jueves, 18 de julio de 2013

Soledad y Libertad 08


Continuación

* Parábola de la metamorfosis del gusano.

En una carta a su hermana Salus (17‑5‑1955), León Felipe, que ya tenía 71 años, le decía:
"El gran, el verdadero itinerario, es este. Vamos de la Nada a la Vida, de la Vida a la Muerte y de la Muerte al Misterio... Y después del ir y venir de nuestra carne por la tierra, por el mar y por el viento, hay otras estaciones y fronteras para las que hay que llevar otros documentos y pasaportes. Yo tengo un pasaporte para viajar por las estrellas y por la Vía Láctea. Es un poderoso talismán. Creo que tu lo tienes también... ¡Son las lágrimas!
Por estas lágrimas me conocerán por siempre las constelaciones y los dioses... Y con esta cédula se me abrirán las puertas sin bisagras ni cerrojos de los mundos..., por donde se entra a navegar a los espacios infinitos..."
 (...)

     De nuevo las lágrimas! Esa lágrima que nos da la Luz, nos da también la Libertad. La libertad para desplazarnos sin obstáculos por esos mundos siderales, por esas moradas de la Casa del Padre. La libertad para pensarlas, la libertad para construirlas, la libertad para decirlas, la libertad para que la Ley Una del Universo, la Ley del Amor, pueda expresarse en nuestro amor. Libertad y Amor son dos palabras que tienen un mismo significado, y ambas son una y la misma Ley. Pero para alcanzarla, tenemos que dejar de ser ese gusano que se desplaza a ras de tierra, y que ni siquiera se da cuenta de que deja tras de sí una estela luminosa, segregada por el llanto que provoca su esfuerzo reptante. Tenemos que encerrarnos en ese capullo llamado Soledad.
Es éste capullo de crisálida una cubierta protectora, hecha de seda, de luz, de llanto, de baba…; un capullo que nos aísla del mundo, sin que por ello abandonemos el mundo; pero que impide que las voces y las historias del mundo nos aparten de nuestro camino para dejarnos encerrados en nuestra propia palabra, con nuestra propia voz interior, con nuestra propia verdad. Este capullo de soledad, no es sólo para impedir que entren los gritos de angustia del hombre, los cuentos, sino también para impedir que salga nuestra verdad. Porque la verdad luminosa, la verdad transmutada por las lágrimas, no es para decirla, es para comerla, para digerirla, para hacerla carne de mi carne y sangre de mi sangre, allá en el interior del capullo.
Y será luego, la mariposa, el resultado de esta metamorfosis, con su vuelo, la que exprese esta verdad. Esto es lo que dice la Parábola:
"Y tomé el libro de las manos del Ángel y me lo comí."
                                                 Apocalipsis X, 2‑10
Dice León Felipe:
"Volvamos a la parábola...
Con la parábola el poeta ve lo que hay detrás de las esquinas y en la espalda de las estrellas.
La parábola es el camino más corto entre el hombre y la luz...
He aquí una parábola:
Había un hombre que tenía una doctrina. Una doctrina que llevaba en el pecho (junto al pecho, no dentro del pecho),una doctrina escrita que guardaba  en el bolsillo interno del chaleco.
La doctrina creció. Y tuvo que meterla en un arca de cedro, en un arca como la del Viejo Testamento.
Y el arca creció. Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Entonces nació el templo.
Y el templo creció. Y se comió el arca de cedro, al hombre y a la doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre que dijo: el que tenga una doctrina que se la coma, antes de que se la coma el templo;
que la vierta, que la disuelva en su sangre, que la haga carne de su cuerpo...
y que su cuerpo sea bolsillo, arca y templo."
León Felipe
El Bolsillo (Capullo), el Arca, el Templo, tendrán que desgarrarse para que aquel gusano que antes reptaba con grandes esfuerzos, sin poder franquear el círculo de la serpiente, ese mito del Eterno Retorno que es el discurrir cíclico de los procesos de la Naturaleza, se alce convertido en un ser alado, en una figura celestial que vuela libre por el cielo.
Cuenta Mario Satz en su "Poética de la kabala", una leyenda jasídica que sostiene que cuando nacemos lo sabemos todo: "el misterio del mar, la fórmula del cielo, el origen del aire y de la tierra, quiénes hemos sido y en qué lugares..." Pero que ese feliz conocimiento dura sólo un instante, porque apenas nacidos, un ángel burlón se acerca a nosotros y, apoyando su dedo índice sobre nuestros labios superiores, murmura un ¡ssshh! por el que lo olvidamos todo. Y así, de criaturas sabias, quedamos reducidos a niños llorones y torpes. Y aclara, que algunos maestros han sugerido que la solución estriba en encontrar al ángel, lo cual es imposible, porque el ángel desaparece con el sello. Más si el sello del ángel nos cierra la boca, para que nada salga y las cosas del alma queden ocultas, no así los ojos y los oídos por donde entra la Enseñanza que dice que, mientras el hombre visible es terrestre, el hombre invisible es probablemente un ángel. O dicho de otra manera: mientras el hombre terrestre se arrastre, será un gusano; pero en cuanto comience a volar como mariposa, desplegará sus alas de ángel y el sello quedará roto para que la Palabra sea dicha.
Sí, alguna vez fuimos ángeles, o sea lo que fuere que se esconde tras esa palabra, ya no guardamos memoria de ello, todo lo más, solamente, quedan rastros para aquellas almas sensibles capaces de percibir más allá de lo que nos muestra e lenguaje caído. Es esta una verdad intuida por los poetas. He aquí un poemita escrito por Rafael Alberti. Se llama "El ángel desconocido":
¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era...
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe como fui.
No me reconocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era...
Miradme.

