LA CONSIDERACIÓN INTERNA Y EXTERNA.
Una de las acepciones de “Considerar” es juzgar. Aquí tendremos en cuenta este significado
para que piensen a que se refiere el título de este tema.
Entre la multitud de cosas que debemos observar en nosotros mismos a fin de
poder trabajar sobre ellas, se encuentra ese estado psicológico llamado “consideración interna”. Se refiere a un
proceso que nos roba una enorme cantidad de energía y, como todas las cosas que
nos extraen nuestra energía inútilmente, nos mantiene dormidos.
(...)
La consideración
interna es un aspecto de la identificación.
La identificación, el acto de
sentirnos identificados con personas y cosas, en todos sus diferentes aspectos,
es uno de los objetivos más importantes del Trabajo
sobre uno mismo. Cuando nos identificamos con todo, nos hacemos incapaces de
recordarnos a nosotros mismos. Por ello, es preciso no identificarnos y, para
conseguirlo, debemos aprender, ante todo, a no
identificarnos con nosotros
mismos.
Una de las formas más frecuentes de consideración interna es pensar sobre lo que los demás piensan de
nosotros, cómo nos tratan y qué talantes nos ofrecen. Solemos sentir que no nos
dan el valor que creemos merecer y, esto, nos atormenta y nos hace sospechar de
los demás; ello provoca en nosotros una enorme pérdida de energía pues nos
lleva a desarrollar una actitud desconfiada y hostil.
Una forma de identificación
muy común, e íntimamente relacionada con lo anterior, es la que se llama “saldar cuentas”. Comenzamos a sentir
que las gentes nos debe algo, que merecemos un mejor trato, que merecemos
alguna forma de recompensa o gratificación, de reconocimiento, por lo que
hacemos; así vamos anotando todo esto en un “libro de cuentas psicológico”, cuyas páginas dan vueltas y vueltas
en nuestra mente. Igualmente nos compadecemos de nuestra suerte, hasta el punto
que a la menor insinuación por parte de otros sobre nuestra suerte, sacamos a
colación nuestros sufrimientos. Todas las “cuentas”
de este género, todos los sentimientos que se refieren a lo que nos debe la gente y a que nosotros no
debemos nada, tienen inmensas consecuencias psicológicas para nuestro desarrollo
interior.
En el Trabajo,
sólo podemos crecer mediante el “perdón de nuestras faltas”. Es decir, a
no ser que cancelemos nuestras deudas internas,
nada crecerá en nosotros. Lo dice una Oración: "Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores".
El sentimiento de que nos deben algo, pone fin a toda evolución interior. Si no vencemos esta sensación de deuda, nada es posible. Jesús recomendaba que hemos de
hacer las paces con nuestros enemigos dentro
de nosotros, una paz interior.
"Ponte de acuerdo con tu
adversario pronto, en tanto que estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la
cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último
cuadrante." (Mateo, V, 25, 26.)
Si, psicológicamente, exigimos “cada libra de carne” o cada "céntimo" de aquellos que creemos que nos debe algo; si le
obligamos a que nos pida disculpas y se humillen para darnos cumplida
satisfacción, entonces, estaremos bajo esa exigente Ley sobre la que Jesús advierte que es preciso escapar. Es como
ponernos a nosotros mismos en la cárcel; es situarnos bajo leyes innecesarias; y
no podremos salir de ellas mientras no paguemos todas nuestras propias deudas.
Existe una Ley de Misericordia,
es decir, una influencia más alta que la ley literal de “ojo por ojo”, que es la ley del hombre violento. Si deseamos ponernos
bajo las mejores influencias que provienen del Rayo de Creación, es preciso que nos comportemos de un modo
diferente, que tomemos los eventos de un modo diferente. Para ello debemos
situarnos bajo la influencia del Trabajo
y obedecer sus indicaciones. En el Trabajo
no se alientan ni las emociones negativas,
ni la consideración interior, ni el hacer cuentas, ni los sentimientos de violencia, ni la envidia, etc. Mientras hagamos cuentas
interiores, siempre sentiremos que alguien nos debe algo.
Reflexionemos sobre lo que esto significa; observemos lo
que significa en nosotros mismos y, luego, intentemos hacer lo que dice el Trabajo sobre separarnos de todo esto. No
crean que esto es algo fácil. Trabajo
quiere decir trabajo, trabajo duro sobre uno mismo. Deberemos recordar que este
Trabajo se encuentra destinado a los
que verdaderamente quieren cambiar en si mismos, no está destinado a quienes
quieren cambiar a los demás o quieren cambiar el mundo.
Existe una forma de “consideración
interna” que solo se puede conocer observándose a uno mismo. Debemos ser
capaces de percibir nuestro estado
interior como algo distinto de nuestro cuerpo físico y de lo que está
haciendo. Cuando seamos capaces de distinguir entre nuestra apariencia física y nuestros estados interiores, podremos comenzar a trabajar. Nos daremos cuenta que tenemos
un cuerpo que obedece órdenes, y que
también tenemos una psicología. El Trabajo se ocupa de lo que somos psicológicamente.
