martes, 16 de julio de 2013

La llamada del despertador.



<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 26/01/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: La llamada del despertador.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: Cuando llega la hora, del otro lado del espacio y el tiempo, un sonido que procede de una realidad espiritual, llama al hombre para que despierte.
<CUERPO DEL TEXTO>:
   En un momento determinado de nuestra vida, unas veces sin que nos demos cuenta, otras a causa de los avatares de la propia existencia, algo nuevo comienza a resonar dentro de nosotros. Un sonido extraño nos llena de inquietud, de insatisfacción, de desasosiego. Este estado nos lleva a buscar una respuesta, un significado, en esa nueva nota que nos llama y que no sabemos lo que es.

(...)

   Por algún tiempo, permanecemos solos, observándonos a nosotros mismos, sin entender lo que nos pasa. Después, la vibración de esa insatisfacción se ha hecho tan grande que sentimos el impulso de llamar a alguna puerta que le de un nuevo sentido a la vida. Generalmente la puerta es personal: un amigo, un gurú, alguien que consideremos que puede explicarnos que nos sucede. Otras veces, la puerta a la que llamamos, es grupal: una nueva iglesia, un grupo que se reúne a trabajar internamente, una organización filosófica o filantrópica, una orden esotérica, una escuela iniciática..., otra religión.
   Ante esa puerta ocurren distintas cosas, pero la más común es que el que llama, será conducido de las puertas individuales a las grupales y, en estas, de unas a otras. El recorrido variará según lo que uno busque y lo que desee  encontrar en lo que se refiere a su inquietud. En este proceso, poco a poco, no importa por que medios, comienza a formarse un nuevo significado. Una idea va surgiendo a nuestra conciencia. Por ella se derrama nuestra insatisfacción y encuentra cauce nuestra angustia.
   En respuesta a esa vibración desconocida, el nuevo significado se hace trascendente, e insufla en nosotros una nueva energía.
   Cuando esto sucede, no importa el camino que se haya seguido, siempre surge en nuestro interior un mismo deseo: el deseo de hacer, el deseo de servir. Hacer algo, no importa qué, pero siempre en relación a aquello que hemos ido comprendiendo. Entonces nos hacemos servidores de esa idea a la que hemos elevado a la categoría de Ideal. Empujados por esta especie de destino mesiánico, de mensajero divino, nos lanzamos a predicar y convencer a los demás de la bondad y ventajas de nuestro descubrimiento, sin haber profundizado en la comprensión interna del mensaje o la enseñanza; tomándola, generalmente, solo superficialmente, literalmente. Esto es algo que sucede casi siempre. Es como esas crisis de crecimiento por la que pasan todos los seres. Inevitablemente hay que pasar por ello.
   No vamos a entrar aquí cómo y de qué manera ha comprendido cada uno la idea convertida en Ideal y el impulso que le lleva a hacer. Cada uno deberá resolver ese problema por sí mismo, pues sólo a el atañe. Y de igual manera deberá resolver su conflicto referente a la opinión que emita sobre los que le han puesto en ese camino. Lo que aquí nos importa es descubrir y comprender que junto a la idea que hemos idealizado, convive otra, más difícil de percibir, que dice: Así como somos, no podemos hacer.