                                     Rafael Alberti

     Los críticos literarios han dicho que Alberti alude en este poema a su pérdida de fe religiosa. Puede que ello sea cierto, quién soy yo para enmendarle la plana a los críticos, pero, desde otra perspectiva, la del inconsciente, yo creo que hay algo más. Si no es así, ¿a qué esa admirada ¡Nostalgia de los arcángeles!? Y, aunque el recuerdo parece haberse sumergido en el inconsciente, algo ha quedado en la memoria de la conciencia: un vago recuerdo, un ligero temblor, un etéreo escalofrío, el de haber sido arrojado de algún Paraíso en el que él, el poeta, era un arcángel. ¿O acaso es pura coincidencia que lleve el nombre de uno de ellos?
"Yo era..." Anhelantes, esperamos en suspenso, pues parece que nos quiere decir lo que era; aunque, apenas surgida, la intención queda cortada y renuncia a evocar ese presentimiento tan íntimo. Así que se limita a decirnos que contemplemos lo que ahora es: un hombre. Un hombre al que ya no se le ven las alas, porque va vestido como todo el mundo viste en el mundo: de carne. Ha tomado forma y apariencia humana. Nadie puede reconocerle. ¿Quién podría imaginar que tras esa apariencia humana se esconde un ángel? ¿Podría alguien reconocerse como un ángel?
No sabemos qué es o cómo es un ángel, aunque los pintores medievales los pintaron con alas, túnica blancas y sandalias doradas. La verdad es que, si somos ángeles, ya no se nos ven las alas; tampoco llevamos doradas sandalias, sino tenis, y en vez de blancas túnicas, usamos vaqueros y camisa a cuadros. Tras esta imagen de nuestra actual condición, "Por las calles, ¿quién se acuerda? ", el poeta nos interroga en forma indirecta: "Dime quién soy". Aunque la interrogación lleva implícita otra pregunta: ¿Sabes quién eres tú? Porque si tú lo sabes, si recuerdas que eres un ángel, dímelo. Los críticos dicen que exhorta a que le respondamos que es un hombre. Pero presiento que lo que realmente quiere es que le digamos que es un ángel. Porque si la respuesta es que es un hombre, ¿a qué esa nostalgia, ese vago recuerdo de lo que era?
Parece ser mucha y profunda la nostalgia que le empuja a contarnos lo que fue: "Y, sin embargo, yo era..." Al final, hemos vuelto al Principio, al Origen. Y de nuevo la voz se corta e interrumpe. ¿Qué secreto oculta ese "yo era..."? Continuamos sin saberlo. La voz vuelve a repetir la decepcionada petición: "Miradme". ¡Cuánto desaliento hay en ese último verso! Por dos veces ha intentado hacernos partícipes de una confesión, de descubrirnos un secreto que, apenas esbozado, concluye en el desaliento y en la nostalgia. El poeta no ha podido decirnos que era, se quedó sin palabra para expresarlo, una palabra que procede del Silencio y que habla de el misterio que se encierra en ella. ¿Pero realmente habla? ¿Existe realmente la Palabra en esa cháchara vacía y hueca, sin contenido? Soñamos la ilusión de que el hombre progresa y evoluciona, y no nos damos cuenta de que es sólo eso, un sueño, una ilusión de la tribu de monos aulladores. Hablar es una cualidad humana, es decir, divina, ya que no la posee ningún otro ser de la creación; hablar es hacer uso de la palabra mediante el Conocimiento y la Conciencia. ¡Y los dioses usan la palabra para crear!
Pero nadie habla, porque nadie escucha. Nadie entiende el Silencio que hay en el origen de cada palabra y que hace que la Palabra tenga el poder de crear. Nuestra habla es cháchara vacía, parloteo. Cuándo la Palabra es auténtica, el Silencio se hace Palabra y comienza a hablar. Dice el "Atharva Veda":
"Esa palabra que nació primero en el Este,
 el vidente la ha revelado desde el brillante horizonte.
El descubrió sus diversos aspectos, altos y bajos,
la matriz tanto de lo Existente, como de lo No‑Existente.
La palabra es infinita, inmensa, más allá de todo esto.
Todos los dioses, los espíritus celestiales, los hombres y los animales, viven de la palabra.
En la palabra los hombres encuentran su sostén."
¿Se ha dado cuenta alguien de que cuando hablamos, siempre intercalamos en nuestro discurso la expresión: ¿entiendes lo que quiero decir? o, ¡lo que quiero decir... es…!, o preguntamos, ¿qué quieres decir?  Y es que en definitiva, no podemos decir lo que queremos decir, y tenemos que saltar, al oír, de lo que se dice a lo que se quiere decir.
Hay en Oriente, en el Este, allí de donde se dice que nace la Luz, una antigua parábola o leyenda que narra la disputa que sostuvieron el Espíritu y la Palabra acerca de cual de los dos era el más importante.
"‑ Yo soy mejor que tú ‑dijo el Espíritu‑, pues tu no dices nada que no haya sido comprendido antes por mi. Y puesto que sólo eres la expresión de lo que yo hago, tu actúas siempre detrás de mi.
Yo soy mejor que tú -le respondió la Palabra‑, porque lo que tu conoces, yo lo comunico y le doy vida. Sin mí tu no podrías hacer nada.
Como no se ponían de acuerdo, acudieron a Prajapathi para que éste decidiera. Y Prajapathi decidió en favor del Espíritu.
Cuenta la historia que, viéndose así relegada, la Palabra se exilió y se perdió. Pero antes de desaparecer le dijo a Prajapathi.
‑ ¡Qué nunca sea yo la portadora de tus oblaciones; yo a quien tu has relegado y contradicho.
Y la leyenda cuenta que, desde entonces, todo lo que en el Sacrificio se realiza por Prajapathi, se hace en Silencio, pues la Palabra no puede actuar como su portavoz. También, desde entonces, el Espíritu ya no tiene Palabra con la que hacerse oír, y, la Palabra, perdida en el exilio, carece de Espíritu, por lo que se ha convertido en cháchara y parloteo."
Entre los muchos símbolos que oculta la leyenda, hay uno que se hace evidente: carentes del Espíritu que les de sentido, nuestras palabras no las entiende nadie; carente de Palabras que lo expresen, nuestro Espíritu no es escuchado por nadie. Pero "Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios". Luego el Verbo se hizo Palabra, y la Luz fue. La Creación dio comienzo. La Creación no es otra cosa que la Palabra del Verbo hecha "Árbol de la Vida" y "Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal"; una Palabra partida en miles de millones de notas, de melodías, sonando en octavas diferentes. El Verbo emanó de sí una chispa de su propia esencia que tenía forma de Hombre. Ese Hombre‑Espíritu vivía en el Paraíso. Allí quiso probar los frutos del Árbol de la Ciencia, quiso vivir la materialidad y, por ello, se exilió del Paraíso, se cubrió con un vestido de carne, la Persona, es decir, esa máscara megafónica que usaban en el teatro los actores griegos y por la cual salía el sonido, salía la palabra. Y ahora, el Hombre-Espíritu tiene que expresarse a través de esa Persona con la que se ha identificado y por la que se ha olvidado de sí mismo.
El blanco de la hoja y el rasgo de la palabra escrita forman una unidad. Pero lo que forma parte de la Unidad no se torna reconocible hasta que no se separa de ésta. En el Origen, la Vacuidad, el blanco de la hoja, contenía dentro de sí al Todo. Cuando la Palabra es escrita en el blanco adquiere una tonalidad positiva respecto a la naturaleza negativa del fondo. Pero en el Silencio, una descansaba en el seno de la otra. Al exilarse, la Palabra se separa del Todo y se hace reconocible, pero para ello ha tenido que pagar un precio; su parte complementaria, el Silencio de donde procede, el Hombre-Espíritu-Real, ha quedado en lo no manifestado.
La riqueza del lenguaje simbólico y parabólico aplicado a la leyenda nos señala que, siempre que algo se manifieste en el mundo del Conocimiento, una parte complementaria de ese algo queda invisible en lo no manifestado. Palabra y Silencio son los dos polos de una misma Unidad. Hablar es separarse del silencio que queda en lo no manifestado. Callar, es manifestar la palabra que queda en el otro lado como su realidad complementaria. Si comprendiéramos esto, comprenderíamos mucho del misterio humano. Si algo ha aparecido, el hombre cubierto con un vestido de carne, su opuesto complementario, el Hombre-Espíritu, ha quedado en lo inmanifestado. Más la separación es sólo aparente, pues las dos mitades complementarias, aunque aparentemente escindidas de la Unidad, no pueden desligarse la una a la otra, porque el Dios-Espíritu, la Unidad, el Todo, es en su Unidad una poderosa fuerza de atracción establecida, por un lado, entre lo positivo, lo creado, el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y, por el otro, lo no creado, lo inmanifestado, lo inmanente, el Árbol de la Vida.
En el lenguaje de las parábolas, "comer" significa hacerse idéntico a lo que se come. Comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal significa hacerse creación, separarse de su mitad complementaria. Nacer en el lado de acá, ser solo la mitad visible de nuestro verdadero Yo.
Pero como la Palabra está perdida, el Espíritu, al otro lado de la Persona, carece de instrumento creador. Y el habla de la persona, que ha creído que ella misma es su propia realidad, sin Espíritu que le insufle significado, es un habla vacía, un parloteo hueco, que ha perdido su poder de crear. Y como ya no nos entendemos, ahora, vamos por ahí diciendo:
‑ ¿Entiendes lo que quiero decir?
‑ ¡No! Lo que quiero decir es...
Aún seguimos en Babel. Y cuando en nuestro mundo mistificado dejamos de encontrarnos, dejamos de entendernos, nos quedamos sin palabras, nos quedamos en silencio. Y como para que exista diálogo tiene que existir el mismo nivel de conciencia entre los interlocutores, al no poderse dar el diálogo, solo queda el silencio. Puede ser éste un silencio vacío, inauténtico, amargo... Un silencio que busca culpables. Y es que el verdadero Silencio no está separado de la verdadera Palabra. Hablar y Callar, al ser polaridades de una misma realidad, nos obligan a su control y dominio, nos obligan a llenarlas de sentido, de conciencia, nos obligan a usarlas en unidad, porque sólo así estas cualidades expresan su esencia divina. Usadas en el lugar y el momento oportuno son divinas; pero utilizadas fuera de lugar y de momento, se hacen satánicas, pues no hay cualidades buenas o malas, sino polaridades bien o mal empleadas. Lo satánico es el mal uso que se hace de estas polaridades, de las cuales, no lo olvidemos, una permanece siempre en lo no manifestado, en el mundo de allá, complementado a la otra que se expresa en el mundo de acá. El parloteo satánico y el silencio que busca culpables son la evidencia de nuestra pérdida, de nuestra separación de lo esencial y de la necesidad que tenemos de ascender los planos de la Creación, hasta reencontrar el Árbol de la Vida  y, con él, al Hombre-Espíritu.
Por eso la doctrina ha de ser comida; por lo mismo también, el gusano tiene que encerrarse en un capullo, a fin de que la metamorfosis de su transformación en mariposa se produzca. El hombre encarnado ha de encerrarse en un capullo de silencio para encontrar su ser complementario, el Hombre-Espíritu, y hacerse UNO con él.
Esa interdependencia entre las dos caras del espejo nos obliga y nos compromete. "Nacidos ‑dice Mario Satz en la obra antes referida‑, no nos queda sino crecer, desarrollarnos, ocupar un espacio, dilatar un volumen hasta el momento en que volvamos a nacer al prístino vacío de la comprensión que será paralelo al aprendizaje, puesto que moviéndonos en el plano de lo exotérico... llegará un momento en que recibiremos la asistencia aérea, y casi siempre oral de lo esotérico, el mensaje del infinito, de lo indiscernible." Porque este mensaje infinito que entra por el oído, añade, "es siempre la semilla, y esta se abre y se prolonga en la raíz antes de hacerlo en la hoja. Y la raíz quiere sombra." 
La Caverna de la Iniciación a la Luz  se encuentra en el interior de la pirámide, de la montaña. Ella es el capullo en el que el hombre-gusano se encierra para transformarse, para cortar los hilos que le conectan al mundo exterior, porque ya no quiere que le cuenten más cuentos, porque quiere romper con todos los cuentos, propios y ajenos, con los que se ha identificado en su peregrinar por esta tierra extraña. Porque lo que quiere el poeta es soñar, soñar un sueño verdadero y hacerlo realidad. El día que el hombre despierte y mire de frente a todos los cuentos con los que la matriz, y aquellos que controlan la matriz, lo ha mantenido dormido, ese día el mundo se librará de los depredadores porque ya no tendrán más cuentos, más mentiras que contar.
I
No me contéis más cuentos
Ya se han contado todos.
Todos se han dicho y se han escrito,
y todo se ha ovillado y archivado.

