EL
SERMÓN DE LA MONTAÑA
1ª Parte
Cristo sube al
monte para dar una enseñanza. En el lenguaje simbólico del relato evangélico,
los personajes y los aconteceres, NO deben
ser tomados como reales, sino que son imágenes y símbolos que hacen referencia
a otra realidad. Esta Enseñanza que
da Jesús en el monte es una enseñanza
intermedia entre la que proporciona Juan el Bautista, el Precursor, y la enseñanza
que Jesús da en las parábolas a aquellos que "tienen ojos para ver y oídos para oír", que tienen “comprensión”.
(...)
El relato evangélico
nos habla, pues, de TRES tipos de enseñanza:
el de las parábolas, que se
corresponde con la Cabeza o Centro Mental
y el Reino de los Cielos; el del Sermón del Monte, que se corresponde con
el Pecho (Plexo Solar) de nuestra anatomía
o Centro Emocional y su realidad interna; y la enseñanza que predicaba Juan el Bautista,
que se corresponde con el Vientre o Centro Instintivo y que hace referencia
a las realidades externas.
Visto el esquema
de abajo a arriba o de fuera a dentro:
- El primer tipo de enseñanza es el más externo, el más literal, y es el que está simbolizado por Juan el Bautista.
- La enseñanza intermedia, el segundo nivel, un nivel simbólico, viene expresado y simbolizado por el "Sermón de la montaña".
- El tercer nivel, psicológico, es el que Jesús expresa cuando habla en "parábolas" y que se refiere únicamente al "Reino de los Cielos".
Estos tres
niveles tienen que ser recorridos por todos los seres humanos en su camino
evolutivo y en su proceso de aprendizaje, porque: "El Reino de los Cielos está
en (o, dentro de) vosotros". El "en" o, el "dentro de", hace referencia a algo
interno. Si el "Reino de los
Cielos" es un estado de evolución superior, para poder alcanzarlo, la
referencia dice que hay que caminar desde la superficie hacia el interior
(dentro de) de uno mismo. Indica
entonces, que sólo puede ser alcanzado de un modo interno, a través de un
cambio interno.
La Enseñanza no dada en parábolas por Jesús,
indica aquello que el hombre tiene que observar
en s¡ mismo, lo que tiene que pensar, lo que tiene que valorizar, y los propósitos
que tienen que animarle para alcanzar ese nivel superior que Él llama "Reino de los Cielos" y que dice que
está "dentro de nosotros".
De esta formulación,
muchos han creído entender que no hay nada que hacer en uno mismo, porque ya
está todo "dentro". Pero, Él
dice que el Reino... Debe ser alcanzado. No por una acción o
un trabajo hacia fuera, externo, sino
por una acción o un trabajo hacia dentro,
interno, que permita acceder a "otro
nivel". Ese otro nivel es otro
nivel de comprensión.
Para el lenguaje
de los evangelios, un hombre que vive de los sentidos, es un hombre sensual, es un ser de entendimiento literal, un hombre de la
tierra, un hombre de mente externa. Y Jesús dice que el "Reino...", no se encuentra a ese
nivel.
"El que de arriba viene sobre todos es: el
que es de la Tierra,
terreno es y cosas terrenas habla". (Juan III,31)
Jesús le explica a Nicodemo que el hombre tiene que nacer de "arriba". Este "Renacimiento" es un renacimiento interno en relación a lo que Nicodemo es. El "Reino…" está en lo "íntimo": "dentro de vosotros", "sobre vosotros". Psicológicamente, "íntimo" y "superior" dicen lo mismo:"Lo interno es lo superior". Dicho de otro modo: a fin de que el hombre-animal, pueda llegar a un nivel superior en s¡ mismo, tiene que moverse hacia dentro, hacia lo interior en s¡ mismo.
¿Qué es lo que
puede impedir que, psicológica y concientemente, nos movamos hacia dentro?
