos ni un momento. Al darnos cuenta de ello, hemos alcanzado
más conciencia y la próxima vez no intentaremos que se comporte como nosotros,
sino que la dejaremos que sea ella misma. Al hacerlo, estaremos considerando externamente.
Las personas muy
exigentes suelen esperar demasiado de los demás, y si no obtienen lo que
esperan, se sienten desengañadas y sienten que se les debe algo. Es decir, en
la vida de estas personas se forma un fondo de consideración interior. Esto las amarga. Sienten que deben saldar
cuentas. Para una persona de esta clase, la consideración exterior se hace muy difícil.
Al darnos cuenta
que esperamos de la otra persona algo que nosotros nunca haríamos,
también nos daremos cuenta que ella es diferente
de nosotros, que su comportamiento es diferente, que su oposición a las cosas también
es diferente, etc. Supongamos que siempre nos hemos comparado con otras
personas, eso si, de forma favorable para nosotros, pues tenemos la absoluta
seguridad de que aquello desagradables que observamos en los demás no existe en
nosotros. ¿No nos sorprendería si, de pronto, se nos revelara que también somos
injustos?
Se cuenta una historia
sobre un hombre que después de haber muerto, fue al “más allá” y allí se encontró rodeado de un gran número de personas;
conocía a algunas y les tenía simpatía,
también conocía a otras, pero les tenía antipatía.
Pero, entre esas personas, había una a la que no conocía, y que sin saber por
qué le cayó fatal. A partir de ese momento no podía soportarla. Todo cuanto esta
persona decía, lo enfurecía y le disgustaba: sus maneras, sus hábitos, su
pereza, su falta de sinceridad al hablar, sus expresiones faciales; también sentía
que podía leer los pensamientos y los sentimientos de esa persona y conocer sus
secretos, de hecho, toda su vida. Preguntó a los otros quién era esa persona
tan desagradable. Le contestaron: "Aquí
tenemos espejos especiales, que son diferentes de los que hay en el mundo de
donde vienes. Ese hombre es usted mismo."
Supongamos que
nos vemos obligados a vivir con una persona que somos nosotros mismos. Quizás
sea esto lo que debamos hacer. Si no hemos practicado la Observación de sí, es posible que imaginemos que
este es un mundo encantador y que, si los demás fueran como nosotros, el mundo
sería un lugar feliz. ¡Ni nuestra vanidad ni nuestro engreimiento carecen de
límites!
Al ponernos en
la posición de la otra persona, nos ponemos también en su punto de vista y, con
ello, veremos como ve ella, como oye ella, y experimentaremos como ella experimenta
su conducta cotidiana. Y lo haremos sin
identificación. Entonces podremos deshacernos de esas ideas que nos hemos
forjado sobre nosotros mismos, y nuestros “espejos”
se limpiaran, permitiendo que nos reconozcamos en el otro porque hemos comprendido
cuál es la situación de la otra persona, cuáles son sus dificultades, y qué
sentido tendría que viviera como yo quiero que viva. No se trata de que otra
persona se de cuenta de su dificultad, sino de que nosotros comprendamos lo
difícil que le sería a la otra persona soportarnos. Lo que os acabo de explicar
no es fácil de entender. Quizás creáis o imaginéis que ya lo sabéis. Es posible
que lo hayáis oído, pero se necesita toda una vida para conocer todas sus
implicaciones.
En el Trabajo, las relaciones personales son
importantes. Pero serían imposibles sin la consideración
exterior. Por ello, la relación que mantengamos los unos con los otros debe
ser a través del Trabajo. Éste y sus
enseñanzas deben interactuar entre cada uno de nosotros y la otra persona. Es
menester contemplarnos los unos a los otros a través de esa ventana común que
es el Trabajo. Es preciso relacionarse
a través de la valoración común del Trabajo,
porque si no nos entregaremos a la consideración
interior.
La consideración exterior limpia y libera.
Nos une a lo que nos falta, permitiendo que veamos el otro lado de las cosas y
que comprendamos las consecuencias de nuestros actos. Cancela todos nuestros sentimientos
de ser acreedores, haciendo que desaparezcan.
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