Los ha contado el viejo patriarca,
los ha cantado el coro y la nodriza,
lo ha dicho un idiota, lleno de estrépito y de furia,
se han grabado en la ventana y en la rueda
y se han guardado en caja fuerte las matrices.
Hay réplica exacta de todas las tragedias,
discos fonográficos de todas las salmodias,
y placas fotográficas de todos los naufragios.
Ningún cuento se ha perdido. Estad tranquilos.
Se sabe que el poema es una crónica,
que la crónica es un mito,
la Historia una serpiente que se muerde la fábula
y el poeta doméstico, el cronista del Rey y el Arzobispo:
el narrador de cuentos.

Todos se han registrado.
Y todos están vivos todavía. Ahí pasa el pregonero:
"¡Cuentos!...¡Cuentos!...¡Cuentos!..."

Es aquel viejo narrador de sombras y de risas
que ahora pregona cuentos.
Pero yo no quiero cuentos...
No me contéis más cuentos.

II
Se todos los cuentos
Yo no se muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la meces con cuentos...
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
Y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo se muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos...
Y se todos los cuentos.
IV
Trampas
Trampas de redes y de lazos
son los cuentos
con los que me ovillan a la tierra
y con los que me cercan en el tiempo;
o en un estanque...
o en un espejo
donde yo me repito
y me reflejo.
Romped,
romped todos los cuentos,
que no quiero verme
en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto.

VII
El Gusano
Soy gusano que sueña... ¡Que quiere!
‑ Contaré el sueño del gusano.
Narradores de cuentos, el gusano
no se chupa el caramelo de la cola. No es un cuento.
Es un sueño que camina.
Repta.
Y deja sobre la hierba oscura
una secreción viscosa... y fosforescente;
un hilo glutinoso y lumínico...
¡Lumínico! La baba es una estela. Anotad esto bien.
Cavad aquí para marcar una señal.
Clavad aquí una estaca, aquí, aquí;
que aquí sobre esta tierra... sobra la Tierra,
sobre este gran ovillo devanado con baba,
sobre esta estela verde que segregó el gusano,
sobre el sudor oscuro que vertieron sus glándulas,
sobre su llanto ciego de semilla y de feto,
sobre los restos de su capullo y su sarcófago,
sobre la ganga adámica de su morada mística,
sobre el cascarón roto de su bóveda abierta
y sobre los escombros de su Iglesia podrida
levantaremos un día nuestra casa,
nuestra ciudad
y nuestro vuelo.
¡Dios nos guía!
Porque el gusano no es un cuento, narradores de cuentos,
es un signo... un sueño...
un sueño alegre que empezamos a descifrar.