Ese impedimento
está simbolizado en los relatos evangélicos en la figura del “fariseo”. Como símbolo, en todos
nosotros existe un "fariseo",
como igualmente existe un "judas",
o cualquier otro personaje simbólico. Este "fariseo" es el hombre
externo, el que ama el aplauso y la alabanza; el que habla de las limosnas
que da, etc. El "nivel externo",
indica que un hombre así no puede entender las cosas (la Enseñanza dada por
Jesús, por ejemplo, o las cosas del espíritu), nada más que de una forma
externa y literal. Jesús les dice a los "fariseos" que ellos no conocen nada de s¡ mismos, porque carecen
de "comprensión interna", y
por ello desmantelaban las mentes de los hombres, aparte las suyas propias.
Jesús es muy
duro con los "fariseos".
Utiliza un lenguaje muy fuerte con respecto a esta "adoración o trabajo exterior" que impide que hombre entre en
el "Reino…", porque está preso
de lo externo, de la literalidad. También ataca su "celo proselitista" que arruina el entendimiento de la gente en
lo que concierne a un futuro trabajo interno.
"Más, ¡ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los
hombres; que ni vosotros entráis ni a los que están entrando dejáis entrar…,
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, porque rodeáis la mar y la tierra para hacer un prosélito, y
cuando fuere hecho lo hacéis hijo del infierno doble o más que vosotros.” (Mateo, XXIII,
13-15)
¿Por qué los fariseos no pueden entrar en el Reino?
Porque desde que
el "Reino…" está en un
nivel más interno, más profundo o, más alto tiene uno que acercarse a él mediante una profunda comprensión y mediante el desarrollo de
la mente interna. El "fariseo" cierra esta entrada al
insistir únicamente en los ritos externos, en la observancia literal, en la
letra de la ley, por ello son "Guías
de ciegos". Y, justamente porque recalcan el aspecto exterior de las cosas, sin dar la menor
importancia a lo interno, es por lo
que ellos cierran la puerta, para ellos y para los demás.
Hay aquí una
profunda razón psicológica: El hombre que vive en los significados externos, el de "al pan, pan y al vino, vino", y en las cosas literales de los sentidos, no se mueve, ni
puede moverse, internamente, hacia
los significados más profundos y más
elevados. No llega ni puede alcanzarlos.
Es el "fariseo" que anida en nuestro interior,
el que nos cierra la entrada al Reino…,
empeñándose en ver las cosas en un sentido errado, literal y superficial. En
las referencias que Jesús hace de los fariseos,
vemos que estos encarnan, no solo la religión ritual tomada al pie de la letra,
sino algo mucho peor, el fanatismo. Jesús ataca en ellos su vanidad, su presunción, sus justificaciones,
su ignorancia; pero sobre todo, su hipocresía que, según dijo, era lo que
los condenaba.
Si el fariseo representa el nivel literal. ¿Por
qué hemos situado Juan el Bautista, en el esquema, en la posición que
corresponde a lo externo?
Porque tal como
lo presenta el símbolo del relato, él
es el que permite el paso por la
Puerta de los Hombres. Aunque el está simbolizado, ocupando una posición a nivel externa
y literal, no es un fariseo, porque era genuino y sincero. Era el Heraldo de la Buena Nueva
representado por el Mesías. Representa
y simboliza al hombre que comienza a caminar hacia el reino interior, pero que aún
está fuera, viéndolo todo, aún, desde un nivel terrenal y exterior. Representa el estado de comprensión en el que lo "nuevo"
y lo "viejo" entran en
lucha; porque en cada uno de nosotros tiene que haber un periodo en el que la vieja comprensión, a causa de esta
lucha, puede destruir la nueva.
Esto anterior,
viene simbolizado por la Parábola del vino viejo en odres nuevos. Jesús
relata esta parábola después que los fariseos señalen el contraste que existe entre
los discípulos del propio Jesús, a quienes condenaban porque no ayunaban, y los
discípulos del Bautista, que ayunaban y guardaban la ley.