La “consideración
interna” es llamada en el Trabajo
"Cantar nuestra Canción". Nuestro
canto es un cantar psicológico. Se
fundamenta en la consideración interior,
en hacer cuentas interiormente; es
decir, sentimos que nos deben algo y tenemos esa deuda bien grabada en nuestra
memoria. De hecho, todos tenemos alguna canción
que cantar. Si queremos conocer las cuentas interiores que hemos acumulado a lo
largo de nuestra vida, lo primero que hemos de hacer es observar nuestra
inconfundible "canción".
Cuando en el Trabajo se dice que
somos un buen cantante, se refiere a
la canción que cantamos repetidamente. Muchas veces cantamos nuestra canción
sin necesidad de que nos animen y, frecuentemente, después de algunas copas,
cantamos abiertamente.
Nuestras canciones suelen tratar sobre lo mal que nos
trataron, sobre la oportunidad que no nos dieron o sobre la que perdimos por
estar dormidos; sobre pasadas glorias, como las batallitas del abuelo; sobre esa
nuestras dificultades que nadie comprende; sobre lo mal (o lo bien) que nos fue
en el matrimonio; sobre que los padres o los hijos no nos comprendieron; sobre
las buenas personas que creemos ser; y así sucesivamente. Lo que todo esto
significa realmente es que todos son
culpables de algo, menos nosotros. Todo esto es hacer “cuentas interiores”, o más bien, todo esto es el resultado de hacer
cuentas interiores. Esta es la forma más
común de consideración interna.
¿Por qué creen que, en el Trabajo, necesitamos hacer todo lo posible para liberarnos de nuestras
canciones? ¿Por qué es preciso observarlas
y expulsarlas de la posición central que ocupan en nuestra vida?
Porque nos inutilizan interiormente. Nos roban nuestra
energía.
En el Trabajo, si
somos buenos cantantes, no podremos
ir más allá de nosotros mismos. Seremos víctima de nuestras propias cuentas. En el momento en que algo se
nos pone difícil, comenzamos a cantar.
Nos detenemos internamente y dejamos de crecer. Cuando lloramos por estas
cosas, no podemos cambiar nuestro nivel
de ser. Cuando nos encontramos en un momento difícil, en lugar de trabajar sobre nosotros mismos, cantamos, fuerte o suavemente, con la intención de que nos presten atención.
Pero si nos critican o nos hablan con dureza, nos compadecemos de nosotros
mismos y nos dejamos llevar por la ira, porque sentimos que no nos comprenden.
Y, entonces, nuestro canto se vuelve
brusco y violento.
Es algo frecuente ver como cuando una persona entabla
amistad con otra, generalmente, lo hace para cantarle su canción y si se le pide que no nos cante sus penas, aunque sea educadamente, se ofende, y pone nuestro
nombre en su libro interno de los débitos, y corre a buscar a otra persona a la
que poder cantar. "Si tan sólo…", dicen. Nadie puede
comprender a otro si antes no nos hemos comprendido a nosotros mismos, y esto
sólo se logra parcialmente después de un arduo Trabajo sobre sí y de tener una comprensión
de lo que uno es realmente. Por cierto, un buen cantante de canciones
internas no se comprende a sí mismo. Prefiere cantar la canción de no ser comprendido e imaginar un mundo donde
todos le escuchan. Estas actitudes y estos sueños crean debilidad y, de hecho, generan verdaderas enfermedades
psicológicas porque siempre hay que pagar las consecuencias de nuestros actos (Ley de Causa y Efecto o de Acción y Reacción).
No hay que permitir que la vida nos venza. Hemos de comprender
que esto no le ocurre solamente a aquellos que creemos que no se esfuerzan, sino
que nos ocurre a todos, aunque hagamos esfuerzos por superarnos. Sentimos que
porque nos esforzamos deberíamos ser más felices y, al compararnos con otros, pensamos
que esas personas son más felices que nosotros. Y, viceversa, claro está.
Aunque no cantemos nuestras canciones
abiertamente, si solemos cantarlas en
secreto y para nosotros mismos. Nos sentimos tristes, con una fuerte sensación
de monotonía, de cansancio y frustración, a cuyo alrededor se acumulan nuestros
pensamientos.
Tampoco debemos olvidar lo que podría llamarse nuestras “canciones interiores secretas”. También
ellas nos cierran el camino, porque son más difícil de observar, aunque siempre
están ahí, carcomiéndonos interiormente la vida. Sólo una profunda Observación de sí podrá sacarlas a la Luz,
ya que la observación deja penetrar la
Luz en uno mismo.
Nada puede cambiar en nosotros a no ser que lo llevemos a la Luz
de la Observación
de sí y a la Luz
de nuestra conciencia.
No necesitamos encerrarnos solos en una habitación para
practicar la Observación de sí, es algo que hay que practicar en
todo instante, aún estando con gente. La Observación de sí solo es “atención interior”. Cuando uno cree que está solo, "yoes" muy diferentes, formas de
imaginación diferentes, pensamientos diferentes, estados de ánimo diferentes, suelen
presentarse. Normalmente, no solemos estar “bien
acompañados” cuando creemos estar solos. Los "yoes" más negativos y peligrosos se presentan cuando uno está
solo. Tenemos “secretas canciones”
que sólo acuden cuando uno está solo, cuando sentimos que nadie nos mira. Por
ello, debemos observarnos siempre.
Nunca debemos creer que nadie nos esté mirando porque la puerta esté cerrada. Solemos
aprovechar la situación de sentirnos solos para dejarnos arrastras por nuestros
peores "yoes". Necesitamos
poner en práctica una nueva idea: ser
responsables.