VIII
Quiero… Sueño…
No me contéis más cuentos,
que vengo de muy lejos
y se todos los cuentos.
No me contéis más cuentos.
Contad
y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos,
deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
.......
que no quiero que me arrullen con cuentos;
.......
que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos;
.......
que no quiero que me entierren con cuentos;
.......
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero verme a su ovillo como un hilo de baba sujeto...
Quiero verme en el viento,
.......
Quiero, ¡quiero!... sueño... ¡sueño!...
Soy gusano que sueña... y sueño...
¡verme un día volando en el viento!
León Felipe
La parábola del gusano encierra una enseñanza psicológica: el hombre puede crecer internamente. La Alquimia, Arte Regia, que aparentemente trataba de convertir el mercurio en oro, es en realidad el proceso psicológico de convertir, metafóricamente expresado, un gusano en una mariposa. Crear un nuevo ser a través de una transformación, una metamorfosis que se realiza en un crisol, en un vas hermeticus; es decir, en un recipiente cerrado y que no puede ser penetrado por influencias exteriores. Y el fuego alquímico, permite que las partes esenciales del hombre se fundan en el crisol. Es éste fuego alquímico un fuego de fricción, como el de las piedras molineras, que metamorfosea esa fundición en un nuevo cuerpo; cuerpo que permite la expresión de un nuevo ser y de una nueva conciencia.
Dice la tradición alquimista y, también la esotérica, que cuando algo nuevo comienza a nacer en nosotros es necesario protegerlo. Debe ser alimentado y debe ser protegido hasta que sea lo suficientemente fuerte para sustentar por si mismos su propia existencia. Por ello, nuestra actuación, nuestro hacer, no tendrá otra finalidad, a partir de ese momento, que la de proteger a ese nuevo ser que nace en nosotros. No podemos permitir que las influencias exteriores entren en el capullo y le contaminen con sus cuentos. El capullo, el crisol, ha de permanecer herméticamente cerrado y sellado.
"Yo se además ‑dice León Felipe‑ que entre el Viento
y la Luz pueden convertir a un gusano en mariposa."
Para que este milagro pueda producirse, es menester que nuestro lado externo, lado al que la Tradición llama Pie, aquello que está en contacto con la vida, con la tierra, no perturbe nuestra comprensión interior, la Luz, simbolizada por los Ojos. Para que la metamorfosis se produzca, ambos lados de nuestra realidad deben ser momentáneamente separados. La comprensión interna debe encerrarse en un capullo, en una vaso hermético y sellarse a la vida externa.
Eso es lo que señala esa antigua enseñanza esotérica que lleva el nombre de Hermes. La expresión hermética, usada en la Alquimia, se basa en la idea de que el hombre, considerado un metal vil, plomo, biológicamente un gusano, puede ser transmutado en Oro, o en Mariposa. El Ermitaño era ese personaje que sigue las enseñanzas de Hermes y busca aislarse de los efectos contaminantes de la vida, encerrándose en una caverna o yéndose al desierto. Pero esta idea que practicaban los ermitaños de otras épocas, es una tergiversación de lo que representaba el ermitaño hermético, pues equivalía a liberarse de la vida artificialmente huyendo de ella. Y lo que las Enseñanzas de Hermes señalan, no es que tengamos que marcharnos a un apartado y solitario lugar, sino que tenemos que aislarnos de los efectos de la vida externa, en el mismo momento en que estos efectos se producen y los experimentamos. Es en ese mismo momento en que el Viento (el Espíritu) pone el evento externo en las piedras molineras de nuestra Luz y de nuestra Sombra internas, cuando debemos estar aislados. De aquí surge la idea, en otros contextos esotéricos, de la no identificación, de la idea de impersonalidad.
Este es el quid de toda la cuestión. La metamorfosis se produce sellándose a la vida, a la vez que la vida entra en nosotros y sus eventos son triturados en nuestro molino interior, pero sin apartarnos de la vida. No tomando los eventos que acontecen como propios, no identificándonos con ellos. Y si ello es algo que se hace conscientemente, las lágrimas se convierten en perlas y la vida en ese aceite que es el combustible de la Luz. De lo contrario, la vida nos seguirá golpeando y nuestros pies, nuestro lado externo llamado personalidad, se seguirán manchando con el barro del camino. Por ello dice la Tradición que no hay que poner las manos en el fango de los pies propios y luego llevarla a los ojos.
En este trabajo de metamorfosis, el hombre es alguien que, a despecho de sus circunstancias externas, ya sea que estas le ayuden o no, sigue trabajando en la vida sin que ésta altere su comprensión de lo que dentro de sí se está construyendo, pues su vista, su luz interior, lo sostiene.
Los Evangelios nos hablan de dos clases de ceguera: la del ciego al que Jesús curaba porque estaba ciego internamente, porque no tenía ojos para el Espíritu, y la de aquellos que eran ciegos a la a la vida del mundo porque ya habían despertado a la visión interior. Estos segundos eran, como Hermes, ciegos a los que les habían salido alas en los pies y podían levantarse por encima del fango de la tierra sin mancharse.
Solamente después de haber recorrido un largo camino, uno se vuelve ciego a la vida. Solamente entonces uno no quiere que le cuenten ya más cuentos. Esos cuentos que nos han contado desde la nodriza, hasta el viejo patriarca. Esos cuentos con los que han mecido nuestra cuna y con lo que ahogan, taponan y entierran nuestra angustia, nuestro llanto y nuestros huesos. Esos cuentos inventados por el miedo. Esos cuentos que son trampas de redes y lazos
con los que me ovillan a la tierra
y con los que me cercan en el tiempo;
o a un estanque,
o a un espejo
donde yo me repito
y me reflejo.
León Felipe
Son estos cuentos los que tenemos que romper y transmutar en el proceso de la metamorfosis, porque el resultado de esa transmutación es un nivel de comprensión más elevado que el que tenemos cuando apoyamos los pies en el fango. Este nivel de comprensión más elevado es el que nos permite ver que no somos un cuento, que "¡Soy y vengo del sueño!", que "lo que pasó bajo la curva de los cielos / se prolonga bajo los huesos de mi cráneo", que "¡Hay algo nuevo bajo el sol!", que es cierto que uno es un gusano, y cuanto cuesta reconocerlo, pero, "soy un gusano que sueña... ¡que quiere!".
Los seres espirituales de otros niveles de existencia y de conciencia comunicaron lo siguiente a este respecto:
"Los mundos por los que la idea creadora va  iluminando su esencia son mundos en los cuales el Padre invierte su imagen, y dispone de pequeños depósitos por los que nutre eternamente el punto de conciencia allí adquirido. Estos depósitos los conocéis por el nombre de Universos, pero no sabéis todavía la ley por la que estos universos son dirigidos a su realización dentro del orden ejecutante.
Nada ha sido creado todavía y todo lo que existe es una imagen metida dentro de una idea, metida dentro de la mente divina. Es así. No existe nada, sólo es el proyecto de una creación largamente pensado y creado, en el cual la mente del Padre va disponiendo el movimiento de aquello que está dispuesto a hacer.
Somos sombras de luz dentro de la luz, y nuestro trabajo consiste en tomar conciencia al entender el proyecto deseado que ahora es sólo pensamiento.
Cuando las conciencias de las sombras en la luz adquieran el brillo que la luz original tiene, el proyecto podrá ser realizado, recreado y entendido. Entonces allí será el encuentro del Padre con su obra en una dimensión que no nos es permitido ni soñar.
Sólo nos queda a los seres que somos pensados en todas las dimensiones de todos los mundos que son en los distintos niveles paralelos, ser conscientes de ésta verdad y entender que sólo si seguimos el camino hacia nuestra propia conciencia, es que permitiremos que la luz del Padre nos inunde y nos enseñe el camino suyo que nos lleva hacia El, para poder ser uno con El en el momento en que el HÁGASE sea una realidad material.
Nuestro trabajo es difícil y peligroso, porque el riesgo de quedar atrapado en los círculos oscuros en donde la energía es detenida, es algo en que la mayoría de los seres pierden su posibilidad de creación. Hay un sólo camino hacia la verdad, y este camino es tan variable, aún siendo único, como variables son las condiciones en que cada ser tiene el punto de su conciencia. Sólo la idea del amor, es el sendero de la ascensión hacia esa fuente de origen en donde tendremos algún día nuestra realización alcanzada.
Soñar creando y determinar las circunstancias acorta este largo camino, pues nos pone en el movimiento primero por donde la voluntad del Padre es expresada."
¡Quiero!, ¡Sueño! Esto significa aceptar que todo cuanto nos sucede es lo mejor que puede sucedernos, si lo tomamos como alimento para el molino y su transformación en aceite, como un medio para la metamorfosis.
Homero nos relata en la "Odisea" que cuando Ulises desembarcó en la isla de Circe, Hermes le dio una hierba mágica para que le protegiera contra los hechizos de la hechicera. Y la hierba surtió su efecto, porque sólo sus compañeros fueron convertidos en cerdos.
‑ ¿Qué es esa hierba mágica que le dio Hermes a Ulises?
No es otra cosa que la comprensión nacida del hecho de estar sellados a la vida. La comprensión es esa hierba mágica que nos protege de los encantamientos, de las ilusiones, de los espejismos, de los cuentos. Porque sólo desde nuestra propia comprensión y desde el interior de ese capullo sellado a la vida, es que podremos transmutarnos, es que podremos nacer por segunda vez. Para que esto suceda, éste homúnculo, como diría Paracelso, que está encerrado en su capullo, tiene que crecer.
Si permitimos que el fango manche nuestra comprensión interna, ésta se enturbia y ya no podrá guiarnos. Y serán nuestros pies, nuestras identificaciones con los eventos de la vida, nuestros cuentos, nuestras creencias, nuestros retratos y papeles, los que nos llevarán a identificarnos con todo lo que sucede: con el sufrimiento, con el miedo, con el dolor, con la violencia... Y esta identificación es, en el lenguaje de las parábolas, fango. Y también es fango el sentido equivocado que tenemos de nosotros mismos, de eso que llamamos yo. En última instancia, todo lo que deriva de la personalidad es, desde el punto de vista de la Enseñanza Esotérica, fango. Y la peor clase de fango es aquella que surge como fruto de aquello que creemos, de lo que tenemos razón, de aquello de lo que nos sentimos orgullosos, porque son nuestras obras. Son los cuentos. Los cuentos son el fango por donde el gusano camina. Fango es esa parte de nosotros identificada con la vida y a la que el mito de los Trabajos de Hércules llama los "Establos de Augias". Establos que, para limpiarlos de su estiércol, tendremos, como hizo Hércules, hacer que por ellos pase un río cuya agua, un nuevo sentimiento, una nueva comprensión, es Agua Viva, Agua de Vida.