Si leyéramos el
Evangelio con comprensión interna (no
hace falta ser cristiano para leerlo, ya que es un texto esotérico), nos daríamos cuenta de algunos detalles: Jesús
identifica al Bautista y a Elías. ¿Qué simboliza esta
correspondencia? Simboliza la referencia a dos niveles similares de comprensión
acerca de la "Verdad del Verbo de Dios".
Pero fijémonos en los detalles:
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Elías y el ángel. Notre-Dame de la Chapelle, Plaza de la Chapelle, Bruselas (Belgica). Escultura barroca de Pierre-Denis Plumier (1721) |
¿Como se describe a ELIAS en el Antiguo Testamento? Como "un varón velloso, que ceñía sus lomos con un cinto de cuero" (Reyes 1,8).
¿Como se describe al BAUTISTA? "Y tenía Juan un vestido de pelos de camello, y un cinto de cuero alrededor de los lomos".
El Greco. San Juan Bautista. Museo de Arte de San Francisco
En el lenguaje
de las parábolas, aquello con lo que un hombre viste su cuerpo, representa y se corresponde a lo que cubre su
mente. La mente del hombre está vestida con aquello que éste sostiene
como verdad, aún cuando se trate de
una mera opinión o una creencia profunda. Esa verdad, sea cual fuere, es el ropaje
de la mente. Según sea aquello que el hombre mantiene como verdad, así será la naturaleza de
este tipo de ropaje.
Esta "Verdad" puede entenderse "externamente" o, "internamente". La Verdad que enseña Jesús,
llamada simbólicamente "El Verbo de
Dios”, y que trata acerca de la evolución
interior, puede captarse en un sentido más externo y literal y también
en su sentido interno y profundo. Cuando sólo se la comprende externamente, se la representa como un
ropaje hecho de cosas externas: "vello"
y "cuero" son cosas
externas. Pertenecen a la piel y el cinto de cuero las mantiene sujetas a ella.
Jesús vestía una
"túnica inconsútil" -no cosida-, de una sola pieza, sin hilos,
sin cinto, sin nada externo. Es por ello que cuando las creencias de un hombre
dependen de la conducta de alguna otra cosa, esas creencias están sujetas por medios
externos. Si hoy pudiera comprobarse (cosa que se intenta) que los acontecimientos
y detalles del relato histórico de los hechos de Jesús (hoy admitidos
consensualmente), fuera de otra manera, puede que muchos renunciaran a él,
porque sus creencias estarían ceñidas por cosas externas.
En el simbolismo
del relato, Jesús enseña desde la "Verdad"
y el "Bien". El Bautista
lo hacía desde la duda: "¿Eres tú el
que ha de venir, o esperamos a otro?" El Bautista estaba en la "verdad exterior", Jesús en la
"Verdad interior". Y cuando
nos encontramos únicamente en nuestra "verdad
exterior", cuando obramos y juzgamos todas las cosas desde esa posición
de la verdad, desde la doctrina y su interpretación literal, nuestra pretendida
verdad es ruda, tosca y, frecuentemente, carente de misericordia. Porque si
todos obrásemos desde la "Verdad
interna", ninguna secta perseguiría a otra, ningún hombre perseguiría
y juzgaría a otro por el hecho de tener una opinión diferente a lo que él cree
su verdad.
El "Bien", en el símbolo del relato, es
lo que Unifica a la Verdad,
convirtiéndola en un todo vivo; es el que teje
y une todos los elementos de las
diferentes verdades que condujeron a él, en un único vestido sin costuras.
Mientras el Bautista encarna ese lado de la "verdad" que es la
Ley sin la Gracia,
Jesús decía que la "Verdad"
tiene que venir primero, luego, llegará el "Bien". Por ello, el Bautista es el Precursor.
Juan el Bautista
es una de las más extrañas figuras de los Evangelios, y una de las más difíciles
de entender en su estructura simbólica, porque en él se esconde el símbolo del
Dios Jano, la puerta. Jesús, cuando le preguntan por él, lo define como "El que era el más grande de todos los
hombres nacidos de mujer; pero que aún el más pequeño en el Reino de los
Cielos, era superior a él."