Creer que podemos recogernos en nosotros mismos, sólo
porque no hay nadie y así gozar de nuestra “negativa
charla interior”, es no tener una idea exacta de lo que significa el Trabajo. Dejarnos llevar por esta “charla interior”, significa que carecemos
de “sinceridad interior” y el Trabajo nos exige, ante todo, sinceridad interior, porque es algo que
está relacionado con nuestra Esencia.
En la vida, y ante los demás, solemos “guardar las apariencias”. Pero en el Trabajo es imposible hacerlo, ya que
éste se ocupa de lo que ocurre en nuestro interior, de lo que ocurre en
nuestros pensamientos y sentimientos. Por ello, éste Trabajo interior puede cambiar nuestra situación exterior. Pero no
lo podremos hacer si no existe una gran sinceridad
interior y si no observamos cuáles son los "yoes" que, en nosotros, están mintiendo o tergiversando las
cosas. Puede que nuestro propósito sea el de no ser negativos con alguna persona a las que “guardamos cuentas”, pero si estamos solos y dejamos que nuestros
"yoes" negativos digan lo
que les da la gana y no hacemos esfuerzo alguno para no identificamos con ellos, entonces, nuestro Trabajo no es sincero y estaremos arrojando a la basura todo el
trabajo que hallamos hecho antes.
Cuando controlamos nuestros "yoes" negativos en público, pero nos abandonamos a ellos cuando
estamos a solas, ¿qué creen ustedes que estamos haciendo?
Debemos tratar a la persona con la que estamos trabajando internamente, con tanto cuidado o más,
con tanta conciencia en nuestros
pensamientos y sentimientos, como, por cortesía, creemos hacerlo exteriormente. Si somos incapaces de ver lo que esto significa, entonces tampoco
seremos capaces de ver lo que significa la Observación de sí.
Más de una vez nos hemos dado cuenta de que estamos
tristes. La tristeza suele ser un hábito en el que nos introducimos,
inconscientemente, para escuchar alguna lejana y triste canción olvidada. Si nos dejamos llevar nos robará la energía. Este
es un ejemplo se como la Luna nos come.
Les cuento todo esto para hacerles comprender que todos
estamos llenos de "secretas
canciones interiores". El Trabajo, a veces, habla de sacrificio, de sacrificar
algo para conseguir algo. Ese algo
que hemos de sacrificar es nuestro sufrimiento
inútil. Solemos expresarlo en canciones”
silenciosas o no, en las que formulamos todas las extrañas y tristes relaciones
que tenemos con nosotros mismos, dejando que estas nos roben nuestra fuerza,
algo de lo que no nos damos cuenta porque lo hemos convertido en un hábito.
Si somos muy exigentes, nuestra consideración interior se acrecienta lo que nos llevará a sentirnos
decepcionados y a querer echar la culpa a alguien por nuestro estado de ánimo. Tener
muchas exigencias hace que nuestra vida se haga más difícil. Nada nos parece
bien, aquellos que nos rodean no son buena gente porque no nos tratan como
creemos que deben hacerlo… Esto se encuentra muy lejos de lo que señala el Trabajo sobre que hemos de sentir, poco
a poco, nuestra nadidad a través de la Observación de si.
Lo opuesto a la “consideración
interna” es la “consideración
externa”. La “consideración externa”
es pensar en los demás. Es algo que el Trabajo
nos aconseja hacer. No debemos considerar
internamente, no debemos tener emociones
negativas, pero sí que debemos considerar
externamente a los demás, es decir, tomarlas por lo que realmente son, del
mismo modo que debemos recordarnos a
nosotros mismos.
Cuando nos encontramos en un estado de consideración interna, y este es nuestro
estado habitual, en realidad, sólo estamos pensando en nosotros mismos. Creemos
que somos el centro del Universo. Hemos de comprender que no lo somos. La consideración interna sólo nos proporciona
emociones negativas y, a medida que éstas aumentan, nuestro carácter se vuelve
más intratable. ¿Quién no conoce a alguien a quien no se les puede decir nada
porque enseguida comienzan a hablarles de sus preocupaciones, de la vida tan dura
que llevan, etc.? Podría decirse que, espiritualmente,
estas gentes están muertas.
Las emociones
negativas contaminan casi toda nuestra vida. Lo hacen a través de la consideración interna, la cual es un
aspecto de la identificación. No debemos
creer que lo opuesto a la consideración
interna es ser francos, optimistas y alegres. Esto no es consideración externa. Mientras la consideración externa se basa en nuestra
relación con los demás, la consideración
interior se basa en la relación que tenemos con nosotros mismos. La consideración exterior es abriese a la
gente con comprensión de sus
necesidades y exigencias. Al considerar
exteriormente, hacemos todo lo necesario para hacer más llevadera la vida
de las gentes a la vez que la nuestra, pues exige de nosotros el conocimiento
de nuestros prójimos, comprender sus gustos, hábitos y manías…, y respetarlas
aunque nos disgusten. También nos exige un gran dominio de nosotros mismos.