Jesús lavó los pies a sus discípulos. Nos quiso decir que si sus enseñanzas eran comprendidas y practicadas, ellas serían el agua que limpiarían nuestros pies del fango de los caminos externos recorridos por el hombre identificado con la personalidad, por el hombre que no es un peregrino en una tierra extraña y en camino hacia un Santuario, hacia un lugar sagrado: el Reino de los Cielos. Y su enseñanza decía también que si un hombre se sella a la vida y hace de los eventos de ésta un alimento para la metamorfosis, si percibe su significado y desarrolla una nueva visión, si ve el fango de sus pies y comprende el por qué no debe levantar ese fango a los ojos, ojos que ahora contemplan un orden diferente, ese hombre nacerá por segunda vez.
En ese hermoso libro de la literatura sufí que es "La conferencia de las Aves", se cuenta como éstas se embarcaron en un viaje en busca del Soberano de las Aves. Y he aquí que, cuando llegaron ante su presencia, descubrieron que todas habían perdido sus plumas. Tenemos que perder nuestras plumas. Y al hacerlo, tenemos que despojarnos de algo que nos adornaba y que no era nuestro, porque a ninguno de nosotros nos es dado aumentar su estatura ni en un sólo codo. Aunque nuestra falsa personalidad si crea que puede hacerlo. Así vamos por la vida, cubiertos con nuestras plumas y con nuestro saco de cuentos a cuestas; así también perdemos el Camino que nos lleva al Santuario.
Cuenta la historia que lo primero que hicieron las aves cuando llegaron a la presencia del Soberano, fue colocar ante Él una especie de registro, en el que cada detalle de los hechos de la vida de cada una de ellas, estaba registrado lo que había hecho y lo que había dejado de hacer.
¿Qué es ese registro?
Entenderlo significa entender que nuestra memoria no es sólo el pasado que recordamos; que eso que llamamos nuestro pasado y que guardamos en nuestra memoria cerebral y en función de la cual vivimos, no explica quiénes somos, ni explica nuestro pasado ni nuestro presente. Tenemos que entender que nuestra memoria está en función de nuestro nivel de ser. Y como para la mayoría de los mortales este nivel es el nivel del gusano, nuestra memoria es incompleta y deforme, porque recordamos muy poco de lo que nos ha sucedido y, además, no es una memoria objetiva, no es una memoria consciente. Por ello, internarse en el futuro con esta memoria, no es ninguna solución para nuestra vida. Es preferible olvidar el propio pasado, perder las plumas, borrar la historia personal: esos recuerdos a los que nos aferramos, esas imágenes que tenemos de nosotros mismos. Y cuando olvidamos esta memoria y quedamos sellados a la vida, nuestro estado de ser cambiará y con él nuestra memoria. Entonces nos daremos cuenta de que nuestra memoria no era una memoria verdadera. Comprenderemos también que si el proceso de metamorfosis continua, el libro de nuestra memoria verdadera será abierto para nosotros. La verdadera memoria es llamada en el Apocalipsis “El Libro", y se abre en el momento de la muerte.
Pero éste libro puede ser abierto antes de ese momento, si trabajamos en ese crisol y en ese vaso sellado herméticamente a los avatares de la vida. Si permanecemos en esa Soledad.
Dice el Apocalipsis (XX,12):
"Vi a los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante;
y fueron abiertos los libros, y fue abierto otro libro, que es el libro de la vida.
Fueron juzgados los muertos, según sus obras que estaban escritas en los libros."
¿Qué son esos libros? ¿Significa todo esto que en la muerte y por un periodo de tiempo, nos volvemos a convertir en mariposa? ¿Qué cuando el gusano muere la mariposa que somos asciende al cielo de la 4ª Dimensión, ese lugar donde toda nuestra vida y todas nuestras vidas se hacen conscientes para nosotros?
He aquí algo sobre lo que cada cual debe pensar: hay un segundo libro llamado "Libro de la Vida", y está sellado.
¿Qué significa encerrase en un capullo y sellarse a la vida? ¿Qué quiere decir el poeta cuando repite hasta la saciedad que no quiere que le arrullen con cuentos, ni que le sellen la boca con cuentos, o que le entierren con cuentos, porque no quiere verse clavado en el tiempo, ni en agua, ni en la tierra? ¿Qué quiere decir cuando dice que quiere soñar, que quiere ser un gusano que sueña un sueño: el sueño de verse volando en el viento?
En lo que a mi comprensión alcanza, significa que ese estar sellado, ese ser pasivo a la vida, ese ser impersonal, requiere de una relación consciente con uno mismo y con los demás. Porque sólo desde esa conciencia se puede comprender que es lo que se transforma y que es lo que nace en nosotros, así como, también, por qué debe ser protegido. Por otro lado, eso que nace es el ser que somos, la chispa eterna que emanó del Padre y fue lanzada a través de un arco evolutivo para que adquiriera experiencia y sabiduría, para que se convirtiera en Uno como El. Esa chispa de luz y de esencia divina tiene su memoria. Una memoria adquirida a lo largo de toda su trayectoria evolutiva, e incrementada vida tras vida en nuestra concepción, o simultáneamente, de la realidad multidimensional. Esa memoria es el segundo libro del que habla el texto sagrado, el "Libro de la vida". Este libro permanece aún sellado para nosotros, para el hombre dormido, para el hombre-gusano, porque esta memoria pertenece a la esencia de lo que nace, a la esencia del hombre-mariposa, cuyo cuerpo tenemos que construir en la soledad y en la oscuridad del capullo.
Cuando el proceso ha pasado de esa etapa en la cual lo que somos no depende de cosas exteriores, sino que está focalizado en el interior del capullo, en algo que es independiente del fracaso, del éxito, del calor, del frió, del amor o el desamor, comenzamos a construir un segundo cuerpo, el Cuerpo de Diamante de la Alquimia china, o la Piedra Filosofal de la Alquimia occidental, un cuerpo-mariposa, un cuerpo de energía sutil que usaremos para nacer por segunda vez.
La metáfora de la metamorfosis quiere decir que podemos construir un segundo cuerpo dentro de nosotros mismos, y que debemos protegerlo de aquellas circunstancias que hacen negativo al cuerpo-personalidad.
‑ ¿Cómo podemos proteger a este embrión que crece en el interior del capullo?
Es esto, tal vez, algo sencillo de entender, pero difícil de hacer, porque requiere la comprensión de como funciona nuestra personalidad. Significa comprender que ésta funciona a través de retratos de nosotros mismos; de papeles que en función de esos retratos representamos en el teatro de nuestra vida y en el teatro de la farsa que es el Gran Teatro del Mundo; y de las actitudes que conforman nuestra personalidad.
Un Retrato es una imagen fija de uno mismo, siempre igual, siempre presente. Imagino que soy, por ejemplo, un ser amoroso y veraz. Y como ese es el retrato que tengo de mí, no puedo manifestarme con desamor, ni decir nunca una mentira. Algo que a pesar de todo hago. Y esa es la imagen fija que tengo de mí, ese es mi retrato. Esa fijación me impide ver el lado opuesto y oscuro de mi mismo, mi lado tenebroso.
Pero al ser ciegos a este lado, al no tener conciencia de él por permanecer fijos, como Narciso prendido a su imagen reflejada en la superficie del lago, ese lado, no sólo no existe, sino que cuando se menciona, no lo podemos aceptar. ¡Faltaría más!
Ya hemos visto que la Conciencia es Luz y viceversa. Sería algo maravilloso que pudiéramos ver nuestro lado oscuro, esa parte de nosotros mismos que no aceptamos en los otros, y por la que quedamos divididos en dos mitades que se pelean entre si y nos vuelven desarmónicos. De estas dos mitades, una es desconocida para el hombre-gusano. Y lo es,  porque la proyecta fuera de sí, en otros retratos y en otros aconteceres. ¿Entonces, cómo trabajar, cómo alumbrar, cómo iluminar lo que no existe según la falsa percepción que tenemos de nosotros mismos?
Desde esos retratos y en función de ellos, representamos una serie de Papeles, de roles. Aunque aquí, habría que matizar entre la representación de un papel, que es lo que hace el actor en el teatro y que sabe que está representando, y lo que nos ocurre a nosotros, en donde los papeles nos utilizan. Y así, somos ese papel, ese héroe, ese villano o ese desgraciado, durante toda la vida, papel del que no dejamos nunca de hablar.
Me pregunté muchas veces, durante mi andadura a través de algunas sociedades iniciáticas, y uno no debe olvidar que siempre está de paso, el por qué las gentes que allí había y que en la vida ordinaria no paraban de parlotear, eran tan silenciosas, en ese silencio que busca culpables, en el seno del Trabajo esotérico y místico. Y entendí que una de las razones es que allí, donde se mueven otras ideas, ya no podían desempañar los papeles que desempeñaban en la vida ordinaria; allí, a nada tenían a que aferrarse y, por ello, no sabían muy bien donde estaban en ellos mismos. Otros, en cambio, pretendían que dicho Trabajo esotérico, trabajo interior, guerra santa con uno mismo, podía ser desarrollado llevando allí los papeles de la vida externa. Estar en uno mismo conscientemente es una de las ideas nuevas de este trabajo de metamorfosis.
Además de los retratos y papeles, están las Actitudes. Estas se forman a través de la educación. Ya desde el colegio, o en la vida familiar durante nuestra infancia, nos enseñaron cuales eran los puntos de vista correctos e incorrectos, insistiendo que eran los primeros los que debíamos seguir. Y así, desde nuestra infancia, los otros, la matriz social, ha ido formado nuestras actitudes. Estas actitudes, grabadas a fuego durante nuestra infancia en nuestra naturaleza, rara vez se ponen en entredicho, porque actúan a través de la moral, de la política, de las creencias religiosas, de las profesiones.
Retratos, papeles y actitudes son las plumas de las que hemos de desprendernos para borrar nuestra historia personal, para presentarnos ante el Soberano, a fin de que Éste pueda quitar el sello del 2º Libro, el Libro de la Vida, en el que se halla guardada nuestra memoria verdadera.
Llegados a éste punto, habría que decir que el misterio de la metamorfosis del gusano en mariposa, es un problema dimensional. Mientras el gusano vive en un mundo de dos dimensiones, la mariposa, a causa de su metamorfosis, accede a una dimensión superior; dimensión por la que se puede mover y en la que puede ver y sentir, pues ha desarrollado un nuevo cuerpo con nuevos órganos: ahora tiene alas, ojos facetados y antenas olfativas que le permiten escalar una dimensión superior de la que se mueve el gusano. En la realidad del hombre común, existen para él tres dimensiones visibles. Pero éste hombre-gusano, ¡cómo nos duele esta expresión!, no puede ver que por encima de él existen otras dimensiones invisibles y, por lo común, inaccesible. Con los sentidos limitados de nuestro cuerpo físico sólo percibimos un mundo en tres dimensiones espaciales que se mueven en el tiempo. Y este es el mundo al que damos el nombre de realidad. Y en esta realidad fundamentamos nuestra existencia y nuestro pensamiento, nuestras ideas.