Esta expresión,
en su sentido simbólico, hace referencia al paso por la "Puerta de los Hombres" (en la
correspondencia anatómica entre el hombre y el Árbol de la Vida, se sitúa entre la 3ª y
4ª vértebras lumbares de nuestra columna vertebral que representa la Columna del Centro del
Árbol de la Vida
o el Dorado Sendero Medio del Buda). Entrar en el cuadrilátero (simbolizado por
las 12 vértebras dorsales) no es ser aún un Hombre
Verdadero. Éste es el que, por haber luchado el combate del cuadrilátero
para equilibrar sus dualidades internas, puede pasar la otra puerta, la "Puerta de los Dioses", y entrar en
el "Reino de los Cielos",
representado y simbolizado por nuestra cabeza o lo que esta en su interior
contiene.
Pero para pasar
por la "Puerta de los Hombres",
hay que ser bautizado con "Agua".
Las emociones, los sentidos, las sensaciones, todo lo que se mueve "hacia fuera", y que debe ser
controlado y transmutado, es "Agua".
Hasta que no fue bautizado, Jesús no anduvo sobre esas mismas aguas. El Bautismo por agua es una purificación de
nuestro plano emocional personal.
Juan el Bautista
no era un hombre ordinario. Había recibido una enseñanza, tenia discípulos, se decía
que él y sus discípulos practicaban el ayuno. Pero, según Jesús, "aún no había alcanzado el grado más bajo del
Reino de los Cielos”. Y a la inversa: "Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que
Juan el Bautista, pero el más pequeño en el reino de los Cielos es mayor que
él." (Lucas, V, 8).
Juan el Bautista
debió de desempeñar un papel muy difícil en el drama de Cristo: tuvo que
predicar su venida; no le conoció cuando vino a él para someterse al rito
formal del bautismo; y, cuando aún vacilaba en bautizarle, Jesús le recordó que
tenía que cumplir con su misión. Entonces le bautiza y dice: "A Él conviene crecer y a mí menguar. El que
de arriba viene sobre todos es; el que es de la tierra terreno es y cosas
terrenas habla…"
Más tarde fue
decapitado. Se nos presenta a Juan el Bautista como si fuera la reencarnación
de Elías (Elías había decapitado a
otros porque no quisieron escucharle). A pedido de la hija de Herodes, azuzada
por su madre, cuyo matrimonio con Herodes (el hermano de su marido), Juan había
sido condenado desde el "punto de
vista legal". ¿Sabía Juan lo que iba a ocurrir? Es posible si se
comprende el relato en términos simbólicos: el de un estado que eventualmente alcanzaría
el Bautista, cuando sustituyera su falsa cabeza de hombre rojo, por la Yod del
Tetragrama, por su verdadero cabeza de Hijo
de Dios.
El Evangelio da
a entender que recibió instrucciones para desempeñar un papel preciso. Sabía
que el Mesías iba a llegar. Le reconoció por una cierta señal, que los demás no
vieron, mientras le bautizaba (no antes). El propio Juan lo dice: “Y yo no le conocía; más el que me envía a
bautizar con agua, aquel me dijo: “sobre quien vieres descender el Espíritu y
que reposa sobre él, este es el que bautizo con Espíritu Santo."
¿Quién le envió?
Nada se dice en los Evangelios sobre esto. Sólo sabemos lo que Jesús dijo de él:
"que era un hombre nacido de mujer".
En el lenguaje simbólico esto quiere decir que aún no había pasado por el
"renacimiento" que enseñaba
Jesús. Así que todavía "era de la
tierra", aunque perteneciera al grado más elevado de ella. Y por ello bautizaba
con "Agua".
Mientras el "Agua" son nuestras emociones, el "Agua Viva" es la "Verdad".
Urge un arrepentimiento. En griego,
que es el idioma en que están escritos los Evangelios, arrepentirse significa un "cambio
de mentalidad", “Metanoia”
(más adelante se explicará esta palabra). Y este cambio de mentalidad ocurre
por la recepción de un Conocimiento o Verdad.