Muchas veces, por mantener
las formas no queremos expresar o mostrar ante los demás, lo que realmente
pensamos o sentimos por ellos. Otras, somos débiles y cedemos a la tentación de
decirles nuestras verdades” esas “bárbaras y terribles verdades” que decía
el poeta Blas de Otero en uno de sus versos, para luego justificarnos diciendo que
no nos gusta mentir ni fingir porque siempre somos sinceros. Simultáneamente,
nos autoconvencemos de que el otro es
el culpable.
En esta dinámica, se empieza bendiciendo y se terminar
maldiciendo. Nos hacemos el propósito de considerar
exteriormente a los demás, es decir, aceptándolos tan y como son y, luego, terminamos
culpándolos al aparecer la consideración
interior. Con lo cual, la consideración
exterior termina convirtiéndose en consideración
interior. Cuando recordamos quienes somos, aparece la compresión de que el “otro” es tan hombre-máquina como
yo y, entonces, podremos ponernos en su lugar y seremos capaces de comprender y
sentir lo que nuestro prójimo piensa y siente porque, en el fondo, no somos tan
diferentes. Si llegamos a hacerlo, nuestro Trabajo
y el de los demás resultará más fácil. Pero si nos acercamos al prójimo
anteponiendo nuestras exigencias a las suyas, no conseguiremos nada, excepto
una nueva consideración interior.
Muchas veces comprendemos que es necesario practicar una consideración exterior en la Vida, pero no comprendemos la
necesidad de esta misma consideración en el Trabajo.
Hasta imaginamos que, por el hecho de
estar Trabajando internamente, tenemos
derecho a prescindir de los demás, que no nos importen, a no considerarlos iguales
a nosotros. En realidad, es en el Trabajo,
y para que éste tenga éxito, que hemos de ampliar nuestra consideración exterior, porque solamente ella nos ofrece una valoración
de cómo es nuestra comprensión del Trabajo.
No olvidemos que nuestro éxito en el Trabajo,
siempre es proporcional a la valoración
y comprensión que tengamos de él. No
olvidemos tampoco que el Trabajo no comienza
en el nivel inferior de la vida ordinaria, sino que lo hace en el nivel del Buen Amo de Casa. Este es un principio
muy importante, que, por una u otra razón, se olvida. Es preciso que nos comportemos
como Buenos Amos de Casa.
La consideración
exterior no produce "emociones
de sí", sino "emociones de
los otros". El segundo principio del Trabajo es el “Trabajo en
relación con los demás” y, para ello, necesitamos de la consideración exterior, pues hemos de
ponernos a nosotros mismos en el lugar de los demás, hemos de tratar de entender
las dificultades de las demás personas. En la práctica de la consideración exterior es preciso comprender
que las otras personas son espejos que reflejan nuestra propia imagen, imagen
que nos ofrece lo que hay en nosotros, aunque nosotros no lo veamos o no
queramos verlo. Cuando hallamos llenado un álbum con fotografías de nosotros mismos,
fotografía sacadas a través de una larga y prolongada auto-observación, entonces, no tendremos que indagar mucho para
encontrar en nuestro interior aquello que tanto nos desagrada y molesta de las otras
personas; solo entonces, podremos ponernos en el lugar de esa persona, porque
comprenderemos que ellas tiene el mismo problemas, así como las mismas
dificultades, que tenemos nosotros.
También se puede practicar la consideración exterior cuando estamos solos. Por ejemplo:
recordamos algo que alguien ha dicho sobre nosotros; intentaremos ponernos es
su lugar visualizando a esa persona mientras le decimos las mismas cosas y empleando
la misma entonación que le hemos escuchado, a la vez nos observaremos a
nosotros mismos haciendo esto.
No podrá haber un desarrollo correcto de nuestro Centro Emocional sin la práctica de la consideración exterior; la valoración del
Trabajo. La práctica de la consideración exterior limpia y desarrolla
nuestro Centro Emocional. Cuanto más
valoremos el Trabajo, menos poder tendrá
la falsa personalidad, tendremos menos
vanidad y menos importante nos consideraremos. No se
trata de “hacer el bien”, cuando en
realidad pretendemos lo contrario. Es inútil mostrar nuestra cara agradable a
las otras personas, cuando en realidad las aborrecemos de corazón.
Todo el Trabajo
depende de la sinceridad interior. La
consideración exterior no es
hipocresía, no es "buenas obras",
no es “caridad cristiana” tal y como
la entiende la Iglesia,
sino una cuestión de actitud interior.
Cuando encontramos en nosotros mismos aquello que censuramos en otras personas,
se produce el efecto mágico de poner
fin a nuestro estado negativo. Este es el verdadero "perdón".
Solemos sorprendernos cuando algo anda mal en nosotros. Entonces,
intentando ser sinceros, decimos: "Sí,
me temo que esto ha sido culpa mía." Aunque si nos responden: “Si, eso es verdad”. Entonces, nos sentiremos
heridos y ofendidos. Esto se debe a que es muy difícil que creamos que algo
anda mal en nosotros ya que el estado de sueño
en que estamos sumidos, y que afecta a toda la Humanidad, es muy
profundo. La Observación de sí , si se practica con sinceridad,
nos duele. Dejar penetrar un rayo de Luz,
pone fin a que crezcan en nuestro interior toda clase de “malezas” que son alimentadas por nuestra consideración interior y por nuestra autocompasión; entonces
dejaremos de cantar nuestras tristes canciones porque estaremos
comenzando a comprender que somos “nadidad”, el primer paso para poder
llegar a ser algo.
