LA ENSEÑANZA DE LOS
MÚLTIPLES "YOES"
Una
de las partes más novedosas de esta Enseñanza es la formulación de la existencia
en nosotros de múltiples yoes que se alternan e intercambian en las diversas
manifestaciones de nuestro vivir, pero que solemos creer que todos son un solo
y único yo. Podríamos preguntarnos: ¿Cuántos yoes tenemos? ¿Tenemos 10, 15, 30,
50 yoes diferentes?
La Enseñanza señala que tenemos centenares, miles de 'Yoes
en nosotros, pero debido a la acción de los topes
no los distinguimos y seguimos creyendo que hay un solo “yo” que siempre actúa v siente de la
misma manera.
(...)
Para comprender que son estos “topes” recurramos a P.D.Ouspensky en su obra, “Fragmentos de una Enseñanza Desconocida”, que los equipara a los topes de los antiguos vagones de ferrocarril que amortiguan los choques entre los vagones haciéndolos graduales.
(...)
Para comprender que son estos “topes” recurramos a P.D.Ouspensky en su obra, “Fragmentos de una Enseñanza Desconocida”, que los equipara a los topes de los antiguos vagones de ferrocarril que amortiguan los choques entre los vagones haciéndolos graduales.
“En el hombre existen dispositivos exactamente análogos. No son creados por la naturaleza, sino por el hombre mismo, aunque involuntariamente. En su origen se encuentran las múltiples contradicciones de sus opiniones, se sus sentimientos, de sus simpatías, de lo que dice, de lo que hace.. Si un hombre tuviese que sentir durante su vida entera todas las contradicciones que están en él, no podría vivir ni actuar tan tranquilamente como ahora. Sin cesar se producirían en él fricciones; sus inquietudes no le dejarían reposar nunca. No podemos ver cuan contradictorios y hostiles entre si son los diferentes “yoes” que forman nuestra personalidad. (…)Los “topes” se forman lenta y gradualmente. Muchísimos se forman artificialmente por la educación. Otros deben su existencia a la influencia hipnótica de toda la vida circundante. El hombre está rodeado de gente que habla, piensa, siente, vive por medio de sus topes. Pero estos impiden toda posibilidad de desarrollo interior porque están hechos para amortiguar los choques; empero, los choques, y solo ellos, pueden sacar al hombre del estado en que vive, es decir, despertarlo. Los topes arrullan el sueño del hombre y le dan la agradable y apacible sensación de que todo irá bien, que no existen las contradicciones y que puede dormir en paz. Los topes son dispositivos que permiten al hombre tener siempre la razón: le impiden sentir su conciencia moral.”
(O.C. pag. 209-210).
Esta
multiplicidad de yoes constituyen un
Yo Imaginario. Nuestra fabulosa capacidad para imaginar nos hace creer
que tenemos un 'Yo' permanente. Pero
son algo real. Cada yo es como un hombrecito que vive en nosotros. Y de la
misma manera que hay los viles de hombre (Hombre
nº 1, Hombre nº 2 y Hombre nº 3)…, los "yoes"
que existen en nosotros también se encuentran divididos de forma similar. Así,
cada "yo" tiene su parte pensante, su parte emocional y su parte motora,
y sus centros de gravedad suelen
estar en el ámbito de la mente, de las emociones o de las acciones. De hecho,
cada "yo" es como si fuera
una personalidad distinta que se hace cargo de nosotros y habla por nosotros,
escucha por nosotros, ríe o llora por nosotros, aunque llamándose a si mismo
"yo".
Algunos
de nuestros "yoes" son muy
peligrosos y nos infringen una gran daño, otros son indiferentes e, incluso los
hay que son útiles. Esta Enseñanza dice que todos nuestros pensamientos proceden
de nuestros diferentes "yoes".
También todos nuestros estados de ánimo, nuestras emociones, nuestras acciones,
nuestras palabras… Por ello, tal y como somos, carecemos de individualidad, carecemos
de un yo Real que controle a todos
los demás "yoes" y los sitúe
en un orden correcto.
Al
principio de la observación de sí, es más factible observar a los Yoes que nos
ofrecen sus pensamientos. Observo, por ejemplo, que de pronto comienzo a pensar
de una cierta manera acerca de otra persona. De hecho, es un yo el que está pensando, aunque me
imagino que soy yo el que lo hace. Al rato, me surge el pensamiento de lo
aburrida que es mi vida; de nuevo es otro yo el que lo ha pensado, pero lo sigo
tomando como yo mismo. Si no observamos que cada pensamiento tiene una calidad
de vibración diferente, los tomaremos a toso como pensados por uno mismo.
Todo
lo más que solemos murmurar es: “qué
cosas más raras estoy pensando”.o nos autoafirmaremos es dicho pensamiento
si lo hemos formulado en voz alta, añadiendo: “así es como yo pienso.” No vemos que algo está pensando por
nosotros. Creemos que somos nosotros los que estamos pensando.