Lo que Juan hace al bautizar con "Agua",
es proporcionar un nuevo conocimiento que nos ayudaría a
limpiar nuestras emociones. Bautismo
significa limpiar, purificar. Por medio del bautismo, el nuevo conocimiento, el hombre queda
limpio de las ilusiones que corresponden a sus emociones, a sus sentidos físicos
y a su amor propio.
El Bautista enseñaba
un "Conocimiento", una
"Verdad", que había
aprendido con aquellos que le enviaron, y que de ser aceptada, podía "limpiar la mente", y conducir al
hombre a un cambio en su manera de pensar, o sea, "a un cambio de mentalidad".
Juan el Bautista
dice: "Yo no soy el Cristo, sino que
soy enviado delante de Él." En toda la escena del Bautismo, y en lo
que allí se dice, se resalta la diferencia entre los niveles de la "Tierra" y el "Cielo". Pero las palabras con las
que Jesús define a Juan indican algo más. Hay grados de "Tierra" y hay grados de "Cielo". Y se resalta que lo que es
"superior" en el nivel
"Tierra", no pasa
directamente al nivel "inferior"
en el "Cielo". El paso del estado superior del nivel
inferior, al estado más bajo del nivel superior, exige un "renacimiento",
un nuevo nacimiento, no de mujer, sino del Espíritu.
Al igual que el vestido simboliza la calidad de la mente, lo que come, simboliza las ideas
que le nutren: Juan se alimentaba de "miel
silvestre" y de "langostas
silvestres". Las langostas devoran
toda vida que crece. Juan admite que es "de la tierra" y que sólo puede comprender en base a un nivel
"tierra", externo, literal; o sea, que cualquiera que fuera la enseñanza que había
recibido la comprendía únicamente a ese nivel, a nivel silvestre, al nivel de
la mente natural. Y que por ello comprendía lo "nuevo" en función de lo "viejo".
En una parábola,
Jesús dice refiriéndose directamente a Juan el Bautista y a sus discípulos:
"Nadie mete remiendo de paño nuevo en vestido
viejo; de otra manera el nuevo rompe y al viejo no conviene remedio nuevo. Y
nadie echa vino nuevo en cueros viejos; de otra manera el vino nuevo rompe los
cueros, y el vino se derramará y los cueros se perderán. Más al vino nuevo en
cueros nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservarán. Y ninguno que
bebiere del añejo quiere luego el nuevo, porque dice: “el añejo es mejor”.” (Lucas. V, 36-39)
Lo que Jesús
está diciendo es que para recibir correctamente una nueva Enseñanza, simbolizada por el vino
nuevo, no podemos ir cargando con todo aquello que la vida ha puesto en
nosotros: no podemos cargar con nuestras creencias, nuestros prejuicios, nuestras
ideas preconcebidas y nuestras actitudes, ya sean de raza, costumbre, o pensamiento;
no podemos cargar con todas nuestras opiniones, con todas nuestras ilusiones,
derivada de actitudes erróneas y de una mente dividida por la literalidad de
los significados. Un hombre así, no puede recibir el "vino nuevo" de la nueva “Enseñanza”
en "odres viejos".
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El juego de la Rayuela es el camino de la Tierra al Cielo por los 10 Sephiroth. |
El nivel
superior llamado "Cielo",
no puede ser recibido por el nivel inferior llamado "Tierra". Ni puede la "Nueva
Enseñanza" agregarse a la vieja. Tampoco puede servir el "remiendo" en "paño viejo", porque: al tomar algo
de lo "nuevo", y agregarlo
a lo viejo, dañaría a lo "nuevo".
El "paño nuevo" y el "vino nuevo" significan la nueva Enseñanza que el hombre debe ponerse
como vestido y usar, o si debe
tomarla como bebida, esa nueva Enseñanza tiene que ser aceptada en su
integridad. Además no ha de sumarse o agregarse a los viejos puntos de vista porque
"a lo viejo no conviene remedio nuevo".