Una forma de consideración
interior es la que descansa en el sentimiento de que “la vida nos ha engañado” por no ofrecernos una mejor situación. El Trabajo pone mucho énfasis al señalar que
cada uno debe comenzar el trabajo desde el nivel en que se encuentra, sin
juzgarse y sin juzgarlo. Las condiciones en que uno se encuentra al comenzar el
Trabajo, son las condiciones
correctas para cada uno. Suele ser sorprendente las estrecha opiniones de las
gentes sobre lo que debiera ser la vida en general y la nuestra en particular. Todo
el mundo cree tener una o varias recetas para arreglas la vida y cuando su
propia vida no se corresponde con esas recetas, se la juzga cómo algo vano e
inútil.
Desde esta perspectiva, solemos entregarnos a la consideración interior y sentimos que
todo se ha puesto en contra nuestra, que Dios y el Universo nos han abandonado.
Ello ocurre, sencillamente, porque no sabemos encarar nuestra vida de una forma
correcta. No nos damos cuenta que tenemos exigencias que nunca podrán ser
satisfechas. Es como si entramos en una frutería y pedimos una lavadora. No debemos
pedir a la vida lo que esta no puede darnos. Las fuerzas hipnóticas que nos mantienen dormidos son las mismas para
todos. Si nuestro propósito es el despertar,
entonces, no importará cuales sean nuestras circunstancias si pretendemos que,
por algún “milagro”, nos solucione el
problema.
En Oriente existe un Yoga llamado Karma Yoga, algunos lo definen como la “ciencia de la acción con la no identificación”, que muchos confunde
con “la acción sin identificación”.
No es lo mismo. La esencia del Karma Yoga se basa en hacer frente a las cosas
desagradables al igual que a las cosas agradables, porque no se trata de evitar
solo las cosas desagradables, que es lo que suele hacer la gente. Toda la vida,
la agradable y la desagradable, debe ser enfrentada sin que nos identifiquemos con ella. En el símbolo de
la Crucifixión
los dos “ladrones” , el bueno y el
malo, roban la energía del que esta en el centro del Árbol de la Vida. Si lo conseguimos,
es entonces cuando la vida llega a ser nuestra maestra. Nada cambiará en
nosotros mientras nos identifiquemos
con cualquier realidad de la vida. Vivir sin identificación no significa un actuar vacío, sino hacerlo desde una
base real que es la comprensión de lo
que es la vida. No se puede comprender la vida en función de si misma, el Karma
Yoga proporciona a la vida un significado,
y es a través de este significado como puede enseñarnos. Lo mismo hace el Trabajo, nos proporciona un significado sobre lo que es la vida.
A pesar de que esta Enseñanza
nos fue transmitida hace varios miles de años, aún no hemos logrado evitar que
sigamos considerando internamente
todo aquello que concierne a nuestras circunstancias en relación con la vida. Puesto
que la consideración interior es una
forma de identificación, es necesario
comprender que la práctica de no-identificarse es lo que
se ha llamado desapego. Cuando comprendemos que la consideración interior puede llegar a convertirse en una enfermedad
que puede destruirnos, entonces, haremos todo cuanto esté en nuestra mano para
deshacernos de ella.
Tengo que aclararles algo antes de que me lo pregunten. Yo
no tengo y no se si existe algún remedio para la consideración interior. A lo mejor no lo hay en sentido que ustedes
entiende el concepto “remedio”. Lo
que si conozco es un método de trabajo: observarse
a si mismos y darse cuenta del daño que esta forma de consideración les hace; así obtendrán un fuerte deseo para liberarse
de ella. Primero necesitamos verla en nosotros mismos, luego hemos de encararla
seriamente, junto con las demás cosas que en el Trabajo se nos pide que practiquemos. Las diferentes partes del Trabajo interactúan entre sí, ya que
éste, en sí mismo, es un organismo vivo.
Recordemos que hay tres líneas de Trabajo: el trabajo sobre uno mismo, el trabajo para y con los demás, y el trabajo por el trabajo. Pues bien, la
práctica de la “consideración externa”,
debe ser aplicada, simultáneamente a estas tres líneas de trabajo, porque esas
líneas tampoco están separadas, sino que forman una unidad que se expresa a
través de tres aspectos. Cuando nos encontramos demasiado auto-centrados, es decir que aunque pensemos en nosotros mismos o
en los demás, seguimos siendo el centro de nuestra realidad, estaremos
trabajando solo a través de la primera línea de Trabajo, la del Trabajo sobre sí y, ello, de forma muy limitada. La segunda
línea del Trabajo tiene que ver con
las otras personas y nuestra actitud hacia ellas. Esto también nos exige el Trabajo sobre si, lo que no significa
que tengamos que soportar las manifestaciones desagradables de los demás,
aunque debemos recordar que ellos también tienen que soportar las nuestras.
Cada uno de nosotros tiene una forma, más o menos fija, de
relacionarse con los demás. Esta forma está condicionada por nuestras actitudes y nuestros topes. Vemos a los demás a través dé
nuestras actitudes y limitaciones. Por lo general, la mayoría de las otras
personas no nos gustan o no nos caen bien e, instintivamente, nos volvemos hostiles.
Si nos observamos internamente cuando nos cruzamos con una persona que no nos
cae bien, descubriremos como nuestros músculos se tensan. No se trata de fingir
simpatía hacia esa persona, sino de trabajar en nuestro sentimiento de antipatía.