En la Tradición de la Enseñanza Esotérica se habla de la necesidad de que cambiemos nuestra manera de pensar y, para ello, se nos dan nuevas ideas con las que pensar y trabajar. Esas nuevas ideas proceden de los Seres más evolucionados que están en otras dimensiones, pues no debemos olvidad que estamos en un escuela planetaria para desarrollar nuestra conciencia y aprender las posibilidades que supone trabajar con la sombra, la materia entendida como tal. El problema es que estas ideas que proceden de niveles más sutiles, al entra en nuestra dimensión material, siguen las leyes de la entropía y se degradan, por ello hemos de procurar mantenernos siempre receptivos a nuevas ideas. Como todo está siempre en movimiento, las ideas tampoco son eternas, ni siquiera las espirituales, y lo que sirvió ayer puede no servir hoy o mañana. Son estas ideas nuevas, ideas que no proceden de este mundo de tres dimensiones que se desplazan en el tiempo, las que provocaran, por el trabajo sobre sí, una transformación sobre nuestra naturaleza, un incremento de nuestra manera de ser, es decir, de nuestra conciencia. Al cambiar la forma de nuestro pensar, nuevas conexiones son posibles, nuevos circuitos, antes cerrados, se abren para mostrarnos un mundo nuevo.
Hemos dicho que el hombre común se mueve en un espacio de tres dimensiones espaciales que se desplazan en el tiempo. Pero lo que es Tiempo para nosotros, es Espacio para un ser que tenga su existencia en la 4ª Dimensión, quién a su vez tendrá otro tiempo, en el que sus cuatro dimensiones espaciales se desplazaran; este tiempo será nuevamente espacio para un ser que tenga su realidad en un espacio de 5 Dimensiones.
La comprensión de éste problema hay que buscarla en la naturaleza del propio Tiempo. El tiempo es algo que no vemos, así como tampoco nos vemos en él. Lo sentimos psicológicamente, y a ese sentimiento aplicamos nuestra memoria y nuestra imaginación. Creemos entonces que el pasado está muerto. Y, como el sentimiento no es la conciencia, no tenemos conciencia de él, porque nuestros sentidos físicos no nos lo hacen sentir: no sentimos que nuestra vida es una línea vivida en un tiempo vivo. Al ser imprecisa nuestra relación con el tiempo, solo vemos y percibimos un punto en el tiempo, y luego otro, y así sucesivamente. A cada uno de estos momentos los llamamos el momento presente. Esa es nuestra efímera realidad, ya que nuestros cinco sentidos sólo trabajan en momentos presentes. Nuestros sentidos físicos no trabajan ni en el pasado, ni en el futuro. Pasado y futuro son realidades ilusorias creadas por la memoria y la imaginación. Sólo podemos basarnos en el momento presente. En nuestra realidad tridimensional, no podemos ver algo hace un rato, o dentro de un rato. Lo vemos ahora. Y como nuestros sentidos sólo captan el ahora, el hace un rato, o el dentro de un rato son contemplados como carentes de existencia real.
Sin embargo, y he aquí la paradoja, nunca estamos en contacto con ese huidizo momento presente, dentro del cual confinamos toda nuestra existencia. Pero en esta huidiza paradoja hay un problema sin resolver. El problema es que, ese huidizo momento es real. No para nuestros sentidos que no pueden retenerlo, ni para la conciencia que estos sentidos nos dan, sino para Otra Conciencia. Lo que ocurre es que este momento presente con el que nuestros sentidos nos ponen en relación, no se conecta con esa conciencia. No somos conscientes de éste instantáneo presente. Es demasiado pequeño y demasiado rápido para que podamos tomar conciencia de él. Porque la conciencia del hombre-gusano es algo confuso, algo mezclado de memoria del pasado, de instantes fugaces y deseos de futuros anticipados. Así, la conciencia del hombre común, por efecto de la memoria y la imaginación, tiende a vivir delante o detrás de ese momento presente, y no puede nunca estar dentro de él. Por la misma razón tampoco estamos nunca en este mundo externo que registran nuestros sentidos. Nuestros archivos de memoria traducen las cosas que captan los sentidos como una serie de fotogramas que se suceden en el rápido movimiento de la proyección de una película. Sin embargo, cada fotograma, cada momento presente, es Eterno. Porque cada momento presente está, como tal, a la vez, en el Tiempo, tal como ocurre en el fotograma cuando pasa por el objetivo de la conciencia para ser proyectado, es decir, en la Eternidad, en el carrete donde todos los fotogramas de la película están contenidos de una vez.
Esta imagen o metáfora cinematográfica nos permite ver que la Eternidad penetra en el Tiempo en cada momento presente. Penetra en un tiempo que se mueve, que está vivo, y lo hace en ángulo recto y perpendicular a él. Por ello, algunas cosas que para nosotros están en el pasado, se destacan fuera del Tiempo. Y por la misma razón, en cualquier momento de tranquilidad, aunque en sí mismo no tenga nada que lo singularice de los otros presentes, la Dimensión de Eternidad penetra en nosotros y, por casualidad, decimos, tomamos conciencia de ello.
En el esquema, la línea horizontal representa el Tiempo, la Cuarta Dimensión para los seres tridimensionales como nosotros; mientras que las líneas verticales representan la Eternidad, la Quinta Dimensión, en la que nuestro tiempo pasa a ser una dimensión espacial, siendo su tiempo esa Quinta Dimensión que nosotros llamamos Eternidad, y que entra perpendicularmente en cada momento presente de nuestro tiempo.
El símbolo más sencillo que expresa esta idea, y tal vez no por casualidad, es la Cruz. Y es ahí, entre ambas dimensiones, donde el hombre está crucificado, y ahí permanecerá hasta que comprenda que esa cruz que es él, está a la vez, simultáneamente, en el Tiempo y en la Eternidad. Hasta que comprenda que cada ahora es eterno. Y que en este ahora eterno está nuestro Yo‑Real, con su Libro de la Vida cerrado, esperando que desde el interior del capullo, le construyamos un cuerpo‑tiempo, la mariposa, con la que expresarse. Un Cuerpo de Gloria que ya no responda, que ya no se identifique, con los eventos de la vida.
La Personalidad está en el tiempo y lo recorre con su memoria y con su deseo, en ambas direcciones; mientras que nuestro Yo‑Real, perpendicular a ese tiempo, lo cruza en cualquier parte de su recorrido, porque es un eterno ahora. Más, ¡ay!, nuestra conciencia aún no está focalizada en ese otro Tiempo, en ese Eterno Ahora. Si lográsemos situar nuestra conciencia en un lugar más elevado, más conciencia, veríamos como en ese lugar, nuestro tiempo, en el que discurre nuestro espacio de tres dimensiones, se convierte en espacio, en una Cuarta Dimensión espacial de otra realidad a la que la Tradición llama Reino de los Cielos. Dimensión que a su vez tiene otro tiempo en el que discurre. Pero ese Tiempo, para nosotros seres de tres dimensiones, es la Eternidad. Y es por ello que el Tiempo, como Cuarta Dimensión espacial, contiene nuestra vida entera y las vidas de todas nuestras existencias. Vida que desde el discurrir del tiempo, fluye por el objetivo de nuestra conciencia, como fluyen los fotogramas de la película por el objetivo del proyector. Este fluir es la experiencia de un instante tras otro, de un fotograma tras otro. Y si pudiéramos extender nuestra conciencia en esa dirección inaccesible a nuestros sentidos, veríamos que en esa dimensión están todas nuestras vidas, contenidas en el carrete de la película, porque ya pasaron por el objetivo de una Conciencia. Veríamos también, que allí está igualmente el resto de la película de nuestro futuro, la que aún no ha pasado por el objetivo de una Conciencia. Y la película entera contenida en la bobina, es el proyecto, el Sueño que el Espíritu tiene para cada uno de sus hijos, proyecto que éstos tiene que hacer realidad en un acto de autocreación. De ahí que sólo seamos un sueño en la mente del Hacedor de Estrellas. Todo está ya allí, en cualquier momento del Tiempo, desde siempre.
 Y esto no quiere decir que, puesto que esa vida nuestra esté ya toda ahí, uno esté predestinado a que le pasen las cosas que le pasan. Porque a diferencia a la imagen cinematográfica, donde la película no se puede modificar una vez enlatada, en la película de nuestra vida, lo que hacemos en cada momento, en cada ahora, afecta a eso que llamamos el Pasado y modifica eso que llamamos el Futuro de nuestra vida y de nuestras vidas.
Aunque es algo difícil de comprender para el ámbito de las ideas con las que nos movemos, de ahí la necesidad de acceder a nuevas ideas, ideas que proceden de los seres que ya está en la Eternidad, el trabajo en nosotros mismos ahora, hace que las relaciones que hemos tenido con las gentes que conforman nuestro pasado, cambien. Y no sólo cambia el propio pasado, sino que cambian también las gentes con las que se había producido la identificación. ¿Por qué nos es tan difícil entender esta realidad? Porque mientras nuestro pensar sólo se base en la evidencia de nuestros sentidos, seguiremos viendo que el pasado está muerto y terminado, que es irrecuperable. Y por la misma circunstancia, como el futuro aún no es, pues tampoco existe.
Una nueva conciencia, una conciencia ampliada, más incluyente, nos dice que el Pasado es ahora, y que el Futuro es ahora. Que todo es un Eterno ahora. No hace mil años o dentro de mil años, sino ahora: Carlomagno está vivo ahora, y mi treceava encarnación hacia atrás está ocurriendo ahora, en este mismo momento, en un Tiempo que contiene una realidad multidimensional. La nueva conciencia adquirida en la metamorfosis del trabajo sobre sí, nos muestra la evidencia de que la mente puede realizar otro tipo de conexiones con Lo Real, que aquellas que realizaba en la etapa de gusano. Pensar de una nueva manera es aceptar que las dimensiones superiores no son asequibles para nuestros sentidos externos, pero que si lo son a nuestro sentidos internos. Para estos sentidos, la vida entera puede ser vista interiormente. Y esta visión interior requiere de otro estado de conciencia. Estado de conciencia que también está ahí, y por lo tanto, sólo resta ascender por esa Escala de Jacob interior para alcanzarlo.
Volvamos a una cuestión anteriormente esbozada. ¿Estamos predestinados? Si y no. Si, porque somos la creación de Algo, un Ser, que tiene un plan para nosotros y trata de realizarlo. No, porque en ese plan existen muchas líneas paralelas de tiempo, semejantes a cables telegráficos, y se puede estar en uno u otro, según sea nuestro estado de ser interior.
E  T  E  R  N  I  D  A  D