Ahora
bien, los mejores yoes pueden ver a los yoes peores, pero no al
contrario. La Ley
dice que lo superior puede percibir a lo que es inferior, pero lo que es
inferior no puede percibir a lo superior. Cuando comenzamos la observación de
nuestros pensamientos, encontramos algunos que estamos dispuestos a aceptar, ya
sean referidos a nosotros mismos o a otras personas. Pero si creemos que esos pensamientos son nuestros, nos
equivocamos y además les damos, al identificarnos con ellos, poder sobre
nosotros. Es el momento de practicar la separación interior. Aunque si tomamos
todo lo que pensamos como yo, esta separación interior, no funcionará.
¿Cómo
puedo separarse de algo si tomo todo como yo mismo? ¿Cómo yo puede separarse de yo?
Esto
en lo que respecta a la esfera de nuestros pensamientos. Pero igual ocurre en
la esfera de nuestras emociones. Aquí también existen una multiplicidad de
yoes, que son los que producen nuestros cambios emocionales. A estos yoes
emocionales no les guata para nada los pensamientos, no les gusta pensar.
Engordan agotándonos en borracheras emocionales; son especialistas en hacernos
perder la confianza en nosotros mismos, en deprimirnos, en desalentarnos… Lo
que más les gusta son las emociones negativas. Si pudiéramos recordarnos, su
poder sobre nosotros desaparecerían.
De
hecho, les hemos concedido tanto poder, que ni se nos ocurre desafiarlos. Al
contrario, les dejamos que entren y salgan de nuestro Centro Emocional como
Pedro por su casa. No es fácil observarlos, pero podemos descubrir su presencia
al percibir una caída en el nivel de nuestra energía o una súbita pérdida de
fuerza. Si no somos lo suficiente rápidos para percibirlos, penetraran en
nosotros y nos controlarán.
Es inútil
discutir con los yoes desagradables.
Siempre saldrán ganando. Por ello, practicar la separación interior tiene tanta importancia. Le basta con que demos
una cabezadita, que relajemos nuestra observación, para que vulvaza invadirnos.
Todo el Trabajo Interior se fundamenta en separarnos de los yoes más negativos. Primeramente los
que aparecen como pensamientos, luego los emocionales. Se entabla una lucha
interior entre los diferentes yoes,
equivocados y correctos. Al principio nos apoyamos en los que no son negativos
para separarnos de los negativos. Siempre hay una parte de nosotros mismos, por
pequeña que sea, dispuesta a luchar.
El Trabajo
Interior se basa en la observación; su origen es el Círculo de la Humanidad Conciente,
proviene de aquellos que ya lucharon esta batalla y la ganaron. Cuando estamos presos
de pensamientos o emociones negativas, hemos de realizar un esfuerzo para
recordar mejores momentos, o seremos arrastrados al “pantano de la tristeza”. Lo
curioso es que, lo que nos arrastra es nuestra propia elección.
Hemos
olvidado que podemos elegir. Pero cuando
somos incapaces de hacerlo, al menos, debemos intentar no ceder a ese estado,
tener paciencia con nosotros mismos, convencernos de que estamos equivocados.
Pero si cedemos, si decimos yo, en un sentido total, les habremos entregado
todo nuestro poder.
Un
"yo" es una subpersonalidad definida en nosotros, un
pequeño ser con una parte intelectual,
una parte emocional y una parte motora. Algunos Yoes escuchan la Enseñanza y se separan
del resto, de los yoes negativos, constituyendo los que simbólicamente se les
llama “Mayordomo Delegado”. Con el
tiempo, se formará una personalidad más integrada llamada “Mayordomo” que cederá su puesto al "Yo Real” cuando éste aparezca. Tales símbolos se refieren a estados
de conciencia. Hemos de sostenes a estos yoes de trabajo, porque si se
debilitan, desaparecerán para siempre.
Generalmente
los yoes se encuentra divididos en
diferentes grupos ya que viven en las distintas subdivisiones de los centros. Muchos de ellos son útiles para la vida, pero no incapaces de
comprender el Trabajo. Cuando le
damos valor al Trabajo y lo sentimos, los yoes dispuestos a colaborar son
atraídos por este sentimiento Por ejemplo, en mi caso tengo un gran número de yoes que pertenecen a mi personalidad académica.
Intenten ver las personalidades más definidas en ustedes. Estas pueden ser una
personalidad social, una personalidad profesional, una personalidad doméstica,
etc., pero cada una de esas personalidades está compuesta de gran número de
pequeños yoes.
Consideren
la impaciencia. Está producida por un
yo que está sobre todo en las
pequeñas subdivisiones del Centro Motor.
Pero también hay una impaciencia intelectual y una impaciencia emocional. O en
ves de tres grupos de yoes pequeñitos
que operan desde cada centro, puede existir un poderoso yo que actúa controlando los tres Centros. Descubrirlo exige observación. Si advertimos que, intelectualmente,
estamos en un estado de impaciencia, en un estado incierto, notaremos la
acompaña algunos gestos y movimientos: pasarse la mano por la cabeza, subirse
las gafas, arrugar el entrecejo… Todos tenemos algún tipo de gestos mecánicos.