No se puede considerar externamente a
otra persona, si sentimos antipatía por ella.
Simpatía y antipatía son los dos extremos de algo,
por lo que no debemos identificarnos con esos extremos ni permitir que, tanto
una como la otra, se conviertan en algo mecánico en nosotros. La Observación de sí nos permite darnos cuenta de un
hecho: en nuestra relación con las personas solemos tener dos memorias. Cuando
somos negativos sólo recordamos las cosas desagradables; cuando no somos
negativos las olvidamos. A veces solemos tener una vaga idea de lo que
significa un trato justo en lo que respecta a nuestra conducta con los demás;
pero es necesario que seamos justos, en nosotros mismos, hacia los demás y
hacia nosotros mismos, y esto es, en realidad, la forma del Trabajo sobre sí sobre la consideración externa.
Suele crecer en nuestro interior, como si fuera una
colmena, un enjambre de pensamientos y sentimientos desagradables en relación
con otras personas. Cuando comienzan a volar, su zumbido nos aturde y no
podemos impedir que entren en nuestra conciencia; es más, les abrimos la puerta
voluntariamente. ¿Acaso podemos cerrarles la puerta? ¿Nos importa algo el
respeto que podamos sentir por nosotros mismos, o el podamos sentir por las
otras personas? ¿Cómo impedir que este “veneno”
nos destruya?
Para neutralizarlo, tendríamos que echar manos de toda nuestra
inteligencia y sinceridad. Pero eso solo no basta, necesitamos la memoria del Trabajo, para poder tratar, imparcial e
impersonalmente, dentro de nosotros, a las otras personas. Tendríamos que ponernos
en el lugar de la otra persona. Tendríamos que desechar todas nuestras justificaciones y, sobre todo, tendríamos
que recordar lo que hemos observado en nosotros mismos sobre lo que en realidad
somos, antes de criticar con tanta facilidad a las otras personas. En realidad,
no tenemos ninguna necesidad de considerarlas
internamente, pero por desgracia, este hecho, constituye la base de
nuestras relaciones. ¿Acaso no han notado, cuando observan una relación entre
dos personas que, por regla general, una de ellas tiende a considerar más externamente, mientras que la otra suele
hacerlo más internamente quejándose
de todo?
La consideración
exterior debe penetrar profundamente en nosotros, a mayor profundidad que
la vida, pues ello purifica nuestro Centro
Emocional, que se encuentra drogado con tanta emoción negativa, tanta vanidad
y tanto engreimiento. Considerar a
las personas externamente, es decir,
aceptarlas tal y como son, requiere de un esfuerzo consciente, mientras que la consideración
interior es el algo mecánico que no requiere esfuerzo, pues una vez que
empieza, fluye por si misma y crece por sí misma, del mismo modo que lo hacen
las emociones negativas. Como la consideración
exterior no surge de los motivos de vida, es por lo que requiere un
esfuerzo consciente. Y ese esfuerzo conciente para considerar a las personas por lo que realmente son en ellas mismas,
cambia nuestro nivel de ser.
Pongamos un ejemplo: Entramos en un restaurante y
observamos al Maître. Se acerca y nos atiende. Parece un hombre inteligente que
ha aprendido a observar lo que gusta a los clientes, sobre todo a los asiduos,
cuáles son sus peculiaridades, qué esperan de él, en qué forma se irritan, qué
alimentos prefieren, y así sucesivamente. Evidentemente, saca provecho de ello.
Ha aprendido a adaptarse a las necesidades de las otras personas. Incluso se
desvive poniendo todo su amor en su trabajo. Tiene tacto, es observador, se
borra a si mismo de la escena… Pero todo esto es una “representación”, representa un papel. Y tiene razón en hacerlo así.
Pero esto no es consideración exterior
según el Trabajo, es “consideración exterior” desde el punto
de vista de la vida. Son dos cosas diferentes. Pero, tal vez porque aprendió a
conocer lo que significa la vida y el valor que supone tratar a las personas
amable y educadamente, con respeto y cariño, a esa persona le sea, tal vez, más
fácil aprender la verdadera consideración
exterior.
Pretendo que ustedes entiendan que el tipo de consideración exterior que muestra el “maître”, no es la misma que la consideración que necesitamos
desarrollar en este Trabajo. Puesto
que el Trabajo y la Enseñanza
tienen una finalidad: tratar de que las gentes despierten, que no se identifiquen con todo, que no sean esclavas
de inútiles estados negativos, que sus mentes no estén vacías, si seguimos haciendo cuentas unos de otros, por
medio de nuestro “desprecio”, las
charlas malintencionadas, el asesinato psicológico de los demás, etc., todo el Trabajo sobre si se resiente. En este proceso
llamado “despertar”, una cosa
depende de la otra. Por ello hay que ser sincero con uno mismo. Solo entonces,
comenzaremos a comprender por que es necesario considerar externamente para cambiar las cosas en uno mismo con
respecto a los demás.
La consideración
exterior, en el Trabajo, no es
algo superficial, sino algo profundo. Al principio, es necesario practicar la consideración exterior de un modo más externo,
como en el caso del “maître”, aunque
con una mayor calidad. Cuanto mas sincera sea nuestra observación, mejor será
la calidad. Cuánto más superficial y fingida, peor será. Les sugiero, como
trabajo práctico, que cada uno de ustedes decida considerar exteriormente a una persona en la próxima semana.