Ser Superior                                                   9ª Dimensión
>---------|-------------|------------|-------------|--------------
T        Ahora          Ahora         Ahora               8ª Dimensión
>---------|------ -----|-------------|----------------|-----------
I         Ahora        Ahora          Ahora                 7ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-----------
E        Ahora        Ahora         Ahora                 6ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-----------
M      Ahora         Ahora         Ahora                 5ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-------------
P       Ahora       Ahora       Ahora                4ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-------------
0       Ahora       Ahora       Ahora                 3ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-------------
Pasado>------------------------------------------------>Futuro

Si estoy en un estado negativo, me encontraré en una línea de tiempo muy baja; pero si elevo mi conciencia en un movimiento vertical hacia otro estado de ser menos desarmónico, me conecto con otra línea de tiempo más elevada y, en esa otra línea de tiempo discurre otra vida mía más armonizada. Aunque no tengamos conciencia de ello, nunca nos encontramos en la misma línea de tiempo que es también un dimensión de conciencia, sino que fluctuamos en ellas.
El Ser, el Yo‑Real, en su proceso de adquirir experiencias en éste plano llamado material, va de una a otra dimensión en su eterno ahora, y todas y cada una de esas líneas de tiempo, de esas vidas, son una vida Una. Para nosotros no hay futuro en la línea horizontal del Tiempo; sólo experiencias en una eterna recurrencia. Nuestro futuro está en la escala vertical, porque como el diagrama muestra, el Ser Superior, en cada estado de Ser, está ahora y siempre por encima del ser inferior. En cada ahora el Ser acompaña a la personalidad en las fluctuaciones que esta realiza dentro de cada línea de tiempo, vitalizándola con su energía. Y sea lo que fuere que aprenda en este fluctuar, ello, permanecerá como memoria en este segundo libro del que habla el Apocalipsis, y que es la memoria del "Cuerpo‑Tiempo‑Uno" que engloba todas las experiencias del Ser en todas las personalidades a las que ha dado vida. Todo está ahí en ese cuerpo-tiempo, el cual, desde el aquí de un ahora cualquiera, comenzamos a construir en el interior del capullo.
Ese cuerpo-tiempo que está ahí es una Idea en la mente del Gran Ser en cuya vida somos. Esta Idea es una semilla sembrada en un aquí, en una tierra extraña, para que germine y florezca. Ese florecer, es hacer realidad, en el seno de la Vida del Gran Ser, esa idea que somos. Nuestros Hermanos Mayores de otros Mundos y Sistemas, no se asusten, solo es otra metáfora para hacer referencia a los seres que se mueven a lo largo y ancho de la Gran Cadena del Ser, con otros estado de conciencia que funcionan en la 4ª Dimensión o en la 5ª, me dijeron una vez que toda mi vida estaba ya escrita en esa dimensión, pero que faltaba su realización, es decir el que yo viviera esa experiencia en mi conciencia, para que la forma-personalidad alcanzase a esa idea. Y han sido necesarios años de duro y amargo trabajo sobre las propias identificaciones, trabajo de demolición de viejos retratos, de falsos papeles y de erradas actitudes, trabajo en el que aún me encuentro, para comenzar a tener un atisbo de conciencia de lo que me quisieron decir. Y aunque de esto que estoy hablando hay información en la literatura científica, esotérica y literaria, la última aparece en el libro de Richard Bach "Uno", esa información no me fue muy útil al principio, porque no tenía la experiencia y, por tanto, la conciencia necesaria para entenderlo. No tenía un punto de referencia en mí mismo desde donde explicarla. Ahora, bajo una nueva comprensión, esta nuevas ideas comienzan a tener un significado más vivo en mí.
Por último, y procedente de Seres del Mundo Espiritual, llegó la siguiente comunicación:
"Las vidas paralelas es la reencarnación simultánea. Nada ocurre en el tiempo, sólo en el espacio; y todas las experiencias que la encarnación divina personal tiene que aprender y grabar dentro de ella, ocurren todas a la vez. Es como si se tratara de las líneas de un pentagrama; cada nota está sobre su línea, pero sólo adquiere sentido en el conjunto armónico del sonido completo; o como los planos o secuencias de una película; cada plano es independiente dentro de la trama total. Pero es cuando todos los planos se han desarrollado que el argumento adquiere sentido. Y el argumento es la experiencia de vida de una conciencia espiritual a través de cada plano o cada vida de todo un conjunto simultáneo.
Por eso es tan fácil contemplar, una vez desencarnados, la totalidad de las vidas, personajes y situaciones, de cada encarnación. Basta asomarse al plano físico, donde todo está ocurriendo a la vez, donde cada vivencia está siendo reflejada en la luz en forma simultánea. De ello se desprende la compleja relación entre los seres humanos, la tendencia a alejarse o acercarse de algunas personas.
Cada ser aprende lo que le es necesario, aquello que le resulta más difícil de aceptar o de qué soltarse, en una multitud de ocasiones diversas, con escenarios y actores variados, pero cuya temática es siempre la misma, hasta que lo aprendido se incorpora a la conciencia de forma profunda.
El proceso es absolutamente lógico, incluido en él las sucesivas desencarnaciones que sirven al alma de un proceso de reflexión. Es una nota emitida constantemente desde la mente del Padre, que va bajando por las esferas de los planos de la creación, y que cuando llega a los límites de la materia se hace visible en energías simultáneas por las cuales empieza a experimentar la vibración de cada nota del rayo que la ha emitido, adquiriendo el conocimiento necesario hasta completar su imagen reflejada, divina y perfecta."
Para mí, desde esta nueva perspectiva, y esto no es objeto de discusión ni de polémica, sino de trabajo sobre sí, de experiencia interna, es como se puede comprender que las cosas pueden ser cambiadas en el pasado, y que el cuerpo-tiempo puede ser conectado a otra línea de tiempo diferente, cuya posibilidad, si es más elevada e integra, modifica la anterior, al igual que un programa de ordenador puede quedar englobado y modificado en otro más complejo.
De igual manera, cuando sentimos que todo nuestro pasado está ahí, viviendo en la dimensión del Tiempo Viviente, el sentido y la visión que teníamos de nosotros mismos, se modifica. Esta modificación nos lleva a comprender que en eso que llamamos transcurrir del tiempo, la línea temporal pasado-futuro, nada se modifica; pero que ahora, por el hecho de estar aún vivos (encarnados), podemos modificar aquello que no se aprendió, o que se hizo mal en el pasado. Y no por medio de inútiles remordimientos, sino por el trabajo de nosotros mismos. No estamos conectados a un pasado muerto, sino a un Tiempo Vivo. Cada acto consciente surgido del Trabajo de las piedras molineras, vibra a través de nuestro cuerpo-tiempo y modifica las cosas en él. Por ello, ahora, puede actuar sobre el pasado, puede cambiar la conducta de hace treinta años, o la actitud errada de otra existencia.
A medida que el sentimiento del Tiempo se acrecienta en nosotros por el Trabajo, y a medida que empezamos a tomar fotografías-tiempo de nosotros mismos, bosquejos de nuestros yoes en prolongados periodos, disminuye el hipnotismo con el que nuestros sentidos velan el momento presente. Cuando el velo, el Velo de Isis, se levanta del presente huidizo, éste, deja de estar confinado a un instante, para extenderse gradualmente a toda nuestra vida a medida que se expande la conciencia. Comprendemos que el pasado está viviendo aún en su propio presente y que está cambiando. Sabemos que cambia porque llega a nuestra conciencia. La Conciencia es Luz y la Luz lo transmuta todo, mejor dicho, la actitud que impulsa al pensamiento da forma a la Luz, creando nuevas realidades y nuevas posibilidades.
Por ello también, todo Trabajo Interior, comienza siendo una idea, una semilla, que hay que sembrar en nuestra tierra humana, en nuestra tierra de emociones y sentimientos, para que germine y florezca en el corazón; para que desde allí nos de una nueva comprensión, una nueva conciencia y un nuevo conocimiento. Cambiar nuestra mente es la primera cosa necesaria a tener en cuenta.
‑ ¿Qué se opone a este cambio?
Las viejas ideas proporcionadas por los sentidos y trabadas por nuestros estados emotivos y sentimentales.
Pensar de una nueva manera es cambiar, porque es el primer paso para empezar a ver nuestra vida de otra manera. Esto nos llevará a comprender. La comprensión es la energía más poderosa que podemos crear en nosotros. Y esta fuerza proviene de ideas nuevas, y es ella la que modifica nuestro pasado y nuestro futuro. Esto es posible porque el cuerpo-tiempo entero de un ser, está en conexión recíproca con todas sus personalidades. Al igual que la punta de un palo está conectada a la otra por el propio palo. Los extremos opuestos son siempre extremos aparentes de algo. Luz y Sombra, Espíritu y Cuerpo-Persona, son extremos de una realidad Una. Basta un golpe en cualquier parte de la superficie de esa palo, o de esa realidad Una, para que todo vibre. Nuestro cuerpo-tiempo es circular, aunque no se cierra por completo, sino que se prolonga en una espiral, tal vez una espiral logarítmica.
Pero ese cuerpo-tiempo en nada se modifica si el golpe no es un golpe consciente. Esto nos lleva a la eterna recurrencia, al Mito del Eterno Retorno, ley que nos enseña que si no trabajamos sobre nosotros mismos, la vida será siempre igual. Uno estará siempre en el mismo punto del cuerpo-tiempo. ¿Por qué? Porque no hemos modificado nada en nosotros. ¿Qué significa modificar algo en nosotros? Significa que el Ser, la Chispa de Luz, crece. Y este crecimiento nos lleva a un punto distinto, más elevado en la recurrencia.
En alguna manera, León Felipe sabía esto cuando escribió ese poema llamado "El Salto", y, sobre todo, en ese otro que tiene forma de despedida "Me voy porque la tierra y el pan y la luz ya no son míos." En ambos poemas, la idea de recurrencia, "el salto" y la idea de "crecimiento interior" están claramente definidos. Pero nada mejor que los propios poemas en su lenguaje metafórico y parabólico para mostrárnoslo.
El Salto