Hasta cuando nos encontramos sumidos en una profunda concentración.
Todos
nuestros yoes son adquiridos. Los incorporamos
a nosotros de distintas maneras: por la imitación y por la educación. Todos,
forman parte de la personalidad, que es algo que adquirimos a partir del
nacimiento. La Enseñanza
dice que en nosotros queda un vestigio de Yo
Real, que no es adquirido. Mientras
la personalidad la vamos construyendo con el vivir, el Yo Real, la Esencia, es una
potencialidad que nos acompaña desde el nacimiento. Por ello buscamos
desarrollar esa potencialidad.
La Esencia carece de yoes, aunque algunos
de los yoes de la personalidad pueden estar muy cerca de ella; otros, en
cambio, se encuentran muy alejados de ella. Son estos lo que constituyen la “Falsa Personalidad”. Si nuestra
Personalidad reflejara nuestra Esencia
y se ajustara a ella, podríamos decir que todos nuestros "yoes" estarían conectados con la Esencia,
pero esto no es así. La presión que la educación y el medio ambiente ejercen
sobre nuestra Personalidad hacen que
ésta sea muy distinta de la Esencia; esto produce
un alto grado de desarmonía interior.
Supongamos
que tenemos en nuestra personalidad yoes
útiles, yoes hospitalarios, los yoes dispuestos a prestar cualquier
tipo de ayuda, yoes hábiles en el
manejo de herramientas…, etc. El problema es que para la mayoría de ellos su
actuación es ejecutada para ser considerados, aplaudidos, alabados…, por los
demás. Esa actuación no la hacen para sí mismos. Lo que el Trabajo pretende es
que la acción de esos yoes sea “esencial”
para ellos mismos.
No
olvidemos que nuestra Personalidad
ha de ser formada y que no en todos se forma de la misma manera, esto depende
de múltiples factores. Lo que el Trabajo pretende es que los mejores yoes de
nuestra personalidad dejen de actuar mecánicamente y comiencen a actuar
concientemente. Somos incapaces de advertir que nuestra personalidad es algo
muy fragmentado y que cada uno de esos fragmentos es un “yo”.
La Esencia es como un velo tras el cual se oculta el Yo Real.
Al desarrollar la Esencia
el velo desaparece y el contacto entre el Yo Real y nuestra personalidad se establece.
Todo este Trabajo ha de ser hecho por nosotros mismos ya que fuimos sembrados
como semillas, como organismos capaces de desarrollo propio. Es un experimento.
Cada hombre y cada mujer es un experimento. Sobre esta idea es preciso reflexionar
constantemente. No olvidemos que somos un experimento. Tras el Yo Real
se encuentra ese Ser al que llaman Dios.
Este
auto desarrollo es individual por lo que el Yo Real de cada uno de nosotros nunca puede ser el mismo, aunque
todos nuestros Yoes Reales se hagan Uno en el Yo Real de un Ser con un
Yo Real más abarcante. Nuestro
problema es que siempre estamos imitando al maestrillo o al gurú de turno,
siempre estamos imitando a las otras personas. Es algo tan estúpido como si un
narciso quisiera convertirse en tulipán. Desdichadamente tratamos de imitar a
las otras personas y es lo mismo que si un narciso quisiera convertirse en
tulipán. Ni siquiera dos cristales de nueve son iguales.
El
Trabajo dice que por medio de la
Observación de Sí dejamos filtrar un rayo de Luz
en nosotros. Esta Luz alumbrará nuestras sombras internas. Nos permitirá ver
que los yoes están vivos, y son entes muy reales, pero pueden ser inducidos a morir, a perder su control. Para ello
debemos quitarles su alimento (aquello que están acostumbrados a hace, pues
esto los debilita. Aunque lo suyo es chuparnos la sangre. En el Evangelio a
estos yoes ordinarios se les llama “pobres
de espíritu".
¿No creen que sería la mar de interesante descubrir cuando personajes hay dentro del uno que creemos ser? Por ejemplo, si estoy muy identificado con mi vida en mi papel de profesor no seré capaz de moverme libremente dentro de mí mismo y sólo tendré un desarrollo parcial. Cuando una persona está identificada con su lado profesional o el de su nacimiento, sea cual fuere éste, no puede llegar a ser un Hombre Equilibrado. Es decir, un ser capaz de percibir lo que significa no estar identificado con la vida. No debemos dejar que lo que consideramos nuestra vida, pasada o presente, se apodere de nosotros y nos oprima. Desenmascarar a todos estos personajes es un increíble trabajo de detectives.
Muchos,
puede que la mayoría de esos personajillos sean emocionales. Aquí es necesario
recordar que muchas de las impresiones que recibimos van a parar al Centro
Emocional, de ahí que necesitemos observar la reacción de este Centro anta los
eventos de la vida. La Ley
dice que lo superior controla lo interior, por ello debemos emplear el Centro Mental para observarnos a
nosotros mismos y no permitir que una impresión sea recibida directamente por nuestro
Centro Emocional sin la conciencia para
percibir donde es recibida.