Observen sus reacciones mecánicas hacia esa persona. Observen sus críticas
mecánicas. Observen en qué momentos se sienten superiores a ella. Traten de
encontrar en sí mismos las mismas cosas que son motivo de queja en la otra
persona. Piensen en qué forma reaccionarían, si la otra persona pensara de
ustedes lo que ustedes piensan de ella. Pónganse en el lugar de la otra
persona. Traten de ver dónde está la dificultad, tanto en ustedes como en la
otra persona. Traten de no identificarse. Observen su charla interior y a qué se refiere. Manténganse despiertos en lo
que están haciendo, lo cual será su propósito por una semana. Recuérdenlo cada
día al levantarse. Piensen en ello por la noche: dónde fracasaron, por qué
fracasaron, cuándo empezaron a considerar
interiormente en lugar de considerar
exteriormente. Entonces, entenderán mejor el significado de la consideración exterior y de qué modo
puede cambiar nuestro ser.
Cuando sentimos que alguien no se ha comportado bien con nosotros,
cuando sentimos que no han estimado nuestro propio valor, como por ejemplo,
cuando nos insultan, se suele decir o pensar. “Este o esta no sabe quién soy yo, pero se va a enterar”. Esto
significa que nos hemos imaginado una
cierta valoración de nosotros mismos y creemos que si la otra persona supiera
la imagen que tenemos de nosotros
mismos, no se atrevería a tratarnos como lo hace.
Si la estimación que tenemos de nosotros mismos es muy
grande, entonces, es más fácil sentir que los otros no nos estiman según
imaginamos que es nuestro propio valor. Por eso, la consideración interna, se torna más fácil. Una persona puede llegar
a preocuparse tanto por ser tratada bien por los demás, y sospechar siempre que
los otros se están riendo de ella, que toda su vida está comprometida en la
defensa de la consideración interna. También,
algunas personas, se creen superiores a las otras, debido a sus sufrimientos.
La gente se apega a sus sufrimientos y llega a considerarse a sí misma
merecedora de una valoración especial por haber sufrido toda clase de penurias,
miserias y padecimientos. Se sienten ofendidas si la otra persona comienza a
hablar de sus sufrimientos.
¿Qué es lo que provoca en nosotros la consideración interior? Hagámonos esta pregunta: ¿En qué punto, o dónde, se empieza a hacer
cuentas?
Comenzamos a sentir que no somos apreciados en la debida
forma, cuando nos sentimos subestimados. El camarero no acude cuando le llamamos;
el dependiente de un comercio nos ignora y atiende primero a otra persona; quizás,
en la calle, la gente no se fija en nosotros, o no nos presta suficiente
atención; algunos conocidos persisten en ignorarnos; o nos enteramos de que
alguien dijo de nosotros algo desagradable. Un montón de incidentes nimios nos
desconciertan fácilmente, el camarero, el dependiente del comercio…, todos van
llenado nuestro libro de pequeñas cuentas que, con el tiempo, se transforman en
hábitos.
Cualquier “cuenta”
que cobrar a los demás, algunas guardadas desde hace mucho tiempo, comienza con
la misteriosa cuestión de la valoración que tenemos de nosotros mismos. Si
observo lo que ocurre en mi interior podré preguntarme: "¿Qué es aquello que en mí se ofende en este
caso?" ¿Esto que observo en mi, es una imagen de mí mismo, es un
"yo" imaginario, es mi falsa
personalidad? ¿Qué hay en el fondo de todo esto?
La respuesta es simple: nos hemos identificado con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Todas
las formas de consideración interior,
una de las cuales es culpar a otra persona, pertenecen a la identificación. El Trabajo dice que debemos estudiar la identificación hasta sus mismas raíces. Únicamente nos ofendemos
cuando estamos identificados con
nuestra imagen. Y el Trabajo señala que
para analizar nuestra identificación
debemos comenzar con el estudio del punto donde nos hemos identificado con
nosotros mismos.
A muchos les cuesta comprender lo que significa la consideración externa; en cambio, a
otros, lo que significa la consideración
interna. Hasta que no comprendamos con claridad lo que significa una y la
otra, no podremos practicar una y poner fin a la otra. La consideración externa requiere que nos situemos en la posición de la
otra persona y ello supone pensar en nosotros mismos como si fuéramos la otra
persona, teniendo que hacer las mismas cosas, enfrentando las mismas
dificultades, los mismos impedimentos, la misma vida.
Si reflexionamos sobre ello, podremos darnos cuenta que la
consideración externa se encuentra
más allá de la indiferencia. Para ponernos en la situación de otra persona, es
preciso apelar a la propia comprensión.
Exige un esfuerzo dirigido de la mente y de los sentimientos, no sólo una vez,
sino muchas. Por ello, si nos sentimos siempre preocupados por nuestros
problemas personales y por la forma en que somos tratados, seremos incapaces de
hacerlo, y seguiremos tomando la vida desde el punto de vista de la consideración interior.