Somos como un caballo sin memoria,
somos como un caballo
que no se acuerda ya
de la última valla que ha saltado.

Venimos corriendo y corriendo
por una larga pista de siglos y de obstáculos.
De vez en vez, la muerte...
                                                 ¡el salto!
y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí, ni cuantas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está sentado
al final de la carrera...
esperándonos.

Lloramos y corremos,
caemos y giramos,
vamos de tumbo en tumba
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.
León Felipe
Muchas veces el poeta se pregunta a lo largo de su obra a que ha venido a este mundo. Y toda su obra poética es la respuesta; oculta en la metáfora de sus poemas está la respuesta, está la toma de conciencia de lo que ha venido a aprender a esta escuela planetaria llamada Tierra.
El poeta ha venido a "ver el pájaro en la jaula", "al juez metiendo prisa con su vara", "a los que construyen rejas", "cerrojos" y "alambradas"; pero también ha venido a ver "a los que rompen los rosarios y los empalman después unos con otros para que no se muerda la cola la plegaria...", o para tender "sondas profundas y delgadas hechas con una secreción carnal y metafísica y amarga, a la que para entenderse de algún modo... los hombres, por ahora, llaman lágrimas". Y una vez cumplido su objetivo:
Me voy porque la Tierra y el Pan y la Luz ya no son mías

Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré. Y cuando vuelva, vosotros os estaréis yendo:
Vosotros, los alcabaleros de la muerte, los centuriones en acecho
bajo la gran ojiva de la puerta, los constructores de ataúdes que al medir el cuerpo amarillo de los que se van, con la cinta de metro y medio de los alfayates, decís siempre: ¡Cómo crecen los muertos!
¡Oh, sí! Los muertos crecen. El último traje que se hicieron,
al amortajarlos ya les viene pequeño.
Crecen. Y apenas los entierran, rompen los tablones de pino y los catafalcos de acero;
crecen después en la tumba, fuera de la caja, abren la tierra como las semillas de centeno
y ya, bajo el sol y la lluvia, con el aire, sueltos,
y sin raíces, siguen y siguen creciendo.
Yo me voy a crecer con los muertos.
Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré. ¡Y volveré crecido! Entonces vosotros que os estaréis yendo
no me conoceréis. Más cuando nos crucemos
en el puente, yo os diré con la mano:
¡Adiós, alcabaleros,
centuriones,
sepultureros!...
A crecer, a crecer,
a la tierra otra vez...
al agua,
al sol,
al Viento... al Viento...
¡Otra vez al Viento!
León Felipe
Cuando trabajamos sobre nosotros, no en forma sentimental, no en forma mecánica, sino conscientemente, la Personalidad se pone al servicio de nuestra Esencia Superior y la ayuda acrecer. En esta etapa de crecimiento tiene lugar necesariamente una lucha. Sin esta lucha nada se logra. Es por ello que debemos ser tentados, probados. La lucha es la que se establece entre lo que es real en mí, la Luz, y lo que considero irreal, la Sombra, el reflejo de la Luz, hasta que comprendo que son las dos puntas de un mismo palo, o los dos bornes de una sola batería. De esta lucha, de este triturar los eventos en los molinos internos, surge un aceite que es el Combustible de la Luz. La Luz que alumbra el camino interior del hombre, la Luz que prepara su segundo nacimiento. Esta Luz alumbra el esquema de los circuitos y las conexiones por las que habitualmente circulamos, entre los millones de otras sendas y conexiones posibles, en las que eso que llamamos Pasado, es tan sólo una posibilidad; una serie de calles entre las calles de una gran ciudad y por las que estamos habituados a pasar en detrimento de las demás.
El tiempo, tal como lo conocemos, es la relación de una línea de posibilidad; pero en cada instante hay líneas que se ramifican en todas direcciones, siendo así infinitas las posibilidades. Recordemos las palabras de Jesús al referirse al Espíritu diciendo que "con Dios todas las cosas son posibles". Ese Gran Ser al que llamamos Dios, Gran Espíritu, Brama…, no está en el Tiempo, sino fuera de él, en su propia dimensión, en su propio espacio, llamado Eternidad. Y lo increíble es que ese Gran Ser, también somos nosotros. Ese segundo nacimiento nuestro es un nacimiento fuera del Tiempo, o de eso que nosotros ilusoriamente llamamos tiempo, fuera de nuestro tiempo; es un nacimiento en un Espacio Eterno, en el Tiempo Vivo, en el que somos la totalidad de nosotros mismos, la totalidad de nuestras existencias posibles y la totalidad de lo humano que se ha convertido en divino porque es una expresión de la vida una, que transporta luz y que refleja amor en cualquier dimensión a la que su conciencia pueda acceder, o en la forma que quiera adoptar en el Eterno Presente. Y es que la Humanidad, de la que el hombre solo es una célula consciente, además de ser una definición física, es un objetivo espiritual del Gran Ser.


Continúa


No hay comentarios:

Publicar un comentario