Todo esto se cita como una referencia a Juan el Bautista y a su nivel de comprensión después de que los fariseos asumieran una actitud
desfavorable hacia Jesús y sus discípulos, en comparación con Juan y los suyos.
Los fariseos habían dicho que los discípulos
de Juan ayunaba y hacían oración, mientras que los de Jesús comían y bebían.
Poco a poco,
vamos viendo como es la "figura",
el "símbolo" que se
posesiona de Juan en el relato evangélico. Juan "pedía el arrepentimiento, pedía un cambio de mentalidad". Al
hablar del Reino de los Cielos decía:
"arrepentíos, que el Reino de los Cielos
se acerca" (Mateo, III, 2). Él había sido enviado por "alguien" a predicar. Él asumió esa misión.
Pero lo que Juan "sabía"
del Reino de los Cielos era algo que solo conocía desde fuera, externamente, no
lo había experimentado ya que Jesús dijo de él que "no era del Reino". Lucas nos cuenta como una multitud se acercó
a él para ser bautizada, y como él les decía:
"¡Oh generación de víboras! ¿Quién os
enseñó a huir de la ira que vendrá? Haced pues frutos dignos de arrepentimiento
y no comencéis a decir en vosotros
mismos: "Tenemos a Abraham por padre", porque os digo que puede Dios
aún de estas piedras levantar hijos a Abraham." (Lucas. III, 7-8).
Pero, ¿cómo
puede alguien "arrepentirse",
como puede alguien "cambiar de
mentalidad" o de "manera de
pensar", cuando está firmemente convencido, cuando cree que su
mentalidad, su pensamiento, es el correcto? ¿Cómo podemos "arrepentirnos" de algo, si piensa y
estamos firmemente convencidos que ese "algo" está bien? No
puede.
Primero hemos de
darnos cuenta que "ese nuestro
pensamiento", ese "algo"
que creemos nuestro y que nos pertenece, no está bien, está errado. Por
ello, Juan señala que no comiencen a decir lo de siempre, la “verdad” manida y mecánica que se
encuentra dentro de ellos mismos: "Tenemos
a Abraham por padre". Decir esto es una excusa para no tener que
pensar algo diferente; decir esto, pensarlo incluso, creerlo, no es lo correcto.
Abraham puede ser todo lo que queramos, y su figura simbólica en la Biblia es impresionante, pero
poner a Abraham, Moisés y su Ley, y a los Profetas, en el lugar del Padre (un símbolo de Yod-He-Wau-He) es
una idea errada.
Hay que cambiar esta idea fija, hay que "arrepentirse" de ella, hay que cambiar de mentalidad o de mente (Metanoia).
¿Qué hemos de
entender por la palabra “arrepentimiento” usada en los Evangelios?
Es una palabra
confusa ya que su significado hace referencia a lo equivocada que están las
gentes cuando toman las cosas del mundo como si fuera la Voluntad de Dios. Han de
aprender a percibirla de una forma distinta, con un nueva manera de enfocar la
vida, con una nueva manera de pensar, con una nueva mentalidad. El problema es
que la palabra que en todo el Nuevo Testamento ha sido traducida, del original
griego, por “arrepentimiento”, es la palabra griega "metanoia" (meta-noia) cuyo significado literal es “transformar la mente”. La raíz griega ("meta") aparece en una gran cantidad de
palabras de uso corriente, tales como metá-fora, meta-física, meta-morfosis,
etc. Hace referencia a transferir el significado literal (en el caso de
metáfora); o a ir más allá de la física (en el caso de la Metafísica); o la
transformación que ocurre en la vida de los insectos, como el proceso en que un
gusano se convierte en mariposa. Luego, esta raíz, "meta" indica
transferencia o transformación de una estructura o realidad a otra de orden
nuevo y distinto que se encuentra “más
allá” del anterior y denota eso: algo “más
allá”, “al otro lado de”.
La segunda parte
de la palabra, "noia", proviene del griego "nous" que significa “mente”.