El objetivo de este Trabajo
es llegar a ser más consciente. La Observación de sí hace que tomemos conciencia de nosotros mismos; la consideración exterior hace que también
tengamos conciencia de nuestro
prójimo. A través de la consideración exterior,
pueden sernos revelados aspectos de nuestra interioridad de los que no teníamos
conciencia. Veamos un ejemplo: pongámonos
en la posición de otra persona; al cabo de algún tiempo nos daremos cuenta que lo
que pretendemos es que dicha persona se comporte de una manera que a nosotros nunca
se nos ocurriría hacerlo, o soportar situaciones que nosotros no soportaríamos
ni un momento. Al darnos cuenta de ello, hemos alcanzado más conciencia y la próxima vez no
intentaremos que se comporte como nosotros sino que la dejaremos que sea ella
misma. Al hacerlo, estaremos considerando
externamente.
Las personas muy exigentes suelen esperar demasiado de los
demás, y si no obtienen lo que esperan, se sienten desengañadas y sienten que
se les debe algo. Es decir, en la vida de estas personas, se forma un fondo de consideración interior. Esto las amarga.
Sienten que deben saldar cuentas. Para una persona de esta clase, la consideración exterior se hace muy
difícil.
Ya hemos visto que es muy importante el darnos cuenta que
esperamos de la otra u otras personas algo
que nosotros nunca haríamos. Si no podemos hacer esto es que algo se ha
cristalizado en nosotros. Necesitamos comprender
que no solo esperábamos que la otra persona hiciera cosas que nosotros nunca haríamos,
sino que ella es diferente de nosotros,
que su comportamiento es diferente, que su oposición a las cosas también es
diferente, etc.
Supongamos que siempre nos hemos comparado con otras
personas, eso si, de forma favorable para nosotros y que tenemos la absoluta
seguridad de que aquello desagradables que observamos en los demás no existe en
nosotros. ¿No nos sorprendería si, de pronto, se nos revelara que también somos
injustos? Supongamos ahora que tenemos que vivir con una persona llamada “yo mismo”.
Se cuenta una historia sobre un hombre que después de
haber muerto, fue al “más allá” y
allí se encontró rodeado de un gran número de personas; conocía a algunas y les
tenía simpatía, también conocía a otras, pero les tenía antipatía. Pero, entre
esas personas, había una, a la que no conocía, pero que sin saber por qué le
cayó fatal. A partir de ese momento no podía soportarla. Todo cuanto esta
persona decía, lo enfurecía y le disgustaba: sus maneras, sus hábitos, su
pereza, su falta de sinceridad al hablar, sus expresiones faciales; también sentía
que podía leer los pensamientos y los sentimientos de esa persona y conocer sus
secretos, de hecho, toda su vida. Preguntó a los otros quién era esa persona
tan desagradable. Le contestaron: "Aquí
tenemos espejos especiales, que son diferentes de los que hay en el mundo de
donde vienes. Ese hombre es usted mismo."
Supongamos que nos vemos obligados a vivir con una persona
que somos nosotros mismos. Quizás sea esto lo que debamos hacer. Si no hemos practicado
la Observación
de sí, es posible que imaginemos que este es un mundo encantador y que si los
demás fueran como nosotros, el mundo sería un lugar feliz. ¡Ni nuestra vanidad
ni nuestro engreimiento carecen de límites!
Al ponernos en la posición de la otra persona, nos ponemos
también en su punto de vista y, con ello, veremos como ve ella, como oye ella,
y experimentaremos como ella experimente su conducta cotidiana. Y lo haremos
sin identificación. Entonces podremos
deshacernos de esas ideas que nos hemos forjado sobre nosotros mismos, y nuestros
“espejos” se limpiaran, permitiendo
que nos reconozcamos en el otro porque hemos comprendido cuál es la situación
de la otra persona, cuáles son sus dificultades, y qué sentido tendría que
viviera como yo imagino que vivo.
No se trata de que otra persona se de cuenta de su
dificultad, sino de que nosotros comprendamos lo difícil que le sería a la otra
persona soportarnos. Lo que les acabo de explicar no es fácil de entender.
Quizás crean o imaginen que ya lo saben. Es posible que lo hayan oído, pero se
necesita toda una vida para conocer todas sus implicaciones.
En el Trabajo,
las relaciones personales son importantes. Pero serían imposibles sin la consideración exterior. Por ello, la
relación que mantengamos los unos con los otros debe ser a través del Trabajo. Éste y sus enseñanzas deben interactuar
entre cada uno de nosotros y la otra persona. Es menester contemplarnos los
unos a los otros a través de esa ventana común que es el Trabajo. Es preciso relacionarse a través de la valoración común
del Trabajo, porque si no se
entregaran a la consideración interior.
Y si no se Trabaja,
si dejamos que la vida siga su curso a través de nosotros, el Trabajo nunca llegará a convertirse en la Tercera
Fuerza para nosotros. La Tercera
Fuerza es una fuerza
relacionante. Será la vida la que actúe como Tercera Fuerza y ella nos devorará. La vida divide, el Trabajo une. La vida divide porque, en
la vida, las gentes no se comprende mutuamente. No tienen una base común, un
lenguaje común. El Trabajo si nos proporciona esa base común y un lenguaje
común que nos permita comprendernos mutuamente.
La consideración
exterior limpia y libera. Nos une a lo que nos falta, permitiendo que
veamos el otro lado de las cosas y que comprendamos las consecuencias de nuestros
actos. Cancela todos nuestros sentimientos de ser acreedores haciendo que desaparezcan.
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