Continuación
* Parábola de la metamorfosis del gusano.
En una carta a su hermana Salus (17‑5‑1955), León Felipe, que ya tenía 71 años, le decía:
"El gran, el verdadero
itinerario, es este. Vamos de la
Nada a la Vida,
de la Vida a la Muerte y de la Muerte al Misterio... Y
después del ir y venir de nuestra carne por la tierra, por el mar y por el
viento, hay otras estaciones y fronteras para las que hay que llevar otros
documentos y pasaportes. Yo tengo un pasaporte para viajar por las estrellas y
por la Vía Láctea.
Es un poderoso talismán. Creo que tu lo tienes también... ¡Son las lágrimas!
Por estas lágrimas me
conocerán por siempre las constelaciones y los dioses... Y con esta cédula se
me abrirán las puertas sin bisagras ni cerrojos de los mundos..., por donde se
entra a navegar a los espacios infinitos..."
(...)
De nuevo las lágrimas! Esa lágrima que nos da la Luz, nos da también la Libertad. La libertad para desplazarnos sin obstáculos por esos mundos siderales, por esas moradas de la Casa del Padre. La libertad para pensarlas, la libertad para construirlas, la libertad para decirlas, la libertad para que la Ley Una del Universo, la Ley del Amor, pueda expresarse en nuestro amor. Libertad y Amor son dos palabras que tienen un mismo significado, y ambas son una y la misma Ley. Pero para alcanzarla, tenemos que dejar de ser ese gusano que se desplaza a ras de tierra, y que ni siquiera se da cuenta de que deja tras de sí una estela luminosa, segregada por el llanto que provoca su esfuerzo reptante. Tenemos que encerrarnos en ese capullo llamado Soledad.
De nuevo las lágrimas! Esa lágrima que nos da la Luz, nos da también la Libertad. La libertad para desplazarnos sin obstáculos por esos mundos siderales, por esas moradas de la Casa del Padre. La libertad para pensarlas, la libertad para construirlas, la libertad para decirlas, la libertad para que la Ley Una del Universo, la Ley del Amor, pueda expresarse en nuestro amor. Libertad y Amor son dos palabras que tienen un mismo significado, y ambas son una y la misma Ley. Pero para alcanzarla, tenemos que dejar de ser ese gusano que se desplaza a ras de tierra, y que ni siquiera se da cuenta de que deja tras de sí una estela luminosa, segregada por el llanto que provoca su esfuerzo reptante. Tenemos que encerrarnos en ese capullo llamado Soledad.
Es éste capullo
de crisálida una cubierta protectora, hecha de seda, de luz, de llanto, de
baba…; un capullo que nos aísla del mundo, sin que por ello abandonemos el mundo;
pero que impide que las voces y las historias del mundo nos aparten de nuestro
camino para dejarnos encerrados en nuestra propia palabra, con nuestra propia
voz interior, con nuestra propia verdad. Este capullo de soledad, no es sólo para impedir que entren los gritos de angustia del hombre, los cuentos, sino también para impedir que
salga nuestra verdad. Porque la
verdad luminosa, la verdad transmutada por las lágrimas, no es para decirla, es
para comerla, para digerirla, para hacerla carne
de mi carne y sangre de mi sangre, allá en el interior del capullo.
Y será
luego, la mariposa, el resultado de
esta metamorfosis, con su vuelo, la que exprese esta verdad. Esto es lo que
dice la Parábola:
"Y tomé el libro de las
manos del Ángel y me lo comí."
Apocalipsis X, 2‑10
Apocalipsis X, 2‑10
Dice León
Felipe:
"Volvamos a la
parábola...
Con la parábola el
poeta ve lo que hay detrás de las esquinas y en la espalda de las estrellas.
La parábola es el
camino más corto entre el hombre y la luz...
He aquí una parábola:
Había un hombre que
tenía una doctrina. Una doctrina que llevaba en el pecho (junto al pecho, no
dentro del pecho),una doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco.
La doctrina creció. Y
tuvo que meterla en un arca de cedro, en un arca como la del Viejo Testamento.
Y el arca creció. Y
tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Entonces nació el
templo.
Y el templo creció. Y
se comió el arca de cedro, al hombre y a la doctrina escrita que guardaba en el
bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre
que dijo: el que tenga una doctrina que se la coma, antes de que se la coma el
templo;
que la vierta, que la
disuelva en su sangre, que la haga carne de su cuerpo...
y que su cuerpo sea bolsillo,
arca y templo."
León
Felipe
El Bolsillo (Capullo), el Arca, el Templo, tendrán que desgarrarse para que
aquel gusano que antes reptaba con grandes esfuerzos, sin poder franquear el
círculo de la serpiente, ese mito del Eterno Retorno que es el discurrir
cíclico de los procesos de la
Naturaleza, se alce convertido en un ser alado, en una figura
celestial que vuela libre por el cielo.
Cuenta
Mario Satz en su "Poética de la
kabala", una leyenda jasídica que sostiene que cuando nacemos lo
sabemos todo: "el misterio del mar,
la fórmula del cielo, el origen del aire y de la tierra, quiénes hemos sido y
en qué lugares..." Pero que ese feliz conocimiento dura sólo un
instante, porque apenas nacidos, un ángel burlón se acerca a nosotros y,
apoyando su dedo índice sobre nuestros labios superiores, murmura un ¡ssshh! por el que lo olvidamos todo. Y
así, de criaturas sabias, quedamos reducidos a niños llorones y torpes. Y
aclara, que algunos maestros han sugerido que la solución estriba en encontrar
al ángel, lo cual es imposible, porque el ángel desaparece con el sello. Más si
el sello del ángel nos cierra la boca, para que nada salga y las cosas del alma
queden ocultas, no así los ojos y los oídos por donde entra la Enseñanza
que dice que, mientras el hombre visible es terrestre, el hombre invisible es
probablemente un ángel. O dicho de otra manera: mientras el hombre terrestre se
arrastre, será un gusano; pero en cuanto comience a volar como mariposa,
desplegará sus alas de ángel y el sello quedará roto para que la Palabra sea dicha.
Sí, alguna
vez fuimos ángeles, o sea lo que fuere que se esconde tras esa palabra, ya no
guardamos memoria de ello, todo lo más, solamente, quedan rastros para aquellas
almas sensibles capaces de percibir más allá de lo que nos muestra e lenguaje caído.
Es esta una verdad intuida por los poetas. He aquí un poemita escrito por
Rafael Alberti. Se llama "El ángel
desconocido":
¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era...
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe como fui.
No me reconocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era...
Miradme.
Rafael Alberti
Los críticos literarios han dicho que Alberti alude en este poema a su pérdida de fe religiosa. Puede que ello sea cierto, quién soy yo para enmendarle la plana a los críticos, pero, desde otra perspectiva, la del inconsciente, yo creo que hay algo más. Si no es así, ¿a qué esa admirada ¡Nostalgia de los arcángeles!? Y, aunque el recuerdo parece haberse sumergido en el inconsciente, algo ha quedado en la memoria de la conciencia: un vago recuerdo, un ligero temblor, un etéreo escalofrío, el de haber sido arrojado de algún Paraíso en el que él, el poeta, era un arcángel. ¿O acaso es pura coincidencia que lleve el nombre de uno de ellos?
"Yo era..." Anhelantes, esperamos en suspenso, pues parece que nos quiere decir
lo que era; aunque, apenas surgida, la intención queda cortada y renuncia a
evocar ese presentimiento tan íntimo. Así que se limita a decirnos que
contemplemos lo que ahora es: un hombre. Un hombre al que ya no se le ven las
alas, porque va vestido como todo el mundo viste en el mundo: de carne. Ha
tomado forma y apariencia humana. Nadie puede reconocerle. ¿Quién podría
imaginar que tras esa apariencia humana se esconde un ángel? ¿Podría alguien
reconocerse como un ángel?
No sabemos
qué es o cómo es un ángel, aunque los pintores medievales los pintaron con
alas, túnica blancas y sandalias doradas. La verdad es que, si somos ángeles,
ya no se nos ven las alas; tampoco llevamos doradas sandalias, sino tenis, y en
vez de blancas túnicas, usamos vaqueros y camisa a cuadros. Tras esta imagen de
nuestra actual condición, "Por las
calles, ¿quién se acuerda? ", el poeta nos interroga en forma indirecta:
"Dime quién soy". Aunque la
interrogación lleva implícita otra pregunta: ¿Sabes quién eres tú? Porque si tú
lo sabes, si recuerdas que eres un ángel, dímelo. Los críticos dicen que
exhorta a que le respondamos que es un hombre. Pero presiento que lo que
realmente quiere es que le digamos que es un ángel. Porque si la respuesta es
que es un hombre, ¿a qué esa nostalgia, ese vago recuerdo de lo que era?
Parece ser
mucha y profunda la nostalgia que le empuja a contarnos lo que fue: "Y, sin embargo, yo era..." Al
final, hemos vuelto al Principio, al Origen. Y de nuevo la voz se corta e interrumpe.
¿Qué secreto oculta ese "yo
era..."? Continuamos sin saberlo. La voz vuelve a repetir la decepcionada
petición: "Miradme".
¡Cuánto desaliento hay en ese último verso! Por dos veces ha intentado hacernos
partícipes de una confesión, de descubrirnos un secreto que, apenas esbozado,
concluye en el desaliento y en la nostalgia. El poeta no ha podido decirnos que
era, se quedó sin palabra para expresarlo, una palabra que procede del Silencio
y que habla de el misterio que se encierra en ella. ¿Pero realmente habla?
¿Existe realmente la Palabra
en esa cháchara vacía y hueca, sin contenido? Soñamos la ilusión de que el
hombre progresa y evoluciona, y no nos damos cuenta de que es sólo eso, un
sueño, una ilusión de la tribu de monos aulladores. Hablar es una cualidad
humana, es decir, divina, ya que no la posee ningún otro ser de la creación;
hablar es hacer uso de la palabra mediante el Conocimiento y la Conciencia. ¡Y los
dioses usan la palabra para crear!
Pero nadie
habla, porque nadie escucha. Nadie entiende el Silencio que hay en el origen de cada palabra y que hace que la Palabra
tenga el poder de crear. Nuestra habla es cháchara vacía, parloteo. Cuándo la Palabra es auténtica, el Silencio se hace Palabra y comienza a hablar. Dice el "Atharva Veda":
"Esa palabra que nació
primero en el Este,
el vidente la ha revelado desde el brillante
horizonte.
El
descubrió sus diversos aspectos, altos y bajos,
la
matriz tanto de lo Existente, como de lo No‑Existente.
La
palabra es infinita, inmensa, más allá de todo esto.
Todos
los dioses, los espíritus celestiales, los hombres y los animales, viven de la
palabra.
En
la palabra los hombres encuentran su sostén."
¿Se ha dado
cuenta alguien de que cuando hablamos, siempre intercalamos en nuestro discurso
la expresión: ¿entiendes lo que quiero
decir? o, ¡lo que quiero decir... es…!,
o preguntamos, ¿qué quieres decir? Y es que en definitiva, no podemos decir lo
que queremos decir, y tenemos que saltar, al oír, de lo que se dice a lo que se
quiere decir.
Hay en
Oriente, en el Este, allí de donde se dice que nace la Luz, una antigua parábola o
leyenda que narra la disputa que sostuvieron el Espíritu y la Palabra acerca de
cual de los dos era el más importante.
"‑ Yo soy mejor que tú ‑dijo el Espíritu‑, pues tu no dices nada que no haya sido comprendido antes
por mi. Y puesto que sólo eres la expresión de lo que yo hago, tu actúas
siempre detrás de mi.
‑ Yo soy mejor que tú -le respondió la Palabra‑, porque lo que tu conoces, yo lo comunico y le doy vida. Sin mí tu no podrías
hacer nada.
Como no se ponían de
acuerdo, acudieron a Prajapathi para que éste decidiera. Y Prajapathi decidió
en favor del Espíritu.
Cuenta la historia que,
viéndose así relegada, la
Palabra se exilió y se perdió. Pero antes de desaparecer le
dijo a Prajapathi.
‑ ¡Qué nunca sea yo la
portadora de tus oblaciones; yo a quien tu has relegado y contradicho.
Y la leyenda cuenta que,
desde entonces, todo lo que en el Sacrificio se realiza por Prajapathi, se hace
en Silencio, pues la Palabra
no puede actuar como su portavoz. También, desde entonces, el Espíritu ya no
tiene Palabra con la que hacerse oír, y, la Palabra, perdida en el exilio, carece de
Espíritu, por lo que se ha convertido en cháchara y parloteo."
Entre los
muchos símbolos que oculta la leyenda, hay uno que se hace evidente: carentes
del Espíritu que les de sentido, nuestras palabras no las entiende nadie;
carente de Palabras que lo expresen, nuestro Espíritu no es escuchado por
nadie. Pero "Al principio era el
Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios". Luego el Verbo se hizo Palabra, y la Luz fue. La Creación dio comienzo. La Creación
no es otra cosa que la Palabra del Verbo hecha "Árbol de la Vida"
y "Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal";
una Palabra partida en miles de millones de notas, de melodías, sonando en
octavas diferentes. El Verbo emanó de sí una chispa de su propia esencia que
tenía forma de Hombre. Ese Hombre‑Espíritu
vivía en el Paraíso. Allí quiso
probar los frutos del Árbol de la Ciencia, quiso vivir
la materialidad y, por ello, se exilió del Paraíso, se cubrió con un vestido de
carne, la Persona,
es decir, esa máscara megafónica que usaban en el teatro los actores griegos y
por la cual salía el sonido, salía la palabra. Y ahora, el Hombre-Espíritu tiene que expresarse a través de esa Persona con la que se ha identificado y
por la que se ha olvidado de sí mismo.
El blanco
de la hoja y el rasgo de la palabra escrita forman una unidad. Pero lo que
forma parte de la Unidad
no se torna reconocible hasta que no se separa de ésta. En el Origen, la Vacuidad, el blanco de la
hoja, contenía dentro de sí al Todo. Cuando la Palabra es escrita en el
blanco adquiere una tonalidad positiva respecto a la naturaleza negativa del
fondo. Pero en el Silencio, una descansaba en el seno de la otra. Al exilarse, la Palabra se separa del Todo
y se hace reconocible, pero para ello ha tenido que pagar un precio; su parte
complementaria, el Silencio de donde procede, el Hombre-Espíritu-Real, ha quedado en lo no manifestado.
La riqueza
del lenguaje simbólico y parabólico aplicado a la leyenda nos señala que,
siempre que algo se manifieste en el mundo del Conocimiento, una parte
complementaria de ese algo queda invisible en lo no manifestado. Palabra y Silencio son los dos polos de una misma Unidad. Hablar es separarse
del silencio que queda en lo no manifestado. Callar, es manifestar la palabra
que queda en el otro lado como su realidad complementaria. Si comprendiéramos
esto, comprenderíamos mucho del misterio humano. Si algo ha aparecido, el
hombre cubierto con un vestido de carne, su opuesto complementario, el Hombre-Espíritu, ha quedado en lo inmanifestado.
Más la separación es sólo aparente, pues las dos mitades complementarias,
aunque aparentemente escindidas de la
Unidad, no pueden desligarse la una a la otra, porque el Dios-Espíritu, la Unidad,
el Todo, es en su Unidad una poderosa
fuerza de atracción establecida, por un lado, entre lo positivo, lo creado, el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal
y, por el otro, lo no creado, lo inmanifestado, lo inmanente, el Árbol de la Vida.
En el
lenguaje de las parábolas, "comer"
significa hacerse idéntico a lo que se
come. Comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal
significa hacerse creación, separarse de su mitad complementaria. Nacer en el lado de acá, ser solo la mitad visible de
nuestro verdadero Yo.
Pero como la Palabra está perdida, el
Espíritu, al otro lado de la Persona,
carece de instrumento creador. Y el habla de la persona, que ha creído que ella
misma es su propia realidad, sin Espíritu que le insufle significado, es un
habla vacía, un parloteo hueco, que ha perdido su poder de crear. Y como ya no
nos entendemos, ahora, vamos por ahí diciendo:
‑ ¿Entiendes
lo que quiero decir?
‑ ¡No! Lo
que quiero decir es...
Aún
seguimos en Babel. Y cuando en nuestro mundo mistificado dejamos de
encontrarnos, dejamos de entendernos, nos quedamos sin palabras, nos quedamos
en silencio. Y como para que exista diálogo tiene que existir el mismo nivel de
conciencia entre los interlocutores, al no poderse dar el diálogo, solo queda
el silencio. Puede ser éste un silencio vacío, inauténtico, amargo... Un
silencio que busca culpables. Y es que el verdadero Silencio no está separado de la verdadera Palabra. Hablar y Callar, al ser polaridades de una misma
realidad, nos obligan a su control y dominio, nos obligan a llenarlas de
sentido, de conciencia, nos obligan a usarlas en unidad, porque sólo así estas
cualidades expresan su esencia divina. Usadas en el lugar y el momento oportuno
son divinas; pero utilizadas fuera de lugar y de momento, se hacen satánicas, pues
no hay cualidades buenas o malas, sino polaridades bien o mal empleadas. Lo
satánico es el mal uso que se hace de estas polaridades, de las cuales, no lo
olvidemos, una permanece siempre en lo no manifestado, en el mundo de allá, complementado a la otra que se
expresa en el mundo de acá. El
parloteo satánico y el silencio que busca culpables son la evidencia de nuestra
pérdida, de nuestra separación de lo esencial y de la necesidad que tenemos de
ascender los planos de la
Creación, hasta reencontrar el Árbol de la Vida
y, con él, al Hombre-Espíritu.
Por eso la doctrina ha de ser comida; por lo mismo
también, el gusano tiene que encerrarse en un capullo, a fin de que la
metamorfosis de su transformación en mariposa se produzca. El hombre encarnado
ha de encerrarse en un capullo de silencio para encontrar su ser
complementario, el Hombre-Espíritu, y
hacerse UNO con él.
Esa
interdependencia entre las dos caras del espejo nos obliga y nos compromete. "Nacidos ‑dice Mario Satz en la
obra antes referida‑, no nos queda sino
crecer, desarrollarnos, ocupar un espacio, dilatar un volumen hasta el momento
en que volvamos a nacer al prístino vacío de la comprensión que será paralelo
al aprendizaje, puesto que moviéndonos en el plano de lo exotérico... llegará
un momento en que recibiremos la asistencia aérea, y casi siempre oral de lo
esotérico, el mensaje del infinito, de lo indiscernible." Porque este mensaje infinito que entra por el oído,
añade, "es siempre la semilla, y
esta se abre y se prolonga en la raíz antes de hacerlo en la hoja. Y la raíz
quiere sombra."
La Caverna de la Iniciación a la Luz se encuentra en el interior de la pirámide, de la montaña. Ella es el capullo en el que el hombre-gusano se encierra para transformarse, para cortar los hilos que le conectan al mundo exterior, porque ya no quiere que le cuenten más cuentos, porque quiere romper con todos los cuentos, propios y ajenos, con los que se ha identificado en su peregrinar por esta tierra extraña. Porque lo que quiere el poeta es soñar, soñar un sueño verdadero y hacerlo realidad. El día que el hombre despierte y mire de frente a todos los cuentos con los que la matriz, y aquellos que controlan la matriz, lo ha mantenido dormido, ese día el mundo se librará de los depredadores porque ya no tendrán más cuentos, más mentiras que contar.
La Caverna de la Iniciación a la Luz se encuentra en el interior de la pirámide, de la montaña. Ella es el capullo en el que el hombre-gusano se encierra para transformarse, para cortar los hilos que le conectan al mundo exterior, porque ya no quiere que le cuenten más cuentos, porque quiere romper con todos los cuentos, propios y ajenos, con los que se ha identificado en su peregrinar por esta tierra extraña. Porque lo que quiere el poeta es soñar, soñar un sueño verdadero y hacerlo realidad. El día que el hombre despierte y mire de frente a todos los cuentos con los que la matriz, y aquellos que controlan la matriz, lo ha mantenido dormido, ese día el mundo se librará de los depredadores porque ya no tendrán más cuentos, más mentiras que contar.
I
No me contéis más cuentos
Ya
se han contado todos.
Todos
se han dicho y se han escrito,
y
todo se ha ovillado y archivado.
Los
ha contado el viejo patriarca,
los
ha cantado el coro y la nodriza,
lo
ha dicho un idiota, lleno de estrépito y de furia,
se
han grabado en la ventana y en la rueda
y
se han guardado en caja fuerte las matrices.
Hay
réplica exacta de todas las tragedias,
discos
fonográficos de todas las salmodias,
y
placas fotográficas de todos los naufragios.
Ningún
cuento se ha perdido. Estad tranquilos.
Se
sabe que el poema es una crónica,
que
la crónica es un mito,
la Historia una serpiente que se
muerde la fábula
y
el poeta doméstico, el cronista del Rey y el Arzobispo:
el
narrador de cuentos.
Todos
se han registrado.
Y
todos están vivos todavía. Ahí pasa el pregonero:
"¡Cuentos!...¡Cuentos!...¡Cuentos!..."
Es
aquel viejo narrador de sombras y de risas
que
ahora pregona cuentos.
Pero
yo no quiero cuentos...
No
me contéis más cuentos.
II
Se todos los cuentos
Yo
no se muchas cosas, es verdad.
Digo
tan sólo lo que he visto.
Y
he visto:
que
la cuna del hombre la meces con cuentos...
Que
los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
Que
el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
Que
los huesos del hombre los entierran con cuentos...
Y
que el miedo del hombre...
ha
inventado todos los cuentos.
Yo
se muy pocas cosas, es verdad.
Pero
me han dormido con todos los cuentos...
Y
se todos los cuentos.
IV
Trampas
Trampas
de redes y de lazos
son
los cuentos
con
los que me ovillan a la tierra
y
con los que me cercan en el tiempo;
o en
un estanque...
o en
un espejo
donde
yo me repito
y
me reflejo.
Romped,
romped
todos los cuentos,
que
no quiero verme
en
el tiempo
ni
en la tierra
ni
en el agua sujeto.
VII
El Gusano
Soy
gusano que sueña... ¡Que quiere!
‑
Contaré el sueño del gusano.
Narradores
de cuentos, el gusano
no
se chupa el caramelo de la cola. No es un cuento.
Es
un sueño que camina.
Repta.
Y
deja sobre la hierba oscura
una
secreción viscosa... y fosforescente;
un
hilo glutinoso y lumínico...
¡Lumínico!
La baba es una estela. Anotad esto bien.
Cavad
aquí para marcar una señal.
Clavad
aquí una estaca, aquí, aquí;
que
aquí sobre esta tierra... sobra la
Tierra,
sobre
este gran ovillo devanado con baba,
sobre
esta estela verde que segregó el gusano,
sobre
el sudor oscuro que vertieron sus glándulas,
sobre
su llanto ciego de semilla y de feto,
sobre
los restos de su capullo y su sarcófago,
sobre
la ganga adámica de su morada mística,
sobre
el cascarón roto de su bóveda abierta
y
sobre los escombros de su Iglesia podrida
levantaremos
un día nuestra casa,
nuestra
ciudad
y
nuestro vuelo.
¡Dios
nos guía!
Porque
el gusano no es un cuento, narradores de cuentos,
es
un signo... un sueño...
un
sueño alegre que empezamos a descifrar.
VIII
Quiero… Sueño…
No
me contéis más cuentos,
que
vengo de muy lejos
y
se todos los cuentos.
No
me contéis más cuentos.
Contad
y
recontadme este sueño.
Romped,
rompedme
los espejos,
deshacedme
los estanques,
los
lazos,
los
anillos,
los
cercos,
las
redes,
las
trampas
y
todos los caminos paralelos.
Que
no quiero,
.......
que
no quiero que me arrullen con cuentos;
.......
que
no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos;
.......
que
no quiero que me entierren con cuentos;
.......
que
no quiero verme clavado en el tiempo,
que
no quiero verme en el agua,
que
no quiero verme en la tierra tampoco,
que
no quiero verme a su ovillo como un hilo de baba sujeto...
Quiero
verme en el viento,
.......
Quiero,
¡quiero!... sueño... ¡sueño!...
Soy
gusano que sueña... y sueño...
¡verme
un día volando en el viento!
León Felipe
La parábola
del gusano encierra una enseñanza psicológica: el hombre puede crecer
internamente. La Alquimia,
Arte Regia, que aparentemente trataba
de convertir el mercurio en oro, es en realidad el proceso psicológico de
convertir, metafóricamente expresado, un gusano en una mariposa. Crear un nuevo
ser a través de una transformación, una metamorfosis que se realiza en un
crisol, en un vas hermeticus; es
decir, en un recipiente cerrado y que no puede ser penetrado por influencias
exteriores. Y el fuego alquímico,
permite que las partes esenciales del hombre se fundan en el crisol. Es éste
fuego alquímico un fuego de fricción,
como el de las piedras molineras, que
metamorfosea esa fundición en un nuevo cuerpo; cuerpo que permite la expresión
de un nuevo ser y de una nueva conciencia.
Dice la
tradición alquimista y, también la esotérica, que cuando algo nuevo comienza a
nacer en nosotros es necesario protegerlo. Debe ser alimentado y debe ser
protegido hasta que sea lo suficientemente fuerte para sustentar por si mismos
su propia existencia. Por ello, nuestra actuación, nuestro hacer, no tendrá
otra finalidad, a partir de ese momento, que la de proteger a ese nuevo ser que
nace en nosotros. No podemos permitir que las influencias exteriores entren en
el capullo y le contaminen con sus cuentos. El capullo, el crisol, ha de permanecer
herméticamente cerrado y sellado.
"Yo se además ‑dice
León Felipe‑ que entre el Viento
y la Luz pueden convertir a un
gusano en mariposa."
Para que
este milagro pueda producirse, es menester que nuestro lado externo, lado al
que la Tradición
llama Pie, aquello que está en contacto
con la vida, con la tierra, no perturbe nuestra comprensión interior, la Luz, simbolizada por los Ojos. Para que la metamorfosis se
produzca, ambos lados de nuestra realidad deben ser momentáneamente separados.
La comprensión interna debe
encerrarse en un capullo, en una vaso hermético y sellarse a la vida externa.
Eso es lo
que señala esa antigua enseñanza esotérica que lleva el nombre de Hermes. La
expresión hermética, usada en la Alquimia, se basa en la
idea de que el hombre, considerado un metal
vil, plomo, biológicamente un gusano, puede ser transmutado en Oro, o en Mariposa. El Ermitaño
era ese personaje que sigue las enseñanzas de Hermes y busca aislarse de los
efectos contaminantes de la vida, encerrándose en una caverna o yéndose al
desierto. Pero esta idea que practicaban los ermitaños de otras épocas, es una
tergiversación de lo que representaba el ermitaño
hermético, pues equivalía a liberarse de la vida artificialmente huyendo de
ella. Y lo que las Enseñanzas de Hermes
señalan, no es que tengamos que marcharnos a un apartado y solitario lugar,
sino que tenemos que aislarnos de los efectos de la vida externa, en el mismo
momento en que estos efectos se producen y los experimentamos. Es en ese mismo
momento en que el Viento (el
Espíritu) pone el evento externo en las piedras molineras de nuestra Luz y de nuestra Sombra internas, cuando debemos estar aislados. De aquí surge la
idea, en otros contextos esotéricos, de la no identificación, de la idea de
impersonalidad.
Este es el quid de toda la cuestión. La
metamorfosis se produce sellándose a la
vida, a la vez que la vida entra en nosotros y sus eventos son triturados
en nuestro molino interior, pero sin apartarnos de la vida. No tomando los
eventos que acontecen como propios, no identificándonos con ellos. Y si ello es
algo que se hace conscientemente, las lágrimas se convierten en perlas y la
vida en ese aceite que es el combustible de la Luz.
De lo contrario, la vida nos seguirá golpeando y nuestros pies, nuestro lado externo llamado
personalidad, se seguirán manchando con el barro del camino. Por ello dice la Tradición que no hay que poner las manos en el fango de
los pies propios y luego llevarla a los ojos.
En este
trabajo de metamorfosis, el hombre es alguien que, a despecho de sus
circunstancias externas, ya sea que estas le ayuden o no, sigue trabajando en
la vida sin que ésta altere su comprensión de lo que dentro de sí se está
construyendo, pues su vista, su luz
interior, lo sostiene.
Los
Evangelios nos hablan de dos clases de ceguera: la del ciego al que Jesús
curaba porque estaba ciego internamente, porque no tenía ojos para el Espíritu, y la de aquellos que eran
ciegos a la a la vida del mundo porque ya habían despertado a la visión interior. Estos segundos eran,
como Hermes, ciegos a los que les habían salido alas en los pies y podían levantarse
por encima del fango de la tierra sin mancharse.
Solamente
después de haber recorrido un largo camino, uno se vuelve ciego a la vida. Solamente entonces uno no quiere que le cuenten ya
más cuentos. Esos cuentos que nos han contado desde la nodriza, hasta el viejo
patriarca. Esos cuentos con los que han mecido nuestra cuna y con lo que
ahogan, taponan y entierran nuestra angustia, nuestro llanto y nuestros huesos.
Esos cuentos inventados por el miedo. Esos cuentos que son trampas de redes y lazos
… con los que me
ovillan a la tierra
y con los que me cercan
en el tiempo;
o a un estanque,
o a un espejo
donde yo me repito
y me reflejo.
León Felipe
Son estos
cuentos los que tenemos que romper y transmutar en el proceso de la
metamorfosis, porque el resultado de esa transmutación es un nivel de
comprensión más elevado que el que tenemos cuando apoyamos los pies en el
fango. Este nivel de comprensión más elevado es el que nos permite ver que no
somos un cuento, que "¡Soy y vengo
del sueño!", que "lo que
pasó bajo la curva de los cielos / se prolonga bajo los huesos de mi
cráneo", que "¡Hay algo
nuevo bajo el sol!", que es cierto que uno es un gusano, y cuanto
cuesta reconocerlo, pero, "soy un
gusano que sueña... ¡que quiere!".
Los seres
espirituales de otros niveles de existencia y de conciencia comunicaron lo
siguiente a este respecto:
"Los mundos por los que
la idea creadora va iluminando su esencia
son mundos en los cuales el Padre invierte su imagen, y dispone de pequeños
depósitos por los que nutre eternamente el punto de conciencia allí adquirido.
Estos depósitos los conocéis por el nombre de Universos, pero no sabéis todavía
la ley por la que estos universos son dirigidos a su realización dentro del orden
ejecutante.
Nada ha sido creado
todavía y todo lo que existe es una imagen metida dentro de una idea, metida
dentro de la mente divina. Es así. No existe nada, sólo es el proyecto de una
creación largamente pensado y creado, en el cual la mente del Padre va
disponiendo el movimiento de aquello que está dispuesto a hacer.
Somos sombras de luz
dentro de la luz, y nuestro trabajo consiste en tomar conciencia al entender el
proyecto deseado que ahora es sólo pensamiento.
Cuando las conciencias
de las sombras en la luz adquieran el brillo que la luz original tiene, el
proyecto podrá ser realizado, recreado y entendido. Entonces allí será el
encuentro del Padre con su obra en una dimensión que no nos es permitido ni
soñar.
Sólo nos queda a los
seres que somos pensados en todas las dimensiones de todos los mundos que son
en los distintos niveles paralelos, ser conscientes de ésta verdad y entender
que sólo si seguimos el camino hacia nuestra propia conciencia, es que permitiremos
que la luz del Padre nos inunde y nos enseñe el camino suyo que nos lleva hacia
El, para poder ser uno con El en el momento en que el HÁGASE sea una realidad
material.
Nuestro trabajo es
difícil y peligroso, porque el riesgo de quedar atrapado en los círculos
oscuros en donde la energía es detenida, es algo en que la mayoría de los seres
pierden su posibilidad de creación. Hay un sólo camino hacia la verdad, y este
camino es tan variable, aún siendo único, como variables son las condiciones en
que cada ser tiene el punto de su conciencia. Sólo la idea del amor, es el
sendero de la ascensión hacia esa fuente de origen en donde tendremos algún día
nuestra realización alcanzada.
Soñar creando y
determinar las circunstancias acorta este largo camino, pues nos pone en el
movimiento primero por donde la voluntad del Padre es expresada."
¡Quiero!, ¡Sueño! Esto significa aceptar que todo cuanto nos sucede es lo
mejor que puede sucedernos, si lo tomamos como alimento para el molino y su
transformación en aceite, como un medio para la metamorfosis.
Homero nos
relata en la "Odisea" que
cuando Ulises desembarcó en la isla de Circe, Hermes le dio una hierba mágica
para que le protegiera contra los hechizos de la hechicera. Y la hierba surtió
su efecto, porque sólo sus compañeros fueron convertidos en cerdos.
‑ ¿Qué es
esa hierba mágica que le dio Hermes a Ulises?
No es otra
cosa que la comprensión nacida del
hecho de estar sellados a la vida. La
comprensión es esa hierba mágica que
nos protege de los encantamientos, de las ilusiones, de los espejismos, de los
cuentos. Porque sólo desde nuestra propia comprensión y desde el interior de
ese capullo sellado a la vida, es que podremos transmutarnos, es que podremos nacer por segunda vez. Para que esto
suceda, éste homúnculo, como diría
Paracelso, que está encerrado en su capullo, tiene que crecer.
Si
permitimos que el fango manche nuestra comprensión
interna, ésta se enturbia y ya no podrá guiarnos. Y serán nuestros pies, nuestras identificaciones con los
eventos de la vida, nuestros cuentos,
nuestras creencias, nuestros retratos y papeles, los que nos llevarán a
identificarnos con todo lo que sucede: con el sufrimiento, con el miedo, con el
dolor, con la violencia... Y esta identificación es, en el lenguaje de las
parábolas, fango. Y también es fango el sentido equivocado que tenemos
de nosotros mismos, de eso que llamamos yo.
En última instancia, todo lo que deriva de la personalidad es, desde el punto
de vista de la
Enseñanza Esotérica, fango.
Y la peor clase de fango es aquella
que surge como fruto de aquello que creemos, de lo que tenemos razón, de
aquello de lo que nos sentimos orgullosos, porque son nuestras obras. Son los cuentos. Los cuentos son el fango por
donde el gusano camina. Fango es esa parte de nosotros identificada
con la vida y a la que el mito de los Trabajos
de Hércules llama los "Establos
de Augias". Establos que, para limpiarlos de su estiércol, tendremos,
como hizo Hércules, hacer que por ellos pase un río cuya agua, un nuevo sentimiento,
una nueva comprensión, es Agua Viva, Agua de Vida.
Jesús lavó
los pies a sus discípulos. Nos quiso
decir que si sus enseñanzas eran comprendidas y practicadas, ellas serían el
agua que limpiarían nuestros pies del fango
de los caminos externos recorridos por el hombre identificado con la
personalidad, por el hombre que no es un peregrino en una tierra extraña y en
camino hacia un Santuario, hacia un lugar sagrado: el Reino de los Cielos. Y su enseñanza decía también que si un hombre
se sella a la vida y hace de los eventos
de ésta un alimento para la metamorfosis, si percibe su significado y
desarrolla una nueva visión, si ve el
fango de sus pies y comprende el por qué no debe levantar
ese fango a los ojos, ojos que ahora contemplan un orden diferente, ese hombre nacerá por segunda vez.
En ese
hermoso libro de la literatura sufí que es "La
conferencia de las Aves", se cuenta como éstas se embarcaron en un
viaje en busca del Soberano de las Aves. Y he aquí que, cuando llegaron ante su
presencia, descubrieron que todas habían perdido sus plumas. Tenemos que perder
nuestras plumas. Y al hacerlo, tenemos que despojarnos de algo que nos adornaba y que no era nuestro, porque a ninguno de
nosotros nos es dado aumentar su estatura
ni en un sólo codo. Aunque nuestra falsa personalidad si crea que puede
hacerlo. Así vamos por la vida, cubiertos con nuestras plumas y con nuestro
saco de cuentos a cuestas; así también perdemos el Camino que nos lleva al
Santuario.
Cuenta la
historia que lo primero que hicieron las aves cuando llegaron a la presencia
del Soberano, fue colocar ante Él una especie de registro, en el que cada
detalle de los hechos de la vida de cada una de ellas, estaba registrado lo que
había hecho y lo que había dejado de hacer.
¿Qué es ese
registro?
Entenderlo
significa entender que nuestra memoria no es sólo el pasado que recordamos; que
eso que llamamos nuestro pasado y que guardamos en nuestra memoria cerebral y
en función de la cual vivimos, no explica quiénes somos, ni explica nuestro
pasado ni nuestro presente. Tenemos que entender que nuestra memoria está en
función de nuestro nivel de ser. Y
como para la mayoría de los mortales este nivel es el nivel del gusano, nuestra
memoria es incompleta y deforme, porque recordamos muy poco de lo que nos ha
sucedido y, además, no es una memoria objetiva, no es una memoria consciente.
Por ello, internarse en el futuro con esta memoria, no es ninguna solución para
nuestra vida. Es preferible olvidar el propio pasado, perder las plumas, borrar
la historia personal: esos recuerdos a los que nos aferramos, esas imágenes que
tenemos de nosotros mismos. Y cuando olvidamos esta memoria y quedamos sellados
a la vida, nuestro estado de ser cambiará y con él nuestra memoria. Entonces nos
daremos cuenta de que nuestra memoria no era una memoria verdadera. Comprenderemos
también que si el proceso de metamorfosis continua, el libro de nuestra memoria
verdadera será abierto para nosotros. La verdadera memoria es llamada en el
Apocalipsis “El Libro", y se
abre en el momento de la muerte.
Pero éste
libro puede ser abierto antes de ese momento, si trabajamos en ese crisol y en
ese vaso sellado herméticamente a los avatares de la vida. Si permanecemos en
esa Soledad.
Dice el
Apocalipsis (XX,12):
"Vi a los muertos,
grandes y pequeños, que estaban delante;
y fueron abiertos los
libros, y fue abierto otro libro, que es el libro de la vida.
Fueron juzgados los
muertos, según sus obras que estaban escritas en los libros."
¿Qué son
esos libros? ¿Significa todo esto que en la muerte y por un periodo de tiempo,
nos volvemos a convertir en mariposa? ¿Qué cuando el gusano muere la mariposa
que somos asciende al cielo de la 4ª Dimensión, ese lugar donde toda nuestra
vida y todas nuestras vidas se hacen conscientes para nosotros?
He aquí
algo sobre lo que cada cual debe pensar: hay un segundo libro llamado "Libro de la Vida", y está sellado.
¿Qué
significa encerrase en un capullo y sellarse a la vida? ¿Qué quiere decir el
poeta cuando repite hasta la saciedad que no quiere que le arrullen con cuentos, ni que le
sellen la boca con cuentos, o que le
entierren con cuentos, porque no
quiere verse clavado en el tiempo, ni en agua, ni en la tierra?
¿Qué quiere decir cuando dice que quiere
soñar, que quiere ser un gusano que
sueña un sueño: el sueño de verse volando en el viento?
En lo que a
mi comprensión alcanza, significa que ese estar sellado, ese ser pasivo a la
vida, ese ser impersonal, requiere de una relación consciente con uno mismo y
con los demás. Porque sólo desde esa conciencia se puede comprender que es lo que
se transforma y que es lo que nace en nosotros, así como, también, por qué debe
ser protegido. Por otro lado, eso que nace es el ser que somos, la chispa
eterna que emanó del Padre y fue lanzada a través de un arco evolutivo para que
adquiriera experiencia y sabiduría, para que se convirtiera en Uno como El. Esa
chispa de luz y de esencia divina tiene su memoria. Una memoria adquirida a lo
largo de toda su trayectoria evolutiva, e incrementada vida tras vida en
nuestra concepción, o simultáneamente, de la realidad multidimensional. Esa
memoria es el segundo libro del que habla el texto sagrado, el "Libro de la vida". Este libro
permanece aún sellado para nosotros, para el hombre dormido, para el hombre-gusano, porque esta memoria
pertenece a la esencia de lo que nace, a la esencia del hombre-mariposa, cuyo cuerpo tenemos que construir en la soledad y
en la oscuridad del capullo.
Cuando el
proceso ha pasado de esa etapa en la cual lo que somos no depende de cosas
exteriores, sino que está focalizado en el interior del capullo, en algo que es
independiente del fracaso, del éxito, del calor, del frió, del amor o el
desamor, comenzamos a construir un segundo cuerpo, el Cuerpo de Diamante de la Alquimia china, o la Piedra Filosofal de la Alquimia occidental, un cuerpo-mariposa, un cuerpo de energía
sutil que usaremos para nacer por segunda vez.
La metáfora
de la metamorfosis quiere decir que podemos construir un segundo cuerpo dentro
de nosotros mismos, y que debemos protegerlo de aquellas circunstancias que
hacen negativo al cuerpo-personalidad.
‑ ¿Cómo
podemos proteger a este embrión que crece en el interior del capullo?
Es esto,
tal vez, algo sencillo de entender, pero difícil de hacer, porque requiere la
comprensión de como funciona nuestra personalidad. Significa comprender que
ésta funciona a través de retratos
de nosotros mismos; de papeles que
en función de esos retratos representamos en el teatro de nuestra vida y en el
teatro de la farsa que es el Gran Teatro del Mundo; y de las actitudes que conforman nuestra
personalidad.
Un Retrato es una imagen fija de uno
mismo, siempre igual, siempre presente. Imagino que soy, por ejemplo, un ser
amoroso y veraz. Y como ese es el retrato que tengo de mí, no puedo
manifestarme con desamor, ni decir nunca una mentira. Algo que a pesar de todo
hago. Y esa es la imagen fija que tengo de mí, ese es mi retrato. Esa fijación
me impide ver el lado opuesto y oscuro de mi mismo, mi lado tenebroso.
Pero al ser
ciegos a este lado, al no tener conciencia de él por permanecer fijos, como
Narciso prendido a su imagen reflejada en la superficie del lago, ese lado, no
sólo no existe, sino que cuando se menciona, no lo podemos aceptar. ¡Faltaría
más!
Ya hemos
visto que la Conciencia
es Luz y viceversa. Sería algo maravilloso que pudiéramos ver nuestro lado
oscuro, esa parte de nosotros mismos que no aceptamos en los otros, y por la
que quedamos divididos en dos mitades que se pelean entre si y nos vuelven
desarmónicos. De estas dos mitades, una es desconocida para el hombre-gusano. Y lo es, porque la proyecta fuera de sí, en otros
retratos y en otros aconteceres. ¿Entonces, cómo trabajar, cómo alumbrar, cómo
iluminar lo que no existe según la falsa percepción que tenemos de nosotros
mismos?
Desde esos
retratos y en función de ellos, representamos una serie de Papeles, de roles. Aunque aquí, habría que matizar entre la
representación de un papel, que es lo que hace el actor en el teatro y que sabe
que está representando, y lo que nos ocurre a nosotros, en donde los papeles
nos utilizan. Y así, somos ese papel, ese héroe, ese villano o ese desgraciado,
durante toda la vida, papel del que no dejamos nunca de hablar.
Me pregunté
muchas veces, durante mi andadura a través de algunas sociedades iniciáticas, y
uno no debe olvidar que siempre está de paso, el por qué las gentes que allí
había y que en la vida ordinaria no paraban de parlotear, eran tan silenciosas,
en ese silencio que busca culpables, en el seno del Trabajo esotérico y místico. Y entendí que una de las razones es
que allí, donde se mueven otras ideas, ya no podían desempañar los papeles que desempeñaban en la vida
ordinaria; allí, a nada tenían a que aferrarse y, por ello, no sabían muy bien
donde estaban en ellos mismos. Otros, en cambio, pretendían que dicho Trabajo esotérico, trabajo interior, guerra santa con uno mismo, podía ser
desarrollado llevando allí los papeles
de la vida externa. Estar en uno mismo conscientemente es una de las ideas
nuevas de este trabajo de metamorfosis.
Además de
los retratos y papeles, están las Actitudes.
Estas se forman a través de la educación. Ya desde el colegio, o en la vida
familiar durante nuestra infancia, nos enseñaron cuales eran los puntos de
vista correctos e incorrectos, insistiendo que eran los primeros los que debíamos
seguir. Y así, desde nuestra infancia, los otros,
la matriz social, ha ido formado
nuestras actitudes. Estas actitudes, grabadas a fuego durante nuestra infancia
en nuestra naturaleza, rara vez se ponen en entredicho, porque actúan a través
de la moral, de la política, de las creencias religiosas, de las profesiones.
Retratos, papeles
y actitudes son las plumas de las
que hemos de desprendernos para borrar nuestra historia personal, para
presentarnos ante el Soberano, a fin de que Éste pueda quitar el sello del 2º
Libro, el Libro de la Vida, en el que se halla
guardada nuestra memoria verdadera.
Llegados a
éste punto, habría que decir que el misterio de la metamorfosis del gusano en
mariposa, es un problema dimensional. Mientras el gusano vive en un mundo de
dos dimensiones, la mariposa, a causa de su metamorfosis, accede a una
dimensión superior; dimensión por la que se puede mover y en la que puede ver y
sentir, pues ha desarrollado un nuevo cuerpo con nuevos órganos: ahora tiene
alas, ojos facetados y antenas olfativas que le permiten escalar una dimensión
superior de la que se mueve el gusano. En la realidad del hombre común, existen
para él tres dimensiones visibles. Pero éste hombre-gusano, ¡cómo nos duele esta expresión!, no puede ver que
por encima de él existen otras dimensiones invisibles y, por lo común,
inaccesible. Con los sentidos limitados de nuestro cuerpo físico sólo
percibimos un mundo en tres dimensiones espaciales que se mueven en el tiempo.
Y este es el mundo al que damos el nombre de realidad. Y en esta realidad
fundamentamos nuestra existencia y nuestro pensamiento, nuestras ideas.
En la Tradición de la Enseñanza Esotérica se habla de la necesidad de
que cambiemos nuestra manera de pensar y, para ello, se nos dan nuevas ideas
con las que pensar y trabajar. Esas nuevas ideas proceden de los Seres más
evolucionados que están en otras dimensiones, pues no debemos olvidad que
estamos en un escuela planetaria para desarrollar nuestra conciencia y aprender
las posibilidades que supone trabajar con la sombra, la materia entendida como
tal. El problema es que estas ideas que proceden de niveles más sutiles, al
entra en nuestra dimensión material, siguen las leyes de la entropía y se
degradan, por ello hemos de procurar mantenernos siempre receptivos a nuevas
ideas. Como todo está siempre en movimiento, las ideas tampoco son eternas, ni
siquiera las espirituales, y lo que sirvió ayer puede no servir hoy o mañana.
Son estas ideas nuevas, ideas que no proceden de este mundo de tres dimensiones
que se desplazan en el tiempo, las que provocaran, por el trabajo sobre sí, una
transformación sobre nuestra naturaleza, un incremento de nuestra manera de ser,
es decir, de nuestra conciencia. Al cambiar la forma de nuestro pensar, nuevas
conexiones son posibles, nuevos circuitos, antes cerrados, se abren para mostrarnos
un mundo nuevo.
Hemos dicho
que el hombre común se mueve en un espacio de tres dimensiones espaciales que
se desplazan en el tiempo. Pero lo que es Tiempo
para nosotros, es Espacio para un
ser que tenga su existencia en la 4ª Dimensión, quién a su vez tendrá otro tiempo, en el que sus cuatro dimensiones
espaciales se desplazaran; este tiempo será nuevamente espacio para un ser que
tenga su realidad en un espacio de 5 Dimensiones.
La
comprensión de éste problema hay que buscarla en la naturaleza del propio Tiempo. El tiempo es algo que no vemos,
así como tampoco nos vemos en él. Lo sentimos psicológicamente, y a ese
sentimiento aplicamos nuestra memoria y nuestra imaginación. Creemos entonces
que el pasado está muerto. Y, como el sentimiento no es la conciencia, no
tenemos conciencia de él, porque nuestros sentidos físicos no nos lo hacen
sentir: no sentimos que nuestra vida es una línea vivida en un tiempo vivo. Al
ser imprecisa nuestra relación con el tiempo, solo vemos y percibimos un punto
en el tiempo, y luego otro, y así sucesivamente. A cada uno de estos momentos
los llamamos el momento presente. Esa
es nuestra efímera realidad, ya que nuestros cinco sentidos sólo trabajan en momentos presentes. Nuestros sentidos
físicos no trabajan ni en el pasado, ni en el futuro. Pasado y futuro son
realidades ilusorias creadas por la memoria y la imaginación. Sólo podemos
basarnos en el momento presente. En
nuestra realidad tridimensional, no podemos ver algo hace un rato, o dentro de un
rato. Lo vemos ahora. Y como
nuestros sentidos sólo captan el ahora,
el hace un rato, o el dentro de un rato son contemplados como carentes
de existencia real.
Sin
embargo, y he aquí la paradoja, nunca estamos en contacto con ese huidizo momento presente, dentro del cual
confinamos toda nuestra existencia. Pero en esta huidiza paradoja hay un
problema sin resolver. El problema es que, ese huidizo momento es real. No para nuestros sentidos que no
pueden retenerlo, ni para la conciencia que estos sentidos nos dan, sino para Otra Conciencia. Lo que ocurre es que
este momento presente con el que nuestros sentidos nos ponen en relación, no se
conecta con esa conciencia. No somos conscientes de éste instantáneo presente.
Es demasiado pequeño y demasiado rápido para que podamos tomar conciencia de
él. Porque la conciencia del hombre-gusano
es algo confuso, algo mezclado de memoria del pasado, de instantes fugaces y
deseos de futuros anticipados. Así, la conciencia del hombre común, por efecto
de la memoria y la imaginación, tiende a vivir delante o detrás de ese momento presente, y no puede nunca estar
dentro de él. Por la misma razón
tampoco estamos nunca en este mundo externo que registran nuestros sentidos.
Nuestros archivos de memoria traducen las cosas que captan los sentidos como
una serie de fotogramas que se suceden en el rápido movimiento de la proyección
de una película. Sin embargo, cada fotograma, cada momento presente, es Eterno. Porque cada momento presente está, como tal, a la vez, en el Tiempo, tal como ocurre en el fotograma
cuando pasa por el objetivo de la conciencia para ser proyectado, es decir, en la Eternidad,
en el carrete donde todos los fotogramas de la película están contenidos de una
vez.
Esta imagen
o metáfora cinematográfica nos permite ver que la Eternidad
penetra en el Tiempo en cada momento presente. Penetra en un tiempo
que se mueve, que está vivo, y lo hace en ángulo recto y perpendicular a él.
Por ello, algunas cosas que para nosotros están en el pasado, se destacan fuera
del Tiempo. Y por la misma razón, en cualquier momento de tranquilidad, aunque
en sí mismo no tenga nada que lo singularice de los otros presentes, la Dimensión de Eternidad penetra en nosotros y, por casualidad, decimos, tomamos
conciencia de ello.
En el
esquema, la línea horizontal representa el Tiempo,
la Cuarta Dimensión
para los seres tridimensionales como nosotros; mientras que las líneas
verticales representan la Eternidad, la Quinta Dimensión,
en la que nuestro tiempo pasa a ser una dimensión espacial, siendo su tiempo
esa Quinta Dimensión que nosotros llamamos Eternidad, y que entra perpendicularmente
en cada momento presente de nuestro
tiempo.
El símbolo
más sencillo que expresa esta idea, y tal vez no por casualidad, es la Cruz.
Y es ahí, entre ambas dimensiones, donde el hombre está
crucificado, y ahí permanecerá hasta que comprenda que esa cruz que es él, está
a la vez, simultáneamente, en el Tiempo
y en la Eternidad. Hasta que
comprenda que cada ahora es eterno. Y
que en este ahora eterno está
nuestro Yo‑Real, con su Libro de la Vida cerrado, esperando que desde el interior
del capullo, le construyamos un cuerpo‑tiempo,
la mariposa, con la que expresarse. Un Cuerpo
de Gloria que ya no responda, que ya no se identifique, con los eventos de
la vida.
La Personalidad está en el tiempo y lo
recorre con su memoria y con su deseo, en ambas direcciones; mientras que
nuestro Yo‑Real, perpendicular a ese
tiempo, lo cruza en cualquier parte de su recorrido, porque es un eterno ahora. Más, ¡ay!, nuestra
conciencia aún no está focalizada en ese otro Tiempo, en ese Eterno Ahora.
Si lográsemos situar nuestra conciencia en un lugar más elevado, más
conciencia, veríamos como en ese lugar, nuestro tiempo, en el que discurre
nuestro espacio de tres dimensiones, se convierte en espacio, en una Cuarta
Dimensión espacial de otra realidad a la que la Tradición llama Reino de los Cielos. Dimensión que a su
vez tiene otro tiempo en el que discurre. Pero ese Tiempo, para nosotros seres
de tres dimensiones, es la
Eternidad. Y es por ello que el Tiempo, como Cuarta Dimensión
espacial, contiene nuestra vida entera y las vidas de todas nuestras
existencias. Vida que desde el discurrir del tiempo, fluye por el objetivo de
nuestra conciencia, como fluyen los fotogramas de la película por el objetivo
del proyector. Este fluir es la experiencia de un instante tras otro, de un
fotograma tras otro. Y si pudiéramos extender nuestra conciencia en esa
dirección inaccesible a nuestros sentidos, veríamos que en esa dimensión están
todas nuestras vidas, contenidas en el carrete de la película, porque ya
pasaron por el objetivo de una Conciencia. Veríamos también, que allí está igualmente
el resto de la película de nuestro futuro, la que aún no ha pasado por el
objetivo de una Conciencia. Y la película entera contenida en la bobina, es el
proyecto, el Sueño que el Espíritu tiene para cada uno de sus hijos, proyecto
que éstos tiene que hacer realidad en un acto de autocreación. De ahí que sólo
seamos un sueño en la mente del
Hacedor de Estrellas. Todo está ya allí, en cualquier momento del Tiempo, desde
siempre.
Y esto no quiere decir que, puesto que esa
vida nuestra esté ya toda ahí, uno esté predestinado a que le pasen las cosas
que le pasan. Porque a diferencia a la imagen cinematográfica, donde la
película no se puede modificar una vez enlatada, en la película de nuestra
vida, lo que hacemos en cada momento, en cada ahora, afecta a eso que llamamos el Pasado y modifica eso que
llamamos el Futuro de nuestra vida y de nuestras vidas.
Aunque es
algo difícil de comprender para el ámbito de las ideas con las que nos movemos,
de ahí la necesidad de acceder a nuevas ideas, ideas que proceden de los seres
que ya está en la Eternidad,
el trabajo en nosotros mismos ahora,
hace que las relaciones que hemos tenido con las gentes que conforman nuestro
pasado, cambien. Y no sólo cambia el propio pasado, sino que cambian también
las gentes con las que se había producido la identificación. ¿Por qué nos es
tan difícil entender esta realidad? Porque mientras nuestro pensar sólo se base
en la evidencia de nuestros sentidos, seguiremos viendo que el pasado está
muerto y terminado, que es irrecuperable. Y por la misma circunstancia, como el
futuro aún no es, pues tampoco existe.
Una nueva
conciencia, una conciencia ampliada, más incluyente, nos dice que el Pasado es ahora, y que el Futuro es ahora. Que todo es un Eterno ahora. No hace mil años o dentro
de mil años, sino ahora: Carlomagno
está vivo ahora, y mi treceava
encarnación hacia atrás está ocurriendo ahora,
en este mismo momento, en un Tiempo
que contiene una realidad multidimensional. La nueva conciencia adquirida en la
metamorfosis del trabajo sobre sí, nos muestra la evidencia de que la mente
puede realizar otro tipo de conexiones con Lo
Real, que aquellas que realizaba en la etapa de gusano. Pensar de una nueva manera es aceptar que las dimensiones
superiores no son asequibles para nuestros sentidos externos, pero que si lo
son a nuestro sentidos internos. Para estos sentidos, la vida entera puede ser
vista interiormente. Y esta visión
interior requiere de otro estado de
conciencia. Estado de conciencia que también está ahí, y por lo tanto, sólo
resta ascender por esa Escala de Jacob
interior para alcanzarlo.
Volvamos a
una cuestión anteriormente esbozada. ¿Estamos predestinados? Si y no. Si,
porque somos la creación de Algo, un Ser, que tiene un plan para nosotros y
trata de realizarlo. No, porque en ese plan existen muchas líneas paralelas de
tiempo, semejantes a cables telegráficos, y se puede estar en uno u otro, según
sea nuestro estado de ser interior.
E T
E R N
I D A D
Ser Superior 9ª
Dimensión
>---------|-------------|------------|-------------|--------------
T Ahora Ahora Ahora 8ª Dimensión
T Ahora Ahora Ahora 8ª Dimensión
>---------|------ -----|-------------|----------------|-----------
I Ahora Ahora Ahora 7ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-----------
E Ahora Ahora Ahora 6ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-----------
M Ahora Ahora Ahora 5ª Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-------------
P Ahora Ahora Ahora 4ª
Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-------------
0 Ahora Ahora Ahora 3ª
Dimensión
>---------|------------|------------|----------------|-------------
Pasado>------------------------------------------------>Futuro
Si estoy en
un estado negativo, me encontraré en una línea de tiempo muy baja; pero si
elevo mi conciencia en un movimiento vertical hacia otro estado de ser menos
desarmónico, me conecto con otra línea de tiempo más elevada y, en esa otra línea
de tiempo discurre otra vida mía más armonizada. Aunque no tengamos conciencia
de ello, nunca nos encontramos en la misma línea de tiempo que es también un
dimensión de conciencia, sino que fluctuamos en ellas.
El Ser, el Yo‑Real, en su proceso de adquirir experiencias en éste plano
llamado material, va de una a otra dimensión en su eterno ahora, y todas y cada una de esas líneas de tiempo, de esas vidas,
son una vida Una. Para nosotros no
hay futuro en la línea horizontal del Tiempo; sólo experiencias en una eterna
recurrencia. Nuestro futuro está en la escala vertical, porque como el diagrama
muestra, el Ser Superior, en cada
estado de Ser, está ahora y siempre
por encima del ser inferior. En cada
ahora el Ser acompaña a la personalidad en las fluctuaciones que esta
realiza dentro de cada línea de tiempo, vitalizándola con su energía. Y sea lo
que fuere que aprenda en este fluctuar, ello, permanecerá como memoria en este
segundo libro del que habla el Apocalipsis, y que es la memoria del "Cuerpo‑Tiempo‑Uno" que engloba
todas las experiencias del Ser en
todas las personalidades a las que ha dado vida. Todo está ahí en ese cuerpo-tiempo, el cual, desde el aquí de
un ahora cualquiera, comenzamos a construir en el interior del capullo.
Ese cuerpo-tiempo que está ahí es una Idea en la mente del Gran Ser
en cuya vida somos. Esta Idea es una semilla sembrada en un aquí, en una tierra extraña, para que
germine y florezca. Ese florecer, es hacer realidad, en el seno de la Vida del Gran Ser, esa idea que somos.
Nuestros Hermanos Mayores de otros Mundos
y Sistemas, no se asusten, solo es otra metáfora para hacer referencia a
los seres que se mueven a lo largo y ancho de la Gran Cadena del Ser,
con otros estado de conciencia que funcionan en la 4ª Dimensión o en la 5ª, me dijeron
una vez que toda mi vida estaba ya escrita en esa dimensión, pero que faltaba
su realización, es decir el que yo
viviera esa experiencia en mi conciencia, para que la forma-personalidad alcanzase a esa idea. Y han sido necesarios años
de duro y amargo trabajo sobre las propias identificaciones, trabajo de
demolición de viejos retratos, de
falsos papeles y de erradas actitudes, trabajo en el que aún me
encuentro, para comenzar a tener un atisbo de conciencia de lo que me quisieron
decir. Y aunque de esto que estoy hablando hay información en la literatura
científica, esotérica y literaria, la última aparece en el libro de Richard
Bach "Uno", esa información
no me fue muy útil al principio, porque no tenía la experiencia y, por tanto,
la conciencia necesaria para entenderlo. No tenía un punto de referencia en mí
mismo desde donde explicarla. Ahora, bajo una nueva comprensión, esta nuevas
ideas comienzan a tener un significado más vivo en mí.
Por último,
y procedente de Seres del Mundo
Espiritual, llegó la siguiente comunicación:
"Las vidas paralelas es
la reencarnación simultánea. Nada ocurre en el tiempo, sólo en el espacio; y
todas las experiencias que la encarnación divina personal tiene que aprender y
grabar dentro de ella, ocurren todas a la vez. Es como si se tratara de las líneas
de un pentagrama; cada nota está sobre su línea, pero sólo adquiere sentido en
el conjunto armónico del sonido completo; o como los planos o secuencias de una
película; cada plano es independiente dentro de la trama total. Pero es cuando
todos los planos se han desarrollado que el argumento adquiere sentido. Y el
argumento es la experiencia de vida de una conciencia espiritual a través de
cada plano o cada vida de todo un conjunto simultáneo.
Por eso es tan fácil
contemplar, una vez desencarnados, la totalidad de las vidas, personajes y
situaciones, de cada encarnación. Basta asomarse al plano físico, donde todo
está ocurriendo a la vez, donde cada vivencia está siendo reflejada en la luz
en forma simultánea. De ello se desprende la compleja relación entre los seres
humanos, la tendencia a alejarse o acercarse de algunas personas.
Cada ser aprende lo que
le es necesario, aquello que le resulta más difícil de aceptar o de qué
soltarse, en una multitud de ocasiones diversas, con escenarios y actores
variados, pero cuya temática es siempre la misma, hasta que lo aprendido se
incorpora a la conciencia de forma profunda.
El proceso es
absolutamente lógico, incluido en él las sucesivas desencarnaciones que sirven
al alma de un proceso de reflexión. Es una nota emitida constantemente desde la
mente del Padre, que va bajando por las esferas de los planos de la creación, y
que cuando llega a los límites de la materia se hace visible en energías
simultáneas por las cuales empieza a experimentar la vibración de cada nota del
rayo que la ha emitido, adquiriendo el conocimiento necesario hasta completar
su imagen reflejada, divina y perfecta."
Para mí,
desde esta nueva perspectiva, y esto no es objeto de discusión ni de polémica,
sino de trabajo sobre sí, de experiencia interna, es como se puede comprender
que las cosas pueden ser cambiadas en el pasado, y que el cuerpo-tiempo puede ser conectado a otra línea de tiempo diferente,
cuya posibilidad, si es más elevada e integra, modifica la anterior, al igual
que un programa de ordenador puede quedar englobado y modificado en otro más
complejo.
De igual
manera, cuando sentimos que todo nuestro pasado está ahí, viviendo en la
dimensión del Tiempo Viviente, el
sentido y la visión que teníamos de nosotros mismos, se modifica. Esta
modificación nos lleva a comprender que en eso que llamamos transcurrir del tiempo, la línea
temporal pasado-futuro, nada se modifica; pero que ahora, por el hecho de estar aún vivos (encarnados), podemos
modificar aquello que no se aprendió, o que se hizo mal en el pasado. Y no por
medio de inútiles remordimientos, sino por el trabajo de nosotros mismos. No
estamos conectados a un pasado muerto, sino a un Tiempo Vivo. Cada acto consciente
surgido del Trabajo de las piedras molineras, vibra a través de nuestro cuerpo-tiempo y modifica las cosas en
él. Por ello, ahora, puede actuar
sobre el pasado, puede cambiar la conducta de hace treinta años, o la actitud
errada de otra existencia.
A medida
que el sentimiento del Tiempo se acrecienta en nosotros por el Trabajo, y a
medida que empezamos a tomar fotografías-tiempo
de nosotros mismos, bosquejos de nuestros yoes
en prolongados periodos, disminuye el hipnotismo con el que nuestros sentidos
velan el momento presente. Cuando el velo, el Velo de Isis, se levanta del presente huidizo, éste, deja de estar
confinado a un instante, para extenderse gradualmente a toda nuestra vida a
medida que se expande la conciencia. Comprendemos que el pasado está viviendo
aún en su propio presente y que está cambiando. Sabemos que cambia porque llega
a nuestra conciencia. La Conciencia
es Luz y la Luz lo transmuta todo, mejor
dicho, la actitud que impulsa al pensamiento da forma a la Luz, creando nuevas realidades
y nuevas posibilidades.
Por ello
también, todo Trabajo Interior,
comienza siendo una idea, una semilla, que hay que sembrar en nuestra tierra
humana, en nuestra tierra de emociones y sentimientos, para que germine y
florezca en el corazón; para que desde allí nos de una nueva comprensión, una
nueva conciencia y un nuevo conocimiento. Cambiar nuestra mente es la primera
cosa necesaria a tener en cuenta.
‑ ¿Qué se
opone a este cambio?
Las viejas
ideas proporcionadas por los sentidos y trabadas por nuestros estados emotivos
y sentimentales.
Pensar de
una nueva manera es cambiar, porque es el primer paso para empezar a ver
nuestra vida de otra manera. Esto nos llevará a comprender. La comprensión
es la energía más poderosa que podemos crear en nosotros. Y esta fuerza
proviene de ideas nuevas, y es ella la que modifica nuestro pasado y nuestro
futuro. Esto es posible porque el cuerpo-tiempo
entero de un ser, está en conexión recíproca con todas sus personalidades. Al
igual que la punta de un palo está conectada a la otra por el propio palo. Los extremos opuestos son siempre extremos
aparentes de algo. Luz y Sombra, Espíritu y Cuerpo-Persona,
son extremos de una realidad Una.
Basta un golpe en cualquier parte de la superficie de esa palo, o de esa
realidad Una, para que todo vibre. Nuestro cuerpo-tiempo
es circular, aunque no se cierra por completo, sino que se prolonga en una
espiral, tal vez una espiral logarítmica.
Pero ese cuerpo-tiempo en nada se modifica si el golpe no es un golpe consciente. Esto nos lleva a la eterna recurrencia, al Mito del Eterno Retorno, ley que nos
enseña que si no trabajamos sobre nosotros mismos, la vida será siempre igual.
Uno estará siempre en el mismo punto del cuerpo-tiempo.
¿Por qué? Porque no hemos modificado nada en nosotros. ¿Qué significa modificar
algo en nosotros? Significa que el Ser,
la Chispa de
Luz, crece. Y este crecimiento nos lleva a un punto distinto, más elevado
en la recurrencia.
En alguna
manera, León Felipe sabía esto cuando escribió ese poema llamado "El Salto", y, sobre todo, en
ese otro que tiene forma de despedida "Me
voy porque la tierra y el pan y la luz ya no son míos." En ambos
poemas, la idea de recurrencia, "el
salto" y la idea de "crecimiento
interior" están claramente definidos. Pero nada mejor que los propios
poemas en su lenguaje metafórico y parabólico para mostrárnoslo.
El Salto
Somos como un caballo
sin memoria,
somos como un caballo
que no se acuerda ya
de la última valla que
ha saltado.
Venimos corriendo y
corriendo
por una larga pista de
siglos y de obstáculos.
De vez en vez, la muerte...
¡el salto!
y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí, ni
cuantas saltaremos todavía
para llegar a Dios que
está sentado
al final de la
carrera...
esperándonos.
Lloramos y corremos,
caemos y giramos,
vamos de tumbo en tumba
dando brincos y vueltas
entre pañales y sudarios.
León Felipe
Muchas
veces el poeta se pregunta a lo largo de su obra a que ha venido a este mundo.
Y toda su obra poética es la respuesta; oculta en la metáfora de sus poemas
está la respuesta, está la toma de conciencia de lo que ha venido a aprender a
esta escuela planetaria llamada Tierra.
El poeta ha
venido a "ver el pájaro en la
jaula", "al juez metiendo
prisa con su vara", "a los
que construyen rejas", "cerrojos"
y "alambradas"; pero
también ha venido a ver "a los que
rompen los rosarios y los empalman después unos con otros para que no se muerda
la cola la plegaria...", o para tender "sondas profundas y delgadas hechas con una secreción carnal y
metafísica y amarga, a la que para entenderse de algún modo... los hombres, por
ahora, llaman lágrimas". Y una vez cumplido su objetivo:
Me voy porque la Tierra y el Pan y la Luz ya no son mías
Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré.
Y cuando vuelva, vosotros os estaréis yendo:
Vosotros,
los alcabaleros de la muerte, los centuriones en acecho
bajo
la gran ojiva de la puerta, los constructores de ataúdes que al medir el cuerpo
amarillo de los que se van, con la cinta de metro y medio de los alfayates,
decís siempre: ¡Cómo crecen los muertos!
¡Oh,
sí! Los muertos crecen. El último traje que se hicieron,
al
amortajarlos ya les viene pequeño.
Crecen.
Y apenas los entierran, rompen los tablones de pino y los catafalcos de acero;
crecen
después en la tumba, fuera de la caja, abren la tierra como las semillas de
centeno
y
ya, bajo el sol y la lluvia, con el aire, sueltos,
y
sin raíces, siguen y siguen creciendo.
Yo
me voy a crecer con los muertos.
Volveré
mañana en el corcel del Viento.
Volveré.
¡Y volveré crecido! Entonces vosotros que os estaréis yendo
no
me conoceréis. Más cuando nos crucemos
en
el puente, yo os diré con la mano:
¡Adiós,
alcabaleros,
centuriones,
sepultureros!...
A
crecer, a crecer,
a
la tierra otra vez...
al
agua,
al
sol,
al
Viento... al Viento...
¡Otra
vez al Viento!
León Felipe
Cuando
trabajamos sobre nosotros, no en forma sentimental, no en forma mecánica, sino
conscientemente, la Personalidad se pone
al servicio de nuestra Esencia Superior
y la ayuda acrecer. En esta etapa de crecimiento tiene lugar necesariamente una
lucha. Sin esta lucha nada se logra. Es por ello que debemos ser tentados,
probados. La lucha es la que se establece entre lo que es real en mí, la Luz,
y lo que considero irreal, la Sombra, el reflejo de
la Luz, hasta que
comprendo que son las dos puntas de un mismo palo, o los dos bornes de una sola
batería. De esta lucha, de este triturar los eventos en los molinos internos,
surge un aceite que es el Combustible de la Luz. La Luz que alumbra el camino interior del hombre, la Luz que prepara su segundo
nacimiento. Esta Luz alumbra el esquema de los circuitos y las conexiones por
las que habitualmente circulamos, entre los millones de otras sendas y
conexiones posibles, en las que eso que llamamos Pasado, es tan sólo una
posibilidad; una serie de calles entre las calles de una gran ciudad y por las
que estamos habituados a pasar en detrimento de las demás.
El tiempo,
tal como lo conocemos, es la relación de una línea de posibilidad; pero en cada
instante hay líneas que se ramifican
en todas direcciones, siendo así infinitas las posibilidades. Recordemos las
palabras de Jesús al referirse al Espíritu diciendo que "con Dios todas las cosas son posibles".
Ese Gran Ser al que llamamos Dios,
Gran Espíritu, Brama…, no está en el Tiempo, sino fuera de él, en su propia
dimensión, en su propio espacio, llamado Eternidad.
Y lo increíble es que ese Gran Ser, también somos nosotros. Ese segundo nacimiento
nuestro es un nacimiento fuera del Tiempo, o de eso que nosotros ilusoriamente
llamamos tiempo, fuera de nuestro tiempo; es un nacimiento en un Espacio Eterno, en el Tiempo Vivo, en el
que somos la totalidad de nosotros mismos, la totalidad de nuestras existencias
posibles y la totalidad de lo humano que se ha convertido en divino porque es
una expresión de la vida una, que transporta luz y que refleja amor en cualquier
dimensión a la que su conciencia pueda acceder, o en la forma que quiera
adoptar en el Eterno Presente. Y es
que la Humanidad,
de la que el hombre solo es una célula consciente, además de ser una definición
física, es un objetivo espiritual del
Gran Ser.
Continúa
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