Por consiguiente la palabra "metanoia" nada tiene que
ver con “arrepentirse”, sino con “transformación”, transformación de la
mente. La palabra “arrepentimiento”
procede del latín “pocnitare” que
quiere decir “tener pena”. Penar,
sentir pena lamentar, se refieren a un estado de ánimo, en cambio “metanoia” se refiera a una nueva mente,
a un cambio en la manera de pensar, a una forma de pensamiento nueva, con ideas
nuevas, con conocimientos nuevos y con actitudes nuevas.
Jesús sabe que
las gentes, incluso sus discípulos, piensan erradamente, por ello no les pide
que “se arrepientan”, sino que “piensen de forma diferente”, que cambien
su forma de pensar.
La muchedumbre,
después de aguantar el rapapolvo de Juan, le pregunta que es lo que han de hacer,
que es lo que se espera de ellos.
"Y las
gentes preguntaban diciendo: "¿Pues que haremos?". Y respondiendo les dijo: "El que tiene dos túnicas de al que no tiene, y el que
tiene que comer haga lo mismo". Y vinieron también publicanos para
ser bautizados y le dijeron: Maestro, ¿Qué haremos? Y él les dijo: "No exijáis más de lo que está ordenado".
Y le preguntaron también los soldados diciendo: "Y nosotros, ¿qué haremos?" Y él les
dice: "No hagáis extorsión a
nadie, ni calumniéis, y contentaos con vuestra paga." (Lucas
III,10-14)
La pregunta
sobre el ¿qué hacer? se formula 3 veces y por 3 grupos diferentes:
- Las "gentes", es decir, los "gentiles", son los no judíos, los que no pertenecen a la "vieja" mentalidad, los que no siguen a Abraham. Serán ello los que harán el cambio.
- Los "publicanos", es decir el "pueblo no fariseo”. Son aquellos judíos que, como se dice en otra parte del relato, "oraban hacia dentro".
- Los "soldados", es decir, los defensores del "poder político". No nos dicen si son judíos o romanos. De todas maneras, no importa, porque el poder político judío estaba controlado por Roma. Roma simboliza el poder de una realidad material, física, externa, pero que se opone y lucha contra la mentalidad judía, estrecha y cerrada. Roma, como otras tantas veces ha ocurrido en la Historia, abre las fronteras de un gran espacio externo en el que más tarde se desarrollará la nueva semilla en su interior. Con ello, el “mal”, representado por Roma, habría trabajado para el “bien”, representado por la dispersión de la nueva semilla. Los soldados luchan por esa apertura, aunque sea externa y material.
Los tres grupos, que representan nuestra
naturaleza humana, preguntan lo que deben
hacer para arrepentirse, para
cambiar de mentalidad. Es decir, que dentro de lo "externo", dentro de lo literal, también hay tres grupos, tres
niveles preparados para ese cambio de mentalidad, para ese arrepentimiento que
solicitaba Juan.
Cada uno de
ellos, nuestra mente, nuestra realidad emocional y nuestra realidad física,
pregunta que tiene que hacer, y a cada uno se le da una respuesta distinta:
- A los Gentiles se les dice que si tienen "dos túnicas", den una al que no tiene; y al que no tenga que "comer", hagan lo mismo. Si, en la clave simbólica, lo que cubre el cuerpo de un hombre, lo que “viste”, se corresponde con lo que alberga su mente, con lo que es su mentalidad, tener dos túnicas, hace referencia a dos mentalidades: una "nueva" y otra "vieja". Les dice que dejen una, que dejen la "vieja" a quien la necesite, porque muchos aún necesitan de esas viejas ideas, aún tienen que pasar por la etapa de aprender la "vieja enseñanza", la "vieja ley", que es nueva para ellos, y seguir así recorriendo el camino que conduce a la entrada del Reino de los Cielos. Esta referencia se complementa con la alusión "al que tiene que comer". Tener que comer es "tener alimento espiritual". Compartir el alimento, el conocimiento, es transmitirlo, darlo a otros, a los que no tienen.