   En esta idea que no vemos, está el quid de la cuestión. Porque si no lo descubrimos, si no comprendemos y entendemos su significado, por mucho que creamos hacer, la insatisfacción, la angustia y el desánimo volverán a anidar en nuestro corazón al cabo de poco tiempo. Es necesario ir más allá de la Naturaleza, acceder a otra conciencia.
   Si supiéramos leer en el Libro de la Naturaleza, podríamos entender el problema. En la Naturaleza nadie hace nada. En ella todo sucede. Las cosas suceden allí porque los ciclos que la regulan hacen que, según varíen las circunstancias, ocurra eso y no otra cosa.
   Tenemos extrañas ideas sobre nosotros mismos; pensamos que somos el Hombre, y a la vez pensamos que somos algo separado de la Naturaleza. Nos extrañamos y no entendemos como los aconteceres de nuestra propia existencia se van desarrollando ante nosotros, ni como son regidos por las Leyes de la Naturaleza. No nos damos cuenta de que estas cosas que sobrevienen en la vida de un hombre también suceden. No nos damos cuenta que lo hacen de la misma manera que la lluvia cae porque la temperatura se ha modificado en las regiones altas de la atmósfera, debido a que se ha producido un cambio en la presión, en la temperatura o en la humedad de la masa de aire. Nadie llueve. En Lingüística se dice que son éstas, acciones impersonales. Entre las extrañas ideas que tenemos de nosotros mismos, tenemos la idea de que podemos hacer. Por ello decimos que hacemos: hacemos obras de caridad, hacemos el bien al prójimo, hacemos de personas comprensivas, bondadosas y misericordiosas y también, el querer hacer de los otros, nos hacen la puñeta. Hasta que cambian las condiciones atmosféricas. Pero, ese hacer no es diferente del acontecer que sucede cuando la nieve se derrite bajo el sol. La nieve no se derrite porque quiere, la lluvia no llueve porque quiere hacerlo. Nuestro pretendido hacer no sucede porque creamos que lo hacemos. Todo lo que acontece, todo lo que sucede, ocurre como resultado de influencias exteriores e interiores a nosotros, y de las que no somos conscientes, y sobre las cuales, en principio, no tenemos control, no tenemos poder.
   El hombre, tal como es ahora, no importa lo que crea de sí mismo, no ama, no odia, no desea, no sirve, porque él quiere. Todo eso sucede mecánicamente. Esta es una idea de las más difíciles de aceptar, porque está soportada por una de nuestras más fuertes ilusiones: la ilusión de que somos el Hombre. Pero la Tradición dice que sólo somos semillas de Hombres, semillas que cuando alcancen la totalidad de la conciencia de sí mismas, serán, serán el Ser. Y por ello, nadie comprende que lo que se hace de cierta manera, y sobre todo lo que ya ha sido hecho, no podía haber sido hecho de otra manera. Simplemente algo ha sucedido porque una Ley Espiritual de la Naturaleza está actuando. Los acontecimientos han tomado el único camino que podían seguir, según las influencias externas e internas que regularon el acontecer. Y nosotros no tenemos, tal como somos, poder sobre ellas.