El Yo Observador
se encuentra localizado en nuestro Centro Mental, allí donde nuestra
conciencia se encuentra, generalmente, posicionada. Es posible sufrir una quemadura
y, sin embargo, observar nuestra reacción desde el instante antes de que esta
tenga lugar como una reacción mecánica. Si tenemos algún control sobre nuestro
Centro Instintivo, nuestra reacción al dolor ya no será mecánica.
Analicemos
un ejemplo: si tengo frío, lo digo porque yo soy muy friolero, ¿tengo necesariamente
que ponerme a temblar y aquejarme? Esta sería una respuesta puramente mecánica.
Pero si tengo algún pequeño control sobre mis sensaciones, no tendré por qué
reaccionar así, a no ser que desee hacerlo. Es decir, si en punto de entrada de
la sensación (impresión) de frío, mi mente podrá llevar a cabo alguna otra
respuesta que no sea la consabida respuesta mecánica. Lo que el Trabajo intenta
es establecer un punto consciente en el lugar por donde penetran las
impresiones. Esto requiere de la capacidad de separarnos (no identificarnos) de
las consecuencia de la vida que penetra en nosotros.
Sentimos
una sensación maravillosa cuando nos damos cuenta de que no es necesario que
respondamos siempre de la misma manera a los eventos de la vida. Aunque para
ello necesitamos desarrollar nuestra capacidad de percibir el evento y, al
mismo tiempo, nuestra reacción mecánica a él. Cuando la Observación de si se sitúa entre lo que entra y
nuestra respuesta mecánica es que comenzamos a comprender de qué trata la
práctica de este Trabajo Interior. Trata de hacernos vivir de una forma más consciente.
Cuando
nacemos solo somos Esencia, una Esencia subdesarrollada cuyas manifestaciones
vemos es los niños pequeños, los cuales carecen aún de emociones negativas. La Esencia desciende al nivel
de la tierra con el fin de crecer, pero no puede hacerlo por sí misma más allá
de cierto estadio. Pero como el niño crece entre gente dormida mientras forma
su personalidad , ésta rodea a su Esencia, como la pulpa al hueso del melocotón.
Todo el mundo habrá observado que un niño pequeño, nunca dice "yo". Cuando comienza a decir
"yo", surge a la
existencia un "Yo Imaginario”.
Muchos
de los yoes que integran nuestra
personalidad, se adquieren por imitación. En niño imita lo que observa a las
personas que hay a su alrededor, lo que sucede y sus reacciones a lo que
sucede, y como todos dicen yo al
referirse a ellas mismas y en relación a lo que sucede. Luego el niño imagina
que él, también es un yo.
Inevitablemente
adquirimos al principio y a causa de que la gente está dormida en el sentido
del Trabajo, e intencionalmente cuando crecemos, un sentimiento equivocado de
nuestro yo, imaginando que ese yo somos cada uno de nosotros. Pero para
que la Esencia llegue a crecer en nuestro interior, todo lo que se encuentra relacionado
con este Yo Imaginario que se ha ido creyendo que él es el protagonista y por
lo tanto se ha vuelto activo, ha de
invertir su polaridad y llegar a ser pasivo.
Por ello, el Trabajo nos indica que hemos
de dividirnos en dos lados: un lado que observa y un lado que es observado. Mientras
no lo hagamos, nada cambiará en nosotros y seguiremos siendo y diciendo yo a
todo lo que nos sucede.
Saben
cual es la cosa que más destruye la
Esencia? La mentira.
La Esencia es en nosotros la única parte que puede
crecer y llevarnos a otro nivel de ser y a otro estado de conciencia, a otra
posición en la escala de ser. Cada uno de nosotros tenemos una gran cantidad de
yoes que mienten y que siempre se están justificando. La Enseñanza dice que existen
hay dos formas da mentira: mentir a
los demás y mentirnos a nosotros mismos. También dice que la mentira sólo puede ser definida si la
relacionamos con algún sistema de verdad. Cuando nuca nos han enseñado que es
la verdad, nos resulta muy difícil percibir que mentimos, sobre todo a nosotros
mismos.
Al
igual que un niño no tiene emociones negativas, tampoco miente. Solamente a
partir de que se instruye en algo, es cuando comienza a mentir respecto a eso
que se le ha enseñado, ya que se le ha enseñado como verdad. Cualquier cosa que
se le enseña a un niño va asociada a la idea de bien o mal, verdad o falsedad,.
Lo bueno se puede hacer, lo malo no se puede hacer (es pecado, o no está bien
visto socialmente). A partir de este momento nace en nosotros la capacidad para
mentir. Como todas las demás cosas que desconocemos de nosotros mismos, el
mentir también es una acción mecánica. Ni nos damos cuenta que mentimos
constantemente. Pero mentir destruye todas nuestras posibilidad de desarrollo. Para
este Trabajo, el mentirse a uno mismo respecto al Trabajo, es la cosa más grave.
Podemos mentirle a la vida, pero no podemos mentirle al Trabajo, porque cualquier desarrollo de nuestra vida psíquica, sólo
será posible si se considera a esta Enseñanza como un sistema de verdad. Vivir
la verdad del Trabajo significa aplicarlo
a uno mismo. Pero si uno se miente a si mismo internamente, al decir, por
ejemplo, que uno no es negativo, y lo está siendo aunque pretenda ocultarlo a la
mirada de los demás, está obstaculizando las influencias del Trabajo en uno mismo.
Todo
desarrollo depende, en su sentido esotérico, de la vinculación que hagamos
respecto a un sistema de enseñanza que no se fundamente en la vida. El Trabajo es algo que se recibe, por
añadidura. Es una segunda educación. Un hombre puede ser en la vida una buena
persona; pero esta no es la idea del Trabajo,
(“el Infierno está lleno de buenas
intenciones”) porque la idea del Trabajo
así como de todo el esoterismo, incluidos los Evangelios, es situarnos frente a
frente ante una nueva manera de vivir la vida.
Por
ejemplo, a través de lo que llamamos “educación cívica” ó “educación social” ó
“educación ciudadana”, podemos inhibir, públicamente, nuestras emociones negativas,
pero esto nada tiene que ver con este Trabajo.
Internamente, las personas que aprendieron a no expresar sus emociones
negativas en público, suelen estar infectadas de emociones negativas. Por ello
es tan importante que no nos mintamos a nosotros mismos. "La mentira
destruye la Esencia porque la Esencia
sólo puede crecer por medio de la verdad”.
El
fingir es la peor de las mentiras. Todos fingimos lo que realmente no somos. El
origen de este fingimiento se encuentra en nuestra imaginación. Si suprimiéramos
la imaginación , solo encontraríamos a un cristiano: Jesús el llamado Cristo.
Nuestro Yo Imaginario pone a la mentira en relación con la Falsa Personalidad. Déjenme contarles una parábola. Esta no está en los evangelios, pertenece a otro sistema.
Cuenta
esta parábola que la raza humana en la tierra se asemeja a unas ovejas que se
hallaban al cuidado de dos magos pastores,
quienes tienen encomendado impedir que las ovejas escapen a su poder mágico.
Pero como mantener este magia de forma constante sale muy caro en gasto de
energía, decidieron hipnotizarlas convenciéndolas de que unas eran leones, otras
águilas y hasta algunas era superhombres. ¿Para qué iban a escarpar entonces
las ovejas si ya eran esas cosas?
La
parábola hace referencia al poder de nuestra imaginación y su poder hipnótico
que nos conecta con el Yo Imaginario que, eventualmente, crea la Falsa Personalidad. Eso que llamamos nuestra Personalidad no es más que fingimiento,
pura imaginación, que como las ovejas nos hace creer que poseemos Yo Real,
el Yo unificado de un Ser Humano plenamente desarrollado. Bajo el hipnotismo de
nuestra imaginación, somos ovejas
dormidas que se forjan la más extraordinarias ideas sobre si mismas. Todo menos
percibir que somos seres mecánicos. Es lo que descubrieron los padres de
nuestra Ciencia: el hombre máquina.
En
otro momento hemos hablado de la parábola del cochero, el caballo y el carruaje.
Allí se dijo que el cochero estaba
dentro de la Taberna-Mundo
embriagándose. ¿Saben con qué se embriagaba el cochero? Con lo que imaginaba de sí mismo. Es suficiente con beber literalmente para embriagarnos. ¿Y
saben que suelen hacer las personas cuando beben literalmente? Suelen presumir
de sí mismos; nos cuentan lo maravillosos que son, pero que nadie los aprecia;
luego nos cuentan lo que es su imaginación más secreta, más íntima y recóndita,
su novela no escrita y que jamás escribirá.
El
Trabajo enseña que es necesario que observemos nuestra primera forma de
mentira; aquella de la que siempre estamos relatando sobre algo que nos sucedió
y que fue maravilloso. Al observar lo que dijimos o lo que dijeron otros, nos
daremos cuenta de que imposible que seamos imparciales. De una forma u otra
intentamos que el relato nos beneficie para lo cual, siempre hay que omitir
algunas cosas o subrayar otras. Sin embargo, la gente tiene la seguridad de que
lo que cuentan sobre ellas mismas o sobre otros, es imparcial. Evidentemente,
tenemos en nuestra personalidad yoes más veraces y menos veraces.
Esta
veracidad que nos exige el Trabajo no se fundamente en razones morales, si en
un posible desarrollo de la Esencia.
Todos aquellos yoes
que habitualmente mienten, que protegen el reinado de la Falsa Personalidad y que justifican, retuercen y
deforman todo en beneficio propio, impiden que se produzca el desarrollo de la
Esencia. Y si no es posible decirse la verdad a uno
mismo, no podremos ir más allá del ámbito del Yo Imaginario y de la Falsa Personalidad.
Esto no es una cuestión moral, sino de una cuestión práctica.
Estas
historias que contamos sobre nosotros mismos suelen robarnos mucha energía.
Necesitamos arrancarlas de nuestro corazón porque la emoción de sí es una
fuerza tremendamente poderosas. A veces, estas nuestras historias que narra
nuestro Yo Imaginario son trágicas y tristes. Nos gustan y nos agrada atraer
la compasión de los demás hacia nosotros. Esto nos debilita aún más. No hay
nada peor que una emoción vicaria. Todo es pura autohipnosis. Cualquier cosa
que nos impida percibir la vida tal y cual es y tengamos que hacernos la terrible
pregunta: ¿por qué nuestra vida es así?
Cuando
después de un tiempo de práctica y comenzamos a tener alguna conciencia de lo
que observamos de nosotros en el Trabajo,
nos volvemos algo sombríos, no porque nos autocompadezcamos, sino porque nos
estamos limpiando. Esta limpieza nos proporciona una nueva energía que hemos
rescatado al ver nuestra mentira.
Esto es el principio de una conciencia real que puede cambiar nuestra vida. Es el
nacimiento en uno de algo completamente nuevo. Es el comienzo del despertar del
sueño. A esta conciencia va más allá de todo lo que se refiere a ser inglés,
pakistaní o chino; de ser rico o pobre, hombre o mujer. Es la misma conciencia
que se aplica a todas las personas una vez que se ha comenzado a despertar, y
para la que todos los seres humanos son iguales, aunque cada uno tiene su
trabajo particular que llevar a cabo. Para esta conciencia no existimos como
personalidades. Esta conciencia sirve al Trabajo
y nos permite establecer contacto con nuestros centros superiores.
Recuerden
que nuestra mentira también daña a
los que nos acompañan en el Trabajo.
Este tema es demasiado amplio para explicarlo ahora, pero observen cómo tratan
a los demás en su mente y en sus emociones.
Al
principio, intentamos fundamentar nuestro Trabajo
en nuestra propia valoración, en lugar de hacerlo sobre la valoración del Trabajo. Intentamos, por así decirlo, añadir
el Trabajo a lo que ya somos. El
Evangelio dice que esto es edificar sobre
la arena. Si incremento el Trabajo a lo que ya soy, tomaría como punto de
partida algo que no es real. El nuevo punto de partida ha de ser algo genuino,
no puede ser la Falsa Personalidad.
Cuando el significado del Trabajo penetra interiormente percibimos
que no se puede tomar como algo añadido a nuestra superficie. El Trabajo busca producir un cambio-radical
en nosotros.
Es
fácil ver en los grupos de Trabajo,
aferrarse a éste a través de la personalidad, sin comprender sus implicaciones.
Se lo contempla como una alternativa más, como cambiar de religión o irse a la India; una alternativa
opuesta a su vida ordinaria de la que quiere deshacerse. Desde esa posición
nunca comprenderemos que la vida puede llegar a ser nuestra maestra. Nos contentamos
con imaginar que para estar en el Trabajo
debemos abandonar la vida, algo así a como se hacía antiguamente. Uno dejaba su
vida mundana para entrar en el monasterio, o para irse al desierto.
Supongamos que por medio de la Observación de sí uno empieza a advertir que tiene yoes ambiciosos que luchan por adquirir poder. Tendremos que enfrentarnos a ellos, cuando lo hagamos comprenderemos de que trata este Trabajo. Trata de contemplar eso que se llama la vida de una nueva manera.
Supongamos que por medio de la Observación de sí uno empieza a advertir que tiene yoes ambiciosos que luchan por adquirir poder. Tendremos que enfrentarnos a ellos, cuando lo hagamos comprenderemos de que trata este Trabajo. Trata de contemplar eso que se llama la vida de una nueva manera.
Alguien
pregunta a veces si el trabajo tiene que ver con el karma. Por lo que conozco
de él apenas toca este tema. Si entendemos por Karma esa red enmarañada de
causas y efectos que tienen que ver con nuestras acciones, el Trabajo dice que lo mismo que nos
encontramos bajo la Ley del Accidente, o la Ley del Destino, o la Ley de la Voluntad, también estamos bajo la Ley de Causa y Efecto, que se encuentra entre
la Ley de
Accidente y la Ley del Destino. Y si nuestro hacer fuera
conciente , sin identificarnos, nuestro karma cambiaría; es decir, cambiaría la
línea de causa y efecto personal. Pasaríamos entonces a depender de la Ley del Destino que es una causa y un
efecto más profundos y, si desarrollamos nuestra Esencia, podríamos cambiar
también nuestro Destino y situarnos bajo
la Ley de la Voluntad.
En nuestra
Esencia se encuentran guardadas cosas
de las que nada sabemos, solo sospechamos que pueden pertenecer a Recurrencias anteriores. La recurrencia tiene un significado
diferente a la reencarnación. Si nuestra Esencia
cambia, ya no volveremos al mismo punto del ciclo cuando este se cierra; pero
si la Esencia no cambia, no importa cual sea la Personalidad
que hemos construido en la vida, volveremos al mismo ciclo de experiencias que
se corresponde con el nivel de nuestra Esencia. Atraeremos, más o menos, la
misma vida y estaremos sujetos a las mismas o parecidas pruebas y tribulaciones,
las mismas dificultades.
Esta
idea es más fácil de comprender que la idea oriental del karma. Significa que si
no modificamos nuestro nivel (de ser , de conciencia, de comprensión),
atraeremos las mismas experiencias una y otra vez. Ya se ha dicho el objetivo
de este Trabajo es desarrollar
nuestra Esencia, porque en ella
reside nuestra Voluntad Real.
Volvamos
a la mentira. Consideremos dos
cosas: la crítica y su opuesto la alabanza. Consideramos la crítica como algo negativo, ¿pero creen
que nuestra Esencia puede crecer a
través de las alabanzas? Si nos observamos, veremos aquellas partes de nosotros
que quieren ser salvadas pero no quieren ser criticadas. Consideremos también
la fama y su opuesto el anonimato. La observación pone de
manifiesto qué yoes desean ser famosos y sobresalir sobre otras personas.
Muchos de estos yoes inventan nuestra vida y se ocupan de proporcionarnos las
imágenes que necesitamos para creérnoslo. Son estos yoes los que hacen de
nuestra vida una permanente mentira, un interminable desasosiego al tener que
estar siempre justificándonos ya que tenemos que ser fieles a la imagen “Qué buena persona soy”.
Recuerdo
una ocasión en que me autojustificaba un poco exageradamente. Alguien me dijo
en presencia de mi mujer : "Bien, A.,
¿es cierto o no?" Y de pronto comprendí que era cierto. En ese momento
sentí una asombrosa quietud en mí interior y entendí lo que significaba la
mentira, comprendí qué eran los yoes
mentirosos, vi como mentían. Aquello me sirvió para comprender la gran parte de
mi desasosiego y de mi turbación era causada por esta mentira que me hacía a mí
mismo. Comprendí que ese yo mentiroso nada tenía que ver con mi ser.
Este
fue uno de mis momentos de comprensión en que comencé a entender lo que significa
la Falsa Personalidad a
la luz de esta Enseñanza, y pude ver lo que es un Yo Imaginario. Si. Nuestros yoes cuentan mentiras. Como en la
canción: “vamos a contar mentiras, tra,
la, la…”. ¿Han observado como cuando se enzarzan en una acalorada
discusión, como se llenan de justa
indignación, como se sienten agraviados
y, a veces, cuando se calman, se dan cuenta de que todo era mentira? ¿Y qué
decir de nuestro sufrimiento? Obsérvenlo y descubrirán que detrás de él hay
otra mentira. Si, nuestros yoes son falsos y mentirosos, nuestros yoes fingen, están llenos de decepciones
y engaños y se inventan cosas. En este estado normal nos ponemos en contacto
con otras personas que se encuentra en una situación similar y luego decimos
que queremos comprenderlas, ayudarlas, salvarles la vida. ¿A qué es para soltar
una gran carcajada? Es la parábola del ciego que guía a otro ciego. Todo es
imaginación, hipnotismo barato.
Nadie
tiene la culpa. Hemos dicho yo a ese
falso yo y éste nos ha puesto bajo
su poder. La Enseñanza nos pide que
vivamos de forma más conciente, para con nosotros mismos y para con los demás. Y
aunque esos yoes sigan fabulando de
momento dentro de nosotros, hemos de saber y tener confianza en ellos, que otras
ideas más poderosas, que proceden de un nivel más elevado en nosotros mismos,
esperan pacientemente a hacer contacto con nosotros.
Para
liberarnos del poder que esos yoes tienen sobre nosotros, quizás tengamos que
trabajar sobre nuestra pereza, sobre nuestra falta de concentración, sobre
nuestro letargo, sobre cosas nimias que ignorábamos que las teníamos. En la
totalidad de nuestra psique todo se encuentra interrelacionado. El problema es
que lo está por nuestra ignorancia.
Cuando
nuestra vida transcurre en las pequeñas partes de nuestros Centros, su fundamento es malo porque desde esa posición somos
demasiado mezquinos. ¿Como entregarnos al estudio de un conocimiento altamente
especializado si ni siquiera sabemos nada del conocimiento ordinario? Tenemos
que conocer las cosas de la vida, lo del lado externo, pero también las de
nuestro lado interno. La ignorancia era una maldición.
Hablemos
un momento sobre el Yo observante y
su capacidad para percibir nuestras propias contradicciones. Preguntémonos:
¿Qué cosa, en nosotros, se encuentra en un nivel más elevado que nuestros yoes
ordinarios? La respuesta es que disponemos de un Yo observante cuya
calidad de memoria es superior a la nuestra; una memoria que además le es
propia pues se encuentra fuera de la memoria mecánica de los yoes. Nuestros
recuerdos son vagos y nebulosos a la hora de recordar. Creemos que hemos
actuado de cierta manera, cuando en realidad lo hemos hecho de otra.
Lo interesante
acerca del Yo Observante es que puede observar
imparcialmente, sin identificarse.
Observa nuestra falsa personalidad de forma impersonal. Nuestra personalidad la
integran un sinnúmero de yoes que se disputan el momento de poder manifestarse.
Ahora lo hace este y al momento siguiente lo hace otro que ha logrado abrirse
paso. Eso hace que nuestro recuerdo de lo que acontece en cada manifestación de
un yo sea nebuloso y confuso. Pero el Yo
Observante se encuentra en un nivel de conciencia por encima de los
diferentes y cambiantes yoes. Su
visión es imparcial y puede registrar en su memoria lo que cada yo hace y dice.
Está fuera de la personalidad.
Crearlo
es lago sumamente difícil. No tiene nada que ver con esa clase de observación
que usamos en nuestras relaciones donde un yo observa a otro yo, dentro de la
personalidad, y lo critica y siempre lo encuentra culpable. El Yo Observante
del Trabajo se mantiene apartado de todos esos yoes, es imparcial y carecer de virtudes morales adquiridas. Se bajo
la influencia del Trabajo mismo.
¿Sabemos
lo que significa “imparcial”?
Significa que si observamos algo en
uno mismo, no se lo critica hallándolo bueno
o malo. Simplemente se ve que la
máquina que soy yo se encuentra haciendo, sintiendo ó diciendo esto u lo otro.
Mejor dicho lo está haciendo o diciendo un yo.
Después de mucho tiempo de práctica el Yo
Observante tendrá registrada en su memoria todos los diferentes aspectos de
nuestra personalidad llegará a ser consciente de todos nuestros los lados.
Creemos
que algo es malo o bueno a cauda de nuestra estrecha visión de la realidad, a
causa de la pequeñez de nuestras creencias. Imaginemos que hacemos un esfuerzo
para ser más tolerantes. Nos daremos cuenta que muchas de las cosas que antes
eran incompatibles con nuestra estrechez de miras, ahora no son incompatibles
ni tan diferentes. Pues bien, el Yo
Observante es extremadamente tolerante.
Todos
creeos ser tolerantes y ponemos mala cara cuando alguien nos presenta a otra
persona que es famosa por su tolerancia. Nuestra mala cara es por nuestra estrechez
de miras y por nuestra ignorancia. ¿Qué significa “tolerante”? Nunca lo sabremos mientras no nos pongamos en relación
con ese Yo Observante que nos
mostrara lo poco tolerantes que somos realmente.
Nuestra
única cura en hacer crecer nuestro Ser por encima de los pequeñitos seres de
los diferentes yoes. Ir más allá de sus contradicciones, confiar en su memoria
que nos ofrece imágenes reales de nuestra insinceridad. Cuando se carece de un Yo Observante, cuando se carece del
poder de separarse de lo que la vida ha hecho de uno, cuando uno se da siempre por
supuesto, entonces, es preciso que recordemos que el saldo que hay a nuestro
favor en nuestro haber es muy pequeño y puede desaparecer. Este saldo se
refiere a nuestra capacidad la soportar los eventos sin identificarnos.
Supongamos
que tenemos una excelente opinión de nosotros mismos. Esto bastará para que el
saldo a nuestro favor se agote rápidamente. No olviden que estamos hablando de
nuestro lado psicológico. Mientras mejor opinión tengamos de nosotros mismos,
más fácilmente nos ofenderemos y nos irritaremos y nos sentiremos trastornados
y negativos. Ello agotará nuestro saldo. Necesitamos conocer y aceptar tolas
las caras de nuestra personalidad, porque solamente a través de ese
reconocimiento la evolución del Ser
es posible porque nos habremos liberado de todas aquellas virtudes y méritos
que, en realidad, no poseíamos. Nuestro mayor peligro es que la idea que tenemos
sobre nosotros mismos se cristalice. Somos criaturas tan insignificantes y desagradables
que necesitamos de una prolongada observación de sí darnos cuenta lo ridículos
que somos en nuestra vanidad, en nuestro orgullo.
Solemos
imaginar que algunas personas creen poseer un maravilloso don que pueden
otorgar a los demás. Pero, acaso nos hemos preguntado alguna vez que hay de
valor en nosotros para que podamos ofrecérselo a alguien? Cuando logramos
percibir en abismo que existe entre lo que imaginamos ser y lo que realmente
somos, todo en nosotros comienza a cambiar. Ese cambio no se debe a nada
milagroso o sobrenatural, lo que ocurre
simplemente es que lo que se ha venido llamando Falsa Personalidad se disuelve
y el artificio desaparece.
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