- A los Publicanos les pide que "no exijan más de lo ordenado".
- A los Soldados que no calumnien, que no hagan extorsión, y que se contenten con su paga.
Si relacionan
estos dos elementos del cuerpo social con lo que sa se ha dicho de los Centros Emocional y Instintivo-Motor, podrán establecer importantes correlaciones.
Y como si el
Bautista sintiera que sus respuestas no son suficientes, ya que "al no ser del Reino", el no sabe
realmente que es lo que hay que hacer, les anuncia que "vendrá" otro que es más que él.
“Como el pueblo estuviera en expectación,
preguntándose todos en sus corazones acerca de Juan, si sería el Cristo, Juan
declaró a todos: “yo os bautizo en agua, pero viene ya el que el más fuerte que
yo y a quien no soy digno de desatar las correas de sus sandalias. Él os
bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano el bieldo para
aventar su parva y juntará el trigo en su alfolí, y quemará la paja en fuego
inextinguible. Con estas y otras muchas exhortaciones amonestaba al pueblo”.
(Lucas 3, 15-18)
Aquí, los "tres" anteriores, son una unidad, son
“el pueblo judío”, un símbolo de la Humanidad considerada
como una unidad.
Con la
anteriores palabras zanja la cuestión de lo que hay que hacer. Y continua
"amonestando" (ad monere = reprender), porque en el nivel externo y literal simbolizado por
Juan, el mensaje suena como admonición, es amenazador, es castigador, para el
pueblo, para nuestra comprensión externa.
Pero cuando Jesús
habla en el "Sermón de la Montaña", el
"pueblo", que ha subido a
las faldas de un monte, a un “lugar
elevado", que se ha levantado ya un poco sobre su literalidad
superficial, y es por ello que puede comenzar a escuchar a otro nivel, se
dispone a escuchar el "Sermón"
(el discurso o las palabras de Jesús que han sido consideradazas por lo
evangelistas como un sermón). Pero estas palabras solo son para los “discípulos” que están junto a Él en la
cima del monde, no para el "pueblo"
que está en la falda del monte. Los discípulos
son aquello que, salidos del pueblo,
han hecho el esfuerzo para elevar su comprensión a un nivel más alto, casi
hasta la altura del Maestro, desde donde éste les habla.
Y el Maestro comienza por decirles a
los discípulos “NO” lo que "tienen que
hacer", sino lo que "deben
de ser" antes de poder ganar el "Reino de los Cielos". Y este Sermón, comienza con las Bienaventuranzas.
- Sermón = Represión en una de sus acepciones. Aún a este nivel, se puede sentir como represiva la palabra del Maestro que habla desde un lugar más elevado; es decir, desde otro nivel de comprensión. Este es un aspecto a tener en cuenta, a la hora de ver contradicciones en los mensajes que vienen de un lugar más elevado, o que vienen de las enseñanzas sobre el Reino de los Cielos.
- "Bienaventuranza" - Bien-Aventura-Anza. “Anza” es un sufijo que expresa o denota acción o efecto. Luego Bienaventuranza es “Hacer la aventura del Bien”.
Jesús les habla, les dirige un mensaje, sermón, a aquellos que, elevados por su esfuerzo
a un nivel de comprensión más alto, se encuentran dispuestos a recorrer la aventura, a aventurarse, del Bien. Y les
habla en un lenguaje que, sin ser el de Juan, y sin ser el del Reino (parábolas), si es más profundo. Les
habla en este lenguaje más interior.
No para decirles lo que tienen que hacer, y que ellos habían preguntado a Juan
y este no había sabido responder, sino para señalarles lo que deben ser, en lo que se deben de convertir antes de entrar y
ser ciudadanos del Reino. Les enseña
lo que deben ser a aquellos que
quieran recorrer esta aventura. Porque sin este lado del ser, sin esta disposición,
sin esta actitud, no podrán recorrer el
camino, un camino que es una aventura,
como el propio Jesús demostró en su propio mito personal.
(Continua)
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