   Si hemos logrado entender esto, entenderemos también por qué, cuando en respuesta a la llamada que provocó nuestra insatisfacción y comenzamos a caminar en otra dirección, quisimos hacerlo, haciendo lo que hacemos todos los días, en el estado de conciencia dormida, inconsciente, que nos caracteriza. Pensamos que ese nuevo movimiento era dentro de las ideas y pensamientos que mueven nuestro diario y doliente vivir. Y como la mentalidad con la que abordamos el que creíamos nuevo camino, no han cambiado, como nuestras ideas siguen siendo las mismas ideas mecánicas regidas por el acontecer, cuando nos hablan de que en el nuevo camino hay que servir a lo humano, de que hay que hacer un mundo nuevo, seguimos pensando que ese hacer no es diferente a lo que siempre hemos hecho.
   - ¿Podemos hacer algo entonces?.
   - ¡Nada!
   Esta respuesta enfurece a muchos. Suena tajante. Hace que el orgullo y vanidad se pongan en tensión. Surge siempre la misma pregunta llena de suficiencia: ¿dónde queda entonces el libre albedrío?  Pero ese Nada, es la respuesta que tendríamos que dar si fuéramos sinceros con nosotros mismos. NADA, tal como somos. Tal como somos sólo podemos hacer una cosa: cambiar nuestro estado de Ser, y eso es lo que nos demanda la llamada del despertador: que cambiemos nuestro nivel de conciencia, que Seamos el Ser. Sólo entonces podremos Hacer.
   ¿Qué significa Ser?
   Ser no hay más que Uno. Ser es la individualidad absoluta. Cada uno de  nosotros, en sí mismo, sólo es Ser. La absoluta individualidad es sólo Una, y  Uno es el Todo. Sólo hay Ser-Uno-Todo. Por ello se nos pide que seamos nosotros mismos: la única y absoluta individualidad y unidad del Universo. Y ahí, en ese punto, en ese estado o nivel de conciencia, en ese Ser, el Ser que somos, Hace, convierte la Palabra Creadora en Acto, por que El es la Palabra. Hace fuera de las influencias que rigen los aconteceres del suceder, y sobre los que el Ser si tiene Poder.
   En el nivel del acontecer, creemos que somos una multiplicidad de seres  que tiene que buscar la unidad, la hermandad. Y porque lo creemos desde nuestras ideas de este lado, pensamos que tenemos que hacer algo los unos por los otros, sobre todo algo llamado servicio, en el que vamos por ahí solucionándole los problemas y las vidas a los demás.
   En la Naturaleza, el animal no sabe que lo es. No tiene conciencia de sí. Está dormido y preso de su nivel. Aunque tal vez sueñe en otra cosa. Tal vez esa otra cosa que sueña el animal seamos nosotros. Y aunque empezamos a tener conciencia de nosotros mismos, no somos algo distinto todavía; aún no hemos salido del sueño que soñamos mientras dormimos. Aún dormimos para nosotros mismos en la mente del Creador, donde tal vez soñemos que somos ángeles. ¿Soñarán los ángeles que son arcángeles?
    Dormimos profundamente y, en ese estado de conciencia, tomamos lo cotidiano del acontecer de nuestros sueños como algo real; y a eso le llamamos vida. Pero luego no nos despertamos, sino que seguimos soñando que lo hacemos, que estamos despiertos. A este nivel también hay diferencia entre los hombres: unos, duermen profundamente; otros, son despertados por algo brusco que sucede en sus vidas, la llamada del despertador, pero enseguida vuelven a quedar dormidos. Los pocos que han podido permanecer despiertos por un breve y suficiente tiempo para darse cuenta y tomar conciencia de su estado, hacen esfuerzos y trabajan por despertarse. Si tienen confianza y fe en lo que de sí mismos han comprendido, si no se sueltan del sonido interno que les sigue llamando desde el otro lado, tendrán la posibilidad de despertar, de devenir en un Ser con Conciencia, y este devenir no es un acto, es un proceso.
   Los Guías Espirituales de la Humanidad han venido diciéndonos por siglos que tenemos que despertar. Y eso parece casi imposible porque, ¿cómo un hombre que en su sueño cree que ya está despierto, puede despertarse así  mismo?
    ¡No puede!
    Y si no nos damos cuenta de que estamos encerrados en la prisión de nuestros sueños, creyendo ser ya libres, creyendo que somos, ¿qué posibilidad tenemos?
   ¡Ninguna!
   Esto también suena demasiado contundente. La realidad es que nadie puede hacer nada por que no quiere, o no puede, darse cuenta de que No-Es, de que no es un ser libre, de que está sometido a ritmos y a leyes de la Naturaleza; esa Naturaleza llamada María donde la semilla divina que es ha sido sembrada para que germine y florezca. La liberación no es un hacer algo y ya está. Solo es posible como resultado de despertadores; es decir, del sonido producido por la llamada de aquellos que ya han despertado, de aquellos que ya Son. Ese sonido que sonó dentro de nosotros y nos sacó del sueño, momentáneamente, y nos produjo desazón.
   El despertar no se produce de pronto. Es un proceso paulatino por el que la conciencia va pasando por distintas fases que van del sueño profundo, al de vigilia consciente y al del estado de Ser. No se produce con el suceder mecánico dentro del sueño, regido por las influencias externas e internas de nuestros aconteceres. Sólo es posible como resultado de prolongados trabajos, de grandes esfuerzos y, sobre todo, de esfuerzos conscientes. Sin ese esfuerzo consciente, sin ese esfuerzo individual, en la soledad del propio Ser, en la libertad del propio Ser, en la individualidad del propio Ser, en la Unidad Toda del propio Ser, ni el amigo, ni el grupo, ni el gurú o el avatar, podrán hacer nada por nosotros. Ellos sólo pueden, en la medida y grado que tengan de sus propios procesos de despertar, hacer sonar el despertador.
   Es de nosotros de quiénes depende que despertemos realmente, o que sigamos  dormidos, porque soñamos que ya estamos despiertos. De nosotros depende que nuestro hacer no sea el resultado de lo que sucede. De nosotros depende Ser. Llegar a Ser es Nuestro único y exclusivo trabajo. No hay otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario